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12. Te encontré maldito idiota

Seguí caminando un poco hasta que decidí sentarme, sin dejar de llorar. Esto me estaba matando poco a poco.

De pronto escuché el sonido tan familiar de estos días y vi el paracaídas caer a mi lado. Lo abrí y destapé la tapa para encontrarme un trozo considerable de pan.

Incluso había una nota y pude ver que me lo habían enviado los del distrito 11 como agradecimiento, a lo cual yo también les agradecí por esto.

Lo guardé para más tarde y jugué con mis manos nerviosa hasta que la voz de un hombre se escuchó.

—Atención tributos atención. La regla que establece que solo puede haber un vencedor ha sido anulada —abrí los ojos de golpe sorprendida—. Desde este instante, podrá haber dos vencedores, siempre que ambos sean del mismo distrito —aquí había algo raro. 

¿Desde cuándo se podía hacer eso?

—No habrá más anuncios —me levanté rápidamente.

Peeta.

Fui hacia el río y caminé con cuidado buscando cualquier pista que me ayudara a encontrarlo, de pronto vi sangre en el suelo y seguí el rastro rápidamente demasiado asustada por lo que podría encontrarme.

Seguí caminando hasta que de pronto sentí como alguien me agarraba del tobillo, logrando que soltara un grito.

—¡Mierda! —vi a Peeta muy bien camuflado si no hubiera abierto los ojos y un poco la boca estaba segura de que pasaría sin darme cuenta de que él estaba ahí— ¡Peeta!

Me agaché para ayudarle, quite algunas cosas que se había puesto encima, cuando lo logré, antes de abrazarlo, le di un fuerte golpe en el brazo.

—¡Alina! —le volví a dar un golpe enfadada dejando que las lágrimas se deslizaran por mis mejillas.

—Maldito traidor, eres un idiota —lloré—¡Pudiste morir!

Él tiró de mí y me abrazó con todas sus fuerzas, al igual que yo.

—Por un momento pensé que no te volvería a ver Alina, cuando te vi tan mareada y perdida, quise llevarte lejos, pero sabía qué Cato volvería y debía mantenerte a salvo, no podía dejar que nada malo te pasara —susurró él.

—Ya no me dejes —susurré a media voz, separándome un poco y él juntó nuestras frentes.

—Nunca, te lo prometo —asentí y bajé la mirada para ver la herida que tenía en la pierna, se veía horrible.

—¿Qué demonios? ¿Con qué fue? —le pregunté preocupada.

—Una espada —susurró él adolorido.

Había sido Cato.

Asentí viendo la herida.

—¿Crees que puedas ir hasta la orilla? —él asintió poco convencido, pero le ayudé a llegar con cuidado hasta ahí, y empecé a limpiarle la cara y el pelo.

—Alina —dijo él, pero no quería que hablara, seguramente diría alguna tontería. Así que seguí concentrada a lo mío.

—Calla —cuando terminé empecé a limpiarle cuidadosamente la herida a Peeta, aunque eso no evitó que soltara algún que otro quejido—. Perdón.

Él negó y yo seguí a lo mío, saque algunas cosas de la mochila, lo bueno es que en esta había un kit de primeros auxilios y había bastantes cosas que podrían servirme. Así que con cuidado cosí la herida de Peeta, obvio antes había desinfectado la aguja. 

Cuando terminé sonreí.

—¿Cómo sabes todo esto? 

—Bueno, he aprendido por mi cuenta y te recuerdo que ya estuve una vez en los juegos —él asintió—. Deberíamos irnos de aquí, estamos demasiado expuestos y tendría que limpiarte la ropa, porque es un asco.

Él volteó los ojos.

—¿Gracias?

—De nada rubio de bote —él bufó.

—Alina, lo siento por todo... Tenía que haber corrido hacia ti e irnos juntos, yo... —le tomé de las mejillas con cuidado y le besé.

Él me correspondió y sonreí.

—Deja de lamentarte, estamos juntos ahora y es lo que cuenta. Ahora nos iremos de aquí y buscaremos algún sitio para poder acampar, ¿de acuerdo?

Él asintió y como pude le ayudé a levantarse. Le sujeté bien, mientras él me abrazaba por los hombros y juntos caminamos con cuidado hacia algún lugar. Al adentrarnos al bosque, a lo lejos vi una pequeña cueva, sería un buen lugar para quedarnos, además, dudaba que alguien pudiera venir. 

Así que una vez que los dos entramos, acosté a Peeta.

—Sería buen momento campeón, de que empezara a limpiarte poco a poco la ropa —le ayudé a quitarse la parte de arriba—. No tardaré.

Aprovecharía estas horas de sol para limpiarle la ropa y al menos que pudieran secarse un poco, ¿por qué lo hacía? Seguramente para que la suciedad no tocara la herida, lo que menos quería es que se infectara, aunque tenía miedo, no lo iba a negar.

Salí de ahí viendo que todo estuviera bien y fui de nuevo al río, una vez listo, lo dejé en una roca en lo que yo cazaba cerca de ahí, no sin ir de vez en cuando a ver a Peeta, el cual se había quedado profundamente dormido. Tenía encima mi chaqueta, así que me apresuré a ver que ya estuviera para ir de nuevo con él.

—¿Eres consciente de que no hacía falta? —lo era, volteé los ojos y con el agua que le había traído le limpie un poco más.

—Que conste, no pienso limpiarte nunca más la ropa, por idiota.

—Tan linda que es mi hermosa novia —no podía ser mala, pero tenía unas ganas de tocarle la herida—. Ni lo intentes.

¡Era vidente!

—Ni siquiera sabes lo que quería hacer.

—Quieres tocarme la herida, aun sabiendo que me duele como el demonio —le miré obvia.

—¿Para qué te juntas con capullos y no con tu adorada novia? Eso te pasa por idiota.

—Voy a morirme y tú no dejarás de insultarme —solté una pequeña risa.

—Te lo voy a recordar toda la vida campeón —él bufó.

—Loca.

—Te mueres por la loca panadero —él me tiró del pelo— ¡Auch! ¡¿Y eso por qué fue?! —que chico más grosero.

—Cállate maldita —le miré divertida.

—Qué boca.

—Pues con esta boca pienso besarte varias veces —aparté la mirada sonrojada y pude escucharle reír. 

—Que capullo eres —solté sentándome a su lado.

—¿Con esa boca me besas amor? —le di un golpe en el brazo haciendo que riera.

—Que poco original eres, deja de robarme mis frases o... —él me interrumpió.

—O que —esta vez le tiré yo del pelo—. ¡Alina!

—Para que te calles, ahora duerme bebé —él me miró mal acomodándose mejor.

—Duerme tú anciana —maldito panadero, aún encima que parecía su sirvienta.

—¿Anciana? Pues esta anciana se conserva muy bien que lo sepas, ahora vete un poco a la mierda —él rio, pero se quejó haciendo que me preocupara— ¿Qué pasa?

—Esto es una mierda —sabía que se refería a la herida, y a pesar de que era un momento serio, me divertía demasiado viéndole decir malas palabras porque casi nunca las decía, no era su estilo. En cambio, sí era mi estilo. 

Éramos tal para cual.

—Conseguiremos alguna medicina, no te preocupes —le dije viendo su herida que dentro de poco tendría que cambiar la venda.

—Alina, a mí no me mandan muchos paracaídas.

—Ya pensaremos en algo —no iba a rendirme hasta ver que Peeta estuviera bien.

—Como que —suspiré, pensaría en algo, pero no dejaría que sufriera más.

—Ya veremos, ahora intenta dormir un poco —él asintió tomándome de la mano para cerrar los ojos. 

Suspiré viéndole, como le pasara algo, estaba segura de que mataría al Capitolio, sin importar morir en el proceso.

Un rato después se escuchó el sonido de un paracaídas y me levanté con cuidado para salir y verlo a lo lejos, fui a por él y volví con Peeta que ya estaba despierto.

—¿Medicina? —me senté a su lado y lo abrí para encontrarme un poco de sopa, le agradecía bastante a Haymitch por esto, tal vez pudiera ayudar un poco a Peeta.

—No, es sopa —él se sentó un poco—. Dejámelo a mí —él asintió y empecé a darle de comer con cuidado.

—Está bastante bueno —sonreí.

—Entonces te lo terminarás todo —él negó y yo asentí. Lo necesitaba más que yo seguro.

—Eres tan terca.

—Lo sé —susurré.

—Y te amo así —levanté la mirada para verlo—. Aún recuerdo cuando éramos niños, eras una niña adorable con dos coletas, que no le importó pelearse con un chico que le superaba en altura, solo por defender a Gale y a Nolan. Ellos dos eran hermanos y me llevaba más con Nolan, recuerdo que los dos se habían metido en problemas, así que les ayudé, ni siquiera yo sabía de donde había sacado la fuerza, pero a ese idiota logré romperle la nariz y quedé demasiado feliz por ello—. Siempre estáis ahí para todo el mundo sin importar nada, es una de las cosas que amo de ti, no importa lo mal que estés siempre encuentras la manera de hacer feliz al resto. Recuerdo que siempre te había visto como un ángel, que había aparecido a mi vida para salvarme de alguna forma, y no sabes lo feliz que me hace saber que estás a mi lado. Porque no podría vivir sin ti.

Sonreí dejando el recipiente casi vacío a un lado para abrazarlo con cuidado.

—Yo también soy muy afortunada de tenerte en mi vida Peeta, desde niños supe que serías una de las personas más importantes en mi vida, al igual que serías el único chico al que podría amar con toda mi alma —susurré a media voz. No era muy buena con las palabras, pero amaba a Peeta y haría todo lo que estuviera en mi mano para salvarle, al igual que él lo había hecho desde que nos conocimos.

Dejé caer algunas lágrimas.

—Todo estará bien, te lo prometo —susurró él y sabía que lo decía en serio.

Unos minutos después, él se acostó y me acosté a su lado apoyando mi cabeza en su pecho mientras le abrazaba. 

Me sentía segura sabiendo que estaba ahí conmigo. Él también me abrazó y en poco tiempo logré quedarme dormida después de las picaduras de hace unos días.







NOTA DE LA AUTORA

¿Qué os pareció el capítulo?

Si pudierais comentar lo agradecería muchísimo.

Espero que os haya gustado.

Os amo demasiado y gracias por todo el apoyo. Ya sabéis que podéis seguirme en tiktok para ver todos los edits de mis historias. La cuenta es lvprongs también hay un Hashtag por si queréis hacer edits de la historia, yo encantada de verlos #neverletmegowattpad ❤

Os amo❤


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