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capítulo┊ ✦. :: cero
♡ ﹙bienvenida a forks﹚ ❋ ˚ ݂ ꛒ
Huir. Lydia se repetía una y otra vez a sí misma que no estaba huyendo pero sólo se estaba mintiendo.
En realidad si huía, huía de su pasado y de todas esas personas que la habían lastimado. Pero estaba bien, al menos eso se obligó a creer. Iba a comenzar una nueva y aburrida vida en el pueblo donde nació y todo sería completamente normal y simple. Lejos de la ruidosa ciudad... lejos de sus más grandes sueños... lejos del prestigioso hospital al que había conseguido entrar con mucho esfuerzo.
Claro que eso ahora ya no importaba, ahora todo había quedado en recuerdos pasados. Algo que debía olvidar por su propio bienestar.
Y allí estaba, recorriendo medio país en auto. A Lydia le gustaban los viajes en carretera, pero no le gustaba ser ella la que manejaba. No había una razón particular, simplemente lo odiaba porque sí. Sin embargo, se recordó que ella misma había elegido viajar en carretera por días para pasar tiempo con sus propios pensamientos.
El viaje le ayudaría a reflexionar un poco sobre su vida y sobre la vida que estaba por comenzar. Desde que subió a su auto, supo que no había marcha atrás. Y se obligó a no mirar atrás ni una sola vez, pues sabía que se arrepentiría de inmediato.
Ya estaba a sólo unas horas de su destino, había viajado desde Minnesota hasta Washington y sin duda alguna había sido bastante liberador. Tuvo mucho tiempo para estar a solas con sus pensamientos y decidirse a no dar marcha atrás. Lo más probable, era que para el medio día ya estaría en la antigua casa de sus padres.
Cada vez que veía las cajas que llenaban su auto, era un recordatorio de que no estaba en una lindas vacaciones recorriendo el país por gusto. Realmente se estaba mudando. Realmente iba a comenzar una nueva vida. Aún parecía un sueño.
La casa a la que llegaría, antes era de sus padres, nunca la vendieron pese a que ambos decidieron irse a vivir a un lugar más caluroso, entonces le dijeron a su amada hija mayor que podría usarla cuanto quisiera. Era un peso menos para Lydia pues ya no tendría que estar buscando un lugar y además esa casa era más o menos conocida para ella. Lo único probablemente malo, era que debía pintarla y restaurarla pues nadie la había habitado en años.
Vivió sólo catorce años en esa casa, luego la mandaron a estudiar a Londres y al regresar comenzó sus estudios en medicina por lo que volver a Forks nunca fue una opción y no lo sería pero después de lo ocurrido, la chica necesitaba un nuevo comienzo. Había visitado esa casa sólo un par de veces por las fiestas navideñas o fechas especiales. Pero cuando los padres de Lydia se mudaron a Florida, fue como si hubiera olvidado por completo ese pequeño pueblo.
Al menos ya estaba acostumbrada a la humedad y el frío. Algo menos de qué preocuparse.
Y justo como predijo, al medio día estuvo frente a la deteriorada casa. Había hierba por todos lados y la cantidad de polvo era impresionante pese a la constante lluvia del lugar. Suspiró cansada bajando entonces de su auto y colocándose la capucha de su abrigo. Apenas llovía pero sin duda hacía mucho frío, tan sólo el aire le quemaba las mejillas.
Miró la casa de al frente, donde observó que había una patrulla estacionada. Recordó a Charlie Swan, aquel agradable sujeto que fue un par de veces a casa a cenar con ella y sus padres. Recordaba también muy vagamente que tenía una hija algunos años más chica que ella. Charlie y su padre eran buenos amigos o al menos así lo recordaba. A veces ambos hombres salían a pescar juntos y en la cena comían pescado comprado del súper porque no lograban atrapar lo suficiente para todos.
Luego de pensar un poco sobre el pasado, se animó a entrar a la casa pero al intentar abrir se dio cuenta de que había olvidado sus llaves en su antiguo departamento. Maldijo en voz baja y miró todo a su alrededor. Lo único que más deseaba en el mundo en ese momento era ir a dormir. El viaje fue agotador y no iba a volver a manejar por días enteros solo por una tontas llaves que no se había dado cuenta que había olvidado. Ni siquiera le convenía viajar en avión o que uno de sus vecinos las mandara por correo. Eso tardaría mucho. En todo caso, era mejor opción romper un cristal para entrar.
Pensó entonces en pedirle un poco de ayuda a Charlie, él tal vez tendría de casualidad una copia de la llave o el número de un cerrajero. De esa manera no tendría que romper nada de la casa.
Caminó bajo la suave lluvia al otro lado de la calle y tocó la puerta de madera un par de veces con la esperanza de que el sheriff estuviera en casa. Estaba la patrulla, entonces era muy probable que sí estuviera.
La puerta se abrió dejando ver a un hombre. Lydia lo reconoció rápidamente, era un poco más grande y ahora tenía un bigote más tupido, pero era el mismísimo jefe Charlie Swan, pero sin el uniforme, sólo una playera básica gris y una camisa a cuadros azul junto con unos jeans bastante anticuados.
El hombre miró a la chica con el ceño fruncido.
—¿Te puedo ayudar en algo? —en realidad no le sorprendía que no la reconociera. Había pasado bastante tiempo.
—Jefe Swan —saludó con una sonrisa— Soy Lydia, Lydia Knox... la hija de Marcelle.
El hombre pareció estar procesando las palabras de la chica y fue sólo unos instantes después que una gran sonrisa iluminó su rostro, feliz de ver a Lydia luego de tantos años.
—Wow, realmente eres tú, ¿eh? La última vez que te vi fue hace como cinco años.
Lydia sonrió.
—Sí, más o menos. Disculpe que lo moleste en un agradable sábado pero quería saber si me podría ayudar.
La miró con curiosidad.
—No es ninguna molestia, lo que sea te ayudaré.
—La cosa es que comenzaré a vivir en la casa de mis padres por un tiempo, recién llegué hace unos minutos pero me di cuenta que olvidé la llave de la casa. ¿Tendrá usted una copia de la llave o el número de un cerrajero?
Charlie sonrió.
—Estoy seguro que tu padre me dejó una llave cuando se fue pero soy tan despistado que no tengo ni idea de dónde la dejé —suspiró colocando sus manos a cada lado de su cintura—. Creo que tengo algunas herramientas. Ven, pasa. Iré a buscar mi caja.
El hombre se adentró a su hogar y Lydia lo siguió de cerca notando lo anticuada que era ese hogar. Estaba todo bastante impecable, por supuesto, pero las paredes y la decoración lucía simplemente aburrido. Siguió mirando la casa hasta que el hombre regresó con una caja de herramientas y una gran sonrisa.
Charlie estaba verdaderamente feliz de ver a Lydia, él también la vio crecer y estaba muy orgulloso de que se convirtiera en doctora.
—Señor Swan, ¿de casualidad conoce a alguien que arregle interiores?
El hombre lo pensó por un minuto mientras caminaban hacia la casa de la chica.
—Creo que la señora Cullen se dedica a eso, buscaré su número y te lo daré —se aclaró la garganta— Por cierto, dime Charlie. Me siento viejo de sólo verte y no necesito que me digas señor.
Lydia sonrió.
—De acuerdo, gracias Charlie —llegaron al otro lado de la calle— ¿Quién es la señora Cullen?
Charlie dejó la caja de herramientas en el suelo y miró la puerta de madera frente a él.
—Uh, los Cullen se mudaron hace tres o cuatro años a Forks. Uno de ellos, Carlisle, es doctor y su hermano es abogado. Creo que se llama Ivan o algo así, su esposa es Esme y es ella de quien te hablo.
Lydia lo miró confundida por la extraña explicación pero asintió.
—Genial. Si me das su número yo le llamaré.
Charlie miró de nuevo la puerta y se inclinó para analizar la cerradura.
—Lydia, si quieres puedes ir a comprar una nueva cerradura mientras quito esta y así será más rápido colocar la nueva.
—Por supuesto, ya mismo voy. ¿Quieres que compre algo más?
—No, eso será suficiente.
—Entonces no tardaré.
Vio al hombre asentir mientras sacaba algunas herramientas y ella corrió a su auto. Recordaba más o menos dónde se encontraba cada establecimiento, después de todo era un pueblo pequeño pero aún así tuvo que mirar dos veces para estar segura de que estaba en el lugar indicado.
Compró una cerradura y luego decidió que sería buena idea llevar algo de comida, para ella y para agradecerle a Charlie. Se decidió por comida china y sólo un par de horas más tarde, ya estaba de vuelta en la casa. Swan ya había quitado la cerradura y estaba en las escaleras del porche bebiendo una cerveza.
Lydia salió del auto luego de estacionarlo con las comparas. Charlie no tardó más de quince minutos en colocar la nueva cerradura.
—Muchas gracias, Charlie. De verdad no sé qué hubiera hecho sin tu ayuda.
Él sonrió, colocando una mano en el hombro de la chica.
—Ni lo menciones. Cualquier cosa que necesites, nunca dudes en decirme, ¿bien?
—De acuerdo —sonrió— por cierto, compré comida china. Espero que te guste.
El hombre dejó salir una corta risa.
—Me encanta.
—Te invitaría a pasar a mi casa pero...
—Está bien, vamos a la mía. Hay muchas cosas que debemos hablar —comenzaron a caminar a la casa del hombre— ¿Cómo está Marcelle? Hace tiempo que no llama. Me gustaría ir a pescar de nuevo con él.
🫀
Lydia y Charlie se acomodaron en la pequeña mesa de la cocina para comer. Los primeros minutos fue una conversación para ponerse al día de todo lo que había ocurrido en los últimos años y aunque Lydia omitió algunos detalles estuvo encantada de hablarle sobre sus padres y lo felices que eran viviendo en un lugar menos frío.
—¿Qué hay de Isabella? —preguntó la chica luego de darle un sorbo a su bebida— ese es su nombre, ¿cierto?
Charlie asintió.
—Sí. De hecho vendrá la próxima semana y se quedará una temporada.
—Eso es fantástico. Debes estar muy feliz.
—Lo estoy. Realmente me alegra mucho tener a Bella en casa. Creo que no será fácil, pero me basta con tener a mi pequeñita cerca.
Lydia sonrió enternecida.
—Bueno, espero que algún día podamos comer los tres juntos.
—Claro que sí —habló muy animado Charlie— a Bella seguro le gustará tener un rostro conocido.
Lydia dejó salir una corta risa.
—No creo que Isabella me recuerde, yo apenas lo hago pero seguro nos llevaremos bien.
—Espero que sí. Será la nueva por aquí y estoy seguro que se sentirá extraña, yo sólo quiero que esté cómoda y se sienta bienvenida.
—Verás que todo saldrá de maravilla. No tengo mucho qué ofrecerle, pero si necesita una conversación entre chicas, estaré encantada de ayudarla siempre.
Lydia se puso de pie y comenzó a recoger todo pues ambos habían terminado con sus alimentos.
—No te preocupes por eso, Lydia. Ya me encargo yo —le quitó los platos sucios de las manos— tienes una casa por arreglar, así que yo me encargo de estos platos.
Ella sonrió apenada.
—Al menos déjame limpiar un poco. Aparecí de la nada y no puedo dejarte un desastre.
—Insisto. Ve y descansa. Ahora.
No había manera de seguir discutiendo.
—Gracias, Charlie. Nos vemos después.
—Seguro —la chica estaba por irse, cuando Charlie la llamó— Y Lydia.
Lo miró.
—¿Sí?
—Bienvenida a Forks —sonrió con un asentimiento de cabeza.
Lydia regresó a la casa. Antes no había entrado y ahora estaba emocionada. Al abrir la puerta observó su antiguo hogar. Era justo como lo recordaba pero con menos muebles, muchos menos muebles. Y todo estaba lleno de polvo, además de que parecía que algo se iba a romper en cualquier instante. Aún así sonrió y encendió las luces. Al menos tenía electricidad.
Iba a ser un día muy largo y no tenía ni idea de por dónde comenzar.
Sin duda era un terrible día para hacer limpieza pero en realidad, era extraño que hubiera un buen día en Forks. Lydia no tenía de otra más que adaptarse a las circunstancias y ponerse manos a la obra. La falta de muebles era una ventaja y desventaja a la vez. Sería más rápido limpiar todo pero también significaba más gastos y aunque ya había conseguido un empleo en el hospital de Forks, aún debía ahorrar algo de dinero.
Decidió que era mejor comenzar a limpiar antes de bajar las cajas del auto.
La planta baja fue fácil de limpiar y el piso superior fue más tardado. Abajo estaba la sala, comedor y cocina junto con un medio baño. Arriba habían tres habitaciones y un baño completo. La habitación que antes había sido de sus padres, estaba completamente vacía pues habían decidió llevarse todo de esa habitación a su nueva casa.
La que antes era la habitación de Lydia también estaba vacía, ella misma les había dicho a sus padres que podían vender todo ya que no pensaba regresar a esa casa luego de que ellos se marcharon. Ahora se arrepentía bastante.
La tercera habitación no estaba mucho mejor y descubrió que era donde sus padres guardaron todo lo que decidieron no llevarse. Realmente era pura basura pero debía revisar cuidadosamente qué tirar y qué no. El baño por su parte era bonito, aunque en ese momento necesitaba una muy buena limpieza, pero la tina que tenía le encantaba a Lydia.
Era casi media noche cuando la casa relucía y tenía un maravilloso aroma a pino. Lydia estaba totalmente agotada pero puso un poco de esfuerzo en sacar las cajas del auto y llevarlas a la casa. Para su fortuna, había llevado un colchón inflable pequeño. Había olvidado las llaves, pero no ese colchón.
Tomó todas las cobijas y colchas que tenía para no pasar frío y finalmente se acomodó en su cama provisional. Con la casa vacía, hacia un frío del infierno, pero lo podría soportar por esa noche.
El domingo se dedicó a acomodar un poco sus cosas pero no tenía dónde guardarlas por lo que simplemente optó en acomodarlas de acuerdo al uso que le daría. Sacó sus batas blancas y las colgó en unos ganchos para tenerlas a la mano, también su uniforme médico y algo de ropa para la siguiente semana.
Aquel día no quería nada más que descansar y ya tendría tiempo de ir otro día a comprar muebles o en todo caso los pediría por internet. Pero ya se preocuparía por eso otro día.
Por la tarde, recibió la visita de Charlie quien llevaba una caja de pizza para compartir. Lydia realmente se lo agradeció porque en realidad había olvidado que debía comer algo.
—Por cierto, este es el número de la señora Cullen —le entregó una tarjeta de presentación bastante bonito.
—Muchas gracias, Charlie.
Y entonces todo fue relativamente normal hasta que llegó el lunes y sus problemas comenzaron.
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