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CHAPTER ELEVEN

Davinia observaba con gran interés el paisaje que tenía delante de sus ojos. Le encantaba la imagen de la campiña inglesa, especialmente en un día como aquel en dónde el sol brillaba con intensidad pero sin llegar a provocar un calor sofocante debido al viento fresco que soplaba, un cielo casi sin nubes y el camino lleno de verde; el pasto, los árboles, todo lo que alcanzaban a ver sus ojos era de un hermoso tono de verde. La chica dejó escapar un hondo suspiro y volvió el rostro, encontrándose con el de Alfie, quién al parecer no le había quitado los ojos de encima.

-¿Qué? – Preguntó ella con una gran sonrisa - ¿Qué tanto me miras? No creas que no me he dado cuenta.

-Te miro a ti – Murmuró Alfie rodeándola con su brazo – Tu belleza opaca la belleza de este hermoso paisaje...

-¡Por favor! – Chilló Davinia cubriéndose el rostro con ambas manos - ¡Estás logrando que me sonroje!

-Me gusta explorar ese lado tuyo tan inocente y vulnerable – Murmuró Alfie atrayéndola hacia él para besarla apasionadamente.

Davinia se dejo envolver por los brazos de Alfie y disfrutó de ese beso apasionado que se prolongó durante un buen rato. Al apartarse de Alfie, él pudo notar que las mejillas de Davinia estaban aún más enrojecidas, ella lo miró por un breve instante y bajó los ojos.

-¿Cuánto falta para llegar a casa de tu madre? – Preguntó la mujer.

-Estamos cerca – Murmuró él y levantó la mirada - ¡Hemos llegado! – Señaló - ¿Puedes ver esa casa desde aquí?

Davinia levantó la mirada y contempló la magnificencia de la construcción. Parecía una especie de palacio rural, o algo así. Una casa elegante en el campo, rodeada de un enorme jardín donde abundaban los árboles y las rosas. Parecía que la familia de Alfie vivía muy bien. La chica miró al hombre sin ocultar su sorpresa y él sonrió satisfecho.

-¿Te gusta? – Preguntó sujetando la barbilla de la chica.

-¡Es hermoso! – Dijo ella con sinceridad - ¿Podemos llegar andando? – Preguntó – Me gustaría caminar un rato por el jardín y admirar la belleza de las flores.

Alfie suspiro y ordenó a su chofer que detuviera el vehículo para descender de este y poder cumplir el capricho de Davinia. La chica suspiró y recostó su cabeza en el hombro de Alfie, quién la sujetó por la cintura y juntos se echaron a andar, admirando el magnífico paisaje. Davinia sonrió y paró de hacerlo mientras caminaban rumbo a la casa de la madre de Alfie.

La señora Solomons miró por la ventana del vestíbulo. Había distinguido a lo lejos un vehículo y estaba segura que se trataba de su hijo Alfred, pero el auto se estacionó y solamente bajó el chofer, llevando consigo un par de maletas.

-¿Dónde está Alfie? – preguntó la mujer al chofer.

-¡Se quedó atrás! – respondió el hombre – La señorita que lo acompaña quería admirar el paisaje y el señor decidió cumplirle el capricho.

-¿Señorita? – exclamó la madre de Alfie arqueando las cejas - ¿Qué señorita? Donde se trate de una vieja sinvergüenza, la echaré a patadas de mi casa.

El chofer no respondió, sólo se encogió de hombros y caminó hasta la casa, llevando consigo las maletas. La señora Solomons permaneció en la entrada en espera de la llegada de su hijo. A lo lejos distinguió un par de siluetas que caminaban abrazados, se trataba de Alfie y la mujer que lo acompañaba. Le parecía algo extraño, ¿acaso su Alfie pensaba sentar cabeza? Su hijo ya rebasaba los treinta y cinco años, y como buen judío ya debería estar casado. Sin embargo su retoño se negaba a contraer nupcias y prefería enredarse con cualquier mujerzuela, cosa que molestaba en exceso a la mujer. Esperaba que su hijo no cometiera la desfachatez de llevar a una cualquiera a la boda de su primo.

La madre de Alfie continuó esperando la llegada de su hijo, que poco a poco se acercaba a la casa. Necesitaba observar a la mujer, quería saber si se trataba de una mujer de buenos modales y con clase. Pronto se dio cuenta de que la mujer que acompañaba a Alfred vestía de manera elegante y sofisticada, era joven y bonita, ¡pero no era judía!

Al ver a su madre en la puerta, Alfie soltó inmediatamente a Davinia y caminó hacia la mujer para abrazarla y besarla repetidas veces en las mejillas.

-¡Madre! – exclamó Alfie – No creí que me estuvieras esperando.

-Quiero saber quién es la mujer que te acompaña – dijo la mujer al oído de su hijo.

-¡Es Davinia! – respondió Alfie con una gran sonrisa – Te encantará.

-¿Estás seguro? – preguntó la señora Solomons sin apartar su vista de la pelirroja.

-Muy seguro. – murmuró Alfie – Ven, acércate. – dijo tomando a su madre de las manos – quiero que la conozcas.

-Es lo que deseo – respondió la madre de Alfie clavando más sus ojos en Davinia.

Davinia sonrió al ver a la mujer, era elegante y muy guapa. Rubia y de intensos ojos azules que no dejaban de mirarla. Así que la chica le dedicó una sonrisa y le hizo una reverencia.

-¡Buenas tardes, señora Solomons! – exclamó la pelirroja – Me honra mucho el conocerla, ya que Alfred me ha hablado maravillas de usted.

-Mamá, ella es Lady Dankworth – dijo Alfie tomando la mano de su amada – Davinia Dankworth.

-Mucho gusto, Lady Dankworth- Exclamó la mujer entrecerrando los ojos y tomando la mano de la chica.

-Por favor, señora – Murmuró Davinia con voz dulce – Llámeme Davinia, me gustaría que hubiera un poco más de confianza.

-¿Por qué? – Murmuró la señora Solomons.

-Porque Davinia es mi novia, madre – Exclamó Alfie y abrazó a la chica.

Davinia se puso colorada, mientras que la señora Solomons no ocultó su expresión de asombro. ¿Alfie por fin se casaría? Su novia parecía ser una mujer con principios, educación, clase; además de ser joven y muy hermosa. Pero aún había un detalle, ¡no era judía! Aunque eso podría pasarse por alto, lo que ella más deseaba era que su hijo encontrara a una buena mujer y juntos formaran una gran familia, así como ella lo hizo con el padre de Alfie.

-¡Eso cambia las cosas! – Comentó la señora Solomons con una gran sonrisa - ¡Vayamos a la sala y nos reuniremos con todos! – Dijo la mujer conduciéndolos dentro de la casa – Les va a encantar conocer a tu novia, hijo – Sonrió la mujer.

Davinia le dedicó una mirada asesina a Alfie. ¿Cómo se atrevía a mentirle de ese modo a su familia? ¿Qué iba a suceder si alguien la reconocía y se daba cuenta de la verdad? No sería justo para la madre de Alfie. Por su parte, Solomons sólo le sonrió, tratando de tranquilizarla pues imaginaba lo que pasaba por la mente de la joven.

-¡Acaba de llegar Alfie! – Gritó la señora Solomons - ¡Vengan todos a saludarlo! – Exclamó – Y también a conocer a su novia.

-¿Alfie tiene novia? ¡Oh por Dios! – Gritó la hermana de Alfie y corrió a saludar.

Davinia permaneció de pie, tomada del brazo de Alfie y mirando como una mujer rubia y de ojos azules se acercaba hasta ella para abrazarla con fuerza. La chica correspondió al abrazo y el hombre se encargó de hacer las debidas presentaciones. Davinia sonreía un poco abrumada ante tantas personas que la recibieron con calidez. Para su fortuna, nadie la reconoció, la mayoría de los presentes eran mujeres jóvenes, niños y adultos mayores. Todos parientes de Alfie; tíos, primos, sobrinos.

-¿Dónde están los demás? – Preguntó Alfie.

-En la sinagoga – Exclamó su madre – Nos esperan allá para el ensayo de la boda – Sonrió – Moshé quiere que seas su padrino, de hecho estábamos por irnos.

-¡Entonces no lo hagamos esperar! – Dijo Alfie volviendo a tomar la mano de Davinia – Debemos irnos de una vez.

Todos salieron de la casa y caminaron un buen trecho hasta la sinagoga. Dentro del recinto, un buen número de personas los esperaban. Todos parientes del novio y de la novia que saludaron y le dieron la bienvenida a Davinia, quién inmediatamente se contagió de la calidez y buena vibra de todos los que estaban ahí.

Después del ensayo regresaron a casa y se sirvió una deliciosa cena. Todo el mundo charlaba, reía y bebía cantidades enormes de licor y cerveza. Davinia se encontraba en un rincón del salón, sentada sobre unos cojines y rodeada de niñas, sobrinas y parientas de Alfie, la mujer reía de las ocurrencias de las chiquillas quienes le deshicieron su peinado, haciendo que el rojo y largo cabello de Davinia cayera sobre sus hombros.

-Tía – Murmuró una rubiecita - ¿Podemos peinarte?

Davinia asintió con una enorme sonrisa y las chicas pusieron manos a la obra, un par de ellas corrieron al jardín y regresaron con algunas flores y algo de follaje, mientras que las dos más grandes tejían una corona y otras más la peinaban, entretejiendo las flores en sus cabellos, al terminar, las chiquillas lanzaron exclamaciones de júbilo y varios gritos de felicidad.

-¡Es como un hada! – Dijo la rubiecita.

-¡Es tan hermosa! – Murmuró otra niña y salió corriendo para decirle a su madre.

La mujer también reía, abrazando a la niña rubia, haciéndole cosquillas y besando sus cachetes sonrosados. Alfie, aunque charlaba con algunos hombres, no quitaba sus ojos de la pelirroja y de todos sus movimientos. Era bien cierto lo que las niñas habían dicho, Davinia era una visión de otro mundo, hermosa y etérea como un ser feérico. Lanzó un suspiro y continuó su charla.

Davinia levantó su vista y contempló a Alfie. La presencia del hombre invadía el lugar, ¡todo se trataba de él! ¡Todo giraba alrededor suyo! Aparecía y se adueñaba de la esencia de cualquier sitio para transformarla en él mismo. Alfie era poseedor de un aura poderosa y misteriosa, lo que le encantaba a Davinia. Sonrió y admiró su perfil perfecto mientras le lanzaba un beso fugaz.

La madre de Alfie también la observaba jugar con las niñas. Se dio cuenta que Davinia era una mujer muy paciente con las niñas, especialmente porque pocas mujeres dejaban su cabello en mano de unas chiquillas ruidosas y descuidadas. Además de que la mujer era tolerante ante esas niñas inquietas y parlanchinas que no paraban de pedir su atención. La señora Solomons sonrió, con esa actitud, quizá Davinia sería una gran madre y a ella le urgían más nietos, especialmente de parte de su hijo favorito.

Después de cenar, una sirvienta condujo a Davinia hasta su alcoba, la mujer estaba ansiosa por saber cuál sería la de Alfie, así que una vez que entró en la habitación, permaneció detrás de la puerta, mirando de cuando en cuando hasta que apareciera Alfie. No tuvo la necesidad de esperar demasiado, pues el hombre en cuestión apareció de pronto, deteniéndose delante de la puerta de su habitación para golpear la madera con sus nudillos.

Inmediatamente Davinia abrió la puerta y le dedicó una sonrisa traviesa, Alfie también le sonrió, la tomó de las manos y besó su frente con dulzura.

-Buenas noches cariño – Murmuró con voz ronca – Es una lástima que no podamos compartir la alcoba – Susurró en el oído de la joven.

-Buenas noches, señor Solomons – Suspiró la mujer y se mordió el labio inferior – Tienes razón, es una verdadera lástima, aunque tengo curiosidad por saber cuál de todas esas habitaciones es la tuya.

-Se encuentra al final del pasillo – Murmuró Alfie besándola con dulzura en los labios – Dejaré la puerta abierta – Finalizó mientras se alejaba a paso veloz.

Davinia cerró la puerta lanzando un hondo suspiro, mientras una sonrisa perversa se dibujaba en sus labios. Cerró los ojos y caminó rumbo a su cama, quizá, en unas horas más le haría una visita a su amado.

♠ ♠ ♠

Había sido un día agotar y el cuerpo de Alfie estaba pidiendo a gritos un descanso, se dejó caer sobre la cama y lanzó un hondo suspiro. Esperaba que Davinia se las arreglara para poder visitarlo durante la noche, sin embargo, una parte de él dudaba que eso sucediera, con tanta gente en la casa, era normal que no hubiera mucha privacidad. Poco a poco, el sueño lo fue venciendo, todo estaba en silencio, lo único que podía escucharse era el sonido del viento que soplaba entre las copas de los árboles y el ladrido de los perros que cuidaban la propiedad.

Alfie cerró los ojos dejándose llevar por el sueño y durmiendo durante un par de horas, hasta que el sonido de la puerta al abrirse lo puso alerta. Esta se cerró despacio y frente a él, la silueta de una mujer se acercaba lentamente hasta los pies de la cama. Solomons sintió como el cuerpo de la chica puso sus rodillas sobre el borde y subió a gatas para colocarse sobre él. Se trataba de Davinia, Alfie intentó decir algo, pero el dedo índice de la pelirroja se posó en sus labios.

-Shhhh, ¡no digas nada! – Exclamó la hermosa mujer – Me hiciste una invitación y decidí aprovecharla – Suspiró – Me muero porque me poseas, sólo como tú sabes hacerlo – Gimió - De una manera salvaje. Lléname por completo de ti y olvidémonos de todo lo que sucede a nuestro alrededor.

Alfie no pudo resistirse ante esa tentación, él también la deseaba, durante toda la tarde que estuvo contemplándola un solo pensamiento se atravesó por su mente, él era esclavo de Davinia y siempre que ella lo deseara, caería rendido a sus encantos, a sus caricias y disfrutaría de fundirse con ella en un solo ser. Se dejaría arrastrar ante el embrujo de la sensualidad de Davinia, dejándose envolver por ese éxtasis que lo transportaba al edén.

La boca de la chica se posó sobre la de Alfie, besándolo primero de una manera casta y tierna. Este beso fue subiendo de intensidad conforme la boca de la mujer se abrió para exigirle a su lengua que entrara y explorara a su antojo. Ese beso era salvaje y muy erótico, sus bocas hacían el amor en ese instante. Sus lenguas chocaban con desesperación, presas de ese deseo intenso que se estaba avivando en el cuerpo de los dos amantes. Alfie posó su mano sobre la nuca de Davinia para presionarla más a su boca y no separarse. La violencia de ese beso le indicaba que ella era suya, sólo para él y que con ningún otro disfrutaría de esos momentos de intimidad en los que se entregaba en cuerpo y alma. Alfie era el único que podía satisfacerla y amarla como ella lo merecía.

Cuando se separaron, ninguno de los dos podía respirar correctamente. Davinia inhaló profundo y miró al hombre a los ojos, él se perdió en su hermosa mirada y la observó con amor, la chica se ruborizó durante un breve momento y se incorporó para quedar de rodillas sobre la cama. Ella buscó el borde de su camisón y lo sacó de su cuerpo, para lanzarlo al piso. Lo mismo hizo con sus bragas que cayeron al lado de su camisón y quedó desnuda dándole la espalda a Alfie, quién no desaprovechó la oportunidad para incorporarse y colocarse detrás de ella, posando sus manos sobre su cintura, no sin antes hacer a un lado su roja cabellera, dejando su cuello al descubierto para recorrerlo con sus labios mientras la piel de Davinia se erizaba ante la caricia y lanzaba un hondo gemido.

Mientras él besaba su cuello, las manos de Davinia tomaron las de él y las colocó sobre sus senos, Alfie inmediatamente comenzó a acariciarlos, apretando sus rosadas areolas. Davinia se estremeció y lanzó un profundo gemido. Alfie le mordió con delicadeza el hombro derecho, recorriendo el vientre de la joven, deteniéndose sobre su monte de Venus y lo rozó con sus dedos, internándose de manera delicada en su sexo húmedo, penetrándola con maestría mientras ella balanceaba con suavidad sus caderas. Davinia gimió presa del placer y volvió el rostro, buscando desesperadamente los labios de Alfie quién la besó con fiereza, mordiendo su labio inferior.

Los movimientos de las caderas de Davinia fueron más exigentes, se estaba perdiendo dentro de ese delicioso placer que Alfie le ofrecía, el beso a su vez fue in crescendo, así como el movimiento de la mano de Alfie. La espalda de Davinia se arqueó, apartándose de la boca del hombre para lanzar un hondo gemido al ser arrastrada por el éxtasis

Con lentitud, los dedos de Alfie salieron de la pelirroja y los llevó hasta su boca, paladeando el dulce néctar que los bañaba. ¡El sabor de Davinia era delicioso! Jamás se cansaría de probarlo. Sus bocas volvieron a unirse en un beso fiero y húmedo, las manos de la chica acariciaron la amplia espalda masculina, mientras que por instinto, la pelvis de la mujer comenzó a balancearse, rozando la erección de Alfie que pedía suplicante entrar en ella y así volverla loca de placer.

Al terminar ese delicioso beso, la boca de Alfie se posó en blancos senos de Davinia y los recorrió con la lengua, tomando un pezón con sus dientes y mordisqueándolo a su antojo. Ella dejó escapar un quejido que se mezcló con los gruñidos de Solomons, quién tomó con fuerza las caderas de la mujer para penetrarla con fiereza. Davinia apretó aún más las piernas alrededor de su cintura y junto a él, comenzó a moverse despacio y sin prisas. Sus uñas se enterraron en su espalda y abrió los ojos de golpe para contemplar el rostro de su amado. Él tenía los ojos cerrados, estaba disfrutando de su unión, del placer que lentamente lo engullía, llevándolo hasta la locura. A Davinia le encantaba mirarlo así, tan vulnerable pero a la vez salvaje, tan suyo. ¡Sí, solo suyo! Porque él no le pertenecía a nadie más, solo a ella.

El vaivén de sus cuerpos era tan fuerte que la cama crujía ante las fuertes embestidas de Alfie. Davinia decía frases ininteligibles, manteniéndose aferrada a los fuertes hombros de Solomons y sin dejar de moverse cada vez con más violencia, al ritmo que él le indicaba. Su cuerpo comenzó a tensarse, sabía que otro orgasmo se acercaba. Pudo sentir como el cuerpo del hombre comenzaba a ser invadido por los espasmos del placer. Lo escuchó gritar su nombre seguido de un "te amo". Davinia cerró los ojos para disfrutar de ese momento único y especial que los transportaba al paraíso. La mujer gritó el nombre de su amado, repitiéndole que ella también lo amaba y se dejó llevar por esa oleada de sensaciones que la llevaron hasta la cima del placer.

Ambos cuerpos quedaron desfallecidos sobre la cama, Alfie se hizo a un lado y colocó su cabeza sobre el pecho de la mujer y cerró los ojos. Davinia le acarició los cabellos bañados de sudor, pero permaneció con los ojos abiertos hasta que sintió que Alfie estaba profundamente dormido. Despacio lo hizo a un lado y sin hacer ruido, se levantó de la cama, buscó su ropa y salió de la habitación a toda velocidad. Nadie debía saber que ella había estado ahí.

♠ ♠ ♠

Al día siguiente por la tarde se llevó a cabo la ceremonia del matrimonio, Davinia estaba muy emocionada ya que ella jamás había asistido a un evento de ese tipo, todo lo que observaba a su alrededor le parecía maravilloso y digno de admirarse. Alfie no pasó por alto la expresión de su rostro en la que predominaba la admiración y el júbilo. De hecho, la chica también derramó algunas lágrimas y ocultó su rostro en el pecho del hombre.

-Algún día, tú y yo tendremos nuestra boda – Murmuró Alfie acariciando las mejillas de la chica y limpiándole las lágrimas.

Davinia dejó escapar un largo suspiro y sonrió, tomando el rostro de Alfie entre sus manos y besándolo en la frente.

-Ruego a Dios para que así sea – Susurró Davinia.

-Sólo tienes que pedírmelo y yo pondré manos a la obra – Exclamó el hombre - ¿O aún no encuentras el motivo?

-Tengo un motivo...

-Hay muchos motivos, Davinia – Intervino Alfie – Tú solamente...

-Mi motivo eres tú – Sonrió la mujer – Mi amor por ti – Suspiró Davinia recostándose en el pecho de Alfie – Pero ahora no quiero hablar de esto, ¡quiero disfrutar! Gozar de esta maravillosa celebración y ser feliz.

-¡Cómo tú digas! – Refunfuñó Alfie - ¿Quieres bailar conmigo? – Preguntó y la sujetó de la mano.

-¿Lo dices en serio?– Exclamó Davinia esbozando una enorme sonrisa - ¡Me encantaría! – Gritó ycondujo al hombre hasta donde seencontraba un grupo de personas bailando alrededor de los recién casados.

La música sonaba con fuerza, se trataba de una melodía alegre y festiva, Davinia no paraba de sonreír, ahora bailando con un anciano de larga barba gris. Las mejillas de la chica estaban teñidas de un rojo encendido al escuchar los halagos de parte de ese hombre. Después de un par de vueltas por el salón, ella regresó a los brazos a Alfie para continuar bailando. Él la miraba embelesado, estrechándola con fuerza. Davinia irradiaba felicidad, él no la había visto así de feliz desde que la conoció. Parecía otra persona, sus ojos habían dejado a un lado esa mirada dura y severa, ahora se mostraban más vivos y brillantes. De sus labios no se borraba la sonrisa y su expresión era más relajada.

-¿Te estás divirtiendo? – Preguntó Alfie y la besó en los labios.

-¡Como nunca! – Respondió ella echándole los brazos al cuello y besándolo una vez más - ¿Nos sentamos ya? Me duelen los pies.

-¡Pensé que nunca lo dirías! – Murmuró el hombre tomándola de la mano para regresar a su mesa.

Unos minutos después, Alfie se levantó de la silla con cierta dificultad ante el llamado de Moshé y Davinia quedó sola, bebiendo pequeños sorbos de vino y degustando una deliciosa ensalada, observando todo a su alrededor. De pronto, Davinia se puso algo nerviosa al darse cuenta que la madre de Alfie se sentaba junto a ella, observándola con detenimiento.

-Veo que te estás divirtiendo, hija – murmuró la mujer y la tomó de las manos.

-Bastante, es una hermosa fiesta. – respondió Davinia dedicándole una gran sonrisa a la madre de Alfie – Todo mundo se está divirtiendo.

-Principalmente tú, querida. – exclamó la madre del judío y sonrió – Aunque me pregunto, ¿qué le has dado a mi hijo?

-¿A qué se refiere? – preguntó Davinia sin comprender las palabras de la señora Solomons.

-Después que volvió de la guerra, ¡jamás lo había visto así! Tan feliz, dichoso y enamorado – Murmuró la mujer tomando las manos de Davinia – Él nunca se mostró tan interesado en una mujer, ¡no de la forma en que se interesa en ti! – Suspiró – Por lo general él solía rodearse de mujeres de baja categoría, ¿entiendes?

Davinia asintió y apretó las manos de la señora Solomons. Ahora la comprendía, entendiendo lo que la mujer quería decirle. Sin embargo, ella no era tan diferente de las mujeres a las que se refería la mamá de Alfie. Ella no era una mujer buena, había cometido muchos deslices. Davinia bajó la mirada y reflexionó un poco sobre lo que Alfie le había dicho horas atrás, ¿y si ya era hora de deshacerse de los estorbos y ser feliz junto a él?

-¡Eres la mujer de su vida, niña! – Exclamó la señora Solomons, interrumpiendo los pensamientos de Davinia – No sé lo que estés haciendo con él, pero veo que Alfie es feliz y eso me reconforta. No quiero que mi hijo se quede solo, quiero que forme una familia y se aleje de esa mala gente con la que trata. ¡Sé que tú puedes ayudarlo a que lo deje!

La pelirroja apretó aún más las manos de la anciana y dejó escapar un hondo suspiro mientras la miraba fijamente a los ojos. Ella negó con la cabeza y exclamó.

-Sus palabras me halagan – Dijo la joven mientras en sus labios se dibujaba una sonrisa - Lo que usted me pide es algo casi imposible, señora Solomons – Murmuró Davinia - ¡Yo amo a Alfie tal cual es! Lo amo por quién es, no por lo que hace, lo amo con sus defectos y virtudes; ¡y no trataré de cambiarlo! Sólo le puedo prometer que lo cuidaré, lo procuraré y siempre buscaré la manera de hacerlo feliz hasta el final de sus días.

La madre de Alfie sonrió, ¡eso era lo que ella deseaba escuchar! La mayoría de las mujeres estarían en desacuerdo y harían hasta lo imposible por cambiar a sus maridos, ¡pero ella no! Davinia únicamente buscaba la felicidad de Alfie.

Después de celebrar durante varias horas, la fiesta llegó a su fin. El festejo de la boda duraría por varios días, pero Alfie y Davinia no podrían quedarse tanto tiempo, así que tuvieron que partir al día siguiente, después del desayuno. La pelirroja se sintió un poco decepcionada, le había encantado convivir con la familia de Alfie ya que todos la trataron con calidez, haciéndola sentir como parte de la familia. Además conoció otra faceta de Alfie, la faceta de hombre protector, cariñoso y dulce con los niños. Le encantó observarlo, rodeado de niños, jugando y riendo con ellos; en el fondo Davinia deseaba formar una familia, una familia grande, amorosa... ¡aquello que nunca tuvo!

-¿En qué tanto piensas? – Preguntó Alfie de regreso a Londres – Desde que salimos de la casa de mi madre no has abierto la boca para decir pío.

-Pensaba en ti – Suspiró Davinia – En lo guapo que te veías con un bebé en tus brazos – Sonrió – El nieto de tu primo es precioso.

-Tengo una familia enorme y, por lo que pudiste notar, bastante unida – Sonrió el hombre tomando la mano de Davinia entre las suyas para llevarla hasta sus labios - ¿A ti te gustaría formar una familia?

Davinia bajó la mirada y contempló su regazo. Una lágrima tembló en sus pestañas y cayó sobre las manos de Alfie, quién inmediatamente la estrechó entre sus brazos y besó dulcemente su cabeza. Ya tenía su respuesta.

♠ ♠ ♠

-Entonces, ¿son bonitas las bodas judías? – Preguntó mi nana, cepillándome el cabello.

-¡Son hermosas! – Suspiré y solté una carcajada – Al menos esta que presencie lo fue, ¡me divertí bastante!

-Tu abuela dejó de ser judía cuando se casó con tu abuelo – Murmuró ella dejando a un lado el cepillo para hacerme una trenza – Aunque echaba de menos sus raíces.

-¿Por qué no las conservó? – Exclamé.

-Digamos que fue repudiada al casarse con un no judío – Respondió mi nanny y suspiró – Creo que no era del todo feliz, su familia ya no la quiso con ellos.

-Pobre de Dina – Murmuré llena de pena – ¡Hasta eso tenemos en común! Pero al menos ella tenía un esposo que la amaba.

-La amaba mucho – Dijo mi nanny – Supongo que el amor de su esposo era lo que la hacía fuerte, ella lo amó demasiado para renunciar a todo por él. Su familia, sus costumbres, su vida entera.

Suspiré y apreté las manos en mi regazo. Debía comenzar a tomar el ejemplo de Dina, debía decidir de una buena vez lo que quería y junto a quién deseaba pasar el resto de mis días. De sobra sabía que no era feliz con mi vida, y ahora que tenía la oportunidad de comenzar una nueva vida junto a alguien maravilloso y que me amaba, surgían las dudas y no podía decidirme. Cerré los ojos al sentirme abrumada y algo mareada, levantándome de golpe al sentir unas tremendas ganas de vomitar.

-¡Maldita sea! – Grité y apenas alcancé a llegar al retrete, regurgitando todo mí desayuno.

Me senté sobre el piso del baño, adolorida y aún mareada. No era la primera vez que sucedía, pero últimamente, tanto los mareos como las náuseas eran más frecuentes. Cerré los ojos y comencé a hacer cuentas, mientras mi nana, de pie junto a la puerta, me miraba algo preocupada.

-¿Estás bien, Davinia? – Preguntó acercándose lentamente.

-¡Sí, sí! Estoy bien – Bufé – Este malestar se pasa – Murmuré intentando levantarme, pero las náuseas regresaron y tuve que vomitar de nuevo.

Mi nanny palmeó mi espalda y me sostuvo mientras continuaba vomitando. No le gustaba lo que estaba viendo, podía sentirlo.

-Estás embarazada, Davinia – Susurró poniendo cara de susto.

La miré y asentí. Yo era una mujer bastante puntual y estuve esperando mi periodo, el cual llegaba exactamente durante la primera semana del mes. Pero pasó esa semana, pasó otra y otra más y el periodo jamás se presentó. Era un nuevo mes y ¡nada! Sólo vómitos y mareos, más malestares como cansancio y dolores en los pechos.

-Ese judío es el padre, ¿verdad? – Dijo apretándome los brazos.

Volví a asentir, pero no le respondí y tampoco me atrevía a mirarla a los ojos.

-Pero se supone que tú...

-¡No soy estéril! – Grité soltándome de ella – Recuerda lo que dijo el médico... ¡Santino es el del problema! ¡Yo estoy sana!

-¿Y qué va a pasar ahora? – Preguntó mi nana - ¿Quieres que vayamos a deshacernos del problema antes de que sea notorio?

-¡Ni lo pienses! – Rugí como leona - ¡Ni se te ocurra! – Respondí y le di la espalda, cubriendo mi vientre con mis manos - ¡Haré lo que tenga que hacer! – Suspiré – Voy a hablar con Alfie y lo solucionaremos, ¿de acuerdo?

Mi nanny asintió y me abrazó con fuerza, besándome en la frente y comenzó a sollozar.

-¡Ay mi niña!

-No me compadezcas, nana – Murmuré apartándome – No me importaría quedar viuda uno de estos días y casarme poco tiempo después.

-¡Davinia! Pero...

-No digas más – Murmuré – Este bebé es asunto mío y voy a arreglármelas yo sola.

♠ ♠ ♠

¡La cosa se puso buena! Davinia está embarazada y tiene que hacer algo ¡pronto! Antes de que esa pancita comience a ser notoria, de lo contrario va a tener problemas. ¿Será acaso ese el motivo para que comience a cambiar su modo de pensar y se deshaga de Santino? ¿Ustedes que creen? Déjenme sus comentarios al respecto y lo averiguaremos en el próximo capítulo. ¡Gracias por leer y comentar!
Maria Decapitated

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