Epílogo
Llegamos al Distrito doce y decidimos que lo mejor que podíamos hacer, era vivir juntos en la casa que era de mi padre. Prefería estar acompañada de alguien, que estar sola.
Pasaron algunas semanas, y mucha gente del Distrito doce había vuelto para quedarse y arreglar un poco todo lo que había sido destruido.
Katniss y mamá decidieron permanecer en el Capitolio, ayudando en todo lo que pudieran, así que por lo menos ellas podían hacer algo.
Mi hermana y Finnick, también vivían ahí y por lo que me contó mi Leah estaban esperando un hijo. Estaba de pocas semanas, pero me alegraba muchísimo por ellos.
Ella me había prometido que vendrían a visitarme cuando pudieran. También dijo que todos al final entendieron mi decisión de hacer lo que hice.
Era algo que debía hacer para acabar con todo.
Peeta seguía intentando mejorar, aunque como todo, había días buenos y días malos.
Solo esperaba poder verlos pronto a todos ellos, pero esperaría. Además, era tan raro estar de esta forma, me sentía libre, pero sentía como si me faltara algo y sabía perfectamente que se trataba de Peeta.
CINCO MESES DESPUÉS
Suspiré caminando por las calles para ir a la aldea de los vencedores. Había ido a ayudar a la gente en todo lo que pudiera y había conocido a una mujer encantadora que siempre que iba me recibía con galletas de chocolate.
Era maravillosa y siempre sabía qué decir en todo momento.
Al entrar a lo lejos pude ver a una persona que reconocía perfectamente.
¿Cómo podía olvidar ese color de pelo?
Caminé un poco más rápido, para confirmar que era él y no era un sueño.
Se encontraba agachado plantando algunas cosas.
—Peeta... —él se levantó girándose para verme con una pequeña sonrisa.
—Haymitch me dijo que habías ido a ayudar a la gente, así que pensé en plantar unas flores, mientras llegabas.
Sonreí rompiendo la distancia que nos separaba y le abracé con todas mis fuerzas.
—Estoy aquí —susurró—. Te lo prometí hace años. Nunca me iré de tu lado, y no pienso volver a irme.
Asentí feliz al escucharlo decir eso, y me permití llorar. Por todo lo que había guardado y por toda la felicidad que estaba sintiendo en estos momentos.
Peeta estaba aquí y no se iría.
—Te extrañé —susurré y él se separó un poco de mí para verme a los ojos.
—Lo siento mucho por tardar, tenía miedo de hacerte daño y quería asegurarme de que todo estuviera medianamente bien para poder venir. A veces podrán pasar, pero sé controlarme, y no voy a negar que te he necesitado demasiado.
Solté una pequeña risa y él me limpió delicadamente las lágrimas.
—Estaremos bien, ¿verdad? —él asintió con una pequeña sonrisa, dándome un beso en la frente.
—Estaremos bien y estaremos juntos, ahora sí que nadie podrá separarnos.
Asentí.
—Siento mucho no haberte dicho todo desde un momento, en parte fue culpa mía que perdiéramos al bebé, yo te orillé a disparar cuando lo que debí hacer fue no despegarme de tu lado. Te busqué esa noche, y al ver ese rayo sabía que estaba pasando algo. Cuando me capturaron, me aferré a vosotros con todas mis fuerzas, ellos no me dijeron que habías perdido el bebé, así que todo el tiempo me estaba aferrando al bebé y a ti.
Negué.
—La culpa no fue tuya, en parte fue mía por no tener cuidado —susurré con la voz rota y él negó abrazándome de nuevo.
—Creo que no era el momento, los dos estábamos pasando por cosas y había una guerra de por medio.
Asentí abrazándolo.
Lo importante es que los dos estábamos bien y estábamos juntos.
Y esta vez nadie se interpondría en nuestro camino.
Peeta y yo decidimos mudarnos a la casa donde estuve con mi familia cuando volví de los Juegos, estaba al lado de la de mi padre y sabía que él se la pasaría más tiempo con nosotros en nuestra casa que en la suya misma.
Miré todo y sentí como Peeta me abrazaba por detrás.
—Si no te sientes cómoda aquí podemos ir a la otra —negué con una pequeña sonrisa tomándole de las manos. No podía explicar toda la felicidad que estaba sintiendo al tener a Peeta conmigo.
—Estoy bien, simplemente no puedo creer que estés aquí conmigo —él me dio un beso en la mejilla.
Por fin estaba completamente feliz.
DIEZ AÑOS DESPUÉS
Habían pasado diez años desde que todo acabó y desde que Peeta estaba conmigo. Nos habíamos casado un año después y pudieron venir toda la gente que me importaba. Había sido una boda pequeña, pero Effie la había organizado y Cinna se había encargado de mi vestido y del traje de Peeta. Había sido una boda hermosa en nuestro hogar, con toda la gente que queríamos y había sido uno de los mejores días de mi vida.
El hijo de Leah y Finnick había nacido y le habían puesto Jackson, aunque todos le decíamos Jake o Jack, era un hermoso niño y muy sano. El resto estaban bien, cada uno estaba haciendo su vida.
Peeta y yo teníamos tres hijos.
El mayor tenía seis años y se llamaba James, había sacado todos los rasgos característicos de Peeta, como si yo no tuviera nada que ver en su creación, pero era un niño maravilloso. Luego teníamos a Thomas que tenía cuatro años y era una mezcla de Peeta y de mí, lo cual agradecía porque no era nada fácil cargarlos nueve meses. Por último estaba Alexia, solo tenía unos meses y era la niña más adorable del mundo, ¿lo bueno de todo esto? Es que era una copia de mí, o eso me dijo mi padre cuando la vio por primera vez.
Nunca pensé que sería capaz de ser una buena madre, pero no me arrepentía de nada, los tres eran lo mejor que teníamos, tanto Peeta como yo y estábamos muy felices de nuestra familia. Después de todo lo que pasamos, nos merecíamos ser felices.
Miré de reojo a Peeta que estaba un poco más alejado con nuestros hijos y sonreí, Peeta se había convertido en un increíble padre, y estaba muy orgullosa de él, aunque siempre lo había estado.
De pronto Alexia se movió un poco asustada y abrió los ojos para verme.
—¿Qué ocurre tesoro de mamá? Has tenido una pesadilla, ¿verdad? —susurré con una pequeña sonrisa acariciándole cuidadosamente la mejilla—. Yo también las tengo a veces, es horrible, pero papá sabe como desaparecerlas, algún día te contaré mi secreto para sobrellevarlas, pero no te preocupes por nada, porque mamá y papá siempre estarán a tu lado para cuidarte y tienes dos hermanos mayores que harán lo que sea por ti.
Sonreí meciéndola con cuidado para que volviera a dormir. De reojo vi a Peeta venir hacia nosotras con una gran sonrisa.
Se sentó en la sábana que pusimos en la hierba mientras veíamos a nuestros hijos jugar. Peeta me abrazo por los hombros dándome un beso en la mejilla.
—Gracias amor —le miré confundida—. Gracias por darme la oportunidad de tener a una hermosa familia y por salvarme la vida.
—En todo caso tendría que agradecerte a ti también por ello.
Los dos sonreímos.
—Te amo —sonreí aún más ante eso.
—Yo también te amo —y me besó, pero fue interrumpido por nuestros hijos que se tiraron encima de su padre y nos abrazaron a los dos.
Gracias a Peeta había sobrevivido a mis primeros Juegos, y gracias a eso ahora me encontraba con él y nuestra pequeña familia.
Lo que siempre había deseado.
FIN
NOTA DE LA AUTORA
¿Qué os pareció el final?
Esta historia ha llegado a su fin y solo quería agradeceros por todo el apoyo, es triste tener que despedirme de ellos, porque les he tomado muchísimo cariño y me encantó escribir esta historia. Y espero de todo corazón que os haya gustado, porque le he puesto mucho cariño. ❤
De nuevo, os agradezco por el apoyo, tanto al fanfic como a mí. ❤
Os amo demasiado y gracias por todo el apoyo. Ya sabéis que podéis seguirme en tiktok para ver todos los edits de mis historias. La cuenta es lvprongs también hay un Hashtag por si queréis hacer edits de la historia, yo encantada de verlos #neverletmegowattpad ❤
Os amo❤
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