41. El Final
Caminamos con cuidado por las calles para buscar algún sitio en el que pudiéramos grabar, aunque fueran algunas tomas. Lo encontramos, era una especie de plaza y Cressida le dijo a Boggs que sería un buen lugar para grabar.
¿El problema? Es que había vainas.
Nos colocamos a cada lado y tiré una piedra logrando activar la vaina.
Cuando acabó, Boggs quiso adelantarse, pero le tomé del brazo.
—Quieto —él me miró y caminé un poco para tirar una piedra al suelo, y corrí con los demás para escuchar la explosión. Miré a Boggs—. Ahora si me debes una —le dije divertida y caminamos hacia el centro. El problema fue cuando una de las hermanas Leeg, pisó un ladrillo que no era y poco después un líquido negro espeso apareció a lo lejos.
—¡Corred! —gritó Boggs y eso hicimos.
Cuando subimos por unas pequeñas escaleras sentí como alguien me tiraba para atrás haciendo que cayera y vi a Peeta a punto de golpearme con su arma. Mitchell se acercó, pero Peeta lo empujó al líquido negro.
Finnick le agarró por detrás y Boggs me ayudó a levantarme. Corrimos hacia el edificio, y subimos las escaleras, aunque por desgracia no pudimos subir más.
El líquido dejó de avanzar y poco después comenzó a desaparecer, secándose por completo.
—Dios, como odio todo esto —escuché a Johanna decir.
Vi como una persona de nuestra unidad le inyectaba algo a Peeta, desmayándolo al instante.
Suspiré, había sido una muy mala idea.
—Tenemos que volver a la base —escuché decir a Jackson, yo miré a Boggs.
Yo debía ir a la Mansión de Snow.
—Boggs, dame el holo —le dije logrando llamar la atención de todos.
—Quieres ir a matar a Snow, ¿verdad? —asentí y miró a toda la unidad, segundos después asintieron logrando confundirme.
¿Otro plan de los suyos?
—Bien, pero no irás sola. Tu unidad va a acompañarte.
—No puedo dejar que eso pase. No vais a arriesgaros la vida por mí.
—Qué pena que no nos importe lo que digas —miré a Johanna, soltando un pequeño suspiro.
—Somos un equipo Alina, no vamos a dejarte sola —habló Finnick y asentí.
—Tenemos que irnos, estoy seguro de que nos han visto mediante las cámaras —asentimos y bajamos de ahí para salir y buscar un lugar seguro para refugiarnos aunque fuera unas horas.
Tuvimos la suerte de encontrar un sitio que daba al lugar donde estábamos. Así que apagamos todo y poco después varios coches con agentes de la paz llegaron ahí para disparar y al final explotaron el edificio.
Suspiré y fui a sentarme junto a Johanna para ver como aparecía Caesar en una especie de proyección.
—Buenas tardes, soy Caesar Flickerman, cubriendo ininterrumpidamente, la defensa del Capitolio. Hoy, mientras nuestros agentes de la paz, contienen valientemente a los rebeldes. Nuestra historia ha dado un giro sorprendente —una grabación de nosotros hace horas aparecio—. Alina Abernathy, la que fuera nuestra hija predilecta. Se ha infiltrado en la ciudad con algunos vencedores cuyos nombres no son muy familiares, Finnick Odair, Johanna Mason y Peeta Mellark.
La escena que había vivido hace un rato apareció en el proyector.
—Umm, está claro que algunas alianzas no duran eternamente —Caesar hizo una pequeña pausa—. Observen lo que ha pasado hace un momento, cuando nuestros agentes han acorralado a Alina Abernathy, y a su banda de estúpidos rebeldes. Además del gesto arrogante de regresar de esta traidora. Van a ser testigos de una gran victoria, no solo para el Capitolio, si no para Panem.
Apareció el momento en el que dispararon hacia el edificio, logrando destruirlo.
—Ahí la tienen —apareció de nuevo Caesar—. Alina Abernathy, la chica en llamas. La chica que tanta violencia ha suscitado, parece haber llegado violentamente a su fin. Quédense, les seguiremos informando. Caesar Flickerman, gracias.
—¿Y ahora que estamos muertos que vamos a hacer?
—¿No es obvio? Lo siguiente es matarme —miré a Peeta preocupada—. He matado a un miembro de nuestro pelotón... Alina tiene razón, soy un muto. Y es solo cuestión de tiempo que vuelva a suceder otra crisis. No me controlo, necesito una jaula de noche para que pueda morir cuando haga falta.
—Si se da el caso, te mataré yo mismo —miré mal a Gale.
—Hazlo y te dispararé una maldita flecha en la horrible frente que tienes.
Me acerqué con cuidado a Peeta y me senté a su lado.
—Lo siento —susurró él y yo me limité a negar.
—No pasa nada —susurré y le agarré de la mano con cuidado.
Creo que esto era la idea más estúpida que habíamos tenido hasta ahora.
En que momento pensé que sería buena idea meternos en los túneles subterráneos. Ahora nos encontrábamos descansando un poco, si es que eso era posible.
Me senté en frente de Peeta, ninguno de los dos tenía sueño, al menos de momento.
—El Capitolio uso veneno de ratrevispula conmigo... Eso es lo que dijeron los médicos del trece. A ti te picaron una vez, ¿real o no?
—Real.
—Cuando me envenenaron a mí, me enseñaron imágenes de mi vida, pero algunas no eran reales, las manipularon —soltó un pequeño suspiro, y vi como se le cristalizaban los ojos—. Al principio, todas se entremezclaban, pero ahora, ahora puedo ordenarlas un poco. Las que ellos, alteraron, tienen otro, otro aspecto, como si tuvieran brillo, como si las hubieran retocado.
—Deberías descansar —susurré.
—Sigues intentando protegerme, ¿real o no?
—Real, eso es lo que hacemos, protegernos el uno al otro.
—¿Vas a quedarte conmigo?
—Siempre —él sintió e intento dormir.
Poco después me sobresalté al escuchar algo, no muy fuerte, pero no me daba muy buena espina.
Me levanté agarrando el holo para saber si se trataba de alguna vaina y empecé a caminar un poco. El ruido cada vez era más constante.
—¿Alina? —escuché la voz de Peeta.
—¿Qué está ocurriendo?
—¡Tenemos que irnos, tenemos que salir de aquí... Son mutos —dijo Peeta y todos nos levantamos para poder salir de ahí lo antes posible.
Genial, moriría bajo tierra.
—Maravillosa idea, moriremos todos en las profundidades.
Bufé.
Llegamos hasta un pequeño conducto, donde podíamos meternos y el primero fue Pollux. Poco después nos indicó que era seguro, así que poco a poco todos empezamos a meternos por ahí.
Yo me quedé detrás de Peeta para asegurarme. Y cuando me quise dar cuenta, algo había atacado a Jackson.
Preocupada lancé una de mis flechas explosivas y corrimos a toda velocidad.
¿Qué demonios era todo eso?
Corrimos asustados y los que quedábamos intentamos subir las escaleras.
Pollux, Cressida, Boggs, Johanna, Will, Katniss y mi hermana subieron.
Solo faltábamos Gale, Finnick, Peeta y yo que estábamos peleando con esas cosas.
Logramos deshacernos de ellos en la medida de lo posible, y Peeta subió antes que nosotros junto a Gale.
—¡Finnick! —disparé otra de mis flechas explosivas.
Finnick corrió hacia las escaleras y yo volví a disparar para hacer lo mismo que él.
Agarré el holo y susurré tres veces jaula de noche, justo en el momento en el que esas cosas empezaron a subir.
Logramos salir de ahí y seguimos a Cressida que sabía un sitio perfecto para escondernos, pero no contábamos con que habría otra trampa, antes de salir del todo.
Pero afortunadamente logramos salir ilesos, pero Peeta y yo caímos en el salto.
Me levanté rápidamente para correr.
—¡Peeta tenemos que irnos!
Peeta estaba en el suelo tapándose la cabeza, le agarré para que me mirara. No iba a dejar al idiota.
—¡Soy un muto! ¡Pierdo el control! ¡Déjame! ¡Soy un muto!
—¡Mírame! —hice que me mirara y sin previo aviso le bese.
Poco después tuvimos que separarnos, pero él estaba un poco más calmado y los dos nos miramos.
—Quédate conmigo Mellark —susurré.
—Siempre —asentí y los dos nos levantamos para correr con el resto.
—Sé donde estamos. Debemos ir por esas escaleras —gritó Cressida y poco después llegamos a una especie de tienda de ropa. Cressida llamó a la puerta.
—Viene alguien —una mujer con un aspecto de gato con tatuajes en el rostro, nos abrió la puerta y entramos todos.
Cressida se acercó a ella.
—Tigris, ¿me recuerdas? Soy de la organización secreta de Plutarch. Necesitamos tu ayuda.
Ella caminó hacia un lugar y todos nosotros la seguimos para ver una pequeña trampilla tapada con una alfombra.
Pero sabía que de algún sitio la conocía.
—Te conozco, eras estilista en los Juegos.
—Hasta que Snow decidió que ya no era lo suficientemente guapa.
—Voy a matarlo —ella me regaló una pequeña sonrisa y bajamos todos. La vi cerrando la trampilla.
Escuché el llanto de Pollux. Me giré para verlos, todo esto era mi culpa.
—Todo esto ha sido mi culpa, no estaba siguiendo órdenes de Coin.
—Todos lo sabemos Alina —habló Cressida, nadie creímos que seguías órdenes de Coin.
—Lo siento mucho, lo siento Pollux —susurré con la voz rota.
Nos mantuvimos en silencio por unos minutos, hasta que Peeta habló
—Glimmer, Marvel, Maggs, Clove, Wiress, Rue... ¿Qué significan esas muertes? Que nunca hemos sido dueños de nuestras vidas. No ha habido vida real, porque no hemos tenido elección. Nuestras vidas pertenecen a Snow, al igual que nuestras muertes. Pero si le matas Alina, si pones fin a todo esto, todas esas muertas no habrán sido en vano. Todos te elegimos a ti.
Suspiré.
Me senté a su lado para verle las muñecas y se las limpié un poco con cuidado.
—Debes impártelas Peeta, o se te infectarán.
—Deberías esposarme —los dos nos miramos—. Aún no os podéis fiar de mí, tengo momentos en los que estoy aquí, y estoy recuperando mis recuerdos, pero a veces es como si estuviera sonámbulo... Deberías esposarme —suspiré y asentí esposándolo sin hacerle daño—. Lo siento.
—La que debería disculparse soy yo Peeta, pero dejémoslo por ahora e intenta descansar aunque sea un poco, ¿vale? —él asintió.
Y yo me acosté al lado de él, intentando dormir aunque fuera un poco.
Llegó el momento, Will se había ofrecido a acompañarme. Me despedí de todos, no estaba segura de que los volviera a ver, así que quería verlos una última vez para poder tenerlos en mi memoria.
—Alina, deja que te acompañe. Puedo distraerles, conocen mi cara —negué rápidamente.
—No, no pienso perderte de nuevo, así que quítate eso de la cabeza.
—¿Y si los agentes de la paz comienzan a registrar las casas? ¿Y si lo encuentran? —respiré hondo para no pegar a Gale.
—Darme una jaula de noche, no volveré a pasar por eso —Will sacó la suya para entregársela a Peeta.
Yo me acerqué para quitarle las esposas y le miré.
—Te quiero vivo Peeta —le abracé con todas mis fuerzas, al igual que él a mí.
Un abrazo que había necesitado desde hace muchísimo tiempo, y ahora ni siquiera quería separarme de su lado.
—Si vuelvo a verte, será en un mundo diferente —susurró él.
—Te amo Peeta, y voy a amarte siempre —murmuré con lágrimas en los ojos.
—Yo también te amo y te amaré siempre —susurró él y tuvimos que separarnos.
—¿Lista? —asentí a la pregunta de Will y agarré mi arco escondiéndolo y saliendo junto a él de la tienda para caminar hacia el cúmulo de gente que iba hacia la mansión.
Después de caminar un rato, ya podía ver la mansión perfectamente, pero había agentes de la paz registrando a la gente, lo cual se nos hacía difícil. De pronto sentí como alguien me colocaba la mano en el hombro, pero varias explosiones interrumpieron y tanto Will como yo empezamos a correr.
Los rebeldes habían llegado.
Logramos avanzar con un poco de problemas, pero estaba lista para lo que se viniera. De un momento a otro vi como capturaban a Will y quise dispararle, pero no lo hice y se lo llevaron.
Seguí corriendo, tenía un objetivo, y haría lo que fuera para conseguirlo. Las explosiones no dejaron de cesar. Subí a un coche para ver la puerta de la mansión cerrada.
De repente, una aeronave sobrevoló lanzando unas especies de cajitas que, cuando llegaron con la gente, explotaron.
Adolorida me levanté y caminé para ver a lo lejos a Prim ayudando a alguien.
—¡Prim! —ella levantó la mirada y me vio.
Pero no pude decir más por qué hubo otra explosión dejándome inconsciente.
Me encontraba en una camilla del hospital, mi madre, que aunque no lo fuera de sangre, seguía siendo mi madre. También estaban mi padre, mi hermana y Katniss.
Mamá y Katniss estaban devastadas.
—La guerra acabó nada más lanzar el Capitolio esas bombas para defender el palacio... Nada pudo frenar a los rebeldes.
Mamá se encontraba curándome algunas heridas.
—Consterno a todos, los agentes de la paz, los guardias del palacio, también tenían hijos ahí. Acabo... —él respiró hondo—. Acabo después.
Prim había muerto, y no pude hacer nada para salvarla.
Ni llegamos bien al Capitolio y ya debía ir al jardín donde se encontraban las rosas. Después de un pequeño problema, pude entrar y vi a Snow caminando.
—Esa es muy bonita —refiriéndose a la rosa que había cogido—. Las de colores son preciosas, claro, pero nada simboliza la perfección como el blanco.
Se sentó.
—Esperaba que llegaras. Tenemos que hablar de muchas cosas, aunque creo que tu visita no será muy larga. Así que vamos al grano —tosió—. Primero quiero decirte lo mucho que siento la perdida de tu hermana, después de todo lo sigue siendo. Qué perdida tan necesaria. Estaba claro que la partida la había acabado. De hecho, estaba a punto de anunciar la rendición oficial cuando soltaron esos paracaídas.
—Tú fuiste quien los tiró.
—¿De verdad crees que yo di la orden? Los dos sabemos que no me importa matar niños, pero no hago nada en vano. Quito vidas por razones muy específicas. Y no había razón alguna para destruir un redil lleno de niños del Capitolio —volvió a toser—. E de admitir que fue un golpe maestro de Coin, la impresión de que yo había bombardeado a nuestros propios niños indefensos para contener a los rebeldes hizo que mis guardias se volvieran contra mí. No quedaba ninguna resistencia dentro del Capitolio o de la mansión. ¿Sabes que se emitió en directo? Seguro que no pretendía matar a su hermana, es lo que tiene las guerras, mi fallo fue en tardar tanto en comprender el plan de Coin. Dejó que el Capitolio y los distritos se destruyeran entre sí, y luego intervino para hacer sé con el poder del trece. No se equivoque, ahora pretende destronarme, pero... Yo a quien vigilaba era a ti, y tú me vigilabas a mí. Me temo que nos han tomado por dos idiotas.
—No te creo.
—Ay mi querida nieta, pensé que habíamos acordado el nunca mentirnos.
Me callé y salí de ahí para estar sola un poco en lo que iba con el resto para hablar con Coin.
Poco tiempo después nos encontrábamos los vencederos sentados en nuestros lugares esperando a que Coin hablara.
—Os he invitado aquí a todos por varias razones, pero antes quiero anunciar que he asumido la responsabilidad y el honor de declararme presidenta interina de Panem.
—Interina... —miré a mi padre—. Y exactamente, ¿cuánto dura esa interinidad?
—No hay forma de saberlo con exactitud, pero está claro que la gente está bastante afectada ahora mismo para tomar una decisión. Convocaremos elecciones cuando llegue el momento. Pero os he reunido para una votación mucho más importante, una votación simbólica. Esta tarde ejecutaremos a Snow, a cientos de sus cómplices también les espera la muerte —hizo una pequeña pausa—. Pero el peligro es que una vez que empecemos, los rebeldes no dejaran de exigir castigos, y la sed de sangre es una necesidad difícil de satisfacer. Así que propongo un plan alternativo. Con una mayoría de cuatro votos se aprobará y nadie podrá abstenerse. La proposición es la siguiente, que en lugar de esas brutales ejecuciones. Celebremos unos simbólicos Juegos del Hambre.
Sabía que algo estaba mal con ella.
Johanna rio.
—¿Quiere otros Juegos del Hambre con los niños del Capitolio?
—Está de broma —habló Peeta que se encontraba sentado a mi lado.
—No, en absoluto.
—¿Ha sido idea de Plutarch? —preguntó mi padre.
—Ha sido mía —una versión de Snow en mujer tenía delante de mí—. Para mantener el equilibrio entre la sed de venganza y la menor perdida de vidas posibles.
Dejé de escuchar por un momento, estaba pensando en que sería lo mejor, hasta que me di cuenta de algo.
—Sinsajo —levanté la mirada.
—Voto que sí —Peeta, Finnick, mi padre y mi hermana me miraron sorprendidos.
Miré a mi hermana y a mi padre.
—¿Haymitch? ¿Leah?
—Estamos con el Sinsajo.
Todo acabaría hoy.
Ya me encontraba lista, Cinna y Effie me habían ayudado, y sin que ellos me vieran guardé mi jaula de noche, para tenerla conmigo por si pasaba algo.
Salí de la habitación para caminar hacia donde se encontraba Snow atado.
La gente me seguía y a mis lados estaban mi familia y Peeta, y en la otra los demás.
Miré a Snow, y después levanté la mirada para ver a Coin.
—Bienvenidos al nuevo Panem.. Hoy en la avenida de los tributos, todo Panem, un Panem libre, asistirá a algo más que a un espectáculo. Nos hemos reunido, para ser testigos de un momento de justicia histórica. Hoy, la mayor amiga de la revolución, disparará la flecha que acabara con todas las guerras. Que su flecha simbolice el fin de la tiranía, y el comienzo de una nueva era. Sinsajo, que tu disparo sea tan certero como puro es tu corazón.
El silencio se hizo presente y saqué mi flecha apuntándole.
Estaba preparada para hacerlo, y cuando menos se lo esperaban todos disparé hacia Coin dándole en el pecho.
Snow empezó a reír, yo agarré mi jaula de noche, mientras escuchaba a la gente correr hacia Snow.
Peeta se acercó rápidamente para arrebatármela.
—¡Peeta no! —pude notar en su rostro preocupación y miedo.
Dos guardias me agarraron para sacarme de ahí y me llevaron a la mansión, vigilando para que nadie entrara, o al menos para que ningún desconocido entrara.
Ni siquiera sabía cuanto tiempo había pasado, pero las puertas se abrieron dejándome ver a mi padre. Me levanté, pensé que vendría acompañado, pero estaba muy equivocada.
—No me lo esperaba —sonreí.
—Que te puedo decir, soy una caja de sorpresas.
Los dos nos sentamos en las escaleras.
—Plutarch, tiene una carta para ti, me dijo que te la leyera.
—Papá, no la quiero, al menos no todavía. Solo dime que haremos y ya. En otro momento la leeré.
Papá asintió.
—Bien, pues solo puedo decirte que volvemos a casa —y eso era lo único que quería escuchar.
Bajamos las escaleras de fuera par encontrarnos a Effie con una pequeña sonrisa.
—No quería que te fueras sin despedirme —la abracé. Iba a extrañarla muchísimo—. Ahora tu misión es cuidar de ti Alina. Prométeme que la encontraras.
La miré confundida.
—¿Encontrar qué?
—La vida de una vencedora —asentí con una pequeña sonrisa.
—Adiós Effie —susurré volviéndola a abrazar con todas mis fuerzas.
—Adiós hija —murmuró ella abrazándome con la misma intensidad.
Segundos después nos separamos para que mi padre y ella pudieran despedirse y yo miré hacia arriba para ver a Johanna, Finnick, Leah, Annie, Boggs, Cressida, Pollux y Beetee viéndome.
Seguramente estarían enfadados conmigo, tal vez me odiaban por lo que había hecho.
Suspiré y vi como Peeta también parecía con ellos.
Le miré, pidiéndole que viniera conmigo, aun sabiendo que eso no pasaría.
Él se mantuvo en su lugar, y yo dejé caer algunas lágrimas al igual que él.
Otra vez tendríamos que estar separados, y ni siquiera sabía por cuanto tiempo.
—¿Lista hija? —asentí a la pregunta de mi padre y los dos nos alejamos de la mansión. Papá me dio la mano.
—Estaremos bien, te lo prometo —asentí con una pequeña sonrisa.
—Lo sé papa, sé que estaremos bien porque vendrás conmigo a pesar de que podías quedarte aquí con Leah.
—No iba a dejar que mi pequeña hija se divirtiera sola sin mí —soltamos los dos una risa.
Por fin todo había acabado y me sentía en paz, aunque me faltaba Peeta.
Pero estaba convencida de que pronto nos volveríamos a ver.
NOTA DE LA AUTORA
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