꒰ 012 !
capítulo┊ ✦. :: doce
♡ ﹙la boda﹚ ❋ ˚ ݂ ꛒ
—Aún podemos dar vuelta en el siguiente retorno y ver una película de terror mientras yo como un gran tazón de palomitas —dijo Lydia con un puchero.
Carlisle rió por lo bajo mientras miraba rápidamente a la chica.
—Lydia, me hiciste regresar cuatro veces desde que salimos de tu casa y vamos a perder el vuelo si seguimos así —habló con calma. Sabía que Lydia estaba un poco nerviosa por toda esa situación, así que trataba de no presionarla.
Ella puso los ojos en blanco. Ese era precisamente el punto pero ya había confirmado su asistencia y muy en el fondo quería presumir a su novio ante todo el mundo. Y todo el mundo significaba ante Lilian y Jonah.
Carlisle con un bonito traje hecho a la medida modelando ante un montón de simples mortales, definitivamente iba a hacer enfadar a Lilian e iba a dañar el enorme ego que se cargaba Jonah. Sólo deseaba ver sus expresiones y reírse en sus caras.
—Lo siento. Estoy nerviosa y casi puedo predecir que Lilian y yo haremos todo un espectáculo frente a todos.
—No dejaré que eso pase.
Le sonrió y tomó su mano.
—Lo sé.
El vuelo duró un par de horas y llegaron poco después de las ocho de la noche al aeropuerto internacional de Rochester, donde un taxi los llevó a su hotel. Carlisle fue el encargado de llevar las maletas aunque sólo eran dos. Habían llegado el viernes por la noche, la boda era el sábado en la noche y regresarían el domingo por la mañana.
Una vez en su habitación, Lydia cayó en cuenta de que nunca había compartido una cama con Carlisle. Sabía que él no dormía pero no estaba segura de si la acompañaría a dormir o haría otra cosa mientras esperaba al amanecer. Aún había muchas cosas que no sabía cómo funcionaban en la vida de Carlisle.
—Me daré un baño —dijo para no pensar en eso.
Carlisle estaba sacando con cuidado su traje del día siguiente para no arrugarlo.
—De acuerdo. Llama si necesitas algo.
Tomó sus cosas para el baño y se encerró en aquella habitación. Su cabeza iba a explotar o tal vez sus hormonas. Se recordó a sí misma que ya no era una adolescente calenturienta de diecisiete años... aunque hacía tiempo que no había mucha acción. Desde que terminó con Jonah, no hubo nadie en la vida de Lydia hasta que apareció Carlisle y para ser sinceros... se sentía muy necesitada.
¡No era momento para pensar en eso!
Tardó un poco más de lo habitual en el baño y al salir ya estaba vestida con unos shorts de cuadros negros y blancos con una blusa gris básica.
—Puedes usar el baño si quieres —murmuró.
Carlisle sonrió, levantando la vista de su lectura.
—Supongo que un baño no me vendría nada mal —ambos sabían que no necesitaba eso, pero Carlisle podía escuchar los acelerados latidos de Lydia y quiso darle un momento a solas para que se relajara.
Lydia lo vio entrar y ella se acercó a su maleta para sacar sus productos para el cuidado de la piel y su cepillo para el cabello. Al salir de bañarse se había cepillado los dientes.
Se acomodó frente al pequeño tocador de la habitación y se miró en el espejo mientras cepillaba su cabello y aplicaba un par de cremas a su rostro y el resto de su piel. Debía mantener su cabeza fría y por ello sólo pensaba en el procedimiento para hacer un lavado estomacal en caso de intoxicación. Fue lo primero que se le ocurrió.
Aunque todo se fue a la maldita borda cuando Carlisle salió del baño con solo una toalla envuelta en su cadera. Olvidó incluso cómo respirar correctamente. Tragó saliva ruidosamente y regresó su atención a la forma en que cepillaba su cabello cuando se dio cuenta que había mirado al hombre más de lo que debería.
Pero... todo él era para ella. ¿Por qué no tomarlo? ¿Por qué no dar una pequeña probada? ¿Por qué rayos estaba tan nerviosa de dar ese paso con Carlisle? Le aterraba un poco lo que él pudiera pensar de ella, pero tarde o temprano pasaría, ¿no?
Carlisle se vistió sin mucha prisa con una playera blanca básica y unos pantalones negros.
—¿Está todo bien? —preguntó el hombre mientras se secaba el cabello con la toalla.
Tardó en procesar la pregunta.
—Sí. Creo que sólo tengo sueño.
Asintió con una sutil sonrisa. Secretamente disfrutaba molestar y provocar a Lydia para saber hasta qué punto llegaría.
—Entonces ya deberías entrar a la cama. Mañana va a ser un día largo.
Se puso de pie casi automáticamente, no le gustaba dormir con el cabello húmedo pero ahora sólo de esa forma evitaba el creciente calor sobre su rostro.
—¿Dormirás conmigo? —preguntó mientras se acomodaba debajo de las colchas.
Él sonrió.
—Puedo hacerte compañía sólo si tú quieres y no te molesta.
—No me molesta —sonó casi a la defensiva.
—En un segundo estaré contigo.
Lydia tardó un momento en controlar su respiración pero se acomodó en la cama y miró fijamente el techo. Carlisle había elegido una de las habitaciones más costosas y sin duda, era muy cómoda. La cama era tamaño queen, por lo que había suficiente espacio para los dos y un poco más.
Carlisle apagó las luces y se unió a Lydia en la cama, utilizando el otro espacio. Lydia se acercó a Carlisle y se acomodó en su pecho, estaba frío y eso era justo lo que necesitaba. El hombre la abrazó por los hombros mientras ella rodeaba su abdomen con una mano.
Pero ahora mismo, no podía siquiera pensar en dormir. Cerró los ojos con fuerza y contó hasta el cien pero le resultaba imposible conciliar el sueño.
—¿Carlisle? —murmuró en la oscuridad luego de algunos minutos.
—¿Qué pasa, cariño? —él no dejó de trazar pequeños círculos en su hombro con su pulgar.
—No puedo dormir —apretó su agarre en el abdomen del hombre.
Carlisle comenzó a dejar suaves caricias en la espalda de la chica, casi se retuerce bajo su toque.
—Dime cómo puedo ayudarte —su voz sonó también en un murmuro.
Lydia se separó de Carlisle, sentándose sobre sus pantorrillas y mirando al hombre con las mejillas enrojecidas. Ninguno dijo nada y Lydia se sentó a horcajadas sobre el abdomen del hombre.
Sus ojos dorados brillaban en la oscuridad de la habitación. Ella se inclinó sólo un poco para atacar los labios del hombre con increíble necesidad y las manos de Carlisle se dirigieron a la cintura de la chica, justo donde la tela de su blusa se había levantado y dejaba al descubierto un poco de su piel.
A Carlisle le avergonzaba admitir que también estaba un poco necesitado, como médico, sabía que era algo completamente normal y que la comunicación entre parejas era lo más importante, pero no era fácil para él y por ello había estado provocando a Lydia no tan sutilmente para que ella se animara a dar el primer paso.
¿Se avergonzaba? Un poco. ¿Se arrepentía? Por supuesto que no. Además, confiaba en su excelente autocontrol y sabía que nada le pasaría a Lydia, nada además de hacerla sentir bien. Muy bien.
Las prendas comenzaron a sobrar y Lydia no perdió la oportunidad de recorrer con sus pequeñas manos el cuerpo de Carlisle. Y Carlisle hizo lo mismo, recorrió cuidadosamente el cuerpo de Lydia como si fuera la pieza de arte más hermosa que jamás haya tenido en sus manos.
Lydia suspiró, las frías manos de Carlisle hacían que su piel se erizara por donde tocaba y simplemente le encantaba.
•••
Cuando Lydia abrió los ojos, se sintió bastante adolorida pero era como si un peso enorme hubiera salido de sus hombros. Se sentía ligera y muy feliz. Aún tenía los ojos cerrados cuando sintió que Carlisle besaba su hombro desnudó.
—Buenos días —murmuró con los labios pegados a su piel expuesta.
Ella sonrió adormilada.
—Hola —consiguió decir y luego de un momento fue capaz de abrir los ojos.
—¿Dormiste bien?
Ella asintió con una gran sonrisa.
—Debimos haber hecho esto hace mucho tiempo.
Carlisle rió y volvió a besar su hombro.
—No tengo duda de eso. Pero tal vez ahora quieras ir a desayunar algo.
Suspiró profundamente y se movió entre las cobijas para abrazar al hombre.
—¿Nos podemos quedar en cama todo el día?
—Me encantaría, pero debemos ir a una boda.
¿Boda? ¿De qué rayos hablaba? Oh... sí, la boda de su hermana. Gruñó sobre el pecho del hombre y cerró los ojos de nuevo.
—¿Qué hora es?
—Casi las diez.
Lydia volvió a gruñir y en un segundo se había vuelto a quedar dormida. Carlisle pensó en si anoche la había agotado realmente tanto. Aún así la dejó dormir un poco más pues no podía perderse el almuerzo si es que ya se había saltado el desayuno.
Fue una mañana muy tranquila y a las doce, estaban en el restaurante del hotel. Lydia comiendo y Carlisle asegurándose que Lydia realmente estuviera comiendo. Las miradas al hombre no se hicieron esperar junto con algunos murmuros que sólo él alcanzaba a escuchar si prestaba la suficiente atención. Aunque en ese momento, toda su atención estaba en Lydia y nada más importaba.
Casi veinte minutos después, el celular de la chica comenzó a sonar. Era su madre preguntando nuevamente si asistiría a la boda y Lydia puso los ojos en blanco ganándose una risa por parte de Cullen. Le dijo que anoche había llegado a la ciudad y a las seis en punto estaría en la recepción para la ceremonia. Carlisle escuchó a la mujer suspirar aliviada a través del altavoz.
No había mucho que hacer y menos cuando había un brillante sol afuera. Por lo que Lydia y Carlisle decidieron tomar un largo baño en la enorme tina del baño y relajarse un rato antes de comenzar a arreglarse. Lydia aún estaba adolorida pero el hombre se ofreció a darle un pequeño masaje mientras enjabonaba su espalda.
A las cuatro y media de la tarde fue que Lydia decidió que era buen momento para comenzar con su peinado y maquillaje. El salón quedaba a quince minutos del hotel pero debía llegar puntual o su madre se desmayaría.
Fue algo realmente sencillo pues tampoco sabía hacer mucho. Decidió dejar su cabello suelto pero lo acomodó para que no se esponjara tanto. El maquillaje fue un poco más elaborado aunque lo que más resaltaba eran sus labios rojos.
Por otro lado, el vestido era bastante simple. Era color azul marino de tirantes y con un escote en forma de corazón, aunque el escote se extendía hasta la mitad de su esternón y había una abertura que dejaba a la vista su pierna cada vez que caminaba.
Carlisle no pudo dejar de mirarla con grandes ojos de corazón por un buen rato.
—Tengo un regalo para ti —dijo el hombre, sacando algo del interior de su saco.
Lo miró con curiosidad y tomó la pequeña caja cuadrada. Era casi del tamaño de su palma pero no tenía mucho volumen. La abrió con cuidado y vio en el interior un collar. La cadena era muy delgada y el dije era un corazón que tenía grabado una rosa.
—Es hermoso, Carlisle. Gracias —lo abrazó con fuerza— ¿me ayudas?
—Por supuesto.
Le dio la espalda y Carlisle tomó el collar para colocarlo con cuidado alrededor del cuello de la chica. Dejó un beso en su nuca una vez que puso el bonito collar.
—Yo también tengo un regalo para ti —dijo emocionada y corrió hacia su maleta.
Esta vez Carlisle la miró con curiosidad. Le entregó una cajita bastante pesada y al abrirla se encontró con un bonito y elegante reloj Jeager-Lecoultre plateado.
—Sé qué tal vez ya tienes un millón de relojes, pero pensé que te gustaría.
Lo saco de la caja y lo miró más de cerca. En la parte de atrás tenía grabado algo. "Para el doctor número uno". Una gran sonrisa se extendió en el rostro del hombre.
—Es el mejor regalo, Lydia. Muchas gracias.
Se quitó el que estaba usando y se puso el nuevo.
—Supongo que es hora de irnos.
—Supongo que sí.
El viaje al salón fue corto o al menos así lo sintió Lydia. El taxi los dejó frente a la entrada donde notaron que había bastantes personas y Lydia conocía a muchas de ellas. Ya comenzaba a sentirse mareada.
—Tranquila. Todo estará bien —le dijo Carlisle mientras le ofrecía su brazo para comenzar a caminar.
Lydia lo abrazó y trató de sonreír cuando saludaba a sus antiguos compañeros de trabajo. Muchos de ellos estaban realmente sorprendidos de que Lydia se presentara.
La ceremonia iba a realizarse en el mismo lugar que la fiesta por lo que no era necesario trasladarse. Lydia se acercó a uno de los organizadores de la entrada para saber en qué mesa estaba asignada. Incluso el organizador parecía sorprendido de que Lydia estuviera presente pero le dijo que su mesa era la numero tres. Junto a la mesa de los novios.
Fue tal vez un poco más incómodo de lo que había imaginado pero al menos nadie se había detenido a hablar con ella y eso era un completo alivio.
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