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16. Cámaras

Ya había pasado un año más o menos desde que paso todo y las a pesar de que pensé que irían a mejor, eso no había sido posible, hace unos meses tuve la visita de alguien que sinceramente nunca pensé que aparecería.

—Hola señorita Everdeen, es un placer verla de nuevo —no podía decir lo mismo.

—Lamento mucho lo que dire, pero yo no puedo decir lo mismo —él sonrió sentándose.

—Siempre me gusto que fuera clara y no mintiera, por favor siéntese. Me gustaría hablar con usted sobre algunas cosas.

Solté un pequeño suspiro, sentándome enfrente de él. No entendía del porqué estaba aquí después de todo, aunque estaba segura de que estaba buscando la manera de eliminarme, al igual que yo también lo estaba haciendo, quería a Snow muerto.

—Querida, antes de empezar me gustaría acordar una única condición por así decirlo... Me gustaría que nos ahorráramos las mentiras.

—Bueno, en ningún momento estuve mintiendo —él asintió.

—Tengo un problema, señorita Everdeen, bueno mejor dicho, tenemos un problema. Todo comenzó cuando usted sacó esas bayas venenosas, que por cierto, fue bastante ingenioso, pero, sin embargo, si el vigilante jefe Seneca Crane hubiese tenido dos dedos de frente, habría acabado con ustedes ahí mismo. Sin embargo, aquí está y supongo que usted ya sabe donde está él.

—Sí, estoy segura de que dejó de respirar por sí mismo, lamento mucho su perdida, no lo conocía, pero seguro que era una buena persona —él sonrió.

—Tiene bastante valor.

—Estoy harta de todo esto, de sus juegos estúpidos y espero que algún día todo esto acabe —él negó.

—No acabará, y espero que se abstenga de decir esas tonterías, podría perder la vida —le interrumpí.

—Entonces máteme de una vez y se acabó todo —él negó de nuevo sin dejar de sonreír.

—No quiero matarla, quiero que seamos amigos, y si no, aliados. Y espero que coopere porque lo que hizo, aunque conmovió al Capitolio en los distritos, algunas personas no lo vieron como un acto de amor, sino como un acto de desafío. Y si una chica del distrito doce que gano dos veces los Juegos, nada menos puede desafiar al Capitolio y salir indemne. ¿Qué va a impedir que otros hagan lo mismo?

—Por lo que veo debe ser un sistema demasiado frágil si por unas bayas y por mí puede desmoronarse.

—No querrá que todo su distrito acabe como el distrito trece, ¿verdad? —le miré seria, sabia que era capaz de hacerlo—. O tal vez no querrá ver como la gente que le importa muere —mi familia... Peeta.

No quería seguir en esta habitación por mucho tiempo, así que quería que fuera al grano de una vez por todas.

—¿Qué quiere que haga? —era obvio que no quería que estallara una guerra, así que haría todo lo que estuviera en mis manos para evitar que algo malo les pasara a la gente que me importaba.

—Quiero que en público seáis los enamorados que tanto quieren, pero una vez fuera de todo, te quiero lejos de él. Recuerda que tenemos un trato, y si no lo cumples, todos los que te importan morirán, al igual que él también —si teníamos un trato porque dejo que mi hermana Katniss no participara en los Juegos. Yo debí estar con Finnick en el Capitolio, pero eso no había sido así. 

¿Pero como podía alejarme de Peeta? Era algo imposible. Le amaba y él me amaba a mí, si cumplía las órdenes de Snow, le rompería el corazón a Peeta. 

Pero si seguía como hasta ahora, también podría perderlo, pero definitivamente.

Le miré y asentí sin ninguna expresión en mi rostro. No podía creer que, después de todo, tendría que dejarle de la manera más dolorosa posible, ¿qué haría sin él?

Desde ese agridulce momento habían pasado unos meses y era horrible, tener que ignorar a Peeta era doloroso, pero peor había sido los primeros días, no le había dado una respuesta coherente y es porque no la había. Todo el mundo sabía lo enamorada que estaba de Peeta, como para que de la noche a la mañana todo se fuera a la mierda.

Todo se había desmoronado y las cosas estaban peor que antes. 

Caminé por las calles, con algunas botellas para Haymitch, daba miedo cuando estaba en modo sobrio.

Al entrar en su casa fui directa a la sala. Todo era un asco y pude verlo dormido, apoyado en la mesa. ¿Es que acaso no tenía una cama?

—Haymitch despierta, las cámaras estarán en una hora —le dije lo más calmada posible, tampoco quería elevar la voz, así que lo volví a intentar sin mucho éxito alguno.

Era todo tan complicado y extrañaba pasar tiempo con Peeta, pero eso ya era algo imposible, sabía que todos intuían algo, pero ninguno dijo nada al respecto, lo cual agradecía bastante.

Estaba aterrada, las pesadillas seguían ahí y no había nadie que pudiera ayudarme, aunque sí había una, pero Snow se había encargado de que no se me pasara ni por la cabeza pensar en esa posibilidad.

—Haymitch —me acerqué a él para moverlo un poco, pero nada. Menudo sueño profundo tenía el hombre, podrían hacer todo el ruido del mundo y él seguiría durmiendo.

¿Y si se había muerto?

Aunque pensándolo mejor, dudaba que eso ocurriera, podía ver como su respiración era continua y calmada.

No sabía que más hacer para despertarlo, ya que él había sido el que me había pedido amablemente que le despertara una hora antes de que las cámaras aparecieran.

De pronto, sin ninguna buena idea en mi cabeza, encontré una jarra con agua, así que me alejé un poco y se la tiré encima. Logrando que él soltara un grito y se levantara de golpe.

—¿¡Qué haces!? —me espetó molesto.

—Las cámaras estarán aquí en una hora —intentó acercarse a mí, pero lo paré con mi mano sentándolo de nuevo en su sitio.

—Si querías delicadeza, debiste pedírselo a Peeta. Ya sabes que yo no tengo tanta paciencia ni soy tan buena despertando a la gente.

—¿Pedirme el qué? —nerviosa dirigí mi mirada hacia la puerta, donde había aparecido Peeta con dos panes. Hacía semanas que no lo había visto, mejor dicho hacía semanas que le estaba evitando y había funcionado más o menos.

Me di la vuelta y empecé a recoger un poco el desastre que había provocado Haymitch, no quería ver a Peeta a los ojos, porque sería capaz de saber lo que me pasaba y no quería eso. A veces me preguntaba como es que podía saberlo tan bien, pero era obvio si nos conocíamos desde niños.

—Que me despertaras sin provocarme una neumonía... —me miró mal—. Eres tan desagradable —saqué de mi bolsillo dos pequeñas botellas y las coloqué en la mesa para que las viera bien y me regaló una pequeña sonrisa.

Maldito traidor.

—Pero tienes tus virtudes —le imité viéndole mal. A veces solo quería golpearlo por lo idiota que era, pero me controlaba porque a pesar de todo le quería.

Seguí ordenando sin mirar a ninguno de los dos. ¿Cómo es que podía vivir Haymitch así?

—¿Un trozo de pan Alina? —me giré un momento para verlo y negué saliendo de ahí, al menos por un momento, para pensar en como sería todo o como podría vivir así.

Necesitaba a Peeta.








NOTA DE LA AUTORA

¿Qué os pareció el capítulo?

Si pudierais comentar lo agradecería muchísimo.

Espero que os haya gustado.

Os amo demasiado y gracias por todo el apoyo. Ya sabéis que podéis seguirme en tiktok para ver todos los edits de mis historias. La cuenta es lvprongs también hay un Hashtag por si queréis hacer edits de la historia, yo encantada de verlos #neverletmegowattpad ❤

Os amo❤


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