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1

Nikolai no iba a dejar sus intenciones claras, al menos no para los espectadores. El único capaz de entender lo que quería llegar era su ahora contrincante.

Aun así, se poso sobre la mesa de billar de forma segura y algunos podrían decir de forma altanera; agarró el palo para empezar a tirar, pero fue detenido por una mano que le interrumpió. 

—Corrige tu posición —dijo el pelinegro, posando sus manos sobre las caderas del otro y moviéndolo con delicadeza—, bien, ahora no será ilegal tu tiro. 

El albino hizo una mueca de diversión, pero mentiría si dijera que esa posición no lo hacia sentir mas ligero, así que sin esperar, abrió la mesa con un buen golpe con el palo de billar. 

—Buen saque, veremos que tan bueno eres. —menciono como un cumplido el de ojos violetas. 

Con un buen saque, logró dar con dos bolas seguidas, aunque fallo la tercera. Sonrió satisfecho, dejando estupefacto a los demás; pero no duro mucho, puesto que Fyodor ya había empezado su turno, quien como si un juego de niños se tratase, metió las bolas de forma seguida y prolija. 

Ahora solo quedaba la bola 8. 

—Tengo una suposición sobre ti —dijo el pelinegro posicionando bien el palo de billar—, no viniste a ganar; asististe para llamar mi atención. 

Dicho esto, golpeo el palo contra la bola blanca, que chocaría en menos de dos segundos con la bola negra. 

—Nunca he sido bueno con el billar. —respondió Nikolai en un tono despreocupado mientras alzaba de forma leve sus hombros.

El mas alto, se acercó a su presa o al menos, así lo percibía desde que sospecho sus intenciones, donde su mente solo pensaba si le daría buena entretención; donde con tan solo pensarlo, sus ojos dejaban un tono mas brillante en sus ojos violetas. 

Dentro de sus predicciones, pensó que tal vez el albino le pediría algún favor, tal vez una buena sacudida, sacarlo de un lío o que le diera protección en la escuela; pero no. Antes de que abriera la boca, el otro se le adelanto. 

—¿Te crees capaz de joderme la vida? —dijo el albino sin vergüenza alguna en su tono—. Puedes aceptar o no, después de todo, yo perdí. 

El chico dejaba ver una gran sonrisa de oreja a oreja, pero inconfundible para el ruso, lo estaba provocando. Acompaño su sonrisa, regocijandose en lo divertido que se pintaba el escenario. 

Aceptaría, sin lugar a dudas; y él ganaría a toda costa. Incluso si tuviera que jugar todas sus cartas. 

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