Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

TRES

ESTA PARTE DE MI VIDA SE LLAMA.....AAAAHHHHHHH!!!


El jolgorio proveniente de una multitud en las gradas se hace presente mi pecho se agita por el esfuerzo y para cuando llegó al largo pasillo alfombrado hacia las oficinas de lo que alguna vez fue un gimnasio escolar mis pulmones claman por aire.

Los guardias inexpresivos que flanquean la gran puerta de la oficina de Sergei, esquivan mi mirada al verme pasar, tal vez por el aspecto que llevó o quizá se tomaron demasiado a pecho el pedido de que nadie siquiera podía vernos a mi o a Ágatha, porque conoce bien el tipo de intenciones perversas que puede tener un hombre.

¿Y así no quiere que lo considere figura paterna?

En todo caso ahora ser ignorada es el mejor escenario para mí, la voz del presentador anunciando a los campeones que pelearán esta noche hizo que el griterío aumentará mientras coreaban sus nombres y agitaban pancartas con mensajes de apoyos para cada boxeador.

Johan mi "adorable" cuñado corrió la voz de que los de SILHAM me tenían oculta en sus dominios y se inventó toda una historia de cómo él había tratado de defender a su frágil esposa e hija de mi intento de asesinato, obligando a Sara a presentarse frente a la plataforma donde normalmente ejecutan a la gente, llena de cardenales.

Me hervía la sangre tanto que quería regresar a ese pequeño departamento y cortarle las manos a ese sujeto, no sé de donde saco eso de macho alfa y hombre de alto valor, pero era una estupidez, si quería respeto, no lo tendría, era peor que la escoria.

Era frustrante, ver como ella seguía creyendo que esa bestia cambiaría.

Comprendo muchas cosas, como que las personas en su situación son vulnerables y manipuladas por sus parejas, comprendo que no quiera ser madre soltera, comprendo que tema salir de esa casa, comprendo que le asuste el canciller luego de lo de mamá, comprendo mucho y a veces demasiado, pero quien me comprenderá a mi cuando esos "todo mejorará" que repetía incansablemente terminaran convirtiéndola en un maldito penitente y si ella cambiaba entonces Rue....

El lugar olía a sangre y sudor probablemente por la pelea anterior, no pude evitar sentirme nerviosa al ver como un tipo musculoso salía por la puerta del final del pasillo sosteniéndose la nariz.

Su mano estaba empapada en sangre y a medida que avanzaba dejaba tras de sí un caminito que delataba la hilera de líquido carmesí que goteaba copiosamente a través de sus dedos.

Balancee mi peso de un pie a otro en busca de alivio, para el dolor punzante en mi tobillo mientras subía por las escaleras de servicio, pero era inútil, había acomodado el hueso y aun así dolía,

—¡Ese idiota solo está buscando que nos maten! —una voz conocida resuena al otro lado de la gruesa puerta de madera del Zar, solo hay una persona lo bastante temeraria para levantarle la voz a Sergei Petrovich Ivanok.

Desde la oficina se escucha una respuesta ahogada, acercó mi mano a la perilla.

—¿Estás escuchando lo ridículo que es? prohibir la salida del distrito, ¿sabes la cantidad de gente que depende de los suministros clandestinos que traen de fuera?

Sergei suelta algo en alemán desde su escritorio, no sé qué habrá dicho, pero estoy casi segura de que fue alguna palabrota.

—Carajo, papá, a este paso su maldito orgullo va a causar que más gente muera de hambre, ya tuvieron que cerrar la zona oeste de Andras por la cantidad de penitentes que hay.

Al entrar a esa habitación mis sospechas quedaron confirmadas.

Camiseta blanca ahora roja por las motas de sangre, probablemente del tipo que vi salir a toda prisa hace un momento.

Su cabello azul está revuelto como si hubiera estado tirando de él por la frustración, tiene la mandíbula tensa y su mirada que normalmente es cálida ha sido cambiada por una promesa de muerte lenta y dolorosa

Ágatha está cabreada.

—Tenemos que hacer algo—gruñe Ágatha, con las manos hechas puños. — Apenas si podemos subsistir con nuestras reservas.

—No empezaré una guerra—Sergei niega con la cabeza— jamás las pondría en situaciones tan desagradables, son solo unas niñas y ya han pasado por demasiadas cosas.

—Vett y yo somos fuertes, deja de preocuparte por si crecemos bien, ya somos adultas, aplazarlo solo empeorará la cosa.

Entro de lleno a la habitación preguntándome qué diablos está pasando.

¿Una guerra? ¿Aquí en Andras?

Sergei está sentado con expresión tensa en su fiero rostro, ahora sí que se ve como un líder de la mafia, y no como el viejo chocho que adora cuidar niños pequeños, desde las ventanas aún puede verse en la planta baja como los boxeadores se parten la cara sin la menor preocupación y a la gente coreando por más sangre.

Apenas repara en mi presencia parte de su tensión desaparece.

—¿Liebling? — saluda confundido al verme.

Ágatha se gira en mi dirección.

—Ay, Vett. — Sus ojos cafés llenos de preocupación y asco a partes iguales se posan en mí. — ¿A quién mataste?

Reparé un segundo en mi aspecto, debía verme terrible, empapada y cubierta de barro.

—A quien casi mato querrás decir— corrijo de mala gana quitándome la máscara de gas.

—¿Un nuevo pasatiempo? — Sergei me observa consternado sin entender como rayos termine así, le hace una seña a Ágatha buscando una explicación, pero ella se ve igual de consternada. — entiendo que no te guste estar encerrada, pero...

—Los perros de Blade — respondo quitándome la peluca castaña que me prestó Ágatha, dejando que mi cabello rubio caiga en cascada sobre mi espalda— sabotearon las fuentes de agua que enviaste a cavar.

Agatha tuerce el gesto al escucharlo, estos pozos eran la única forma segura que quedaba para que los ciudadanos menos afortunados dentro de los muros pudieran abastecerse, ahora sin agua y sin poder salir de Andras por comida, estábamos llegando al límite, la gente sin recursos cada día estaba más desesperaba y el estrés colectivo por estar sometidos, rodeados de monstruosidades por cielo y tierra lo estaba llevando a niveles extremos, yo mejor que nadie sabía muy bien que el hambre puede orillarte a hacer cosas horribles

Mientras SILHAM se preocupaba por la supervivencia en estos muros, la crema y la nata Andresiana se regodeaba en celebraciones y bebían champagne.

El sonido de un par de golpes en la puerta rompió el ambiente tenso que empezaba a formarse entre estas cuatro paredes.

—Pasa —ordena Sergei

Un hombre alto y musculoso que lleva una chaqueta de cuero similar a las que usa Ágatha entra, tiene el cabello castaño y la ropa negra totalmente empapada por la lluvia que cae a cantos afuera.

Reconozco de inmediato los ojos azules tan oscuros que parecen negros, y la ballesta colgando de su hombro.

Norman.

—No llegamos a tiempo, el maldito mocoso de Blade les pagó a unos mercenarios para romper todo el sistema eléctrico—su voz suena acerada por la amargura. —El frigorífico de las carnes hizo un cortocircuito y colapsó.

Sergei afloja la corbata del traje que lleva puesto, lentamente enciende un cigarrillo y lo posa en sus labios, una nube de humo abandona sus pulmones al tiempo que recuesta la cabeza en el respaldar del asiento.

—Nos están acorralando — digo rompiendo el silencio —Conozco los planes de Blade, quiere que lo veamos a él como nuestra única salida.

La mirada de Norman se clava en la mía apenas unos segundos con la confusión escrita en su rostro al notar mi presencia en este lugar y rápidamente es reemplazada por su expresión dura de siempre.

—¿Nathan otra vez? —Quiso saber Ágatha.

—Scheiße —Maldice Sergei.

—Ha estado muy insoportable desde el día que lo ridiculizaste en los muros— afirmó Norman chasqueando la lengua.

Sintiendo la bilis volver a subirme por el pecho a causa de la ira, si Nathan se había empeñado en hacerme sentir la miseria de mi lamentable existencia en todo su esplendor, lo estaba logrando.

A saboteado almacenes, contaminado las fuentes, sobornado a personas para hostigarme, todo eso se lo perdono, no me importaría si las desgracias sólo se enfocarán en mí, pero esto era uno de esos berrinches a gran escala que hacía cuando no tenía lo que quería, era capaz de llegar hasta las últimas consecuencias con tal de cumplir su cometido.

—Debiste haber tomado el poder cuando tuviste oportunidad —señala Ágatha con seriedad— Andras sería un mejor lugar.

Asiento, si el viejo tomaba el lugar del canciller yo lo seguiría hasta el fin de mis días, le debía demasiado por todo lo que había hecho por mí y por mi familia.

Sergei niega con la cabeza.

—No soy un hombre de política, además los Blade últimamente solo hablan de Vett en las reuniones de los altos mandos— su voz suena dura y fría.

—Necesita crear un enemigo en común para que toda la comunidad lo apoye— teoriza Norman con el ceño fruncido — es más fácil matar que sacrificar su maldito orgullo.

—Puso una recompensa por tu cabeza — me informa Ágatha molesta.

—¿Cómo? —preguntó atónita.

—Mañana, organizará un evento en el que usará falsos testigos para que tu posición como fugitiva sea una amenaza a gran escala para este distrito. — Agrega Norman ante mi ignorancia en el tema.

—Varios nos van a traicionar, saben que Vett está en SILHAM— teoriza Ágatha entornando los ojos. —Deberíamos ir y darles sus cachetadas para que respeten

—No vamos a empezar una guerra— dice Sergei observando de manera severa a Ágatha — este lugar ya es demasiado inestable, y no hay suficientes suministros para mantener a flote una lucha como esa.

—Tiene razón— concuerda Norman que se a recostado en la pared y tiene los brazos cruzados —si los de trasero emplumado se enteran vendrán a liquidarnos sin dudar.

Se me erizo la piel al recordar las historias de lo que había pasado en Malakh, al parecer pensaron que el virus infectó a los animales y prefirieron legalizar el canibalismo antes que comer ensaladas y granos enlatados, la pequeña sociedad se dividió en dos, los que comen y los que son comidos desatando una guerra sin fin que llamó la atención de los guardianes ... carbonizaron la ciudad, los pocos que sobrevivieron se unieron a pandillas callejeras o se convirtieron en penitentes.

—Tranquila —dice Sergei suavizando su voz— si las cosas se tornan demasiado oscuras, puedo arreglarlo todo para que te marches de este sitio, tengo amigos fuera de este sitio.

—No puedo irme — di un paso hacia atrás— no sin mi familia, son todo lo que me queda.

Sergei se acerca a mí, y sus botas negras y bien lustradas brillan bajo las luces del candelero, toma un mechón de mi cabello, que reluce casi argento bajo la fuerte luz aquí dentro.

—Piel clara, ojos claros, cabello claro—dice soltando mi mechón, por un instante hay pena en sus ojos al soltar mi cabello — eres idéntica a Carol — resopla con cansancio —incluso en lo terco.

—Te preocupas demasiado —le dedicó un amago de sonrisa. — estaré bien.

Me gustaría creer eso, pero con la suerte que tengo es casi seguro que la situación, mi situación en particular empeorará.

Ágatha se sienta pesadamente en uno de los muebles de cuero de la oficina.

— Nathan ha convencido a todos de que estás comenzando un movimiento rebelde con pandilleros rezagados fuera de los muros —dice en tono sombrío.

El olor a cigarrillo comienza a inundar la habitación, solo se escucha el eco del tumulto de fuera de nosotros y la lluvia cayendo fuera de las instalaciones.

—Uy si, y también voy a convertir Andras en Disney Land — respondo de manera sarcástica —¿Qué clase de idiota cree en eso?

—Luego del numerito que montó Valentine el día de la ejecución —Sergei la observa de manera acusadora —no les faltan motivos para pensar que es así.

El canciller sabe perfectamente quién sería el único que haría tal locura en frente de sus narices, es más que seguro que ahora también tiene su atención puesta en Aggie una vía más rápida y certera para llegar a mí.

—No le tengo miedo a ese viejo tuerto —asevera Ágatha, mirándome fijamente como si pudiera leer mis pensamientos.

—No se trata de si le temes o no —Sergei escupe el humo del cigarrillo — sé que eres más valiente que muchos de mis hombres, pero te depurarían de inmediato si te encuentran y no voy a romper el juramento que le hice a tus padres.

La puerta se abrió de sopetón, revelando a un muchacho desgarbado de cabello pajizo y temerosos ojos de cerdito, tan oscuros como el ónix, nunca lo había visto por aquí.

—Mi señor, los penitentes de la zona oeste abrieron una brecha en nuestras protecciones, están esparciendo fuego por todos lados, no podemos contenerlos— hablaba tan rápido que apenas puedo entenderlo.

Sergei se levanta de inmediato y se dirigió hacia el muchacho

—Hay un cambio de planes, dile a los guardias que evacuen a cuantos puedan hacia este lugar

Me até el cabello en una coleta alta tan rápido como pude, si la noche ya era caótica antes de esto, ahora sería aún más agitada.

—Darakel — Sergei se detiene un segundo en su prisa para dirigirse a Norman—se te asigna una nueva tarea, no les quites los ojos de encima a estas dos— nos señala a mí y a Ágatha —mantenlas a salvo, no me importa a quien o que tengas que sacrificar en el proceso, las quiero en una pieza para cuando regrese.

—No necesito ningún guardaespaldas — exclama Ágatha casi ofendida, colocando el silenciador a una de las armas que había tomado.

—Tus necesidades no son mi problema —rebate Sergei en un tono que deja claro que no aceptara negativas. —irán con Norman y punto.

Salimos deprisa de la oficina, tengo que hacer un esfuerzo enorme para seguirles el paso, sus piernas

—No. Necesito. Un. Guardaespaldas — Ágatha repite palabra por palabra, remarcando el enojo en cada una de ellas mientras ajusta las correas de su arma en su hombro.

—Buena suerte con esa forma de pedirlo —comenta Norman con su habitual sarcasmo, dedicándole un amago de sonrisa a mi amiga que queda embobada viendo su expresión.

Suelto un resoplido burlón.

Parece que estoy sobrando aquí.

—Liebling, ven aquí— Sergei saca un arma de las sobaqueras que siempre lleva puestas — quiero que tengas esto.

Me tiende un arma de color plateado, con sus iniciales gravadas en oro sobre el mango, no se mucho de armas, pero él me ha enseñado lo suficiente para poder disparar y saber que a esta la llaman semiautomática

—Sé que iras a buscar a tu hermana y a la pequeña Rue — se detiene un segundo para analizarme con sus preciosos ojos gris tormentoso, como si tratara de grabarse a fuego en su memoria mi rostro— por favor mantente a salvo, no dejes que te atrapen.

Llegamos a la entrada del gimnasio el corazón me da un vuelco violento al escuchar los gritos de la multitud aterrorizada a la distancia, todos los hombres de Sergei se movían con rapidez en diferentes direcciones, armados hasta los dientes.

—Aquí nos separamos —Informa Sergei. — sin lágrimas.

—Sin funerales— respondemos al unísono Ágatha y yo.

Los gritos incrementarán a medida que corría por las calles andresianas, esquivando las olas de gente que corría despavorida de la presencia de los penitentes que se lanzaban uno tras otro sobre la multitud, debería estar corriendo en dirección contraria, debería estar huyendo, cada celular de mi cuerpo se rebela contra mis acciones.

Aún no superaba el sentimiento de traición que me había dejado el comportamiento de Sara la última vez, se sentía como un nudo en mi pecho, una fisura en la poca confianza que aún poseía, dejando un regusto amargo en mi paladar, pero no es como si pudiera dejarlas morir.

Cuídalas bien Vett

Las palabras de mi madre resonaron en mi cabeza, sus últimas palabras, su última voluntad, ni siquiera imaginaba la cruz tan grande que ahora cargaba por ello.

El sonido de la estática del intercomunicador que llevaba pegado a las correas de mi mochila recibiendo un mensaje me alertaron de la cercanía de mis compañeros.

—Puede que el mio sole nos dé un premio por esto. — escuche la voz de Ágatha en un eco mecánico proveniente del aparato.

Bajo el manto de la noche, el viento soplaba glacial, las gruesas gotas de lluvia nublaban mi visión, el resplandor naranja de las llamas iluminaba el pandemónium que se estaba formando a mi alrededor, mi corazón latía desbocado mientras comenzaba a divisar el conjunto de condominios.

Algunos llevan consigo pertenencias queridas, mientras que otros abandonan todo en su afán por sobrevivir. Los gritos de terror se mezclan con el estruendo de los edificios que se desploman y el crujir de los cristales rotos bajo sus pies.

El sonido de una bala cortando el aire y un penitente cayendo a menos de un metro de mí, hicieron que se me resolviera el estómago,

—¿Una medalla? — la voz ronca de Norman cuestionó con incredulidad.

Qué precisión tenía ese hombre, a empujones avance con mi bate en mano, la cantidad de sangre tiñendo los charcos de agua que se habían formado y los cuerpos a medio devorar en el suelo aumentaban considerablemente.

Solo un loco se arriesgaría de esta manera

—Una estrella en la frente. —respondió Ágatha. — cadete Ivette Laufeyson tome el desvío a tu izquierda, adelante está completamente infestado de esas cosas.

Si a mí me faltaban un par de tornillos, estaba claro que a Aggie le faltaba la ferretería completa, solo ella encontraría la manera de divertirse en medio de este caos.

—Ahora gira a la derecha—ordenó Norman—Valentine hay tres allá.

En las sombras de los callejones, veo como borrones difusos las hordas de penitentes que avanzan implacablemente, con ojos vacíos y mandíbulas entreabiertos revelando la facilidad con la que podrían arrancarte un buen trozo de carne.

Sus gemidos guturales llenan el aire, instilando un miedo aún más profundo en los corazones de aquellos guardias que tratan de enfrentarlos, yo misma tengo los músculos agarrotados, me muevo solo porque tengo que encontrar a mis seres queridos.

—Soy Ágatha — el sonido de los disparos coincidió con la cantidad de cuerpos que cayeron frente a mí con los sesos esparcidos en el pavimento — pero tú puedes llamarme amor mío, o señora de Darakel.

—Tendrás que subir al tercer piso, hay una enorme brecha en la pared, desde ahí puedes cruzar al edificio que buscas — su voz comenzó a interrumpirse por la estática— nosotros.... lo que sea que quiera ir por ti...hay peligro.... quédate cerca de las ventanas.

Las calles están envueltas en un resplandor anaranjado mientras las llamas se elevan desde los edificios, arrojando destellos siniestros en las fachadas ennegrecidas. El aire está lleno de humo espeso, que se cuela en los pulmones de los sobrevivientes, asfixiándolos lentamente mientras luchan por respirar, no sé qué es peor, la gente que corre frenéticamente, tropezando y empujándose entre sí en su desesperada huida o mi propio miedo amenazando con ahogarme mientras entro a toda prisa al edificio que me señalaron.

Los disparos resuenan intermitentemente desde otras direcciones a través de las paredes del edificio.

No podemos deshacernos de las amenazas, pero sí mantener a raya a los no-muertos, espero que Ágatha ya se encuentre lo suficientemente lejos, saben que la lucha es desigual y que el tiempo está en su contra.

En estos días parece que nada está del lado de la humanidad.

Las suelas de mis tenis derrapan por el suelo mojado, del tercer piso, pero veo a lo que se refería Norman con eso de pasar al otro edificio, una parte de la pared ha sido demolida y por ella entra la lluvia sin cesar, pongo las manos a los lados del enorme agujero en la pared frente a mí, los arrastró sobre el concreto divisado el camino de madera suspendido que conectaba con la terraza del edificio de al

lado, la primera planta está completamente infestada de penitentes así que esta es la única solución.

Doy el primer paso hacia las tablas que conectan ambos edificios maltrechos y me aferro a la pared concreto cuando una ráfaga de viento inesperada me azota el rostro a través de esa gran abertura.

Mis ojos me traicionaron y se deslizaron hacia abajo...carajo está muy alto.

No sé cuántos metros separan mi posición del suelo, pero sería una caída dura, debajo hay montones de chatarra tirada, si la caída no acaba conmigo los penitentes que tratan de entrar al edificio lo harían.

La tensión se apoderó de cada una de mis músculos, un nudo se había apretado en mi estómago, no era hambre, solo que esas tablas, ahora se veían demasiado finas para mi gusto.

Tome aire por la nariz y lo solté por la boca obligándome a respirar pausadamente para que el galope de mi corazón pueda bajar a un trote.

Di el primer paso hacia las tablas suspendidas, y otra ráfaga me azotó de lado.

Carajo está resbaloso.

Recuperé mi equilibrio y acomodé las correas de mi mochila de un jalón, ya no hay vuelta atrás, tengo que cruzar y encontrar a mis chicas.

Calma.

Tengo que mantener la calma.

Cada latido de mi corazón resonaba desenfrenado en mis oídos, extendí los brazos para equilibrarme, dando pasitos bien medidos con cuidado de no pisar el musgo, tal vez debí decirle a Norman que le tengo pavor a los lugares con concepto de caída libre.

Un trueno retumba y el vendaval me azota con más fuerza, haciendo que pierda el equilibrio y mi pie lastimado resbale.

Mierda. Mierda. Mierda

No te mueras Vett.

Me dije a mi misma mientras me apresuraba a ponerme de cuclillas con el estómago revuelto siento como mis pulmones amenazan con hiperventilarse por el pánico de caer.

La fina cadena plateada con las placas militares de mi padrastro —mi padre— se deslizaron fuera del cuello de mi camisa, mi mirada se dirigió momentáneamente a su anillo de compromiso adherido a ellas.

Brazos extendidos, camina.

Es irónico, incluso cuando no está aquí siento que me está pidiendo que siga, me da ánimo.

No voy a morir hoy.

Me recuerdo a mí misma tratando de centrarme en la misión que tengo por delante.

Me incorporo lentamente, el dolor en mi pierna me obliga a encorvarme, dolorida, apretó la mandíbula y arrastro todo el dolor a la parte oscura y olvidada de mi mente, el dolor puede esperar, mi familia no.

Avanzó con pasos temblorosos uno tras otros y al fin estoy segura a ambos lados gracias a las paredes que me reciben, la adrenalina me recorre el cuerpo, me apresuro y bajo de un salto los treinta centímetros que separan las tablas elevadas del piso del edificio, en donde el miedo y la urgencia se intensifican mientras redoblo mis esfuerzos para encontrar a mi familia.

Llegó a la puerta del departamento y trato de abrirla, pero el ardor y el dolor que siento al tocar el pomo hacen que la suelte al instante, reparo en el resplandor naranja se desliza bajo esta.

Fuego.

Tomó impulso como puedo con mi cuerpo y golpeó con fuerza la madera, tratando de tirarla abajo mientras gritaba sus nombres, esperando desesperadamente escuchar su respuesta entre el estruendo de la destrucción que nos rodea, cada segundo que pasa se vuelve más angustiante, la maldita puerta se quebranta, pero no cede y una sensación de impotencia amenaza con abrumarme.

Sacó el arma que me dio Sergei y apuntó a la cerradura suplicando internamente que funcione y que sea lo que sea que bloquea el paso de los penitentes hasta acá no ceda hasta que logre salvarlas.

El pomo de la puerta sale disparado tras el impacto de la bala y no espero ni un segundo más para entrar, una nube de humo me golpea la cara inesperadamente, toso profusamente mientras me deslizó dentro del apartamento que ya se está consumiendo en llamas.

—¡Sara!, ¡Rue! — gritó con todas mis fuerzas.

Mi corazón late con fuerza, estoy casi convencida de que he estado rezando para ver sus rostros ilesos delante de mí sin notarlo.

—¡Sara! ¡Rue!

No puedo rendirme, y ahí está ese maldito sentimiento que no sirve para nada, tengo esperanza, mientras gritaba sus nombres me embarga la esperanza de encontrarlas a salvo.

—¡Tía! — escucho la voz asustada de mi sobrina elevarse con fuerza sobre el caos que hay fuera.

El alivio y el terror se entrelazan al escuchar su voz proveniente de la habitación del idiota de Johan.

—Rue, aquí estoy tranquila —gritó cerca de la puerta — aléjate de la puerta rápido.

Disparo en la cerradura otra vez y esta cede de inmediato, lo primero que veo es a mi hermana inconsciente en el suelo, con la nariz sangrando y a Rue en su silla de ruedas llorando y con un ojo morado, corro hacia ellas, mi corazón late con fuerza mientras la abrazó con fuerza,

—Tranquila, tranquila, todo estará bien, fuiste muy valiente, estoy orgullosa. — le digo repetidamente mientras reviso su condición.

En medio de la devastación que nos rodea, encontrarla sana y salva es casi un milagro.

El rostro de Sara está pálida, pero aún respira, aún está conmigo, le doy un par de golpecitos en el rostro, mientras busco una forma de sacarlas, el lugar por donde vine ya ha sido reclamado por las llamas.

— Tía — dice Rue en medio de un ataque de tos.

Ella no podrá estar demasiado tiempo aquí, apenas si puede respirar bien cuando el aire está limpio, las nubes de humo que se filtran por todas partes se lo dificultará más.

Los ojos de mi hermana se abren lentamente, acompañados de un gemido dolorido que abandona sus labios cuando me ve frente a ella.

—Vett ¿Qué haces...

—No hables, luego te cuento todo a detalle, ahora solo tengo que sacarlas de aquí— me incorporo de inmediato— necesito que te levantes, ¿Puedes hacerlo?

Sara asiente y trata de levantarse, se tambalea un poco en el proceso pero que este despierta aumenta nuestras chances.

Si no podemos salir por donde entre tendré que arriesgarme a usar las escaleras para incendios, el problema es que no sé qué tan estables serán en este momento.

—Rue sube a mi espalda —le ordenó con apremio.

Está temblando, tiene miedo, pero aun así obedece, con cuidado ajustó las correas de mi mochila sobre ella, es preocupante lo liviana que la siento sobre mí.

Tomó a Sara de la mano mientras me dirijo a la ventana cerca, el humo está nublando mi visión, mis pulmones claman por aire.

No puedo respirar.

La ventana se abre y deja entrar la lluvia que sigue cayendo torrencialmente, empapando todo a su paso, mezclándose con el humo y el calor abrasador de las llamas.

Las escaleras están ahí, se ven bastante sólidas, pero por experiencia puedo decir que las apariencias siempre engañan, tomó una gran bocanada de aire y reúno todo el valor que me queda, salgo del apartamento.

Gracias al cielo, no se tambalea, ni rechina, ayudó a Sara a salir enseguida.

—Rue cierra los ojos — le ordenó cuando observa a la distancia a otros muchos sobrevivientes salir huyendo por las calles aledañas tratando de salvarse de los penitentes.

De repente, una explosión retumba en la distancia, como si la situación no fuera lo suficientemente mala sacudiendo el suelo y enviando escombros volando por los aires, el estruendo es ensordecedor, y por un momento todo parece detenerse mientras el cielo se ilumina con destellos naranjas y rojos.

La tensión se apoderaba de cada uno de mis músculos, mientras siento el miedo calarme hasta lo más profundo de mis huesos, instintivamente sondee toda la zona en busca de alguna salida despejada.

Rue grita aterrada, su pecho sube y baja a un ritmo preocupante, luchó por mantener el equilibrio mientras las escaleras se tambalean bajo mis pies, los gritos de sorpresa y miedo se mezclan con el sonido de cristales rotos y metales retorcidos, creando un caos aún mayor en medio de la catástrofe.

—¿Vett? ¿Estás bien? —la voz de Ágatha se escucha agitada a través del intercomunicador — ¿Tienes a Rue?

—La tengo conmigo— respondo con la voz entrecortada tratando de recuperar el equilibrio — ¿Qué diablos fue esa explosión?

Mientras el caos se desataba en las calles, me encuentro corriendo escaleras abajo, está lleno de cuerpos a medio comer y algunos penitentes carbonizados, la explosión llamó a atención de gran parte de los penitentes que salieron corriendo veloces hacia la fuente del sonido, Rue aprieta su agarre a mi chaqueta, tiene el rostro pegado a mi cuello.

—Aún no lo sé— responde Ágatha. — estamos ... gimnasio ... vallas.

Carajo, la señal.

Poner un pie en el callejón es ver que, en las calles principales, el caos reina supremo, el estruendo de más explosiones, los gritos de terror se mezclan con el crepitar de las llamas y el crujir de los edificios que se desploman en la distancia, el olor a carne quemada, el humo espeso y oscuro se cierne sobre la ciudad, ocultando los horrores que yacen dentro de su espesor.

En cada esquina, la muerte y la desesperación acechan, el agua caía sobre nosotros sin piedad, tenía los músculos agarrotados por el frío mientras trataba de buscar un camino seguro, todos mis sentidos estaban trabajando a su máxima capacidad.

Un penitente salió de entre las sombras y se abalanzó hacia Sara tirándola al suelo, Rue gritó aterrada viendo a su madre rodar en el suelo con la masa amorfa de carne putrefacta que amenazaba con arrancarle el rostro de un mordisco.

Como pude tomé el arma que me habían dado y apreté el gatillo, el sonido del disparo me aturdió, sentía un pitido en mis oídos mientras el mundo me daba vueltas.

Me apoyé sobre la pared más cercana, el miedo a quedar inconsciente, el miedo a que se coman a mi familia, el miedo a que la explosión y las llamas me hayan cortado las vías de escape, todo se unió de mala manera formando un torbellino en mi estómago que lo revolvió todo y obligó a la bilis a subir por mi garganta, no pude controlar las arcadas.

Me encorve ante el dolor que sentí en la mitad de mi cuerpo, instintivamente me llevé las manos al abdomen, palpe el vendaje en este, estaba segura de haberlo apretado bien, pero el pensamiento de que se me abrirán las costuras, hicieron que el corazón se me aplastada contra las costillas.

—Vett —la voz trémula de Sara me trajo de vuelta al presente.

Qué grande fue mi sorpresa cuando al levantar el rostro me encontré con un arma apuntándome a la frente.

—Buenas noches

Un vistazo bastó para saber que estaba jodida.

Cabello castaño, peludo, un rastro de barba y los mismos ojos marrones de Rue, Johan.

Junto a él estaba otro guardia que vagamente reconocí como el tipo que me quito mis cosas en los muros y al chico desgarbado de cabello pajizo que nos alertó de los penitentes.

Un destello de ira pura y dura me atravesó.

Varios nos van a traicionar.

Las palabras de Ágatha habían acertado, pero jamás habría esperado que tan rápido.

—Sabía que tu rostro lo había visto en alguna parte— dijo Johan y sonrió con malicia

Instintivamente Sara escudo su cuerpo tras de mí, temblaba como una gelatina y estaba convencida de que no era por las armas que nos apuntaban.

Casi caigo de rodillas ante el alivio de ver la silueta de Norman emerger de las sombras con cautela, tenían los cuchillos listos para emboscarlos solo necesitaba una distracción, y que mejor que la enemiga publica número uno de Andras.

—Linda cicatriz, ¿quieres que te haga otra? — lo rete mientras analizaba mis posibilidades.

—¿Recuerdas mi promesa? — Sus espeluznantes ojos oscuros se posaron en mí.

—Bañarte en mi sangre, deleitarte con mis entrañas — Dije extendiendo mi brazo hacia Sara para obligarla a retroceder junto conmigo —No lo he olvidado.

—Bien— amenazó con voz gutural dando un paso hacia adelante — porque estoy a punto de cumplirla.

—¿Así que también tienes esbirros en SILHAM? — preguntó con fingida tranquilidad comenzando a sentir la adrenalina correr salvaje por mis venas al escuchar los lamentos guturales de los penitentes cada vez más cerca—¿También las dejaste encerradas?

—Chica inteligente — me alaba Johan. — un pajarito me dijo que la mujerzuela que se oculta tras de ti es tu kriptonita.

—Cuida muy bien tus palabras— le dedico una mirada asesina— puede que sean las últimas.

Sus dos acompañantes cayeron al suelo, tras él, dejando solo el eco del disparo de Ágatha en el ambiente.

—Ven acá, pedazo de basura—Dijo Norman al tiempo que lo sujetaba por la espalda y le ponía la hoja de su navaja en el cuello.

—Vett, ¿te hizo daño? — la voz de Ágatha sonó glacial a través del intercomunicador.

—No, tuvo tiempo suficiente — finalmente suspire de alivio —¿Dónde estás?

—A un par de calles al norte — dice con la voz acerada — los penitentes están aumentando, tenemos que largarnos de aquí.

Le echo un vistazo a Sara y ella me devuelve una mirada llena de temor, tiene la nariz torcida en un ángulo extraño, tenía el cabello revuelto y enmarañado, ojerosa sus mejillas estaban hundidas, que clase de infierno habrá vivido con ese gusano solo ella lo sabría.

Tomé el arma de Sergei, apreté el gatillo.

Johan cayó al suelo gritando mientras su cuerpo se encogía de dolor, Sara estuvo a punto de acudir a su lado, pero se lo impedí.

—Vámonos — le dije a Norman con tranquilidad, mientras me llevaba casi a empujones a mi hermana.

El sonido de los disparos atrajo la atención de varios penitentes que llegaron a toda prisa hacia el cuerpo de Johan.

Gritaba desesperado que no lo dejaran ahí, mientras nosotros nos perdíamos en la oscuridad de aquel callejón olvidado.

Y pensé que talvez ahora si podríamos estar en paz.

Me removí inquieta en mi sitio, tenía el cuerpo entumecido, los sollozos no habían parado durante toda la noche, los hombres de Sergei rondaban el perímetro armados revisando que nadie estuviera lastimado o si alguna puerta corría el riesgo de ser derribada.

Quien habría pensado que este lugar de apuestas y peleas clandestinas sería un buen refugio, debía haber unas trescientas personas aquí, padres separados de sus hijos, ancianos convalecientes, niños cuya mirada estaba perdida, todos apretados, pero a salvo, sentados en el suelo de linóleo esperando pacientemente alguna señal para poder salir.

Podía percibirse el cambio de temperatura, apretujada como estaba con tantas personas a mi alrededor: calor.

Al menos no me estaba muriendo de frío, la ropa prácticamente se había secado sobre mi piel, Rue era la única que había podido cambiarse y dormir cómodamente, tenía los brazos entumecidos por haberlos mantenido tanto tiempo en la misma posición para que la pequeña descansará.

—Tía Vett —. Rue susurro observándome con sus enormes ojos oscuros, transmitiendo toda su inocencia infantil medio oculta entre el lio de sabanas en las que la había envuelvo Ágatha — Quiero ir a casa, tengo miedo.

Algo se removió dentro de mí al escucharla, todos estábamos aterrados.

—El abuelo Ser lo está arreglado, falta poco para poder irnos —respondí como pude sosteniendo su pequeño cuerpo con fuerza entre mis brazos adoloridos. — Guarda silencio como te explique ¿Si?

La pequeña niña veía a su alrededor con curiosidad, comenzaba a rayar el alba y el gimnasio estaba mucho más iluminado que antes, era obvio que no podría guardar silencio, no puedes meter a un niño a un lugar desconocido, lleno de gente sollozando y pretender que no hará preguntas generadas por su curiosidad infantil.

Tales como:

¿Por qué esa señora está llorando? ¿Por qué ese niño tiene algo rojo en la cabeza? ¿Dónde está el brazo de ese anciano?

Cualquier pregunta era válida, Sara se removió incómoda también a mi lado, despertó hace un par de horas, le habían acomodado la nariz y ahora solo tenía unas cuantas banditas adhesivas que cubrían los raspones en sus mejillas, al parecer solo se había desmayado por el golpe en su apartamento y no hay riesgos de contusión.

En cuanto a mí, ojalá hubiera suficientes analgésicos en el mundo para mitigar el maldito dolor agudo que tiene presa a mi pierna, pero en esta crisis prefería que la medicina la tuviera alguien con una condición más grave, a mí solo me acomodaron el hueso y lo entablillaron así que era cuestión de tiempo para que me mejore.

—Rue, hay algo para ti en el segundo bolsillo de mi mochila— dije al tiempo que la soltaba para recuperar el sentido en mis brazos.

La pequeña parecía confundida mientras buscaba lo que le pedí, sus ojos brillaron entusiasmados al encontrarse con la cajita de barras energéticas con caramelo que había logrado conseguir de unos contrabandistas en las afueras un par de días atrás, aunque claro eso no se lo diría ni en mil años.

—Un dulce —dice ella, su rostro está radiante ante el gran hallazgo que ha hecho.

Rasga el paquete con ansia, y divide la primera barra en cuatro partes, su mano tiembla con el hambre y la emoción. Pero a pesar de eso, nos da a mí y a Sara las piezas más grandes y se deja la más pequeña para sí.

—¿Dónde está Aggie? — pregunta buscándola con la mirada y un trocito de cereales en su mano.

Sara sonrió.

Sonrió genuinamente luego de todas las horas que llevábamos encerrados aquí al ver la escena.

—Se parece a ti— dijo finalmente rompiendo el incómodo silencio en el que nos encontrábamos envueltas.

—¿En qué sentido? —preguntó apoyando mi espalda contra la pared, en un intento de disuadir mi atención del dolor.

—En qué siempre se toma un momento para pensar en los demás, es admirable— Sara bosteza — el mundo necesita más personas así.

Tal vez tenga razón, pero en el mundo aquellos que pensamos así estamos destinados a tener cargas demasiado pesadas, no quisiera eso para mi sobrina, estoy feliz de que sea una buena chica, con eso basta.

Rompo el trozo de mi barra por la mitad y le doy una parte Rue, su madre hace lo mismo

La pequeña luce desanimada de que rechacemos sus regalos, puse mi dedo en mis labios y le doy una mirada severa, a regañadientes ella toma los alimentos ofrecidos, nuestros rostros se relajan en alivio cuando mordemos la crujiente barra ¡azúcar, galletas y chocolate!, calorías y vitaminas muy necesarias para afrontar el calvario en el que vivimos.

—Gracias — susurro cuando Sara me permite usar su hombro como apoyo para descansar.

—Tenemos que hacer algo con tu cabello, pronto amanecerá —murmura preocupada

Pasó una mano por él, apartando los mechones dorados que caían desordenadamente por mi frente y me restaban visibilidad.

Me había quitado la peluca que me prestó Ágatha, en Andras solo los Laufeyson tienen el cabello rubio, como oro pulido, siempre me había alegrado parecerme a mi madre, pero ahora ya no estaba tan segura de sí podría seguir pensando en mi aspecto de esa manera.

—¿Nunca has pensado en que seríamos más felices alejados de esta locura? —suelto sin pensar e inmediatamente me arrepiento de haberlo hecho.

No quiero que volvamos a tener una discusión, estoy cansada de pelear, solo quiero unos minutos de tranquilidad.

—¿Lejos? ¿Fuera de los muros? — pregunta ella con calma, jugando con el anillo de compromiso que le regalo mamá, el mismo con el que ella se había casado, nunca nos lo dijo, pero le costó horrores despegarse de él, sufrió mucho cuando Neil —mi papá— falleció.

Asiento en silencio sintiendo el corazón inquieto.

—¿A Dónde?

Giro mi rostro hacia ella incrédula ante su calma.

—A dónde sea, un lugar tranquilo, donde puedas tener un lindo jardín con todas esas flores que te gustan, donde Rue pueda tener mascotas y quizá una gran cocina con linda vista para mí. —cierro los ojos ante la idea— un lugar donde no sintamos que el mundo es un infierno y puedan comer hasta estar satisfechas.

Caigo en un trance extraño entre el sueño y la vigilia, así pasaba desde que aparecieron los penitentes, no existía el término dormir en mi vocabulario, al menos no dormir profundamente, a la distancia creo escucharla decir.

De cualquier forma, logré verme a mí misma, una Vett mayor, más sabia, más alegre en la casita de sus sueños, horneando pasteles y disfrutando de la tranquilidad de saber que estaba a salvo.

La envidia corroía mi corazón, pues aún en ese estado sabía bien que el mundo no me daría una oportunidad como esa, no lo había hecho antes cuando todo estaba bien, ¿porque lo haría ahora que todo era caos, muerte y destrucción?

Pero lo deseaba, no la casa o la lujosa cocina equipada con todo lo necesario para preparar lo que se me antojara, ni tampoco tener una edad avanzada ...sólo quería esa tranquilidad.

¿Podría el destino al menos darme un respiro?

Dios, o lo que sea que rija nuestras miserables vidas ¿sabría que lo intente? ¿Habría notado mis esfuerzos? ¿mi agotamiento?

Tal vez ni siquiera le importe en realidad, mandó una legión de seres alados a exterminarnos después de todo.

La vida no tiene por qué ser justa, pero ... ¿No puedo tener un momento de paz?

—Ivette Laufeyson —alguien grita mi nombre desde la distancia.

Abro pesadamente los párpados para encontrarme con la silueta del canciller y sus hombres irrumpiendo en el gimnasio.

Qué forma tiene el destino de decir que no.

Me espabile enseguida entregándole a Sara la niña, por un segundo no hubo más que nuestro miedo a separarnos otra vez, pero era esto o dejarla morir.

Carajo

A lo lejos divisé el par de azules que desentonaban con todo el gris y negro de alrededor, los ojos fieros de Norman y el cabello de Ágatha, ambos haciéndome señas para que me largara.

Maldije en mi fuero interno mientras me deslizaba a gatas entre la multitud, poniendo toda la distancia posible entre las personas que conocía.

De repente un grito aterrado detiene mi avance, busco la fuente del sonido.

Es Sara, Nathan la tomó del brazo y le apunta con un arma en la cabeza.

—Sé que estas aquí — dice en voz alta —contaré hasta tres y si no apareces le vuelo la cabeza.

El idiota de Johan dijo que un pajarito le había contado sobre Sara .... ¿Cómo se enteró Nathan?

—Uno

El corazón me palpitaba con fuerza, no podía estarme pasando esto a mí.

—Dos

Sara estaba débil y Rue...santo cielo, la pequeña estaba aterrada, no lo pensé y me puse en pie enseguida.

—¡Al fin te encontré! — dijo Nathan en un grito triunfal y entonces supe que todo se había ido al diablo.





Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro