CUATRO
¡AVISO!
Aqui Herle, vengo ha hacer una pequeña advertencia
si son sensibles a temas como el abuso, la opresion, y el acoso en general
leer bajo su propio riesgo,
Neverland es una historia que toca temas sensibles aveces
pero recuerden, todo es ficcion
✦EL AMOR ES...LA MALDICION MAS RETORCIDA QUE EXISTE✧
Es increíble todo lo que puede ocurrir en una hora.
Sesenta minutos.
Tres mil seiscientos segundos.
Podrá no parecer mucho, pero en mi experiencia personal ese intervalo tan corto de tiempo puede cambiar tu realidad por completo
El sonido rítmico y distintivo de un par de tacones sobre el suelo de piedra marcaban el compás de la marcha de los guardias uniformados como militares, aunque esas ropas probablemente se las habrían quitado a algún cuerpo o la abrían encontrado en el mercado negro, los militares, policías y marinos fueron los primeros en caer luego del ataque inicial.
Desconozco si fueron exterminados por completo, pero era más que seguro que no quedarían muchos alrededor del vasto mundo permanentemente agonizante en el que vivíamos.
Cada extremidad de mi cuerpo pesa como si estuviera hecha de plomo, el cosquilleo del adormecimiento en algunas zonas me advierte que la falta de circulación en mi sangre mientras un par de brazos fuertes mantienen su agarre férreo, mis piernas han cedido y no puedo mantenerme más tiempo en pie, así que solo me dejo arrastrar en dirección a mi nueva jaula.
Mi claustrofobia aumentaba considerablemente al ver como descendimos por unas oscuras y estrechas escaleras, apenas si podía respirar por la compresión de mis vendas, el sudor cae por mi espalda, haciendo que la fina blusa de tirantes grisácea que llevaba se pegara a mi cuerpo como una incómoda segunda piel.
El golpe que recibí en la cabeza me tiene desorientada, se siente como la mañana que desperté y me di cuenta de que el mundo se había ido a la mierda, lucho por mantenerme consciente pero mi vista se oscurece a momentos mientras mi corazón bombea cada vez más rápido en mi pecho, han pasado dos días en los que hubo más explosiones y caos en la superficie, pero hoy parece que todo está en orden.
¿Cómo pasó esto?
Recapitulemos
Al parecer el pajarito que le informó al imbécil de Johan sobre Sara, fue el mismo hijo de puta que guio al canciller hacia el gimnasio.
¿Y quién fue?
Nada más y nada menos que Nathan Blade.
Ojalá usará toda esa energía en cosas más productivas que querer encadenarme a su lado.
¿Tuve la oportunidad de huir?
Por supuesto que sí, aunque llegaron al refugio, podría haber escapado avanzando a gatas entre la multitud, pero el canciller fue más rápido y tomó a Rue sus largos rizos oscuros, la pequeña gritó aterrada mientras él amenazaba con ordenarle a sus hombres que disparen, ¿Qué podía hacer? No iba a abandonarla, ni a ella, ni a Sara, mucho menos a Ágatha.
Fue estúpido, mi primera opción fue irme, la segunda mostrarme y evitar que acribillaran a una niña de cinco años, exprimí hasta la última neurona de mi cerebro en busca de una tercera opción, siempre hay una tercera opción, pero ver la decisión en los ojos de ese cabrón me disuadieron de intentar algo arriesgado, no me quedó otra opción que mostrarme ante él, el imbécil de su hijo, sus estúpidos perros y la multitud a mis pies que me veía como si fuera un enfermo terminal mortalmente contagioso.
—Al fin te encuentro—fue lo que dijo con una gran sonrisa triunfal soltando a la pequeña sin el menor cuidado.
Levanté mis manos en señal de rendición, mientras veía cómo los guardias se acercaban a mí y cerraban todas mis vías de escape.
—Es la traidora
—¿Quién la dejó entrar?
—Debería estar muerta
Los murmullos de la gente asustada comenzaron a burbujear como un brote incontrolable de sarpullidos en la piel.
Vi como Sara se acercaba velozmente hacia Rue y la cubría de manera protectora con sus brazos, el ojo de Blade chispeo con la llama de quien se sabe ganador mientras una sonrisa retorcida se ensanchaba en sus labios.
Era una advertencia, sin decir ni una sola palabra tuve más que claro el mensaje de que si intentaba algo las lastimaría.
—Queridos ciudadanos— elevó su voz sobre el revuelo del gentío — como su gobernante me es imperativo señalar a aquellos responsables de traicionar nuestra confianza y sembrar el caos entre nosotros. — se puso una mano en el pecho demostrando solemnidad ante los presentes —Hoy, con gran pesar, debo informarles que hemos descubierto evidencia irrefutable que señala a la mujer frente a ustedes, Ivette Laufeyson como el arquitecto detrás de los incendios y sabotajes que han devastado los innumerables esfuerzos por mermar la hambruna que azota Andras en estos tiempos de carestía.
Como actor Blade era asombroso, tenía la cara dura de decir que era mi culpa cuando claramente fueron los berrinches de su hijo los que causaron todo esto, la gente fijó su mirada en mí, ni siquiera necesitaba verlos sentía el ardor de las miradas furiosas sobre mí.
Un guardia se acercó con una soga en mano, la idea de ser encadenada otra vez hizo que reaccionará de manera violenta antes de pensarlo siquiera le había dado un golpe con el codo en la nariz al hombre de la soga.
Mierda.
Eso solo hizo que la imagen de mujer sin escrúpulos que Blade había dado hacia la sociedad fuera confirmada.
—Desde el principio, los andresianos han confiado en sus habitantes, para apoyarnos en estos tiempos oscuros, pero, en lugar de actuar en interés de todos, Ivette ha demostrado ser una traidora, un enemigo peor que los mismos ángeles que asedian nuestra existencia, ha puesto en peligro nuestras vidas y nuestras esperanzas de supervivencia. — Continuó el hombre con voz imperiosa.
» No podemos permitir que la traición y la malicia de esta mujer nos detengan en nuestro camino hacia la supervivencia. Debemos unirnos en nuestra determinación de erradicar esta amenaza, ya sea no-muerta, angelical o humana, y asegurar un futuro para aquellos de nosotros que aún sobrevivimos. Por lo tanto, hago un llamado a todos ustedes, mis leales seguidores, a unirse a mí en este momento crítico, juntos, podemos purgar nuestras filas de aquellos que nos traicionan y construir un nuevo orden en el que la traición y el egoísmo sean castigados con la justicia que merecen.
¿Justicia? Casi me echo a reír cuando menciono dicha palabra, no, la justicia no existía en este lugar, tampoco la camaradería que tanto pregonaba su gobernante, lo único que mantenía unida a la gente dentro de estos muros era el terror que compartíamos por no querer ser devorados o depurados.
Una de las bombas de humo improvisadas de Ágatha estalló en medio de la multitud, el manto azulado fue lo suficientemente denso para permitir que me escabullera entre las filas de soldados que me estaban acorralando, vagamente detecte por el rabillo del ojo a un hombre vestido de negro y cuero apoyándome desde la distancia con sus flechas.
El corazón casi se me sale por la boca al ver entre el humo y el caos que se había desatado entre la gente asustada a una mujer alta con cabello rubio largo que corría hacia la puerta trasera con Rue en brazos y Sara siguiéndole el paso, por un segundo creí que mi madre había salido del mismísimo averno para proteger a su adorada hija y nieta, pero una segunda mirada más detallada a sus brazos tatuados me dijeron que estaba sufriendo delirios y en realidad era Ágatha con una de sus tantas pelucas.
Fue gracioso ver como la sangre abandonaba la cara del canciller al ver a otra rubia huir con mis chicas, los fantasmas de toda la gente que sacrificó seguro lo atormentaban seguido, pues ni siquiera noto cuando un segundo después estuve frente a él y lo último que vio fue mi puño frente a sus narices.
Fue impulsivo y descuidado de mi parte, pues Nathan que había estado siguiéndome el paso apareció tras de mí y me golpeó la cabeza con el mango de una escopeta, me atraparon, pero la satisfacción de haber golpeado al idiota mayor no me la quitaría nadie.
Mientras me desvanecía solo esperaba haberles conseguido suficiente tiempo para huir lejos, tan lejos como fuera posible, si se iban y no regresaban mucho mejor, porque una vez que las encontrarán ...las ejecutaría a todas sin excepción.
Por mi culpa.
Culpa
Ese sentimiento estaba tan arraigado en mí que ni siquiera me sorprendía su peso en mi estómago, aunque eso no significaba que evitará el malestar.
El sonido de las pesadas puertas de metal siendo arrastrada sobre el suelo de concreto a medio acabar me regresó a la realidad.
Una mujer alta con el rostro pecoso, y cabello castaño largo, me dedicó una mirada asesina mientras los guardias me lanzaban sin el menor cuidado dentro de la celda, la misma en la que había estado encerrada durante todo un año.
Mi cuerpo impactó con fuerza sobre el concreto, no pude hacer nada para evitar el golpe en la zona lastimada de mi pierna, apreté con fuerza los dientes, lo que sea para evitar que me escuchen gritar por el dolor, el mundo pareció darme vueltas.
—Deberías ser agredida, tu miserable vida se extendió un poco gracias a la bondad de mi esposo — dice la mujer remarcando el final de la frase con clara posesividad.
Me di vuelta como pude hasta quedar boca arriba.
—¿Así es como le llaman a la fijación que tiene conmigo? — gire mi rostro en dirección a la puerta que aún se mantenía abierta. — ¿Bondad?
Clarisse me observaba con el mismo amor que podría tener una persona que se ha encontrado con la sorpresa de que un ratón se ha comido los ahorros de un largo año que guardaba bajo la cama.
—Antes de que te hagas ideas, Nathan es mio — escupió entre dientes.
Lleva su acostumbrada bata médica, aunque no le confiaría ni un gato a esa charlatana, es una matasanos que ante cualquier emergencia corría a ocultarse bajo las faldas de su suegro.
Con razón se llevan tan bien.
—Antes de que te hagas ideas, no me importa—respondo fulminándola con la mirada.
—Siempre tan temeraria — sonrió de manera ladina— espero que lo sigas siendo cuando te envíen a la horca.
—¿Y tú seguirás actuando como santurrona cuando otra de tus amigas consiga un nuevo novio? — le dedique una inocente sonrisa —¿O te lo cogerás en frente de sus narices?
—Grandes palabras para alguien que apenas puede ponerse en pie. — su voz sonó fría y dura.
—¿No son más grandes aún para una doble cara que ama quedarse con las sobras de otros?
Eso pareció molestarla, como todo en realidad, porque todo, era una excusa para liberar su frustración por el matrimonio tan infeliz que llevaba con Nathan.
Clarisse avanzó velozmente hacia mí y me propinó una patada en el estómago.
Encogí mi cuerpo en un intento desesperado de contener el dolor punzante que se extendió por mi torso, dejándome sin aire, me cogió del pelo tirando de un buen puñado de mechones dorados para obligarme a mirarla, apreté los dientes y aparte la vista, bueno tampoco podía hacer mucho más.
Todo mi cuerpo se estremeció hasta ponerme la piel de gallina, la rabia abrió un agujero en mi pecho que rápidamente se llenó de frustración e impotencia por estar atada.
—¿Qué se siente saber que tu patético intento de huida no funcionó? —su aliento rozó mi mejilla — saber que condenaste a tus amigos, a tu familia, — río con ironía — yo no podría vivir con toda esa culpa, en cuanto las encuentren iré a darle una cálida bienvenida a esa niña que tanto proteges.
La ira inundó cada rincón de mi cuerpo, me impulsé y mordí con fuerza su oreja, su grito de dolor fue música para mis oídos, el sabor metálico y salado de la sustancia cálida que caía a borbotones de la herida inundó su cuello, la bata médica que antes tenía un blanco insípido adquirió una linda tonalidad bermellón.
Escupí el trozo de carne lejos, mientras la maldita retrocedía horrorizada sujetándose la zona afectada hacia los guardias que la sacaron de inmediato de la habitación.
—Maldito animal —gritó con el rostro pecoso rojo por la ira.
—Te permito insultarme, torturarme y encerrarme si te da la gana —brame iracunda —pero tócale, aunque sea un cabello y te perseguiré hasta el mismísimo infierno Clarisse, haré que maldigas haber nacido.
Mi voz retumbó como una promesa macabra en las frías y grisáceas paredes del lugar.
El ambiente húmedo junto al calor característico de Andras hacían que este lugar se sintiera como un sauna, tenía la boca ensangrentada, los codos ardiendo y el maldito dolor en mi pierna lejos de mermar, había aumentado considerablemente.
Fijé mi mirada en el techo, la habitación estaba en penumbras, la única fuente de luz era la que se filtraba por debajo de la puerta proveniente de los pasillos.
Las explosiones de ayer me tenían nerviosa, temía que Ágatha y los demás no estuvieran bien, tanto como temía que el techo se desmorone y me aplaste, eso sí sería jodido porque estaría bajo el maldito peso el resto de la eternidad viva, sin que nadie pudiera sacarme de esta cárcel.
No sé cuánto tiempo paso hasta que ahí en la oscuridad y mi ansiedad pensé en todo de un solo golpe: el incendio, la hambruna, mi familia lastimada, Ágatha huyendo, el miedo a no saber qué diablos pasaba arriba y la tristeza de no saber cuándo volvería a verlas, la rabia y la impotencia, comencé a sentir que me ahogaba, como si alguien hubiese puesto una enorme almohada sobre mi cara para impedir que continuará inhalando oxígeno.
Mi corazón se aceleró, las manos me temblaron, el sudor frío bajaba por mis sienes y sentí un gran dolor en el pecho, quise estampar la cabeza contra el suelo, quise liberar todo eso que había arrastrado a la parte oscura y olvidada de mi mente, quise detenerlo todo y solo gritar y berrear hasta perder la voz, hasta que mi cuerpo pierda todas las fuerzas.
—¿Cómo es que llegarías al infierno en esa condición?
Una voz masculina y desconocida sonó detrás de una de las paredes del pequeño compartimiento en el que estaba confinada.
—Apenas si pareces poder ponerte en pie chica—agregó con incredulidad. —El camino hasta ese lugar está lleno de monstruosidades.
—No pueden ser peores que las que vemos a diario — me encuentro respondiendo con sarcasmo antes de darme cuenta.
— Bueno no lo sabrás hasta que lo veas por ti misma, sabionda.
—¿Acaso has estado ahí genio? — cuestionó de malas.
—He estado en muchos lugares— su voz fue bajando el volumen gradualmente — unos más extraños que otros, incluso antes de que todo esto iniciará.
Me arrastre hacia la pared más cercana tratando de incorporarme, pero el dolor en mi cuerpo solo hizo que lograra sentarme, bueno al menos podía hacer eso, las anteriores visitas de Clarisse me habían dejado mil veces peor, hoy era un buen día en comparación.
—¿Quién eres? —pregunté.
—Me llamo Castiel —respondió con voz jovial y más animada — pero mis amigos me llaman Jesús, el mesías, nuestro salvador.
—Hoy en día eso no es muy halagador.
—Por supuesto que lo es — canturrea divertido —la esperanza es lo que aún nos mantiene vivos querida.
El sonido de las explosiones pareció detenerse, y ahora reinaba un silencio preocupante.
—La esperanza no sirve de nada—pegue mi mejilla al frío concreto — ¿necesito recordarte lo que hay ahí fuera?
—¿No eres creyente? — había sorpresa en su voz.
—Bueno, Dios y yo, no tenemos una relación tan buena que se diga, y luego de ver lo que hicieron sus amados ángeles, creo que realmente nunca la tuvo con nadie.
—¿Y si no fue él quien ordenó los ataques? — suelta de repente.
La pregunta abre una enorme interrogante en mi mente, pero rápidamente es aplastada con el peso de la realidad, de mi realidad, una en donde el creador permitía que sus guardianes hicieran lo que les viniera en gana.
—Mira, respeto tus creencias y tu forma de pensar, esta genial que aún en medio de toda esta oscuridad busques la luz — mi voz suena pastosa por el cansancio — pero yo personalmente no quiero saber nada de religión, ¿ok? No me trajo nada bueno antes, no me traerá nada bueno ahora
Sentí un tirón incómodo cuando traté de flexionar la pierna para examinarla, podía ver el corte en mis vaqueros que dejaba mirar el corte en mi piel que ascendía hacia mi rodilla.
—¿No se supone que ejecutaron a todos los reclusos la semana pasada? — pregunté más para mí misma que para él en un intento por calmarme.
Cundir el pánico en un lugar oscuro, solitario, húmedo y asfixiante era la forma más certera de perder la cordura, hubo silencio por un largo rato, y casi temí haber estado hablando sola.
—¿No se supone que te ejecutaron a ti hace un mes? —respondió el extraño con el mismo tono ensimismado que había en mi voz.
—¿Me conoces? — acomodé mi pierna en una posición más cómoda.
—Vaya que sí, todo el mundo en este corral y sus alrededores conoce la historia de la doctora Carol y su hija salvaje — su risa retumbó entre las paredes que nos separaban— Tienes una reputación de temer muchacha.
Apoyé mi cabeza contra la pared mientras cerraba los ojos y ni bien sumergí en la oscuridad los flashbacks me atravesaron como cuchillos.
Los guardias de Blade, los gritos desesperados de mamá suplicando que no me lastimaran, la imagen borrosa de Sara y Rue viendo todo desde la distancia mientras apuntaban las armas contra el cuerpo de nuestra madre y la sangre cubriendo mi rostro.
—No soy salvaje — replique ceñuda
—Como sea, el hombre que gobierna aquí hará que todo el rebaño esté en tu contra de una forma u otra.
—¿Por qué te arrestaron? — Quise saber, se me antojaba gracioso que arrestaran a un hombre que llaman Jesús.
—No lo sé, estaba encargándome de mis asuntos y luego escuché las explosiones provenientes de acá— resoplo de forma cansina — trataba de alejarme del caos y esas aberraciones que llaman penitentes, pero entonces un tipo alto con cara de retrasado dijo que yo había iniciado el fuego y me arrastró hacia los muros.
—¿No eres Andresiano? — me sorprendía estar hablando con alguien de fuera.
—No quiero vivir en una jaula chica. — sus palabras me recordaron lo que había dicho Norman cuando nos conocimos —¿Por qué te encerraron a ti? — ahora él parecía interesado. — quiero decir, dejando de lado que exterminaste a cuatro soldados.
Abrí perezosamente los párpados, la somnolencia me estaba nublando la mente, pero estaba tan preocupada por lo que podría estar pasando arriba que dormir era lo último que necesitaba.
—Porque sabía demasiado.
—Se dé buena fuente que el conocimiento es poder.
Es poder, pero nunca se sabe si uno que te ayudará o traerá destrucción.
El dolor agudo en la base de mi cráneo comenzaba a preocuparme, ¿qué tal si me habían roto algo importante? ¿Y si estaba cambiando? ¿Si estaba infectada?
—... seré un penitente —pensé en voz alta
El corazón se me aplastó contra las costillas, horrorizada por mis delirios, mis pulmones amenazaron con hiperventilarse.
—Puedes calmarte, sé que no estás infectada —asevera Castiel con calma, como si realmente estuviera convencido de sus palabras.
—¿Cómo lo sabes? — mi voz suena al borde de la histeria.
—Porque nadie infectado lucha tan duro para mantenerse con vida.
Quise preguntarle a que se refería, pero el sonido de pasos acercándose me hicieron desistir de inmediato, estaba terminantemente prohibido entablar conversación con otros reclusos, no quería arrastrar a Castiel a mis problemas.
La luz proveniente del pasillo me cegó cuando la gruesa puerta de metal se abrió de par en par.
Torcí el gesto al ver quien era mi visitante.
—Fue difícil encontrarte —la conocida voz de Nathan encendió mis alarmas.
Llevaba unos jeans oscuros y una camisa al estilo demin que remarcaba los músculos de sus brazos y sus hombros anchos.
—¿Qué diablos quieres? — tense la mandíbula
—Como ya te dije antes— le hizo una seña a sus guardias para que me arrastraran hacia la cama metálica de la mitad de la celda— solo quiero hablar — se acercó a paso seguro a mi lado— pero tú no lo haces fácil.
Los guardias me dejaron boca arriba, vi claramente como el imbécil les hacia una seña para que nos dejaran solos, el aroma de su perfume inundó mis fosas nasales, nunca me había gustado por lo fuerte que era, me revolvía el estómago.
—¿Era necesario hacerles tanto daño a personas inocentes? — pregunté de forma mordaz.
—Eso lo causaste tu Vett —acaricio mi mejilla con sus nudillos — si hubieras sido obediente y no hubieras provocado ese numerito aquella vez, nada de eso tendría que haber pasado, pero te gusta probar los límites de mi paciencia, es por eso que ahora no solo tú serás encerrada, esa hermana que tanto proteges y la mocosa también vendan aquí a hacerte compañía.
—Para ser tan insignificante, estorbas bastante ¿Sabes? — Confesé con molestia — jamás las encontrarás, así que si vienes a amenazarme con eso puedes dejarlo.
Una sonrisa retorcida adorno su rostro revelando sus hoyuelos.
—Bueno, gracias a mi es que padre aun no te ejecuta, deberías estar agradecida —su mano apretó mi cara con posesividad. — pero si insistes, no pienso intervenir cuando tu familia sea atrapada, morirán de hambre o serán depuradas en unos días.
Maldije en mi fuero interno.
Agradecida ¿por qué?, ¿por encerrarme?, ¿por acusarme de cosas que no hice? ¿Por convertir mi vida en un infierno? ¿Por darle caza a mi familia como si fueran animales?, él y su padre hicieron que todo el concepto de vivir me parezca un largo y sádico chiste, en donde nunca puedo tener un segundo de paz, es así como he vivido, sabía que no me dejarían tranquila, pero aun así me permití emocionarme de todas formas cuando Sara no pareció reacia a mi idea de marcharnos fuera de estos malditos muros.
—¿Qué eran todas esas explosiones? — me atreví a probar suerte.
—Los guardianes vinieron por los participantes —respondió con simpleza encogiéndose de hombros —pero no parecían muy contentos.
—¿A qué te refieres? — un escalofrió recorrió mi espalda — ¿quemaron todo?
—Aún puedo sacarte de aquí, podrías ver por ti misma lo que sucedió en Andras— poso sus ojos oscuros sobre los míos— solo tienes que demostrar que puedes comportarte y te haré pasar por una de las sirvientas de mi mansión.
Me sentí tentada, no mentiré, pero jamás aceptaría convertirme en su juguete.
—¿Para convertirme en otra de las mujerzuelas con las que te acuestas? — escupí entre dientes.
—No, tu sin duda serias mi favorita, preciosa.
—No me llames así— gruñí, seria.
Nathan sacó una navaja de su bolsillo y la elevo hacia la cinta que sujetaba mi cabello, con un movimiento rápido la corto, las largas hebras de cabello dorado que había recogido cayeron con ímpetu por mi rostro, mis hombros, esparciéndose en la cama.
—Podría teñir tu cabello, por un color más normal, siempre me han gustado pelirrojas — continúo hablando, mientras jugaba con un mechón de mi cabello
—Suéltame, maldito enfermo
—Sé que aun sientes algo por mi Vett — su mano descendió por mi cuello.
—Sí, siento muchas cosas por ti—estuve de acuerdo con sus palabras, removiéndome incómoda por el tacto que solo me provocaba deseos de vomitar.
La esperanza brillo en sus ojos oscuros, acercó su rostro peligrosamente al mío, sentir su aliento sobre mi piel hizo que se me pusiera de gallina, en el mal sentido.
—Dímelo — exigió con apremio
—Siento asco y pena ajena— lo dedique una mirada de muerte —¿ya estas feliz?
El sonido de una fuerte bofetada retumbó entre las paredes del lugar, mi mejilla ardió por el impacto.
—Trato de ser paciente contigo, pero todo tiene un límite — gritó enfurecido— no creas que estaré toda la vida tras de ti.
—Entonces déjame en paz — le grité también tratando de levantarme — deja de perseguirme, puedes tener a cualquiera, olvídate de que existo y acaba con todo este desastre.
—No lo entiendes — se pasó una mano por la nuca con frustración.
—No, no lo entiendo, estas casado, tienes una hija y aun así te empeñas en amargarme la vida.
Nathan me tomó de las piernas y las separo para posarse sobre mi cuerpo, forceje y patalee aterrada cuando sentí todo su peso caer sobre mí.
La habitación pareció estrecharse a mi alrededor, mis manos temblaron, incapaces de hacer algo para detenerlo, cada latido de mi corazón resonaba en mis oídos mientras luchaba por encontrar una salida, pero era inútil, atada como estaba me encontraba atrapada en un laberinto de angustia y desesperación. Su voz se ahogaba en su garganta, sofocada por el terror de lo que estaba por venir.
—No puedo vivir sin ti Vett — dijo entre jadeos depositando besos en mi cuello, y descendiendo hacia mi escote.
— ¡Entonces muérete! — le grite tratando de alejarlo.
Sus manos ascendieron bajo mi blusa, tocando la piel desnuda libre de vendajes en mi abdomen.
El aire se volvió denso, pesado, mientras el miedo se apodera de mis sentidos, todos mis músculos se tensaron, esto tenía que ser una pesadilla, no podía estarme pasando eche un vistazo rápido hacia la puerta abierta, pero a pesar de mis gritos ninguno de los dos guardias trato de interferir.
—¡Quítate Nathan! — grite horrorizada con la voz ahogada, sofocada por el terror de lo que estaba por venir.
La sensación de impotencia me consumía, como si estuviera siendo arrastrada por una corriente imparable hacia un abismo oscuro y sin fondo. Mi mente, un torbellino de pensamientos caóticos, lucha por encontrar una solución, pero cada idea era sofocada por la certeza paralizante de que está sola, indefensa, a merced de este enfermo.
—¿Porque? — cuestionó al tiempo que desabotonaba mis vaqueros, ignorando por completo mis forcejeos— esto solía encantarte.
No, no, no.
Las lágrimas humedecieron mis ojos, cuando lo vi quitarse el cinturón, cerré los ojos resignada ante lo que iba a pasar, solo rogué que fuera rápido, o desmayarme en el proceso para no tener que vivirlo.
El estruendoso sonido de un disparo seguido del grito lastimero de Nathan, me regresaron a la realidad, algo lo derribo de una fuerte patada hacia el suelo.
La sombra de un hombre alto y fornido me asusto, casi me deshago en un mar de lágrimas al ver los fieros ojos azules de Norman que me observan con total asombro, bajo la capucha de su abrigo y el pañuelo que cubría la mitad de su rostro.
—Norman...— trate de decir, pero la palabra me salió en un suspiro ahogado apenas audible por el nudo en mi garganta, mientras el cortaba la soga que aprisionaba mis muñecas.
Me aferre a su chaqueta de cuero con fuerza, sintiendo el irracional miedo a que se marchara por considerarme problemática o que simplemente fuera una ilusión, mis ojos se inundaron en lágrimas, mientras trataba de regular mi respiración, pues mis pulmones amenazaban con hiperventilarse.
—¿Te hizo daño? — me preguntó con apremio.
Negué con la cabeza.
Ni siquiera podía formar una palabra por la impresión, mientras retrocedía sobre la cama tratando de arreglar mi ropa, en el suelo Nathan se presionaba el pecho mientras se encogí de dolor, la sangre rápidamente se extendió por el suelo, aunque dada la oscuridad del lugar solo podía verse como una espesa capa oscura y tan espesa como el aceite.
Norman me lanzo una mirada analitica, notando el deplorable estado en que Nathan habia dejado mi ropa, saco una navaja de su bota y me la tendio, en un principio me quede en shock por aquella accion, pero en cuanto la tuve en mis manos todo se volvio rojo para mi.
No recuerdo bien cuanto tiempo estuve ahi, no recuerdo en que momento me lance hacia Nathan, pero recuerdo sus gritos, sus suplicas, la mirada de horror en sus ojos.....sin duda, este mundo me ha convertido en un monstruo.
Trate de ponerme en pie, notando mis manos cubiertas de sangre, pero mi cuerpo se tambaleó de forma inestable, Norman se quitó el abrigo y me lo dio, el calor proveniente de la prenda me confirió cierta tranquilidad, un sollozo escaló por mi garganta al sentirme protegida.
Me saco en brazos fuera de la celda y me dejo sobre el suelo frente a ella.
—El Zar fue claro con sus órdenes — dijo con voz taciturna sacando un cuchillo de su bota trenzada — espera aquí un momento.
Tras un rápido vistazo a mis alrededores y comprendí porque Sergei confiaba tanto en este hombre, los cuerpos de los guardias que habían venido con Nathan estaban esparcidos por el pasillo, atados de manos y pies como cerdos, Norman se dirigio hacia el cuerpo inerte de Nathan y termino su trabajo, no quize ver, pero el sonido desagradable de la carne y hueso siendo desprendido fue suficiente para saber lo que hacia
—El hijo de perra era rudo. — dijo con simpleza metiendo una bolsa oscura dentro de su mochila, tomo mi mano con delicadeza y me saco de aquella maldita celda.
Me fije en el hilito de sangre que descendía desde su codo hacia su mano, tosca y llena de viejas cicatrices.
—¿Te corto? — me apresure a señalar, buscando algo para detener el sangrado a mis alrededores
—Un poco — vio la herida como si no fuera nada.
Avance hacia uno de los cuerpos de los guardias y arranque un pedazo de la camisa que llevaba uno de ellos, me dolía el cuerpo, estaba temblando como una hoja al viento pero al menos podía hacer esto por él, Norman me vio con cierta cautela cuando me acerque a presionar la herida para parar el sangrado, por alguna razón sentí que estaba tratando con alguna especie de gato arisco que podría sacarme un ojo con sus garras si no lo trataba con respeto.
Pero me salvó de una situación horrible, seque un par de lágrimas traicioneras que se deslizaban por mis mejillas gracias al alivio.
✦✧✦✧
Una mirada bastó para confirmar mis temores al haber estado encerrada los últimos dos días.
Las virutas de ceniza revoloteaban en el aire, la mayoría de edificios estaban carbonizados y el olor a una desagradable mezcla de carne quemada y cuerpos putrefactos lo envolvió todo, fije mi mirada en uno de los muros maltrechos que habían tapiado con escombros y muebles en su gran mayoría.
—¿Qué fue lo que paso? — la pregunta se me escapo en un jadeo.
—El ruido atrajo a una oleada de penitentes— me informo Norman ajustando las correas de su mochila.
Las pequeñas llamas naranjas en medio de lo que alguna vez fue la plaza centrar de Andras aún se mantenían encendidas en algunas partes.
No parecía la vista de un incendio a gran escala, la devastación en las edificaciones era la misma que podrías encontrar en una de las ciudades bombardeadas que se veían en las películas.
Solo que esto no era una película, esto era la cruel realidad.
—¿Los guardianes hicieron esto? — pregunté temiendo la respuesta que escucharía.
—Hicieron que lloviera fuego y azufre — Norman señaló las partes en donde parecía que los metales se habían derretido como si estuvieran hechos de cera — no les gustó que reducirán la cantidad de sus esclavos.
Debía concentrarme en mis prioridades si quería mantener la calma, tenía que encontrar a mi familia, a mi amiga y a Sergei rápido, entre todos seguro podríamos irnos de Atlanta buscar algún lugar seguro en las montañas, los penitentes no iban a ese lugar, podíamos empezar de cero como le dije a Sara.
Quería preguntarle a Norman como estaban todos, pero temía la respuesta así que solo deje que me guiará a través de la devastación.
A la distancia pude ver un pequeño grupo de personas reunidos alrededor de autos y carpas recogiendo cosas de la cercanía, los ojos de todos se clavaron de inmediato en mi presencia, sentí miedo al ver sus rostros cubiertos de cenizas y ojos vacíos, Norman me puso la capucha del enorme abrigo, para cubrir mi cabello.
—Es el camino más corto— dijo en un tono de disculpar que nunca le había oído antes.
El mundo parecía querer aplastarme bajo la presión de este cielo encapotado, nublado y asfixiante, cada paso que daba era un constante recordatorio de que ya nadie en el mundo podría salvarse de la ira divina.
Cálmate
Me dije a mi misma mientras cojeaba tras el gran hombre frente a mí, mientras más avanzábamos, más me encontraba con supervivientes del desastre, agotados, heridos y cubiertos de cenizas, muchas más que la que vi la noche del incendio, era como esa historia de Malakh ... Andras había caído.
No tardamos en divisar una zona apartada en donde reconocí la marca de una polilla estampada en una enorme carpa blanca en medio de toda la destrucción que había a su paso, la marca de SILHAM persistía.
Dentro estaba lleno de catres repletos de personas vendadas en distintos niveles de gravedad, algunos inconscientes, otros llorando por el dolor, o por la perdida, los pocos que tenían conocimiento médico iban de un lado a otro con toallas empapadas en sangre, recipientes llenos de agua y vendas en mano, el caos era equiparable a la inquietud que sentía en el pecho al no ver el cabello azul de Aggie o la piel canela de Sara, ese temor se intensifico pues no veía ni siquiera los rizos oscuros de Rue, tuve que encorvarme momentáneamente para recuperar el aliento, luego de buscar con la mirada por todas partes, pude ver el cabello de un hombre alto y de hombros anchos entre castaño y rojizo en el que comenzaban a aparecer algunas canas recogido en una coleta baja.
Sergei.
Me precipite hacia el sin importarme el dolor en la pierna o que la capucha se me callara dejándole ver a todos mis cabellos rubios, Sergei estaba bien.
El también noto mi presencia
—Liebling— se precipitó hacia mí, estrechándome entre sus brazos.
Poso su mano en mi cabeza y acaricio mi cabellera en gesto paternal.
—Pequeña, cuanto temí no volverte a ver — dijo con su acento marcado y voz suave que solo usaba conmigo y Agatha
Todo el miedo que viví hace apenas unos momentos atada y encerrada con ese enfermo me atacaron de golpe.
—Lo siento...— mi voz quebrada y lastimera, hicieron que me abrazara con más fuerza— lo siento...
No entendía porque me estaba disculpando, no hice nada malo, no fui yo la que quería ser tocada, mucho menos encerrada, pero me sentía culpable por todo lo que estaba pasando.
Me aferre con fuerza a su camisa blanca de botones, hundiendo mi cara en su pecho, no quería que me viera llorar, no frente a toda esa gente extraña, quería que me abrazara hasta que mi cuerpo entendiera que todo estaba bien, que nadie iba a hacerme daño.
¿Cuánto tiempo paso desde la última vez que alguien me abrazo así?, desde que Neil murió, solo había recibido cosas malas, golpes, gritos, miedo, la vida no había sido muy amable conmigo, el nudo en mi garganta se ajustó tanto que tuve que tragar grueso para evitar ahogarme con la pena.
Sé que Sergei estuvo hablando con Norman, pero el sonido de mis propios sollozos no me permitió escuchar nada.
—Mi hermana y Rue, ¿cómo están ella? —lancé la pregunta al aire, aunque realmente no sabía si quería conocer la respuesta.
Pero no hubo respuesta alguna.
—¿Y Ágatha? —quise saber mientras buscaba con la mirada por todas partes su extravagante cabello azul, una vez que pude calmarme un poco.
—Está cuidando a la destructora—respondió Norman mientras seguíamos a Sergei.
—¿Destructora? —cuestione consternada.
—La pequeña de la silla de ruedas — me aclaro. — iba a decirle terreneitor, pero Agatha .... bueno esa mujer tiene un carácter bastante fuerte.
Un amago de sonrisa se dibujó en mi rostro, era un buen apodo.
—Gracias por cuidarla.
Sergei levantó una gruesa cortina blanca y ahí pude ver al fin la mata de cabello azul que comenzaba a volverse castaña en algunas partes porque el tinte comenzaba a desprenderse.
Agatha estaba sentada frente a un catre junto a la silla de ruedas vacía de Rue, suspiré aliviada al ver a la pequeña durmiendo en él.
La peli azul me abrazo en cuanto noto mi presencia.
Me fije en su rostro, tenía el labio partido y el vendaje en su cabeza le cubría toda la frente, acerque intuitivamente mi mano hacia su cabeza.
—Cuidado— evito mi toque —tengo puntos.
La culpa oprimió más mi pecho.
—¿Blade? —pregunté en un susurro.
—El imbécil no salió ileso —me tranquilizo con una de sus sonrisas encantadoras.
—¿Cómo te sientes? —le pregunto Sergei, sentándose en uno de los bancos cerca del catre en donde descansaba Rue.
—Tal como me veo. — se quejó volviendo a sentarse ella también
—Ten —Norman me tendió el arma que había dado por perdida — la guarde para ti.
—Gracias— se lo agradecí mientras veía cómo una señora de mediana edad asistía a otros niños en esta zona.
—¿Dónde está Sara? —pregunté al no verla en ninguna parte.
Sin respuesta otra vez.
Eso encendió las alarmas, cuando nadie responde a tus preguntas en una zona médica puede haber dos opciones.
Uno: es demasiado grave y no podemos salvarla
Dos: murió.
Trague grueso antes de girar mi rostro hacia Sergei, Norman y Aggie.
Todos tenían la mirada fija en el suelo.
—Ser...— di un par de pasos hacia el en un intento desesperado por calmar el galope de mi corazón. —¿Dónde está Sara?
Sergei tomó una bocanada de aire antes levantarse y apoyar sus manos en mis hombros.
—Liebling, sé que esto no es lo que quieres oír, pero tienes que ser fuerte.
—No —dije retrocediendo, sintiendo que la sangre abandonaba mi rostro y mis manos se enfriaban —Tiene que haber algún error.
Carajo esto no puede estar pasando, no otra vez
—¿Sara? — pregunté presa del pánico al no verla por ninguna parte —¿Dónde está?
Salí de inmediato en dirección al lugar que me había señalado Norman, caminé entre los escombros, el silencio en las calles era apabullante, como un zumbido inquietante que llenaba mi cabeza a la fuerza para hacerla estallar.
Quería guardar la calma, no podía perderme en este momento, debía mantenerme serena y arrastrarlo todo a la zona oscura y olvidada de mi mente una vez más.
Una piedra se interpuso en mi camino y me tropecé con ella, callando de cara sobre el suelo, sentía que se me abría un agujero en el pecho, cuyo vacío presionaba mis demás órganos de forma dolorosa
Cada musculo de mi cuerpo gritaba de agonía por forzarlos a mantenerme en pie, hice acopio de fuerza y guardé la debilidad en lo más profundo de mi baúl mental, escuché pasos llegar a mi lado, eran Ágatha y Norman quien me tomó del brazo y me incorporó de un tirón, a veces me sorprendía lo bestialmente fuerte que podía ser un hombre.
Mientras más me acercaba a la mansión de los Blade, más gente veía reunida alrededor de autos y más carpas, recorrí la fila de personas sin importarme que los Blade volvieran a atraparme o culparme por esto, la gente pasaba a mi lado totalmente indiferente, era un alivio no tener que pelear en mi estado.
Me horrorice al notar que había más personas incineradas que vivos a mi alrededor, grite con desesperación el nombre de mi hermana, sin importarme que la gente empezará a verme como si estuviera loca.
El corazón me dio un vuelco violento cuando, de una de las tantas pilas de personas moribundas en el suelo listas para incinerar, alguien con la voz afectada me llamó.
—Vett .... Ivette ....
Era débil, pero lo oí claramente y eso basto, Norman señaló el lugar de donde provenía el sonido lastimero y junto a Ágatha me ayudaron a apartar todo cuanto se interponía entre ella y yo, más de una uña se me levantó de forma dolorosa mientras apartaba los cuerpos de en medio, era grotesco, inhumano y desagradable ver como se me llenaban las manos de sangre y trozos de carne a medio quemar, pero tenía que seguir.
— ...Ya casi, ya casi, tranquila —me encontré repitiendo en voz baja, y ya no supe si era para la persona que me había llamado o para mí misma.
Un estruendoso relámpago atravesó el cielo y dio inicio a un chaparrón, gotas enormes caían como latigazos sobre mi piel, hacía frío, tanto que nuestro aliento se transformaba en nubes de vaho mientras algunos curiosos se acercaban a vernos escarbar entre la pila de cadáveres con morbo.
Cuando finalmente noté el rostro de una de las personas que tanto había querido ver no me sentí aliviada en absoluto.
La sacamos a rastras de la pila con ayuda del castaño y la tatuada, la coloque en una zona despejada del suelo que comenzaba a llenarse de barro por el agua que caía a cantos del cielo.
Sara, no estaba quemada, de hecho, se veía como la última vez que estuve a su lado, pero estaba herida, tenía una mordida en su brazo.
Ágatha la miro con pesar, si hubiera sido algún tipo de herida normal probablemente podríamos curarla o al menos intentarlo, pero la habían mordido, la marca mostraba signos de una infección avanzada, las ramificaciones violáceas ya se habían extendido hasta su pecho, no fue reciente, ni la amputación sería útil.
¿Cuándo paso esto?
Revise la zona, y todo tuvo sentido, por eso no había alegado cuando le hable de irnos fuera de los muros, se estaba despidiendo y yo ni siquiera me había dado cuenta.
Mordí mi labio inferior reprimiendo el grito de impotencia que pugnaba por salir de mi pecho, Sara está infectada no había forma de que pudiera salvarla.
—Duele — la oí murmurar en un lamento con la garganta reseca.
Maldije en mi fuero interno, sin saber que más hacer tome su mano.
—Aquí estoy, no me iré —acaricie su cabeza con cuidado.
—¿Vett? — preguntó con la mirada perdida, ya ni siquiera podía verme.
— Aquí estoy— repetí tomando su mano.
—Aggie trato de ayudarme, pero tuve miedo y hui...la lastimaron y no sé si...
—Aquí estoy — Ágatha la interrumpió con suavidad tomando su mano.
Sus ojos verdes brillaron más que nunca ante la capa de lágrimas que los cubrió.
—Y mi bebé...— quiso saber
—Está con Sergei a salvo—le aseguramos con calma, una fingida por supuesto.
—Vett, no debí decirte todas esas cosas...—Su pecho subía y bajaba de manera agitada— perdóname por pedirte que te fueras, no quería lastimarte.
Quería decirle que todo estaba bien, que eso no importa, quiero pedirle que se quede conmigo, pero era inútil, las palabras no me salían.
Tomó una gran bocanada de aire por su boca, parecía que le costaba horrores respirar, palpe con cuidado su pecho y me horrorice al sentir como una parte de este estaba hundida, como si algo pesado hubiera caído sobre ella doblando sus costillas como papel y obligándolas a deformarse hacia dentro.
—Debes tener cuidado con los manglares, papá dijo que sus raíces romperán el barco, lo sabes ¿verdad? —sus ojos verde oliva se clavaron en el tempestuoso cielo que desataba una lluvia inclemente sobre nosotros — están ahí...nadando ¿Cuidarás el barco Vett?
Debía estar teniendo algún tipo de alucinación por la fiebre que consumía cuerpo a una velocidad acelerada.
—Cuidare el barco y a Rue, no te preocupes.
Una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro, no logró iluminar sus ojos que cada vez parecían enrojecerse más.
—Vett...—llamó casi en una súplica mientras sus ojos se empañaban—no quiero morir.
¿Qué hacía? ¿Qué le decía? ¿Había alguna forma de mitigar el dolor? Mis ojos se desviaron hacia Norman y Ágatha en busca de ayuda, él negó lentamente con su cabeza y ella estaba sollozando.
No había nada que pudiera hacer, ya lo sabía carajo, mi cuerpo temblaba y no era por el frío, era pura impotencia.
—Lo siento, si tan solo pudiera, haría un trato con el Dios al que tanto le rezas y le pediría que nos cambiará de lugar, para que no sufrieran de esta manera.
—Vett — Sara soltó nuestras manos, para quitarse el anillo que mamá le había dado — cuídalo, por favor— sus manos temblaban cuando me lo entregó.
Antes de que pudiera saber qué estaba pensando Sara cerró sus ojos como si estuviera disfrutando de un plácido sueño en medio del invierno, su piel pasó rápidamente del pálido al gris.
—¿Sara? — un sollozo quebrantado por la pena escaló por mi garganta mientras sacudía su cuerpo que yacía lánguido sobre mi regazo. —¿Sara?... Sara abre los ojos .... ¡Sara!
—Vett, mírame — me pidió Norman
Le grité al cuerpo en mis manos, le grité hasta quedarme afónica, una parte de mi me decía que si seguía gritando ella iba a despertar ...pero era inútil.
—Vett — Norman me tomó en sus brazos y quiso apartarme del cuerpo.
—No, espera ... —le suplique sin poder evitar derrumbarme—. yo aún — tuve que hacer una pausa para respirar — aún no...
¿Dónde quedaban todos nuestros planes? ¿Qué haría yo sola ahora? ¿Cómo pude permitir que pasara esto?
La gente que antes me había parecido solo una cuantas se arremolinaban a mi alrededor como si la muerte de mi hermana se tratase de un espectáculo público.
—¡Lárguense de aquí! — Grito Ágatha tratando de cubrirme con su cuerpo.
Pero fue inútil, los murmullos eran arrolladores, demasiadas voces, demasiadas miradas, demasiado todo, dolía, ni siquiera estaba sangrando, pero dolía incluso más que ser cortada por la espada de un ángel.
—¿Que es todo este alboroto? — una voz se alzó entre la multitud. —¿Por qué no queman los cuerpos? ¿Quieren ser su cena?
Conocía tan bien esa voz, escucharla solo me hizo confirmar el profundo odio que sentía por el
Clarisse apareció ante mí, apartando gente sin el menor cuidado.
—¿Laufeyson? —preguntó presa de la confusión como si no creyera lo que veían sus ojos.
Por supuesto que no lo creía, yo debería estar encerrada con los otros reclusos en el pozo.
Lo último que quería era hablar con ella, de hecho, no creí tener fuerza para hablarle, así que, si venia por mi esta vez con intenciones de matarme estaba bien, no lucharía, ya no quería pelear.
O eso creí porque en cuanto la vi acercarse saque el arma que me había confiado Sergei, quité el seguro y le apunté directo entre las cejas.
Memoria muscular.
—Apártate de mí vista—advertí con voz sombría — tú y todas estas sanguijuelas, largo.
Todos retrocedieron en cuanto vieron el metal brillante que resplandecía de manera argenta y la decisión en mi mirada.
El tiempo parecía ir más lento ahora, todo a mi alrededor se escuchaba de manera amortiguada, como si me hubieran envuelto en una especie de burbuja blindada o algo así, las gotas de agua seguían cayendo sobre mí, hasta que repentinamente se detuvieron, gire mi rostro apenas unos segundos a la izquierda y ahí estaba Ágatha, sosteniendo una sombrilla en silencio.
—No puedo permitir que te enfermes— murmuró en voz baja, mientras se pasaba una mano por él cabello húmedo que le había cubierto la frente.
—Tu herida — grazne fijando mi mirada en su vendaje.
—eh estado peor—sonrió de manera ladina, aunque la sonrisa no le ilumino la mirada— no te preocupes.
Estuvimos en silencio, solo ahí, yo con la mirada perdida y ella cubriéndome de la lluvia a pesar de que ambas ya estábamos empapadas.
Norman estaba frente a nosotros, en guardia, el canciller no había dado señales de vida, pero estábamos en su territorio.
El cuerpo hasta ahora inmóvil de Sara convulsionó levemente, fue un movimiento apenas perceptible, pero era yo quien la había mantenido sujeta de la mano, así que le hice una señal a Norman y Aggie para que se apartaran, primero fue un leve movimiento en su cabeza, luego las manos, los brazos, tan sutiles y rápidos que podrían confundirse con tips nerviosos acompañados de un crujido inquietante.
Me levanté con cuidado y retrocedí algunos pasos, al tiempo que el cuerpo frente a mí se retorcía de forma antinatural para ponerse de pie.
Una persona tras de mí dijo algo que no alcance a entender, vi a un hombre asustado apuntándole a mi hermana y antes de que pudiera hacer algo le disparé en el brazo
—¡Mantente fuera de esto! — le grite.
Los gruñidos y gorgoteos inentendibles de Sara resonaron como un eco dentro de mí, se veía desorientada, aquellos ojos verdes que antes habíamos compartido ya no estaban más, ahora eran orbes inyectados en sangre, había llegado el momento.
—Sara— llame su atención al ver que olfateaba el aire girando su cuello de manera extraña.
Su atención se fijó en mí, su mandíbula colgaba y el líquido oscuro y espeso que tanto había visto en otros no-muertos ahora salía de ella.
—Sara lo siento, perdóname por no haber estado ahí— el peso de la culpa se instaló en mi estómago —siempre pensé que habría más tiempo.
Todos los demás supervivientes ahogaron un grito cuando vieron como Sara empezó a arrastrar los pies en mi dirección.
—Ahora estoy aquí, no importa, si cambiaste, si me olvidaste —tome el arma nuevamente y apunte a la cabeza — te amo, más que a nada, más que a nadie.
El sonido del disparo sonó fuerte en medio del silencio repentino de aquel atardecer, haciendo que algunas aves cercanas emprendieran el vuelo asustadas.
Ahora era real, había muerto, no volvería más.
No volvería más
No volvería más
No volvería más...
Los pulmones me ardían por la falta de aire, estaba segura de que respiraba, pero no daba abasto
Caí de bruces al suelo, que alguien me golpee, quiero morir, que me pase algo, que me acuchillen, que me pongan ventanas, que me pongan puertas, que alguien se apiade y las habrá, porque me estaba asfixiando dentro de mí misma.
Pude escuchar a lo lejos a una mujer sollozar y berrear como si creyera ser el ser más miserable en toda la historia, lloraba de manera desgarradora, ¿qué diablos hacía? Los penitentes llegarían en cualquier momento por el ruido, que alguien la callara.
No fue hasta que sentí una mano sobre mi espalda que supe que quien lloraba todo este tiempo era yo, aferrada al cuerpo sin vida frente a mí.
La vista se me nubló.
Para cuando recuperé el sentido otra vez me encontré arrastrando el cuerpo de Sara, fuera de los muros, hacía un agujero en la tierra.
Ágatha tenía el cuerpo cubierto de tierra, y trataba de sujetar los pies del cuerpo.
—Vett debería...
—Yo puedo —interrumpí antes de que la tocara —yo puedo...yo puedo....
—Déjame ayudarte, estás herida. —insistió.
—Por favor...— mi voz se quebró.
A regañadientes acepto mi pedido.
Los minutos se volvieron horas bajo la lluvia mientras cubríamos el cuerpo, Ágatha improviso una lápida, no sé cómo mi cuando, pero lo hizo.
Mientras volvíamos a la carpa en donde estaban Sergei y Rue, la lluvia se detuvo, un glorioso atardecer dorado comenzó a teñir el cielo, matices naranjas, rosas y violetas lo adornaban, maná estaría furiosa, papá probablemente triste...les falle a los dos, no cumplí con mi palabra.
Es increíble todo lo que puede ocurrir en una hora.
Sesenta minutos.
Tres mil seiscientos segundos.
Podrá no parecer mucho, pero en mi experiencia personal ese intervalo tan corto de tiempo puede cambiarlo todo, pues fue el tiempo que le tomó a Sara cambiar.
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