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Capítulo 3: Campanita.

LoRed Shoes aún era bastante nueva en Nunca Jamás, apenas había pasado un día y medio desde su llegada y no se acostumbraba aún. Sus ganas de explorar toda la Isla de Pan no sesaban. Así que prosiguió intentando amansar su curiosidad explorando la isla.

El pasaje entre la Mesa y el Tipi se componía de un largo puente
colgante, con listones amarrados en las sogas y más de una docena
de linternas adosadas que brillaban como enormes luciérnagas en el
ocaso y tintineaban con cada paso. La muchacha se sostuvo de las cuerdas raídas, para comprobar con espanto que no la sostenían. Su pie resbaló en uno de los peldaños y de pronto se
encontró a menos de un paso de precipitarse al vacío.

-Esto es muy inseguro -murmuró y se impulsó de regreso hacia el puente.

Se había raspado la barbilla, por lo que se frotó la sangre rápidamente, tratando de que el dolor desapareciera. En la oscuridad percibió un aliento dulce, con olor a caramelo.

-No eres muy buena en esto, ¿no es cierto?

La voz era femenina.
Red volvió la cabeza, pero no había nada ahí.

Conforme miraba el cielo
estrellado, se dio cuenta de algo que tintineaba hacia ella en la luz de
la luna, un polvo brilloso que la cubría. Era una especie de copo de nieve dorado y muy brillante. Se adelantó para tocarlo, pero cuando hicieron contacto el polvo se desvaneció sin dejar rastro entre las
yemas de sus dedos. Cayó entre su cabello y sus pestañas, lo que le
dio la impresión de estar cubierta de brillo. Una fuerte ráfaga de viento cálido la recorrió entonces, llevándose aquel polvo maravilloso a lo largo del puente, y de pronto el resplandor pareció desvanecerse, dejando la noche silenciosa con su ausencia. Hubo otra ráfaga de viento y Red Shoes percibió una presencia justo detrás de su hombro derecho.

Apenas había alcanzado a volverla cabeza cuando algo la empujó
detrás de las rodillas con brusquedad. Cayó hincada con fuerza sobre la madera del puente, pero apenas había empezado a registrar el dolor de sus piernas cuando algo le jaló el cabello con fuerza. Un silbido agudo resonó por los aires, lo que hizo que se acurrucara y se tapara los oídos. Con una nota alta, el silbido cesó. El silencio que le siguió era todavía más horripilante. Levantó la cabeza con cuidado. El enorme árbol pareció suspirar aliviado al tiempo que todos los faroles de la Isla de Pan titilaban antes de apagarse por completo. Una oleada de gruñidos se dejó escuchar desde dentro de la Mesa, muchos pisos debajo de donde estaba, suspendida en un puente colgante a cientos de pies sobre el
suelo.

La castaña se mantuvo totalmente quieta, pues sabía que un paso
mal calculado en la oscuridad podía llevarla a caer y chocar contra
las ramas irregulares que bordeaban las plataformas, hacia una muerte segura. Tan despacio como pudo, se agarró de las cuerdas con desesperación, sabiendo que algo o alguien estaba con ella sobre
el puente. Podía sentirlo. Hubo otra ráfaga de aire sobre su cabeza, y
luego otra serie de tintineos la rodearon, esparciendo chispitas de luz por todo el puente. Algo le susurró al oído:

-Sé que los puentes pueden resultar... un poco inestables en ocasiones. De verdad que no son un lugar en donde deban jugarlas niñas pequeñas. Especialmente de noche. Pueden ser muy peligrosos.

La voz era cantarína y dulce, si bien estaba llena de un odio mal disimulado. Red tuvo que pasar saliva varias veces antes de poder encontrar su propia voz.

-No soy una niña pequeña, lo lamento. Y fui invitada a venir por Peter.

-Dices su nombre como si lo supieras todo de él. ¡PERO NO LO SABES! -la voz comenzó a elevarse, furiosa y amarga, rebotando en el tronco del árbol-. No tienes nada que hacer aquí, Red Shoes. La Isla de Pan es sólo para chicos.

Red trató de seguir el sonido con la mirada, y alcanzó a vislumbrar, durante un brevísimo momento, un fragmento de ala. Brillante y traslúcida, tenía la misma textura que un ala de libélula, surcada por delicadas nervaduras. Cuando el ala se movió, el polvo luminoso resbaló desde su punta. Luego, tan rápido como había llegado, se había ido.

-No planeo quedarme mucho tiempo, tranquila.

La criatura, quien aún permanece invisible a tus ojos, escucha su respuesta mientras se oculta, aún invisible.

-Oh, ¿realmente? -se burla con su voz cantarina y aguda- ¿Y por qué estás aquí si no planeas quedarte?

- Tenía curiosidad, debo admitirlo ¿No es hermoso Nunca Jamás?- Dijo mientras se tranquilizaba ella misma y trataba de sonar hostil.

-Oh, Nunca Jamás es muy hermoso -dijo la voz, mientras se movía un poco a tu alrededor con velocidad, como un destello de movimiento-Pero no es para chicas -dijo en un tono más cortante.

- Ya estoy aquí aunque supuestamente dices que no debería.

A Red no le gustaban la confrontaciones innecesarias, además, no quería juzgar a Campanita tan rápido.

Ella trató de mirar entre la oscuridad. Alcanzó a vislumbrar el par de alas que se movían veloces. Sus manos sudorosas se aferraron al pasamanos de cuerda y plantó ambos pies en el suelo con firmeza.

-¿Qué piensas de Peter? -le preguntó la vocecilla, burlona-. ¿Crees que él piense que eres bonita? Tan ordinaria, le dije, con el aburrido cabello castaño, del color de la arcilla, y la piel paliducha
porque no conoce el Sol... ¿Qué le puedes ver a esta aburrida chica de New Jersey? ¿Crees que puedes venir aquí a intentar robar lo que es mío?

- ¿Lo qué es tuyo? - repitió algo confusa y luego su mente hizo click. A Campanita le gustaba Peter Pan- No es lo que crees, te lo aseguro. Solo lo veo como un amigo.

Campanita soltó una carcajada y dejó de moverse un momento, y Red pudo sentir cómo se acercaba desde la oscuridad a su lado en silencio. Su voz se volvió tan fría y amarga que heló la sangre de Red al escucharla.

-Ah, claro, claro -dijo con voz burlona y desprovista de inocencia ahora, más ronca que antes-. Sólo como un amigo, ¿eh?- Cambió su expresión a una menos amigable-No te creo ni un poco -el puente comenzó a balancearse con
fuerza de un lado a otro, y ella sintió su presencia que se acercaba, el brillo de sus alas la única cosa que la chica alcanzaba a ver-. Pero ya lo veremos.

Dio un silbido bajo, que sonó melancólico y triste. Después todas
las linternas de la isla se encendieron de golpe, sólo que esta vez resplandecieron tan brillantes que enceguecieron a Red Shoes por un momento, al tiempo que el extraño ser se dirigía hacia ella con la
forma de una pequeña sombra furtiva.

- ¡Necesito que lo tomes con calma! No estoy enamorada de...

-¡CAMPANITA!

Escuchó la voz de Peter y dio un gemido de alivio. Cerró los ojos y escuchó voces que discutían. Algo golpeó el puente con
fuerza y luego el calor había desaparecido, disipándose tan
rápidamente como había llegado.

Peter llegó de inmediato cuando escuchó el alboroto, volando con rapidez por encima de las plataformas del puente colgante. Después fue a asegurarse de que Red no estuviera herida.

-Ay, Red Shoes, ¡lo siento mucho! ¿Estás bien? Querida mía, debes
de sentir que toda Nunca Jamás está tratando de asesinarte.

Ella se apartó el cabello del rostro.

-De hecho sí. Exactamente eso siento.

-Pobrecilla, ¿qué puedo decirte? Las hadas son criaturas extremadamente territoriales -Peter la rodeó con sus brazos-. Campanita no estaba tratando de matarte. Sólo intentaba
intimidarte. Puede llegar a ser bastante celosa si se lo propone. Te
prometo que me haré cargo de eso.

-No, por favor. Déjalo así, debe estar abrumada solamente- Dijo queriendo solo olvidar lo pasado.

Peter alzó una delgada ceja sorprendido ante la respuesta de Red, pero de inmediato asintió.

-Puede ser que tengas razón, Red. Campanita se pone muy posesiva, quizá no esté acostumbrada a que yo pase tanto tiempo con alguien nuevo. Sólo necesita algo de tiempo para adaptarse.

Le acarició el cabello suavemente, con ternura, tratando de aliviar su preocupación. Ella sacudió un poco la cabeza y miró a la dirección en donde se había ido el hada ¿Qué le pasa a la gente de Nuca Jamás?

-Por cierto, hoy en la noche nos reuniremos para contar historias en el Tipo. Me encantaría que te sientes junto a mi- Dijo Peter con esa sonrisa galante.

Ella se sintió incómoda. Ahí va otra vez Peter coqueteandole... Con cuidado trato de continuar la conversación.

-¿Qué tipo de ser es ella?

-Ella es la última hada de Nunca Jamás, y me temo que es bastante apegada a mí.-El chico dejó escapar una risita, como si Campanita sólo hubiera empujado a Red Shoes al pasar junto a ella en un baile, y no como si hubiera tratado de precipitarla al vacío desde un puente colgante. Red entrecerró los ojos, tratando de hallar cualquier señal del hada.

-Se ha ido. La ahuyenté, creo.

La castaña lo miró.
-¿A dónde se fue? ¿Ella vive en la isla?

Peter seguía riendo.
-Me encantaría contarte todo lo que sé con respecto a Campanita. Pero, tengo historias que contar. Ven conmigo.

Ella lo miró con entendimiento y dejó escapar un suspiro y ambos cruzaron el puente al otro lado, uno seguro y más estable. De repente, Pan la tumbó levemente y la cargo como si fuera una princesa mostrando una gran sonrisa, se impulsó y ambos volaron por el aire.

Peter la colocó con
delicadeza sobre el suelo en la base de la habitación y volvió a
elevarse en el aire.

-Y aquí está el Tipi.

Al menos el nombre tenía algún mérito, pensó. El edificio no era más que un enorme cono, al estilo de los tipis indios, con la bandera de Peter ondeando en lo alto. Las paredes del tipi estaban
adornadas con hojas que bajaban desde la punta. Listones de colores se anudaban a sus lados y con las ramas que lo rodeaban, de modo que parecía que los rayos de un sol multicolor acogían el gigantesco cono de tela. Ella abrió la puerta (que curiosamente era de madera) y se adentró en la habitación. El interior estaba vacío, fuera de una gran silla de madera al centro del cuarto, tallada de la misma madera que el árbol que acogía la Isla de Pan. El respaldo era un círculo perfecto, con la misma forma que la luna de las banderas.

-Esa es la silla de Peter -le susurró Oxley. Estaba camuflado
entre un grupo grande de chicos-. Nadie la toca más que él. Desde
ahí nos cuenta las historias de sus aventuras.

La luz se filtraba a través de agujeros en el techo.

-¡Siéntense, chicos!

Docenas de chicos ya se habían reunido en el suelo alrededor de la silla de Peter, y ahora se empujaban para poder acercarse más al trono de su líder. Más y más muchachos entraban por la puerta abierta. Red Shoes en silencio se sentó en uno de los asientos delanteros cercanos a la pared, apoyó la cabeza en el muro y esperó, segura de que muy pronto su
regazo estaría ocupado por cierta personita de cuatro años, como
efectivamente ocurrió. James se enroscó entre sus piernas y apoyó la cabeza en su hombro. Olía a pavo con especias, y podía ver en la suave luz nocturna que toda su carita estaba embarrada de mermelada de moras. Suspiró, feliz al abrigo del cuerpo de su hermana.

- Te extrañe, chiquito- Dijo ella dándole un fuerte abrazo.

Peter entró volando y tocó el respaldo de su trono con los dedos
de los pies. Silbó con fuerza antes de gritar:
-¡Silencio, ahora! ¡Tranquilos, chicos!

El ambiente emocionado de la habitación se aquietó, fuera de
algún grito ocasional silenciado por Abbott. Peter extendió la mano.

-¿Y mi corona, Naji?

Un hermoso niño pequeño con la piel del color del caramelo se adelantó y le entregó a Peter una corona hecha con hojas de olivo que el líder se colocó orgulloso sobre el desordenado cabello rojo, con rizos que sobresalían dentro y fuera de las hojas. La Luna se
elevaba sobre la Isla de Pan, y los agujeros del techo dejaban entrar
su luz plateada. Peter chasqueó los dedos. Los faroles que colgaban
en el cuarto bajaron su resplandor hasta que la luz no era más que
una insinuación luminosa. El círculo de madera detrás de Peter era
iluminado por la luz de la luna, lo que lanzaba una sombra sobre el
rostro de Peter. Aún así, con todo y la penumbra, ella alcanzaba
a divisar lo blanco de sus dientes, su sonrisa feroz y encantadora.

-Niños, generales -sus ojos descansaron un momento en
Red Shoes y James-, honorables invitados, ¿qué historia debo contar
esta noche en celebración de nuestro ataque?

El cuarto se llenó de sugerencias. Algunos chicos se pusieron de
pie debido a la emoción.

-¡La vez que te perdiste en el jardín prohibido!
-¡Cuando hundiste la nave Plaga de Neptunol
-¡Cuando enterraste a Piers bajo la Gran Montaña!

Peter siguió flotando en el aire hasta que sus pies tocaron el respaldo de su trono. Mesándose la barbilla, caminó de un lado a otro del círculo, considerando cada una de las sugerencias.

-¡Esa es una buena historia! ¡Me había olvidado de esa!

Finalmente se acomodó al borde de la silla, dobló las piernas y se
instaló sobre el asiento. Entonces Peter habló:

-Todas esas son buenas historias, no cabe duda. Pero creo que,
como los hermanos Shoes están aquí esta noche, les contaré la mejor historia que conozco: la de cómo Garfio perdió su mano.

- ¿Cómo perdió su mano?
Preguntó uno de los niños.

Los niños estaban muy curiosos susurrando sobre ello. Red Shoes pudo deducir que aquella no era una historia que Peter compartiera muy a menudo: su importancia había llenado
el espacio de expectativa y asombro. James se inclinó hacia delante, dio un leve suspiro y apoyó las manos en las mejillas, de la misma manera que hacía siempre que le leían un cuento. Los ojos verdes de Peter reflejaron la luz de la Luna al tiempo que comenzaba a narrar la historia.

-He vivido aquí, en Nunca Jamás, por muchos, muchos años. He estado aquí más tiempo que cualquiera de ustedes. Imagínense, si es que pueden, un País de Nunca Jamás libre del Jolly Roger. Nuestros amados mares tan limpios y abiertos, sin que el Jolly Roger venga a sembrar horror entre todos aquellos que lo miran. Eran tiempos muy distintos. Puerto Duette no era más que un pequeño embarcadero donde los locales vendían fruta y los niños de los pilvi corrían por la calle dando gritos.

Ella lo escuchó con atención tomando nota mental de esto. Muchos, muchos, cientos... ¿Cuántos años tenía él realmente?

-Como les decía, pasé gran parte de mi vida explorando todos los rincones de la Isla de Pan junto a un pequeño grupo de niños perdidos, intercambiando bienes con los pilvi. He tenido relaciones
muy cercanas con su princesa, la hermosa Tigrilla. Era hermosa, pero sus padres la mantenían recluida en su casa, temerosos de que alguien la robara. El pelo de Próspera era negro y largo, y tenía los ojos del color del cielo del verano y una piel color canela. Era una chica fuerte, que amaba el mar y anhelaba la libertad.

Algunos niños hicieron sonidos de enamoramiento, y unos pocos
dieron silbiditos. Red se aguantó la risa.

Estaba claro que toda esta
historia no tendría un final feliz para la tribu pilvi. No si habían desaparecido. Peter se tomó un momento para poner en orden sus pensamientos. Apretaba sus manos de modo distraído y agitó un poquito los puños antes de continuar.

-Un día, un joven James, el nombre real de Garfio- dijo dándole una miradita a James.

-Se llama como yo- Susurró el niño y Red le sostuvo la mano.

Peter desvío su mirada por toda la sala y siguió contando la historia:

- James era ambicioso y para nada amable. Quería tener el control de toda la tribu de los pilvinuvo y sus tesoros. Así que un día ¡Secuestro a la princesa!

Todos los niños junto con ella abrieron los ojos con sorpresa. Al escuchar la palabra "secuestró", varios de los chicos se incorporaron aún más y un silencio de expectativa llenó la habitación.
Se podía escuchar cómo todos a la expectativa se inclinaban, como si quisieran acercar el final de la historia lo máximo posible. James incluso se inclinaba hacia delante, con los codos apoyados en sus muslos.

Peter miró a los niños uno a uno antes de continuar.

-James llevó a la princesa a un barco. La mantuvo cautiva en el camarote durante varios días. La princesa no dejaba de llorar y de gritar, pidiendo a cualquiera que la escuchara que por favor la liberara.

Los niños miraban a Peter fijamente, completamente absortos, intentando predecir cómo iba a acabar la historia.

Se levantó y caminó cerca del círculo de niños, como si le encantara tener la atención de todo ellos. Luego dejó caer la voz en silencio, y su rostro se endureció, como si estuviera luchando con un recuerdo desagradable.

-James retuvo a Tigrilla. Se decía que ella era la más valiosa, y por lo tanto el más valioso de los tesoros que podía pedir como rescate era mucho. Él estaba preparado para no liberarla a menos que le dieran doscientas piezas de oro.

Ella escuchó con atención teniendo curiosidad por ese tal James Garfio.

-Entonces, cuando los pilvi me contaron. No tarde en ir al rescate de la princesa. ¡Fui volando directo a las cuevas donde la tenía! Aún seguían en el bote, eso escuche-. Peter entonces vuelve a su silla y se sienta y sus ojos cambian por pocos segundos a un azul profundo- Pero era tarde... Habían encadenado a la princesa en grandes rocas, la amordazaron y la lanzó al agua.

Red se cubrió la boca anonadada.

Muchos de los chicos también se cubrieron la boca con sorpresa y horror. La mayoría de ellos estaban sentados con la espalda encorvada y los ojos muy abiertos. Los niños que estaban con James estaban horrorizados. James tenía las manos unidas y la cabeza ladeada hacia abajo, con la mandíbula apretada. No pudo evitar sentir pena por él.
Peter se quedó un momento en silencio para dejar caer la nueva información. Su expresión era sombría, y sus ojos parecían oscuros y tristes.

-James había lanzado a la princesa al agua a la deriva y la había dejado hundirse hasta el fondo del mar, donde las algas habían atrapado sus piernas y la presión había aplastado su hermoso cuerpo- Peter hablaba con calma como si estuviera recitando una triste y dolorosa historia. Su tono monótono y sus ojos hundidos hacían que los niños se estremecieran y miraron a Peter, que aún permanecía con la cabeza agachada. -Y cuando la encontré, cuando vi su cuerpo hundido y su cara blanca e hinchada, con las algas enredadas alrededor de ella, lo único que sentí... fue furia- Dijo y su voz se volvió amarga, aunque a la vez también parecía... ¿Enfadado? Sus dedos se clavaron en los apoyabrazos de la silla y los apretó con fuerza hasta que los nudos de sus nudillos se volvieron blancos. - Le pregunté a Garfio ¿Por qué lo hiciste? Y me dijo que lo hizo porque no le habían pagado lo que pidió. Me di cuenta de lo horroroso que él es y el mounstruo maldito que podía llegar a ser. Sin dudar ni un poco más me lancé a él con mi espada en la mano ¡Y estuvimos en batalla por primera vez!

Red se impacientó pero se sintió muy feliz de que almenos Peter haya intervenido.

Ninguno de los chicos pudo evitar estremecerse ante la mención de ese malvado pirata. Los ojos de Peter brillaron verdes de nuevo.

-¡Fue una sangrienta pelea! Garfio era más alto que yo, y estaba muy enfadado. Luchamos con todas nuestras fuerzas. Hasta que, logré asestarle un golpe justo en la pierna y casi se cae. Rápidamente aproveche y de un espadazo ¡ZAAS! ¡Le corté la mano derecha!

Todos los niños ahogaron un grito de sorpresa ante esto. Nunca antes lo habían escuchado contar una historia así de sangrienta, con tanto detalle. Peter parecía estar disfrutando de contar esta historia.

-Garfio se quedó paralizado y se tambaleo. Su rostro se volvió pálido como la luna y se agarró su antebrazo para intentar detener la sangre que manaba como un río de su muñeca. Yo tomé la mano que le había cortado ¡Y la lancé al agua justamente cuando un cocodrilo iba pasando!

Peter rió entre dientes ante esa imagen, recordando cómo había visto al enorme cocodrilo mordisqueando el miembro seccionado del pirata. Los chicos mayores también comenzaron a reír entre dientes con entusiasmo, divertidos por la narración.

-El cocodrilo se lo tragó entero... ¡Incluso se atragantó un poco! -dijo, y rio ante eso. Los niños más pequeños comenzaron a reír más alto también. Red hizo una mueca de asco al imaginarse la escena.

-No pienses en cosas asi o tendrás pesadillas- le susurró a James quien estaba inquieto aún sentado en sus piernas.

-¡Al cocodrilo le gustó tanto el sabor de Garfio que hasta el día de hoy lo persigue! Con hambre de comérselo entero - Contó Peter.

Los niños mayores rieron aún más alto ante eso y muchos comenzaron a hablar todos a la vez.

-¡¿De verdad es cierto?!

-¡No puede ser cierto!

-¡Quiero ver a un cocodrilo!

-¡Oh, Peter, ¿podemos jugar a Garfio y a Cocodrilo? -gritó uno de los niños más pequeños, y pronto todos los niños comenzaron a corear esa misma pregunta.

Peter los tranquilizó con una señal con las mano y siguió contando:

-Después de eso, la tribu pilvi desapareció. Así de grande era su
temor a Garfio -lentamente empezó a recuperar la compostura-. Los busqué durante semanas, pero nadie supo decirme nada, sólo desaparecieron.- Los niños perdidos dieron un leve gemido.-Y eso no fue todo. El barco que tuve que dejar detrás de mí se
convirtió en el Jolly Roger, el mismo que ha plagado nuestra existencia desde entonces. Una pesadilla que hiere los mares del País de Nunca Jamás. Un barco hecho para asesinar a los niños perdidos. Un barco que no puede quemarse gracias a algún recubrimiento mágico en su superficie. Un barco creado para... para matarme a mí-.

Un pesado silencio llenaba la sala y hundía el ánimo de los niños.
Peter hizo una pausa y comprendió que la historia había terminado
con una nota demasiado sombría. Se quedó perfectamente inmóvil.
Sus ojos se clavaron en cada uno de los rostros que lo miraban.

Finalmente, después de aquella larga y dramática pausa, Peter miró
hacia arriba con una sonrisa maliciosa, y sus ojos color esmeralda
brillaron a la luz de la luna. Tomó aire para concluir su relato:

-Pero por lo menos puedo estar seguro de que cuando Garfio venga por mí, ¡tendrá un pedazo menos!

Levantó un brazo. Su mano había jalado la manga de la túnica para simular como si no hubiera nada ahí. La sala estalló con aclamaciones y risas. Peter hizo una exagerada reverencia. La corona de hojas se le resbaló unos centímetros y cuando se levantó sus ojos eran color azul marino.

-Y esa, mis niños perdidos, es la historia de cómo Garfio perdió su mano.

La sala volvió a estallar en aplausos y ovaciones. Las lámparas
brillaron con una nueva luz más fuerte y dorada. Los niños rodearon
a Peter y lo levantaron en hombros. Alguien puso una copa de vino en
su mano. La multitud lo llevó fuera, al patio del Tipi, en medio de
estruendosos gritos que llenaban la noche.

Fue entonces cuando Red Shoes la vio. Sentada en silencio en el centro
del trono de Peter se encontraba una chica rubia.

(...)

El pequeño y verdoso Merlín había sido encargado para darle comida a los animales de una de las granjas. Grandes establos con vacas, ovejas, gallinas y conejos. Si, conejos. Al parecer los pueblerinos comían conejos o eso había dicho Owen.

Cuando tocó alimentar a los conejos con la bolsa llena de zanahorias se acercó a su jaula y les aventó un par de zanahorias. Algo cansado y sintiéndose tentado por el hambre, tomó dos zanahorias y le dio un mordisco a una.

Ya que nadie lo estaba mirando, Merlín tenía su apariencia de humano normal. Con sus ropas azules y su cabello castaño perfecto peinado.

Miró a uno de los conejitos que lo miraba con hambre por su zanahoria y le hizo una mueca cansada.

- ¿Hmm? - Tragó el pedazo de zanahoria- No me mires de esa manera, yo soy el real prisionero aquí- El conejito se acercó más una vez que Merlín movió la zanahoria por delante de él en la jaula- ¿Qué? ¿Tienes hambre?- le fue poniendo la zanahoria un rato y luego le dio un divertido mordisco - Al menos tú naciste aquí, yo ni tengo idea de dónde estoy- dijo mientras masticaba.

De repente, el tamaño de Merlín cambio al de rechoncho enano verde dándole como aviso que alguien lo miraba.

- ¡Hey, tú! Te toca ir a pescar- le dijo uno de los que estaban ordeñando la la vacas y luego volvió a su turno.

Merlín soltó un suspiro de frustración y fastidio ante el cambio repentino y repentino de vuelta al tamaño de enano, y murmuró para sí mismo.

-Ugh, otra vez... -se quejó en voz baja, todavía molesto pero tratando de mantener la calma.

Se volvió hacia el que le indicó que fuera a pescar , y con un suspiro de resignación, se alzó del suelo y se encaminó hacia el lugar de pesca.
Al llegar al lago, Merlín suspiró mientras se preparaba para pescar. Observó el agua, que se encontraba tranquila y serena, y tomó uno de los palos de pescar que se encontraba allí.

-Esto debería ser fácil -se dijo a si mismo, tratando de mantenerse positivo.

Merlín bufó con frustración mientras miraba el agua del lago tranquilamente. Frunció el ceño, maldiciendo en voz baja.

-¡Maldita sea, no hay ni un pez aquí!- Se quejó en voz baja, aún sosteniendo el palo de pescar.

- ¿Necesitas ayuda? - Dijo una voz conocida acercándose. Merlín miró hacia esa dirección y se dio cuenta de que era Owen- Saludos.

El enano levantó la vista hacia Owen con cierta sorpresa, y una expresión de alivio cruzó por su rostro a la vista del muchacho.

-Oh, eres tú.-dijo en tono de aprobación, y luego dejó escapar una pequeña risa de frustración-Sí, necesito ayuda. No logro atrapar ni siquiera un maldito pez.

-Para empezar, nisiquiera estás preparando esa caña bien.

Owen se acercaba junto a su propia caña y una lata de cebos. El pelinegro se sentó junto a él en el pequeño puerto y le enseño a Merlín a ponerle el cebo en la caña y como lanzarlo. Luego de un rato de intentos, un largo, largo rato de intentos; Merlín logró atrapar un pequeño pez.

- ¡Ja! ¡Haz sido Merlinizado! - Dijo Merlín orgulloso dando un pequeño bailesito mientras ponía al pez en la cubeta.

Owen sonrió unos segundos y luego volvió a pescar tranquilamente. Aunque, llevaba un rato largo sin hablar. Parecía triste.

Merlín soltó una risa mientras observaba el pequeño pez que atrapó en la cubeta, y luego miró hacia Owen y notó su expresión triste y pensativa. Frunció el ceño, y se sintió preocupado y curioso por la razón detrás de esto. Se quedó callado y observó a Owen pescar en silencio por un momento antes de hablar con voz suave y preocupada:

-Eh... ¿Estás bien? - Preguntó con preocupación.

- ¿La verdad? No, estoy algo frustrado- Confesó el chico mientras sostenía su caña a la espera de pescar un pez en el agua.

Merlín escuchó las palabras de Owen con cierto interés y preocupación. Se inclinó un poco hacia él, y siguió mirando el lago mientras esperaba a que pescase un pez.

-¿Puedo preguntar el por qué? -
murmuró suavemente, manteniendo su voz baja y calmada.

-Mi esposa está embarazada.

Merlín hizo una mueca de confusión ¿Acaso eso no debería ser motivo de celebración? Almenos así era en la Isla de los Cuentos de Hadas. Pero claro, esto es Nunca Jamás.

-Oh... -dijo suavemente, y luego frunció un poco el ceño ante el tono de frustración en la voz de Owen, aunque no entendía del todo el motivo- No suenas muy... Feliz por eso.

- No es feliz. Ninguna mujer es feliz al quedar embarazada en este pueblo... - hizo una pausa y suspiró - Ayer me preguntaste sobre Peter Pan-.

Merlín se quedó callado, escuchando las palabras de Owen con sorpresa y creciente interés, y se volvió hacia él, esperando a que continuase.

-Sí, lo recuerdo.. ¿Qué pasa con Peter Pan?

Owen miró a todos lados asegurándose de que estén solos él, Merlín y el agua.

- Peter Pan es el rey de Nunca Jamás. Ha sido así por años, creo que desde hace cientos de años. Él es quien comanda a los niños perdidos y el enemigo principal del Capitán Garfio- contó mientras miraba el agua- ¿Sabes de dónde vienen esos niños?

Merlín negó, con creciente interés y sorpresa ante la información de Owen. Su mente se llenó de preguntas y sospechas ante las palabras del muchacho, tratando de procesarlo todo.

-No.. No lo sé... ¿De dónde vienen los niños perdidos?

- La mayoría vienen de otro mundo de donde los roba pero una parte... Vienen de aquí- Dijo con rencor y su mirada se afilo - Deja que las madres tengan sus hijos hasta los cuatro años, aveces hasta los cinco años y luego se los lleva a su isla, la Isla de Pan. Nunca los devuelve, jamás las madres vuelven a ver a sus hijos.

La expresión de Merlín se ensombreció ante la revelación, y una mezcla de sorpresa y horror llenó su rostro ante las palabras de Owen.

-Oh, por los Dioses... Eso.. eso es horrible.- dijo en un murmullo, sin palabras ante la cruel realidad que Owen le estaba revelando sobre el pueblo gris y su líder.- ¿Y las madres simplemente lo permiten?

- No les queda de otra. Es eso o que Peter las mate. Aunque eso ya ha pasado y algunas madres prefieren morir antes que nunca volver a ver a sus hijos. Hace dos años Karen fue asesinada de esa forma y su cuerpo lo dejo empalado como si fuera un trofeo en el centro de la plaza.

El chico verdoso se llevó una mano a la boca con gesto de asombro y horror ante la revelación, y sintió un escalofrío subir por su espalda al escuchar tal crueldad.

-Oh, Dios mío... - dijo suavemente, tratando de procesarlo todo, pero la ira y el asombro llenaban su ser con cada palabra de Owen.- ¿Pero.. por qué? ¿Por qué Peter Pan le haría esto a las madres y a los niños?

- No lo sé. No le he preguntado y no creo que alguien lo haga nunca - dijo y lo miró por un segundo- Él ha dicho que los cuida, eso dicen los rumores. Pero, no lo creo así.

Merlín mantuvo la mirada con Owen, tratando de procesar la información pero aún con muchas dudas y sospechas pasando por su mente.

-No. No suena como si los estuviera cuidando en absoluto.-murmuró, manteniendo un tono de voz bajo y suave.- ¿Nadie ha hecho nada para detenerlo? ¿Alguna rebelión? ¿Algo?

- ¿Una rebelión contra Peter Pan? - dijo sarcásticamente y soltó una risa seca - Eso sería la muerte definitiva. Peter no es un humano normal. Es un ser con poderes más allá de los nuestros, hasta donde sé es casi inmortal.

Merlín apretó el puño ante la respuesta de Owen, y una expresión de frustración y determinación apareció en su rostro.

-Así que es demasiado poderoso para ser detenido-murmuró con tensión en la voz, frustrado por la sensación de impotencia ante tan cruel y poderosa criatura-Pero... Tiene que haber alguna forma de detenerlo... -dijo, con cierto tono de desesperación en su voz.

- Ojalá hubiera... ¡Ah! - sintió que algo le jaló la caña fuertemente y se dio cuenta que probablemente había pescado algo grande. Con fuerza, Owen se puso de pie, comenzó a jalar y jalar hasta que cayó de espaldas y lo que pescó salió volando al rostro de Merlín: un pez gallo.

Merlín se sacudió ante el inesperado golpe que recibió en la cara por parte del pez, y soltó un pequeño quejido ante el impacto en su rostro

-¡Ugh!

Se quejó en voz baja, tomó el pez en la mano y se frotó el rostro adolorido por el golpe, y luego levantó la vista hacia Owen, con cierto aspecto de irritación pero con una sonrisa resignada en su rostro

-Buen tiro.

- ¡Jajaja! -Owen se ríe a carcajadas fuertes mientras se sostiene el estómago.

Merlin frunció el ceño con fingida irritación ante la risa de Owen, y mantuvo su expresión molesta durante un momento antes de que finalmente se diera cuenta de que era divertido, y soltó un bufido de risa ante la situación

-Sí, sí. Muy divertido, muy gracioso-
dijo con falso enojo, pero no pudo mantener el acto y rompió a reír también.

(...)

Un rato más tarde después de que Peter contará la historia en el Tipi de como le cortó la mano a Garfio. Ella vio a campanita sentada en la silla de Peter.

Era muy pequeña, un poco más bajita incluso que Red, delgada como un junco. Una maraña de cabello rubio
platinado le caía por la cabeza, enredado con hojitas, flores muertas
y ramas. Tenía una piel muy pálida que se estiraba en unos pómulos perfectos; su rostro era perfectamente simétrico, casi etéreo en su construcción. Labios pequeños y sonrosados que parecían a punto de ser mordidos lucían bajo una larga nariz. Había ojeras bajo sus
enormes ojos azules, tan profundas que parecían moretones a primera vista y le daban un aspecto fantasmagórico.

-¿Se te perdió algo?
La voz de la chiquilla era aguda, como el repicar de cientos de campanillas, aunque la malicia que subyacía en ella era innegable.

La chica se levantó de la silla de Peter y dio un paso hacia Red Shoes. Sus rasgos se volvieron más agudos conforme se acercaba. Sus ropas oscilaban al caminar, tan abultadas que no parecían tocar su cuerpo en lo más mínimo. Un
vestido marrón desvaído se anudaba en sus hombros y bajaba en cascada hasta el suelo, tiras de tela tejidas entre ellas sin ningún tipo de planeación ni cuidado. Era bultoso y poco atractivo. Había colocado una enredadera a modo de cinturón, pero fuera de eso no había ningún otro color visible. Aún con su desaliñado atuendo, era imposible no notar el chal que envolvía sus hombros, tan largo que sus extremos se anudaban en los pulgares de la chica, de modo que
casi parecía una capa. El chal debía cubrir lo que fuera que ocultaba
bajo la espalda, un bulto tan grande que bien podría haber sido una segunda muchacha del mismo tamaño.

Le tomó unos momentos comprender. Las alas. Estaba escondiendo sus alas. La chica se acercó en silencio, sin que sus pasos hicieran ningún ruido, envolviendo el chal protector sobre los hombros. De cerca sus labios se veían agrietados y amoratados; su gesto era de desasosiego. Cuando respiraba, su cuerpo se estremecía, como si le doliera. La palabra rota revoloteó por la mente de Red al observarla. Luego, sin previo aviso, la muchacha extendió la mano hacia el rostro de Red Shoes, con la cabeza al nivel de su nariz. La castaña no se movió, pues no quería alarmar a la criatura que la había asustado de tal manera unas horas atrás en el puente. La chica la vio a los ojos y Red luchó por reprimir un gemido. Dentro de los
ojos del hada, en el fondo de sus iris, pequeñas estrellas se encendían
y apagaban, una detrás de otra. Esto, pensó, es la verdadera magia. Aun cuando la chica era menuda y delgada, el poder que irradiaba de ella resultaba muy palpable, sin embargo, Red intentaba calmarse y no dejarse intimidar.

-Nada extraordinario -susurró el hada, acariciando las mejillas
de la castaña con la mano-. Rostro normal, cabello castaño ordinario,
extraños reflejos púrpura en los ojos -chasqueó la lengua-. ¿Qué
es lo que ve Peter? Nada que yo pueda ver, no con mis ojos.-Red no respiró hasta que el hada no dio algunos pasos hacia atrás, entrecerrando los ojos, acusatoria. -No entiendo qué te ve -meneó la cabeza hacia un lado-. No eres más que una niña tonta y fea.

Pero Red Shoes solo sonrió para sí misma -Es un gusto conocerte Campanita-.

Campanita no le devolvió la sonrisa, en cambio, un gesto de confusión pasó por encima de su rostro. Se acercó aún más, sus pupilas azules ampliándose mientras estudiaba los rasgos de Red con gran detenimiento. Su expresión pasó de la perplejidad a la irritación, finalmente volvió a su habitual arrogancia.

Cuando finalmente habló, su voz no contenía la misma dulzura falsa que antes, sonando irritada.

-Oh, estoy segura de que es un placer,- espetó -Sí, me llamo Campanita. Significa refugio celestial o -dijo, haciendo una pausa- tortura, según otras traducciones. Y no, no
conocerás a ninguna otra hada jamás. Soy la última de mi especie, la última hada de Nunca Jamás.

- Eso escuche. Supongo que tenemos algo en común. Yo soy la única mujer aquí, o bueno eso pensaba. Podríamos hacernos compañía.

Red sonrió con amabilidad.

Campanita se detuvo y se la quedó viendo con un ceño fruncido, claramente desconfió de su amabilidad. Su pequeña nariz se arrugó ligeramente en un gesto que era más adorable que amenazante.

-No necesito compañía -espetó, cruzando los brazos sobre el pecho

-¡Campanita! ¡Red! ¡Me da tanto gusto que empiecen a conocerse!-
Peter abrió los brazos y el hada se apresuró a escurrirse entre
ellos, más rápida que ningún humano que Red Shoes hubiera visto.

-¡Peter! -exclamó Campanita-. ¡Tu historia fue magnífica! ¡Fuiste tan valiente! ¡Tan guapo y valiente!

Peter se sonrojó.

-Campanita, es suficiente. Has escuchado esa historia miles de
veces.

Ella lo miró con adoración y se sonrojó.
-Sí, pero cada vez que la cuentas es como si fuera nueva. ¡Las doscientas monedas de oro no habían salido antes, además!

El rostro de Peter se puso rígido antes de emitir una sonrisa incómoda. Suspiró y comenzó a revolver el cabello de Campanita, ya de por sí desordenado.

-¿Son capullos de lavanda? Por eso hueles tan bien, ¿verdad?

Campanita se sonrojó antes de responder:

-Sé que te encanta ese olor.-Luego tomó la mano de Peter y miró a la castaña, desafiante. -¿Qué quieres que hagamos hoy? Puedo hacer que los árboles canten para ti. ¿O podríamos contar las estrellas? Podríamos ir a nuestro lugar especial y admirar el brillo del océano. No has estado ahí en mucho tiempo, Peter. ¿Peter?

Peter miraba embobado a Red Shoes, sus ojos verdes inmóviles sobre el rostro de la muchacha. Incluso cuando tenía los brazos alrededor de Campanita, sus ojos permanecían en la joven Shoes. El hada estaba empezando a irritarse.

-¿No recuerdas lo que dijiste la última vez? ¿No lo recuerdas? -Lo miró directamente a los ojos. Sus labios temblaban. Ella trató de alcanzar la mejilla del chico, pero él emitió un gruñido de disgusto. Luego, con una mueca, se zafó del abrazo de Campanita.

-Estaba a punto de llevar a Red a su cabaña, pero estoy seguro de que los niños perdidos estarán encantados de escucharte cantar. Están abajo, en la Mesa, probablemente comiéndose lo que nos queda de queso. Ve con Oxley o con Darby.

Los ojos de Campanita se llenaron de lágrimas y destellos de luz
iracunda.

-Pero Peter, lo prometiste. Dijiste que... dijiste que los ibas a
mandar lejos -y luego, en un susurro-, dijiste que ni siquiera te gustaba.

Red escuchó con atención algo confundida ¿De qué hablaba exactamente?

-Sé lo que dije, Campanita. Ahora vete, por favor. Te buscaré por la mañana.

El hada golpeó el suelo con el pie, lanzando rayos de luz que le
subían por la pierna. Peter se puso las manos en las caderas.

-¡Campanita, contrólate!

Ella lo miró con los ojos llorosos.
-¡No es justo! ¡Ella no es nada! ¡No es más que una chica ordinaria, aburrida, común y corriente de New Jersey! ¡Nada!

-Dije que te fueras. ¡Ahora! ¿No te das cuenta de que estás molestando a mi invitada?

Detrás del cuello de Campanita feroces ondas de calor se dirigían
hacia Red.

-¡Fuera! -gritó Peter, dando una patada como si quisiera espantar a un perro callejero. Con un chillido feroz, Campanita se adentró en la oscuridad,
dejando un rastro de polvo brillante que permaneció en el aire tiempo después de que se hubo marchado. Red por fin pudo soltar el aire que había estado conteniendo en un suspiro de alivio.

Red aún se encontraba confundida por lo sucedido ante ella. Peter se mantuvo en silencio, aún visiblemente agitado por la discusión. Finalmente, se volvió hacia ella y le ofreció una sonrisa forzada.

-Lo siento por eso. Campanita puede ser bastante... apasionada a veces.- Peter soltó un suspiro y se pasó las manos por el pelo, tratando de calmarse y limpiar su mente. La frustración todavía estaba marcada en su expresión. Después de un momento, miró a Red a los ojos y trató de parecer despreocupado. -Campanita y yo hemos tenido unas... algunas discusiones últimamente -masculló él. Aunque trató de sonar casual, había un toque de tensión en su voz.

-No te preocupes pero... Creo que lo mejor no era gritarle. Me parece que solo está incomoda- Dijo Red mirando brevemente la dirección en donde se había ido el hada -Me parece linda y que se preocupa mucho por ti. Debe verme como una invasora de su paz.

Peter se pasó una mano por el pelo y soltó un suspiro exasperado. Él sabía que tenía razón pero...

-Ella es... ella simplemente necesita entender que no puede controlar todo lo que hago. No todo gira alrededor de ella -murmuró Peter, con un ligeramente toque de frustración en la voz.

Él se apoyó contra un árbol y miró a Red a los ojos.

-Ella y yo hemos pasado muchas cosas juntos -dijo en voz baja. -Ha estado enamorada de mí desde que tengo memoria. He hecho todo lo que ha estado en mi poder para convencerla de que lo olvide, pero una vez que un hada se enamora es para toda la vida.
Trato de no animarla, pero si te soy sincero, es extenuante -Peter
bostezó mientras estiraba los brazos-. No te preocupes por los celos de Campanita. Estaría celosa del mismísimo Garfio si yo le prestara atención. ¿Tienes miedo?

- Ni un poco. Me parece alguien confundida. Además, se ve algo tierna.

Peter soltó una risita ante eso.

-Si, Campanita puede ser algo adorable cuando no está celandome o enojada por algo que dije.- Él miró a Red a los ojos, con un destello de travesura en la suya.-¿Y que hay de ti? ¿Alguna vez te has enamorado?

- Hmmm... - la chica se detuvo algo pensativa y colocó una mano en su mentón - Creo que sí, cuando era una niña de 8 años.

Su sonrisa se volvió ligeramente burlona ante eso, aunque había una cierta calidez en su rostro.-Oh, ¿ah sí? ¿Y de quién estabas perdidamente enamorada?

Ella se rió sarcástica - de uno de mis compañeros de primaria. Pero fue algo pasajero. Me importaba más jugar con mis amigas que fijarme en chicos.

- ¿Amigas? ¿Tienes muchas amigas?

- No tantas pero las necesarias para no sentirme sola. Por eso pienso en que quizás Campanita se siente extraña porque no ha tenido alguna amiga en años.

-Tuvo sus oportunidades de tener amigas- Dijo Peter mientras miraba al suelo y luego a ella - Pero ella no es tan generosa. -Entrelazó sus dedos con los de ella y segundos después ya
estaban elevándose sobre los aires.
-No es como tú, Red Shoes. Tú tienes un corazón generoso. Lo detecto. Le harás mucho bien a la Isla de Pan.

-Pero no nos vamos a quedar aquí para siempre, Peter. Tenemos que volver... a casa.

Los ojos de Peter la observaron con destellos azulados.
-Sí, a casa. Puedes ir a casa cuando quieras. Pero debo saber: ¿te
gusta estar aquí?, ¿conmigo?

Red asintió, notando cómo se movía el cabello de Peter pese a que no había ninguna briza que lo meciera. Era como si fuera parte de la isla en sí mismo, una criatura de la naturaleza que se movía con los ritmos del ambiente a su alrededor. El fondo de su ser parecía sintonizado con Nunca Jamás. La miraba con tanta intensidad que de pronto ella se sintió muy tímida e insegura.

-Debería irme a acostar. James debe estar muy exhausto después de tantos juegos e historias.

-Sí -respondió Peter, aunque obviamente no lo creía.

Ambos descendieron y Red se alejó buscando a James entre los demás niños.

Aunque ella se había ido, él la siguió con la vista hasta que desapareció a través de varios niños y finalmente por las ramas.

La había tenido tan cerca, en un momento incluso había sostenido su mano... Solo un pequeño empujón más y ella podría ser de Nunca Jamás. Suspiró e hizo un pequeño gesto con la mano, se elevó en el cielo y siguió a Red para mantener un ojo en ella.

(...)

La noche era tranquila. La fresca brisa movía su cabello castaño de un lado a otro mientras ella caminaba junto al pequeño James agarrado de su mano.

Se sentó en una de las grandes ramas frente a su cabaña mientras James recostaba su cuerpo en la rama y su cabeza y parte del torso en las piernas de Red.

-Se va el Sol y todo se embellece, con su luz nos van a iluminar. Ven conmigo y en mis brazos descansa y podrás soñar...-. cantaba Red una canción de cuna al niño que pronto ya estaba dormido a mitad de la canción.

Era una bella noche de Luna llena. Resplandecía sobre ella iluminando su rostro.

Peter escuchó la canción de cuna de una distancia prudente. Sus labios se curvaron en una sonrisa cuando la escuchó cantar, pero se abstuvo de hacer cualquier sonido, por miedo a llamar la atención de Red. Se quedaba en silencio tras un tronco, escuchando la voz de Red suavemente cantando. Peter se quedó observando a un Red, con la Luna llena y las sombras proyectando sus rostros a través de los árboles. Tenía un aspecto encantador, la manera en que la luna resaltaba sus rasgos delicados y su cabello castaño.

Poco a poco, los ronquidos de James llenaron el alrededor. Ella miró con ternura como su pequeño hermano dormía en sus piernas. Sin más, se puso de pie y lo llevo a la cama, lo arropó y lo dejo allí descansando. Después se incorporó y salió de la cabaña, mirando la Luna hermosa.

En eso da un breve respingón al ver una sombra acercarse a ella pero se tranquiliza al ver que era Peter.

Ella no lo miró mucho tiempo.
-Buenas noches, Peter -saludó amablemente mientras se sentaba denuevo en la rama a ver la Luna y las estrellas.

Observó en silencio cómo se incorporaba y acostaba a James en la cama. Su ternura y dulzura hacia su hermano pequeño era reconfortante de ver. Era evidente que ella lo conocía tan bien.
Peter se aclaró la garganta y salió de las sombras para caminar hacia ella. Se sentó en silencio a su lado, sus rasgos iluminados por la luz plateada de Luna.

Él pudo ver la suave belleza de su rostro mejor ahora, las suaves curvas de su expresión relajada, la serenidad que envolvía sus rasgos. Era algo hermoso de ver.

- Te sienta bien la noche.

- Gracias.

Ella desvío su mirada a uno de los niños perdidos, a lo lejos, quien estaba quieto totalmente mirando todo debajo y por arriba de la Isla de Pan. Luego, repentinamente ella se volvió para observar el lado opuesto.

-¿Qué hace? -susurró pues no quería molestar almuchacho que parecía tallado en mármol.

-Vigila. No se puede ser descuidado de noche. Garfio es unhombre perverso, sin mencionar a todos los vagos, violadores y ladrones de Puerto Duette que amarían poner las manos sobrenuestro tesoro... y sobre ti. Si alguien intentara atacar la Isla de
Pan, lo veríamos desde aquí antes de que incluso llegasen a la costa.
No es que los barcos pudieran hacer tierra en la isla, de todosmodos. Las raíces son demasiado altas. Encallarían -luego señaló alchico con la cabeza-. Este es el precio de ser un niño perdido.Tienes que hacer guardia cada pocas semanas. Si te quedas dormido,
bueno...

-¿Qué pasa?

Peter se encogió de hombros.
-Encontramos a alguien más que haga guardia.

-¿Qué le ocurre a los que se quedan dormidos?

-Sólo ha ocurrido dos veces, en realidad.

Su tono le indicó a Red Shoes que se habían acabado las preguntas. Ella no dijo nada pero se sentía algo... Incómoda. Peter parecía ocultarle más de lo que debería sobre todo lo que ocurre en la Isla.

Peter mantuvo la vista hacia el horizonte, sus ojos oscuros enfocados en la vastedad de Nunca Jamás. El silencio entre ellos era cómodo, aunque lleno de tensión.

Observó su perfil, estudiando su belleza bajo la luz de la Luna mientras ella vigilaba la orilla. Su expresión estaba llena de determinación, aunque también había ligeras líneas de preocupación y tensión alrededor de sus ojos y labios.

No pudo evitar sentir la urgencia de extender una mano y tocar su mejilla. Pero se controló, en vez mantuvo su distancia.

- Peter, dime algo. ¿Como describirías tu día a día aquí?

Su expresión se aligero un poco a la pregunta. Él inclinó la cabeza hacia ella y la miró con interés.

-Es bastante variado, realmente,- admitió. -Nada rutinario. Hay momentos de emoción y peligro, pero también momentos de tranquilidad y diversión. Cada día es una aventura nueva- Él apoyó una mano en la raíz de la que estaban sentados y la usó para inclinar su peso hacia atrás.-Pasamos nuestros días explorando, cazando, jugando, contando historias, y simplemente disfrutando de la libertad de esta isla mágica. No hay reglas ni restricciones, no hay horarios ni responsabilidades. Es simplemente... vivir en un estado salvaje y libre.

-Si, me he dado cuenta. Esto debe ser un reino, un sueño hecho realidad para los niños.- Ella lo miró por un breve instante. Y luego, suspiró.- No me terminó de acostumbrar a ver niños dormir hasta en la mesa- dijo con una pequeña sonrisa.

Él soltó una suave risa ante su observación.

-Así es la vida aquí,- dijo él con un toque de orgullo en su voz.

El volvió a relajarse contra la rama del árbol, cruzó los tobillos y se apoyó un brazo en el muslo.

-No hay horarios ni reglas de sueño, simplemente se duerme cuando el cuerpo siente que debe descansar.

- Debes estar acostumbrado. Te ven como si fueras un padre para ellos.

Él sacudió ligeramente la cabeza y rió ante eso.

-No sé si "padre" es la palabra correcta... Me ven más como un líder, un compañero, o incluso una especie de héroe o salvador. No soy el padre de todos, simplemente soy su guía, su protector... Y su amigo.

- Te veo cuidarlos, es muy lindo- dijo con una sonrisa Red Shoes y luego miro en dirección al mar y como las estrellas se reflejaban en este-Me preguntó ¿Cómo sería yo cuando tenga mis propios hijos?

Él siguió su mirada hacia el mar y luego volvió a mirarla. Su sonrisa se volvió un poco traviesa.

-No lo sé, pero estoy seguro de que serías una excelente madre.

Él deslizó un poco su mano por la rama donde estaban sentados y rozó ligeramente sus dedos contra los suyos.

Ambos rieron nerviosamente. Peter se alejó de ella y fue como siRed supiera lo que iba a decir incluso antes de que lo dijera.

-Red Shoes, ¿me acompañarías a un lugar especial esta noche?

Sin una palabra más, ella le dio la mano. Los ojos verdes de Pan
miraron los suyos, adorándola. Ella sintió cómo sus mejillas se
sonrojaban, pero algo más, un sentimiento enojoso como una
diminuta aguja encajada en su corazón, el sabor de la incomodidad y delarrepentimiento. ¿Qué era lo que le pasaba? Seguramente no había
ninguna chica en el mundo entero que pudiera resistirse a la mirada
de Peter. Pero ella, se resistía.

El muchacho tomó su mano y le dio tres o cuatro volteretas
antes de vendarle los ojos.
-¿Confías en mí? -le preguntó.

No pudo más que asentir con la cabeza.Al sentir el viento en la cara supo sin asomo de duda que estaban
volando, arriba y fuera de su cabaña y dentro de la enramada de laIsla de Pan. Unos segundos después, el aire se volvió cálido y limpio,y ella supo que se habían alejado de la enramada y ahorasobrevolaban la isla dirigiéndose hacia algún destino misterioso.Sin querer apoyó la cabeza sobre el hombro de Peter y sintió silbar elaire sobre sus mejillas, los fuertes músculos de los brazos del
muchacho la rodeaban, contento y emocionado a la vez.Volaron durante algunos minutos más hasta que ella sintió cómoPeter comenzaba a descender del otro lado de la isla. Su vuelo sevolvió más lento y ella sintió de pronto la falta de viento sobre el rostro; sólo quedaba el calor de la mano de Peter alrededor de su
cintura. Aterrizaron sobre una superficie dura que se movía bajo sus
pies. La castaña sonrió, pues aún bajo la venda detectaba que algo no
andaba del todo bien con el suelo.

-Peter, ¿dónde estamos? No puedo pararme derecha.

El suelo volvió a vibrar, y finalmente la muchacha se arrancó la
venda de un tirón. Primero no estuvo segura de dónde estaba, o
dentro de dónde. Altos paneles de vidrio azul verdoso la rodeaban
por los cuatro costados, paneles verticales y cuadrados que iban de
piso a techo. El vidrio estaba tallado con sutiles líneas y patrones:
cuadrados, lunas y flechas. La chica acarició el vidrio con los dedos y
sintió los relieves de las figuras. Abrió la boca de sorpresa ante la
belleza del trabajo. Levantó la cabeza. Los altos paneles estaban
unidos por una barra de hierro y se unían en un techo que terminaba
en punta. Donde esto ocurría, el vidrio de cada panel tenía distintas
alturas y un remache de hierro con figuras distintivas. La punta del
techo era un patrón que se abría hacia el cielo: una estrella hecha
para maravillarse con la magia de las estrellas, lo suficientemente
grande como para entrar volando en ella. Así que así era como habían
entrado. Había una pequeña puerta en uno de los paneles, invisible
casi para el ojo humano, excepto por una pequeña agarradera de
hierro fundido. Después de tanto tiempo en cabañas circulares, estar
dentro de una estructura física era increíble, y ella se dio cuenta
de que había echado de menos las líneas rectas. Dio vueltas sobre sí
misma, maravillada. Era el lugar más hermoso que había visto en su
vida.

-¿Porqué... Peter... esto parece... Estamos dentro de... una...
lámpara?

Él se puso las manos sobre las caderas y empezó a reír.

-¡Así es! Eres lista, Red Shoes Es una de las últimas lámparas de
hada, y la única en la Isla de Pan.

El suelo comenzó a moverse bajo sus pies de nuevo, y ellaentendió de inmediato: la lámpara colgaba de algún sitio. Concuidado se puso a gatas y abrió la manija de la puerta, dejando que la hoja colgara al viento. Sacó la cabeza y el viento le desordenó el cabello en todas direcciones. Bajo ella se encontraba sólo el mar. Alvoltear hacia arriba, se percató de que la lámpara colgaba de unarama que se extendía sobre el agua, en el extremo este de la isla. La
lámpara se balanceó de nuevo y ella cerró la puerta por temor a
caer de cabeza en el océano. Volvió a mirar hacia arriba, donde las verdaderas estrellas brillaban a través del portal con forma deestrella.

-Peter -comentó, sintiéndose de pronto muy tímida-, esto es
increíble, pero probablemente no deberíamos estar aquí tan tarde -
y luego añadió, tragando saliva-, solos.

Peter le acomodó un mechón de cabello detrás de la oreja.

-¿Por qué no querríamos eso, Red? Eres tan inocente ybuena. Eso hace que sea muy difícil para mí estar cerca de ti... meatraes mucho, debes saberlo.

Ella se quedó pasmada. Dios, Dios, Dios... No quería que esto pase. Con cuidado trato de desviar el tema. Por algún motivo sintió que no era seguro rechazarlo inmediatamente.

-Lo sé. Yo... tengo sentimientos similares -se detuvo-. Pero
no siento que te conozca. Quiero conocerte, Peter.

Ella le acarició el rostro antes de que él se alejara.

-¿Qué es lo que quieres saber?

Parecía inseguro en ese momento, desarmado por la curiosidadde la muchacha.

Ella lo pensó durante un momento.
-¿De dónde vienes? ¿Cuándo llegaste a Nunca Jamás? ¿Cómo hiciste para llegar?

Peter rió.
-Esas son tres preguntas -respondió, frunciendo el ceño-. Fue
hace tanto tiempo que prácticamente no lo recuerdo. Los detalles se
borran.

Ella le sonrió para animarlo.
-Escucharé lo que tengas que decir.

El inspiró hondo y miró hacia el techo.
-Crecí en una granja en Wick. Wick estaba en Escocia. Fui el más pequeño de siete hermanos. Éramos muy pobres.Una familia como la tuya, nos hubieran tenido lástima odesprecio. Nunca había suficiente qué comer, sólo arenque y pan, yeso los días buenos. Algunas veces rezábamos a los vikingos, o a los
dioses nórdicos, pero siempre teníamos miedo de que mañana nohubiera comida y entonces pescábamos todos los días. No habíatiempo para jugar o soñar, sólo trabajo inclemente -su voz se habíavuelto más y más oscura, como el azul de sus ojos-. No había nada, nada en esa roca olvidada de Dios, sólo musgo verde, rocas afiladas,
un mar furioso y helado e inviernos duros. Mi familia vivía bajo la
sombra de Oíd Man Wick, el castillo del mar, y su señor, quien nos utilizaba como esclavos. El señor era cruel, nos cobraba impuestosinjustos, se apoderaba de todo lo que teníamos, aun cuando a él no lefaltaba nada. Y aunque lo odiábamos, soñábamos con vivir en sucastillo, repleto de riquezas, comodidades y alimentos. Mi padre, uncobarde egoísta, bebió hasta morir cuando yo era muy pequeño.Prácticamente no lo recuerdo, un despojo de hombre, pero recuerdo
que golpeaba a mis hermanos mayores, y ellos a su vez me golpeaban a mí. A mi madre no le interesaba ser madre. Cuando semolestaba en alimentarnos, nos arrojaba algo de comida y nos recordaba lo que hubiera podido ser de ella si nosotros no le hubiéramos estorbado en la vida. Siempre llevaba un bebé en lacadera, que cuando crecía sería objeto del mismo resentimiento y lamisma hambre. Era una existencia miserable, pero algunas veces en
mitad de la noche yo me alejaba de mis hermanos y hermanas, salía de nuestra diminuta choza de piedra, y me entretenía mirando las estrellas, tan hermosas ahí en el fin del mundo. Yo sabía que estaba destinado a ser algo distinto. Algo mejor. Estaba destinado agobernar las estrellas, no a mirarlas desde mi pobreza. Cada nochedurante años, miré al cielo y le pedí a quien fuera que estuviera alláarriba que me ayudara a cumplir mi verdadero destino.-Peter tomó una bocanada de aire y le dio la espalda a Red Shoespara que ella no pudiera mirarle el rostro.-Tenía trece años cuando mi hermano mayor me empujó dentrodel río Wick, después de que tuve el atrevimiento de sugerirle si
podía conservar el pez que acababa de pescar.

Ella lo miró curiosa.

-Había sido una noche muy rara. El mar cerca de nuestraciudad estaba violento y enojado, y una enorme luna llena se levantósobre Wick, bañando la ciudad con su luz anaranjada y tornándola
roja. Caí en el río y me sumergí hasta el fondo. Las aguas mearrastraron hacia abajo, hacia una grieta que no tendría por qué estaren el fondo de ningún río. Me sumergí en lo que parecía unacorriente interminable y lo último que recuerdo es haber visto luceslavanda y azules tintineando bajo el agua, las mismas luces por lasque tú atravesaste cuando vinimos aquí a través del umbral.Después nadé hacia arriba y salí del mar justo en medio de la playade la Isla de Pan. Llegué a la orilla y caí profundamente dormido.Desperté al día siguiente en una mañana perfecta de Nunca Jamás,totalmente quemado por el sol.

Su relato había sido como un canto en sí, con sus palabras pintando imágenes en la mente de Red Shoes, pero en el silencio que siguió lo único que se escuchaba era su propia respiración y el suave chapoteo del agua contra la lámpara. Él mantuvo la espalda vuelta hacia ella y siguió hablando, con voz más suave, como si estuviera avergonzado de lo que diría a continuación.

-Nunca volví a ver a mi familia. No me despedí de nadie. Cuando desperté aquí, me sentí... aliviado, aliviado de no tener que volver a vivir esa vida.

Suspiró y la miró.

-Nunca he vuelto a mirar atrás. No soy ese niño, y esa nuncafue mi vida. Jamás hablo de ella, porque no tiene relevancia paraquien soy ahora.

Peter la miró, sus ojos de esmeralda brillante fijos en el
rostro de la muchacha.

-Todo lo que siempre he querido se encuentra aquí. Especialmente ahora.

Ella observó las paredes de vidrio, intimidada por la mirada de Peter.

-Gracias por contármelo -le respondió.

Peter voló hasta la cima de la lámpara y sacó la cabeza a través de
la puerta.

-Ooooh, está empezando.

Voló de regreso y se colocó junto a ella. Tomó su mano con
timidez.

-Quise traerte aquí para mostrarte algo extraordinario.
Algo que no podrás ver en ningún otro mundo. Querida, aún no has
visto nada de Nunca Jamás. Te mostraré cada tesoro, cada pliegue
secreto de esta tierra. Hay tantas cosas hermosas que contemplar.

El adelantó la mano y le acarició la mejilla con suavidad.
-Tantas cosas hermosas. Ahora siéntate... aquí -ordenó a
Red mientras la recostaba en una pila de mantas que se hallaban
apiladas sobre el suelo-. Espera un poco. Y, mientras esperamos...

Peter metió la mano hasta el fondo de su abrigo, bordado con
figuras de hojas secas y telarañas, y sacó una exquisita flauta de
carrizos bellamente unidos por filigranas de oro enredadas. Con una
adorable sonrisa, comenzó a interpretar una melodía que atravesabala piel de Red Shoes. Lenta, cadenciosa y penetrante, la música era unasuave caricia hecha de notas que la muchacha sentía en cada uno de
los poros de su cuerpo. El extraño sonido de las flautas, como cañas
oscilando en medio de la lluvia, llenaba la lámpara por completo.
La chica se sentía como si fuera a empezar a flotar por encima de su
cuerpo. Su dolor de cabeza había desaparecido, y cualquier idea de
culpa o duda se disolvió en el ritmo oscilante de la melodía. Peter la
transportaba hacia el vacío con el poder de su música.
Peter siguió tocando conforme la habitación se llenaba de luz.
La castaña emitió un jadeo de asombro al tiempo que el suelo de la
lámpara relucía con la luz de miles de diminutas estrellas. Derepente se encontraba nadando entre fragmentos de luzverde azulada, cada uno con la forma de una estrellita. Levantó la
mano y dejó que sus dedos jugaran con semejante prodigio.

-Qué magia...

Peter dejó de tocar y rió.
-No es magia. Mira.

Ella abrió la pequeña puerta y se asomó hacia el océano.
Debajo de la lámpara, el mar resplandecía con estrellas a lo largo deuna milla. Peter se inclinó sobre ella con el brazo alrededor de su
cintura.

-Son estrellas de mar. Durante esta época del año iluminan sus
brazos con la esperanza de atraer a un compañero. Ocurre cada año
por un par de semanas; una vez que han encontrado una pareja,
desaparecen de vuelta en el océano, de vuelta en la noche.
La superficie del océano se mecía sobre las estrellas, pero la luz
permanecía estable y brillante, pues las estrellas esperaban al
compañero preciso, lanzando su brillo por encima de las olas.

Levantó los ojos hacia Peter y observó la mirada delmuchacho fija en el agua, tan feliz y perfecta, y fue entonces cuandosupo que podría perderse ahí, con él, en ese lugar y para siempre. Él
la miró de vuelta.

-Red Shoes...

El muchacho se aferró a ella y la llevó flotando dentro de lalámpara, con la luz de miles de estrellas a su alrededor, el cristalverde repleto de reflejos luminosos.El rostro de Peter se hallaba ensombrecido por la luz cuando seinclinó para besarla.

Ella no lo soportó.

Alzó su mano rápidamente y le cubrió la boca antes de que sus labios siquiera tocaran los de ella. Algo nerviosa habló:

- Peter, yo no...

Peter se separó de ella, sonrojado y molesto.

-¿Qué? ¿Qué es lo que pasa contigo?

Red Shoes se irguió y se colocó frente a él.

-Lo siento Peter, no. No puedo hacer esto. Lo siento mucho.

-¿Qué quieres decir?

-Jamás debí permitir que llegáramos tan lejos. Lo siento, Peter.No pretendía darte la idea equivocada.

El rostro de Peter se transformó de la decepción inicial en rabiapura. Sus ojos se tornaron azul marino, pero cuando parpadeó, eranverdes de nuevo.

-Pero Red... ¿por qué?

-Peter, por favor llévame de regreso. No me siento bien.

Él pateó el suelo con rabia y gritó:

-¡Pero yo te amo! Te amo, Red Shoes.

Ella bajó la mirada, sin saber qué decir.

-Lo siento mucho, Peter. No puedo explicártelo. Sólo no puedo
estar contigo... no de esa manera. Quizá por ahora podemos ser... amigos.

Ella se dio cuenta de inmediato de que no era eso lo que él había
esperado escuchar.

-¿Amigos? -repitió Peter sin emoción-. Amigos. Ya veo.Tengo suficientes amigos por ahora, muchas gracias.

Le volvió la espalda a la castaña y luego la miró por encima del hombro.

-¡Eres mía, y por lo tanto tienes que tratar! -le gritó él,levantándose un par de palmos del suelo.

Luego volvió a guardar silencio, pero ella ya habíaretrocedido, aterrorizada.

-Lo siento -se disculpó el muchacho-. Lo siento. Eso fue...incorrecto, gritarte de ese modo. Te llevaré de regreso.

Como si hubiera habido un acuerdo tácito bajo las profundidades
del mar, las estrellas submarinas se apagaron todas a la vez. La lámpara se balanceó con el viento. El pulso de Red Shoes se aceleró y depronto se sintió temerosa, insegura sobre por qué su mente le decíaque debía escapar lo más pronto posible. Sus ojos no podían ajustarsea la falta de luz, y la voz de Peter era firme y estable en la oscuridad,justo sobre su hombro, demasiado cerca, pasándole la mano por lacadera.

-Al menos dime, ¿por qué no puedes amarme?

Ella adelantó el brazo para consolarlo, pero su mano se hundió en la oscuridad.

- Simplemente son cosas que... Pasan.

Peter se alejó de ella y se secó los ojos. Cuando volvió, su voz era
fría.

-Lo que sea que necesites, Red Shoes. Puedo darte tiempo.

Sin sentimiento, él tomó su mano y la llevó volando fuera de lalámpara. Cuando ella miró hacia abajo, observó un par de alasblancas que entraban en la lámpara desde arriba, y escuchó un sollozo angustiado. Ella se volvió hacia Peter, horrorizada.

-¿Ahí es donde vive Campanita? ¿Estábamos en casa de Campanita?

Peter se encogió de hombros, enojado.

-¿Y? Campanita no es dueña de la Isla de Pan.

El resto del viaje hasta la cabaña de Red lo pasaron ensilencio. Ella podía sentir la rabia en forma de calor que emanaba dela mano de Peter. Él la coloco bruscamente frente a su puerta y le diola espalda para marcharse. Todavía dándole la espalda, le dijo lento:

-Esperaré por ti, Red Shoes. Puedo ser paciente por tucorazón. Puedo serlo. Lo seré.

Ella miró al suelo y colocó su mano sobre la espalda de Petercon gentileza.

-Peter, no sé qué decir. Lo siento mucho.

Él se volvió hacia ella, con los ojos del más oscuro de los azules.

-Di que me amarás. Dilo. Di que eres mía.

Red Shoes negó con la cabeza.
-No puedo decirlo. No ahora mismo.

Sin más, el chico le dio una última mirada como si estuviera aguantando unas palabras y se fue volando.

Ella se dirigió a su cama una vez que Peter se había ido. Vio al pequeño James descansar plácidamente y le tuvo envidia. Ojalá ella se hubiera quedado dormida en vez de irse con Peter Pan.

Por un momento sintió que ya había pasado el tiempo suficiente en Nunca Jamás y decidió que a la mañana siguiente se irían.

No quería que James viva esa vida descontrolada de los niños perdidos, quería verlo crecer y convertirse en alguien de bien y profesional. Amaba a James muchísimo como para dejarlo sin futuro estable.

No quería más aventuras, había tenido suficiente.

Peter había dicho que el tiempo era distinto en la Tierra y en Nunca Jamás, que sus tíos jamás sabrían que se habían ido. ¿Lehabía mentido? Rezó porque no hubiera sido así, y que en algúnlugar, lejos de las estrellas de la mañana, sus tíos todavía estuvieran trabajando.

Con cuidado, acarició el cabello castaño del pequeño que dormía y se recordó a si misma que debía volver a casa.

Debían volver a casa.

(...)

Este es el último capítulo de la semana. Pero descuiden, los veré la próxima! 💖

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