37. ¡Si nosotros ardemos! ¡Tú arderás con nosotros!
Una vez lista, caminé junto a Boggs, hacia el aerodeslizador que nos llevaría al Distrito 8.
Al llegar a la zona, estaba yendo de armamento y explosivos, logrando sorprenderme. ¿Por qué no habían hecho algo hasta ahora?
—¿Tenéis todo esto y habéis dejado que los demás Distritos se busquen la vida y mueran? ¿En serio?
—No es tan fácil como crees Alina. Si tal vez pudimos bombardear en su momento el Capitolio, pero ellos contraatacarían con el doble de armamento y no podríamos hacer nada. Es todo más complicado de lo que crees, pero esperemos que el plan funcione para que más Distritos se unan a la causa, se unan a tu bando —suspiré.
—Bueno, algo así dijo Peeta y todos lo habéis despreciado y llamado traidor. Así que no veo la lógica de todo esto. Solo espero que Coin cumpla con su parte del trato, porque pienso hacer que llueva sangre. Estoy harta de que la gente se crea con derecho a manipularme a su antojo y de utilizarme a su manera —él asintió y llegamos con Haymitch, Effie, Will, Katniss y Gale.
Katniss se había ofrecido a venir, lo cual no me parecía bien porque podría ser peligroso, pero convencerla, era como hablar con la pared.
—Ten mucho cuidado —asentí mientras papá se acercaba temeroso hacia mí para abrazarme. Yo fui quien rompió las distancias y le abracé con todas mis fuerzas.
Podría intentar odiarle, pero seguía siendo mi padre.
—Por mucho que intente odiarte, no puedo hacerlo papá —susurré.
—Quiero que sepas que eres lo más valioso que tengo, y que siempre estaré a tu lado pase lo que pase —asentí.
—Tenemos que irnos —escuché a Boggs decir, así que mi padre y yo nos separamos y subimos la rampa, donde se encontraba Plutarch con unas personas.
—Alina, os presento rápidamente... Esta gente ha venido desde muy lejos para apoyar la causa. Ella es Cressida, para mí una de las más prometedoras directoras del Capitolio.
—Hasta que, como prometí, me fui —la chica rubia, llamada Cressida me regaló una pequeña sonrisa—. Hola.
—Hola.
—A ver que sabéis hacer —volteé los ojos—. Vale, tened cuidado.
Plutarch se fue, dejándome con ella y sus compañeros.
—Este es mi ayudante Messalla.
—Es un honor conocerte —le regalé una pequeña sonrisa, al chico. Luego ella señaló a otro que se encontraba detrás de Messalla.
—Ese es el cámara, Castor.
—Hola —me saludó con una pequeña sonrisa.
—Y Pollux —él me saludó con un asentimiento de cabeza, el cual correspondí.
—Cinturones, vamos —todos nos sentamos y nos colocamos los cinturones para poder ponernos en marcha.
Miré a Pollux. Tenía curiosidad por saber más de ellos.
—¿Sois todos del Capitolio? ¿Os ha sacado Plutarch?
—No esperes que te dé conversación —miré confundida a Cressida—. Es un Avox, el Capitolio le cortó la lengua hace años. Y no, no ha sido una especie de rescate, si es a lo que te refieres. Todos hemos huido por nuestra cuenta, por esto... Por ti.
Asentí.
El aerodeslizador se puso en marcha y en todo el camino nadie dijo nada.
Al llegar nos preparamos para salir.
—Tiene que ser rápido, entrar y salir —nos avisó Boggs, y todos bajamos rápidamente—. En marcha.
Todo estaba destruido. Una mujer con un arma se acercó a nosotros.
—Estás viva, no estábamos muy seguros.
—Créeme, yo tampoco sé como salí con vida de todo eso.
—Alina, la comandante Paylor, del Distrito ocho —asentí—. Alina no se ha recuperado del todo, pero ha insistido en venir a ver a vuestros heridos.
—Pues será por heridos —todos la seguimos hasta una cortina que hacía de puerta para acceder a los heridos y lo que empecé a ver logró romperme el corazón—. Tenemos una fosa común a unas manzanas al Oeste de aquí, pero no puedo dedicar hombres a trasladarlos. El hospital está detrás de esa cortina. Cualquier esperanza que puedas darles es poca. El Capitolio ha hecho todo lo posible para desmoralizarlos.
—¿No te preocupa tener a los heridos en el mismo sitio? —yo me limité a ver todos los cuerpos envueltos.
—Creo que es mejor que dejarlos morir.
—No me refería a eso —ojalá alguien callara a Gale.
—Bueno, no sé me ocurre otra cosa. Si tenéis algunas sugerencias, soy toda oídos —ella nos miró señalando la cortina de plástico.
Ella la apartó para que pudiéramos entrar y la imagen me destrozó por completo, y en ese momento solo quería ir al Capitolio para matarlo con mis propias manos.
No podía hacerlo, de eso estaba muy segura.
—No... No me grabéis aquí. No puedo hacerlo, no puedo ayudarles —susurré y noté como Cressida se colocaba a mi lado.
—Solo deja que te vean Alina —asentí viendo todo y caminé con paso tembloroso por la zona, todos se movían de un lado para el otro, muchos heridos, todo hacía que se me revolviera el estómago, pero logré llamar la atención de todos ellos.
Aguanté las lágrimas, esto no era justo.
—¿Alina Abernathy? —me di la vuelta para buscar a la persona, encontrándola sentada, viéndome sorprendida—. ¿Qué haces aquí?
—He venido a veros —le dije con un nudo en la garganta, quise evitarlo, pero me era imposible. Incluso había bebés y solo pude pensar en el que perdí. Si hubiera tenido más cuidado, seguiría en mi vientre.
—¿Y el bebé? —me preguntó una mujer, y ahora si sentía que se me dificultaba decir alguna palabra.
Dejé caer algunas lágrimas, me sentía tan culpable.
—Lo he perdido —susurré a media voz, por mucho que quisiera ser fuerte, era algo imposible. ¿Cómo iba a liderarlos?
¿Cómo iba a ayudarles?
—¿Vas a luchar Alina? —me giré al escuchar la voz de un chico, muy herido, pero seguía en pie—. Lucharás con nosotros.
—Lo haré, por supuesto que sí. Lucharé y mataré a Snow —él hizo el signo del respeto, y los demás le siguieron.
Miré a todos.
Ellos querían luchar y yo iba a luchar con ellos.
Mataría a Snow, por ellos y por todos los que perdieron la vida.
Salimos de ahí y Will se acercó a mí.
—Tu padre se sentirá muy orgulloso de ti cuando vea las grabaciones.
—Se les quedará grabado en la retina —habló Cressida posicionándose a mi lado.
—Tenemos un problema —los tres nos giramos para ver a Boggs—. Se acercan bombarderos por el Norte. Debemos refugiarnos.
—Ahí hay un búnker —nos dijo la comandante Paylor y corrimos hacia él.
Las sirenas comenzaron a sonar cada vez más fuerte.
Corrimos por la instalación.
—Todo recto y bajar las escaleras —corrí hacia otra dirección para ver que es lo que estaba pasando, sabiendo que todo esto se trataba de Snow.
—¡Alina! —escuché el grito tanto de Boggs como de Will.
Me paré para ver a algunas personas del distrito disparando.
—¡Will apartaros del muro! —una explosión llegó cerca de nosotros y nos tiramos al suelo.
—Mierda —susurré levantadme.
—¿Estáis bien? —noté preocupación en la pregunta de Boggs y nos miró a ambos para confirmar que lo estuviéramos.
Un pilar caía hacia nosotros.
—¡Corred! —William y yo corrimos de ahí para salir y vimos volar varios aerodeslizadores.
—Van hacia el Sur.
—Van hacia el hospital —le dije preocupada y corrí sin importarme nada. Tenía que intentar salvarlos.
Subí unas escaleras y vi como disparaban hacia todas las direcciones y una explosión se escuchó.
—Es el hospital... El objetivo es el hospital.
Me levanté sacando una de mis flechas, concretamente la explosiva, y apunté hacia un aerodeslizador. Disparando con precisión, logrando que volara por los aires, llevándose a otro con él.
Bajé rápidamente preocupada.
Todo estaba destruido.
No podía ser cierto. Ellos seguían ahí.
—¡Ayudarlos! ¡Sacarlos de ahí por favor! —Boggs se acercó a mí para sujetarme.
—Alina. ¿Puedes decirle a todo el mundo lo que estás viendo? —miré desolada las ruinas y las lágrimas se deslizaron por mis mejillas—. Alina, ¿qué te gustaría decir?
Me giré para verlos.
—¡Quiero que los rebeldes vean que estoy viva! ¡Qué estoy en el Distrito ocho viendo como todo se cae en pedazos por culpa del presidente Snow! El Capitolio bombardeó un hospital, lleno de hombres, mujeres y niños, desarmados y no habrá supervivientes. Así que lo único que diré es que no tengáis miedo, eso es lo que el Capitolio quiere, eso es lo que Snow quiere. El Capitolio no nos tratara con justicia e intentara apagar todo tipo de esperanza, pero no tenemos que dejarles hacerlo. Tenemos que estar unidos y luchar con todo lo que tenemos, por todos los que perdieron la vida intentándolo. Si no hacemos algo ahora, seguiremos sufriendo mientras que el Capitolio disfruta con nuestro maldito sufrimiento. Es hora de levantarnos y dejarle ver al presidente Snow que no podrá con todos nosotros. Porque todos juntos podremos destruir el maldito Capitolio. No podemos dejar que esto vuelva a ocurrir, no podemos dejar que todas estás muertes sean en vano. ¡Debemos responder! Podremos destruirlos si nos unimos, no tenéis que temer. Y quiero decirte algo abuelo, podrás bombardearnos, castigarnos, matarnos, torturarnos, o incluso quemarnos. ¡Pero si nosotros ardemos! ¡Tú arderás con nosotros! Yo misma me aseguraré de que eso pase, no sabes lo mucho que te odio, odio compartir sangre con un monstruo como tú y estoy cansada de que pienses que puedes manipularme, ya no más. Pienso ir por ti y juro que te mataré, aunque tenga que morir también, pero no permitiré que sigas lastimando al pueblo. Soy el Sinsajo y no sobreviví a todo esto para esconderme y dejar que te salgas con la tuya, prepárate porque esto es la guerra y no podrás detenernos. Espero que estés preparado para morir.
Horas después nos encontrábamos de nuevo en el Distrito trece y yo me encontraba con Coin, viendo la promo que habíamos grabado.
—La fe que tenía en ti Plutarch no era infundada.
—Gracias.
—Que te vean a mi lado cuando hable —me susurró ella y yo me limité a asentir.
Unos minutos después las dos caminamos al frente cuando terminó y ella se acercó al micrófono que había mientras la gente aplaudía.
Unos segundos después, los aplausos cesaron y ella comenzó a hablar.
—No hay progreso sin compromiso. No hay victoria sin sacrificio. Pero estoy aquí con el Sinsajo para anunciaros que ha llegado nuestro momento —me dio la mano y las alzamos. Los aplausos se volvieron a escuchar y poco después nos soltamos.
Ella me miró y caminé para ponerme al lado de Finnick y le di la mano. Era un idiota, pero seguía siendo mi mejor amigo. Y en estos momentos necesitábamos del otro, aunque yo pensara que no.
—Beetee ha hecho que se multiplique por diez, nuestro uso de las ondas. Esta noche retransmitiremos este mensaje a todos los distritos. Las palabras del Sinsajo, alentando a todo el mundo para que se unan a la Rebelión. Juntos nos convertiremos en una Alianza imposible de ignorar.
Volvieron a aplaudir, y a vitorear.
—Todo saldrá bien —escuché decir a Finnick y asentí con una pequeña sonrisa.
Boggs se acercó a nosotros.
—Alina, hay alguien que quiere verte —le miré y luego a Finnick.
—¿Puedes venir conmigo? —Finnick asintió y los tres salimos de ahí para ir a la sala de reuniones.
Una vez ahí vi a una chica, supongo que de unos veinte años aproximadamente, con facciones parecidas a mí. Llevaba un traje negro de combate y tenía el pelo suelto, de un castaño oscuro y largo. El color de sus ojos era igual a los míos y me regaló una pequeña sonrisa.
—Hola hermanita.
NOTA DE LA AUTORA
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