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39. Hiéreme cuanto quieras

Me desperté sobresaltada, tenía un collarín en el cuello, y quise levantarme, pero Boggs se levantó rápidamente.

—Con cuidado Alina, aún sigues débil, pero estás bien y es lo importante —susurró él preocupado. Le miré, pero ni siquiera tenía fuerzas para hablar.

Él me ayudó a acomodarme mejor.

—No te preocupes Peeta está bien, te lo prometo, pero tuve que quitártelo de encima —asentí, las lágrimas amenazaban con salir—. Estarás bien, te lo prometo.

Poco después entraron en la habitación, mi padre, mi hermana, Katniss, Prim, Beetee, Cinna, Effie, mi madre y Plutarch.

Prim se sentó a mi lado, y mi hermana se acercó a mí para tomarme de la mano. Ninguno dijo nada, todos tenían una expresión triste en el rostro. ¿Qué es lo que me estaban ocultando?

—Se conoce como secuestro, no sabemos cuanto tiempo ha estado el Capitolio haciéndole esto a Peeta —comenzó Plutarch.

—El condicionamiento del miedo, potenciado por el veneno de ratrevíspula... Te picaron en tus segundos Juegos, ¿te acuerdas? —asentí ligeramente—. El veneno induce en el sujeto, un estado disociativo, y le tortura. Por medio de electroshock y golpes, le despojan de su identidad y luego todo ese sufrimiento y ese miedo es encauzado, asociándolo a recuerdos o personas.

—¿Pueden cambiar los recuerdos de Alina? —me preguntó Prim preocupada. 

—Hasta hacer que parezca una amenaza —miré a Beetee. 

—Le han convertido en un arma Alina —escuché a mi padre decir—. Para matarte.

—Pero se puede invertir, ¿no? —preguntó Prim de nuevo. 

—El miedo es una de las cosas más difíciles de vencer, estamos predeterminados a recordarlo mejor que nada. 

—Es un nuevo campo... Pero hemos reunido un buen equipo —miré a Plutarch que tenía una pequeña sonrisa en su rostro—. Soy optimista.


Me levanté de la cama con cuidado para caminar por los pasillos. Necesitaba ver a Peeta, a pesar de lo que había pasado, debía verlo al menos a la distancia. No estaba segura de estar muy cerca de él. 

Llegué y vi un gran ventanal que daba a una habitación aislada y ahí estaba Peeta, atado de manos y pies, gritando, aunque su habitación estaba insonorizada. Se me rompió el alma al verlo de esta manera. 

Él estaba así por mi culpa, y esta vez sí que no sabía como poder ayudarle. 


No sé muy bien cuantos días pasaron, pero me encontraba sentada, la médica que me atendía estaba lista para quitarme el collarín y Plutarch también estaba presente. 

Ella me lo quitó con cuidado y me tocó la zona afectada, por instinto me moví para alejar sus manos.

—Lo sé, lo sé. Lo siento, sé que aún te duele —sabía que era su trabajo, pero eso no quitaba que no me doliera como el demonio—. Bien, veamos que tal tu voz. Me llamo Alina Abernathy y mi casa está en el Distrito doce.

—Me... —ni siquiera podía hablar, mi voz sonaba muy rasgada y dudaba de que pudiera hacer mucho más.

—Tómate tu tiempo cielo, aún sigues teniendo las cuerdas vocales muy inflamadas.

—Me... Llamo... Alina Abernathy —bueno, algo era algo, aunque si es verdad que me molestaba bastante hablar.

Miré a Plutarch.

—Quiero hablar con él —susurré.

—Necesita tiempo, pero... Vamos a probar algo nuevo hoy, ha estado más tranquilo con los médicos, pero para él son desconocidos, así que, vamos a ver como responde con alguien a quien recuerde de casa. Alguien en quien confíe.

Me cambié de ropa y fui al mismo sitio de la última vez, papá, Boggs y alguno más estaban conmigo observando cada movimiento.

—Que entre —escuché decir a Boggs. 

Y vi como las puertas se abrían para ver a Prim entrando en la habitación y cerrando la puerta detrás de ella.

—Hola —dijo ella. 

—Prim...

—Está muy cerca —dijo mi padre. 

—No pasa nada. 

—¿Cómo estás? —le preguntó ella y yo no quite la vista de ninguno de ellos.

—¿Qué haces tú aquí?

—Ahora vivimos en el Distrito trece. Es un sitio real, lo que cuenta es real. Te rescataron.

—Mi familia no ha venido a verme —le miré triste dejando caer algunas lágrimas—. Hubo un ataque en el doce.

—Sí.

—Mi familia... —escuché su voz quebrarse.

—La panadería ya no existe —susurró ella. 

Silencio, pero no por mucho tiempo, porque Peeta volvió a mirarla.

—Ha sido por Alina, por su culpa.

—No ha sido por ella Peeta, ¿cómo puedes pensar eso?

—Te ha dicho ella que digas eso, ¿verdad?

—Ella no me ha dicho nada Peeta.

—Es una mentirosa Prim.

Aguanté las lágrimas.

—Peeta lo que dices no es real. 

—¿Te ha mandado para hablar conmigo? ¿Ella sabe que estás aquí ahora?

—Tranquilo —susurró ella.

—¡No sé puede confiar en ella! —intentó soltarse de sus agarres, mientras lloraba—. ¡Es un monstruo! ¡Es un muto del Capitolio que ha creado para destruirnos! 

—Sacarla de ahí.

Yo solo miré a Peeta, él ya no era el mismo.

—¡Tenéis que matarla Prim! 

—Alina... Es una respuesta condicionada, no es él —escuché a Plutarch decir.

—No, no es él —susurré.

Poco después caminé hasta la sala de reuniones por petición de la presidenta. 

—¿Nos dejáis a solas por favor? —todos asintieron marchándose y dejándonos—. Siéntate por favor. 

Me senté.

—Me alegro de que estés mejor.

—Snow tiene que pagar por lo que ha hecho. Quiero ayudar a los rebeldes en todo lo que pueda. 

—Es muy duro ver a Peeta así.

—Ese no es Peeta —hice una pequeña pausa—. Envíeme al Capitolio, haré lo que sea.

—No puedo... No puedo enviarte ahí. No podemos entrar en el Capitolio hasta controlar el Distrito dos. 

—Entonces envíame al Distrito dos. ¿Quiere que enardezca nuestras tropas? ¿Qué desafíe a los fieles? Ha visto lo que puedo hacer.

—Sí, lo he visto.


Habían pasado unos días, y había pasado bastantes cosas. Tantas que acabé de nuevo en el hospital, menos mal que Cinna había hecho mi traje a prueba de balas. 

Vi a Johanna acercándose a mí.

—Estás loca —me senté como pude soltando un pequeño quejido, había dolido. 

Qué gente más loca, es que nunca tenía un descanso.

—Parezco un gato, ya ni siquiera sé cuantas vidas me quedan —ella soltó una pequeña risa sentándose a mi lado—. Vienes a ver que estoy bien o para ver si te doy algo de lo que tengo para calmar un poco todo el dolor. 

—Las dos, pero más la primera, es algo obvio —me abrazó por el brazo—. Todo irá bien, ya lo verás —asentí.

—No puedo imaginar por todo lo que tuvisteis que pasar ahí dentro.

—Creo que el más afectado fue Peeta, era obvio que era y sigue siendo tu punto débil. Al igual que tú eres el suyo, pero fue muy difícil —asentí—. No lo abandones ahora Alina, sí, sé que es duro verlo de esta manera y al igual que escucharlo decirte todo esto, pero no lo dejes. Después de todo siempre fuiste tú la que lo salvaba, incluso él lo reconoce. Hubo una vez que me dijo, que tú siempre sabías como salvarlo y que tú lo salvaste más veces que él a ti. Y en eso todos estamos de acuerdo, al igual que también sabemos que Peeta por ti haría cualquier cosa, y se sacrificó de alguna manera.

Le miré y ella soltó un pequeño suspiro.

—El objetivo era sacarte con vida y eso Peeta lo sabía.

—¿Qué? —susurré.

—Sé que en el fondo sigues enfadada con nosotros, porque teníamos un plan, los tres y era que Peeta viviera, pero él tenía otros planes y cuando supo lo del bebé, pues prefirió sacrificarse para que pudieran rescatarte.

—Y en ese momento perdí al bebé —susurré con lágrimas en los ojos y ella me tomó de las manos.

—Lo siento mucho Alina —murmuró ella.

—Yo también lo siento —susurré y me abrazó. 


Caminé hacia la habitación donde se encontraba Peeta, tal vez no fuera una muy buena idea, pero debía verlo.

Al entrar, él me miró.

—Estás horrible —volteé los ojos.

—No hablemos de ti, entonces —me acerqué un poco a él. 

—¿Qué haces aquí?

—Vine a verte —no mentía, ni siquiera tenía razones para hacerlo.

—Cuando vi que te dispararon, recordé algunas cosas. Recordé la primera vez que te vi, llevabas tus trenzas a cada lado, y una bonita sonrisa. Mi versión pequeña fue muy estúpida al enamorarse de ti, sabiendo que me traerías muchos problemas. 

—Sigue Peeta, venga, suéltalo todo. Hiéreme cuanto quieras, no puedes romperme si ese es tu propósito. No puedes romper lo que ya está roto. No puedes hacerme más daño de lo que ya estoy sintiendo. Y siento mucho no haberte salvado antes, pero en parte debiste decirme que tenías otros planes Peeta. 

Él se mantuvo callado.

—¿Quieres lastimarme? Hazlo, pero no va a servir de nada porque debo vivir con la carga de ver lo que te hicieron y de perder a nuestro bebé. Porque sí, lo hemos perdido, te lo digo por si te importa. Tranquilo, serás el primero en saber de mi muerte si ocurre —salí de ahí con lágrimas en los ojos.

No iba a escucharlo más, además, tenía algo más importante que hacer. 

Matar a Coriolanus Snow.














NOTA DE LA AUTORA

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Os amo demasiado y gracias por todo el apoyo. Ya sabéis que podéis seguirme en tiktok para ver todos los edits de mis historias. La cuenta es lvprongs también hay un Hashtag por si queréis hacer edits de la historia, yo encantada de verlos #neverletmegowattpad ❤

Os amo❤



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