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38. Leah Abernathy

La miré confundida.

—¿Quién eres?

—Ya veo, bueno, es una muy larga historia a decir verdad, pero dudo que te acuerdes, solo eras una niña —ella se acercó un poco más a mí—. Me llamo Leah...

—¿Leah? —miré a Finnick que tenía una expresión de sorpresa en su rostro.

—Hola Finnick —ella le sonrió.

—No puede ser... —susurró él.

—¿Pensaste que estaría muerta después de lo que hice? Pues la verdad es que yo también lo pensé, pero me ayudaron y hace unas horas llegué aquí porque sabía que Alina estaba viva. Creo que ya era momento de aparecer, después de todo somos familia.

—No entiendo nada —les interrumpí y sentí pasos acercándose, para ver a mi padre realmente sorprendido.

—¿Leah? —todo el mundo la conocía menos yo, genial.

—Hola papá —papá se acercó a ella para estrecharla entre sus brazos.

Todo era confuso.

—Bien dejaros de presentaciones y por favor contarme lo que está pasando, porque hasta hace unos minutos pensé que era hija única y para mi sorpresa tengo una hermana mayor que decidió aparecer ahora y no hace años.

—No fue nada fácil. Fui tributo, pero Snow se enteró de la verdad así que me dio caza una vez que gané mis Juegos. Logré escapar y el Distrito 13 me ayudó a ocultarme... —le interrumpí.

—¿Y por qué solo ahora te veo?

—Estaba de misiones —asentí, dejándola que siguiera hablando—. No podía ir contigo y que descubrieran que eras mi hermana porque te matarían. Aunque a las dos nos quieren muertas en estos momentos. Yo intenté ayudarte en todo lo posible desde la distancia y de verdad que siento como surgieron las cosas. Como te dije es una larga historia, que ya te contaré más adelante. En estos momentos tenemos que destruir el Capitolio.

—Yo, todo esto es demasiado. ¿Es que no hay día en el que no aparezca alguien que pertenece a mi vida? Bastante tengo con saber que comparto sangre con Snow.

—Es todo confuso, pero solo quiero que sepas que cualquier cosa que necesites aquí estoy.

—No necesito nada de nadie, lo que necesito es salvar a Peeta, eso es lo único que necesito. Nadie podría quitarme el dolor que estoy sintiendo y ni siquiera puedo llorar o rendirme porque debo pelear por esto. No pude sufrir y llorar porque primero debo buscar a Peeta, necesito sacarlo de ahí antes de que lo maten. Así que por favor ahórratelo, entiendo que no tuvieras elección, pero podías escribir una carta o mejor dicho —miré a mi padre—. Tú pudiste decirme la verdad años antes, tal vez las cosas fueran diferentes.

Salí de ahí.


Odiaba este maldito sitio, todo era horrible y cada día que pasaba me sentía peor. Me sentía inútil por no poder sacar a Peeta de ahí, porque en lo que ellos lo intentaran seguramente él ya estaría muerto.

—Alina —levanté la mirada para ver a Finnick—. Te quieren en la sala de mando.

Confundida me levanté de la cama y juntos fuimos hasta ahí.

Cuando llegué la imagen de Peeta fue lo que más me llamó la atención. Estaba mucho peor que la primera entrevista que dio y en sus ojos pude diferenciar el miedo que sentía, pero que intentaba ocultar y tenía en su mano una rosa blanca.

—Y creo que para ti Peeta, debe ser especialmente doloroso —terminó Caesar.

—Ojalá pudiera darte esta rosa Alina —susurró él y de solo verlo se me formó un nudo en la garganta. Quería llorar al verlo de esta manera, lo estaban torturando y todo era por mi culpa.

—Un dulce gesto hacia una chica que ha inspirado tanta violencia. Debes de quererla mucho para poder perdonarla. Yo no creo que pudiera.

Noté como Peeta temblaba ligeramente.

—A no ser, claro está, Peeta que creas que tal vez la están obligando a decir cosas que ni siquiera entiende.

—Sí, es justo lo que pienso —yo sabía que no es lo que pensaba, Snow lo tenía en la palma de su mano a base de torturas—. Creo que la están usando para enardecer a los rebeldes, dudo incluso que sepa lo que está ocurriendo y lo que está en juego.

—Mira Peeta, no creo que los rebeldes le permitan ver esto. Pero si lo hacen, qué le dirías a Alina Abernathy.

—Le diría que pensara por sí misma como siempre lo ha hecho —él miró la cámara y me sentía tan pequeña porque sentía como si me estuviera viendo directamente—. No seas tonta Alina, sé que nunca has apoyado la rebelión, las cosas que hiciste en los Juegos nunca tuvieron... Como fin empezar todo esto. Los rebeldes te han convertido en algo que no eres, en algo que podría destruirnos a todos. Así que si tienes algo de influencia en lo que dicen, por favor diles que finalicen esta guerra, antes de que sea demasiado tarde. Y pregúntate esto, ¿de verdad confías en las personas con las que trabajas? Por favor Alina, haz que paren, hazlo por el bebé y por mí.

Las lágrimas se deslizaron por mis mejillas, sin que pudiera controlarlo. ¿Cómo podía hacer eso? Si estaba haciendo todo esto, en parte, era para poder salvarlo a él.

Seguí llorando en silencio, sin despegar la mirada de él. Peeta no sabía que habíamos perdido al bebé.

—Gracias Peeta Mellark por estas revelaciones sobre el verdadero Sinsajo.

Salí de ahí corriendo porque no podía aguantarlo.

—¡Alina! —ignoré a Leah para irme de ahí.


Horas después nos encontrábamos de regreso al Distrito 13, pensé que debíamos grabar unas escenas del Distrito 12, para que Peeta pudiera verlo, él no sabía lo que había pasado con su distrito, porque estaba segura de que no pensaría de esa manera, aunque era algo entendible.

Estuvimos unas horas ahí, así que cuando volvimos me sentía exhausta, por lo que sin decir nada fue a dormir un rato, era algo que necesitaba, pero lo único que necesitaba con todas mis fuerzas era a Peeta a mi lado, él era el único que podía hacer que mis pesadillas desaparecieran.

—Alina —suspiré abriendo un poco los ojos, viendo a mi hermana Leah.

No es que fuéramos muy comunicativas, también es verdad que en parte era mi culpa porque intentaba escapar de ella.

—Debes ver esto, es Peeta —me levanté rápidamente y las dos corrimos hasta la sala de mando.

Y no estaba preparada para ver lo que estaba viendo en estos momentos. Nunca pensé que podría verlo de esta manera.

Peeta estaba totalmente destruido, los golpes eran visibles, y estaba más delgado que antes.

¿Qué demonios le habían hecho?

—Esta noche nos ha llegado información, de trenes descarrilados, graneros incendiados y de un salvaje ataque a una central hidroeléctrica en el distrito cinco. Pido templanza...

Rompí en llanto al verlo de esta manera y sentí como Leah me abrazaba por los hombros y ni siquiera me aparté. De pronto una promo de las nuestras apareció y sabía que lo estaban haciendo para que Peeta lo viera.

—¿Alina? —pude verle aguantar las lágrimas.

—Está viendo nuestra promo —escuché decir a Coin.

—Alina, ¿estás ahí?

Me acerqué aún más a la pantalla.

—Alina...

—Peeta por favor continúa... Nos estabas hablando de esos salvajes ataques.

—Sí... —susurró—. El ataque a la central, ha sido un acto de destrucción cruel —le volvieron a interrumpir con nuestra promo—. Alina, piénsalo bien. Como acabara esto —habló asustado—. Que quedara en pie, nadie va a sobrevivir. Ya nadie está a salvo, ni siquiera en el Capitolio. Ni en ninguno de los Distritos —hizo una pequeña pausa, acercándose un poco más a la cámara viéndola detenidamente—. Van en camino Alina, van a matar a todos en el Distrito trece... ¡Estarás muerta por la mañana! —los soldados lo levantaron y la transmisión se cortó.

Rompí en llanto.

—Nos está avisando. Ha sido un aviso —habló mi padre.

—Si lo es —corroboro Boggs.

—Hay que sacarlo de ahí antes de que lo maten—miré a mi padre.

—¿Hay algo en el aire? —escuché preguntar a Coin.

—De momento no presidenta.

—Estaba en la mansión, así que seguramente haya escuchado algo —habló ella viendo a Plutarch.

—Es posible.

—Simulacro de ataque aéreo —todos comenzaron a prepararse y las alarmas comenzaron a sonar, así que fui a buscar a Prim, Katniss y a mi madre.

Bajé las escaleras rápidamente y una vez que llegué a mi destino, busque con la mirada a alguna de ellas, pero solo pude ver a lo lejos a Katniss y a mi madre.

Me acerqué a ellas.

—¿Y Prim? —les pregunté preocupada.

—Pensé que iba a buscarte —abrí los ojos de golpe corriendo hacia la salida para subir las escaleras.

Había ido a por el maldito gato.

Las luces se habían apagado minutos antes al igual que las bocas de incendio.

—¡Prim! —seguí subiendo un poco más hasta que la vi bajando junto a Will.

—¡Alina! —escuché la cuenta atrás y solo rezaba para que pudiéramos llegar antes de que las puertas se cerraran.

—¡Corred! —los tres corrimos y llegamos entrar justo cuando las puertas se cerraron—. ¿En qué demonios estabas pensando? —la miré enfadada y preocupada.

—No podía dejarle, no me lo hubiera perdonado —me mantuve callada.

Prim salvó al gato sabiendo que podía morir en el intento, y ahí me di cuenta de que eso debí haber hecho con Peeta. No debí apartarme de su lado, tal vez si me hubiera quedado a su lado las cosas hubieran sido diferentes. Ahora él era un rehén del Capitolio y yo estaba muerta por dentro.


No sé cuanto tiempo paso, pero vi como Boggs se acercaba a mí. Yo era la única que no dormía, por mucho que lo intentara era imposible.

—Alina, acompáñame —susurró él y yo asentí levantándome para acompañarlo.

Al llegar vi a la presidenta Coin.

—Hemos sobrevivido a su ataque —asentí aliviada de escuchar eso—. ¿Está bien toda tu familia?

—Si lo están.

—Necesito que hagas algo por nosotros... Necesito que le digas a Panem que hemos sobrevivido a un ataque del Capitolio sin ninguna baja y que seguimos plenamente operativos.

—De acuerdo —podía hacerlo.

—Tienes que saber algo, hemos tenido ocho minutos más para evacuar a los civiles gracias a la advertencia de Peeta. No lo olvidaré.

Asentí.

—Gracias.

Subimos por unos conductos para llegar a la superficie y la primera imagen que vi cuando salí fueron numerosos escombros, todo estaba destruido, mientras más avanzaba, más me preocupaba la situación.

No podía creer lo que estaba viendo. Docenas de rosas blancas estaban tiradas en el suelo.

Agarré una de ellas y sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo.

—¿Por qué las habrán tirado?

—Son para mí —respondí a la pregunta de Gale.

—¿Estás lista Alina? Vamos a hacerlo como en el Distrito ocho. Háblame de las rosas —las palabras no salían de mi boca.

Snow iba a matar a Peeta, estaba segura de ello.

—Dile a Snow que el trece está a salvo.

—Va a matar a Peeta —susurré aguantando las lágrimas.

—Intentémoslo otra vez, ¿puedes hablar un poco más alto? No te hemos puesto el micro. El trece está sano y salvo, igual que yo.

Ni siquiera pude prestarle atención.

—Va a matar a Peeta... No puedo hacerlo —las lágrimas recorrieron mis mejillas.

Papá se acercó a mí para tomarme por los hombros.

—Papá, va a matar a Peeta.

—Tranquila cielo —él me abrazó y yo me permití llorar.

—Va a matarlo papá, nada lo detendrá —susurré, y poco después me alejé para salir de ahí corriendo.

—¡Alina!

—Dejarla ir —escuché a Boggs decir antes de entrar de nuevo al Distrito.


Me encerré en mi habitación, acostándome en mi cama. Me quedé mirando la pared por no sé cuanto tiempo. No quería que nadie viniera y no quería saber nada de nadie.

Se escuchó la puerta abrirse para encontrarme a mi padre.

—¿Puedo pasar? —asentí, sentándome en la cama para ver a mi padre caminar hacia mí.

—Papá, no puedo ser el Sinsajo —susurré viéndole.

—No debes serlo si no quieres, simplemente se Alina cielo. No importa lo que pase, yo siempre estaré para ti.

—Pensé que podría con todo esto, pero no puedo. Desde que llegamos siento como todo se derrumba. Las pesadillas son cada vez más fuertes y tengo miedo de que por mi culpa todo el mundo muera. Debí morir en mis primeros juegos, tal vez las cosas serían totalmente diferentes.

—Te prohíbo decir eso mi niña. Gracias a ti, le has dado a la gente esperanza, gracias a ti están ahí fuera luchando para acabar con el Capitolio, para que todos podamos ser libres después de mucho tiempo. Eres la razón por la que mucha gente pelea por un mundo mejor.

—Lo siento si alguna vez fui una mala hija —susurré con lágrimas en los ojos y él me estrechó entre sus brazos.

Le abracé más fuerte llorando.

—Nunca te disculpes conmigo. El que te debe una disculpa soy yo, no tuve el valor suficiente para decirte la verdad y lo siento mucho mi niña —murmuró él con la voz rota.

—No puedo perder a Peeta papá —susurré rompiendo en llanto—. Ya perdí al bebé, no puedo perderlo a él también.

—Tengo que decirte algo —levanté la mirada—. Han ido a rescatarlo y han entrado en el lugar donde se encuentra Peeta. Tu hermana fue junto a algunos más y con Boggs.

—¿Qué? —susurré.

—Lo que oyes cielo —los dos nos levantamos y corrimos hacia la sala de mando, papá me explicó ligeramente todo, y una vez que llegamos vimos a Beetee tecleando preocupado.

—¿Qué ocurre? —le pregunté asustada por lo que podría estar pasando.

—Sé esta restableciendo la corriente —cerré los ojos por un momento rezando para que pudieran salir de ahí.

—Grabarme —todos me miraron—. Si Snow está viendo esto, puede que deje pasar la señal al verme. Hacerme salir en antena, que me vea.

—Adelante.

—¿Podemos hacerlo? ¿Aún podemos entrar? —preguntó mi padre a Beetee, agarrando la pequeña cámara para ponerla delante de mí.

—Sí, por ahora. La conexión está abierta —Beetee me miró—. Solo te verá a ti.

Asentí.

—Vale Alina, cuando quieras.

—Presidente Snow tengo que hablar con usted —hice una pequeña pausa esperando respuesta, pero nada.

Seguí insistiendo hasta que de pronto escuché su voz.

—Señorita Abernathy —lo vi con una sonrisa, en un traje impecable y solo quería matarlo y decirle todo lo que quería decirle, pero no podía hacer eso. Debía ganar tiempo para que pudieran salir—. Imagino que no llama para darme las gracias por las rosas.

—Nunca pedí nada de esto, no pedí ser el Sinsajo, yo no quería que las cosas pasaran de esta forma. Solo quería mantener con vida a mis hermanas y a Peeta.

—Mi querida nieta, o mejor dicho bisnieta. Qué curioso que mi propia sangre se rebele contra mí después de saber muy bien de lo que soy capaz de hacer.

—Sigo sorprendida por eso. Nunca pensé que compartiéramos la misma sangre. Por favor deja a Peeta fuera y juro que dejaré de ser el Sinsajo, desapareceré y nunca volverás a verme.

—Querida, no podrías huir de esto como tampoco hubiera podido huir de los Juegos.

—Por favor has ganado, me has vencido. Me cambiaré por Peeta si hace falta.

—La oportunidad de hacer nobles sacrificios, ya es historia.

—Bien, entonces dime que tengo que hacer para que sueltes a Peeta. Haré lo que sea —por favor que salieran de una vez. Siempre he cumplido con mis promesas.

—Creo recordar mi querida nieta, que dijiste que no querías una guerra y es justo lo que tenemos. Te dije que la paz era algo muy frágil y aun así como una niña disfrutaste rompiéndola, sabiendo por supuesto las consecuencias. Sé como eres, sé que no ves más allá de sus propias preocupaciones. Dudo que sepas de lo que se trata la honestidad.

—Me pediste algo, ¿acaso no lo hice bien?

—Querida, son las cosas que más queremos, las que nos destruyen. Recuerda que te lo advertí... ¿Crees que no sé qué tus amigos están en el centro de entrenamiento?

Abrí los ojos de golpe sorprendida y preocupada por lo que había dicho.

—Corta —y apagó todo.

Miré a mi padre asustada, mientras él se acercaba a mí.

—Papá voy a perderlo —rompí en llanto. Odiaba que me vieran vulnerable, pero en estos momentos me daba igual.

Papá me abrazó intentando calmarme.

—Todo irá bien, te lo prometo —susurró y yo le creí.


Un rato después me encontraba en mi habitación junto a Finnick, ya estaba un poco más calmada, pero seguía preocupada.

De pronto la puerta se abrió dejándome ver a mi padre.

—Han llegado —rápidamente me levanté y corrí hacia la planta de médica donde ya se encontraban médicos inspeccionados a todos, a lo lejos vi a Johanna, más delgada.

Luego iría con ella, ahora solo me importaba ver a Peeta. Vi a mi hermana señalar con la cabeza una habitación y corrí hacia ahí.

Abrí la puerta y vi la espalda de Peeta. Dejé de nuevo las lágrimas caer, caminé a pasos temblorosos hacia él para poderle ver la cara.

Y cuando lo vi, todo en mí se rompió. Estaba horrible, estaba todo golpeado y todo eso había sido culpa mía.

—Peeta...

Susurré llorando, pero sin previo aviso él se acercó a mí para tomarme fuerte del cuello.

Intenté soltarme de su agarre, pero él era más fuerte que yo. Mi padre intentó separarnos sin éxito.

Yo intentaba acumular algo de oxígeno, pero no había manera. Si seguía así, Peeta me mataría.

—¡Te odio! ¡Ojalá te hubieras muerto esa noche antes de los Juegos! Debí dejar que lo hicieras porque me hubiera ahorrado demasiado sufrimiento.

Ese no era mi Peeta, no era el chico del cual me había enamorado.

No era la persona que me había salvado.

Sentí como poco a poco mis sentidos dejaban de funcionar.

—Peeta... —susurré a media voz.

No podía creer que él me hubiera dicho eso, aunque en el fondo sabía que tenía razón. Tal vez si esa noche lo hubiera hecho las cosas serían diferentes y Peeta estaría a salvo y nada de lo que le había pasado hubiera ocurrido.

Intenté soltarme sin éxito y poco después caí inconsciente. Sin saber con certeza si saldría de esta.
















NOTA DE LA AUTORA

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Os amo demasiado y gracias por todo el apoyo. Ya sabéis que podéis seguirme en tiktok para ver todos los edits de mis historias. La cuenta es lvprongs también hay un Hashtag por si queréis hacer edits de la historia, yo encantada de verlos #neverletmegowattpad ❤

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