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34. El plan

Pensé que no saldría con vida de eso, pero afortunadamente lo hice. Sentí como todo se calmaba y salí de la superficie, para ver a Johanna corriendo hacia mí para ayudarme, a lo lejos también escuché a Peeta y a Finnick y los vi acercándose.

—Por Dios, menudo susto me diste —soltó Johanna abrazándome con cuidado—. ¿Estás bien? —asentí recuperando la respiración.

Peeta se acercó a mí, una vez que Johanna se alejó un poco de mí.

—Amor, ¿estás bien? ¿Te duele algo? —negué suspirando y él me ayudó a levantarme.

—Agarremos todo lo que necesitamos y vámonos de este maldito sitio.

Todos asentimos a lo que había dicho Johanna y Peeta me agarró de la cintura para caminar conmigo. No estaba muy segura de que estuviera bien.

Me dolía todo el cuerpo, pero nada para tener que preocuparme.

Los chicos y Johanna agarraron las cosas y a mí ni siquiera me dejaron agarrar nada por miedo a que me pasara algo o al bebé.

Al llegar de nuevo a la playa, nos refugiamos en una especie de arbusto que nos daba sombra, así que aproveché para sentarme.

—Bien, hablemos de los tributos que todavía quedan. Aparte de Brutus y Enobaria, ¿quién puede quedar?

—Tal vez Chaff. Solo esos tres.

—Saben que son menos, así que dudo que ataquen. Aquí estamos a salvo —habló Finnick.

—¿Y qué hacemos? ¿Les damos caza?

—La idea no es mala sinceramente —pensando en la idea de Johanna, éramos más—. En fin, lo único claro que tengo que a este paso, hay dos opciones, o me mato o mato a alguien del Capitolio.

—Te lo compro, podemos matarnos mutuamente, y lo segundo, pues tal vez si Dios quiere, podamos salir de aquí y hacerlo.

Los chicos nos miraron mal.

—Nada de morirse, y Johanna por favor deja de corromper a mi mujer —Johanna y yo bufamos.

—Sin duda estáis locas, no sé como pude aguantar tantos años —volteé los ojos a lo que había dicho Finnick.

—Vale, tengo una idea parecida, pero mejorada. Propongo tres opciones esta vez. La primera es matarnos todos juntos, la segunda es matar a todos los del Capitolio y la última sería lo que dijo Johanna, darle caza a los profesionales porque sinceramente no pienso quedarme esperando a que me maten ellos antes, para eso me mato yo solita, gracias.

—Me gustan todas las opciones, deberías ser la Presidente de Panem —reí, ni muerta, quería serlo, qué pereza gobernar una nación, yo quería mis malditas vacaciones de una vez por todas.

—Os falta la ferretería, malditas desquiciadas —le tiré una pequeña piedra acertando—. Loca.

—Ni te molestes, Alina ya no tiene remedio, la di por perdida —estaba lista para tirarle una piedra a él también por gracioso sin importarme que fuera el amor de mi vida—. ¡Es broma amor!

Bufé volteando los ojos.

—Entre broma y broma, la verdad se asoma —le dijo Johanna divertida, ganándose una mala mirada de él.

—¿Creis que alguno de nuestros mentores nos mandaran algo? —habló por primera vez Beetee, cambiando de tema.

Johanna, Finnick y él nos miraron a Peeta y a mí.

Bufé.

—¿Es que acaso no tenéis mentores para que os manden cosas? Porque dudo que Haymitch nos pueda mandar más cosas para todos nosotros.

Ni que fuera mi padre el genio de la lámpara.

Finnick se mantuvo callado, mierda.

—Claro, el mío seguramente ya me esté esperando con un ataúd de madera para poner mi sexy cuerpo en él. Lo bueno es que no está aquí porque le hubiera matado.

Suspiré.

Peeta nos miró a las dos.

—Sois de lo que no hay —le mandé un beso divertida.

Unos minutos después volvimos a la seriedad.

—Vamos a dejar de pensar por un momento, y descansemos un poco.

Asentimos y todos nos fuimos hacia la playa para sentarnos en la Arena. Finnick se alejó un poco de todos nosotros.

—¿Segura que estás bien? —asentí y sentí como Johanna me abrazaba por los hombros.

—Tengo un plan —todos miramos a Beetee.

—¡Finnick! —Johanna le llamó para que viniera con nosotros.

Beetee me miró a mí.

—Tengo un plan —asentí.

Cuando ya todos estuvimos reunidos esperamos a que Beetee hablara—. ¿Dónde están más seguros los profesionales? ¿En la jungla?

—La jungla es la verdadera pesadilla, dudo que sean tan idiotas.

—Quizás aquí en la playa.

—¿Y por qué no están aquí? —preguntó Beetee ante la respuesta de Peeta.

—Porque estamos nosotros... Es nuestra —respondió Johanna.

—Y si nos fuéramos, vendrían, ¿no?

—O se ocultarían en el borde de la jungla —habló Finnick, yo me mantuve callada.

—Qué dentro de cuatro horas quedará empapado por la ola de las diez. ¿Y qué pasa a medianoche?

—Un rayo cae sobre ese árbol —creo que ya estaba entendiendo por donde iba Beete, y aunque la idea era peligrosa, podría funcionar.

—Propongo esto. Dejamos la playa al anochecer, nos dirigimos al árbol del rayo. Seguro que volverán a la playa, antes de medianoche, pasamos este cable desde el árbol hasta el agua. Quien esté en el agua o en la arena húmeda quedara electrocutado.

Había adivinado.

—¿Cómo sabremos que el cable no se va a quemar?

—Porque es un invento mío. Te lo aseguro, no sé quemará.

Todos nos miramos entre todos, pero Finnick y Johanna se miraron por más tiempo, algo que me dejó un poco confundida.

Yo dirigí la mirada hacia Peeta que me estaba mirando.

—Bueno, es mejor que darles caza.

Supongo que en parte tenía razón.

Asentí.

—No perdemos nada —hablé por fin viendo a Beetee.

—Yo digo que lo intentemos —dijo Peeta.

—¿Qué podemos hacer para ayudar? —le preguntó Finnick.

—Mantenerme con vida seis horas más —bueno, no era tan complicado—. Eso me ayudaría bastante.

Unas horas después, Peeta y yo nos encontrábamos sentados lejos del resto, disfrutando de lo poco que nos quedaba, antes de tener que irnos para ejecutar el plan de Beetee.

—Estaremos bien, ¿verdad? —él asintió tomándome de la mano.

—Estaremos bien, te lo prometo.

Asentí.

—Además, tienes que volver a casa —le miré mal.

—No empieces.

—Tienes a mucha gente que le importas demasiado Alina, y un bebé dentro que no puedes perder.

—¿Y qué hay de ti? —le pregunté con la voz a punto de romperse y con lágrimas en los ojos.

—Nadie me necesita —le volví a mirar mal.

Yo lo necesitaba. Siempre lo necesitaría.

—Yo sí te necesito —susurré y él me miró con una pequeña sonrisa.

—Lo sé, pero quería que me lo dijeras. Porque aunque no lo creas, yo igual te necesito y no dejaré que nada malo te pase, ¿me has entendido? —asentí y tomo mi rostro delicadamente para besarme.

Pero nuestro beso no duró mucho por culpa de Johanna.

Algo me decía que hoy pasaría algo y sentía que era algo malo.

—Muy bien mis queridos tortolitos.

—Antes de irnos —se quitó su collar y me lo colocó con cuidado—. Sé que tú lo cuidarás mejor.

Volteé los ojos divertida y los dos nos levantamos para ir con el resto.

Juntos caminamos hasta el árbol y al llegar todos nos quedamos en nuestro lugar viéndolo.

—Calcinación mínima, es un conductor impresionante... Empecemos.

Ojalá todo saliera acorde al plan.














NOTA DE LA AUTORA

¿Qué os pareció el capítulo?

Os amo demasiado y gracias por todo el apoyo. Ya sabéis que podéis seguirme en tiktok para ver todos los edits de mis historias. La cuenta es lvprongs también hay un Hashtag por si queréis hacer edits de la historia, yo encantada de verlos #neverletmegowattpad ❤

Os amo❤


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