32. Finnick...
La noche llegó, así que Finnick y yo decidimos hacer juntos el primer turno, en lo que Mags y Peeta descansaban.
—No puedo creer que estés embarazada, pensé que eso pasaría en muchos años.
Suspiré.
—No tenía planeado quedarme embarazada tan pronto y ahora estoy tan asustada que ni siquiera pienso las cosas con claridad y eso me frustra todavía más. No sé como puede reaccionar mi cuerpo y mi cabeza ya no funciona también porque solo puedo pensar en el bebé y evitar que algo malo me pase —él asintió acercándose más a mí y abrazándome por los hombros.
—No sé qué decirte en esta situación, porque en verdad estoy todavía sorprendido, pero estoy aquí pase lo que pase, ¿vale? —asentí con una pequeña sonrisa.
—¿Sabes que te considero mi hermano mayor?
Él asintió soltando una pequeña risa.
—Yo también te considero mi hermana pequeña, y voy a protegerte de todo y de todos —le abracé como pude.
Ni siquiera sé qué pasaría dentro de unas horas, pero yo ya estaba asustada por perder a alguno de ellos tres.
—Solo, por favor, mantente vivo, porque a saber qué haré yo sin tus idioteces —los dos reímos bajito y de pronto escuché un ruido que conocía perfectamente.
Vi como una pequeña cápsula bajaba con cuidado, para acabar a unos metros de nosotros. Me levanté rápidamente, estando segura de que se trataba de Haymitch, él nunca me fallaba.
La abrí con cuidado para ver una espita y una pequeña nota.
"De un trago"
—¿Qué es? —me preguntó Finnick, una vez que llegó hasta mí.
—Es una espita —me levanté y fui hacia un árbol para clavarla, rezando para que saliera agua.
Segundos después empezó a salir y emocionada acerqué mi boca para que el agua cayera en ella.
—No me lo puedo creer, vamos a beber agua por fin —escuché a Finnick y dejé que Peeta fuera el siguiente.
Una vez que fue el turno de Finnick, él se apartó.
—Voy a buscar una hoja —cuando la consiguió se acercó de nuevo para dejar caer el agua en ella—. Le llevaré un poco a Mags —me limité a asentir, en lo que volvía a beber un poco más de agua.
Un rato después, los únicos despiertos éramos Finnick, Peeta y yo, pero un ruido hizo que llamara nuestra atención.
Los conté.
—Doce.
—¿Medianoche?
Podría ser aunque tal vez fuera por el número de Distritos.
—O el número de Distritos.
Un rayo impactó contra un árbol varias veces, y solté un pequeño suspiro, odiaba todo esto y odiaba a todos los que estaban detrás de esto.
—Bueno, mi querida y preciosa Alina, si tú no vas a dormir, lo haré yo. Aunque deberías descansar en tu estado.
Negué, ni siquiera tenía sueño. Miré a Peeta por un momento para verlo acostado, intentando dormir.
Volví la mirada hacia Finnick y le regalé una pequeña sonrisa.
—Anda descansa un rato, yo estaré bien... Te lo prometo —él asintió acostándose.
Me preparé para vigilar, pero poco después me quedé dormida.
Asustada desperté para encontrarme a todos durmiendo, lo cual agradecía, en parte, porque así tal vez no me regañarían tanto por no despertarlos.
De pronto, a lo lejos, vi como una niebla se movía hacia la dirección que estábamos, y eso hizo que todas mis alarmas se encendieran.
Cuando ya la tuve casi cerca, acerqué un poco mi mano, y el dolor que sentí poco después fue indescriptible.
Solté un grito de dolor cayendo al suelo y miré como en mi mano comenzaban a salir ampollas asquerosas y el dolor seguía sin cesar.
Cómo pude me levanté para avisar al resto.
—¡Corred! ¡La niebla es venenosa! —corrí hacia ellos y Peeta se acercó muy preocupado a mí en lo que Finnick colocaba a Mags en su espalda.
Los cuatro comenzamos a correr con todas nuestras fuerzas, pero no es que el camino fuera muy fácil.
La niebla aumentaba de tamaño y cada vez estaba más cerca de nosotros, apareció por todas las direcciones, lo cual nos hacía muy difícil escapar de ella. Yo me tropecé y vi como Peeta se acercaba rápidamente a mí para ayudarme a levantarme. Logrando ver por el rabillo del ojo como la niebla tocaba a Peeta.
Los dos corrimos y él se quedó atrás, cayendo poco después.
Yo le agarré del brazo para seguir corriendo y a unos pocos metros se encontraba Finnick que le había tocado la niebla, haciendo que cayera junto a Mags.
Todos estamos en la mierda, y cuando quise mirar a Peeta, él volvió a caer al suelo.
Pude ver como todo su rostro tenía ampollas y estaba perdiendo las fuerzas por culpa del veneno.
—Peeta por favor —le hablé asustada y vi como Finnick se acercaba preocupado por la situación y por todos nosotros—. No puedo con él —por mucho que lo intentará, era algo inevitable. Necesitaba ayuda.
Volví a mirar a Peeta intentando despertarlo, sin éxito, estaba demasiado envenenado para poder ponerse en pie.
—Peeta por favor no me hagas esto, tenemos que irnos.
—Mags —levanté la mirada para ver como Mags avanzaba hacia la niebla y se perdía en ella—. ¡Mags! —el grito de Finnick me destrozó, todo esto era una mierda.
—Finnick... Por favor tenemos que irnos —él me miró con lágrimas en los ojos—. Tenemos que salir de aquí. Tenemos que irnos.
Él asintió.
—De acuerdo... Vámonos —juntos levantamos a Peeta como pudimos e intentamos darnos prisa para escapar de esta maldita tortura.
La cual cada vez se nos hacía más difícil.
A los tres nos alcanzó logrando que cayéramos por un pequeño precipicio. Solté un quejido y me di la vuelta en el suelo para ver como la niebla se acercaba, pero era algo extraño porque se elevaba hacia arriba desapareciendo poco después.
Como pude me coloqué boca abajo y vi un pequeño lago, así que intenté arrastrarme hacia él, y cuando por fin lo conseguí, metí mi mano en el agua, volviendo a invadirme el dolor, pero viendo como poco después las ampollas que tenía desaparecían.
—El agua viene bien —hablé como pude, ni siquiera el dolor me dejaba hablar con claridad.
Peeta y yo nos metimos en el agua soltando algunos quejidos de dolor, pero poco después empecé a sentirme como nueva. Lo cual agradecía bastante, aún me sorprendía seguir embarazada después de todo lo que había pasado.
—¿Estás bien? —me preguntó Peeta una vez que ya estábamos bien y yo me limité a asentir.
Seguía viva que eso era lo más importante.
Ambos fuimos con Finnick y entre los dos lo metimos en el agua, escuchando sus quejidos de dolor.
—Todo irá bien Finnick, limpiando con mis manos las ampollas que tenía, logrando que desaparecieran, en unos minutos él también estaría como nuevo.
Poco después Finnick y yo nos encontrábamos sentados, en lo que Peeta iba a beber agua cerca de donde estábamos.
—Alina —le miré para que él estaba mirando detrás de mí, así que hice lo mismo confundida por su expresión.
Esto debía ser una puta broma, ¿acaso no teníamos ningún descanso? Yo ya en mi mente planeaba salir de aquí para matar a los genios detrás de todo esto.
¿Y por qué debían ser monos mutantes y feos?
—Peeta —él se giró a verme.
—¿Si amor?
—Ven aquí despacio, porque creo que vamos a conocer a la familia de Johanna y creo que ya les dimos una mala impresión —él me miró confundido, pero delante de él apareció un mono de esos, así que Peeta se acercó a nosotros.
—Te has pasado Alina, Johanna no es tan fea.
—Pero si es malhumorada y está loca la mujer. Eso nadie puede negarlo y lo sabes Finnick.
Él asintió y yo volví a ver a los animales.
Yo quería exigir un descanso, pero los responsables tenían otros planes para nosotros.
NOTA DE LA AUTORA
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