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꒰ 005 !

capítulo . :: cinco
pasado  ˚ ݂

Carlisle no quería meterse en la vida privada de Lydia pero no pudo parar de leer su expediente cuando lo tuvo en sus manos. Toda su información frente a su ojos y aunque sabía que estaba mal, no se detuvo y lo leyó al menos cuatro veces, pese a que lo memorizó la primera vez.

Lydia Alexandra Knox. Su cumpleaños es en febrero 16. Su tipo de sangre es AB+. No padece de ninguna enfermedad ni alergias. Sus padres se mudaron a Florida algunos años atrás luego de vivir la mayor parte de sus vidas en Forks. Tiene una hermana dos años menor llamada Lilian, ella es periodista.

Lydia estudio un tiempo en Londres antes de regresar y comenzar sus estudios en medicina en Harvard. Los últimos años vivió en Minnesota, donde trabajó en un prestigioso hospital, Mayo Clinic, habiendo sido la mejor de su generación. Fue ella misma quien renuncio de pronto y pidió empleo en el hospital comunitario de un pueblo olvidado, dejando a un lado la fama y reconocimiento. ¿La razón? Hacia poco menos de un año canceló su compromiso con un doctor bastante conocido. Nadie supo la razón pero fue al mismo tiempo que Lydia desapareció.

¿Lydia había estado comprometida? Carlisle nunca se lo esperó y de pronto se sintió mal por husmear en asuntos que no eran de su incumbencia. Se suponía que él era el más sensato y debió dar marcha atrás en el momento en que sintió curiosidad.

El rubio se dejó caer en su silla mientras pasaba su mano por su barbilla, había algo en su mente que le molestaba y por un segundo dudó en tomar el teléfono pero al final lo hizo.

—¿Hola? Sí, soy yo. Necesito un gran favor —hubo un momento de silencio— estoy investigando a un sujeto. Todo lo que puedas encontrar sobre Jonah Rigby. Es urgente.

Colgó el teléfono y volvió a mirar el archivo sobre su escritorio. Estaba terriblemente mal lo que estaba haciendo pero ya no se podía arrepentir. Él mismo había mando a investigar a Lydia pero ya no se sentía tan bien haber invadido su privacidad.

La segunda noche del turno nocturno, Carlisle llegó mucho antes que Lydia y percibió su aroma en cuanto puso un pie en el hospital. Esta vez no tenia ninguna excusa para acercarse a ella y odiaba eso. Tal vez la siguiente noche pasaría a comprar un café y no llegaría tan temprano, para poder entregárselo a tiempo. O tomaría uno de esos libros que le había prometido, aunque técnicamente no se los prometió, solo lo sugirió.

Frunció el ceño cuando el aroma de Lydia estuvo más cerca y se llevó una grata sorpresa cuando la escuchó llamar a la puerta de su oficina. Esparció algunos papeles descuidadamente por el escritorio y se acomodó en su lugar mientras tomaba un bolígrafo y fingía que escribía algo.

—Adelante.

La puerta se abrió, Lydia no parecía tan cansada esta vez. Entró, cerrando la puerta tras ella pero su estancia no duró lo suficiente. Le entregó a Carlisle un sobre que estaba muy bien sellado.

—En la recepción me encontré con un mensajero y dijo que era para ti. Mencionó que era el archivo médico que solicitaste en la mañana.

Carlisle casi maldice. Si Lydia descubría de quien eran esos documentos, esa pequeña relación que habían formado se rompería para siempre.

—Gracias —habló con amabilidad, tomando el sobre.

Lydia asintió y se cruzó de brazos.

—¿Ahora también eres investigador privado?

—No realmente, sólo un caso del que tenía curiosidad.

Asintió no muy convencida.

—¿De quién es el archivo? —ella suspiró, casi interrumpiendo su propia pregunta— ¿sabes qué? En realidad no quiero saber. Iré a ver a los pacientes de esta noche.

Sin más que agregar, Lydia dio media vuelta y salió de la oficina. ¿Carlisle podría tener más suerte? Esperó a que la chica estuviera lo suficientemente lejos para abrir el sobre.

Leyó cuidadosamente los documentos. Y una inmensa furia comenzó a recorrerle el cuerpo. Aparentemente, Jonah, un famoso neurocirujano se comprometió con Lydia luego de tres años de relación. Sin embargo, el motivo de su ruptura: el hombre la engañó con su hermana menor. Además, Lydia le puso una orden de restricción pues el hombre la había comenzado a acosar, insatisfecho por romper el compromiso. El hombre sigue trabajando en aquel famoso hospital y se comprometió con Lilian, la hermana menor de Lydia.

Ahora entendía perfectamente por qué Lydia se fue a ese pequeño pueblo perdido. Se sentía un poco mal por ella, ella realmente tenía mucho potencial para ser de las mejores médicos del país o incluso del mundo, pero ese idiota la había arruinado por completo.

Ella no debía saber que la había investigado o definitivamente lo odiaría aún más.

Estaba realmente confundido, con un gran dilema moral que lo comenzaba a atormentar. Estaba sobrepasando esa raya que había trazado con todo el mundo fuera de su familia. Involucrar a una humana estaba terriblemente mal. Lydia aún tenía mucho que vivir pero Carlisle deseaba tanto estar a su lado.

Nunca había sentido algo así. ¿Por qué debía dejarlo ir? Bueno, pues porque él era el más sensato de la familia. Era quien tenía más experiencia y sabía perfectamente que nada de esto terminaría bien para ninguno.

Lo gracioso es que Edward estaba en la misma situación. Su querido sobrino también se había enamorado de una humana, pero a diferencia de él, Edward había decidido ceder a sus sentimientos. Carlisle lo hubiera hecho también, si no fuera porque Lydia era tan terca que solo pensaba en él como alguien a quien debía superar.

Decidió que esos documentos debían ser destruidos, Lydia los podría encontrar en cualquier momento y comenzaría a hacer muchas preguntas. Entonces fue lo primero que hizo, llevar los documentos a la trituradora de papel y luego quemó los restos. Podría considerarse algo exagerado, pero no quería correr ningún riesgo.

Casi eran las dos de la mañana cuando el hombre decidió que era buen momento para salir de su oficina y dar una vuelta. Incluso él comenzaba a aburrirse de no hacer absolutamente nada.

Siguió el aroma de Lydia, que lo llevó una vez más al comedor de médicos y al entrar, decidió intenta hacer un poco de café para matar el tiempo.

—No te odio, ¿sabes? —escuchó la voz de Lydia, pero no volteó a verla— tal vez fui muy prejuciosa cuando te conocí la primera vez y admito que estuve mal. Y hay una razón por la que no me agradas... —dejó salir una risa, Carlisle entonces la miró con curiosidad pero sin dejar de hacer su trabajo— no me gusta ser la numero dos, ¿entiendes? Siempre he sido la mejor en todo lo que hago, siempre superé incluso a mis maestros y es algo que realmente disfruto, no me creo un genio ni nada por el estilo porque no hay nadie en el mundo que lo sepa todo y sé que siempre habrá alguien mejor que yo pero no lo puedo aceptar. Estúpidamente creí que en este pueblo sería igual pero de pronto apareces tú y eres el perfecto doctor Cullen que todo el mundo ama y que hace absolutamente todo bien. Y no me gusta.

La chica usó un tono molesto, pero ella no parecía ni un poco molesta en realidad parecía divertida con su confesión. Carlisle llevó la taza ahora llena de café a sus labios pero no tomó ningún sorbo.

—Me molesta muchísimo que seas mejor que yo en todo y ni siquiera tienes que esforzarte —continuó. Pero esta vez hizo algunos movimientos dramáticos con las manos— tengo algunas teorías.

El rubio sonrió un poco, dejando la taza junto al microondas. Se cruzó de brazos y miró con curiosidad a la chica que estaba sentada.

—Entonces, señorita Knox, ¿cuáles son sus teorías? —preguntó interesado.

—Estoy ochenta por ciento segura de que eres alguna clase de mafioso o asesino serial. Nadie es tan perfecto y estoy segura de que debes tener alguna... cosa mal.

Carlisle casi suelta una fuerte carcajada pero se contuvo y frunció el ceño mientras miraba en dirección a la puerta. Lydia también volteó y una chica apareció de pronto.

—Alice —la llamó el hombre antes de que Lydia reaccionara.

Aquella chica de baja estatura y con un cabello que se esparcía por todos lados, tenía una gran sonrisa en el rostro. Pero no miraba a Carlisle, en realidad, miraba con muchísima emoción a Lydia.

—Tu debes ser la doctora Knox, en el pueblo se habla mucho de ti —se acercó a ella mientras extendía la mano.

Lydia se sintió aturdida por un momento pero se puso de pie y estrechó la mano de la chica. Notó que estaba muy fría, pero supuso que se debía al frío clima del exterior.

—Es un placer, ¿Alice?

—Sí, Alice Cullen. Carlisle es mi tío. Olvidó algo en casa y vine a traérselo.

—Oh, entiendo. Entonces los dejare solos.

Lydia sonrió torpemente antes de salir y dar una vuelta por el hospital. Entonces Carlisle miró con curiosidad a Alice.

—No olvidé nada en casa.

—Lo sé —dejó la pequeña bolsa que cargaba sobre la mesa— es sólo que quería conocerla. Nunca hablas de ella y comenzaba a frustrarme.

El hombre sonrió de lado.

—Alice —usó su tono de advertencia.

—Lo sé, lo siento. Es sólo que no pude evitarlo —se sentó en una de las sillas— es muy bonita.

—Lo es. Pero sabes que no podría involucrarla en nuestro mundo, ella es una humana y tiene una vida por delante. Es algo que no le podría arrebatar.

—Pero ella es tu compañera. Tú también mereces tener felicidad, Carlisle.

—Hoy descubrí que su ex prometido le fue infiel con su hermana menor —confesó de pronto— ¿crees por un segundo que está interesada en mantener una relación amorosa luego de eso?

—Pero tu no eres él —respondió obvia.

—Alice...—

La chica se puso de pie y tomó las manos del hombre.

—Carlisle, en serio creo que ambos se hacen bien el uno al otro. Las últimas semanas has parecido mucho más feliz y extrañamente radiante. Y no soy la única que lo ha notado, todos lo ven y ven lo ansioso que pareces estar por venir a trabajar cada día. Sabes que todos te apoyaremos siempre, gracias a ti encontramos una familia y todos queremos que seas feliz. Pero no tengas miedo a intentarlo. Ella lo entenderá, tiene una mente muy abierta, pero dale su espacio.

Carlisle asintió. Las palabras de Alice lo hicieron sentir mejor.

—No prometo nada, ¿de acuerdo? Pero dejaré que las cosas pasen.

—Estoy bien con eso.

—Por cierto, ¿sabes algo de Bella?

—Solo que Edward sigue obsesionado con ella y la sigue a todas partes. Descubrí que la va a ver mientras duerme, es rarísimo.

Volvió a asentir con un poco de diversión combinado con desconcierto.

—Regresa a casa.

—De acuerdo. Tú ve a hablar con ella.

El rubio sonrió sólo un poco, ambos salieron de la habitación y caminaron por los pasillos vacíos del hospital. El olor a sangre era casi nulo a esa hora y sólo por ello, Alice había sido capaz de entrar a ese lugar. La llevó hasta la puerta de entrada, donde la despidió y la miró alejarse en su auto.

Cuando Carlisle regresó a buscar a Lydia, la encontró rápidamente en la sala de espera, que a excepción de ella, estaba completamente vacía. Tampoco había rastro de las enfermeras. Tal vez habían ido a tomar algo.

Carlisle tomó asiento en el mismo sillón que Lydia pero dejando bastante espacio entre ambos para no hacerla sentir incómoda. Ella estaba semi acostada, mirando fijamente el techo.

—Estuve comprometida hace menos de un año —habló de pronto, pero él no la miró— pero el idiota me engañó con mi hermana menor... justo una semana antes de la boda. ¿Puedes creerlo? Una semana antes... bueno, yo me enteré una semana antes, pero no me quisieron decir por cuánto tiempo estuvieron saliendo. Mi propia hermana, mi sangre. Sentí que todo mi mundo se había ido por la borda, comencé a odiar a todo el mundo y no me podía concentrar en el trabajo con él presente.
Entonces renuncie y pensé que un nuevo comienzo me vendría bien. Forks era el lugar perfecto. Nadie me conocía lo suficiente y lo único que deseo es una vida normal y tranquila. Sólo eso.

¿Normal y tranquila? Definitivamente era algo que Carlisle no le podía ofrecer ni en sus mejores sueños.

—Lamento lo de tu prometido —habló en voz queda.

Ambos se miraron al mismo tiempo, Carlisle notó las lágrimas que se habían acumulado en los ojos de la chica.

—Está bien. Aún no pasa mi etapa de odiarlo a muerte pero... me duele lo que hizo mi hermana. Ella era todo para mi y me traicionó de esa manera. Además... se van a casar en dos meses y tuvieron el maldito descaro de mandarme una invitación. Ahora sólo estoy esperando a que no tengas una historia más trágica que la mía o me sentiré demasiado mal.

Si supiera. Hubo un corto momento de silencio.

—¿Te gustaría un abrazo?

Lydia miró fijamente al hombre, había aún más lágrimas acumulándose en sus ojos.

—En realidad sí —murmuró.

Carlisle se recorrió de su lugar un poco más cerca de Lydia. Ella se acomodó en el firme pecho del hombre y dejó que envolviera su cuerpo entre esos grandes brazos. Entonces soltó en llanto silencioso. Al hombre no le gustó para nada verla llorar pero sentía una inmensa felicidad por tenerla entre sus brazos.

Pero de pronto, Lydia se levantó muy exaltada y miró casi con horror al hombre.





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