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Capítulo Cuarenta


Los murmullos resonaron con más fuerza en la iglesia ya que nadie podía creer lo que se escuchó: el novio había dicho que no aceptaba casarse con MinJu.

Sus hermanos y los invitados estaban anonadados por su respuestas, ya que no estaban seguros de haber escuchado bien, mientras que SeungMin sonreía por dentro, porque sabía que SooBin había hecho lo correcto.

MinJu estaba en shock, ella no podía creer lo que SooBin había dicho.

— Perdóname, MinJu… Tú eres una chica buena y maravillosa, pero no te merezco. Yo no puedo casarme contigo.

SooBin bajó del altar y corrió por el pasillo hacia la puerta de la iglesia. Todos los presentes observaron sorprendidos la escena, y luego vieron a MinJu caer de rodillas mientras lloraba.

— ¡SooBin, ¿qué acabas de hacer?! — dijo JiHoon, enojado.

— Lo siento, JiHoon — dijo SeungMin, acaparando toda la atención de todos. — SooBin solo está haciendo lo correcto, lo que su corazón le dice que haga.

SooBin salió de la iglesia sin mirar atrás. Ahora iba en busca de su felicidad al lado del hombre que amaba, corriendo hacia el convertible rojo que estaba cerca de la entrada de la iglesia, que era el auto de SeungMin. El vehículo estaba abierto y buscó en la guantera las llaves, que ahí estaban tal y como le había dicho su hermano.

Puso el auto en marcha y se alejó a toda prisa con tal de que nadie tratara de detenerlo. SooBin tenía que encontrar a YeonJun, y su corazón le decía en dónde podría encontrarlo.

YeonJun contemplaba el cielo, pensando en que SooBin ya estaba casado.

"Si tan solo hubiese hecho algo más para convencerlo de que no se casará, si tan solo hubiera ido a impedir esa boda…", pero ya era demasiado tarde, SooBin ya estaba casado con MinJu, y él lo único que había hecho fue encerrarse.

— ¡YeonJun!

La voz de SooBin resonó en la mente del pelinegro y le dolía demasiado escuchar su tenue voz pronunciando su nombre.

— ¡YeonJun!

Abrió los ojos al escuchar con más fuerza la voz de su amado, porque era imposible que él estuviera fuera de su habitación de hotel. YeonJun temía que fuese una jugarreta de su mente que anhelaba volver a verlo, pero escuchar cómo el menor gritaba su nombre y tocaba la puerta… él se dio cuenta de que estaba ahí.

Sin dudarlo, abrió la puerta de su habitación. SooBin estaba a pocos pasos de él, con la respiración agitada y tratando de recuperar el aire, mientras YeonJun no dejaba de mirarlo, aún asombrado de que estuviera frente a él.

— ¿Qué estás haciendo aquí, Soo? Creí que ahora estarías junto a tu esposa…

— No me case… No podía hacerlo… No puedo estar con otra persona que no seas tú.

YeonJun estaba en shock. Él no estaba seguro de haberle escuchado bien.

— Sé que no lo merezco, pero ¿serías capaz de perdonarme, YeonJun? Fui un tonto al continuar con esa boda, yo simplemente no puedo perderte otra vez y no quiero…

SooBin ya no pudo continuar porque el pelinegro rompió la distancia que los separaba. El mayor lo estrechó entre sus brazos y lo besó intensamente. SooBin sintió que por sus mejillas resbalaban algunas lágrimas, pero esta vez eran de felicidad. Cerró los ojos, mientras echaba sus brazos alrededor de su cintura, profundizando más el beso.

Ese era el único lugar donde SooBin quería estar para siempre: entre los brazos de YeonJun.

Separaron sus labios más por la falta de aire que por gusto. YeonJun recargó su frente en la de él y lo miró, asombrado, porque aún no podía creer que SooBin estuviera frente a él. Sonriendo, le limpió con ternura las lágrimas que caían por su rostro

— No te dejaré ir otra vez… ya no.

— Me parece muy bien, porque te iba a pedir exactamente lo mismo, YeonJun. No pienso perder nuevamente al hombre que amo — musitó SooBin, besándolo nuevamente — Te amo, te amo, YeonJun, te amo...

— Yo también te amo, SooBinnie.

Se besaron otra vez, con todo ese amor que sentían el uno por el otro y con la felicidad inundándolos por completo. SooBin se sentía más feliz y dichoso junto a YeonJun, mucho más de lo que había sido toda su vida.

Su felicidad y su futuro estaban con él, y ya no permitiría que nada ni nadie los separara nuevamente. Él lucharía hasta el final por el amor que le profesaba al verdadero amor de su vida.

SooBin caminaba sumergido en sus pensamientos, pensando en todo lo que se avecinaba. Ambos estaban en la vivienda de SooBin. Se sentía nervioso, angustiado y culpable.

El lugar era amplio. Había una gran terraza, una linda sala en color arena y un comedor cuadrangular con una barra para comer que lo separaba de la cocina. Al fondo, se veía una puerta entreabierta que conducía a la habitación del mayor.

— Es precioso, SooBin, pero ¿no crees que alguien podría venir a buscarte aquí?

— Que lo hagan. No me importa si tumban la puerta porque nadie me va a separar de tu lado — dijo sonriendo para luego besarlo dulcemente. — ¿Me ayudas a quitarme esto? No creo soportar ni un minuto más vestido así.

— Por supuesto.

Se dirigieron a la recamara del menor y allí YeonJun logró ver una enorme cama que cubría gran parte de la habitación, a un costado estaba un closet junto con el tocador y una puerta que conducía al baño.

El pelinegro le ayudó a quitarse el traje de novio, y no pudo evitar pensar que se parecía a un príncipe con toda esa ropa puesta.

Cuando SooBin se quedó solamente vestido con su ropa interior, YeonJun lo miró, pensando que todo eso era un sueño. Él aún no podía creer que ese ángel rubio lo amara tanto como él lo hacía y que estuviera a su lado en ese momento, justamente en esa noche que supuestamente sería su noche de bodas.

Esa noche, YeonJun quería amarlo plenamente por quien realmente era.

Rompiendo el pequeño espacio que los separaba, YeonJun tomó al menor entre sus brazos, inclinando su rostro para besarlo. Fue un beso largo y tierno, pero con deseos de compartir todo el uno con el otro. Las manos de SooBin se extendieron a lo largo de la espalda y el pecho del pelinegro, sintiendo sus músculos sobre la playera que ya empezaba a estorbarles.

YeonJun se separó un poco de él, apenas lo necesario para quitarse su playera y arrojarla al suelo ante la mirada llena de amor y de deseo del contrario. Sin perder más tiempo, rápidamente se desvistió, quedando simplemente en ropa interior. SooBin tomó su rostro entre sus manos y lo besó sin prisas, tratando de contener el deseo y la pasión que corrían por sus venas.

— Te amo, YeonJun — musito, mientras lo besaba en la comisura de los labios.

— Yo también te amo, SooBin.

Sus labios se encontraron una y otra vez, olvidándose de todo y de todos. Simplemente eran SooBin y YeonJun, amándose sin fin tras una larga y dolorosa separación. Porque eso ya estaba atrás, y lo único que existía en ese momento tan perfecto era ese amor tan grande que se tenían.

En medio de los gemidos atrapados de un interminable beso, caminaron a ciegas hacia la cama, quedando YeonJun recostado encima del menor y, con habilidad, llevó una de sus manos a la entrepierna del menor. Sus labios abandonaron momentáneamente la boca de él para recorrer primero su cuello con dulces besos, y después pasaron a sus hombros hasta descender aún más con tal de llegar a su pecho.

SooBin no pudo contener sus gemidos cuando él empezó a lamerle un pezón, chupándolo con necesidad mientras que el otro lado de su pecho recibía ansiosas caricias por parte del pelinegro. Esa acción, después de un rato, fue a la inversa, para después seguir un camino de besos hasta su vientre y para regresar nuevamente a sus labios.

Él susurraba entre gemidos su nombre, mientras le acariciaba la espalda, sintiendo cómo el miembro del pelinegro se hacía cada vez más presente entre ellos. Ansiaba poder volverse uno solo en ese momento, pero no quería acelerar las cosas. Quería prolongar ese momento el mayor tiempo posible.

Giraron sobre la cama, quedando SooBin arriba. Lo besó profundamente, para después abandonar sus labios y trazar un sendero de besos por el cuerpo de YeonJun; primero por su mentón, bajando a sus hombros, su pecho y su ombligo.

Cuando SooBin llegó hasta su ropa interior, comenzó a quitárselos. YeonJun sentía que estaba a punto de estallar porque todo su ser necesitaba desesperadamente estar con SooBin.

Rápidamente se sentó en la cama, le retiró el bóxer y acomodo a SooBin sobre él a horcajadas. Sin pensarlo por más tiempo, fundieron sus cuerpos en uno solo, encajando así como el más perfecto de los rompecabezas.

Comenzaron a moverse lentamente, queriendo prolongar ese maravilloso instante hasta la eternidad. Mientras entre jadeos y gemidos se decían mutuamente cuánto se amaban, reafirmaban hasta el infinito la promesa de amor que existía entre ellos. Para SooBin y YeonJun, no existía nada más hermoso en el mundo que entregarse mutuamente. No solo en cuerpo, sino también en alma.

El ritmo de sus movimientos aumentaba ante cada embestida, YeonJun lo tomó de las caderas para ayudarlo a moverse más rápido al sentir cómo se acercaban al clímax. Unos instantes después, el orgasmo los inundó de una manera sorprendente mientras ahogaban sus gemidos en un beso después de tocar juntos el cielo.

Bajo la luz de la luna que entraba por la terraza, se mantuvieron quietos con la piel bañada de perlas de sudor, mientras luchaban porque sus respiraciones volvieran a la normalidad.

Se besaron suavemente una vez más, tras lo que YeonJun lo arrastró consigo cuando se tumbó sobre la cama. SooBin descansaba entre sus brazos, sobre el pecho del pelinegro con una gran sonrisa grabada en su rostro, mientras con una mano tomaba las sábanas para cubrir sus cuerpos.

No había necesidad de decir nada porque todo había sido perfecto. Ellos estaban viviendo el momento más perfecto del mundo, y todo porque estaban juntos. Esa vez sería para siempre, ya que nada ni nadie los podría separar y, con ese pensamiento en mente, SooBin se quedó dormido entre los brazos del hombre que amaba.

Mientras SooBin seguía durmiendo entre sus brazos, YeonJun quería detener el tiempo con tal de vivir ese instante y estar al lado de él para siempre. Estaba muy consciente de la batalla que tendrían que enfrentar por defender su amor, y se encontraba más que dispuesto a luchar hasta el final.

No iba a ser fácil, él lo sabía. Su relación traería muchas consecuencias, principalmente al destino del menor, pero no le importaba, porque todo valdría la pena mientras SooBin estuviera a su lado.

ya no queda nadaaaaa

¡Gracias por leer! <3

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