Primera Parte
Aún recuerdo aquellos días en donde mi vida era solo oscuridad.
Aquellos recuerdos que hasta hace años me seguían atormentando todas las noches en mi habitación. Estando arrinconado en una pared, llorando y lamentándome por todo. Mis padres tenían derecho a decirme todo lo que pensaban. No tenía derecho a callarles.
Todo fue mi maldita culpa y es lo mínimo que merecía, porque yo fui tan iluso y tan terco en ese entonces. Ese día en que todo se volvió una mancha oscura dentro de mis recuerdos difícil de quitar por más que quisiera. Me odié a mí mismo. Sentía un nudo en mi garganta ni bien pensaba lo ocurrido esa noche.
Debí haber hecho algo al respecto.
Debí haberme ido solo sin nadie más.
Debí obedecer a mis padres y no irme.
Debí… debí… Pero no hice ni una de ellas.
Siempre quise olvidar ese día, borrarlo de mi memoria y seguir con mi vida. Era tan iluso cuando tenía diecisiete años, un joven que se creía ser merecedor de todo, qué podía hacer cualquier cosa que quisiera. No contaba con las consecuencias que traerían mis acciones.
El día en que rompí lo que quedaba de mi familia, me perdí a mí mismo en la oscuridad.
Dentro de lo profundo, arrinconado en una pared con las rodillas dobladas y los brazos cubriéndolos, mientras ocultaba mi cabeza de las paredes pintadas de todos los errores que cometí. Me juzgaba y me echaba en cara cada una de ellas.
Porque tenían razón… o eso pensaba.
Yo había sido culpable de todo lo que me decían.
Yo había tenido la culpa de que la persona que más amaba, muriera.
Yo lo maté.
Fue mi maldita culpa y me odié por eso. Mi hermano se fue de mi lado para siempre y nunca volverá a darme sus consejos, su cariño, su comprensión; nunca lo veré otra vez sonreír, abrazarme o gritarme que me levantara rápido para ir a la escuela.
Mi hermano era todo lo que tenía. Y se fue para siempre por mi culpa.
Todo pasó tan rápido esa noche.
Recuerdo haber salido de fiesta con mis amigos. Estaba tan molesto con ellos, con mis padres, con todos.
Quería gritar de la cólera, de la rabia, en ese entonces. Me sentía tan enojado.
Todo por el simple hecho de que mis amigos se irían a otro país a seguir sus estudios. Me dejarían y se irían a seguir con su vida. Esa noche, lo dijeron en esa fiesta, con las copas subidas en mi sistema.
Ellos estaban tan bebidos que soltaron la noticia sin saber cuánto me afectaría. Los conozco desde que teníamos diez años, siempre estaban para mí, y que un día me digan que se van a ir, terminó afectándome tanto que exploté en frente de todos. Les lancé la primera botella de alcohol que encontré.
Me sentía dolido y traicionado, dijeron que llevaban meses pensando cómo decírmelo; y, recién a una semana de terminar las clases y graduarnos, se les escapa. No me acuerdo tanto que pasó en ese entonces, solo recuerdo haberles gritado e intentado golpearles antes de que un guardia me impidiese hacerlo y me llevará fuera del local.
Sentía que perdía el control de mí mismo.
No solo me sentía traicionado por ellos, era mucho más el dolor que sentía por dentro, toda la gente que quiero se iba lejos de mí. A mis padres nunca les importé, siempre fui el hijo malo de la familia; al que no comprenden y juzgan por sus gustos.
Todo empeoró cuando les conté que me gustaban los chicos. A mis 15 años, era un joven que le tenía miedo de decirle a sus padres que era gay, tenía tanto temor que, pensaba que iban a dejar de quererme o no me aceptarían por como soy. Pero, a la vez, tenía tanta esperanza de que fueran como los padres de mis amigos, que los aceptarán tal y como eran, con sus gustos y sus defectos.
Creí tan ciegamente que seguirían amándome, pero estaba muy equivocado. Me arrepiento de haberles dicho mis gustos.
La mirada de mis padres fue de absoluto horror y furia.
Aún me quedó una marca de los golpes que recibí ese día, la hebilla del cinturón quedó marcado en mi rostro. Es pequeña, pero cada vez que me miro al espejo trato de evitar de recordar ese día, esa fue una de las principales razones de porque me sentía tan mal con todo. La furia combinada con el miedo que sentía, mientras caminaba por las afueras del club.
Me culpaba por todo. ¿Es que acaso las personas que quiero se alejan?, mis amigos eran las personas en quien más confiaba y me sacaron del dolor que me dieron mis padres, ellos fueron de gran apoyo para superar todos los insultos y golpes que recibí hace dos años. Y ahora que se van a ir, no sé qué haré para seguir normal con mi vida.
Esa noche grité de la rabia y de puro miedo. Pateé las botellas que encontraba en mi camino mientras buscaba mi celular para llamar un taxi.
Pero me di cuenta que no llevaba dinero. Sabía que mi hermano me ayudaría si se lo pidiera, él siempre me ha ayudado a salir a escondidas de mis padres de fiesta; es la única persona que me quedaba en quien confiar. El único que evitó que me sacaran de la casa por ser homosexual.
Tenía a mis amigos y en una semana se irían, quién sabe si los volveré a ver, pensaba en ese entonces. Me acuerdo haberlo llamado y haber sentido su preocupación al escucharme hablar y llorar por el teléfono, me dijo que vendría a recogerme lo más rápido posible.
Fue mi error haberlo llamado.
Porque cuando me recogió y me llevó en su coche; estaba tan furioso contándole la noticia que me dijeron mis amigos. Él me escuchaba con rostro preocupado mientras manejaba; y yo tan solo intentaba querer dejar de golpear algo. Me acuerdo que me dijo;
“Tranquilo, yo siempre estaré contigo, nunca estarás solo”.
Lloré y lo abracé enrollando mis brazos en su cuello, lo último que recordé esa noche, fue ver un maldito coche que se atravesaba por nuestro costado. Justo en el lado donde mi hermano conducía.
Todo el golpe se lo llevó él.
El coche giró tantas vueltas que creí que moriríamos en ese instante. Y me arrepentí de todo, en el momento que desperté en un cuarto de hospital solo, cuando escuché la noticia que me dijo el doctor, de que mi hermano no había resistido al golpe, porque había sufrido un derrame cerebral y murió a los minutos.
Fue en ese instante en donde me di cuenta de que la promesa que me dijo mi hermano jamás se cumpliría.
Fue tan solo una mentira.
Me dijo que estaría para mí y ahora jamás podrá cumplirlo. Todo fue mi culpa y sentía tanto odió por mí mismo .De alguna forma u otra, las personas se iban, se alejaban de mí, y fue cuando las pesadillas comenzaron. Todas las noches llorando y gritando del miedo al revivir esas últimas palabras, mientras veía a mi hermano morir por mi culpa en cada una de ellas. Estaba tan solo.
Mis padres no tardaron en gritarme y echarme la culpa de todo; me llamaron irresponsable, desobediente, maldito, marica y muchas cosas más que duelen con tan solo recordarlas.
Pero lo que más me dolió, fue escuchar a mi madre decirme: “asesino”. Esas palabras se quedaron tan gravadas en mi mente y en mis pesadillas.
Sentía que nunca saldría de ello.
Sentía que me merecía todo el odio de ellos.
Mis amigos no pudieron ayudarme en nada; no quería verlos, no quería hablar con ellos, no quería nada.
Porque sabía que se irían, que por más que me dijeran que buscarían la forma de estar conmigo, sabía que mentirían. Mi hermano jamás podrá cumplir su promesa al igual que mis amigos. Solo quería estar en ese momento solo, no quería confiar en alguien para que luego se alejara. Mis miedos eran demasiados y mi esperanza de salir de ello eran pocas.
Sentía que nada ni nadie cambiaría en lo que me había convertido.
En una persona fría, sin sentimientos, solo y sin nadie más a mi lado. El tiempo fue pasando hasta que se cumplió más de un año desde la muerte de mi hermano. Ese mismo día en el que todo cambió para mí; pude ver una pequeña luz en toda la oscuridad en la que estaba rodeado.
Ay me duele, quiero abrazarlo 🥺
Bueno, ahora se viene el encuentro 🫣
¿Cómo creen que será?
🤭
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