Capítulo 1: Cuentos de Hadas.
La suave brisa de la noche había entrado por su ventana. Ya siendo noviembre en New Jersey El clima daba avisos de prontas nevadas.
Red Shows llevaba colocado un vestido de mangas hasta los codos, y un pequeño escote, de color blanco hasta la cintura con el resto de la falda del vestido de color rojo, también llevaba unos zapatos rojos-haciendole honor a su nombre-bajitos.
Su tío Richard seguía trabajando ya que normalmente trabajaba hasta altas horas de la noche pues trabajaba en un almacén. Por su parte, la tía Jenny se ganaba la vida haciendo artesanías y vendiendolas. No es de extrañar que la tía esté en su taller con unos audífonos puestos escuchando música mientras se concentra haciendo cosas como platos, jarrones, cuadros o muñecos de porcelana.
La castaña ya había hecho su tarea para cuando su pequeño hermano llegó de la guardería, normalmente a las 6:00 P.M. donde ella lo esperaba para quitarle el uniforme y ayudarlo a estudiar un rato.
No se consideraba a si misma la mejor hermana del mundo pero trataba mucho de ser una buena. Amaba a James como a nadie. Después de todo, es lo último que su amada madre le dejo.
Aveces miraba al pequeño y regordete James, con sus pequeñas manitas, sus ojos color avellana, su piel suave y blanca y su risita y se derretía por completo. Es un niño muy especial. Escucha atentamente y aveces puede ser obediente; aunque es muy curioso y por ende no siempre es obediente.
-Hermanita-. Llamó el niño tocando el borde del vestido de la chica mientras ella preparaba la cena para ambos.
-¿Si?
-Quiero que me cuentes un cuento.
Ella sonrió. Tal vez dándose cuenta de que no fue la mejor idea acostumbrar a su hermano a escuchar historias de su parte cada noche pues ahora se encontraba algo cansada.
-Te prometo que te contaré un cuento cuando termines de cenar pero te la debes comer toda.
-Pero a mi no me gustan mucho las papás-. Dijo el niño zapateando
-Eh, nada de excusas. O comes o no te cuento la historia.
El niño dio un resoplido y se rindió ante ella.
Más tarde, al terminar la cena, ella comió y luego se sentó a ayudar a James con su comida ¿De qué forma? Alimentandolo de cucharada a cucharada.
Tal vez fueron unos cuarenta y cinco minutos mientras ambos cenaban y luego reposaban.
-¿Ya me vas a contar el cuento?
-Si-Ella lo miró con una sonrisa cansada- Vamos al balcón de la habitación.
(...)
"Que noche tan... Aburrida" pensó.
Su cuerpo se movía por el aire como si fuera parte de el mismo viendo todo y a todos aunque sabiendo que nadie lo vería a él. Estaba en un país nuevo buscando algo nuevo.
Algunos mechones de su pelo rojizo molestaron sus ojos por una ventisca que vino de repente, así que se detuvo encima de un techo a acomodar su pelo. A sus oídos se escabulló una suave risa ¿De una? No, dos personas. Era cerca... Con curiosidad se acercó a la orilla del tejado y miró hacia abajo.
Una chica.
Apenas podía ver su cabeza desde aquí y la de un niño frente a ella.
Sonrió para sí mismo y lentamente bajo hasta posicionarse en la copa de un árbol junto al balcón escondido entre sus ramas y hojas.
La castaña contaba el cuento fingiendo las voces de los personajes mientras actuaba cada escena que iba leyendo. James respondía con risas y carcajadas divertido.
-Pasa mi niña, estoy en camita.
Caperucita Roja pensó que su abuelita se encontraba muy enferma porque se veía muy pálida y sonaba terrible.
El niño escuchó con atención.
El pelirrojo, por otro lado, entreabrió sus boca con asombro y relajo sus cejas al ver a la chica más de cerca. Era demasiado hermosa. Su piel blanca, ojos marrones, labios rojizos, un rostro perfilado y esa figura... Se veía maravillosa.
-¡Abuelita, abuelita, qué ojos más grandes tienes!- ella luego paso a ser el lobo-Son para verte mejor -respondió el lobo.
-¡Abuelita, abuelita, qué orejas más grandes tienes!
-Son para oírte mejor
... susurró el lobo.
-¡Abuelita, abuelita, que dientes más grandes tienes!
-¡Son para comerte mejor! -Dijo saltando a su hermano y simuló morderle las costillas haciéndole cosquillas al niño que se reía sin parar.
Observando las escenas desde el árbol, Peter no pudo evitar reírse en voz baja ante la tierna escena.
Ella siguió con la historia ahora con el pequeño niño entre en sus brazos.
-Con estas palabras, el malvado lobo tiró su manta y saltó de la cama. Asustada, Caperucita salió corriendo hacia la puerta. Justo en ese momento, un leñador se acercó a la puerta, la cual se encontraba entreabierta. La abuelita estaba escondida detrás de él. Al ver al leñador, el lobo saltó por la ventana y huyó espantado para nunca ser visto.
La abuelita y Caperucita Roja agradecieron al leñador por salvarlas del malvado lobo y todos comieron galletitas con leche. Ese día Caperucita Roja aprendió una importante lección:
"Nunca debes hablar con extraños"-Dijo y el niño aplaudió emocionado por el cuento.
Peter estuvo todo el tiempo observando la escena desde su escondite, fascinado por la manera en que contaba la historia la chica castaña. Le agradaba que fuera alguien amable y agradable, lo que le hizo acercarse un poco más, sin darse cuenta de que hizo ruido con algunas ramas del árbol.
Al escuchar el crujir de las ramas, la chica miró en esa dirección pero solamente vio a un pajarito salir volando de allí. Despreocupada volvió a ver a su hermanito.
-Si te vas a bañar justo ahora te prometo que te contaré otro cuento cuando te vayas a dormir-Dijo dándole un besito en la frente.
-Esta bien-Dijo obedientemente el niño.
Peter se quedó dónde estaba, en silencio. Su atención se centró en las palabras de la castaña, en como interactuaba con su pequeño hermano, y no pudo evitar sentir curiosidad y admiración por su tono tan amoroso y gentil. Entonces, se sintió curioso por hablar con ella ¿Cómo no? Se veía hermosa a sus ojos ¿Sería igual de cerca? Poco a poco se fue sintiendo más intrigado por conversar con ella, pero también un poco nervioso ante la posibilidad de ser visto. Tomó impulso y salió de su escondite, bajando lentamente del árbol hasta llegar cerca del balcón donde se encontraba la chica.
Ella ya había enviado a su hermano a bañarse, el pequeño se fue rápidamente. Cuando ella se aseguró de que él se fue, ella se puso de pie pensando en irse a su habitación y cerrar la puerta del balcón. Sin embargo, esto no se completó.
Una vez de pie se espanto al ver en el suelo una sombra-claramente no la suya- una de un chico. Abrió sus ojos con sorpresa y se giró encontrándose con un chico que prácticamente levitaba sobre ella.
Él la observaba con calma, con una sonrisa traviesa asomando en su rostro. Su mirada verde recorrió cada centímetro de su rostro y cuerpo, admirando su presencia, antes de responder a su expresión de sorpresa.
-Hola -dijo en un tono casual moviendo su mano, sin dejar de mantener su mirada fija en ella.
Ella se quedó pasmada unos segundos mirándolo. Un chico joven de algunos quizás ¿17 o 18 años? Con el pelo rojizo, ojos... Verdes y brillantes como si tuviera dos esmeraldas y él desprendía un fuerte aroma a pinos.
-Tu... Quién eres? -Dice finalmente aún sorprendida.
Peter notó su sorpresa y disfrutó de la impresión causada por su repentina presencia. Su sonrisa se volvió más amplia mientras se acomodaba un poco más de cerca.
-Peter -se presentó simplemente, sin quitarle la vista de encima. Su sonrisa no se desvanecía mientras la observaba, notando cada pequeño detalle en ella -. ¿Y tú?
Ella aún miraba al chico levitar con notable fascinación y confusión en su rostro:
-Soy Red Shoes -respondió aún confundida-¿Cómo es que estás volando?
Él se encogió un poco de hombros, sonriendo aún más por su sorpresa. Su mirada seguía fija en ella, con un toque de curiosidad y picardía.
-Oh, es un truco que he aprendido -respondió con calma. Luego se inclinó un poco más, bajando un poco más hacia el balcón-Es un poco difícil de explicar -agregó, extendiendo la mano hacia ella.
Ella estuvo a punto de extender su mano por completo. Por poco... Pero cerró los ojos y suspiró retrayendo su mano.
-Esto debe ser una broma de Shirley -Dijo y se dio la vuelta- Oye no sé cuanto te hayan pagado por venir a molestarme, pero lo siento. No voy a cooperar con quedar en ridículo otra vez
Peter parpadeó, sorprendido por su reacción. No era la respuesta que esperaba, y su curiosidad se incrementó aún más ante su rechazó.
-¿Qué? -respondió él, siguiendo sus movimientos y girándose para enfrentarla -No es ninguna broma, no sé quién es Shirley. Simplemente quería hablar contigo-Se inclinó, todavía en el aire, para poder verla mejor. Sus ojos verdes la miraban con intriga y confusión.
Ella frunció los labios y lo miró con algo de pena.
-Por favor, no insistas. Sé que tan lejos puede llegar ella.
Él podía percibir la tristeza y la frustración en su tono de voz. Su curiosidad aumentó aún más, acompañado por la necesidad de entender la situación.
-Eso, ¿de quién estás hablando? -Dijo, bajando un poco más, aún observándola con atención.
Ella lo miró con una interrogante clara en su rostro
-¿Cómo que no sabes quién es Shirley?
Al parecer, estaba aún más confundido que antes. Sacudió la cabeza lentamente y frunció el ceño, sin dejar de mirarla, mientras intentaba averiguar de qué diablos hablaba.
-Nunca he oído ese nombre antes -respondió, moviéndose un poco más cerca -. ¿Quién es ella?
Ella entreabrió los labios ligeramente y desvío su mirada al suelo pensativa y luego miró al chico notando que no tenía ningún tipo de hilo transparente alrededor de su torso o manos, entonces fue cuando su mente dio click.
-¡Vuelas de verdad!
Y entonces Peter dio una voltereta elevándose divertido afirmando que si que podía volar. Sonrió ampliamente al voltear y elevarse. Le divertía la incredulidad y la sorpresa de la castaña. Aterrizó con gracia, de nuevo cerca de ella, aún disfrutando del momento.
-Te lo dije -respondió con calma, encogiéndose de hombros y con una sonrisa aún en su rostro -. No era una broma. Realmente puedo volar
-Pero ¿Cómo? -Dijo algo fascinada caminando alrededor del chico por unos breves segundos.
Peter siguió sus pasos, volviéndose en círculos para que ella pudiera verlo desde todos los ángulos. Se sentía como un espectáculo personal. Su sonrisa se volvió un poco más traviesa ante su fascinación.
-Solo se me dio bien -respondió con simpleza, encogiéndose de hombros una vez más. Sus ojos verdes brillaban con una chispa traviesa y picarona
Ella lo miró fascinada y a la vez confundida ¿Como consideraba eso una respuesta decente a su pregunta?
En ese momento, su hermanito James, volvió corriendo al balcón y se quedó parado en la puerta que daba al balcón. Inclinó ligeramente su cabeza viendo a Peter y después a ella.
-¿Quien eles? -Preguntó el niño con su pobre pronunciación al ser un niño de cuatro años.
A Peter le causó cierta ternura ver al pequeño niño aparecer de repente. Su curiosidad infantil y su pronunciación infantil hicieron que Peter sonriera aún más ampliamente.
-Soy Peter -se presentó al niño, inclinándose un poco para verlo mejor. Su sonrisa se volvió más amigable y amable.
Ella se agachó y abrió los brazos a lo que su hermano no dudó en correr y abrazarla. Ella lo cargo contra su cintura y se puso de pie.
-¡Esta volando! -Dice el niño señalandoló.
Peter sonrió al ver la reacción del niño.
-Así es -confirmó, inclinándose un poco hacía el niño. Sonrió ampliamente -. Puedo volar -miró brevemente a la castaña que estaba con él. Su sonrisa se volvió más traviesa -. ¿Quieres ver un truco?
-¡Sí,sí! -Insistió el niño moviéndose por lo que la chica tuvo que bajarlo.
Peter rio divertido por la reacción del niño. Se inclinó un poco hacia él, con un brillo travieso en sus ojos.
-Está bien -dijo con calma, y luego se quedó flotando unos centímetros del suelo -. Presta atención, pequeño.
Después, comenzó a girar rápidamente en círculo, como si fuera un pequeño tornado. El niño soltó una impresionada carcajada ante la demostración de Peter. Sus ojos estaban abiertos como platos, observando con fascinación al chico volador.
Eventualmente, Peter volvió a posarse en suelo. Se levantó con cuidado, todavía con una sonrisa.
-¿Te gustó? -le preguntó al niño con amabilidad.
-¡Si,si! ¡Por favor, enséñame ese truco! ¡Quiero, quiero volar!
Red Shoes se preocupó un poco por la insistencia en el alto volumen de su hermanito-Por favor, James, baja la voz o vendrá tía Jenny.
-¡Por favor, dígame cómo es que puede volar! -Insiste el niño ignorando las palabras de su hermana.
Peter rio ante la insistencia del niño y la preocupación de la castaña. Su mirada se volvió cariñosa hacia el niño, entendiendo completamente su deseo de volar.
-Lo siento, pequeño -se disculpó él, aun con su voz baja, y se agachó para estar al mismo nivel del niño. Le revolvió un poco el cabello con una sonrisa divertida-. No es un truco que pueda enseñar solo así -añadió -Y hay mucho que aprender.
-Además, es un desconocido -Agrego ella tomando la mano de su hermano algo desconfiada aún.
Él chico notó esto y lo tomó divertido, como un desafío. Sonrió ampliamente, sabiendo que ella tenía razón y notando el hecho de que él era un desconocido total. Su mirada se volvió una mezcla entre diversión y confianza en sí mismo, como si estuviera aceptando un reto.
-De acuerdo, tienes razón, soy un desconocido -convino en tono tranquilo, pero con una sonrisa traviesa en sus labios -Se inclinó un poco más hacia ella y su hermano- Pero dime una cosa ¿Porque le prohíbes la diversión a tu hijo?
A la chica le pareció imposible no fijar la mirada en su rostro, con los ojos verdes que la aprisionaban mientras su dueño flotaba alrededor del balcón.
-No, no soy su madre. Soy su hermana. Me llamo Red Shoes, te lo había dicho.
-Reeeeeeed-el chico sopesó las letras antes de ponerse a reír-. Red. Sí. ¡Eres hermosa! ¿Cuántos años tienes, Red?
-Diecisiete -Red trató de calmar el peso de su pecho, buscando una bocanada de aire, con el miedo aún recorriendo el cuerpo-. ¿Y tú? ¿Cómo te llamas?
-Peter. Soy Peter Pan.
-¿Y cuántos años tienes?
-Adivina.
-¿También diecisiete o quizás dieciocho?
-Podríamos decirlo así. -Dijo él despreocupado.
-¿Cómo fue que... ? ¿Cómo es que...
-... que estoy volando? -Completo él.
-¡Sí!
Con una astuta mueca, él sobrevoló en círculos alrededor del balcón, como los adornos de Navidad que la tía de Red
colgaba cada año. Luego el muchacho despegó, desplazándose de
una punta a otra del balcón.
Con un decidido tirón, James se separó deRed y se puso a su lado.
-¡Dilo! ¿Cómo es que haces eso? -exigió saber.
Peter rio ante la insistencia del pequeño James y lo observó con una mezcla de diversión y atención. Su sonrisa se ensanchó cuando el niño lo buscó y le hizo preguntas. Se tomó un momento antes de responder. Voló de un lado a otro del balcón, aún con esa sonrisa traviesa y traviesa.
-Es un secreto -respondió finalmente. Su voz aún era alegre y alegre, pero había un ligero toque de misterio en ella.
-Señor Peter, ¿podría volar otra vez?
-No hay señores de donde yo vengo, James.
Red se acercó dudosa a Peter.
-¿Y dónde es eso? Debes de venir entonces de un extraño continente que todavía no ha sido descubierto.
-Difícilmente -Peter se levantó del barandal y se elevó sobre el
aire, abriendo los brazos con una sonrisa-. Vengo de un lugar llamado Nunca Jamás.
-¿Nunca Jamás? -Preguntó la castaña, recogiéndose un mechón de cabello tras la oreja-. ¿Queda cerca de las islas del Pacífico?
El chico amplió la sonrisa, mostrando sus blanquísimos dientes.
-Difícilmente -sus ojos se ensancharon y las luces del balcón tintinearon-. Nunca Jamás es una isla hecha de sueños.
Red Shoes observó mientras él recorría las manos sobre su cabello, flotando alrededor del balcón, conforme James lo seguía desde abajo. Ella nunca había visto antes a nadie vestido como Peter.
Llevaba pantalones verde oscuro tan estrechos que casi podrían llamarse mallas -¡mallas en un chico!- con una túnica de cazador de lana verde que se estrechaba alrededor de la cintura. Sus mangas eran de un verde más claro, entretejidas con lo que parecían un
montón de raíces de árbol que se enroscaban alrededor del antebrazo. Altas botas de cuero grabadas con los dibujos de más hojas le llegaban hasta el muslo, y luego... Red tuvo que mirar
para otro lado algo sonrojada y reprochandose el ser tan observadora.
Peter notó la reacción de Red cuando ella miró hacia abajo, y su sonrisa se hizo aún más traviesa. Se elevó aún más, haciendo círculos alrededor de ella y de su hermano pequeño. Estaba disfrutando ver la expresión de la chica cuando lo miraba, y especialmente cuando se sonrojaba. Era bastante divertido ver cómo la pequeña castaña se ponía nerviosa e incómoda, y le gustaba juguetear con eso.
Ella se quedó mirando un punto fijo un momento, luego descubrió a Peter
mirándola fijamente.
-¿Te gusta mi ropa, Red?
Ella sintió cómo subía el rubor a sus mejillas y apartó la vista.
-No. Sí. Quiero decir que es apropiada.
-¿Qué llevas tú? ¿Qué es lo que las adorables mujeres de aquí visten?
-Bueno, esto es un vestido solamente
-¡El más bonito del mundo porque mi hermana se viste como una princesa! -Dijo el adorable James.
-Ay, James... -Dijo ella con una sonrisa algo avergonzada.
Peter rio cuando James dijo que la castaña vestía como una princesa. Su ceño se alzó ligeramente mientras sus ojos se paseaban por ella otra vez.
-Estoy de acuerdo -convino Peter, aún con esa sonrisa traviesa. Su tono era más suave, casi como si estuviera perdido en sus pensamientos. Voló arriba y abajo delante de la castaña, todavía observándola-. Eres muy hermosa -murmuró, sin apartar los ojos de ella.
Ella no respondió, con un toque carmesí en sus mejillas algo avergonzada.
-¡Háblanos más de Nunca Jamás, señor Peter!-James estaba brincando en el suelo. Peter parecía haber
fomentado su lado salvaje..
-¡James! -le regañó la castaña-. ¡Cálmate!
Peter le guiñó un ojo a la chica rápidamente antes de volar sobre
James. Luego comenzó a elevarse en el suelo.
-Bueno, ¿qué puedo decirles? ¡Nunca Jamás es mágico! ¡Todo lo que alcanzan a ver ha sido besado por la magia! ¡Los árboles, el suelo y el agua! ¡Es un lugar donde los chicos pueden jugar sin cansarse y comemos lo que se nos antoja cada noche!
-¿Como chocolate? -los ojos de James estaban tan abiertos como pequeños platos.
-¡Como chocolate! ¡Y queso! ¡Y pastel de carne!
-¿Y todo el mundo puede volar allá?
-Los ojos de Peter se ensombrecieron por un momento. Red Shoes juraría que los vio cambiar de un verde brillante a un azul oscuro. Él parpadeó y ahora eran verdes otra vez... pensó que seguramente lo había imaginado.
Peter le sonrió a James con gentileza. -Bueno James, sólo las personas de verdad especiales pueden volar ahí. Pero tú me pareces bastante especial. Sólo no dejes que el vuelo te distraiga de las sirenas.
-¿Hay sirenas ahí?
-Muchas. Pueden ser un poco malvadas, eso sí, de modo que tratamos de permanecer alejados de ellas.
-¿Qué más, qué más? -Insistió el niño.
Peter rio, encantado cuando el pequeño James le dio permiso de seguir. Era fácil ver cómo disfrutaba la atención.
-¿Qué más hay en Nunca Jamás? Bueno... -se rascó la barbilla pensativamente -No hay reglas, no hay adultos...-.Se detuvo, miró a la castaña por un momento, luego volvió a James como si lo recordara de nuevo- ¡Tampoco hay hora de irse a dormir! Bueno, también están los piratas y...
James escuchó con atención.
-¿Piratas, dices? ¿Qué tipo de piratas?
-¡El mejor de los tipos! -respondió Peter, saltando en el barandal-. ¡El tipo que tiene los mejores tesoros para robarles, y eso sin mencionar al infame capitán Garfio!
James caminó hacia el barandal que estaba junto a Peter.
-¿Podemos ir? ¿Podríamos visitarla? ¿Podemos ir contigo? ¡Quiero pelear con el capitán Garfio!
-Por supuesto -murmuró Peter al tiempo que revolvía el cabello de James-. Por supuesto que pueden venir de visita.
-Pero si no hay adultos ahí -dijo Red confundida y emocionada al mismo tiempo-,entonces ¿quién está a cargo?
El balcón pareció oscurecerse mientras los ojos de Peter relucían.
-Nosotros.
La chica frunció el ceño.
-¿Sin adultos?
-Bueno, hay adultos ahí, pero ellos no deciden lo que hacemos
nosotros. La isla de Pan es el hogar de las personas libres. No existen
las reglas, y si existen, ¡LAS ROMPEMOS!
-
Al decir esto, Peter saltó desde el barandal y voló por los aires
hacia James. Luego le extendió la mano al pequeño, su palma llena
de tierra y pequeñas cicatrices. Observó a Red que los miraba y luego se encogía de hombros.
-Hay muchos árboles en Nunca Jamás -Peter rodeó a James
con sus brazos-. ¿Quieres saber cómo se siente volar?
La castaña frunció el ceño
-¡No! ¡James, quizá no sea la mejor idea!
-Te inquietas como una madre -la molestó Peter-, pero no te
preocupes, Red Shoes. No voy a hacerle ningún daño.
El pequeño James parecía fascinado por Peter, sus ojos llenos de emoción ante la mención de piratas y el misterioso Garfio. Red, por otra parte, se mostraba más reservada. La idea de ir a Nunca Jamás le llamaba la atención, pero la ausencia de adultos la hacía sentirse incómoda.
-Todo un pequeño aventurero, ¿eh? -Peter comentó a James con una sonrisa traviesa, revolviendo su cabeza de nuevo.
-Ah, hermanos ¡Qué familia tan encantadora es esta! De
acuerdo, chico; ¿estás listo?
El niño asintió con el rostro ruborizado por la emoción.
¿Realmente está ocurriendo todo esto?, se preguntaba Red al tiempo que los observaba "¿No estaré soñando?"
-¡Atención! La primera regla del vuelo, por lo menos si están volando conmigo, es que nunca, jamás, pueden dejar ir la mano de lapersona que está tomada de mi mano. ¿Lo entienden?, es como una
cadena, y si dejan ir lo que los conecta conmigo, caerán en ese mismo
instante.
El niño asintió.
-¡De acuerdo! ¡Intentémoslo!
Peter tomó la mano de James. Una corriente de aire sopló sobre
el balcón, apartando el cabello de la chica de su rostro. Luego los dos, Peter y James, se levantaron varias pulgadas del suelo. El pequeño comenzó a reír histérico y una enorme sonrisa, que Red
no había visto nunca, se dibujó en el rostro de James. Luego Peter voló más arriba y el niño lo siguió en una especie de ola. Ella no encontraba palabras para describir su asombro.
-¿Peso mucho? -preguntó James sacudiendo las piernas-.
-¿Puedes sentir su masa junto a la tuya? -preguntó Red.
Peter hizo una mueca.
-No estoy seguro de saber lo que significa "masa", pero no
me siento más pesado que antes de levantar a James del suelo. Yo
no los estoy cargando; más bien, mi don del vuelo pasa a través mío
hacia ustedes.
-De acuerdo, James. Suéltate-. James dejó ir la mano de Peter y aterrizó sin ruido sobre uno de los sillones acolchados del balcón.
-¡Otra vez! -exclamó-. ¡Otra vez!
-Es el turno de Red.
Peter la miró con sus ojos verdes y Red sintió cómo el corazón le latía furiosamente en el pecho.
-No, no puedo. ¿Qué tal que mi tía nos oye?
-Tu tía no puede oírnos -le dijo Peter con una sonrisa-. Sólo los niños pueden escuchar la magia del país de Nunca Jamás. Para ella, ustedes se encuentran felizmente dormidos en sus camas.
Red estaba algo impaciente pero aceptó.
-Bueno, en ese caso... Pero no puedes tomarme de la mano.
-Pero si no te tomo de la mano...-
Todavía riendo, Peter tomó a la joven entre sus brazos y se dispuso a flotar en el aire. Temblorosa, ella echó los brazos sobre su cuello conforme se elevaban a través de la habitación, mucho más
rápido de lo que él había volado con los niños. Los fuertes brazos de Peter la acogían en su regazo. Olía a tierra, bayas, aventura, y ella se descubrió intoxicada con su cálida piel. Ascendieron hasta el techo de la habitación, tan cerca que ella podría haberlo rozado con la
punta de los dedos, disfrutando la vista que sólo las pequeñas criaturas del mundo podían ver, la vista del techo y sus telarañas, sus empolvados secretos. Conforme Peter planeaba en círculos por
todo el cuarto, subiendo y bajando, y James luchaba por alcanzar su mano mientras reía cada vez que ella se alejaba de él, la chica permitió que la sonrisa que había estado conteniendo todo este tiempo salga.
-¡Más alto, más alto! -grito James, extendiendo las manos hacia arriba en un intento por alcanzarlos.
Peter aumentó la altura, la envolvió alrededor de él como una cobija, sus fuertes brazos mantuvieron a Red cerca de él. La felicidad llenaba el cuarto mientras James reía y animaba al hombre más joven a continuar y volar cada vez más alto.
Peter se rió suavemente, sus ojos se centraron en la forma de la joven mientras giraba a través del cuarto, su cabello como un remolino oscuro contra su espalda.
-Es hermoso, ¿no es cierto? -preguntó Peter mirando fijamente a la chica. Ella observó los faroles y las calles sinuosas, tan románticas.
-Sí, lo es -le respondió mientras sus ojos seguían el rumbo de
la calle Whitfield-. Hermoso...
-Entonces ven conmigo.
Ella le devolvió la mirada, a sólo unos centímetros de su rostro.
-¿A dónde?
-A Nunca Jamás.
Él se volvió y puso a Red de regreso en el suelo junto a sucama. Cuando dejó de tocarla, ella sintió cómo regresaba su habitual sentido práctico. Soltó una risotada.
-No podemos ir a Nunca Jamás. Vivimos aquí, en New Jersey. Con nuestros tíos.
-Sí, pero... ¿Sus tíos los dejan vivir aventuras?
-No -respondió James, sombrío-. ¡Claro que no nos dejan!
-¿Sus tíos pueden volar?
-Nop. -Dijo denuevo James.
-No podemos irnos así como así-Dijo precavida Red.
-¡Claro que pueden! -Peter comenzó a acariciar el suelo con la punta de sus dedos-, pueden venir de visita a Nunca Jamás, y después los devolveré aquí, a salvo con sus tíos, cuando ustedes
decidan. Ellos ni siquiera sabrán que se han ido. El tiempo corre mucho más rápido en Nunca Jamás. Estarán de regreso rápido.
-¿Lo prometes?
Los ojos de Peter se encontraron con los suyos, con esa misma
sombra de azul marino que ella había visto antes.
-¿Crees que les mentiría?
- No lo sé-confesó ella.
Él chico observó cómo Red Shoes luchaba por controlar los nervios y la incertidumbre, su voz sonaba más amable de lo que ella había esperado. Se inclinó hacia delante y sonrió con expresión traviesa, todavía acariciando el piso del balcón con la punta de los dedos.
-No tengo motivos para engañarte, pequeña Red. Solo deseo llevarte a la aventura de tus sueños. Quiero mostrarte un mundo lleno de maravillas y magia-. Se incorporó de nuevo y la miró con los ojos llenos de expectación.
Ella miró su habitación lentamente. Su estante de libros, su televisor, su pequeño escritorio y vio ahí años de su vida de rutina. Dormir, comer, estudiar y leer. ¿Eso era vivir? Solitaria. Quizás... Una oportunidad así no se le cruce dos veces en la vida. Mordió sus labios un momento y miró al chico.
-De acuerdo. Iremos contigo para una visita breve, pero necesitaremos algunas cosas.
Peter entornó los ojos y rió.
-No necesitarán nada de este mundo en Nunca Jamás. Todo lo que puedan necesitar les será otorgado.
Red movió la cabeza, incrédula
-¿También los libros?
-No van a necesitar historias mágicas en Nunca Jamás. Ahí crearán las suyas propias -Peter volvió a mirar a Red-. Hay grandes aventuras esperándonos allá.
Tratando de pasarse el incómodo nudo que se había formado
entre su pecho y su garganta, Red se colocó el cabello detrás de la
oreja.
-¿Cómo llegaremos allá?
Peter caminó hacia la baranda y se apoyó con las caderas contra ella, observando los techos de las casas inferiores. Se giró hacia Red y James, señalando el cielo con la barbilla.
-Volando, por supuesto.
El niño miró a Red con expresión esperanzada, suspirando con felicidad mientras se abrazaba y se balanceaba adelante y atrás por la emoción. Red, intentando controlar el miedo creciente, mantuvo la espalda derecha y apretó los labios.
Peter buscó en su bolsillo y sacó la pelota de luz lila tintineante. Los ojos de los chicos se abrieron mientras la miraban.
-Peter, ¿qué es eso? -susurró James.
Se apiñaron alrededor de su mano. La luz titilaba con cada respiración de Peter. Parecía conectada a su ser, a su piel. Los brillos violeta reflejaban su mirada al tiempo que él la observaba con
adoración.
-Esto, amigos míos, es una puerta celestial que nos llevará directamente a la ventana de Nunca Jamás. Puede llevarte a donde quiera que desees dirigirte-. Con una sonrisa, el muchacho la lanzó por los aires, recogiéndola
con la mano abierta justo frente al rostro de Red.-Lo llamo el umbral -se veía orgulloso de sí mismo por poder
explicarse con esa claridad-, y me pertenece.
Peter juntó los labios y dejó escapar un silbido, una serie de notas bajas que se elevaron antes de caer. El umbral se elevó lentamente de su palma y voló en círculos mientras se hacía cada vez más grande. Peter extendió el brazo y el umbral voló fuera del balcón
elevándose más y más hasta desaparecer por completo.
-Pero Peter... -se quejó James.
-Espera, mi pequeño amigo. Sólo espera.
Un fuerte estruendos resonaba por el cielo, como si Dios estuviera comprimiendo el mundo con sus enormes manos. Un par de hombres borrachos se apoyaban en la pared de su casa cercana sin percatarse de un sonido tan intenso que los chicos tuvieron que taparse los oídos con las manos.
El crujido se convirtió en zumbido, y la chica observó maravillada cómo las estrellas explotaban en miles de trocitos azules y morados succionados por el vórtice del umbral; las constelaciones se
convertían en rayos de luz. Peter tomó su mano con suavidad y la paseó por el cielo, llenando sus dedos de una sustancia que parecía tinta. Ella recuperó su mano tímidamente, antes de darse cuenta de que los dedos le brillaban.
-Pedazos de estrella -murmuró él.
Luego tomó las puntas de
los dedos de Red y dibujó con ellas dos líneas a lo largo de sus
mejillas. Cuando retiró la mano, Peter parecía un guerrero adornado con luz brillante.
-Ése es el umbral. Volaremos hasta él, la segunda estrella a la
derecha y luego todo derecho hacia el amanecer -indicó. Después
tomó a Red de la mano y ella comenzó a flotar sobre el balcón.
-James!
James tomó la mano de Red y se alzaron junto al chico pelirrojo.
Peter los llevó suavemente hacia arriba, flotando a través de las calles entre las altas casas del barrio. Red observaba con incredulidad cómo los faroles se hacían cada vez más pequeños mientras se elevaban por el cielo, y cómo el paisaje a su alrededor cambiaba mientras se alzaban en silencio por encima de los edificios de la ciudad.
Podía sentir el frío del aire nocturno mientras subían a través de las nubes, y el ruido de los transeúntes debajo se desvanecía rápidamente, dejando solamente un silencio en el cielo oscuro.
Subieron más y más alto, más allá de
las nubes y del extraño aire cortante que las rodeaba. Los impulsaba
una energía insólita, un magnetismo que hacía que a Red se le erizaran los vellos de los brazos. La temperatura empezó a caer. Los labios y las pestañas se les llenaron de escarcha. Volaron cada vez
más alto, hasta que el aire era tan fino, que casi no podían respirarlo,
p
rácticamente no había nada con que pudieran llenar sus pulmones. Su pecho comenzó a encogerse de manera dolorosa mientras luchaban por respirar. Ella escuchó a James dar un grito ahogado, tratando de llamar a Peter y decirle que no podía respirar. Ella
también quiso gritarle que no podía respirar, pero no tenía voz, no
había aire en sus pulmones, sólo un fuego que la quemaba.
-¡Ya casi llegamos! -gritó Peter.
La chica sintió que se le cerraba la garganta y sus pulmones golpeaban contra su pecho, como si quisieran escapar de las costillas, desesperados por respirar. Se dio cuenta de que la mano de James se sacudía violentamente, como si quisiera soltarse y caer ante la
dificultad para respirar. Estrellas oscuras se dibujaron en su campo de visión, a punto de caer desmayada; un impulso la hacía querer soltarse de la mano de Peter para agarrarse la garganta, para
sujetarse a cualquier cosa que le permitiera respirar. Incluso caer al
vacío hubiera sido mejor que esto, al menos allá abajo encontraría
aire... Y de pronto la asfixia llegó a su fin.
El cielo estalló en miles de
luces fragmentadas ante ellos, completamente abierto, como una
entrada a otra dimensión. El cielo protector parecía curvarse para
envolverlos. Luces color violeta y azul parecían gotear del agujero de
luz abierto en las estrellas. Se reflejó sobre sí mismo, como cristal derretido que comenzó a formar una espiral hacia la izquierda formando un remolino de estrellas y bruma de colores
entremezclados. De la estrella soplaba un aire dulce, un glorioso y
tibio y delicioso aire dador de vida. Red aspiró con pulmones
ansiosos. Cada respiración la hacía sentirse más viva. James hacía lo mismo.
-¡Lo lograron! -dijo alegre Peter-. Es difícil la primera vez. El aire se vuelve muy fino a estas alturas. Puede llegar a ser un poco desagradable.
-¿Un poco desagradable? -reprochó Red con tono molesto, la falta de aire la había hecho olvidarse de la cortesía-. ¡Pero si estuvimos a punto de morir dos veces esta noche! ¿Te parece que esto
es seguro?
-Nunca estuvieron en verdadero peligro -dijo Peter, yentrecerró los ojos antes de soltar un resoplido de burla-. Yo jamás los expondría a algo que pudiera lastimarlos, Red Shoes. El País
de Nunca Jamás es el lugar más seguro del mundo. ¡Nadie quiere irse de aquí! -agitó su cabeza con una sonora carcajada-. Y tú, niña bonita, vas a entender de lo que hablo cuando lleguemos.
Ella se sonrojó ante el halago y escondió el rostro. Peter se dio la vuelta hacia la entrada que se abría ante ellos, la espiral que zumbaba en el cielo al batir sus brillos. Mirar a través de aquella
entrada era como ver a través de un portal cósmico. Dentro de aquel
espacio había otras tres aberturas cuyos bordes cambiantes se estremecían con la luz: una de las ventanas daba hacia un mundo donde había estrellas que se transformaban, en la otra se mostraba
un cielo rosa y naranja que irradiaba luz y vida, y en la última había tres lunas brillantes que resplandecían como soles. Sin embargo, Peter los condujo hacia la otra entrada: un mundo en el que había un cielo perfectamente azul, intachable, un azul tan intenso que quemaba los ojos.
-Ábrete -susurró Peter por segunda vez. La ventana de cielo azul parpadeó y empezó a extenderse. El centro de la espiral de luz se abrió abarcando la ventana de Peter, la luz se expandió, en la misma forma de túnel que los chicos habían visto en su dormitorio.
Hubo un momento de silencio cuando los hermanos miraron hacia dentro del túnel y vieron otro mundo, el País de Nunca Jamás.
-Bueno -dijo Red-, ya que hemos llegado tan lejos deberíamos ir.
Peter dejó escapar una profunda y gozosa carcajada, y voló hacia
dentro del túnel llevando consigo a los hermanos. Red por un instante dio un vistazo hacia sus espaldas y pudo ver a lo lejos el cielo nublado sobre New Jersey pero pronto la ventana se desvaneció, y
todo lo que pudo ver fueron lucecitas que giraban en pequeños remolinos. Ella volvió la vista hacia delante, dejándose arrastrar por el vórtice, hacia abajo, sujetando fuerte la mano de Peter que se
estrechaba en la suya, y antes de darse cuenta ya era de día, ella, su hermano y Peter flotaban en un cielo despejado y azul, tan brillante y limpio como el agua de una alberca. Mil pies abajo pudo
ver una enorme isla verde que se alzaba por encima de un mar. El viento tibio y húmedo de la isla los envolvió. Peter estalló en una ávida carcajada.
-¡Bienvenidos! -dijo-. ¡Sean bienvenidos al País de Nunca
Jamás!
Atrajo a Red hacia él al tiempo que
flotaban suavemente hacia un mundo nuevo y resplandeciente. New Jersey se desdibujó de su memoria, como se olvidan los detalles de un sueño desconcertante.
Peter llevó a los hermanos a través de un extenso campo de flores silvestres que crecían tan altas como las espigas de maíz. James voló hacía delante, buscando con los ojos un nuevo entretenimiento al que lanzar sus ojos a curiosos.
Red Shoes se mantuvo más tranquila mientras volaban . Su mirada se deslizó por la impresionante extensión de Nunca Jamás que se abría ante ella, sus ojos marrones recorriendola.
(...)
EL PAÍS DE NUNCA JAMÁS se extendía debajo de ellos. Era una gigantesca isla jardín, saturada de valles color esmeralda, blancos acantilados recortados en la piedra y montañas que se elevaban como torres y miraban la isla desde lo alto cual impasibles guardianes. El mar que batía sus olas sobre las costas era de un imposible color turquesa. La vista era tan encantadora que hizo que a Red le doliera el pecho de la emoción. Tuvo que tomar una respiración profunda. El aire era muy distinto al de New Jersey, que era delgado y saturado de humo. Aquí el aire, por el contrario, era pesado y tibio, se sentía sobre el cuerpo como los pliegues de una cobija. Los aromas de flores dulces, sal de mar y miel tomaron por asalto la nariz de la chica. El País de Nunca Jamás olía a vida. Volar debe de ser mucho más sencillo en esta atmósfera, pensó y notó que el viento no golpeaba contra ella como lo había hecho antes. James empujaba hacia delante, emocionado.
-¡Peter! ¿Qué tan grande es esta isla que está debajo de nosotros?
Peter volteó y Red pudo ver con mayor claridad su cabello rojo despeinado sobre su frente y su piel sonrosada bajo el sol. Se notaba que estaba en casa.
-Es más o menos de unos ochocientos kilómetros, según las medidas que tienen en Estados Unidos. Según mis medidas, toma aproximadamente dos horas sobrevolarla de principio a fin.
-¿Peter, eso de allá es una ciudad?
-Lo fue hace mucho tiempo. Es el Jardín Abandonado. Solía ser la ciudad de las hadas, pero todas murieron. Se rumora que fueron cazadas por todo tipo de criaturas malignas. Nosotros no nos
acercamos ahí porque es demasiado peligroso.
- ¿Y eso de allá? -ella apuntó a un lugar que parecía ser una especie de pueblito.
-Es el Pueblo Gris.
-¿Pueblo Gris?
-No es tan emocionante, ahí están los adultos que no tienen nada que ver con nosotros.
-¿Y allá? -señaló ella con la mirada la fila de casuchas de madera que abarcaban un kilómetro y medio de ancho, inclinadas unas contra otras como si estuvieran exhaustas, unas eran grandes y adornadas, otras se estaban cayendo a pedazos.
-Eso es Puerto Duette -respondió Peter-, un lugar que algún día conocerán, pero nunca sin que yo los acompañe... -Peter se dio la vuelta para clavar su mirada de ojos de Red Shoes- ahí sólo
yo puedo protegerte.
-¡La Montaña de las Sombras! -señaló Peter-. Es el pico más alto de todo el País de Nunca Jamás, y uno de los lugares más peligrosos de los alrededores. ¿Ves esa punta negra de allá? - Ella asintió, embelesada-. Está hecha de finas hojas de roca de
pizarra. ¡Son tan delgadas como el hojaldre! Si te pararas sobre ellas,
resbalarías sin remedio hacia uno de los costados y quedarías ensartada en uno de los árboles que hay abajo.-.
Las nubes blancas atravesábanla punta de la Montaña de las Sombras y se dirigían hacia las colinas verdes como olas de niebla que corrían en forma de cascada de un pico a otro. Red Shows nunca había visto algo parecido. Por supuesto, había visto fotografías de
montañas en los libros, turbios retratos de los impresionantes picos de las cordilleras de América o de Suiza. Sin embargo, las del País de Nunca Jamás eran verdaderas montañas, y su poder, su masa inamovible le producía algo muy dentro de ella que la hacía
estremecerse, como si se arrodillara frente a un dios indiferente.
Peter sonrió.
-Cuando la Montaña de las Sombras arroja humo, los nativos creen que es signo de fertilidad, que es tiempo adecuado para enamorarse y hacer niños.
-¿Los nativos? -preguntó Red.
-Los indios pilvi -Peter hizo una mueca de fastidio-. Son gente completamente loca.
-¿Los vamos a conocer?
-No, por desgracia no.
-¿Y eso de allá? -preguntó ella nuevamente-. ¿Qué es ese bosque detrás del Jardín Abandonado?
-Vado -dijo con rudeza Peter-, desolado también. Los nativos
debieron cuidarlo, pero no lo hicieron. Algún día te llevaré.
¡No hay nada parecido a volar entre los árboles!
-¿Peter... ? -por fin James hizo escuchar su pequeña voz-.
¿A dónde vamos, Peter?
Él apretó sus manos antes de lanzarse a un vertiginoso vuelo hacia abajo y en espirales. Los jovenes rieron de gusto.
-Esa es la mejor sorpresa de todas: nosotros no vivimos exactamente en la isla. Vivimos en un lugar todavía más mágico.
-¿Dónde? -respondió James lleno de ansiedad y gozo.
-Esperen un poquito más -dijo Peter-. Sean pacientes. Muy pronto llegaremos ahí. -Las olas debajo de sus pies cambiaron de dirección y empezaron
a volverse más fuertes conforme se acercaban a la costa.
-Esta es la Isla de Pan.
-¡Tienes una isla que se llama como tú! -dijo James sin poder
dar crédito-. ¡Genial! ¿Y vives aquí tú solo?
Peter soltó una sonora carcajada.
-Ah, James, mi amigo, ¡no tienes la menor idea de lo que te
espera!
James fue incapaz de disimular la alegría de su rostro en el momento en que Peter lo llamó "amigo". Sin advertencia, Peter
comenzó a volar en espirales hacia abajo formando círculos perfectos, con los jovenes detrás de él. A Red le recordó el vuelo de las aves que ocasionalmente veía sobrevolar los parques de New Jersey.
-¡Ahí está! -gritó James.
A primera vista, ella pensó que se trataba de otra montaña, pero conforme se acercaron a la isla se dio cuenta de que en realidad era...
-¡Un árbol! -gritó-. ¡¿La Isla de Pan es un árbol?!
El árbol era tan largo y tan ancho como la manzana donde estaba
su casa, en New Jersey Parecía como si hubiera brotado del suelo de
forma violenta. La Isla de Pan se alzaba sobre el mar casi de manera
vertical. Era un árbol tan grande que podía haber devorado a todos los demás árboles de los alrededores, al mar mismo, al cielo que lo coronaba. Al verlo desde lo alto, Wendy recordó el bonsay que su padre tenía en su oficina. Niveles y niveles encimados unos sobre otros, astas y salientes de madera, senderos visibles desde el aire. Desde arriba, las chozas circulares y aplanadas esparcidas entre las ramas de los árboles parecían hormiguitas sobre un tronco. La luz
del sol se colaba entre las miles de ramas llenas de hojas, cada una de un verde distinto. Impresionantes enredaderas y abigarradas hojas tan grandes como un caballo proveían al enorme árbol de protección y sombra. En la base, las raíces color café claro se alzaban del mar y el verdadero tronco no empezaba a levantarse sino hasta unos treinta pies de altura por encima del agua. Más allá, un laberinto de bambú rodeaba la base ondeando apacible con el viento. Las puntas de sus ramas acariciában los pies de los niños a su paso. Desde ahí se
podían ver las gruesas ramas, algunas tan grandes como edificios, curvadas, retorcidas y nudosas, con la superficie requemada por el sol. Conforme iban acercándose a la isla, creyó haber visto a
un niño correr por una de las ramas y desaparecer entre las hojas verdes.
-Es... ¡Es increíble! -exclamó James.
El viento húmedo del País de Nunca Jamás atraía cada vez más a Red, mientras Peter los hacía descender sobre el punto más alto del árbol. Conforme bajaban,ella vio emerger una bandera de
entre el denso follaje. Al acercarse, pudo darse cuenta de que había un tejado de paja de forma circular que sobresalía por encima de los demás. Asomaba desde un caos de ramas delgadas, hojas, residuos de palmera y una rama gruesa en cuya punta ondeaba una bandera
hecha de manera improvisada. Red observó que debió de haber sido una camisa de tela negra, de la talla de un adulto. Alguien había pintado en la espalda de la camisa una luna de color amarillo intenso.
Se notaban las huellas de las manos que habían pintado la bandera y que, por lo visto, se habían limpiado la pintura en una de sus esquinas. En medio de la luna mal dibujada se podía ver una silueta
negra con los brazos extendidos en vuelo:Peter Pan.
Cuando los niños llegaron al tejado, Peter tomó a James en brazo y saltó. Red tuvo un momento de pánico al verlo saltar, pero en un instante Peter llegó a tierra firme, de un modo tan elegante y
suave que parecía haber descendido como si estuviera montado en un
elevador y no cayendo entre los aires con nada más que las enredaderas que se extendían entre ellos.
Peter soltó una carcajada ante la mirada de James y le revolvió el pelo.
-¡Estamos en casa!
(...)
El día era intrigante, la aventura abrazadora que buscaban cada mañana, tarde y noche estaba sirviéndose en bandeja de plata.
Los siete intrépidos, bien conocidos por todo el reino al ser los más grandes héroes de la Isla de los Cuentos de Hadas se encontraban en su rutina de rescatar princesas.
Luchando ferozmente contra un enorme dragón que escupía su fuego contra ellos. La batalla, a pesar de verse como un espectáculo visual e inspirador para los espectadores, fue sencillo para los acostumbrados héroes.
El príncipe Merlín siendo la cabeza del equipo quien se podía describir como alguien superficial, bondadoso y un poco tonto. Pelo castaño liso corto hasta su nuca, ojos marrones, un rostro afinado pero masculino, una complexión delgada pero con fuerza. Naturalmente, también era un mago eficaz y estratega ejemplar.
Luego, le seguía Arturo un fortachón de grandes músculos obsesionado con sacar la espada de la piedra "Escalibur", pelo castaño peinado en un copete, una mandíbula marcada y alto. Sigue Jack, un chico rubio que usaba una capa mágica para poder hacerse invisible, fanático de las joyas y la elegancia quien solía usar un acento francés. Luego, está Hans un pelirrojo de rizos alborotados, apasionado por la cocina y un chico amable. Por último, los trillizos Pin,No y Cho un trío de inventores y científicos algo callados pero agradables, siempre utilizaban unos gorros que cubrían sus ojos-por alguna razón desconocida-.
Cada uno era un soporte para el otro, tenían muy buena comunicación y relaciones entre todos suficiente para hacer el equipo perfecto.
Claro, si no fuera porque lo que también tienen en común es la superficialidad.
Una vez derrotaron al dragón, fueron aplaudidos por los campesinos.
Merlín fue el primero junto con los demás tras él en acercarse a la supuesta princesa que habían salvado ¡Pero que sorpresa cuando la vio! Era una mujer de pelo rubio con una tiara sobre su cabeza, con una larga nariz y... Su piel de tono verdoso.
Una bruja resonó en su mente. ¿Tal vez nos confundimos y salvamos una bruja?
Sin pensarlo mucho la atacó con su conjunto de cartas y la electrocutó con su hechizo.
Pero fue un gran error.
Se equivocaron. No era una bruja, era una princesa ¡No sólo eso! ¡Era un hada también! Conocidas por su magia poderosa.
¿Pero cómo iban a saberlo? Parecía una bruja, se supone que las princesas no se ven como brujas.
Ella, furiosa, quería darles una lección. Así que les lanzó una maldición y cada uno de ellos fue transportado a un lugar diferente lejos de la isla, no, lejos incluso de ese mundo mismo y la única manera de romper esa maldición era encontrando a quien sería la mujer más hermosa de todas y ser amado por ella, solo así podrían volver y ser los gloriosos héroes denuevo. Además de que se convertirían en enanos verdes cada vez que la gente los mirara.
¿Puede haber algo peor que eso?
¿Cómo enamoraría a alguien con ese aspecto?
El dolor de cabeza invadía a Merlín cuando se despertó de esa terrible caída, cuando fue arrojado al portal por la princesa hada. Se tocó la sien con frustración viendo denuevo esos dedos regordetes verdes que ahora eran suyos. Escuchó susurros y levantó la mirada viendo que un grupo de personas con ropas que no reconocía lo miraban.
-¿Donde... estoy?
Preguntó algo mareado poniendo de pie y mirando todo.
-Esto es el Pueblo Gris.
(...)
Amados lectores, vuelvo a estar activa con esta nueva historia en donde estaré haciendo un crossover de tres historias de fantasía. Están en la descripción del libro.
¡Ojalá les guste! La idea me surgió de repente y no pude aguantarme. Un saludo a todos.
Los quiero! ✨❤️.
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