15. No puedo creerlo
Ahora me encontraba en el tren de camino a nuestro distrito, no podía creer que por fin volveríamos a casa, ni siquiera pensé que yo volvería. Lo único que pensé es que Peeta volvería, pero yo tendría que quedarme en el Capitolio por el trato que había hecho con Snow, pero me dejó ir como si nada. Logrando que estuviera demasiado confundida por eso.
Después de la coronación y las entrevistas, estaba tan cansada que solo quería llegar de una vez y estar con mi familia y con Peeta.
—No están felices con lo que has hecho Alina —suspiré viendo el cielo que había oscurecido, estaba con Haymitch. Sabía que Snow no pasaría por alto lo que había hecho, ¿pero acaso me importaba lo que pensara él? Si me quería muerta, podría hacerlo sin ningún problema.
—Yo tampoco estoy feliz por todo lo que paso, ¿pero ves que me importe? Lo único que me importaba, era sacar a Peeta de esa Arena con vida. Porque tú sabes que sin él no pienso seguir. Así que lo siento, pero debía hacer algo al respecto y si Snow me ve como una amenaza, perfecto, que me mate de una vez —él me miró.
—¿Y qué hay de la gente que te ama? Podrías irte sabiendo todo el dolor que sufrirían por tu ausencia.
—Ya estoy muerta Haymitch, estoy muerta en vida desde mis primeros juegos, y tú mejor que nadie lo sabes —él tiró de mí para abrazarme.
—Lo sé, te he visto desmoronarte tantas veces, pero también te he visto levantarte con todas las fuerzas que tuviste. Yo mejor que nadie, sabe lo horrible que son los Juegos, porque al igual que tú, yo también los viví.
—No quería hacer eso Haymitch, lo único que se me paso por la cabeza era salvarlo, ni siquiera quería desafiar al Capitolio. Quería salvarlo sin importar nada, pero sabía que él me lo impediría y por eso hice lo que hice —susurré con la voz rota.
—Lo sé, por Dios, no sé si tú te ves, pero yo te veo y veo lo enamorada que estás de él, al igual que él de ti. Sé que los dos, lo único que tenías en la mente, era salvar al otro. Él me lo pidió —le miré esperando a que continuara—. Él me lo pidió Alina y yo no iba a negar, me hizo jurar, además, todos sabíamos que tú ganarías, incluso el presidente Snow, aunque no lo quería admitir.
Peeta le había hecho prometer a Haymitch que me salvaría a mí.
Él me estaba protegiendo al igual que yo.
Miré por la ventana, soltando un pequeño suspiro. Todo era tan difícil para mí, ni siquiera sabia que podría pasar una vez que llegáramos. Tal vez estaríamos con nuestras familias, hasta que nos tocara ser mentores a nosotros, algo que sinceramente no quería.
—Aquí estás, te estaba buscando —vi como Peeta se acercaba a mí con una pequeña sonrisa, la cual correspondí.
—Aquí estoy, ¿paso algo? —él negó y se colocó a mi lado para ver en la misma dirección que yo.
—No paso nada, solamente quería saber si estabas bien —asentí— ¿Qué pasara una vez que volvamos a casa?
—Supongo que esta vez si viviré en esa casa —solté una pequeña risa—. Mi familia se lo merece, y bueno, pues seguiré tocándote las narices y recordándote lo traicionero que eres.
—¡Alina!
—En otro tono, por favor —él me miró mal y yo solté una carcajada.
—Verás el golpe que me llevaré como te escuche Haymitch —le miré divertida.
—¿Quieres que se entere? Porque puedo hacer que pase —él negó— ¡Peeta!
Él rápidamente me tapó la boca.
—¿Estás loca? —le miré mal y le mordí la mano como pude— ¡Alina! —me soltó logrando que pudiera reír.
De pronto Haymitch apareció corriendo preocupado. Peeta tenía demasiada razón, pobre Haymitch.
—¡No porquerías! ¡Sois muy jóvenes! —miré a Peeta todo sonrojado, tapándose el rostro con sus manos.
Era tan divertido verlo de esta forma, miré a Haymitch y él estaba serio viéndonos. Yo solamente pude reír por esta situación, era tan gracioso verlos de esta forma.
—¿Y a ti que te hace gracia? —espetó Haymitch molesto.
—Vuestras caras, es que es demasiado divertido veros de esta forma. Uno muriendo de la vergüenza y del miedo y otro de preocupación. Sois tan adorables, sin duda alguna me habéis hecho el día —ellos me miraron mal haciendo que volviera a reír y fuera a sentarme porque no podía estar mucho de pie.
—Yo voy a matarte —miré divertida a Peeta, él sabía qué era capaz de soltar alguna cosa parecida a la anterior que hiciera enfadar a Haymitch, pero si no lo hacía, era porque no quería que me mataran a Peeta, ese era mi pequeño trabajo, aunque me divertía demasiado burlarme de él. Igual que lo hice en la Arena cuando se unió a los Profesionales.
—Nadie va a matar a nadie, ¿entendido? El que va a matar a alguien seré yo, os mataré a los dos por graciosos —Peeta miró ofendido a Haymitch. Yo solo me quedé ahí, viéndolos divertida, sin decir nada.
No lo iba a negar, había extrañado a Haymitch.
—¿Y a mí por qué? No hice nada malo, fue los comentarios de Alina —abrí la boca realmente incrédula por la situación. Encima me metía a mí, si bueno, yo había empezado.
Tenía en parte razón, pero tampoco hacía falta que me traicionara de esta manera. Bueno, ya me las cobraría con él.
Además, estaríamos todavía más cerca el uno del otro, así que molestarlo sería uno de mis regalos para él. No iba a quedarme en casa encerrada, había sido mi idea principal, pero sabía que Peeta no me dejaría. Además, ahora me entendía mejor por qué los dos habíamos pasado por eso.
Aún no podía creer que los dos estuviéramos con vida, después de todo lo que habíamos pasado. Todo era tan surrealista, pero estaba feliz de saber que los dos estábamos de camino a nuestro hogar.
Aunque tal vez él no lo supiera, él sería mi hogar, mi lugar seguro.
Por muy mal que estuviera, estaba demasiado feliz de que Peeta estuviera conmigo, no hubiera podido hacerlo sin él.
Haymitch peleo unos minutos más con Peeta sobre el asunto.
—Nada de eso Mellark —él mencionado bufó y asintió—. Me dará un infarto por vuestra culpa.
—Yo creo que sería más por culpa de todo el alcohol que metes en tu sistema —él me miró mal para salir de ahí, haciendo que Peeta y yo soltáramos una pequeña risa.
—Pobre Haymitch —Peeta se sentó a mi lado.
—Volveremos a casa —susurré después de unos segundos de silencio.
—Ya estoy en casa —le miré—. Eres mi casa Alina, a donde vayas tú, iré yo. Así de simple, no pienso dejarte. Estaremos en las buenas y en las malas, te guste o no. Te amo y estoy demasiado feliz de que los dos estemos juntos. Así que no te libraras de mí —murmuró él acariciándome la mejilla delicadamente.
—Te amo —susurré.
—Te amo más Alina —murmuró él con una pequeña sonrisa.
Tiré de él y junté nuestros labios.
No podía creerlo, estábamos juntos y volvíamos a casa.
NOTA DE LA AUTORA
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