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77: Ganas de ti

(Esta ilustración es parte de las ilustraciones que tiene Nerd 2 en físico, quise subirla aquí también porque es de mis favoritas. La entenderán al final de este capítulo)

Pd: escuchen Ganas de ti, de Wisin&Yandel y Sech de la mitad del cap para abajo.
La van a necesitar.

~~~

Sinaí

Paso tanto tiempo en el lobby que siento que en algún punto dejo de contar los minutos esperando a que Axer venga a perseguirme, desesperado y arrepentido, rogando que vuelva a la habitación y lo perdone, diciéndome que todo era una broma, o que era en serio, pero que ya no aplica, porque quiere quedarse en Venezuela por mí.

Pero el vacío y el silencio es lo único que me acompaña. Nadie viene a rescatarme de esta realidad en la que no existe un «nosotros».

Sé que es definitivo. Sé lo que significan las mudanzas de los Frey. Lo más probable es que Viktor Frey ya haya programado su «divorcio» de Diana. No hay vuelta atrás.

Cobarde. Eso eres Axer Frey, un maldito cobarde. No teniendo el valor de soltarme, se ató la soga al cuello, para asegurar la asfixia por si se le ocurría perseguirme.

Lo odio y no con mi vida, porque aunque esta acabara, el sentimiento seguiría ardiendo.

Lo odio con mi alma.

Todavía tengo ganas de llorar, y sé que en algún momento lo haré, no hay forma más efectiva de desahogar lo que siento. Pero no esta noche. No en este viaje.

Pero me pregunto, ¿cómo avanzar a partir de ahora?

El contrato me sigue atando a los Frey, a Axer y su tesis. Él y yo tenemos todavía esta especie de relación, aunque claramente hay que discutir al respecto, ya sea que decidamos cortarla, o dejarla fluir para luego incinerar sus raíces cuando el plazo acabe.

No sé ni cómo soportaremos estas noches. Al menos no sé cómo voy a hacerlo yo.

¿Debemos hablarnos como si nada?

¿Será incómodo entre nosotros?

¿Quiero prolongar esto aún sabiendo que en un par de meses acabará?

No tengo ni puta idea de nada.

Estoy tan aburrida que me pongo a revisar hasta la galería de mi teléfono y acabo viendo estados de WhatsApp, cosa que nunca hago.

Me sorprende ver que mi madre subió algo. Ni en el día de las madres lo hace.

Abro el estado y...

¿Un ramo de flores?

No, no es solo un ramo de flores. Es un arreglo con exactamente 34 rosas rojas, la edad de mi madre, aunque este dato podría ser coincidencia, puesto que hoy no es su cumpleaños.

¿O sí lo es y no me acuerdo?

No, no es hoy. Es el 13 de agosto.

Le escribo un mensaje.

Yo:
¿De parte mi padre?

Su respuesta me saca una sonrisa.

La madre mía:
Cómo te gusta un chisme, carajita.

Decido ignorar su evasiva e insistir.

Yo:
¿Entonces?

La madre mía:
A tu padre no lo veo hace meses, gracias a Dios.

Qué alivio saber eso, pero no es respuesta a mi pregunta, así que insisto:

Yo:
¿Quién te las regaló entonces?

La madre mía:
No es tu problema. Disfruta tu noche rusa y mándame fotos del hotel.

Me tomo un selfie rápida donde se vea la pared del hotel con el cuatro de la Noche estrellada y se la envío. También le mando una con la cámara externa para captar el resto del lobby.

La madre mía:
Estás hermosa, coño e' tu madre. Hasta pareces decente.

Sonrío, pero no le respondo, pues siento los pasos acercarse y alzo la vista por si podría ser él.

Pero es su padre, con Vero y Aleksis detrás.

—Aquí estás —dice el señor Frey al reconocerme—. Tienen barra libre por si quieren comer algo, yo no asistiré a esta fiesta porque tengo una cena importante para Frey's empire esta noche, pero ustedes diviértanse.

—Lo haremos —dice Veronika, radiante de entusiasmo.

—¿Y Axer? —pregunto confundida.

—No saldrá esta noche, le dio fuerte el mal de páramo así que prefiere quedarse a descansar —explica el padre—. Mejor así, tiene que perfeccionar su discurso de mañana.

Mal de páramo mis ovarios.

—Tal vez debería quedarme para acompañar...

—Ni hablar —corta Veronika—. Él supuso que dirías eso así que me encargó de que disfrutaras la noche. No tienes que castigarte escuchando toda la noche a mi hermano mientras pasa su indigestión.

Por la manera fija y silenciosa en la que me ve Aleksis, supongo que él no se cree tampoco ese mal de páramo, pero no dice ni una palabra.

♟️♠️♟️

El salón de fiesta informal del hotel es una vulgar discoteca VIP. Nos sentamos en pequeños sofás individuales de pelaje rosa, todos alrededor de una mesita con un servicio de copas y licores que desconozco. Cuando tomo la primera copa, casi no distingo el color del trago, pues se baña de las luces del lugar que oscilan del fucsia al púrpura.

Me sorprendo a ver que, dada la semi oscuridad, el bullicio de personas y el hecho de que tenemos una pista de baile a tres metros, Aleksis hace caso omiso de todo, se pone unos auriculares y abre un libro en tapa dura cuyo título no alcanzo a leer. Se recuesta, y continúa su ardua labor de existir en medio de este oxígeno contaminado.

Las piernas de Veronika se ven ilegales por la manera en que las cruza, sentada con ese vestido rojo tan corto. Sus uñas lucen icónicas por la manera en que agarra su copa, me hace sentir desadaptada. Y gay.

Me inclino hacia ella y le pregunto:

—¿Aleksis está...?

—¿Bien?

—Leyendo —corrijo.

—Ah, sí. Ama las fiestas.

—¿Qué carajos...? —Eso no tiene nada de sentido—. ¿Cómo puede leer sin luz y con esta bulla?

Veronika pone los ojos en blanco, como si la respuesta fuese lo más obvio del mundo. Justo en ese instante su hermanito, sin despegar los ojos del libro, estira una mano hacia su copa para llevarse el contenido a los labios.

—¿No ves los audífonos? —dice Vero—. Está escuchando el audiolibro. La versión en físico es solo para hacerlo más dramático. Es como una bandera de «no molestar».

Miro a Aleksis de soslayo. Él no es excéntrico. Excéntrico es ir al balcón de una fiesta a la que te obligaron a asistir y quedarte leyendo donde hay menos ruido, y con ayuda de lámparas blancas. Lo que este carajito está haciendo es una declaración de pública y voluntaria de que todos le sabemos peor que la mierda en un zapato.

«Acepto las normas sociales asistiendo a sus reuniones, pero reafirmo mi superioridad como Aleksis Frey ignorándolos a todos mientras me veo fabuloso».

Estoy a punto de sonreír de lo impactada que me deja lo que hace Aleksis, así que bebo de mi copa.

Cada vez me cuesta más fingir que no me encanta esta familia.

—Entonces... —digo a Vero después de tragar—. Mal de páramo, ¿no?

Ella, quien claramente estaba evitando el tema, suspira antes de decir:

—Escucha... Sinaí. —Finge una sonrisa—. No tengo nada en tu contra a estas alturas, y por tu bien, no me hagas tenerlo. No pretendo que me expliques absolutamente nada, pero este viaje es uno de los momentos más importantes en la vida de mi hermano y en su carrera, todos esperábamos que también fuera el más feliz, y ya ves cómo está resultando. Así que a mí mejor ni me lo menciones.

Bien, este se lo fumó al revés.

—¿Me estás acusando de algo, Veronika?

—Ya verás tú cómo tomas lo que te digo. Solo permíteme hacer énfasis en que si después de todo lo que él está haciendo por ti resulta que...

Mi bufido le cierra la boca.

—¿Haciendo por mí? —espeto—. ¿Es n serio? Mejor cállate.

Ella se muerde la boca, pero sus ojos siguen ardiendo de rabia. No sé qué es lo que contiene, pero lo hace con fidelidad. Lo que sea que quisiera decirme morirá con ella.

Se bebe su trago y el mío de un solo sorbo y se aleja rumbo a otro grupo de personas.

♟️♠️♟️

No tenían que haberme dicho que había barra libre.

No he cenado, pero me he bebido todo lo que se me antojó en esa barra.

Ahora estoy en la pista, sudándolo.

Esta noche tiene todo de informal, y aunque el lugar está lleno de personas importantes, genios y millonarios, en la pista no se baila Miley Cyrus, se baila reggaeton.

Quisiera decir que bailo como se ve siempre a las mujeres en las películas, con movimientos leves pero sensuales, pero no es así. Lo único que de alguna forma se asemeja es la manera en la que mis manos me recorren y alborotan el cabello, pero por lo demás mis movimientos son los típicos que conseguirías haciendo a una mujer en una pista de baile con reggaeton.

Estoy celebrando la vida, maldita sea. No pueden juzgarme.

Si me vieran, me llamarían perra. Pero eso ya no me importa. Hace tiempo que hice las pases con esa palabra, hace tiempo que la hice mi bandera.

Extrañaba esto. Las clases me tienen jodida, y también influye el hecho de que prácticamente no tengo amigos que me saquen a rumbas. Me hacía falta este efecto, este punto del alcohol en el que sientes que la pista se mueve al ritmo de la música y disfrutas cada canción como si fuese la última del mundo.

Entonces empiezo a experimentar esa extraña sensación de que alguien está mirándote, casi un ardor en la nuca. Quisiera voltear para confirmarlo, pero me da vergüenza. Siento que es paranoia.

Pero la sensación no se va, solo se incrementa.

Y ahora que lo pienso mejor, si resulta ser paranoia no importaría, ¿no? Nadie podría probarlo.

Así que volteo como si fuera parte del baile, alzo la vista y entonces lo veo, recostado de una pared sin bailar.

Es el hombre más pálido que he visto en mi vida, en serio. Su piel casi brilla en la oscuridad, es como si estuviese hecho de mármol. También influye que está todo vestido de negro, si es que se le puede decir vestido a eso. Solo lleva una chaqueta sin abotonar, sin camisa debajo. Su abdomen marcado, cuadro por cuadro, y su ingle tensa son casi parte de su outfit.

Y no deja de sorprenderme, pues la luz de la pista se refleja en su zarcillo de plata. Su cabello, tan negro que parece azul, está adornado con una especie de diadema que simula ser dos ramas llenas de hojas.

Sí, definitivamente me está mirando, con descaro, y parece que le gusta lo que ve, pues no para. Esa manera en que me mira... Jamás había conocido una mirada tan explícita.

Lo que me indigna es que, al descubrirme mirándolo, arquea una ceja en una expresión que claramente dice «¿Y tú qué coño miras?».

No sé qué cara pongo en consecuencia, solo que él, literalmente, se ríe de ella.

¿Se está burlando de mí?

Molesta, me doy la vuelta de nuevo y sigo bailando, hasta que siento una mano que toma mi muñeca cubierta por el satén del guante.

Alzo la vista con el ceño fruncido para descubrir al chico de hace un rato, quien me arrastra al otro extremo de la pista.

Aunque me siento anonadada por su atrevimiento, no hago nada para detenerlo, y es que una parte de mí todavía no sabe si realmente quiero hacerlo.

Empieza a sonar Ganas de ti de Wisin y Yandel Ft. Sech cuando el extraño, literalmente, me voltea de frente a la pared. Sus manos manos toman las mías, y con lentitud las pegan a la pared para empezar a bailarme.

No veo más que la luz de la pista reflejada en la pared, y soy muy consciente de la delicia del ritmo que empieza a insertarse en mis venas. No le digo que pare. Entiendo que hay una especie de regla implícita en que no es ético permitir que nadie te trate con la autoridad que este chico me sacó a bailar, pero a la mierda lo ético, si fue justo ese detalle lo que hace ahora que considere dejarlo.

Cuando siento cómo sus manos se cierran en mi cintura, me toca contener la respiración.

Empieza a moverse detrás de mí y sé que de ninguna forma le voy a pedir que pare, pues sus movimientos de cadera podría envidiarlos un stripper.

Así que le sigo la corriente y me muevo con la sensualidad que la música amerita. Trago cuando sus manos bajan a mis caderas y marcan mi ritmo a la vez que las suyas no dejan de moverse de esa manera tan exquisita.

No me aguanto y volteo el rostro para mirarlo, y él sonríe con malicia, como si estuviese esperando eso.

Me voltea y me pega de espalda a la pared, presionando su cuerpo contra el mío, rozándome con sus movimientos. Una de sus manos está anclada a mi cadera, la otra aferra mi muñeca a la altura de mi cabeza.

Y temo, mierda. Porque me está encantando esto, y porque sé cómo se puede ver desde afuera. Si Veronika me encontrara así sin contexto... Mierda, si Viktor Frey me viera en este momento podrían joderse muchas cosas.

Cosas que tal vez ya están jodidas.

Pero no me detengo. De hecho, creo que el pavor de ser descubierta se vuelve la adrenalina que convierte este en un momento que no olvidaré fácilmente.

Cuando la canción dice «Quiero morderte el cuello como un vampiro», da la casualidad de que él está respirando en mi cuello, y siento cómo sus labios sonríen contra mi piel.

Podría jurar que algo en el perfume de este tipo es afrodisíaco, pues cuando me mira a los ojos, tan cerca que noto el lápiz negro en su línea del agua, soy yo la que quiere lanzarse a besarlo, pues él no intenta ningún movimiento más.

Aunque tal vez no es su perfume, sino todo él. Sus mejillas hundidas, sus pómulos pronunciados y la cicatriz de su mandíbula. O sus largas pestañas. O la manera tan erótica en al que se mueve. O el alcohol. O todo.

Lo cierto es que, cuando acaba la canción y él me guiña un ojo antes de alejarse, siento alivio.

Al menos no hice algo tan estúpido.

Espero un rato hasta recuperar mi respiración, luego salgo de la pista.

Él está en la barra, mirándome con la misma fijeza de antes mientras...

¿Le está echando cereal de colores a una piña colada?

No lo pienso mucho y voy hacia allá, me siento en el banco contiguo y pido mi propio trago.

Voy a abrir la boca para presentarme justo cuando él dice:

—Antes de que digas nada: no me involucro «en serio» con nadie. Te miraba porque llamaste mi atención, te saqué a bailar porque intuí que te hacía falta divertirte. No hay más misterio, ¿okay? Si quieres pasar la noche en mi suite, eres bienvenida, pero no esperes que te llame mañana, ni que me acuerde de tu nombre.

Cuando termina de hablar, le sonrío. Él lame los aros de cereal de la pequeña cucharilla con la que estuvo revolviendo su piña colada.

Me da miedo preguntar, no sea que yo esté desinformada sobre esa moda particular de beber alcohol.

Así que le digo:

—Agradezco tu honestidad, pero creo que estás malinterpretando todo.

—Una química así no se malinterpreta, pero si te hace feliz negarlo... —Hace una especie de reverencia teatral—. Adelante.

No voy a usar la carta de «estoy en una relación», pues esa solo es otra forma de decir «quiero, pero no puedo». Así que insisto:

—No me están pagando por mentirte, ¿sabes? Realmente lo malinterpretas si crees que voy a pasar la noche contigo.

Él sonríe de lado y arquea una ceja.

—¿Y por qué viniste hasta aquí? ¿Por el confley?

Me muerdo los labios para no reír. Yo también llamo al cereal confley, es solo que me hace gracia que él también lo haga.

—No, no vine por el cereal. —Acepto el segundo trago del barman y me lo bebo—. Tú tenías razón: ma hacía falta divertirme. Pero no busco tanta diversión como la que ofreces, al menos no por esta noche.

Él asiente complacido.

—Me halaga que no lo descartes —dice alzando su propio trago antes de beberlo—. ¿Amigo o familiar?

Entiendo a lo que se refiere. Este es un evento privado para los chicos a los que aprobaron su tesis, sus amigos y familiares, y algunas otras personas de interés.

Estoy tentada a responder «novia falsa, luego no tan falsa y luego falsa de nuevo y a punto de terminar de Axer Viktorovich Frey», pero lo simplifico con un:

—Digamos que amiga.

Él me estudia con el ceño fruncido, como si intentara adivinar a cuál de los cuatro aprobados acompaño.

—¿Sophie?

Ese nombre...

—¿Te ha hablado alguna vez de Sophie o de Andrea?

Con que es una genio la tal Sophie de la que hablaba Veronika. Es una de las razones por las que Axer no quería traerme, según su hermana, y el hecho de que sea alguien a su nivel académico, tanto para que le adelantaran su tesis, alborota más mis preocupaciones. Axer es débil ante las mentes brillantes.

Fuerzo una sonrisa mientras niego.

—¿Y tú? ¿Amigo o familiar?

Él no disimula su ofensa, aunque lo hace en mood divertido.

—Escúpeme si quieres, pero no me insultes, dulzura. Ni amigo ni familiar: próximo graduado.

Eso sí me toma por sorpresa.

—¿Eres de los cuatro a quienes adelantaron sus tesis?

—Así es —responde antes de meterse una cucharada de cereal a la boca.

Algo en él me da unas vibras extrañas, como si lo conociera de algún lado, o por alguna referencia.

Pero solo hay una forma de saber eso.

Le extiendo una mano para presentarme.

—Sinaí —digo.

Él ignora mi mano y se inclina hacia mí, depositando con lentitud un beso en mi mejilla.

—Jesper —se presenta—. Aaron Jesper.

No.

Me.

Puto.

Jodan.

Es un Jesper.

Tengo que parecer neutral y no perder la maldita calma.

—Si te presentas con el apellido debe ser importante —digo, como si ya no tuviera yo nociones sobre su familia.

—Es una mala costumbre. Estoy lleno de ellas —minimiza él.

Por un momento se me queda mirando fijo con la cabeza ladeada y una curva inquietante en los labios.

—Por favor —suelto entre una risita—, no me mires así que me pones nerviosa.

—Es la única manera en la que sé mirar a las personas atractivas.

Me río y bebo otro trago de alcohol.

—Pásame tu número de cuenta, te voy a comprar esa labia.

Él también ríe y sigue comiendo su confley con alcohol.

—¿Eres fácil de asustar? —pregunta de la nada.

Digamos que mi lema de vida es «El que tanga miedo a morir que no nazca».

Pero eso no le voy a decir a un desconocido. Y mucho menos a un maldito Jesper.

Enarco una ceja y, aunque pienso en algo decente, mis labios hacen lo que les da la gana al decir:

—No lo sé, pruébame.

—Puedo hacerlo, sí. ¿Me dejas morderte?

Eso viniendo de un Jesper no sé si me preocupa o me tienta.

Claro, dependiendo de si acepto lo que Axer me contó de esa familia como la verdad absoluta. Capaz eso también era mentira.

—No me estás diciendo que no —señala Aaron mientras yo bebo otro trago cobardemente.

Necesito recuperar terreno.

—Te dije que no hace rato, no necesito repetirlo —reafirmo.

Entonces él suspira.

—Qué pena. Igual la oferta sigue en pie el resto de la noche, esos movimientos de hace podríamos repetirlos en distintas circunstancias.

Ni loca voy a aceptar esa oferta. Esta gente es socia de los Frey, dudo mucho que quede en secreto si me ven entrando a la suite de un Jesper.

Él entiende mi silencio, así que cambia el rumbo de sus preguntas.

—¿Con qué familia me dijiste que venías?

—Ahh... Con los Frey.

Por la expresión de su rostro, cómo se borra su sonrisa, pasa por el entendimiento y estaciona en una sonrisa mucho más grande, parece que ellos también tienen historia.

—Puta mierda —dice en medio de una risita—. Así que tú eres la gatita de Axer Frey.

Me muerdo la lengua para no decir nada al respecto. No tenía idea de que me conocieran así.

—Mierda —dice todavía riendo—. Van a matarme.

Sin decir nada más, él mete una última cucharada de cereal a su boca y se aleja. Solo entonces me tomo la molestia de ver más allá en la fiesta y descubro a Veronika mirándome.

A mí también me van a matar.

Tengo que hablar con Axer, y de inmediato.

♟️♠️♟️

Cuando entro a la habitación lo encuentro acostado al revés en la cama, con los pies estirados en la pared. No tiene puesta su camisa, y no alcanzo a ver su rostro por el brazo sobre sus ojos.

—¿Estás dormido? —pregunto al cerrar.

—¿Parezco dormido? —gruñe él.

—¿Por qué no estás dormido?

Él se acomoda hasta quedar sentado de frente a mí.

—Te esperaba —responde—. O no. Tal vez no podía dormir. O estaba planeando mil maneras de joderte la existencia. Escoge creer lo que quieras.

Pongo los ojos en blanco. Esto va a ser muy incómodo.

—Tenemos que hablar.

Su reacción es de alerta inmediata, no pasa un segundo meditando mis palabras cuando ya está contestando:

—¿Qué hiciste?

—Nada.

El arco de su ceja se profundiza.

Me siento en la cama, al borde, y él tira de la sábana debajo de mí.

—¿Qué? —inquiero.

—Ven para acá, Nazareth, no somos extraños.

No, no lo somos. Pero fuimos mucho más que esto.

Igual hago lo que dice y me siento a su lado, recostada de la pared. Su mano se arrastra hasta acariciar el dorso de la mía y por un segundo casi olvido que lo odio, casi siento que no lo merezco.

Él pone su cabeza en mi hombro un segundo, y alza los ojos para mirarme.

—¿Qué tenemos que hablar, bonita?

—No me digas bonita, por favor... —susurro.

Sus ojos... Maldición, sus ojos me están derritiendo.

—Tú puedes hacer o dejar de hacer lo que quieras con respecto a mí —explica, también en un susurro—, pero no me pidas que pierda mis malas costumbres contigo.

—Malas costumbres...

—Y muy dañinas. —Suspira—. Termina de hablar, Nazareth. No se hará más fácil mientras más esperes.

—Yo... —Carraspeo, lo que hace que él aleje un poco su rostro y me mire con más seriedad—. Entiendo que hay un contrato, y que una de tus cláusulas me exige exclusividad sexual. Lo tengo claro. Pero ya que... esto no durará mucho... ¿Está mal si mientras dure coqueteo con otras personas?

Él aparta su mano de la mía y es como si me arrancaran una costra. Durante el tiempo que se queda mirando a la nada, casi considero interrumpirlo. Siento que se me va a salir el corazón por la boca.

No dice ni una palabra, hasta que de repente espeta:

—¿A quién te quieres coger?

—Yo no he dicho...

Voltea a mirarme, y es eso lo que me calla: su expresión.

—Sin rodeos —insiste—. Dime a quién.

—Es que... No quiero... eso.

Me paso las manos por el cabello. Con pena descubro que estoy despeinada. Y eso solo hace que sea más difícil para mí expresar mis ideas.

Pero él sigue esperando, así que intento darle un sentido a lo que pienso.

—Solo... —No me atrevo a mirarlo al decirle—. Solo creo que me gustó gustarle.

Él contiene la respiración, aguarda un segundo e insiste.

—Dime quién.

Conozco a Axer Frey, tenemos meses en un partido de ajedrez a gran escala, deberían darnos un récord Guinness por eso. Sé que no se va a cansar hasta que le diga.

—Tú... ¿Recuerdas el día que reviviste a Poison?

—No fue la única a quien reviví ese día, pero sí, lo recuerdo. ¿Qué hay con eso?

—Pues... Ese día me hablaste de una familia a la que Frey's empire le vende...

Él se inclina hacia adelante y se agarra la cabeza con ambas manos.

No lo toco. No digo nada. Casi no lo quiero mirar, pues temo que explote.

Cuando vuelve a recostarse contra la pared, exhala tan fuerte que si pudiera escupiría fuego.

—¿Un Jesper, Nazareth, en serio?

—¿Qué mierda quieres que haga? No sabía que era un Jesper cuando...

—¿Qué? ¿Qué hicieron?

—¡Nada! Solo hablamos. Y...

Me muerdo los labios. Sí. Sí que es incómodo.

—Bailamos.

Él finge una sonrisa, tan tensa que parece el preámbulo a un asesinato.

—Una canción —añado.

—¿Por qué? ¿Por qué un sukin syn Jesper? El hotel está inundado de personas y tú...

—Es atractivo.

Bien, tal vez debí haber censurado ese detalle, pues él reacciona como si le hubiese metido una bofetada.

—¿Aaron? —indaga.

—Eso me dijo.

Él se levanta de la cama, y no sé qué mierda está diciendo, pues lo dice en ruso, y muy rápido, las palabras atropellándose entre sí mientras camina de un lado a otro, acalorado, con las venas de sus brazos a punto de estallar.

De todo lo que dice solo identifico un par de maldiciones.

—¿Estás molesto?

Claramente lo está, está más rojo que una sirena de policía.

—¿Contigo? No. En serio que no. Es solo que... —Resopla pasando las manos por su cabello—. Aaron Jesper.

—Igual no te dije que piense hacer nada con él —le explico—, le dejé muy claro que no pasará nada. Es solo que esta situación me hizo plantearme esa pregunta. Necesito tener esas cosas claras a partir de ahora dada nuestra delicada situación. Igual, te juro que cumpliré con lo de la exclusividad sexual, entiendo por qué quisiste poner esa cláusula y yo firmé. Puedo esperar un par de meses sin problema.

—Nazareth.

Trago en seco y no digo nada, solo lo miro a los ojos por primera vez, y entiendo por qué había estado huyéndole a ese contacto.

—El contrato: olvida esa der'mo. No te voy a obligar a colaborar con mi investigación sabiendo que lo que te mantenía atada a eso ya no es vigente.

—¿Tú estás...? —Me bajo de la cama yo también y lo enfrento—. Necesito que me hables claro, Frey. No quiero malentendidos. ¿Terminamos?

Él ríe con amargura.

—¿Cuándo empezamos?

Dije que no iba a llorar en este viaje, pero no me lo está poniendo fácil.

Cuando lo veo abrir la puerta tengo el impulso de ir tras de él.

—¡¿A dónde mierda vas?!

—No me esperes —dice antes de cerrar la puerta de un golpe.

~~~

Nota:

COÑO E LA MADRE, ÁMENSE!!!

¿Qué piensan de la aparición de Aaron?

Lean Parafilia, coño, que se están haciendo spoilers y se pierden del fangirleo.

¿Qué piensan del Sinaxer a estas alturas?

¿Quién piensa que le dejó las flores a la señora Clariana?

¿Qué piensan de Aleksis leyendo en la rumba y lo que dijo Vikky?

Teorías, reacciones y más por aquí

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