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CHAPTER SEVEN

Alfie abrió los ojos y contempló el rostro de Davinia, la mujer aún dormía plácidamente envuelta entre las sábanas. De sus apetitosos labios entreabiertos brotaban algunos suaves y apenas perceptibles ronquidos. El hombre esbozó una sonrisa divertida al escucharla y deslizó su dedo índice por las pálidas mejillas de la pelirroja que sonrió entre sueños. Alfie siguió estudiándola, su rostro reflejaba la tranquilidad que sentía al dormir, sus pestañas eran tupidas, largas y rizadas; él dejó escapar un suspiro al levantar la sábana que cubría su cuerpo y contemplar su desnudez. Al sentir el frío matutino, los pezones de la mujer se endurecieron y su piel se erizó. Ella murmuró algo entre dientes y se dio la vuelta para continuar durmiendo.

Alfie no hizo el menor intento por despertarla, sólo suspiró y le acarició la espalda con suavidad. Davinia volvió a moverse sobre la cama y lentamente abrió los ojos, dedicándole una tierna sonrisa al hombre que la miraba con tanta ternura.

-¡Buenos días! – Gimió Davinia y bostezó - ¿Cómo estás? – Preguntó con la voz velada.

El señor Solomons no respondió, únicamente le sonrió con picardía mientras sus ojos reflejaban el deseo y la lujuria. Davinia volvió a sonreírle, embelesada al darse cuenta que esa mañana Alfie lucía más atractivo que de costumbre. ¿Sería acaso su cabello despeinado? ¿O el hecho de que estaba desnudo muy cerca de ella? Cualquiera que fuera la respuesta, Davinia no trató de encontrarla ya que inmediatamente sus manos comenzaron a recorrer su torso desnudo. Alfie se estremeció ante el delicado tacto y lanzó un suspiro.

La sonrisa de Davinia se amplió ante las reacciones del hombre. Al sentirlo tan suyo y entregarse a él, diciéndole con su cuerpo que ella era suya. Alfie se inclinó para besarla apasionadamente, devorando sus labios con urgencia y lujuria, mientras sus manos se posaban sobre la espalda de Davinia, acariciándola, bajando hasta sus nalgas. Ella gimió, pegándose al cuerpo masculino e intensificando más el beso.

El hombre se apartó un instante para acariciar los senos de Davinia, quién gimió al sentir sus manos calientes sobre estos y cómo sus dedos comenzaron a jalar sus pezones, haciéndole tiritar de placer. Las manos de Alfie recorrieron su torso y su vientre, y continuaron su descenso, rozando apenas la piel de Davinia, que gemía por lo bajo y arqueaba la espalda mientras abría las piernas, revelando su feminidad.

Los hábiles dedos de Alfie invadieron la feminidad de Davinia, la acariciaron y jugaron delicadamente con sus pliegues que se humedecieron aún más ante el contacto. La mujer dejó escapar un sonoro gemido para volver a arquear la espalda, dándole libre acceso a su cuerpo. Alfie la abrazó, besándola de nuevo, pero esta vez, de manera pausada y delicada, muy diferente al primer beso de esa mañana. Se estaba tomando su tiempo para seducirla con esas íntimas caricias que le arrebataban largos suspiros y sonoros gemidos.

Las manos de Davinia también se deslizaron por el cuerpo desnudo del hombre, logrando que se estremeciera cuando tomaron posesión de su sexo excitado. Solomons dejó escapar un par de frases ininteligibles y la penetró con dos dedos al tiempo que ambos comenzaban a gemir.

Davinia sonrió, retirando la mano del hombre de su sexo, empujándolo contra el colchón y colocándose sobre él. Alfie también sonrió cuando la boca femenina fue dejando un sendero de besos por todo su pecho y abdomen. Alfie suspiró con sonoridad cuando la lengua de Davinia trazó un par de círculos sobre su ombligo. Ella rió al escucharlo suspirar y sopló su vientre, mientras él se estremecía y su piel se erizaba. Ella se lamió los carnosos labios para dejar un beso húmedo en su abdomen y tomó su falo excitado con su delicada mano para introducirlo con lentitud en su boca.

De la garganta del hombre se escapó un sonido gutural y su cuerpo se tensó al sentir la calidez de la boca de Davinia deslizándose por toda su hombría, chupándolo y degustándolo a su antojo. Alfie no dejaba de lanzar sonoros gemidos y gruñidos, gozando del placer que esos dulces labios le proporcionaban. Las manos de Alfie se colocaron delicadamente sobre la cabeza de Davinia para guiar tus movimientos, indicándote el ritmo que debía llevar. Las manos de la mujer se posaron sobre las piernas de Alfie, apretándole los muslos para seguir devorándolo con ganas.

Davinia estaba más excitada que nunca al escuchar los gruñidos y los roncos gemidos de Alfie, quién parecía estar gozando al máximo cada vez que ella chupaba su pene con deleite. Poco a poco ella sintió como todo el cuerpo del hombre se tensaba aún más para después liberarse y correrse en su boca. Davinia lo chupó un par de veces más antes de apartarse lentamente y volver a dejar otro camino de besos hasta llegar a la boca de Alfie. Ella lo besó con ahínco, introduciendo la lengua en su boca. Él le correspondió con la misma intensidad, apretándola a su cuerpo, como queriéndose fundir en ella y ser uno solo.

-Te quiero – Susurró Alfie con voz entrecortada – ¡Maldita sea! – Gruñó abrazándola con más fuerza – Te quiero y no sé cómo explicarlo, pero me has vuelto loco y me tienes a tu merced.

Ella sólo lo miró con devoción, pero la expresión de su rostro era suficiente para hacerle saber a Alfie que Davinia estaba radiante de felicidad al escucharlo. Volvieron a besarse, cada vez con mayor urgencia, llenándose de caricias. Alfie rodó sobre la cama, colocándose sobre ella. Davinia rió al sentirse aplastada por el peso del hombre y gimió con fuerza cuando él mordió su cuello.

Las piernas de la mujer lo rodearon, frotándose en sus caderas y jadeó con fuerza cuando él la penetró con una certera acometida, las uñas de Davinia se clavaron en su espalda y ambos comenzaron ese balanceo delicioso, esa danza primitiva de dos cuerpos y dos almas que se unen envueltas en amor y lujuria. Alfie se apoyó en sus palmas, para elevarse un poco y contemplar el rostro de la pelirroja que se mordía el labio inferior y no dejaba de lanzar gemidos, moviéndote cada vez con mayor violencia, urgiéndolo, incitándolo a poseerla con más vigor.

Los ojos de Davinia se cerraron al entregarse ante ese delicioso momento junto a su querido Alfie. ¡Todo había sido tan rápido y repentino! Se había enamorado de ese hombre sin poder evitarlo y no lo conocía lo suficiente para saber si ese sentimiento que estaba naciendo en ella iba a ser correspondido, pero al escucharlo decir que la quería, nació una esperanza en ella. No pudo continuar pensando ya que todo rastro de cordura se desvaneció cuando Alfie la envolvió entre sus brazos, apretándola con fuerza contra su cuerpo, para invertir la posición y colocarla sobre él mientras acariciaba sus senos.

-¡Así, cariño! – Susurró Alfie - ¡Oh, joder! Eres la mejor de todas, eres única – Gimió al sentir cómo Davinia cabalgaba rítmicamente sobre él.

La pelirroja estaba embriagada de placer, envuelta por el delirio. Sentía que no se encontraba en la tierra, sino volando sobre el éxtasis. Sus manos se aferraron a los hombros de Alfie, mientras que de su boca se escapaban varios jadeos y fuertes gemidos al sentir como él la llenaba. Davinia se inclinó para besarlo pasión, tensándose mientras el orgasmo la invadía, entregándose con un gran grito. En instantes, Alfie se unió a su locura, dejándose llevar por la pasión.

♠ ♠ ♠

Eran las nueve de la mañana cuando puse un pie en mi casa, entré en el vestíbulo y miré a mi alrededor, no había ni un alma cerca, así que pensé que podía llegar a mi alcoba sin ser notada. Caminé a prisa hasta la escalera, hasta que escuche la voz de Silas, obligándome a detenerme.

-¿Dónde estuviste anoche, Davinia? – Preguntó mi padre – Eres una señora casada y no deberías dar de qué hablar. ¡Ten un poco de respeto a tu esposo! – Gritó y me sujetó del brazo.

Lo miré con furia, pero me abstuve de responder. Él no era nadie para cuestionarme de esa manera, yo podía hacer lo que me viniera en gana, además de que yo no cuestionaba sus entradas y salidas de casa, así como tampoco hacía preguntas sobre sus gastos del mes.

-Estuve en casa de unas amigas – Murmuré.

-¡Pero sí tú no tienes amigas! – Se burló mi padre sin soltarme el brazo – No me vengas con eso, por favor.

-Tuve una reunión – Exclamé tratando de soltarme – Pasé la noche en la casa donde se llevó a cabo... ¡son solo negocios, padre!

-¡Estás mintiendo! – gritó Silas, furioso - ¡Eres una golfa, una ramera!

-¡No tienes derecho a hablarme así! – Grité soltándome por fin y empujándolo – Además, lo que yo haga o deje de hacer no es de tu incumbencia, ¡no tienes ningún derecho sobre mí! – Bufé y lo miré con odio – Sólo eres un mantenido, así que concéntrate únicamente en tu pensión mensual, que lo demás poco debe de importarte.

-¡Casquivana! – Gritó mi padre y me abofeteó - ¡Eres una cerda! Un pedazo de porquería, sigo diciendo que me avergüenzo que seas mi hija.

-¡Y yo me avergüenzo de que un mantenido y bueno para nada como tú sea mi padre! – Respondí furiosa, devolviéndole la bofetada.

Mi padre llevó su mano derecha a ru rostro y lo masajeó, realmente estaba furiosa, y debo confesar que, a pesar de todo lo que me había hecho en todos estos años, yo jamás le había levantado la mano a Silas, ¡mucho menos me atreví a tocarlo! ¡Pero estaba harta de sus vejaciones, sus malos tratos y sus humillaciones!

Sin embargo, no tenía ganas de continuar con la discusión, tenía cosas más importantes por hacer así que me alejé de mi padre para tratar de encerrarme en mi habitación. Pero Silas también estaba muy furioso conmigo por haberlo golpeado y no iba a dejar las cosas como estaban. Mi padre me sujetó del cabello, tirando con fuerza de este y haciéndome daño. Esa acción logró que perdiera el equilibrio y cayera al piso con un grito. Silas se precipitó sobre mí para golpearme con saña, yo sólo atiné a hacerme un ovillo, cubriéndome la cabeza con las manos.

-Esto es lo que mereces por zorra – Gritó mi padre apretándome el cuello, asfixiándome - ¡Sucia, puta! Seguramente has estado revolcándote con cualquiera, riéndote de tu marido.

No podía respirar, las manos de Silas apretaban más y más mi cuello, las fuerzas me abandonaban y lo único que podía hacer era arañar con desesperación las manos de mi padre.

-¡Milord! – Gritó mi chofer - ¡Milord! ¿Qué está haciendo? ¡Suelte a la señora, por favor!

-¡Voy a matarla! – Exclamó Silas fuera de sí – Se merece la muerte.

Ante los gritos, mi nana también apareció y gritó horrorizada ante la escena. Yo sobre el piso de la casa, mi padre encima de mí tratando de asfixiarme, mientras que mi chofer intentaba en vano de apartarlo de mí. Mi pobre nana llevaba aún el sartén en la mano, pues comenzaría a preparar el almuerzo y eso fue lo que utilizó como arma para golpear a mi padre.

Silas cayó en el piso, desmayado a causa del golpe recibido. Yo traté de incorporarme, tosiendo, respirando con desesperación, jadeando mientras un extraño ronquido brotaba de mi garganta y con el rostro enrojecido a causa de los golpes.

-¿Estás bien, mi niña? – Preguntó mi nana abrazándome con fuerza.

-Señora Dankworth – Exclamó mi chofer - ¡Necesita ver a un médico!

Negué con la cabeza, no podía hablar debido a la presión ejercida en mi cuello y con dificultad traté de incorporarme. De inmediato, el hijo de mi nana se acercó para ayudarme a levantar.

-¡Dios mío! – Murmuró mi nana al ver a mi padre - ¿Lo maté?

-No, madre – Respondió el chofer – El señor está bien, sólo se desmayó, pero se recuperará.

Los demás criados aparecieron ante el alboroto, incluso también Santino bajó las escaleras con dificultad y miró con horror el cuerpo de mi padre.

-¿Qué ha sucedido? – Preguntó acercándose a Silas.

-El señor tuvo un accidente, cayó de la escalinata – Balbuceó mi nana.

-Llamen al doctor y llévenlo a su cuarto – Exclamó Santino y después me dedicó una mirada curiosa - ¿Y a ti que te pasó? – Preguntó.

-Mi padre intentó matarme – Susurré a media voz y apoyándome en el hombro de mi chofer, comencé a subir la escalinata, seguida de mi nana.

Cuando llegué al pasillo de las habitaciones, la puerta de la alcoba de mis padre se abrió y apareció Evangelina, con los ojos entrecerrados y bostezando con sonoridad. Me miró con una mezcla de somnolencia y pereza, estiró los brazos y murmuró.

-¡Carajo! En esta casa ya no se puede descansar en paz... - Bostezó - ¿Qué fue todo ese alboroto?

-El señor Dankworth, su marido – Murmuró mi nana – Cayó de la escalera y...

-No le mientas – Dije en un susurro – La verdad es que padre intentó ahorcarme y mi nanny me defendió, golpeándolo con una sartén.

-¡Cristo bendito! – Gritó Evangelina - ¿Acaso vivimos rodeados de salvajes? ¡Ya ajustaré cuentas con ustedes! - Y corrió escaleras abajo.

Mi nana y yo entramos en mi habitación, ella cerró con seguro al tiempo que yo me dejaba caer sobre la cama y me quejaba con sonoridad. Ella se acercó hasta mí y tomó mi rostro entre sus manos, acariciándolo, repasando con sus dedos los moratones que tenía.

-¡Mira nada más cómo te dejó! – Gimió analizando la gravedad de los golpes – Ese hombre no merece llamarse padre – Bufó y se alejó rumbo al baño para buscar algo con que limpiarme.

-No sé porque no lo dejaste terminar con su tarea – Susurré – Hubiera sido lo mejor.

-¡Dios, Davinia! – Gritó mi nana asomándose por la puerta del baño – No digas esas cosas...

-¿Sabes qué? – Respondí levantándome para quitarme la ropa - ¿Puedes preparar la tina? Quiero asearme antes de irme a...

-¡Tú no irás a ningún lado, jovencita! – Gritó molesta - ¡No estás bien!

-Me ha dejado peor – Murmuré para restarle importancia al asunto – Me daré un baño y me iré a trabajar, ¡hay muchas cosas por hacer! – Bufé con desprecio – Documentos que firmar, papeleo y también hay asuntos de mis otros negocios.

Mi nana ya no dijo nada más, sólo bajó la mirada y se dispuso a hacer lo que yo le pedía. Me desnudé y entré en la tina del baño, suspirando aliviada al sentir el agua tibia en mi cuerpo, sumergí la cabeza en el agua y mojé mi pelo. Mi nanny tomó un banco y se sentó junto a mí, tomó una enorme esponja y le llenó de jabón para lavarme el cuerpo, así como el cabello. La miré y le sonreí al ver que la mujer derramaba algunas lágrimas.

-Lo siento – Le dije y acaricié su rostro arrugado con la punta de mi dedo – No quería hacerte sentir mal, ¡sé que te preocupas y que sufres mucho!

-No quiero que vayan a matarte, Davinia – Gimió y me tomó de las manos – Eres mi única niña y aunque no te haya parido ni cargado en mis entrañas, ¡te amo más que a mis otros hijos!

Le dediqué una sonrisa y le apreté las manos, mirándola con mucha ternura.

-Y tú eres todo lo que yo tengo – Le dije casi a punto de llorar – Te amo, mamá – Suspiré.

-¿Dónde estuviste anoche, Davinia? – Preguntó limpiándome el rostro con una toalla húmeda y tibia - ¡Estaba preocupada por ti! Y lo estuve aún más cuando a medianoche, tu padre llamó a la puerta de mi habitación, preguntando por ti.

-¡Estuve con Alfie Solomons! – Murmuré y esbocé una pícara sonrisa – Pasé la noche con él...

-¡Davinia!

-Sé que es una locura, que lo conocí apenas hace unos días, ¡pero no me lo puedo sacar de la cabeza! Y cada vez que lo veo y estoy cerca de él me enciendo - Suspiré – Fue un flechazo instantáneo, una reacción explosiva y... - bajé los ojos ante su mirada severa – En sus brazos me siento importante – Volví a suspirar y cerré los ojos, recostando mi cabeza en el borde de la bañera - Alfie me escucha, me mima, me entiende, ¡me quiere!

-Yo también te quiero – Bufó mi nana.

-¡Lo sé de sobra! – Exclamé abriendo los ojos - ¡Pero yo necesito otro tipo de cariño! Tengo otras necesidades, ¡quiero sentirme mujer! Anhelo sentir el amor de un hombre y sentirme dichosa y plena en los brazos de uno que me haga sentir que toco las estrellas – Suspiré - ¿Me entiendes?

Mi nana asintió y me miró a los ojos con benevolencia y me estrechó entre sus brazos, acariciando mi cabello empapado.

-¿Y él siente todo eso por ti, Davinia? – Preguntó mi nana - ¿O sólo te ve como una aventura más en su lista?

Me aparté de ella y dejé escapar un largo suspiro. Yo sentía otras cosas, aunque no estaba del todo segura, sus palabras me hicieron reflexionar respecto a esa situación. Posiblemente me precipité al sacar conclusiones y al creer que Alfie podía ser aquel hombre de mis sueños. Volví a sumergirme en el agua de la bañera y mi mamá se puso de pie para tomar la bata y envolverme en ella.

- También comenzaré algunos negocios con el señor Solomons - Le dije a mi nana y bajé la mirada - De hecho, hoy volveré a reunirme con él para comenzar con esos negocios.

-¿Vendrás a casa a dormir? - Preguntó mi nana - Yo te recomiendo que pases la noche en casa, al menos hasta que las aguas se calmen - Suspiró abrazándome - Sé que no puedo prohibirte que tengas una aventura con ese hombre, pero si puedo pedirte que tengas cuidado, ¿lo harás?

-¡Lo haré! - Le dije sonriendo de medio lado – No te preocupes, esta noche dormiré en casa – Finalicé mientras caminaba rumbo a mi habitación.

♠ ♠ ♠

Despedí al chofer con un ademán y ajusté la pañoleta que cubría parte de mi cara y mis hombros. No quería que Alfie notara las marcas oscuras que tenía en el rostro y en mi cuello. Suspiré con sonoridad y caminé apretando mi cartera con fuerza. Solomons estaba esperándome, se veía tan galán e imponente mientras consultaba su reloj de bolsillo. Aún no notaba mi presencia, así que pude observarlo a mi antojo por un rato. Se había recortado la barba y el cabello, ¡parecía otro! Sonreí al verlo, tenía un aspecto más juvenil a pesar de su ceño fruncido al darse cuenta que se me hizo tarde.

-¡Hola cariño! – Dije y lo tomé de la mano - ¡Vamos a entrar! Es tarde.

Caminé un par de pasos delante de él, pero me sujetó del brazo, yo cerré los ojos y ahogué una queja, sus dedos presionaban en el punto exacto en el que Silas me había golpeado, él se dio cuenta y de inmediato me soltó.

-Date la vuelta, cariño – Ordenó con suavidad.

Lentamente di media vuelta para quedar frente a él. Alfie me observó detenidamente, logrando que me ruborizara y, con un veloz movimiento, deshizo el nudo de mi pañoleta. Él gruñó a modo de desaprobación al ver mi rostro hinchado y con manchas moradas. Sus dedos recorrieron mi rostro con delicadeza y sujetaron mi barbilla para obligarme a mover la cabeza hacia otro lado. Volvió a gruñir y entrecerró los ojos al notar las manchas oscuras alrededor de mi cuello, bufó furioso y apretó los puños y los dientes mientras murmuraba.

-¡Joder, Davinia! ¿Por qué? ¿Por qué joder?

Rápidamente coloqué la pañoleta en mi cabeza y cubrí mi cuello. ¡No quería darle explicaciones! Pero sabía que Alfie lo exigiría y al final, terminaría diciéndole todo.

-¿Me vas a responder? – Preguntó una vez más – No te mereces esa vida, ¡deberías matarlo!

-¿A Silas, mi padre o a Santino? – Pregunté levantando el rostro.

-¿Quién te hizo eso? – Exclamó Alfie entrecerrando los ojos e ignorando mi pregunta – Dímelo y yo me encargaré de que reciba su merecido.

-No somos juez ni verdugo de nadie – Respondí con tristeza – La vida misma se encargará de...

-¡Pues ya se está tardando! – Me interrumpió - ¿No lo crees? Ya te dije que estoy a tus órdenes, sólo pídelo – Suspiró desesperado cuando moví la cabeza a modo de negación - ¡No deseo que mueras! – Gritó y me estrechó entre sus brazos - ¿No lo entiendes? ¡Te quiero, joder! ¡Te quiero, Davinia Dankworth! Y no me gustaría perderte, ¡no ahora que te he encontrado!

Sonreí y también lo abracé, dejando que su calidez me envolviera, embriagándome con su aroma y disfrutando de ese momento tan perfecto y mágico. Alfie me besó con pasión una y otra vez hasta que sentí que las piernas no podrían sostenerme más y el aire no era suficiente en mis pulmones, nos apartamos, lentamente, mirándonos con intensidad. Alfie deslizó su dedo por mi nariz y suspiró.

-La próxima vez que alguien intente ponerte las manos encima, o te ponga las manos encima – Murmuró – No me va importar si es tu padre, tu marido... ¡o tu propia madre! – Exclamó con furia – Yo mismo me encargaré de aniquilarlo...

-¡Pero ya te dije que...!

-Sí, sé bien lo que dijiste – Suspiró – No somos juez ni verdugo de nadie, sin embargo, tu familia ve las cosas de una manera muy distinta contigo. Te juzgan y te maltratan sin importar lo que te suceda – Y me tomó de la mano, mirándome a los ojos – Por cruel que parezca, pero para ellos, tú no vales nada, Davinia.

Guardé silencio y desvié mi mirada. Alfie tenía razón, ¡pero yo no quería ser como ellos! No podía ponerme a su nivel, no valían la pena. Tarde o temprano recibirían su merecido y de alguna forma u otra pagarían por todo el mal que me habían hecho.

-Debemos irnos, señor Dankworth – Sonreí cambiando completamente nuestro tema de conversación.

-¿En verdad parezco un Lord? – Preguntó Alfie sonriendo.

-¡Más que un Lord! ¡Pareces un rey! – Murmuré acariciando su barba.

Subimos al auto de Alfie para dirigirnos al sitio en dónde me citaron los vendedores del huevo de Fabergé. Yo había pedido a Alfie que tomara el lugar de mi padre y yo, fingiría ser mi madre. Todo con el fin de que, si algo salía mal en nuestros negocios, Evangelina y Silas terminarían siendo los responsables de todo daño.

Llegamos a nuestro punto de reunión e inmediatamente fuimos recibidos por el señor Boyce y sus hijos. De inmediato nos condujeron a la que parecía ser la mejor habitación de su casa y nos ofrecieron un poco de té y galletas. Alfie se sentó a mi lado y me miró un poco extrañado mientras una mujer de uniforme nos servía el té.

-Dígame, señor Boyce – Preguntó Alfie - ¿Dónde consiguió esa pieza tan preciada en tan buen precio?

El hombre se movió un poco incómodo en su asiento y sonrió con nerviosismo antes de responder.

-Es una reliquia de la familia – Murmuró – Si lo desean, pueden verlo ahora mismo – Exclamó para tratar de cambiar el tema.

Alfie volvió a mirarme y yo le dediqué una sonrisa mientras arqueaba las cejas y asentía lentamente.

-Por supuesto – Exclamé – Me encantaría verlo de nuevo y por supuesto, que mi marido también lo observara y, lógicamente valuara la pieza.

-Pero... - Intervino uno de los hijos del señor Boyce – Señora Dankworth, usted misma corroboró la autenticidad de la pieza con nuestro valuador – Comentó sin poder disimular su nerviosismo.

-¡Yo quiero estar segura! – Exclamé y le dediqué una sonrisa adorable – Por tal motivo le comenté a mi marido, que también es valuador y él está muy interesado en la pieza, así como yo.

Al señor Boyce no le quedó otra alternativa que acceder a nuestra petición, se levantó de su asiento y caminó rumbo a la caja fuerte, la abrió y extrajo una pequeña caja de cristal, donde se encontraba el huevo de Fabergé. Alfie abrió desmesuradamente los ojos al contemplar la pieza y no pudo aguantar la curiosidad, también se levantó acercándose y mirando muy atentamente el huevo.

-¡Es magnífico! – Comentó sin contenerse.

El señor Boyce sacó el huevo, la mirada del hombre no ocultaba el orgullo que sentía al poseer una pieza de tan enorme valor e inmediatamente la entregó en manos de Alfie quién lo contempló embelesado y murmuró.

-¡El huevo del cisne imperial! – Sonrió – Este fue un regalo de Nicolás segundo a su madre, la emperatriz María Fiódorovna... ¡esta es una pieza que pertenece a la familia real! ¿Cómo lo consiguió? – Preguntó con curiosidad.

Yo también me puse de pie al escucharlo y me acerqué para observar una vez más el huevo. Se trataba de un huevo de oro esmaltado en color malva, decorado con un enrejado de oro y diamantes. Alfie lo abrió para revelar la sorpresa en su interior; un precioso cisne en miniatura, de oro y empotrado en una aguamarina a modo de lago. Para rematar nuestra sorpresa, el animal tenía movimiento, movía las alas y subía y bajaba la cabeza.

En lo personal, estaba boquiabierta, la primera vez que observé el huevo, no pude apreciar lo que escondía en su interior y ahora que lo miraba, ¡era una obra de arte! Alfie tampoco podía ocultar su admiración y su turbación. Me dedicó una mirada llena de sorpresa y por un instante se quedó sin palabras.

-Pero, ¿dónde la consiguió, señor Boyce? – Pregunté señalando la joya.

El hombre no respondió de inmediato, sólo observó a Alfie, quién ya comenzaba a valuar la pieza. Por un instante, parecía que gritaría que ese huevo era auténtico y que se trataba de la obra original. Sin embargo, su ceño fruncido me hizo darme cuenta de la realidad.

-No es auténtico – Bufó Alfie - ¡Esta pieza es una imitación! Usted, señor Boyce es un...

Mientras Solomons analizaba la pieza, dentro de la estancia se formó un silencio sepulcral. Todos los ojos y oídos estaban expectantes a lo que el judío hacía o tenía que decir. Nadie nos atrevíamos a interrumpir su labor, hasta que él habló y reveló la verdad.

Boyce enrojeció y sus hijos se pusieron a la defensiva, parecía que en cualquier momento saltarían sobre nosotros para desaparecernos y que no reveláramos su secreto. Su huevo de Fabergé, aunque a simple vista parecía ser una pieza original, sólo se trataba de una falsificación, una imitación... ¡pero qué gran imitación!

Por un momento imaginé el cuerpo de Alfie junto al mío en un charco de sangre, destrozados a tiros. El ambiente era muy tenso, demasiado para mi gusto. Los rostros de los hijos del señor Boyce me parecieron, por un instante a los rostros de un grupo de perros rabiosos. Sabía que tenía que intervenir o mis planes se vendrían abajo.

-¡Excelente artesano! – Sonreí complementando la frase de Alfie – Un gran maestro, señor Boyce.

Las mandíbulas de los Boyce cayeron casi al piso al escuchar mi respuesta. Alfie también les sonrió y comenzó a aplaudir y por un instante, en el rostro de esos hombres no hubo expresión alguna.

-¿Qué está diciendo? – Preguntó el que parecía ser su hijo mayor - ¿Acaso escuchamos bien, señores Dankworth?

-¡Por supuesto que nos han escuchado bien! – Sonrió Alfie volviéndose sentar – Verán, mi esposa tenía la sospecha de que ese huevo suyo no era auténtico, me lo hizo saber y yo quise corroborarlo con mis propios ojos – Murmuró tomándome de la mano – mi esposa y yo tenemos un negocio que proponerle, señor Boyce.

-¿Qué clase de negocio? – Preguntó el hombre un poco más calmado y dejándose caer en el sillón - ¿Qué podría hacer yo, un viejo relojero y joyero desempleado?

-Ganar mucho dinero – Sonreí sentándome junto a Alfie.

-¿De qué manera? – Preguntó otro de los hijos de Boyce - ¿Qué es lo que pretenden?

-El trabajo artesanal de su padre es magnífico – Comentó Alfie – Debo confesar que a primera vista, creí que ese huevo es auténtico... ¡incluso el jodido cisne se mueve!

-Es una copia maravillosa – Sonreí – Tengo contactos que pagarían una fortuna por un trabajo como ese – Dije ampliando la sonrisa – Incluso pagarían el doble de lo que ustedes piden por él. Aún si supieran que es una imitación.

Los ojos de los miembros de la familia Boyce brillaron al escucharme hablar, se miraron unos otros, murmurando y cuchicheando entre ellos.

-¿Qué clase de negocio están proponiendo? – Preguntó el hijo mayor - ¿Hacer copias?

-De joyas, sí – Dijo Alfie – Ustedes las fabricarían, nosotros se las compramos a un precio y las venderíamos en el mercado negro como si se trataran de piezas originales.

Por un instante, el señor Boyce dudó de nuestras palabras. Lo que estábamos proponiendo era algo ilegal, hasta un ciego lo podría ver. El hombre se quitó los anteojos y dejó escapar un largo suspiro, mirando a su alrededor. Se notaba que su origen era humilde y que necesitaba dinero... mucho dinero.

-¿En cuánto pueden vender este huevo? – Preguntó titubeando un poco.

Murmuré una cantidad la cual logró que se levantara un murmullo entre los Boyce. Sus ojos volvieron a brillar y en sus rostros se reflejó el entusiasmo. No lo dudaron más y aceptaron nuestro trato. Comenzarían a trabajar de inmediato, en el momento en que nosotros se lo pidiéramos. Salimos de la casa, contentos y satisfechos, ¡haríamos mucho dinero! Yo tenía fe en ese negocio y estaba segura que con la ayuda de Alfie, este crecería como la espuma.

♠ ♠ ♠

Davinia y Alfie han comenzado a trabajar juntos. Han puesto en marcha un negocio que parece muy bueno. Aunque a la pobre de Davinia aún le toca sufrir con el maltrato de sus padres y de su marido. ¿Hasta cuándo decidirá ponerle fin a ese sufrimiento?
¿Qué les pareció esta parte? No olviden dejar sus comentarios y estrellitas. Gracias por leer y ¡hasta el próximo capítulo!
Maria Decapitated

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