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33. ¡Johanna!

Pelear con esas cosas había sido difícil, pero no imposible. Aunque los malditos sí eran rápidos. Cuando llegamos a la playa, los monos esos no salieron del bosque. 

La chica que se había sacrificado por Peeta, estaba muy malherida, así que los dos, como pudimos, la llevamos al agua. 

Yo me incorporé viendo a Finnick cerca de ellos y luego miré a Peeta que intentaba tranquilizar a la chica. 

—¿Quieres ver algo? Mira hacia arriba —la chica miró hacia arriba y yo me sentía demasiado mal por ella. Había dado su vida para salvarlo sin importar nada —, ¿No es impresionante? Mira cuantos colores... No pienses en nada.

Suspiré mirando el cielo, odiaba todo esto.

—Me quedaré contigo... Tranquila.

La chica dejó de respirar y se escuchó el cañón. Dejamos que la corriente la llevará, para que poco después uno de los aviones se acercará a llevársela de ahí.

—Se ha sacrificado por mí y ni siquiera sabía su nombre. 

Suspiré. 

Nada de todo esto tenía sentido, seguía sin comprender por qué lo estaba haciendo. 

A unos metros estaba Finnick intentando cazar algo para poder alimentarnos. Afortunadamente, lo conseguimos, así que todos juntos nos sentamos en la arena a comer aunque fuera un poco.

—Creo que lo mejor que podemos hacer es quedarnos por aquí —tanto Peeta como Finnick me miraron mal—. ¿Por qué me miráis así? Estoy dando soluciones. Además, también estaba rompiendo el silencio que hay.

—Silencio —abrí la boca ofendida viendo a Peeta.

—No quiero —bufé.

¿Dónde estaba Johanna cuando más lo necesita?

Peeta abrió una concha donde se encontraba una perla y me la entregó.

—Para ti —reí bajito. 

—Muchas gracias buen hombre —él sonrió y de pronto escuchamos unos gritos de mujer. 

—Eso es nuevo —los tres nos levantamos para observar una de las pruebas, ¿en serio un maldito tsunami? ¿Por qué demonios tenían que ser tan ingeniosos?

El cañón volvió a sonar y poco después una ola pequeña se acercó a nosotros.

—Qué ingeniosos, ya inventaron más maneras de matarnos. 

De pronto noté movimiento y saqué mi flecha para apuntar hacia lo que fuera que saliera del bosque.

—Viene alguien —ellos dos también se prepararon. Miré mejor y pude ver que se trataba de Johanna junto a Beetee y Wiress—. ¡Johanna! 

Corrí hacia ella.

—¡Alina! —ella también corrió hacia mi dirección y la abracé con todas mis fuerzas. 

Gracias a Dios que estaba bien. 

—Por Dios, me alegra tanto verte —confesó ella, y nos separamos un poco. Ella comenzó a inspeccionarme—. ¿Estás bien? ¿Sigues embarazada?

Asentí soltando una pequeña risa.

—De momento estoy bien, pero si siguen con estas pruebas dudo que pueda estar bien —ella me golpeó en el brazo—. ¡Auch! Espera... ¿Por qué demonios estás cubierta de sangre? ¿Acaso mataste a alguien sin mí?

—Bueno, los he sacado —refiriéndose a Beetee y a Wiress—. Nos adentramos en la jungla porque pensé que estaríamos a salvo. Entonces empezó a llover, creía que era agua, pero era sangre caliente y espesa.

Wiress se acercó haciendo algunos sonidos. 

Yo no pude prestarle mucha atención porque tuve que alejarme considerablemente para vomitar. 

Sentí unos pasos acercándose a mí y sentí la mano de Peeta en mi espalda dándome pequeñas caricias. 

—Anda suéltalo todo —susurró él. Poco después me incorporé y él desató mi coleta, para hacerme una trenza.

—Gracias —susurré.

—No es nada —agarró mi mano y miró nuestras manos entrelazadas—. Siento mucho que todo haya ido de esta manera. Aunque creo que parte lo agradezco porque gracias a esto estamos juntos. No creo que hubiera tenido el valor suficiente si no hubiéramos ido a los Juegos. 

Le miré.

—Creo que yo tampoco tendría el valor de decírtelo, pero si sobreviví a mis primeros Juegos, fue principalmente por ti. Supongo que desde entonces supe que no podía dejarte. Era como un hilo que me atraía hacia ti, eso me salvó. Al igual que en los segundos y ahora. Ese hilo conectado a ti me salva. Y sonará estúpido, pero así es como lo siento y no estoy preparada para lo que se viene porque no puedo perderte.

Él acunó mi rostro con sus manos.

—Escúchame, ahora lo más es el bebé y obviamente tú. Lo demás ya lo arreglaremos como siempre lo hemos hecho. ¿Vale? —asentí y le creí.

—Parejita ayudarme —vi a Johanna con una mirada cansada señalando a Wiress. Así que fui hacia ella para tomarla con cuidado del brazo.

—Vamos a limpiarte, ¿vale? 

Ella no deja a de hacer el mismo ruido, una y otra vez. 

 Y yo le seguí, hasta que nos adentramos un poco en el agua y la ayudé a limpiarse. 

Poco después de pensar en el ruido.

Un reloj, el sonido era tan obvio y miré la Cornucopia. El rayo volvió a darle en el árbol. 

La Arena era un reloj. 

Miré emocionada a Wiress.

 —Dios mío Wiress, eres un genio —todos juntos caminamos hacia ahí, mientras les explicaba lo que había descubierto—. Toda la Arena está diseñada como un reloj, hay una nueva amenaza cada hora, pero no sale de su sección. Todo empieza con el rayo, la niebla, la lluvia de sangre, los monos y esas son las cuatro primeras horas y a las diez la gran ola. No sé como es que no pude darme cuenta de todo esto antes, pero gracias a Wiress lo hice.

—La punta señala a las doce.

—Justo ahí es donde cae el rayo, a mediodía y a medianoche.

—¿Dónde cae? —me preguntó Beetee.

—En ese árbol —se lo señalé. 

Solté un pequeño suspiró, estaba cansada, y solo quería descansar un rato, aunque sabía perfectamente que eso no sería posible.

Nos reunimos casi todos alrededor de Peeta.

—Así que de doce a una el rayo, de una a dos la sangre. Luego la niebla y después los monos. 

—Y no te olvides que de diez a once la ola —él asintió. Miré a Johanna y a Beetee—. Vosotros habéis visto algo más.

—Solo la sangre —respondió ella. 

—No importa, mientras nos alejemos de la sección activa, estaremos a salvo —no sabía si lo de Peeta podría ser cierto porque nunca estaríamos a salvo.

—Sí, relativamente —habló Beetee. 

Escuché un quejido y levanté la mirada para ver como uno de los profesionales apuñalaba por la espalda a Wiress. 

Rápidamente, agarré una flecha y le disparé justo en el pecho, muriendo al instante. Su hermana corrió hacia nosotros y Johanna me apartó bruscamente para matarla. Levanté la mirada para ver como otros dos profesionales peleaban contra Finnick. 

Apunté para dispararle a la mujer, pero fue más rápida. Los dos escaparon y corrí hacia ellos sin importar los gritos de Peeta. 

Johanna estaba detrás de mí y de pronto la Cornucopia comenzó a girar haciendo que ambas cayéramos e intentáramos sujetarnos de lo que sea. 

No estaba muy segura de que pudiera aguantar más y sentí como mis manos se deslizaban, y bajaba bruscamente. 

Johanna rápidamente me sujetó de la mano e intento tirar de mí, pero era demasiada fuerza la que impedía que ambas pudiéramos seguir manteniéndonos. 

Minutos después sentí como la fuerza me llevaba, soltándome de la mano de Johanna.

—¡Alina! ¡No! —y me hundí en el agua sin estar muy segura de que saldría de esta con vida.
















NOTA DE LA AUTORA

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