
DOS
✦PENDEJITIS SUICIDITIS ✧
Se me hiela la sangre, sentía que mis pulmones ardían, en un violento reclamo por la falta de aire, cada uno de mis músculos estaba en tensión, como si estuviera a punto de recibir un disparo, pero no era eso lo que hacía que sintiera que la angustia se había convertido en un ente con vida propia dentro de mí, que me estaba carcomiendo desde dentro.
No.
En un mundo en donde no existe la muerte un disparo es solo otro miércoles por la mañana, el que se filtraba por aquella máscara de gas, no era suficiente, la mochila que había llenado con comida enlatada, medicamentos y algunas revistas envejecidas, se agitaban pesadamente de un lado a otro en mi espalda, haciendo que mi equilibrio se balanceara de forma violenta, me obligue a mantener mi centro lo más estable que fuera posible, agradecí internamente ser pequeña, si caía aquí sería el fin.
Esto había sido una pésima idea desde el principio, debí haber venido sola cuando vi a la chica vestida como colegiala japonesa, debí haber roto alguna ventana una vez que tuve lo que necesitaba y huir, debí... carajo, ya es tarde para lamentarse, solo puedo rogarles a mis piernas que no se detengan y a mis fuerzas que no me fallen ahora, no pude evitar que los flashbacks de lo que había pasado hace unos días me invadieran como una protesta furiosa a cuestionar el porqué estaba aquí.
—Eh hecho todo cuanto he podido, pero el endurecimiento del tejido pulmonar avanza demasiado rápido — anunció el señor Miller quitándose el estetoscopio del cuello — se ha cicatrizado casi el treinta por ciento del pulmón derecho, la pequeña es fuerte, pero no tengo los implementos para tratarla aquí.
Los sollozos de Sara se convirtieron en un verdadero mar de lágrimas mientras Ágatha trataba de consolarla inútilmente diciendo que todo iba a estar bien, que tuviera esperanza.
Ahí estaba otra vez... esa molesta palabra que no hacía nada más que matar a la gente que la tomaba como una salida.
La esperanza no es un plan.
Había convertido esa frase en mi mantra cuando todo se fue al carajo y seguiría manteniéndose así, porque me niego a dejar morir a lo que queda de mi familia, me gustará o no, ellas eran mi problema y se lo prometí a Carol, no como hija, si no como mujer, iba a cuidarlas.
Me acerqué a Miller, un anciano de cabello largo y cano que usaba unas gruesas gafas de pasta dura mientras guardaba sus cosas dispuesto a marcharse.
—¿Qué necesita para curarla? — pregunté en voz baja reprimiendo el deseo de gritarle por la frustración.
—La fibrosis pulmonar no es una enfermedad que tenga cura pequeña —puntualizó con pesar dedicándole una mirada lastimera a la pequeña en el catre.
Rue tenía el rostro pálido, su rostro estaba perlado en sudor frío, tomaba bocanadas de aire con dificultad, le dolía el pecho y los pulmones por el esfuerzo, lo sabía, había visto sus ataques antes, pero nunca habían sido tan fuertes, cerré la mano en puños sintiéndome inútil, mi madre era la enfermera, yo nunca tuve oportunidad de estar cerca cuando la llevaban a urgencias...no podía estarlo.
—Tiene que haber algo — interrogó Ágatha, formando surcos con sus cejas a causa de la preocupación — algún tratamiento que lo ralentice o al menos que alivie los síntomas, la pequeña está sufriendo.
El doctor negó en silencio.
—Rogarle a nuestro señor que en su misericordia se apiade de su alma —fue lo único que dijo.
Ágatha torció el gesto, casi pude ver su cuerpo vibrar de la importancia.
—¿Dios? — indaga la peli azul con sarcasmo— ¿El mismo que mandó a esa legión a exterminarnos?
Las puntas del bigote de Miller apuntaron hacia abajo.
—No pierdan la esperanza—contestó, pero continuaba viendo a Rue como si ya hubiera pasado a mejor vida.
Y eso fue todo lo que necesite para dejarme llevar por la ira.
—¡¿Está pidiendo que la deje morir y ya?!— grité tomándolo del cuello de la camisa con tanta fuerza que el hombre se tambaleó.
—Vett, cálmate — Sara apareció entre los dos, tiro de mi brazo separándome del anciano — Señor Miller no queremos ningún problema, solo díganos que necesita y con gusto lo conseguiremos.
El anciano se mantenía reacio a responder, si yo no tenía paciencia, Agatha ni siquiera conocía el significado de esa palabra, la mirada amenazante que le daba me dio escalofríos hasta a mí, ya veía al viejo siendo torturado en un oscuro almacén en las afueras de Andras si no empezaba a hablar, no quería lastimarlo por dos razones.
La primera es que no matamos a los vivos.
La segunda, que era demasiado difícil encontrar un médico que no estuviera lamiendo las botas del canciller.
Por ser lo más cercano que tenía a una hija me tomé un momento para pensar y discutirlo con Ágatha mientras veíamos como Sara se mantenía aferrada al débil cuerpo de Rue con desespero.
Al final en cuanto le mostré a Miller una caja llena de tickets para reclamar una comida en las cocinas inmediatamente comenzó a hablar.
Al parecer existían unas cápsulas para ralentizar el endurecimiento del tejido, eso aliviaría sus síntomas temporalmente, también dijo que si podíamos conseguir los implementos para instalarle gafas nasales las probabilidades de que Rue se mejore serían considerablemente elevadas, anoto todo en una hoja, con instrucciones detalladas con manos temblorosas al notar el tatuaje de una polilla en la muñeca de Ágatha —la marca de SILHAM — y nos dejó en claro que no lo volviéramos a buscar.
Así que aquí estaba, jugándome el pellejo por las malditas cápsulas porque al genio médico se le había pasado por alto mencionar que esas píldoras no estaban disponibles en el distrito y el sistema ese de gafas para la nariz o como las hubiera llamado requerían electricidad constante, cosa que no había en Andras, fuera en la inmensidad de Atlanta había escuchado que a veces regresaba la energía eléctrica, pero era algo aleatorio y esporádico, tan rápido como llegaba se marchaba.
Todos estábamos desesperados, no, esto no puede describirse como simple desesperación, es algo que te hiela la sangre, te cala los huesos y hace que tus pulmones abandonen el aire.
Un ataque de pánico es un paseo por el parque comparado con esto.
Mis pasos desesperados crujían sobre los escombros que habían caído del cielo raso destartalado junto a algunas luces parpadeantes que le daban un aire más siniestro a este maldito lugar, como si ser perseguidos por una horda de seres famélicos no fuera lo suficientemente aterrador.
Esquivamos estanterías manos en descomposición y mordidas por las interminables hileras de pasillos mohosos y llenos de polvo de un pequeño centro comercial que las pandillas callejeras no parecían haber saqueado, ahora teníamos más que claro el porqué.
El equipo improvisado al que me había unido en anonimato esa mañana me seguía el paso, era una suerte que me hubieran aceptado, o eso pensé al principio dado que no los conocía de nada y eso me venía genial, si no sentía apego, si no sabía quiénes eran no me afectaría si algo les pasaba, mi misión era simple encontrar el medicamento para Rue y regresar en una pieza, cualquier otra cosa heroica como salvar a otros por camaradería se la podía dejar a alguien más fuerte o más estúpido.
Mierda.
Odiaba haberme vuelto de esta manera, tan fría, tan insensible, tan...tan poco humana, pero que podía esperarse en un mundo donde reinaba el caos, el terror y la anarquía, tanta brutalidad por doquier hace que los vivos sean menos como los vivos ...y más como bestias salvajes.
El lugar se estaba inundando de los gemidos y lamentos desgarrados de la horda de penitentes que corría veloz tras la deliciosa comida que había llegado a sus puertas.
Nosotros.
Un grupo de siete personas servidos en bandeja de plata gracias al genio vestida de colegiala.
¿Qué cómo paso esto?
Dos palabras "pendejitis suiciditis".
Si, aunque no lo crean es una condición muy seria, revisen a su alrededor, tal vez haya algún individuo con este mal, es una enfermedad crónica que al parecer ataca a algunos que creen que tienen todo lo necesario para acabar con hordas de infectados sin recibir ni un solo rasguño.
Danna, nuestra paciente con esta condición vio uno, si, solo uno de los infectados, ni siquiera la había detectado, ni siquiera iba a atacar, había otros tres cerca e íbamos a terminar con ellos de manera silenciosa, pero al parecer tuvo un ataque de la tan conocida "pendejitis suiciditis" porque justo cuando estaba por asestar el golpe de gracia al penitente que estaba más cerca de mí, ella disparó de todas formas.
El sonido se extendió por cada rincón del lugar haciendo eco en los establecimientos presuntamente abandonados.
—Dios mío, sigue moviéndose —dijo con una enorme sonrisa al ver cómo el cuerpo del penitente convulsionaba en el suelo, era similar a lo que hacen las serpientes cuando les cortan la cabeza— es genial
Luego de que por su culpa me diera tremenda arrastrada con los dos penitentes que estaban peligrosamente cerca de mí solo podía pensar que "genial" iba a ser la paliza que le iba a dar si sobrevivíamos a esto.
—Cuidado—vociferó el líder de pelotón, un hombre robusto y musculoso que corría a mi lado.
No me lo dijo a mí, pero aun así me volví a ver.
Un penitente se abalanzó hacia Danna, ella tomó sin el menor remordimiento a un muchacho desgarbado por las correas de la mochila sobrecarga que traía a cuestas, y vi con horror como aquella mujer vestida de colegiala aviento al escuálido chico hacia el penitente que iba a atacarla.
El hombre que iba a mi lado, apuntó su ballesta con precisión milimétrica y le propinó un flechazo en la cabeza a la criatura que se abalanzó sobre el chico, pero era demasiado tarde, lo mordió.
—Se multiplican como las ratas — lo escuche maldecir entre dientes cuando se acercó al cuerpo del penitente para recuperar su flecha.
Sentí que mi mente se iba nublando mientras mi pulso seguía acelerándose sin control.
De todos los posibles apocalipsis, ¿porque me había tocado el final, donde los zombis si corrían rápido?
Maldije en mi fuero interno al escuchar el crujir de mi tobillo mientras bajábamos las escaleras eléctricas fuera de servicio, los crujidos son malos, mil veces peor en esta situación, solo me gustan cuando vienen de mis frituras favoritas, el dolor agudo y punzante que sentí escalo desde mi tobillo hasta mi muslo, pero al diablo con todo, arrastre el dolor a la esquina más oscura de mi mente y me centre en el presente, las suelas de mis zapatos resbalaban en cada peldaño, si entro en pánico, van a devorarme, si me resbalo, van a devorarme, si....
Ya, carajo
Un penitente, o al menos la mitad de uno sujeto la pierna de una tipa que en mi vida había visto, quise golpear al bichejo, pero ya le había clavado los dientes y le estaba arrancando el tendón de Aquiles, el sonido, y el olor metálico que se filtraba por las máscaras era casi más de lo que cualquiera podía soportar.
La bilis sube por mi garganta, tengo que hacer un esfuerzo casi inhumano para mantener las arcadas a raya, no pude ayudarla.
Unos de nosotros lograron atravesar el estrecho agujero del enrejado que daba acceso al centro comercial, el tipo grande y musculoso vio que uno de los penitentes hizo caer una estantería, justo cuando trate de abalanzarme a la salida me agarro con una facilidad alarmante de la capucha y me lanzo en otra dirección.
Cerraron la vía de escape.
Empuñe con fuerza a mi arma improvisada, más que preparada para lo peor:
Un bate con alambre de púas y clavos, al que Ágatha había bautizado Lucille segundo.
—No se separen—ordenó el castaño de la ballesta.
Nos abrimos paso entre los penitentes, golpeando y cortando, para dirigirnos a otra dirección.
Solo quedamos nosotros cuatro, como yo lo veía éramos, la entrada, el plato principal, las guarniciones y el postre.
Nos estaban pisando los talones cada vez eran más, volqué un carrito de palomitas para ralentizar a los que había más cerca de mí mientras corríamos entre los pasillos buscando alguna tienda a la que entrar, por desgracia todas estaban cerradas o con más amenazas saliendo de ellas, o con los vidrios rotos, nos vimos acorralados a entrar en una carnicera y finalmente logramos encerramos en uno de los frigoríficos de carnes en los que solo el personal autorizado puede entrar, no estaba segura de sí la puerta aguantaría lo suficiente, pero necesitaba recuperar el aliento.
Me encorve mientras tosía profusamente al tiempo que el aire por fin entraba a mis pulmones, un chico asiático con una gorra se derrumbó en el suelo, tomando grandes bocanadas de aire con desespero.
—¿En qué pensabas? —exclamó el tipo de la ballesta acercándose peligrosamente a Danna—¿Crees que esto es una maldita broma?
—Norman, Norman, cálmate — el tipo de la gorra se incorporó y rápidamente se interpuso entre una asustada Danna y el líder que exudaba un aire intimidante — ya tenemos suficientes problemas.
El castaño no lo escucho, tenía una expresión dura, sus ojos azules eran tan oscuros que podrían confundirse fácilmente con negro.
—¿Calmarme? ¿Acaso no viste lo que está maldita loca hizo? —Norman señaló con un dedo acusatorio a la chica —lanzó a ese sujeto como si nada, Glenn.
Danna torció el gesto
—No puedo morir —gritó ella, haciendo que los penitentes aporrearán con más fuerza la puerta —¿Sabes quién soy?
—Probablemente la cena si no te callas — el ojiazul contestó hastiado, con tono sombrío.
Norman le dedicó una última mirada asesina a Danna por lo que sintió una eternidad y luego retrocedió
— Haz algo — chilló furiosa en mi dirección —¡ve a distraerlos, por algo te pagaron!
—Me pagaron por encontrar provisiones — remarque con frialdad — no para ser tu niñera.
Mientras revisamos el lugar buscando alguna salida nos encontramos con un cuerpo en descomposición al fondo del enorme frigorífico, le faltaba la cabeza, varias larvas blanquecinas sobresalían de un enorme corte que tenía en la pierna a la altura de la rodilla, el corazón se me estrujo contra las costillas mientras sentía la bilis subir por mi garganta nuevamente, llevaba mucho tiempo viendo ese tipo de escenarios, pero parecía que jamás me acostumbrará y los constantes gritos y sollozos de Danna junto a los gruñidos extraños de los penitentes no me ayudaban en lo absoluto.
—¿Así que ahora eres recolectora? — escuche a Norman susurrar con ironía — que curioso habría jurado que eras una criminal potencialmente peligrosa.
El corazón me late tan rápido que puedo escucharlo en mis oídos como si se tratara de un tambor.
—¿Cómo sabes qui...
—Tienes los ojos de Carol—interrumpe en un susurro.
Maldigo en mi fuero interno, al no poder reprimir el peso que se cierne sobre mi pecho al escuchar el nombre de mamá, Norman continúa con su vista fija en mí, tiene una ceja enarcada en clara espera de una respuesta.
—No importa lo que yo haga, el canciller ya les ha contado una gran historia sobre mí— contesté con amargura evitando su mirada.
—Pura basura, no confiaba en el gobierno antes de esta mierda, no confiaré en él ahora.
El asomo de una pequeña sonrisa se dibujó en mis labios, una sonrisa algo incrédula por sus palabras, pero una sonrisa al fin y al cabo incluso en medio de esta situación.
Pero no duró demasiado, no encontramos ninguna salida.
—Mocosos, vengan acá — llamo Norman con la mirada fija en el cuerpo —creo que sé cómo sacarnos de aquí.
—¿Como? — me atreví a preguntar.
No respondió de inmediato, nos sondeó con una mirada inescrutable y luego asintió en silencio como si hubiera llegado a una conclusión de algo que nadie entendía.
—Tu, rubia —me señaló con un dedo ensangrentado. — pareces tener agallas, ayúdame.
¿Alguna vez se vieron atacados por la maldición de salir siempre primeros en las exposiciones con los peores licenciados en sus estudios?
Pues así es como me sentí al verlo tomar al cadáver de las piernas y observar cómo esperaba que yo lo hiciera de los brazos.
Norman me hizo arrastrar el cadáver putrefacto hasta dejarlo completamente tendido en el suelo.
La mirada de asco de Danna y el tipo de la gorra no pasó desapercibida para mí, bueno cualquiera sentiría asco si viera algo tan grotesco.
—Antes de que Malakh cayera, algunos cazadores camuflaban su olor para cazar ciervos, lanzándose tierra y otras sustancias, ya saben, eso confunde a los animales — balbuceo sacado un cuchillo de su mochila — tal vez no sea diferente con esas cosas — señaló la puerta con la barbilla.
—Pero aquí no hay tierra — dijo Danna destilando veneno en sus palabras —y esos no son ciervos campesino estúpido.
Aquí vamos otra vez.
Pensé con hartazgo de sus berrinches, sin evitar poner los ojos en blanco.
—Oye, la comida que te tragas para no morir de hambre es la misma que producen los que llamas campesinos y son como yo — la fulmino con la mirada — sin mi gente ni tú, ni tu estúpido padre estarían con vida, ten algo de respeto.
El fuerte sonido de las bisagras oxidadas de la puerta metálica me alertó de que no aguantaría lo suficiente.
— Basta los dos — los regaño, molesta — solo dinos que hacer.
—¿Vas a permitir que me hable de esa man...
—Sí, tú te lo buscaste —la interrumpo con un tono duro, en clara señal de que debe callarse.
No tardó mucho en entender el plan de Norman, si se trata de confundir tu aroma entre los penitentes está clarísimo ...el problema es lo asqueroso y retorcido que puede llegar a ser.
—No pienso ponerme eso— dijo Danna casi al borde de las lágrimas al ver como Norman le abrió el estómago al cadáver y se embarro la chaqueta de entrañas y sangre. — huele asqueroso.
—Ese es el punto princesa — respondió Norman poniendo los ojos en blanco totalmente harto de ella —tómalo o muérete, tú decides.
Glenn marchó cabizbajo hacia el líder que le puso tripas a modo collar, su rostro estaba tomando una tonalidad verdosa por el asco, parecía que se iba a desmayar por la impresión.
—¿Enserio haremos esto? — me reclamó Danna por última vez, esperando que la apoye.
—Aquí fuera estamos en igualdad de condiciones — dije como pude tratando de resistir las arcadas mientras embarraba mis ropas de los restos del cuerpo — esto es lo que todos hacemos para obtener lo que necesitamos — me acerque a ella con las manos cubiertas de sangre y me limpie en sus ropas — sólo céntrate en sobrevivir de alguna forma.
Como era de esperarse la pobre vómito hasta su primera papilla, si no hubiera sido la causante de todo esto habría sentido algo de empatía por ella, pero la parte fría e insensible que había desarrollado luego de todo este tiempo me aseguro que nadie sobrevive sintiendo pena por otros.
Sobrevives obteniendo suministros ahorrando munición, los sentimentalismos no son necesarios en esta jungla de concreto.
El estrepitoso sonido de la puerta callando me puso la piel de gallina, por fortuna el sonido de la caída amortiguo el grito de la tipa del uniforme o de lo contrario se habrían lanzado sobre nosotros.
El olor a podrido era tan penetrante que me hacía lagrimear.
Tenían los ojos turbios como si estuvieran ciegos, la carne se les había desprendido y secado tanto en algunas partes que se podían ver los huesos en diversas partes del cráneo, brazos, piernas y manos, por si fuera poco, las heridas que los habían cambiado seguían igual de frescas que el día que fueron hechas, supuraban en pus y un líquido espeso de color oscuro.
Glenn me lanzó una mirada nerviosa mientras veía a varios penitentes entrar al frigorífico, a paso torpe y arrastrando los pies, contuve la respiración cuando uno de ellos estuvo a menos de cinco centímetros de mi cara, podría haber jurado que me la arrancaría de un mordisco, pero inesperadamente me evito.
Solté el aire que ni siquiera sabía que había estado reteniendo, Norman esbozó una media sonrisa de triunfo.
Pareció pensárselo un par de veces antes de dar el primer paso al frente, ningún penitente pareció querer atacar, imité su acción mis palpitaciones iban a mil por segundo, por el rabillo del ojo pude ver como a Danna estaba totalmente petrificada en su posición, viéndome horrorizada, no tardé en entender la razón, pues justo a mí su lado había un penitente que chasqueaba sus dientes con insistencia cerca de su oreja.
¿Se dio cuenta?
Al parecer sí, porque enseguida ella comenzó a retroceder a paso tembloroso, sentí un peso desagradable en el estómago cuando por retroceder chocó de espaldas con otro penitente, y presa del pánico comenzó a gritarles que no se le acerquen, entre gritos y manotazos todos vimos horrorizados como los penitentes se lanzaban sobre ella a devorarla en masa.
Varios disparos y gritos en las afueras hicieron que todos los infectados que aún nos rodeaban levantarán sus caras como si fuera un reflejo y olfatearon el aire, por mi mente cruzó la fugaz duda de si aún podían respirar, el sonido seco y raspado que hacían con sus gargantas se hizo más fuerte a medida que salían en estampida
¿Quién sería tan estúpido para disparar fuera de los muros sabiendo que las calles están infestadas de penitentes?
Salimos dubitativos por el enrejado, y lo que encontramos fuera fue horrible, el tipo que había logrado salir estaba completamente rodeado disparaba a lo loco aun cuando ya lo estaban despedazando.
Sentí el rechazo en mi cuerpo al ver la escena, hay un límite de muertes que una persona puede tolerar por día.
No vi la mochila del muchacho en ninguna parte, tal vez se la quitaron los pandilleros rezagados que vivían fuera de los muros y lo abandonaron aquí como carnada para ganar tiempo.
Fue un vistazo al futuro, de no ser por la idea de Norman a la persona que estarían despedazando seria yo, sentí un escalofrió calarme hasta lo más profundo del pecho, solo era cuestión de tiempo en realidad, tarde o temprano ese sería mi destino.
Luego de todo lo que viví en el pozo estaba más que preparada, si yo estuviera en su situación me habría disparado en la cabeza para no experimentar el horror de ser devorada viva.
Nadie dice nada de regreso, está atardeciendo, las sombras se alargan sobre los edificios abandonados, coches y algunos arbustos muertos que no han sido regados en los últimos tres años, algún artista callejero a grafiteado en una pared "Ahora quién nos protegerá de los guardianes"
Las calles están desiertas excepto por los automóviles vacíos estacionados en cada carril, las malas hierbas han reclamado gran parte de la ciudad, en algunas partes la maleza te cubre hasta la altura de la cintura, bueno al menos a mí por mi baja estatura, me pone de los nervios no saber que podría haber oculto entre los montes, aquí fuera me siento expuesta, casi paranoica.
Al parecer no soy la única, tanto Glenn como el líder analizan el cielo y todo lo que nos rodea, justo ahora no es el miedo a un par de penitentes lo que nos tiene tensos, hay cosas peores que ser devorado vivo créanme, estaría al borde de un ataque de pánico si veo a uno de esos pollos parlantes revolotear sobre nosotros, antes adoraba admirar el cielo y toda su inmensidad, pero luego del día cero, siento que a la intemperie no fuera más que algún tipo inofensivo de conejo escapando de mis predadores.
Nuestros pasos crujen sobre vidrios en el suelo cuando llegamos a la zona de las tiendas de ropa, algún gracioso ha clavado una pluma en la puerta de varios establecimientos al azar.
—Hay pandillas callejeras por esta zona con fama de ser asesinos de ángeles. —murmura el chico de la gorra rompiendo el silencio al ver cómo me quedo mirando las plumas.
—¿Tan cerca de los muros? — preguntó consternada casi en un susurro —Eso es suicidio.
—Nadie quiere vivir en una jaula — Agrega Norman con tono serio.
Inconscientemente me llevo una mano hasta la marca que tengo en la muñeca, cuando nos trajeron como esclavos, también nos marcaron como ganado, todos los andresianos tenemos marcado el número de distrito al que ahora pertenecemos, el recuerdo está tan vivido en mi memoria que casi puedo oler mi carne quemándose.
Me sorprende la cantidad de plumas que hay por ahí clavadas, pero no me trago ni por un segundo que sean reales... aunque la sangre fresca en ella sí que lo es.
—Parece que lo logramos —dice Glenn en un suspiro de alivio.
—¿Vas muy seguido de excursión? —preguntó con un asomo de sonrisa tensa mientras inspeccionó los alrededores.
—No, esto es para ganarme mi lugar entre los guardias y poder participar en el torneo — dice el con una gran sonrisa adornándole el rostro — escuche que los candidatos pueden casarse sin tanto papeleo.
—Es cierto, te da algunos beneficios — comentó ajustando las correas de mi mochila.
—Si es que sobrevives — reflexiona Norman con cierto sarcasmo.
—Yo no me voy a morir—dice Gleen con mucha más confianza de la que siento yo mientras se saca una cadena que llevaba debajo de la raída camisa para mostrarnos el anillo que llevaba como dije—Según ella es de mala suerte proponerle matrimonio antes de marcharme, pero no creo en esas supersticiones —besa el anillo y lo vuelve a guardar bajo el cuello de su ropa— soy el hombre más afortunado del mundo.
Contengo un suspiro, aunque puede que eso sea la más romántico que he escuchado en mi vida.
Antes de que pudiera felicitarlo por su compromiso Glenn se desplomó en el suelo, lleve mi mirada hacia el muchacho que yacía en el suelo para encontrarme con la sorpresa de que desde la cuenca de su ojo brotaba un gran charco de sangre que se esparcía con rapidez por el suelo.
Fue derribado de un disparo
Norman rápidamente levantó los brazos e hizo señas, me fije en nuestras pintas, debieron habernos confundido con algún penitente.
—Alto al fuego.
Escuché una voz gutural que le ordenaba a los guardias que se detuvieran, una voz incómodamente familiar.
Nos hicieron entrar al distrito, me sabía mal dejar el cuerpo de Glenn así, no tuve tiempo de preguntarle quien era su prometida o si tenía familia, alguien a quien pudiera avisarle del accidente... ¿Qué tal si era el único sustento de sus seres queridos? ¿Y si ya tenía hijos? Las dudas me oprimieron el pecho, lance una última mirada hacia el cuerpo sería estúpido llevarlo con nosotros, pronto se levantaría como un penitente y querría devorarnos, a estas alturas de la crisis ya ni siquiera hacemos funerales.
Un hombre alto, de tez morena, fornido, cuyos ojos y cabello van a juego en un tono oscuro apareció frente a mí, el dueño de la voz acerada que había escuchado, Nathan Blade, hijo del canciller de Andras y por desgracia mi ex.
—Bienvenida —saluda con una media sonrisa plasmada en la cara.
—¿Qué diablos haces tú aquí? — escupo entre dientes comenzando a sentir sobre mí las miradas de soldados que lo flanqueaban.
—Cuando supe que un grupo de recolectores había salido esta mañana — comento observando a Norman que se había quedado inmóvil tras de mí con un semblante amenazante. —Vine por ti —me dedica una de sus encantadoras sonrisas. —Tenemos que hablar.
Aprieto el bate entre mis manos con fuerzas, cuanto daría por golpearlo con él hasta hacerlo trizas.
—No hay nada de qué hablar— respondo cortante
Estamos sobre el muro, el peor escenario posible para encontrarme con un Blade, si tiene intenciones de dañarme, solo bastaría disparar y empujarme, todos los presentes guardarían el secreto porque les asustaría que les pasara lo mismo.
—Vett hay algo que quiero decirte — Nathan insiste acercándose un par de pasos a mí.
El maldito me saca una cabeza de altura, pero sé cómo derribar a tipos que son el doble de grandes que yo, y tengo a Lucille conmigo, no tengo miedo
El ya no puede hacerme daño.
Pienso tensando cada musculo de mi cuerpo, totalmente alerta.
—Perdón por hacer que arrestaran a tu madre —murmura por lo bajo, con un tono de voz que parece genuinamente apenado.
Un torbellino de emociones intensas, como fuego que me nublaba la mente y me quemaba las entrañas restallo en mi interior, Nathan era un idiota que solo sabía decir mentiras y no le importaba nadie más que él.
—No hables de mi madre — aprieto la mandíbula con tanta fuerza que siento que podría explotar.
—Vamos a un lugar más privado por favor — suplica exasperado viendo que otro grupo de exploradores llega y sus ojos curiosos están al pendiente de ambos.
—¿Para qué tu esposa crea que te estoy seduciendo? —bufo molesta. — ¿Para qué le cuentes a tus amigos como te acostaste conmigo?
La sonrisa repentinamente abandonó su rostro y es reemplazada por una línea tensa en sus labios, quiere que me calle, lo tiene escrito en la cara, pero no pienso hacerlo.
Que se joda.
—Baja la voz, no comiences un escándalo innecesario. —amenaza entre dientes.
—Si no quieres un escándalo, lárgate. —exclamó con fuerza.
— Lo de Carol —carraspea interrumpiéndose al ver pasar a una pareja de chicos a nuestro lado — lo de tu madre, puedo arreglarlo, no puedes odiarme por algo tan estúp...
—¡Ellos no arrestaron a mi madre imbécil, la ejecutaron! — explotó y le gritó sin importar quien esté ahí — no puedes arreglar esa mierda Nathan.
Estuve encerrada un año y ni siquiera pude despedirme de mi madre por su culpa, he ido al infierno y regresado más de una vez por sus grandiosas decisiones, se ve conmocionado, quien lo viera creería que es por la noticia, pero nada más alejado de la realidad, solo está asustado de que otros descubran el suceso.
Podrá verse como un tipo duro vestido de cuero y prendas oscuras, pero eso es solo una fachada, es un cobarde, igual que el imbécil de su padre.
—Vett vamos a hablar — resopla de manera cansina —Aún nos debemos una conversación sobre nosotros.
—¿Nosotros? — rió con incredulidad —Nunca hubo un nosotros, solo un tú, no lo volveré a repetir, apártate Nathan.
Algunos guardias comenzaron a murmurar a sus espaldas.
—¿A dónde crees que vas? —Nathan tira de mi mochila con fuerza en cuanto intento marcharme —¡Dije que tenemos que hablar!
El tumulto de impulsos violentos que trate de reprimir se desata sin que pueda hacer nada para evitarlo, ya no dependía de mí, era memoria muscular, tome el impulso necesario desde mi posición, y tire todo mi peso desde mis caderas hasta mi puño para planteárselo en el lado izquierdo de la cara.
El resultado es precioso Nathan cae desparramado al suelo con la nariz goteando sangre, me ve conmocionado como si no creyese lo que acababa de pasar, pero sí que paso, Sergei me había enseñado bien como deshacerme de los patanes como él.
—Mantente fuera de mi vista, fuera de mis asuntos y fuera de mi vida — advierto en tono sombrío sintiendo escocer mis nudillos — lo nuestro hace tiempo que murió, así que me dejas en paz o despedazare a Lucille en tu adorado rostro de niño rico.
Esto no es ninguna advertencia, sino una promesa, y lo sabe, pues de haber estado presente el día que acribillaron a mi madre, ahora mismo sería historia.
Trate de alejarme, pero los guardias me cerraron el paso, otro obstáculo, solo quiero que esto acabe rápido, ¿Es tan difícil comprenderlo?
—Eres la traidora que estuvo un año en prisión ¿Eh? — me dice uno de ellos, la burla no pasa inadvertida para mí.
—Y tú el idiota al que voy a tirarle todos los dientes si no sale de mi camino. — amenazó con el mismo tono burlón.
Quiero irme, pero por supuesto, he dejado al amable hijo del canciller en evidencia y eso no lo dejara pasar, Nathan me agarra del brazo con tal brusquedad que siento mi piel tensarse, y a tirones trata de arrastrarme lejos, me aterra quedarme a solas con este imbécil, entonces reconozco a Norman que sale de entre la multitud que ha empezado a formarse y hace que me suelte.
—Tranquilo amigo, ella no quiere ir contigo— se interpone entre los dos, protegiéndome —deja a la rubia en paz.
—Apártate — amenaza Nathan queriendo acercarse — esto es un asunto de pareja.
Norman enarca una ceja y lo ve como si se tratara de una cucaracha, su rostro muestra determinación, pero eso a Nathan no le importa intenta acercarse violentamente a mí de todas formas y es entonces cuando el castaño levanta la ballesta y le apunta a la cabeza.
—Un paso en falso y habrá una flecha en tu trasero—advierte Norman con voz sombría— para que lo sepas.
Hay una intensa riña de miradas entre los dos hombres, pero al final parece que la genética de Nathan afecta sus nervios al notar que Norman va totalmente en serio con eso de dispararle, nos dejan ir sí, pero a mí me quitaron la mochila con mis provisiones y la medicina para Rue, cuando traté de explicarles que era para un caso de emergencia, Nathan solo dijo:
—Debiste pensarlo mejor antes de hacer algo tan estúpido, pero estoy dispuesto a dejarlo pasar y perdonarte si te comportas y vienes conmigo
Camine abatida, sintiendo que se me estrujaba el corazón en las costillas, me había arriesgado tanto para que al final me quitaran todo, entre los callejones de Andras con la capucha puesta, solo puedo pensar en cómo estará Rue, siento mis ojos humedecerse por las lágrimas que en vano trato de retener.
—Oye Laufeyson—Una voz masculina me toma por sorpresa.
Casi lo confundo con un guardia, pero solo es un hombre alto, atlético, de cabello castaño oscuro, piel curtida por el sol con toda la pinta de pertenecer a alguna banda de motociclistas. Norman.
Me siento como una loca cuando una sensación de alivio me recorre al verlo, ¿confío en él?, este mundo es duro y lleno de hipocresías, capturar a una fugitiva de una ejecución te otorga muchos, beneficios.
Suficientes para vivir cómodamente como el favorito de los Blade, apretó el mango del bate, una sola señal de amenazas y lo golpeare sin dudar.
—No me gusta deberle favores a nadie—señala con un amago de sonrisa—parece que necesitas esto.
Me tiende un frasco naranja de tapa blanca con una veintena de píldoras en ella, no entiendo de qué se trataba, ¿Quería venderme drogas?, fruncí el ceño consternada, hasta que mis ojos se fijaron en la etiqueta del producto.
Ofev
La medicina que me habían confiscado los guardias del imbécil de Nathan, sentí que el alma me regresaba al cuerpo.
—Gracias —murmuró tomando el frasco, entonces noto que la voz me sale débil, quebrada. —¿Por qué me ayudas? —cuestionó sin entender porque me está cediendo algo tan valioso. — No tengo nada para pagarte.
En teoría sí que podía pagarle, pero no iba a dar ese tipo de servicios, él pareció comprender lo que estaba pensando.
—Carol ayudó una vez a mi hermano con una herida que le costó la mano derecha— aclara viéndome con los ojos entrecerrados— ahora supongo que estamos a mano.
Fue todo lo que dijo antes de marcharse en dirección opuesta a la mía.
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—¡Ugh!, cuando te dije que necesitabas un cambio de look — comentó Ágatha echándome una mirada de asco mientras limpiaba las partes de un arma — no me refería a que se lo copiaras a Ted Bundy, ¿qué diablos te pasó?
—Digamos que me encontré con alguien molesto— respondí con hastío mientras me quitaba la ropa cubierta de sangre y demás cosas que no quería ni pensar que eran.
—¿La bestia cuadrúpeda o el animal de monte? —quiso saber dejando de lado una pieza plateada para acercarme una bolsa plástica
—Esas descripciones me parecen muy leves para lo que son en realidad—me quite la máscara de gas— de no ser por Norman ni siquiera habría podido traer la medicina para Rue.
—¿A qué te refieres?
—Llegó al punto de control a decir no sé qué mierda de que debía perdonarlo y como no quise ir con él, hizo que me quitaran todo lo que recolecte — confesé tensando los labios en una fina línea de amargura.
Los ojos oscuros de Ágatha chispeaban con el brillo asesino de la indignación, le conté todo con lujo de detalle, estaba tan molesta que comenzó a maldecir en italiano, mientras trataba por todos los medios de evitar que fuera a ponerle una mina explosiva en la almohada a Nathan.
Me hubiese gustado decir que el acto de bondad de Norman fue la entrada a no pasar más desgracias aquel día, pero podría decirse que la suerte no me acompaña, y ese no era mi día, ni mi semana, ni mi año, carajo a veces hasta dudaba que fuera mi vida.
Ágatha solía bromear diciendo que Dios les daba las peores batallas a sus mejores guerreros.
No tenía sentido.
Debía haber cometido un error, yo no era su guerrera más fuerte, de hecho, no era parte de los guerreros, estaba casi convencida de que era parte de los artesanos y de alguna forma mi mala suerte llevo a que mi nombre se confundiera con los documentos de la milicia.
Nos dirigí hacia el pequeño departamento de Sara, ansiaba darle las medicinas para Rue, pero no me emocionaba en lo absoluto tener que encontrarme con mi cuñado, aunque según lo que sabía, él no estaría en casa a estas horas.
Grande fue mi sorpresa cuando al entrar me encontré con el tipo jugando al póquer con otros dos sujetos, al parecer perros de Blade porque los tres llevaban la insignia de la guardia.
El lugar estaba en condiciones deplorables, repleto de botellas de cerveza y otras bebidas, el aire en la habitación estaba denso y atestado del humo de lo que sea que estuvieran fumando, como si nunca se abrieran las ventanas, un olor rancio mezclado con el agrio del sudor y otras sustancias se concentraba en toda la habitación, reconocía ese aroma, olía a los polvitos mágicos que a veces Ágatha distribuía por ahí.
Recuerdo claramente estar a punto de sacarlos a patadas, con razón la condición de Rue era tan mala, el humo no era bueno para sus pulmones que ya trabajaban en su máxima capacidad para mantenerla viva, pero apareció Sara y casi nos suplicó que la siguiéramos al dormitorio, sin el delantal y su uniforme de las cocinas se veía muy delgada, y no de una forma halagadora, si no inquietante, en tan solo dos días que no pude estar a su lado se había cortado sus preciosos rizos oscuros a un estilo casi militar.
—¿Tía Vett? — la voz aguda de Rue hace que olvide momentáneamente todo lo que iba a preguntarle a su madre.
Sé que es por su bien, no podemos permitir que se agite, aun así, me afecta verla sentada en la silla de ruedas que Ágatha ha decorado con múltiples pegatinas de sus bandas favoritas para darle "personalidad", Rue empuja las ruedas de la silla en mi dirección con el entusiasmo brillando en sus ojos de tonalidad miel, el color parece regresar momentáneamente a su rostro cuando se lanza a mis brazos a darme un fuerte abrazo.
Me permito regocijarme en aquella gloriosa sensación que solo puede darte el cariño y la admiración de un niño, es como estar en la cima del mundo, solo tiene cinco años y se con toda la certeza del mundo que no hay cosa que no haría por esta niña, me inquieta sentirla tan liviana entre mis brazos.
—¿Cómo te sientes hoy? — preguntó acomodándola nuevamente en la silla — ¿Te duele algo?
—No me duele nada— informa contenta—Tía Vett, ¿a dónde fuiste había pollos de mar?
La pregunta me descoloca, observó de reojo a Sara, que me hace señas para que le siga el juego.
—¿Pollos de mar? —preguntó con fingido entusiasmo al escuchar tan extraño terminó —he visto muchos tipos de aves, pero nunca escuche de esos.
Rue frunció el ceño, casi podía ver los pequeños engranajes de su cabeza ir a toda máquina tratando de explicarse de una mejor manera para que la entienda, al final termino diciendo que su mamá le había dicho que fui de viaje al mar a curar a gente que se había lastimado pero que el viaje era muy largo y por eso me había tomado tanto tiempo volver.
—La tía Aggie me dio estos — comenta Rue en un susurro guardando un par de caramelos en el bolsillo de mi chaqueta—¿Cuando la abuela regrese podrías darle el suyo?
Un nudo se me ajusta con tanta fuerza en la garganta que tengo que tragar con fuerza para aminorar la pena.
—Por supuesto, se lo daré —mentí.
Luego de darle la medicina se quedó dormida, regrese con Ágatha y mi hermana, al instante me fije en lo arrugados que estaban sus dedos, se veían como los de alguien que pasaba mucho tiempo con las manos sumergidas en el agua, pero eso no fue lo que atrajo mi atención en aquel momento si en como la tela de su camisa cedió exhibiendo un brazo amoratado, debí haber intuido que algo no iba bien desde que vi a ese tipo aquí tan temprano.
Sin importarme nada salí fuera a pedirles una maldita explicación, Sara trataba de detenerme aun cuando todo su cuerpo comenzó a temblar profusamente, parecía un chihuahua asustado, sus pupilas excesivamente dilatadas intercalaban de forma rápida entre su esposo en la mesa a mí.
¿Qué diablos había estado sucediendo en mi ausencia?
—No es nada, te juro que fue un accidente, resbale en la cantera y me golpee con una piedra —repetía incesantemente tomándome de las manos con ojos suplicantes.
—¿Y crees que vamos a tragarnos eso? — dijo la peli azul a mi lado con voz sombría.
—Por favor — suplicó Sara — no lo empeoren, se los suplico.
Desde mi posición pude escuchar como él y sus dos amigos parloteaban sin parar sobre el incidente de una amante y el hijo del gobernador en los muros está tarde.
Carajo.
—Tu cara me suena de algo — el tipo fijo su mirada en mí. —¿No te he visto antes?
—Son amigas del trabajo cariño —se apresuró a responder mi hermana, temerosa de que me descubrieran.
—¿Y qué quieren?, ¿no tienen casa? — el tipo apartó sus cartas y se puso en pie.
—Ya se iban, solo las acompaña a la puerta.
—¿Qué es lo que le has dado? ¿Dinero o le dijiste algo estúpido? — fue lo que dijo aquel tipo de forma despectiva mirándome con desprecio. — ¿No estarás inventando cosas verdad?
—Nada, nada, te juro que no he dicho nada Johan — Sara se acercó a él a paso tembloroso. —ella solo pensaba...
El tipo golpeó fuertemente la mesa haciendo que mi hermana se encogiera de miedo, estaba claro que la lastimaba, el muy cretino la miró como si fuera una hormiga.
—¿Pensando? ¿Qué te he dicho sobre eso? — preguntó él poniéndole un dedo entre las cejas de mi consanguínea y dando repetidos golpecitos con él — No necesitas pensar, solo obedecer y traer dinero a esta casa, quiero que estas perras se larguen, ¿Entendiste?
—Sí, sí, ellas se irán, perdóname —Un sollozo escapó por la garganta de mi hermana, tenía los ojos desorbitados y la respiración entrecortada — ellas no regresaran.
De repente, en medio de esa habitación tuve un extraño deja vú, pues ya no veía a Sara y al cretino de los tatuajes, si no a mi madre y al hombre que me había engendrado, la misma posición, las mismas palabras, y yo ya no era una adulta, solo una niña asustada que no sabía cómo actuar en medio de ese caos suplicando mentalmente a Dios que detuviera a ese hombre antes de que lastimara aún más a mi madre.
Fue entonces que volví a la realidad, Dios ni siquiera estaba de nuestro lado para empezar, no haría absolutamente nada, si yo no hacía nada para detenerlo, nadie en esa habitación lo haría.
— ...yo soy un hombre de alto valor, como soporte de la casa, tu rol como mujer solo es obedecer, métete eso en la cabeza, no necesitas pensar en estupideces y menos si vienen de parte de una huye de la justicia.
Lo que creí que sería que sería un feliz reencuentro rápidamente se convirtió en un desastre, no sé en qué momento tomé una botella, me acerque a grandes zancadas y le aseste un golpe en la cabeza con todas mis fuerzas.
La botella estalló en mil pedazos, y más de un cristal se clavó en mi mano, el hombre tambaleó hacia la mesa, se apoyó torpemente en ella, con una mano en la cara y la sangre cayendo desde un gran tajo que se le abrió en el lado izquierdo de la sien.
Sus valientes amigos de juego salieron corriendo por la puerta en cuanto vieron como Ágatha sacó su arma sin el menor disimulo.
—Maldita sea, ¿Estás loca? —bramo iracundo.
—Un poco, así que cuidado —lo señalé con la botella rota— vuelve a ponerle una mano encima y te las arranco.
Sus ojos brillaban del más puro odio, mientras la espesa sustancia se deslizaba velozmente entre sus dedos.
—Haré que te maten —amenazó con voz sombría — y luego me bañare en tu sangre y me daré un festín con tus entrañas.
—Si yo muero te llevare conmigo — escupí entre dientes con la mandíbula apretada preparada para asestar el golpe de gracia.
—¡No lo lastimes, por favor! — Sara gritó apartándome del hombre —estoy embarazada.
Inmediatamente se puso en medio de los dos, una manera algo curiosa de descubrir que sería tía, aunque eso ahora no eran precisamente buenas noticias.
—¿De qué hablas? —pregunté con la respiración entrecortada, desorientada por la bomba informativa que había soltado en el tenso momento.
—Tengo tres meses— agregó en voz baja con la cabeza gacha.
Fue como si me hubiera dicho que ella también estaba siendo condenada a muerte, el bebé no era el problema, no, por supuesto que no, el problema era el padre de la inocente criatura, Sara no podía esperar nada bueno del futuro estando a su lado.
Me pase la mano ensangrentada por el cabello apartando algunos mechones que se habían adherido a mi frente por el sudor con frustración.
—Quiero una familia normal, no puedo estar atada a ti toda la vida Vett, tengo derecho a empezar de cero—vociferó ella antes de que pudiera decirle algo.
—¿Empezar de cero? — grite en un arranque de frustración — ¿con este imbécil?
—Deja de comportarte como si fueras mi madre. —bramo con los ojos acuosos— ella ya no está, ¿no entiendes que no quiero estar cerca de ti? ¿Por qué tienes que ser tan egoísta? No lo empeores más.
Las palabras que había escuchado estrujaron mi corazón como si se tratara de un puño lastimándolo desde dentro, cerré las manos en puños tratando de reprimir, aunque sea un poco de lo que me había estado consumiendo los últimos tres años, pero todo se fue al diablo al ver que me miraba como si fuera alguna especie de animal sarnoso que tiene la rabia.
—¿Yo soy egoísta? — le pregunté sintiendo cada palabra pesar en mi ser.
—Solo vete por favor...
—¡Estuve pudriéndome en la cárcel por todo un año! ¡Lo reprimí todo para no preocuparte! ¡Sacrifiqué mi vida, para que tuvieras una mejor! ... ¡Así que no te atrevas a llamarme egoísta, porque he perdido la cuenta de cuántas veces he puesto tu bienestar por delante del mío!
El sentimiento de traición golpeo con fuerza dejándome sin aire, las lágrimas ardían en mis ojos
—Yo no te pedí que lo hicieras. —Fue todo lo que dijo.
Hice acopio de toda mi fuerza para no perderme, pero el dolor de esa última frase contundente sería algo que arrastraría toda la vida.
Y Sara lo sabía.
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