CHAPTER TWENTY FIVE
Al llegar a casa, rápidamente entré en la cocina y busqué a mi nana. Ella se encontraba preparando la cena de Santino y se sorprendió al verme llegar a casa tan temprano. Le dediqué una sonrisa inocente y me ofrecí a llevar la cena para mi "querido esposo". Ella me miró con los ojos entrecerrados, incrédula ante mi ofrecimiento.
-No desea cenar en el comedor – Murmuró ella tomando la charola - ¿Quieres que te sirva también?
Negué con la cabeza y le arrebaté la charola de las manos.
-Cenaré con ustedes aquí en la cocina – Exclamé – Pero de Santino me encargaré yo de ahora en adelante, así que pierde cuidado, ¡no tardaré mucho! – Sonreí y comencé a caminar hasta la salida.
Subí lentamente las escaleras y me detuve a mitad del pasillo, en donde se encontraba un espejo y una pequeña mesa con un jarrón lleno de flores. Acomodé la bandeja sobre esa mesa y busqué la bolsa de cuero, extraje el frasco y conté cuidadosamente las gotas, repartiéndolas en el vino y la comida. Suspiré y de nuevo vertí un poco más del veneno en la comida de Santino, deseando que se muriera lo antes posible para así librarme de su inmunda existencia.
Continúe mi camino hasta la alcoba, llamé un par de veces y cuando me indicó que podía pasar, abrí la puerta y entré. Dejé la bandeja sobre la mesa y saludé con cortesía.
-Buenas noches, Santino – Murmuré – Te he traído la cena, querido. Sé que no querías bajar al comedor, parece que estás cansado...
-¡Esta maldita rodilla me está matando! – Respondió levantándose con dificultad de la cama, mientras renqueaba hacia mí – No podría bajar la escalera.
-Te he dicho que debes cuidar tu peso...
-¡Al demonio! – Me interrumpió, dejándose caer pesadamente en la silla y mirando con glotonería todo lo que se encontraba en la bandeja.
-Como sea – Exclamé encogiéndome de hombros – Disfruta de tu cena – Sonreí – Yo iré a la cocina a disfrutar de la mía, muero de hambre.
-¡Sí, sí! – Bufó y comenzó a comer.
Amplié mi sonrisa al verlo devorar la sopa y dar un enorme mordisco a un muslo de pollo. Suspiré y salí de su habitación, esperando que devorara todo hasta la última miga.
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Santino comió todo cuanto tenía en la bandeja, aunque el sabor de su cena era particularmente extraño, lo mismo sucedía con el vino. Restó importancia a ese insignificante detalle y, al terminar de cenar, comenzó a experimentar una especie de mareo y cierta náusea, imaginó que se trataba solamente del montón de drogas que tuvo que tomar para que ese jodido dolor en la rodilla dejara de molestarle, se levantó y casi estuvo a punto de caer, sin embargo pudo detenerse de la mesa.
-¡Maldita sea! – Gruñó el hombre - ¡Rodilla de mierda! – Murmuró presionando la rodilla izquierda.
El hombre cerró los ojos y suspiró con sonoridad. De pronto, la habitación comenzó a girar y girar, mientras el malestar estomacal se convertía en algo insoportable. Con bastante dificultad caminó hasta la mesa de noche y bebió el contenido de una jarra de agua. Se dejó caer sobre la cama y se golpeó el rostro con ambas manos. La sensación de náusea estaba cediendo, pero no así el vértigo.
-Quizá Davinia tenga razón – Exclamó recostándose sobre la cama - ¡Estoy demasiado gordo! Mañana iré al médico para un nuevo chequeo – Murmuró acomodándose sobre las almohadas.
Santino cerró los ojos e inmediatamente se quedó dormido, roncando con sonoridad, ni siquiera escuchó a Davinia entrando a su habitación para recoger la bandeja, tampoco la escuchó insultarlo.
-¡Ojalá nunca despiertes, maldito puerco! – Dijo Davinia dedicándole una mirada de odio y desprecio – No sabes cuánto me alegraré de verte muerto – Exclamó antes de salir de la habitación.
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Al día siguiente por la mañana, Davinia se levantó muy temprano y se alistó para ir al trabajo. Tendría una mañana muy ajetreada, pero esperaba poder tener algo de tiempo libre para citarse con Alfie, almorzar juntos y quizá, ¿por qué no? Escaparse con él y pasar el resto de la tarde haciendo el amor. La mujer sonrió, mordiéndose el labio inferior, se miró en el espejo y terminó de arreglarse la blusa y el saco en color café.
Davinia salió de su alcoba y caminó despacio hasta la alcoba de Santino, aguzó el oído y contuvo la respiración para escuchar a través de la perta, decepcionada logró percibir los ronquidos estruendosos de su marido. Suspiró y abrió lentamente la puerta, tratando de no despertarlo, aunque se detuvo un momento al notar que los ronquido del hombre eran más sonoros de lo habitual. Continuó andando y se detuvo una vez más al escuchar el sonoro gas que soltaba su marido y de inmediato se cubrió la nariz con ambas manos, ¡eso era asqueroso!
Davinia estuvo a punto de vomitar debido a la horrible peste, Santino acababa de superarse a sí mismo con ese terrible pedo. Quizá, podría existir una posibilidad que esos gases sonoros y asquerosos se debieran a una reacción del veneno.
-¡Santino! – Dijo la mujer con voz firme, pero no obtuvo respuesta - ¡Santino! – Gritó con fuerza y se acercó hasta la cama para sacudirlo. El hombre ni siquiera se movió, sólo continuó roncando con más fuerza aún.
Davinia lo miró con desprecio, después, sus ojos se posaron sobre una de las almohadas de plumas. Podía tomar la almohada y presionarla con todas sus fuerzas sobre el rostro de su marido, ¡así no tendría que esperar a que el veneno se acumulara e hiciera su efecto! Además, no sería nada sospechoso... ¡Santino había muerto mientras dormía! Un paro cardíaco debido a su gran peso o ¡cualquier otra cosa!
-¡Perdone usted, señora! – La voz de un de las sirvientas detuvo sus intenciones. ¿Por qué carajo no cerró la puerta? – Pensé que el señor...
-Está dormido – Murmuró Davinia – Déjalo que continué durmiendo, no se ha sentido muy bien últimamente, le duelen las rodillas.
-Sí señora – Exclamó la chica y salió de inmediato de la habitación.
Davinia bufó, volvió a dedicarle una mirada de odio a su marido y también abandonó el sitio para dirigirse a su trabajo.
Al llegar a la oficina, inmediatamente buscó pluma y papel para redactar una breve nota para Alfie. Llamó a su chofer y le pidió que entregara esa nota en las manos de Alfie, el hombre sintió y partió velozmente a hacer lo que le pedían mientras que Davinia comenzaba a trabajar, olvidándose momentáneamente de todo lo demás.
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Alfie discutía acaloradamente con un par de hombres, el judío gritaba montones de improperios y golpeaba repetidas veces el escritorio. Los hombres sólo se miraban el uno al otro, temiendo que en un arranque, su jefe los golpeara o sacara un revólver de entre sus ropas y les disparara. De pronto, un par de golpes sonaron en la puerta y el rostro de Ollie apareció esbozando una sonrisa nerviosa.
-¿Qué carajo quieres? – Gritó Alfie mirándolo con coraje.
-Señor – Balbuceó Ollie – Disculpe que lo moleste, pero...
-¡Rápido que no tengo todo el jodido día!
-Hay un hombre, dice que viene de parte de la señora Dankworth y...
-Ustedes dos, ¡lárguense! – Gritó Alfie mirando al par de hombres – Ya arreglaré cuentas con ustedes. ¡Y tú! – Murmuró dirigiéndose a Ollie – Haz pasar a ese hombre, ¡inmediatamente!
El chofer de Davinia entró en el lugar e intercambió saludos con Alfie y poco después le entregó la nota, se despidió con cortesía y abandonó rápidamente el lugar. Alfie permaneció en silencio, admirando la bella caligrafía de la mujer y aspirando el aroma de su perfume. ¡Lilas blancas! Le encantaba ese aroma en la piel de Davinia, era tan dulce. Suspiró y rápidamente abrió el sobre para leer su contenido.
En esa nota, Davinia le pedía que se reunieran para almorzar, indicándole el lugar y la hora exacta para su cita, Alfie sonrió ampliamente al leer la frase final de esta.
"...Quiero tus manos en mis senos, tus labios en mi piel y mi boca gimiendo tu nombre."
Alfie se levantó inmediatamente de su asiento y guardó la nota en el bolsillo de su chaqueta, necesitaba apresurarse para acudir puntual a esa cita con Davinia, deseaba verla, hablar con ella, sentir su cercanía y perderse en su hermosa mirada. Respiró hondo y abandonó la oficina para dedicarse a sus asuntos.
Al terminar su trabajo pendiente, Alfie abandonó el alambique para reunirse con Davinia, consultó la hora y se dio cuenta que tenía un poco de tiempo libre, así que primero se dirigió hasta una florería y eligió un enorme ramo de rosas en diferentes tonalidades, rosado pálido, rosa encendido, blancas, amarillas y rojas, decorado con un enorme lazo. Satisfecho con su compra, salió del lugar y se dirigió al sitio que ella le indicara en la nota. Alfie consultó de nuevo el reloj, faltaban algunos minutos para que ella apareciera, pidió un vaso de whisky y decidió esperar la llegada de su amada.
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Davinia levantó la mirada de sus documentos y comprobó la hora. Estampó una última firma en los cheques y llamó a su secretaria para darle un par de indicaciones finales. Una vez que la secretaria dejó la oficina, se colocó su saco mirándose en el espejo, comprobó su peinado, aplicó un bálsamo en sus labios para resaltarlos y por último, se bañó en perfume. La mujer sonrió con coquetería y se dio la vuelta para tomar su bolsa y dejar la oficina.
El rostro de Davinia no pudo evitar descomponerse en una mueca de sorpresa y aversión al descubrir a Santino de pie junto al umbral. Estaba absorta en sus pensamientos que ni siquiera se percató que el hombre había llegado a la oficina. Davinia entrecerró los ojos, observándolo detenidamente. Realmente Santino tenía muy mal aspecto, estaba pálido, ojeroso y su piel tenía una tonalidad amarillenta, parecía un muerto viviente.
-¿Vas a salir? – Preguntó el hombre mientras caminaba hacía Davinia.
-Tengo una comida de negocios – Murmuró la chica dando un paso hacia atrás, realmente la presencia de Santino aún la intimidaba y la hacía experimentar un poco de pánico - ¿Necesitas algo?
-Deja esa cita – Murmuró Santino – Puedes enviar un mensajero con una nota y posponerla...
-¡Es muy importante! – Se excusó Davinia – Debo asistir – Y miró el reloj – Además, ¡ya no hay tiempo para ello!
-Son sólo estúpidos negocios – Gruñó Santio - ¿Son más importantes que tu esposo?
-Santino – Exclamó Davinia un poco molesta y volvió a mirar el reloj – Por favor, necesito acudir a esa cita, ¡es muy importante! – Suspiró – Si lo deseas podemos cenar juntos, ¿de acuerdo?
-Iras a verte con él, ¿no es así? – Dijo Santino entre dientes – Solomons aún es tu amante, todo el tiempo que estuviste desaparecida...
-¿Y qué si voy a verme con Alfie? – Lo interrumpió Davinia - ¿Acaso estás celoso? – Preguntó la mujer con burla - ¡No me vengas con estupideces, Santino!
-No puedo creer que aún estés viéndote con esa... ¡escoria!
-La única escoria que conozco eres tú – Bufó la mujer – Me parece ridícula tu postura...
-¿Qué no lo entiendes? – Gimió Santino - ¡Te amo!
Davinia estaba atónita al escuchar las palabras de Santino. ¿La amaba? ¡Eso era el colmo! ¿Acaso se estaba burlando de ella? ¿O se trataba de un truco sucio para deshacerse de ella? La mujer negó con la cabeza frotándose la sien, ¡podía esperar todo de Santino! Pero no amor, ¡definitivamente estaba loco! Davinia lanzó una carcajada sardónica e hizo una mueca de desprecio.
-¿Amor? – Murmuró – Tú no amas a nadie, Santino – Respondió - ¿Crees que soy estúpida? Si llegaste a sentir amor por mí, nunca me lo demostraste, jamás hiciste nada que me hiciera cambiar de opinión respecto a ti. Siempre fuiste cruel, de ti sólo recibí maltrato, vejaciones y...
-¡Pero!
-¡Me das asco, Santino! – Gritó Davinia – Eres un ser repugnante, sucio, mezquino egoísta. Odio todo lo que representas y lo único que puedo desearte es la muerte, ¿entiendes? – Exclamó con desprecio – Y escúchame bien, pedazo de mierda, no quiero que te acerques a mí, ¡no sabes cómo maldigo la hora en que apareciste en mi casa! ¡Eres un maldito cerdo! – Gritó la mujer arrojándole algunos objetos que estaban sobre el escritorio - ¿Crees que voy a perdonarte y a tratarte bien después de todo lo que me hiciste? – Bufó - ¡Jamás! Así que quiero que te largues de mi oficina ahora mismo, ¡o deberás atenerte a las consecuencias!
Santino la observaba detenidamente. Estaba más que claro que Davinia lo odiaba, lo despreciaba y quería verlo muerto. Ella continuaba su relación con ese asqueroso judío, sabía que seguían burlándose de él y que de alguna manera iban a matarlo. ¡Era lógico! Davinia ya había terminado con sus padres, sólo faltaba él y Santino no quería morir, ¡le aterraba la muerte! Especialmente aquella que Davinia y Solomons le tenían preparada.
-¡Aún eres mi mujer! – Gritó el hombre sacando fuerzas de quién sabe dónde para abalanzarse sobre Davinia y sujetarla con fuerza del brazo – No vas a continuar burlándote de mí, ¿me oyes? – Exclamó lleno de rabia – Y mientras yo viva, estarás sometida a mis caprichos para complacerme.
Davinia lo miró llena de ira y le escupió en el rostro. Santino gruñó y la sacudió como si se tratara de una muñeca de trapo. La mujer gritó y levantó su mano libre para arañar el rostro de Santino, quién lanzó un alarido, pero no la soltó. Ella forcejeó, intentando soltarse y volvió a gritar pidiendo auxilio. Afuera, los golpes constantes en la puerta y los gritos de la secretaria le hicieron darse cuenta que Santino había cerrado con seguro y estaba a merced de ese bastardo y sus sucias intenciones.
-Esta vez no tienes escapatoria, Davinia – Bufó Santino – Voy a matarte antes de que tú me mates – Rió – Pero primero, voy a divertirme contigo.
Davinia volvió a gritar y lo golpeó con fuerza en el estómago, trató de huir de Santino, pero este logró sujetarla del cabello y la arrastró en pos de sí.
-¡Estoy harto! – Gritó mientras la abofeteaba – Ya estoy cansado de ti – Rió – Mientras más luches, más doloroso será, así que te recomiendo que permanezcas quieta y lo disfrutes.
-¡Hijo de puta! – Gritó Davinia y tiró de su larga barba.
Santino a su vez tiró del cabello de Davinia, ella gritó y lo soltó, le estaba haciendo mucho daño. El hombre la lanzó al piso y con una velocidad impresionante se colocó sobre ella, arrancándole la blusa, mientras reía a carcajadas y hundía su rostro en el cuello de la mujer, pasando su lengua sobre su piel.
Davinia se retorcía, intentando soltarse, pero el peso de Santino la sofocaba, así como su aliento nauseabundo. A Davinia le dieron arcadas y volvió a gritar cuando la sucia mano del hombre recorrió sus muslos, levantando su falda, buscando el borde de su ropa interior. La mujer apretó con fuerza las piernas y comenzó a llorar de rabia y frustración, cuando Santino le propinó un par de bofetadas.
-Si te resistes, será peor para ti, ¡maldita ramera!
Davinia apretó los dientes y lo golpeó con fuerza en la espalda, pero Santino era fuerte. Su odio y su rabia lo habían hecho así, parecía que no sentía dolor alguno, pese a que Davinia lo golpeaba con todas sus fuerzas. Al ver que sus golpes no surtían efecto alguno, clavó las uñas en el rostro del hombre, haciéndolo sangrar.
-¡Puta! – Gritó Santino y la golpeó con fuerza en el rostro.
En ese momento, la puerta se abrió de golpe y con estruendo, esta quedó colgando de una de las bisagras, pues la otra se había desprendido debido a la violencia con la que fue abierta. Alfie apareció, bufando como una bestia, enfurecido al ver la escena que tenía delante de sus ojos.
Al notar que era tarde y Davinia no aparecía, Solomons decidió ir a buscarla a su oficina y conocer el motivo de su retraso. Al entrar en el lugar, el rostro angustiado de su secretaria lo recibió. Con balbuceos e incoherencias, le mujer le dijo que la señora Davinia y su esposo estaban discutiendo dentro del despacho, después escuchó los gritos de auxilio de la señora Dankworth y los gritos de rabia de su esposo. Alfie no perdió tiempo, intentó abrir la puerta y al ver que esta no cedía, decidió abalanzarse sobre esta para poder abrirla. Lo que vio, lo llenó de odio y coraje.
-¡Maldito cerdo de mierda! – Gritó Alfie - ¡Déjala en paz, desgraciado! – Bufó y caminó con grandes zancadas.
Alfie sujetó a Santino y como si se tratara de un saco, lo lanzó con violencia hacia un lado e inmediatamente se acercó Davinia para tomarla entre sus brazos, la acunó y acarició, dándole palabras de consuelo.
-Estoy aquí, cariño – Murmuró el hombre – Estoy contigo, ¡voy a protegerte!
-¡Alfie! ¡Alfie! – Gemía la chica apretándose contra el pecho de Solomons.
Alfie giró el rostro y miró a Santino. El gordo trataba de levantarse con gran dificultad, su rostro estaba pálido y reflejaba el miedo que sentía mientras sudaba copiosamente. Alfie se incorporó y ayudó a Davinia a levantarse, al tiempo que la cubría con su gabardina y la condujo hacia la salida.
-Ya estás a salvo – Murmuró – Voy a ajustar cuentas con esta bola de mierda.
Davinia asintió y caminó con dificultad hasta la salida. Se sentía segura, ¡Alfie había acudido en su ayuda! Ahora se encargaría de dar su merecido a Santino.
Este lo escuchó y abrió mucho los ojos, trató de decir algo, pero sólo logró balbucear un par de incoherencias y palabras sin sentido. El hombre estaba nervioso, podía ver en el rostro de Alfie la ira, la rabia y el resentimiento. Solomons caminó hacia él y lo tomó por las solapas, levantándolo con facilidad, como si se tratara de una pluma, parecía que el coraje lo dotaba de una fuerza extraordinaria.
-Y ahora, tú y yo ajustaremos cuentas – Dijo Alfie mirándolo fijamente a los ojos – De hombre a hombre – Murmuró y esbozó una sonrisa.
Santino no dejaba de sudar, ¡tenía miedo! Sabía que Solomons no le daría tregua, ni mostraría ningún tipo de piedad. Estaba perdido...
-¡No te metas en lo que no te importa, escoria judía! – Atinó a decir Coppola, intentando mostrar algo de valor – Esa zorra aún es mi mujer y...
Alfie no lo dejó terminar, pues un puñetazo aterrizó directo en su cara, logrando que se tambaleara. Sin embargo, Solomons no le dio tiempo de defenderse, pues inmediatamente arremetió contra Santino, golpeándolo nuevamente sin piedad y haciéndolo caer pesadamente el piso de la habitación. El hombre se quejó y trató de pedir auxilio, pero Alfie ni siquiera le dio tiempo para ello, se lanzó sobre él para llenarlo de puñetazos en el rostro y su estómago. Santino sólo lanzaba quejidos, sintiendo que su presión sanguínea aumentaba y que el dolor en el rostro era insoportable. También notó cómo perdía la visión en el ojo derecho y que un hijo de sangre brotaba de su boca y su frente.
Alfie se incorporo, jadeando, con los nudillos llenos de la sangre de Santino. El tipo yacía sobre el piso, respirando con dificultad, resoplando y lanzando varios gemidos de dolor. Alfie aún estaba muy furioso y deseaba matarlo ahí mismo. Hasta que levantó el rostro cuando escuchó el grito de la secretaria de Davinia.
-Acabe con él, señor, ese tipo no merece seguir con vida.
Santino aprovechó el momentáneo descuido de Alfie y sacó un arma, apuntando contra el judío, tiró del gatillo y el sonido del disparo resonó en toda la habitación, logrando que todos gritaran, excepto Alfie, quién sólo se estremeció. Por fortuna, la bala fue a parar en el reloj de pared. Solomons gruñó, furioso, se dio la vuelta y tomó una silla para dejarla caer sobre el cuerpo de Santino, quien, ante tal golpe perdió el conocimiento, soltando la pistola.
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Santino abrió los ojos con dificultad. Todo le dolía, se sentía mareado y desubicado. Volvió a cerrar los ojos, apretándolos con fuerza al experimentar la sensación de nausea que lo invadió. Trató de abrir una vez más los ojos, dándose cuenta que había perdido la visibilidad de su ojo derecho. Fue entonces que recordó lo sucedido, Solomons acababa de darle una paliza.
El hombre intentó moverse, pero no pudo hacerlo, ¡estaba atado a una silla! Pero el sitio en el que se encontraba no era la oficina de Davinia, se trataba de un lugar frío, oscuro y húmedo.
-¡Ayuda! – Gritó Santino - ¿Alguien puede sacarme de aquí? – Preguntó mientras un escalofrío recorría su espina.
Escuchó una puerta chirriar y el sonido de los pasos resonando en las húmedas baldosas. ¡Alguien se acercaba! Santino volvió a gritar, pidiendo ayuda, pero no obtuvo respuesta. Un nuevo grito brotó de su garganta, pero se calló al recibir una fuerte bofetada y un tirón en sus cabellos hirsutos.
-¡Cállate cerdo! – La voz de Davinia resonó en sus oídos.
Lentamente la imagen de la mujer fue revelada. Ella lo miraba con desprecio y sonreía de manera burlona. Detrás de Davinia, Solomons apareció, ajustándose en la diestra un puño de acero. El hombre también sonreía y en sus ojos se reflejó un brillo asesino.
-¿Estás cómodo, Santi? – Preguntó Davinia y volvió a sujetarlo del cabello - ¿Qué se siente ahora ser tú quién reciba todos los golpes?
-¡Por favor! – Murmuró Santino - ¡Piedad! – Gimió - ¡Perdóname! Te prometo que me iré lejos y desapareceré de tu vida. Voy a dejarte el...
Alfie no lo dejó terminar, pues descargó un violento golpe en el rostro de Santino, quién escupió sangre, junto con un par de piezas dentales. Solomons bufó y volvió a golpearlo ahora en el estómago, una, dos, tres veces. Santino sólo se quejaba y escupía sangre por la boca e intentaba respirar con dificultad.
-¿Piedad? – Preguntó Davinia - ¿Imploras piedad? – Continuó la mujer - ¿Y acaso tuviste piedad conmigo cuando te lo pedí?
-¡Perdóname, por favor! – Suspiró y levantó el rostro para mirarlos a ambos – Shelby me dijo que iban a matarme – Gimió.
-¿Quién? – Preguntó Alfie acercándose al hombre – No te escuché.
Santino guardó silencio, ¡no lo iba a decir otra vez!
Davinia lo miró, ¡ella si lo había escuchado! Ese gitano desgraciado de Thomas Shelby los había traicionado pero... ¿cómo?
-¡Te hice una pregunta, maldito puerco! – Gritó Alfie descargando una nueva serie de puñetazos sobre el cuerpo de Santino.
-¡Shelby! – Gimió - ¡Thomas Shelby! – Dijo intentando mantener un tono de voz más firme – Tommy Shelby, el líder de los Peaky Blinders.
-¡Ese malnacido! – Gritó Alfie - ¡Soplón de mierda! – Gruñó - ¿Cómo se enteró?
-No lo sé, no lo sé – Se quejó Santino y comenzó a gimotear - ¡Por favor! - ¡Tengan piedad de mí!
-No tengas piedad de ese maldito – Exclamó Davinia – Por su culpa nuestro hijo murió y ¡eso jamás se lo voy a perdonar!
Santino volvió el rostro y contempló a Davinia. ¿Acaso escuchó bien? ¿Davinia embarazada? ¿De Solomons? La mente de Coppola era una maraña de pensamientos y reflexiones, Davinia nunca estuvo embarazada porque era estéril y... ¡Ella nunca fue la del problema! Fue ahí cuando lo comprendió todo.
-Yo... yo... ¡no lo sabía!
-¡Nunca sabes nada! – Gritó Davinia abofeteándolo – Nunca piensas, nunca te detienes a pensar en lo que haces, ¡eres peor que un animal! – Gritó y volvió a golpearlo - ¡Eres una bestia sin sentimientos que lo único que buscaba esa sentirse superior! ¡Pero no eres nada! – Exclamó - ¡Eres la peor escoria que he conocido! No vales nada, ni siquiera con ese título nobiliario y todo el dinero que posees, ¡siempre fuiste y serás nada!
-¡Déjame ir! – suplicó Santino – Prometo que jamás diré nada y no volverán a saber de mí. Me iré muy lejos y no los molestaré. – murmuró.
-¡Ya cállate! – gritó Solomons y volvió a golpearlo en el rostro – Me tienes harto con tus quejas y súplicas. – dijo con fuerza acercando su rostro al del hombre - ¡Eres un marica, Santino! Un asqueroso y pútrido pedazo de mierda... - Murmuró apartándose de él.
-¡Por favor! – Murmuró Coppola – Se los pido, en memoria de su hij...
-¡Ni se te ocurra mencionarlo! – Gruñó Alfie dándose la vuelta – No vuelvas a mencionarlo – Gritó sacando un revólver.
Santino cerró los ojos con fuerza, sabía que su fin estaba cerca. Alfie amartilló la pistola, apuntando en la frente de Santino y tiró del gatillo. La pared contraria quedó salpicada de sangre y restos del cráneo de Coppola.
Davinia miró a Solomons y se arrojó a sus brazos. Alfie la estrechó con fuerza y cerró los ojos mientras acariciaba con delicadeza el cabello de su amada.
-Lamento mucho la muerte de su esposo, señora...
-Él se lo buscó – Suspiró la mujer levantando su rostro y mirando a Alfie con intensidad.
Solomons inclinó la cabeza y unió su boca a la de Davinia, besándola de manera salvaje y apasionada. Davinia le correspondió con mayor intensidad, aferrándose con desesperación al cuerpo de su amado Alfie. ¡Por fin era libre! Ahora sólo quedaba ajustar cuentas con Shelby.
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Y llegó el fin de Santino, ¡por fin se deshicieron de él! Ahora sólo falta enfrentarse con Shelby. Ese maldito tampoco va a salvarse de esta venganza.
¿Qué les pareció el capítulo? Recuerden que estamos a un paso del final de este Fanfic. Muchas gracias por todo su apoyo. Lxs quiero <3
Maria Decapitated
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