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CINCO

¿QUIEN FUE EL IDIOTA QUE DIJO "UNIVERSO SORPRENDEME"?


17 de septiembre, 2019

Hola,

Sé que ha pasado un tiempo, voy a ser sincera, me olvide de ti.

Luego del ataque de los ángeles, estuvimos moviéndonos todo el tiempo, vimos cosas horribles, pero pasó algo, algo bueno, finalmente hallamos un lugar seguro, bueno, los guardianes nos trajeron acá, a una comunidad rodeada de muros.

Mi hermana no confía en que podamos quedarnos, tampoco en la gente que nos rodea, se la pasa sin dormir vigilando la puerta por las noches, a veces quiero acompañarla, pero solo me sonríe y dice que vaya a dormir, que necesito estar fuerte para Rue.

Quisiera poder gritarle, decirle que descanse, que no me ceda su comida a mí y a mamá, que puede estar en paz, que yo también puedo protegerla, pero luego de lo que tuvo que hacer para mantenernos a salvo, sé que no me escuchara.

Desde que papá falleció, ella no ha sido la misma.

Mamá cree que podemos transformar este sitio en un hogar, dice que la tierra es buena y que podemos cultivar sus amados tomates cherry en macetas y cambiarlos por otros alimentos, dejar de correr y revolver en la basura.

Rue continúa creciendo, su enfermedad se ha mantenido bajo control, pero estamos cada vez más preocupadas por su desarrollo, necesita un lugar seguro, techo y comida, el resto de nosotras solo necesitamos un lugar donde poder vivir.

Ayer desperté en una cama, nuestra propia cama, en nuestra propia habitación, sin peligros acechando, pero tengo mi moral y la pistola que me dio el señor Sergei, me da miedo hacerme ilusiones, no sé si podamos quedarnos aquí realmente.

El asunto es que he empezado a creer que es más fácil simplemente tener miedo, y mi hermana piensa igual, pero esta mañana Mamá dijo algo:

Si no tienes esperanzas, ¿para qué vives?

Mi hermana cree que es una estupidez, pero yo creo en las palabras de mi madre, así que deshice mi equipaje y te encontré, y voy a empezar a escribirte otra vez.

Y esto lo escribo porque uno debe escribir lo que desea para que se vuelva realidad.

Vett podrá descansar.

Rue se recuperará.

Y mamá dejará de estar triste por papá.

Podemos vivir aquí.

Podemos vivir aquí por el resto de nuestras vidas.

Sara. M

El viento meció mi cabello, despeinado la trenza que me había hecho, SILHAM había levantado un pequeño campamento, dentro de uno de los edificios en obra gris que aún estaban en pie, usando autos y escombros como murallas para evitar que los penitentes se acerquen a nosotros, el lugar estaba espectralmente silencioso, era tarde, todos debían estar durmiendo yo por otra parte he subido al techo de la casa rodante que me habían asignado.

Me removí incómoda en la superficie lisa del vehículo, ya no sé cuántas veces he leído esta nota, aquí tirada sin moverme, luego de que ella partiera, Aggie encontró un pequeño libro en su departamento, milagrosamente no se había consumido con las llamas como todo lo demás, Rue estuvo feliz cuando lo vio, pues era un cuento que ella adoraba.

El principito.

Resulta que entre las páginas se encontraban escritos algunos pensamientos que se guardaba para ella misma, un diario.

Era a su vez un alivio porque había una prueba de que ella estuvo aquí y una tortura, porque sabía que no había forma de que regresara.

Tomó una bocanada de aire, siendo totalmente consciente de cómo me llena los pulmones, siendo consciente del dolor en mi pecho, instintivamente me llevé una mano a los vendajes, el miedo a dividirme a la mitad jamás terminará, la herida ha cicatrizado, lo sé, empiezo a creer que es algo más bien psicológico, es una lástima que no existan psiquiatras en este lugar, en todo caso no podría pagarlo.

He decidido vigilar los alrededores desde mi posición, sé que no es necesario pues hay más gente vigilando, pero se de primera mano que nunca está demás ser precavido.

En cierta forma era hasta nostálgico, el peso del arma entre mis brazos, mis músculos en tensión, mis manos apretando el mango del fusil y mis dedos cerca del gatillo, listo para ser accionado a la menor amenaza, me recordaba a las noches que pasaba en vela cuando todo esto empezó.

La noche reinaba con un cielo despejado, la luna iluminaba todo con su luz argenta, los escombros de los edificios aledaños se veían como picos siniestros, en algunas partes el azufre aun liberaba vapores, al ser seres celestiales supongo que el fuego que usaron para crear semejante destrucción debe ser especial, para cuando sentí las piernas adormecidas concluí que sería una noche tranquila.

Los penitentes se habían movido como un rebaño lejos de Andras, pero aún quedaban algunos rezagados por ahí, la cantidad suficiente para que fueran una amenaza, si le disparas en la cabeza a uno caerá por supuesto, estará en un profundo estado de shock inmóvil un par de horas, pero enseguida se levantaría, así que habíamos estado disparándoles a las piernas y luego rematándolos con cuchillos en el piso, para arrastrarlos lejos de nuestra locación, su rapidez era una molestia.

Tome la bolsa que tenía guardada hasta el fondo de mi mochila y vacíe su contenido sobre la superficie blanquecina de la casa rodante que relucía en la oscuridad.

Los botes de medicina caen uno tras otros junto a tabletas sueltas de píldoras, me tomo un momento para analizarlas en silencio, sonrió ante el absurdo pensamiento de tomar un puñado de ellas tragarlo.

No seas estúpida, sabes que no te matará.

Me recordé a mí misma, de todas formas, un intento de suicidio seria solo desperdicio de valiosos suministros médicos para Rue, tomo las tabletas, son lo que conseguí ayer en mi visita a una gasolinera más o menos cerca de aquí, tenía una farmacia incorporada, me alegré cuando encontré la medicina que retrasa los síntomas de la fibrosis.

Pero esa felicidad rápidamente se convirtió en temor.

He revisado todos los botes de medicina que recolecte, las dolencias de Rue podrían empeorar otra vez, no hoy, ni mañana, pero pasara, lo sé, y es por eso que estoy tan desesperada, siento la ira calarme los huesos al leer la fecha de caducidad del bote que tome, lo marca como vencido.

Otro más, ¿cuántos han sido ya?, me pasó las manos con desesperación sobre el cabello resoplando hastiada, de los seis que logre encontrar sellados y en buen estado solo dos de ellos se han salvado ...por un mes de diferencia.

Han pasado tres años desde que inició este desastre, mis chances de encontrar medicamentos aptos para la enfermedad de mi sobrina son cada vez más limitados, con cada día que pasa una nueva tanda se vence, y la fibrosis avanza, ya está en una silla de ruedas, si la situación empeora ni siquiera podrá levantarse de una cama.

Este maldito mundo le ha robado todas y cada una de las oportunidades que tenía para vivir una vida normal, feliz, y estable.

Siento un leve temblor en mis manos ante la idea de que llegará el día en el que no podré frenar su dolor con simples píldoras.

Arrastró el pensamiento desagradable de perder a mi Rue, a la parte oscura y olvidada de mi cabeza, ahora no puedo darme el lujo de torturarme con ese tipo de cosas, que me molesten cuando tenga suficiente tiempo, suficiente medicina, suficiente comida, y un sitio seguro en el que dormir sin tener que estar montando guardia.

Pero eso no basta, aunque encierro aquellas cosas negativas lejos, dejan rastros, siento el violento impulso de querer golpear algo por la impotencia, tomo el último de los botes de medicina caducada y lo lanzó con fuerzas al suelo.

—Ouch.

El quejido me tomó por sorpresa, ¿no se supone que todos estaban durmiendo?

—¿Qué diablos...

Es la voz de un hombre.

A gatas me acerque al borde del techo, con cuidado de no resbalar por la superficie lisa, lo último que necesitaba era un cuello roto.

La luz de la luna ilumina la silueta de un hombre, uno que lleva una camisa a cuadros a la que le ha arrancado las mangas, y revelan un par de brazos fuertes y bien tonificados.

Diablos, que buen cuerpo.

En un apocalipsis, no hay punto medio, o estas delgado y desnutrido viéndote raquítico, por la escasez de comida, o eres parte de la sociedad privilegiada que sufre sobrepeso porque acapara puestos de poder y por ende el flujo de suministros.

Es muy raro ver físicos como estos, a no ser que sea el de un ángel.

Me doy un buen taco de ojo, después de todo para eso nos los dieron, para ver y este tipo de maravillas ya no la vez dos veces en la vida.

Hasta que en la penumbra de la noche mi mirada y la del señor músculos se encuentran, siento un escalofrío al saberme descubierta, una de sus manos presiona la coronilla de su cabeza, sus fieros ojos se clavan en mí.

Casi me da algo cuando reconocí a Norman a juzgar por su expresión está bastante cabreado.

—¿Qué haces ahí? — pregunté, pero mi tono sonó más como un reclamo.

—Lo mismo podría preguntarte yo a ti — responde, con una mezcla de susurro y gritó apuntándome acusadoramente con la cola de una de sus flechas.

—Vivo aquí

Norman, apartó la mirada y busco con sus ojos algo en el suelo, cuando vio el bote naranja de tapa blanca en el suelo con varias píldoras desparramadas, levantó el rostro hacia mí, con el ceño fruncido.

—No pensarás...

—No quiero morir— aclare cortándole el discurso a quemarropa

Bueno la verdad es que a veces me lo planteaba, pero entonces recordaba que si algo me pasaba Rue estaría sola y sufriría... como yo

—Bien — se limitó a decir mientras ponía la flecha en su ballesta y tiraba de la cuerda de esta para posicionarla en el lugar correcto — porque sería una reverenda estupidez.

El silencio volvió a reinar, note como mantenía su mochila a su lado, estaba completamente vestido y alerta frente a la casa rodante.

Se bien que Sergei le ordenó cuidarnos, pero esto....

—No me digas que te obliga a dormir aquí fuera— dije horrorizada ante la idea.

—¿Qué? — enarco una ceja cuando señalé la mochila con un gesto de la cabeza — no, solo iba de paso, y quise revisar el perímetro.

Tanta calma en medio de este infierno pone tensos a los que lo han experimentado de primera mano.

—¿Eras un cazador? — le preguntó dubitativa al ver cómo me mira con extrañeza — quiero decir — carraspeo, nerviosa, Norman no habla mucho y tiene cara de que podría matarte si le haces perder la paciencia — esa vez en el frigorífico, hablaste de Malakh.

El castaño se irguió.

—Malakh solo estaba de paso — dijo chasqueando la lengua — aprendí algunas cosas allí, pero no era ningún cazador, al menos no de animales.

—¿Qué cazabas entonces? — me sentí curiosa, ¿cuánto había pasado desde que algo me generó interés?

El torció el gesto como si pensara que era una tonta, y luego resoplo de manera burlona cuando casi me resbaló del techo.

—¿Cómo es que aprendiste tú? — preguntó señalando el rifle que colgaba de mi hombro. — no eres cazadora, pero me han dicho que tienes buena puntería.

Me removí incomoda tratando de alejar los recuerdos del tiempo en el que estuve fuera de estos muros, tratando de cuidar a mis seres queridos.

—Mirando a otros, algo de suerte, prueba y error ya sabes — fije mi vista en los capos de los autos a nuestro al rededor — si no conseguía algo para alimentar a mi familia, ellas morirían de hambre.

Norman asintió con gesto pensativo.

—¿Mirando a otros? — quiso saber con una ceja enarcada.

—Mi papá era militar, aunque a mi madre no le gustaba que me enseñará sobre armas.

—Bueno Carol era una santa entre santos — comentó por lo bajo — pero estaría orgullosa, no muchos aguantarían todo lo que pasaste rubia, eres una guerrera en plena forma

Mis labios se curvaron en lo que podría ser un fantasma de mi primera sonrisa en toda la semana, pero no llego a tanto, los músculos de mi cara se resentían y luchaban por no flexionarse ante la emoción positiva que estaba generando esta charla.

Ojalá tuviera el valor para seguir hablando de lo genial que era Neil o de lo compasiva que era mi madre, pero no tenía la fuerza, era como remover una llaga con el dedo y estaba comenzando a sangrar, pues él peso de la pérdida en mi pecho seguía persistiendo con aplastarlo.

—¿Qué son? — preguntó pateando el bote de píldoras bajo la casa rodante.

—Es para la fibrosis — respondí en un hilo de voz. —pero están caducadas. — mi tono se tornó sombrío.

Norman no dijo nada, de hecho, estuvimos un buen rato callados, solo escuchado el viento mecer las hojas de algunos árboles cercanos.

—No hay penitentes cerca —le informe rompiendo el silencio finalmente y mostrándole los binoculares que tenía a mi lado.

—No son los penitentes de lo único que tienes que preocuparte — dijo con seriedad — ya sabes, por malas que sean esas cosas al menos son predecibles, son las personas normales las que asustan.

—Lo sé.

No era tan estúpida como para no saberlo, en este nuevo mundo ser despiadado era el día a día, es matar o morir veinticuatro siete, existen grupos crueles por ahí fuera que preferirías evitar más que a los propios penitentes, porque si te cruzas con uno y eres un chico te matarán y si eres una chica, bueno, harán que desees estar muerta.

Antes de que los ángeles llegarán a empeorar más nuestra situación ya podías ver por la calle cuerpos de muchachas desnudas, dando tumbos por ciudades desoladas convertidas en penitentes con las inconfundibles marcas del abuso aún presentes en su cuerpo.

A veces no sabía quiénes eran los verdaderos monstruos aquí.

Recogí todos los medicamentos y me eche el morral a la espalda, Norman no se iría hasta asegurarse de que estaría a salvo en la casa rodante, a regañadientes baje por la escalinata en un costado del vehículo.

—¿Qué rayos te pasó? — exclamé sorprendida al pasar cerca de él y ver una de sus mejillas algo hinchada

—¿Por qué no le preguntas a tu amiga? — Norman frunció el ceño, parecía indignado por el recuerdo.

No me dijo a qué se refería, en cuanto estuve dentro de la casa rodante vi por una de las ventanas como se marchaba en la dirección contraria, perdiéndose entre las tiendas de campaña y otros autos.

Los ronquidos de Ágatha inundaron la estancia delatando su cansancio, ha estado yendo de un lado a otro con grupos aleatorios, Sergei quiere combustible y ella se encarga revisar que sea útil aún, porque la gasolina luego de tres años podría haberse alterado y todo nuestro esfuerzo arreglando autos no iba a desperdiciarse solo por un descuido.

Me senté en el asiento del conductor y lo recline lo suficiente para estar cómoda, pensé en quitarme las botas, pero si algo pasaba y teníamos que huir el tiempo que me tomará calzarme los zapatos podría ser el tiempo que le tomaría a los penitentes acorralarnos y devorarnos.

Saque nuevamente el libro de Sara y busque entre sus escritos, no podría dormir ni, aunque lo intentará.

Aunque no lo dice, Sergei ha querido permitir que viva mi duelo, la pérdida de un familiar siempre es difícil de superar, pero yo sé que no puedo darme el lujo de regodearme en mi miseria, tengo que seguir, sobrevivir de cualquier forma, vivir por cojones, aunque mi cuerpo quiera tumbarme la cama todo el día.

Me aterra, pero sigo teniendo una vida entre mis manos, el dolor o lo que sea que haga que el tiempo se sienta insoportablemente lento pueden esperar.

La tarde ha caído nuevamente y ni siquiera lo note, como todo últimamente, me siento sumida en un constante espiral de confusión, las voces se sienten lejanas, mi cuerpo pesa aun cuando mis heridas ya están curadas.

Debo despabilarme, hoy hay una reunión general entre las almas perdidas de SILHAM, y eso rara vez pasa ya que no suele mucho que debatir, Sergei dice rana y nosotros saltamos, ocasionalmente hay peleas entre los chicos, pero eso es normal, están hartos de comer vegetales y granos, la falta de carne y un estómago saciado puede poner a la gente irritable.

Parece que el karma existe a pesar de todo, los andresianos que guardaban la esperanza de que su adorado gobernador les diera instrucciones, una solución, lo que sea para mitigar sus temores, poco a poco comprendieron que estaban a su suerte, como hojas marchitas al aire.

Esto les afectó a todos por igual, excepto a los devotos y a Blade pues es como si la tierra se los hubiera tragado, no hay señales de que ayudarán a otros, tal vez estén atrincherados en sí mansión, tal vez fueron carbonizados, en el mejor de los casos.

No quiero saber nada de esa gente, exterminaría hasta al último de ellos si pudiera.

Las piernas me están matando, estuve montando guardia toda la tarde, me siento en el suelo alrededor de la fogata, la oscuridad de la noche envuelve el campamento improvisado, las llamas parpadeantes arrojan sombras inquietantes sobre nosotros, y el viento susurra secretos entre los árboles.

Con cada chispa que salta, puedo ver los rostros tensos de mis compañeros supervivientes, iluminados por el débil resplandor de nuestras linternas improvisadas.

Es el miedo al cambio, lo siento en mis huesos, tanto que podría hacer que mi sistema explote.

El murmullo de la gente compartiendo historias de desafíos superados, recursos escasos y planes para el mañana incierto, reemplaza más o menos bien el sonido distante de las criaturas nocturnas que nos recuerdan constantemente el peligro que acecha más allá de nuestro pequeño refugio.

—¡Cállense! —vociferó Sergei elevando su voz sobre los murmullos de la gente.

Era gracioso ver como imponía respeto aun cuando tenía a Rue en brazos y esta había hecho de las suyas con él, las pegatinas de estrellas y caramelos resultaban sobre su piel olivácea pero su rostro seguía percibiéndose severo.

—Gracias, ahora que tengo su atención me es imperativo hablarles sobre un tema que a todos nos ha estado inquietando — carraspeó observando a toda la gente que permanecía sentada esperando sus instrucciones —Sé que muchos de ustedes están preocupados por nuestra precaria situación, este sitio nos había brindado un lugar seguro lejos de amenazas.

Cada una de sus palabras resuena como un eco en el aire tenso que nos ha estado rodeando desde que esta mañana anunció que hoy marcaría una diferencia, entre lo que habíamos sido y lo que podíamos llegar a ser.

—Pero es hora de aceptarlo, al igual que Malakh, Andras ha caído —su voz es firme pero tranquila — sin los campos de cultivo y los almacenes vacíos no hay nada rescatable de este lugar, así que es momento de partir.

Nadie dice nada, los ojos de todos están fijos en Sergei, su figura se recorta contra el resplandor anaranjado de las llamas, el crepitar de la fogata es lo único que rompe el silencio.

—No es una orden como tal —aclara con una mirada que refleja nada más que determinación — no soy su gobernante, ni su dueño, ustedes han aceptado seguirme a pesar de todo, pero esto es diferente, el camino será peligroso e incierto —su tono está lleno de autoridad pero guarda silencio entre cada declaración, esperando a que alguien dé a conocer su opinión, alguna queja, algo con lo que no esté de acuerdo — Confío en cada uno de ustedes, en su valentía y determinación para enfrentar cualquier desafío que les obligue a encarar el destino, pero no obligar a nadie a seguirme en esta travesía.

Una mujer que se había mantenido callada sentada a mi lado levantó una mano pidiendo tomar la palabra.

Sergei asintió en su dirección dándole la confianza necesaria para hablar.

—¿A dónde iremos? — preguntó en un hilo de voz.

—Al sexto distrito, Simeón— declaró Sergei — no es un secreto para nadie que necesitamos suministros médicos, hay heridos de gravedad entre nosotros, y personas con condiciones crónicas — señaló a Rue con un gesto de la cabeza — como esta belleza entre mis brazos.

Mis ojos buscaron ansiosos el gris tormentoso de su mirada, una de las comisuras de sus labios se elevó ligeramente mientras me guiñaba un ojo con complicidad.

Giré mi rostro en dirección a Norman, seguro le contó sobre las pastillas de Rue, el castaño estaba arrimado en una de las columnas de la construcción con los brazos cruzados y su habitual cara de pocos amigos, cuando notó mi mirada una risita de suficiencia apareció en su rostro, pero tan rápido como apareció se esfumó.

El corazón se me aceleró, mis manos temblaron mientras me sujetaba el pecho, Simeón es conocido por todos como el distrito médico, un centro de control de enfermedades, ahí están los mejores doctores de estados unidos, obligados por los ángeles distribuyen medicinas a todos los demás distritos y acogen a los heridos, si íbamos ahí entonces Rue...

Sentí mis ojos humedecerse por las lágrimas, Ágatha me dio un par de palmaditas en la espalda.

—Sin lágrimas— susurró a mi oreja — no habrá más funerales para ti, Laufeyson.

Asentí en silencio, fue inútil fingir que la noticia no me había conmocionado.

—¿Cuándo partiremos? — la misma mujer que había hablado antes volvió a hablar.

—Partiremos al amanecer — contestó el hombre con simpleza — como ya dije, nadie está obligado a...

—Ay ya cállate, sabes perfectamente que te seguiríamos hasta al infierno —interrumpió una voz entre alguna de las filas traseras — ¿oh no chicos? —preguntó a la multitud.

Todos respondieron al unísono que sí, incluso yo, sintiéndome emociona por primera vez en semanas, vitoreamos a un sorprendido Sergei que no se esperaba en absoluto aquella respuesta, pero estaba claro que la merecía, la mayoría en SILHAM eran marginados, de escasos recursos, desechables para los andresianos, almas perdidas como nuestro emblema decía, podríamos tener nuestras diferencias, y peleas, pero todos nos daríamos una mano amiga cuando la necesitáramos y todos seguiríamos a Sergei, porque ese hombre hizo más por todos de lo que nosotros podremos hacer por él aun si le entregamos nuestra vida entera.

La reunión que comenzó como un tenso aviso de separación se convirtió en una amena reunión, mientras escuchamos atentamente las historias de la vida que habíamos dejado atrás, antes del ataque, el calor reconfortante de la fogata se mezclaba con el sentimiento de unión y familiaridad que compartimos como supervivientes.

Andras habría prosperado con Sergei al mando, pues él no lideraba a través del miedo como habían hecho los Blade, el alemán reinaba sobre nosotros a base del respeto y la admiración que nos había despertado a nosotros los "problemáticos", un hombre noble y con honor cautiva a cualquiera.

Sabemos que, bajo el liderazgo de este individuo valiente y compasivo, tenemos una oportunidad de enfrentar los desafíos de los apocalipsis juntos, como un equipo.

Me pongo mis botas, la verdad nunca fui mucho de usar este tipo de calzado, pero las que llevo hoy se han vuelto mis favoritas por el aspecto de las tiras de cuero que bajan formando una red a los lados, perfectas para sujetar un cuchillo.

Ato mi cabello en una coleta alta y de forma dolorosa colocó el anillo que Sara me dio junto al de Neil...supongo que ahora de manera irónica están los tres juntos.

Mamá, papá y ella.

Cierro la cremallera de mi chaqueta y me ajustó la gorra oscura que encontré por ahí, inconscientemente me he vestido todo de negro, supongo que mi cuerpo no ha olvidado las costumbres del viejo mundo...si alguien querido muere te vistes de negro en señal de respeto.

En el horizonte el cielo se tiñe de tonos suaves y cálidos, mientras el sol comienza a asomarse disipando lentamente la oscuridad de la noche, el aire está impregnado con el olor fresco de la mañana y las cenizas, mientras a lo lejos las aves comienzan a cantar su melodía.

—¿Cómo que quieres una relación abierta? — sigo el sonido de la voz enfurecida de Agatha entre la gente que pasa a mi alrededor atareada, recogiendo sus últimas pertenencias o revisando mapas—¿Abierta no quieres también la cabeza?

A la distancia pude observar a la peli azul indignada gritándole a un walkie talkie junto a mi sobrina en su silla de ruedas, la pequeña le pasaba un pañuelo a Nicky una chica menuda de cabello oscuro y piel clara que sollozaba sentada en uno de los asientos de un auto frente a Aggie.

Me acerqué sin entender qué pasaba.

—Vett — la pelinegra me observó con asombro.

Agatha se giró hacia mí.

—¿Stai bene? —preguntó reemplazando momentáneamente su ira por el mismo asombro de Nicky al verme a su lado.

Asentí, al tiempo que Rue me abrazaba por la cintura, estaba sonriendo, sus mejillas tenían un color saludable, estaba limpia, y tenía los largos rizos formando una trenza que le coronaba la cabeza, también pude notar un par de mechones teñidos uno azul y otro rubio.

Iba a interrogar a Ágatha, pero no tenía caso, ya estaba hecho, y la pequeña parecía feliz con el nuevo look, no iba a quitarle la ilusión este mundo ya le había quitado demasiado.

—¿Te gusta? — me preguntó la niña, sujetando el cabello teñido

—Es muy lindo — le sonreí. — ¿Porqué de diferente calor? — quise saber.

—Porque quería parecerme a Aggie y a la tía Vett.

Mi corazón fue estrujado con una dolorosa ternura, era lindo, recibir el afecto y admiración de un niño me removía el instinto maternal.

—¿Qué puedes explicarlo? ¿Qué vas a explicar descerebrado? — volvió a gritar Agatha con el rostro rojo de la ira, sacándome de mis cavilaciones — Dios, familia y patria, monogamia o bala, ¿eso si lo entiendes? o tengo que ir personalmente a tener una charla contigo pezzo di merda.

—Aggie está bien —le dijo Nicky sonándose la nariz— cálmate, no tiene caso, él no escuchara.

—¿Qué está pasando? — le pregunté a la pelinegra pasándole una botella de agua.

Llorar te deshidrata.

—Mi novio — respondió con simpleza la chica — cree que como es el fin del mundo hay que repoblar la tierra — una lágrima rodó con su mejilla mientras bebía del envase — le dije que no estaba preparada para tener hijos y el...él quiere que tengamos una relación abierta que le permita estar con otras chicas, pero sin terminar conmigo.

Un sollozo lastimero escaló por su garganta, la pobre se deshizo en un mar de lágrimas, parece que desde que el mundo se fue al diablo todas tenemos mala suerte en el amor.

No volvería a enamorarme jamás luego del infierno que me hizo pasar Nathan.

Agatha le dio unas palmaditas en la cabeza a la chica frente a ella, y por un momento pareció dedicarle una sonrisa conciliadora y calmada, o tal vez fue mi imaginación porque enseguida su rostro se contorsiono por la ira.

—Escúchame bien, si me entero que ves a otras mujeres voy a arrancarte los ojos, si me entero que le levantaste una mano, te arranco los brazos, si tratas de huir antes de aclarar toda esta mierda puedes irte despidiendo de tus piernas, podre de ti si llego a saber que te cogiste a otra, porque entonces haré todo lo anterior, luego voy a castrarte como a un perro y hacer que te tragues tu propia ver....

—¡Agatha! — Nicky le tapó la boca alarmada antes de que dijera alguna barbaridad frente a Rue.

Di un último vistazo a mi alrededor, mientras guardaba la silla de ruedas en la cajuela del auto en el que viajaría, el campamento ha sido replegado por completo, todos estamos preparados para partir, la casa rodante llamaría demasiado la atención desde los cielos si los ángeles andaban por ahí, así que mientras más discreto y normal el auto mejor se camuflaría con el mar de vehículos en las grandes avenidas de Atlanta.

Rue y Ágatha largaron un bostezo al unísono en los asientos traseros, ambas se quedaron jugando cartas hasta tarde con la excusa de que estaban emocionadas por el viaje que harían con el abuelo Sergei, pero la verdad, para Aggie al menos es que había sido el miedo lo que la mantenía despierta, todos nosotros lo teníamos, no sabemos qué nos depararía el camino, o si llegaríamos, Simeón estaba lejos, trescientos noventa y cuatro kilómetros separaban la ciudad de Atlanta de lo que alguna vez fue Charlotte, dependiendo de qué tan despejada este la ochenta y cinco, o de cuantos penitentes hallemos en el camino, podría tomarnos hasta una semana llegar.

El sonido característico de una motocicleta hace que me detenga en seco mientras comprobaba los frenos del auto.

Norman paso junto a nosotras en la Harley-Davidson de Agatha, iba de negro y cuero, ahora sí que parecía un tipo de una de las bandas de motociclistas que tanto había visto en series y películas.

La peli azul se hundió en el asiento trasero, cubriéndose con una manta raída, como si quisiera que se la tragara la tierra.

—Laufeyson, necesito tu ayuda— susurro con apremio, dándome golpecitos en la pierna.

—¿Ayuda? ¿del tipo, mate a alguien y necesito que me ayudes a ocultar el cuerpo? —observe la escena extrañada y recordé la pequeña charla que había tenido con el castaño hace unas noches —O ¿del tipo me gusta alguien y no sé qué hacer?

Vi a la peli azul quitarse la manta apenas para asomar sus brillantes ojos cafés.

—Lo segundo — clavó su mirada en mí.

—No puedo ayudarte — negué efusivamente con la cabeza.

Ágatha soltó un bufido de frustración.

—¿Qué fue lo que pasó? —pregunté consternada al verla gatear hacia el asiento del copiloto con la manta sirviéndole de capa.

—Norman, eso pasó. — subió los vidrios ahumados de la ventana — Sabes que hace poco fuimos a la farmacia ¿no?

Cosas que aprendes cuando eres un superviviente, en grupos grandes, es que a veces hay ciertas actividades de las que se hablan en código.

Por ejemplo, "ir a la farmacia", entre parejas es básicamente una invitación a tener intimidad.

Mis ojos se clavaron en la espalda de Norman que iba delante de nosotras, y luego en Aggie.

Fui testigo de cómo sus mejillas se tornaban más y más rojas, mientras se recargaba sobre la ventana ahogué un grito de sorpresa.

—¡No es eso! — bramó avergonzada, e inmediatamente se cubrió la boca viendo hacia el asiento trasero preocupada por no despertar a Rue.

—¿Entonces? — reprimí una risa.

—Salimos a buscar vendas y sutura, cosas que nos encargaron para el viaje, ya sabes, pero nos atrapó la lluvia —se puso las manos en el rostro, como si recordara la mayor catástrofe de su vida. — El tipo siempre esta serio y casi no habla, así que me acerqué a coquetearle de broma porque me aburría, quise ver su rostro completo y no cubierto por ese maldito flequillo que lo oculta.

—¿Y qué pasó? — puse en marcha el auto, nunca pensé que ir a treinta y cinco kilómetros por hora me haría tan feliz.

—¿Por qué no me dijiste? —se sentó de sopetón con la indignación dibujada en la cara.

—¿Decirte qué? —pregunté extrañada sin entender a qué se refería, con la vista fija en el camino.

—Norman— elevó los brazos e hizo un ademán de obviedad— se ve exactamente como el Norman Reedus de los 80, su cara, su pelo, esos ojos carajo, hasta el lunar en su barbilla.

Se cubrió con la manta y abrazó la tela ahogando un grito en ella, como si deseara desaparecer de la faz de la tierra.

—Lo peor es que dé la impresión le solté tremendo putazo. —agregó con la voz estrangulada por la vergüenza — creí que era una alucinación, hermana pase pena.

La caravana avanzó en silencio hacia las afueras del distrito, el sonido uniforme de los automotores, era lo único que podía escucharse, todo el ruido terminó alertando a los andresianos que circundaban cerca.

El estómago se me revolvió al ver el montículo de cenizas en el que se habían convertido varias pilas de cadáveres... entre ellos el lugar en donde había encontrado a Sara.

Hice de tripas corazón, respiré hondo y apreté el volante.

—¿Tutto bene? — preguntó Ágatha fijando sus ojos en mis nudillos que empezaban a ponerse blancos por la presión que hacía.

Asentí, mordiendo mi mejilla interna.

Varias personas que antes eran considerados la crema y la nata de Andras nos abordaron pidiéndonos misericordia y que los ayudáramos, que los lleváramos con nosotros, casi exigiéndonos protección.

Sergei los vio a todos del mismo modo que antes me habían visto a mí, como si fueran enfermos terminales altamente contagiosos y les gritó para asegurarse de que todos ellos escucharan que no llevaría con él a alguien que le ha causado tanto dolor a sus hijos, que no estábamos en venta y que no les debíamos nada, que dejaran toda su mierda fantasiosa y comenzarán a valerse por ellos mismos, porque los que habían tratado como basura y marginado ya no estarían velando por sus huesudos traseros.

El corazón se me oprimió contra las costillas, por el sentimiento cálido que comenzaba a embargarme.

¿Hijos? ¿Eso era lo que nos consideraba Sergei? ¿A pesar de que odia que le digan que es una figura paterna?

—¿Alguien tiene hambre? — preguntó Aggie a través del intercomunicador que reposaba en el asiento que había abandonado al atardecer.

El camino había sido tedioso, conducir, bajar a despejar el camino de embotellamiento horribles, volver a conducir, pelear contra penitentes, detenernos por culpa de algún auto averiado.

Hemos avanzado un buen tramo, pero estamos cansados, así que acamparemos en medio de un embotellamiento para no llamar la atención.

—¿Encontraste algo? — levante el rostro del volante mientras respondía.

—Encontré mi recompensa por ser tan buena chica este año — canturreo divertida — pero hay ...uno ...dos ...cinco ... ocho ...quince si, quince carroñeros rondando, necesito apoyo aquí.

Vi a Sergei por el retrovisor, mientras tomaba el arma de la guantera y me aseguraba de tener mis cuchillos conmigo.

—Sin lágrimas — me dijeron algunos de los centinelas que montaban guardia.

—Sin funerales — les respondí perdiéndome entre las calles desoladas de Atlanta.

Algunos de los imponentes rascacielos están desmoronados, las calles están cubiertas de escombros y maleza, y los carteles publicitarios están descoloridos y rotos, muestra de la inclemencia del clima en Georgia, los edificios históricos y lugares emblemáticos yacen en ruinas, evocando un sentido de decadencia y abandono.

Weltschmerz

Así describiría lo que ven mis ojos, es una palabra en alemán que denota una profunda tristeza por lo insuficiente e imperfecto que es el mundo.

Evalúe mis alrededores cada vez había más plumas clavadas a por ahí, lo último que quería era encontrarme con una pandilla callejera, estando sola busque la ruta alterna que había marcado en mi mapa mental, para llegar con Ágatha, tomé como desvío hacia un callejón angosto, escale con cuidado la malla metálica que lo cerraba de lado a lado, por lo menos no tendría que preocuparme por el ataque de algún penitente.

El callejón daba salida al otro lado de la calle, una que desembocaba en un conjunto residencial de grandes edificios abandonados, mis pasos crujían sobre el pavimento, si quieres una señal para saber que el mundo realmente llegó a su fin, echa un vistazo al suelo, es increíble la cantidad de Smartphones que encontrarás en él, nada menor al fin del mundo nos haría tirar a nuestros preciados compañeros de entretenimiento.

La ciudad está envuelta en un aura de desolación y melancolía, recordando un pasado glorioso ahora perdido en el tiempo.

El sonido de la estática del intercomunicador que llevaba pegado a las correas de mi mochila recibiendo un mensaje casi me mata del susto.

—¿Alguna vez fueron World Coca Cola? — escuche la voz de Ágatha en un eco mecánico proveniente del aparato.

Mi corazón latía desbocado acorde a mis pasos.

—¿A dónde iban todos esos frikis obsesionados con la soda? — la voz ronca de Norman cuestionó con incredulidad.

Me lleve una mano al pecho, carajo, por este tipo de susto probablemente ya había perdido varios años de vida.

—Más respeto, ¿sabes lo que daría por tomarme una bien fría en este maldito calor? —respondió Ágatha.

Mientras me aseguraba que no había amenazas cerca, comencé a preguntarme ¿Cuando me había vuelto tan temeraria?

En mi vida anterior...antes de que el mundo se fuera al diablo, jamás habría salido de mi casa a estas horas y mucho menos por motivos que si o si infringirían la ley.

Aunque claro el mundo como lo conocía ya no existe, cosas como la ley, la decencia, incluso los escrúpulos, te mataran, gracias al cielo siempre me incline un poco más a lo lógico, porque de lo contrario no habría podido sobrevivir tanto tiempo, mucho menos cuidar a mi familia.

Demasiadas personas fueron devoradas por seguir pensando en los penitentes como seres humanos, otras fueron asaltadas por los pandilleros, o carroñeros como Aggie solía llamarlos.

—Una vez fui a esa sección de muestras gratis— continuo la peli azul — había dispensadores con sodas de todos los sabores traídas de todas partes del mundo.

—Déjame adivinar— conteste un poco de malas mientras corría de sombra en sombra para ocultarme y poder entrar a los edificios sin ser vista. —quisiste probar producto italiano fabricado por americanos ¿verdad?

El resplandor argento de la luna esclarecía un poco mi visión, lo justo para asegurarme que no hubiera peligros por ahí, pero no lo suficiente como para que noten que estaba oculta en las penumbras.

—Sí, y casi me muero, estuve una semana con dolor de estómago —Ágatha resopló con burla— pero luego volví.

—¿Nunca aprendes verdad? — comentó Norman.

— Es que el video motivacional que tienen me encantaba, ya sabes esa donde aparece ese viejo oso polar y el primer logo — suspiro con anhelo —probé una que venía de China y fue igual de asquerosa que la Italia, imagina beber salsa BBQ diluida en vinagre y agua carbonatada, debería probarla Laufeyson, es toda una experiencia culinaria.

—No gracias, así estoy bien—solté una pequeña risa— prefiero lo convencional.

Finalmente, diviso el edificio del que Ágatha me habló, hay un letrero con tipografía que te hace pensar en el viejo oeste.

Max Larger's

Y ahí en la entrada están los quince tipos de los que hablo Agatha cargando cajas con lo que reconozco como refrescos y latas, las luces provenientes de las linternas de los tipos que patrullan al otro lado de la calle vigilando el perímetro me alertaban del peligro, al menos, tenía esa ventaja, sabría exactamente dónde estaban y cuántos eran.

La tensión se apoderó de cada una de mis músculos, un nudo se había apretado en mi estómago, no era hambre, era como si todo en mi interior se revelará en mi contra para evitar una confrontación directa.

Me escabullo por otro callejón, una tubería de metal e extiende por la pared, la compruebo, parece lo suficientemente resistente para soportar mi peso.

Escale hasta llegar a la ventana del segundo piso.

Una linterna apuntó a mi dirección y ni siquiera tuve que pensarlo para lanzarme al balcón.

Carajo, como duele.

Tome aire por la nariz y lo solté por la boca obligándome a respirar pausadamente para que el galope de mi corazón pueda bajar a un trote

Lo único que me daba cierto consuelo era que estuviera lo suficientemente oscuro, si seguía como ahora no podrían verme, pero aun así el sudor frío se deslizaba por mi columna.

La adrenalina me recorre el cuerpo, me apresuro entro a la habitación, en donde espera una persona, la tenue luz de la luna delineaba la atlética figura de una mujer alta y de cabello corto que vigilaba con unos binoculares cerca de la enorme pared de cristal que caracterizaba tanto los edificios de lo que alguna vez fue Atlanta.

Ágatha.

—Llegaste —dice con impaciencia, al notar mi presencia.

Probablemente este sitio fue alguna oficina, pero ahora había varias cajas de diferentes tamaños apiladas que se alzaban a nuestro alrededor creando una especie de muralla que mantendría alejados los ojos curiosos mientras espiábamos desde aquí.

—¿Qué mierda estás usando? —al verla más detalladamente, noté que su atuendo era un ajustado traje de malla azul con partes rojas, líneas blancas que simulaba telarañas en su vasta extensión y una araña estampada en la mitad de su pecho.

—Es mi atuendo para patear culos perra. — canturreo, divertida, dando una vuelta para que viera cómo le quedaba— mira lo bien que remarca mis curvas.

—¿Vas a robar vestida de Spider-man? — tuve que reprimir una carcajada —¿No se supone que él es un héroe?

—Un héroe noble que ayuda a la comunidad y esto no es ningún robo — sus cejas se convirtieron en dos surcos de indignación —esto es un servicio de caridad para SILHAM, para nuestro pueblo.

—¿Ahora eres Robín Hood? — eché un vistazo hacia la parte de abajo, a lo lejos vi como las sombras se removían.

—El verde no es mi color— arrugó la nariz en un falso mohín de asco — además tenemos a un Hawk eye en nuestro equipo.

Norman emergió desde un callejón e hizo señas con una linterna desde las penumbras.

Inmediatamente Agatha saco un arma de gran envergadura y me la paso mientras ella saltaba a la terraza de nuestro objetivo, Norman abatió a cinco tipos que montaban guardia en las esquinas, algunos con flechas, a otros les tapaba la boca les rebanaba la garganta, su velocidad y precisión daban miedo.

Mi corazón late frenético, mientras observo la carnicería que hacen mis compañeros, mis manos sujetan con firmeza el rifle, mi respiración se ralentiza, cada latido es un eco en la quietud de la noche.

Me siento alerta, concentrada, listo para actuar en un instante si la cosa se pone fea, la responsabilidad de cuidar sus espaldas pesa sobre mis hombros, pero está bien, puedo con ello, pues también siento la sensación de confianza que ellos tienen en mí, en este momento, soy un guardián invisible, velando por su seguridad en las sombras.

Acorralan a Norman a la izquierda, son tres, apretó el gatillo sin pena, y uno de ellos cae abatido al suelo.

Los recuerdos de las palabras de Neil resuenan con el eco del disparo:

Tu cuerpo se tensará, no tendrás tiempo de pensar, solo querrás apretar el gatillo y disparar cuando tengas un arma en tus manos, pero fallaras y morirás si te asusta la idea de lastimar a otros, asegúrate de mantener los ojos abiertos y no dudar.

Aprieto el gatillo otra vez, disparar es una experiencia intensa y visceral, una combinación de adrenalina y calma, el mundo parece desvanecerse por un instante, y todo se reduce al objetivo en mi mira.

A medida que la bala sale del cañón, puedo sentir la vibración del arma y observo con atención como salimos triunfantes.

Cuelgo el arma de mi hombro y salto hacia la terraza del edificio al que queríamos tomar, Agatha ya tiene las llaves del auto del carroñero en sus manos, esta empapada de sangre y tiene la respiración entrecortada, no se ve para nada como un héroe de Marvel, creo que le hubiera ido mejor el traje de Venom.

—Ladrón que roba a ladrón...— dice entre jadeos subiéndose a la camionera llena de provisiones.

—Tiene mil años de perdón — completa Norman subiéndose al asiento del copiloto — nada mal, Ágatha.

Una encantadora sonrisa que mostraba sus afilados colmillos adorno el rostro de Aggie, estaba encantada con el cumplido, mucho más porque provenía de alguien que al parecer le agradaba.

Me subí a la cajuela del auto y palmeé un par de veces el capo.

—¡Larguémonos de aquí! — le ordene en voz alta, mientras veía cómo algunos penitentes comenzaban a arremolinarse en torno a los cuerpos de los recién caídos para comérselos.

Sergei podía enojarse todo lo que quisiera por sus extravagancias, pero tenía que admitir que no encontraría entre sus tropas una persona más eficiente que la friki vestida de spider-man conduciendo.

✧✦✧

La que alguna vez fue Atlanta yacía en ruinas, sus edificios pasaban uno tras otro a medida que conducimos, toda aquella linda ciudad ahora solo eran esqueletos desgastados que se alzaban contra un cielo sombrío y encapotado, en algunas partes las calles estaban cubiertas de escombros y restos de lo que alguna vez fueron esculturas y hogares contaban historias mudas de un pasado perdido, uno que jamás regresaría.

Llegamos a Little Five Points, el barrio que celebraba la individualidad y creatividad ahora estaba envuelto en maleza creciendo sin control por todas partes, Rue se maravilló con los restos de arte urbano plasmados en las paredes, algún artista había grafiteado el rostro de un ángel enfurecido, debió ser un gran dibujo antes de que la pared se cuarteara, pues ahora le daba una apariencia desquiciada al ser celestial, junto a las palabras.

"¿Madre, debemos seguir confiando en el gobierno?"

Aún en decadencia los estilos punk rock, hippie y bohemio, coexisten en perfecta armonía.

Boutiques, bares, tiendas de ropa vintage, en donde vendían discos también y locales de música con letreros coloridos y tipografías divertidas adornaban el camino, algunos penitentes estaban vagando por ahí, o arrodillados junto a algún animal comiéndose sus restos.

—¿Ves ese edificio con fachada de catrina? — preguntó Ágatha señalando a mi derecha con una lata de coca cola de cereza en las manos— a cinco calles más adelante estaba mi estudio de tatuajes. — una sonrisa de orgullo y nostalgia se dibujó en su rostro —Extraño el olor de la tinta — se recostó en el asiento — el sonido de las máquinas y las historias de los turistas extranjeros.

Le eché una última mirada al lugar por el retrovisor cuando dejamos atrás el pintoresco lugar, colorido, caótico pero hermoso, pegaba muy bien con Ágatha y sus extravagancias, mis ojos se fijaron en el tatuaje de la polilla que me había hecho en la muñeca, ella creó y nombró a nuestra comunidad, cada una de las almas perdidas de SILHAM tenían ese tatuaje.

—¿Por qué una polilla? — Quise saber.

— Tenía un hermano — se rascó una ceja dejando relucir los anillos que llevaba en su índice y dedo corazón — al tipo le encantaban los insectos, arañas, mariposa, cosas de raritos— se encogió de hombros. — yo odio los insectos, cualquier cosa que tenga más de cuatro patas me asusta.

Eso era nuevo, nunca me había hablado sobre su familia, pero...era claro que ya no estaban entre nosotros.

— Una vez me llevó a los viñedos que había en la parte trasera de mi casa para buscar un escarabajo extraño que antes había visto por ahí — cerró los ojos y dejó caer la cabeza sobre el respaldo del asiento, debía ser un recuerdo agradable — nos aburrimos y nos pusimos a jugar al tú las traes y entre tantas plantas, me perdí, estuve vagando en círculos hasta la noche, eran mitades de julio, hacía calor, la luna estaba llena y yo totalmente asustada por la oscuridad, tenía unos doce años en aquel entonces — sonrió.

Mientras seguía a la caravana, notaba como habían algunas plumas desperdigadas en un mar de sangre seca en las calles, comencé a preguntarme si realmente asesinaban ángeles fuera de los distritos, anoche mientras saboreábamos nuestro botín Norman me había contado que la economía aquí fuera fluía a base de partes de ángeles, al parecer su carne era manjar de dioses, mejor que la wagyū, y algunas partes servían hasta como un potente afrodisiaco, entre lo más valioso estaban las plumas, diez de ellas y no tendrías que preocuparte por comida en un año entero.

—Entonces vi a un montón de esos bichos salir de las sombras volando hacia la luz, brillaban como gemas preciosas, era hermoso, los seguí y de alguna forma llegue a mi casa— la peli azul continuo— desde entonces les tengo algo de aprecio, esos insectos representan la esperanza aún en la peor oscuridad siempre encuentran la luz y guían a los que han perdido el camino.

La caravana se detuvo, ambas nos vimos extrañada, baje del auto, una brisa gélida arrecia amenazando con despellejarme la piel, Norman se acercó en la motocicleta.

—¿Qué pasa? — preguntó Agatha asomándose por la ventana.

—El camino está bloqueado — dijo con los ojos vuelto un par de rendijas, la luz que reflejaba el camino era demasiado intensa, estaba nublado como siempre pero el calor era asfixiante — tendremos que seguir a pie.

Al atardecer, sentí el alma abandonar mi cuerpo cuando acomodé a Rue en su silla de ruedas, mis manos temblaron cuando guarde más cuchillos en la silla trasera del aparato, Agatha estaba sobre el capó del auto viendo los alrededores con los binoculares, los penitentes estaban concentrados en el aeropuerto y en el acuario, las zonas que habían estado más concurridas cuando empezó a brotar la epidemia, eso estaba bastante lejos y nosotros éramos más o menos bastantes, todos sabíamos pelear, teníamos armas, no estaba asustada por los penitentes, me aterraba ver la inmensidad del cielo que poco a poco se iba oscureciendo.

Estaremos bien.

Me dije a mi misma en un intento desesperado por guardar la calma.

Las intersecciones están estancadas con automóviles abandonados, nunca había visto un embotellamiento como este antes, o tal vez si, el día en que casi soy dividida a la mitad por culpa de un ángel, el caos y autos obstruyendo los caminos eran exactamente el mismo.

Todos caminamos haciendo el menor ruido posible, agazapados tras autos, revisando la retaguardia y el cielo como paranoicos, llegar a Charlotte nos tomaría tres días a pie desde aquí.

Sería menos tiempo, pero nadie va a caminar día y noche sin detenerse a descansar o a pensar en el peligro cerca.

Estoy a punto de asomarme tras un SUV para revisar nuestro próximo salto, cuando Rue se inclina hacia la enorme puerta de un automóvil frente a nosotros y se estira para alcanzar algo en el asiento.

Es una barra de chocolate sin abrir.

En medio de documentos esparcidos por doquier, como si hubiese caído de alguna bolsa en medio de las prisas por huir de los penitentes o de algo peor, nunca se sabe, debió haberle pertenecido a algún oficinista a juzgar por las carpetas desperdigadas en el auto.

Rue la ve con ilusión, el primer atisbo de algo positivo en la intemperie desde... alejo mis pensamientos de la línea que están siguiendo, y me centro en observar el perímetro, no hay nada sospechoso, ni el sonido de los gruñidos de penitentes, ni voces de pandilleros, mucho menos el aleteo de las alas de un ángel y esas estúpidas trompetas.

La pequeña rasga el paquete en la divide en cuatro partes, su rostro está radiante mientras lo hace y le ofrece los trozos a Aggie y a Norman que empuja la motocicleta a nuestro lado.

Un deja vú, me aprisiona cuando veo a Rue ofreciéndome un trocito del dulce.

Se parece a ti...

El recuerdo de las palabras de mi hermana resuena en mi ser de forma agónica y dolorosa, tal vez tenía razón, pero ahora no quiero que se parezca a mí, nadie merece pasar por todo lo que me ha pasado.

Fue un día largo, tuvimos que volver a empacarlo todo para continuar avanzando, la mitad de nosotros a pie y la otra mitad buscando una ruta alternativa con los autos que aún tenían algo de combustible, miro hacia atrás, y ya no veo los enormes edificios de la zona céntrica de Atlanta, eso es que llevamos un buen par de kilómetros recorridos a pie, Aggie se levanta del asiento en el auto, una de las piezas de papel cae flotando desde el, alcanzo a atrapar un vislumbre de la leyenda inscrita.

"¡Regocíjate! ¡Viene el Señor! ¡Únete a Meeren y sé el primero

en ir al paraíso!"

Es uno de los volantes de los cultos del Apocalipsis que surgieron, como

espinillas en la piel grasosa después del primer ataque de los penitentes, tiene una foto borrosa de la ardiente destrucción de la Meca y el Vaticano, Ágatha torció el gesto, al ver una parte emblemática de su país en aquella foto, Italia, Arabia Saudita y Jerusalén fueron los primeros países en caer, todos recordamos el video del métrico en bucle del arcángel Uriel siendo acribillado por los soldados de Italia cuando destruyó el Vaticano, parece que alguien tomó screenshots de los videos de noticias y las imprimió en una impresora barata, no es un muy buen recuerdo a decir verdad.

Pero sí que tenía razón en algo, los sectarios fueron los primeros en "partir al paraíso" de manera irónica.

Mastico el chocolate, pero estoy demasiado nerviosa para disfrutar el sabor dulce que normalmente me encanta, estamos cerca de Ponce City Market , alguna pandilla ya debió reclamar esa mina de suministro y comida gratis, mentalmente cuento a las almas perdidas, somos cerca de treinta, un grupo grande aumenta nuestras posibilidades de supervivencia, o nos condena, seria idiota confiarme en este momento, ahora es plena noche, los coches, inquietantemente desiertos, son iluminados por la media luna que reina en los cielos.

Hay algo sobre el silencio que me pone los nervios de punta parece que debería haber algo de ruido, tal vez el pasar furtivo de una rata, el revoloteo de aves o el canto de los grillos, algo, lo que sea, el sudor frío recorre mi espalda, ni siquiera escuchó la respiración de Rue, una mirada en su dirección y noto que se a cubierto el rostro con las manos, era una niña de dos años cuando vagábamos por las calles luego del ataque, pero aún recuerda lo que le había enseñado en aquel momento para que no viera los cuerpos despedazados tirados en la acera.

Me aliviaría escuchar penitentes, sabría que mi miedo es racional, que hay algo tangible a lo que temer, pero no hay nada Incluso el viento parece tener miedo de soplar, un sentimiento de urgencia crece en mí, como si respondiera a la acumulación de tensión que se crea antes del ruidoso retumbar de un trueno.

Odio los truenos.

Sólo necesitamos lograr llegar a la ruta ochenta y cinco y de ahí en línea recta hasta Charlotte por una zona relativamente despoblada y rodeada de bosque y alguna que otra granja, casi vuelco la silla de ruedas en mi urgencia por empujar más rápido a Rue, zigzagueando de coche en coche, mientras más rápido salgamos de esta maldita ciudad mejor.

Detrás de mí, la respiración de Aggie se está volviendo más pesada, estamos cansados y aterrados.

Debe estarle rezando a todos los santos para que no aparezcan esos bichos.

Algo flota suavemente hacia abajo y aterriza en la tela que cubre las piernas de Rue, ella lo recoge sin entender de qué se trata y se vuelve para mostrármelo toda la sangre se drena de su rostro y sus ojos se hacen enormes, mientras en sus manos tiembla el objeto que a recogido.

Una pieza mullida de plumaje, una pluma oscura como el ébano del tipo que puedes encontrar en las alas de un cuervo, un cuervo del tamaño de una persona ... la sangre se drena de mi cara también.

Era demasiado bueno para ser cierto

Pienso, horrorizada, principalmente, se dirigen a las grandes ciudades en busca de más esclavos para sus distritos, las afueras de Atlanta son sólo una franja de llanuras de pisos de oficinas y suburbios, Georgia ya ha sido golpeado, por lo que, si iban a atacar algo en esta área, sería Alabama o algo así, no está avenida abandonada.

—Son sólo algunas aves volando —dice Ágatha con una risa histérica escalando por su garganta —, Tal vez patos salvajes, en Pledmont Park hay muchos, migran, eso es todo.

Pero no me lo trago, ninguna pluma de pato tiene este tamaño, me obligó a levantar la mirada ya estoy jadeando presa del pánico, todo lo que veo es un interminable cielo oscuro, casi suspiro de alivio...casi.

Porque luego, si que veo algo, otra pieza mullida, una pluma aún más grande, que cae flotando hacia mi cabeza.

Un segundo de silencio, el sudor frío aguijonea mi ceja, reacciono y me echo a correr a toda velocidad, sé que no soy la única pues escucho muchos pasos más y no solo los de Aggie que me siguen desesperadamente, los demás han visto algo, algo que yo no quiero ni imaginar, no necesita explicaciones, ni señales, todos correremos por nuestras vidas y nos encontraremos en Simeón, punto.

Son las órdenes de Sergei, las seguiremos a raja tabla, aunque nos cueste la vida, pero me da miedo que uno de nosotros caiga, o que la silla de Rue se atore, no puedo detenerme, hay cosas peores que una horda de penitentes.

Ágatha me agarra del hombro y detiene mi carrera, hay penitentes muchos de ellos cortando el maldito camino, se me corta la respiración, un grito rompe el silencio.

—¡Hacia Valentine, ya!

Sin Sergei cerca Ágatha es quien manda, si ella cae aun me obedecerá a mí.

Los penitentes se precipitan en nuestra protección, todos, los de SILHAM nos arremolinamos en círculos.

— Pongan a los niños detrás — grita Ágatha con toda la autoridad pesando sobre sus hombros —cuchillos listos, para protegerlos, todos en formación como lo practicamos — en medio del pánico varios hombres acatan la regla sin dudar — armas preparadas, recuerden apuntar a las piernas, los demás remátenlos en el suelo— Ágatha se pone al frente junto a mí a otras personas que portan armas — tiradores listos, disparen no a más de 3 metros esta línea, no quiero errores, ¡Fuego!

Los disparos resuenan mientras los cuerpos caen uno tras otro frente a nosotros, la formación no es perfecta y hacemos demasiado ruido con las balas, pero es lo mejor que podemos hacer en este momento, Ágatha levanta la vista al cielo.

—¡Alto al fuego! — ordena —tenemos que ocultarnos, sepárense de ser necesario, pero lleguen a Simeón como sea si se quedan atrás.

Hay que ocultarse

Ahora, ahora, ahora.

Los penitentes podrían comenzar a levantarse, corremos por las calles, el coche híbrido, al cual tenía la intención de llegar, de pronto se comprime bajo el estruendoso sonido de algo muy pesado desplomándose sobre él, casi me hace saltar fuera de mis botas.

Mierda.

Alcanzó a ver un destello de extremidades pálidas y alas oscuras como el petróleo y con un brillo azulado como las de un cuervo.

Un Ángel.

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