76: Love the way It hurts
Amores, en este capítulo sigan escuchando Love the way you lie de Rihanna.
La van a necesitar.
Una Sinaí no tan Ferreira
Ya me habían advertido del frío, así que no me sorprende cuando me azota al salir del aeropuerto. Lo que no puedo creer es que en medio de las casas casi coloniales, las calles y el asfalto, todo esté lleno de...
—Eso es...
—Nieve —explica el señor Frey, deteniéndose a mi lado.
Veronika es la primera en alcanzarnos. Tiene un jersey blanco bajo un abrigo de abundante pelaje color crema, un pantalón del mismo tono y un bolso de mano color perla con correas doradas. A pesar de que son casi las siete de la noche ya, lleva sobre su cabello unos lentes de sol de armazón blanco.
Aleksis la sigue, con un suéter gris y guantes blancos que casi no se notan porque lleva las manos en los bolsillos del pantalón.
—El comité que organizó este evento escogió Mérida como destino para aprovechar la época nevada —explica el señor Frey.
—Amo la nieve —suspira Veronika cuando Axer nos alcanza.
El señor Frey deja de ver el panorama para voltearse hacia mí, y me escruta con el ceño ligeramente fruncido.
—¿Nunca...?
—No —responde mi ruso por mí—. Los viajes turísticos de Sinaí Nazareth se limitan a ir de su habitación a la sala, y de regreso.
Lo miro con los ojos entornados, pero su padre es quien habla.
—Qué lástima —comenta—. Pero eso le deja todo un mundo por descubrir, nada que no pueda arreglarse. De hecho, podríamos llevarla a conocer el Salto Ángel antes de tu tesis, ¿no te parece?
Axer da una sonrisa que, por algún motivo, noto forzada, y solo dice:
—Sí, puede ser.
—Ay, no —interrumpe Veronika—. No quiero ir de nuevo al Salto Ángel, esas cuatro horas de viaje en balsa no me parecen apetecibles justo ahora.
—Viktoria, por favor —zanja su padre mientras se pone unos lentes de sol que dan la impresión de costar más que el avión en el que vinimos—. Nadie dijo que pensara invitarte.
Aprieto los labios y le ruego a todas las deidades que conozco para que no se me noten las ganas de reír. Ni siquiera me atrevo a mirar la cara de Veronika, no sé si podré contener la risa al ver su reacción.
Aleksis se detiene a mi lado, como si fuese coincidencia, pero sé que no. Con este demonio nada puede ser al azar.
Confirmo mi temor cuando le oigo susurrar:
—Karma rit plus fort.
Voy a necesitar un traductor con esta gente.
Espero mientras nuestro auto se estaciona, y subo detrás de todos los Frey como si mi cerebro no estuviera intentando aprender francés en cuatro segundos.
—Entonces, Sinaí... —empieza a decir Viktor Frey desde el asiento del copiloto—. ¿Conoces la heladería Coromoto?
—Bueno, yo...
Qué maldita vergüenza. Fracasé como venezolana, y ni siquiera sabía que eso era posible.
¿Debería decirles que sí aunque no tenga ni puta idea?
—Llévala —contesta Axer por mí.
Le doy una mirada de soslayo, pero él sabe que lo estoy viendo, pues me regala un guiño.
Mi novio es demasiado para mi sistema cardiovascular.
El señor Frey reacciona lanzando una mirada al chófer, quien capta la orden y la obedece sin objeciones ni cuestionamientos.
Me pregunto qué estará haciendo Linguini mientras los Frey están fuera del pueblo. ¿Le darían el día libre?
Bueno, ese no es mi problema.
Estacionamos frente a la famosa heladería Coromoto, y vaya que no exagero cuando digo «famosa», y lo entiendo cuando Axer explica:
—Esta heladería es mundialmente famosa por ofrecer una variedad de más de mil sabores de helados, Nazareth.
—¡¿Mil sabores?!
—Tienen hasta helado de «Viagra» —interrumpe Veronika con un gesto sugerente.
—O sea... ¿Es algo así como grageas de todos los sabores pero en helados?
Axer asiente, lo que me pone muy contenta, pues tengo un novio que entiende mis referencias Potterhead.
—Eso te convierte en una verdadera inculta —añade Vero—, pues esta heladería es tan icónica que se ganó un récord Guinness. Un sukin syn récord Guinness, ¿entiendes eso?
No solo lo entiendo, sino que me hace querer cantar «Llevo tu luz y tu aroma en mi piel...».
—¿De qué sabor querrás el tuyo? —pregunta el señor Frey señalando un tablón de opciones que ocupa toda la pared.
Veronika se lleva los dedos al entrecejo con estrés adelantado.
—Si dice chocolate me voy de aquí.
—Si dice chocolate yo mismo le compro el boleto de regreso —añade Axer, y aunque pongo mi mejor cara de ofendida, amo esa sonrisita en sus labios, esa naturalidad con la que me incluye en sus extrañas bromas familiares.
Estudio la pared, pero se me hace imposible decidir entre tantos sabores extraños.
—¿Por qué querría alguien un helado de caraotas? —pregunto horrorizada.
—No lo sé, Nazareth, pero imagino que si no funcionara habrían dejado de venderlo hace siglos.
Tengo que esforzarme para no poner cara de asco.
Me tardo tanto en decidir que al final Veronika le dice a la persona a cargo:
—Dele uno de Miss Venezuela, por favor.
Abro los ojos con espanto y digo:
—Dime que no tiene carne de Miss.
Todos voltean a verme espantados, incluidos el hombre que sirve el helado y el señor Frey. En serio quiero que me trague la tierra y me escupa en el cuarto de Bad Bunny justo ahora.
El helado resulta ser una barquilla con crema blanca con un ligero tinte rosa apenas perceptible.
Aleksis me está mirando fijo con una expresión que me inquieta.
—Deja de verla así —ladra Axer.
—¿Qué hice? Solo quiero verla tragar —explica Aleksis con un encogimiento de hombros.
—¿Para ver si nos miente al decir que le gusta? —pregunta Vero al borde de la risa.
—Vikky, Leksis, —dice el padre y luego añade algo en ruso que no entiendo—. Ya zastavlyu ikh spat' na ulitse, yesli oni budut plokho sebya vesti.
Pruebo el maldito helado y me sorprendo inmensamente al descubrir que sabe muy bien.
¿Por qué sabe bien?
—Es perfume de rosas y claveles —explica Axer con expresión de triunfo. No necesita una declaración verbal de mi parte que le confirme nada, él sabe leerme mejor que nadie y sabe que me encantó esta vaina.
♠️♟️♠️
Yo amo el frío con todo mi corazón, pero me preocupa cómo haré para bañarme aquí en Mérida sin que se me congelen los senos. Espero que haya calentador en el hotel.
¿Qué demonios estoy diciendo? Obvio habrá calentador, literalmente estamos en el teleférico más grande del mundo rumbo a uno de los picos más altos de Mérida donde se encuentra el edificio más lujoso del país.
El Humboldt es el hotel más icónico de Venezuela, ubicado en la cima de la montaña el Ávila en la capital. Frey's empire tomó la idea, aprovechándose del teleférico, y fundó un hotel en uno de los picos nevados de Mérida mucho antes de mudarse al país. Allí es donde nos dirigimos, y ahora entiendo por qué el presupuesto de este evento tuvo que ser tan elevado, porque si solo una noche en el hotel cuesta más de 300$, no quiero imaginar lo que habrá sido alquilarlo entero un par de noches.
Desde la cabina del teleférico apenas alcanzo a ver un poco de este edificio envuelto en nubes y con la nieve tiñendo toda la montaña hacia abajo, pero ya entiendo que esta es una experiencia que jamás olvidaré.
Desde hace rato tengo un dolor de cabeza y un mareo extraño, imagino que es el puto mal de páramo, pero no he querido decir nada al respecto para no joderle el viaje a nadie. Según Google, podría ser peor. Podría tener náuseas, dolor estomacal y hasta desmayarme. Mientras no llegue a ese punto, me reservaré mis pesares y disfrutaré la noche.
~~
El hotel debería ser la octava maravilla del mundo. Tienen una piscina terminá dentro de una cúpula, un lobby que da miedo de lo gigante que es, salones de eventos elegantes y otro para fiestas más informales, estilo discoteca con barra libre.
Hay dos restaurantes que harían temblar de envidia cualquiera que he visitado, e incluso así estos se subdividen con una sección de primera clase.
Lo mejor son los balcones, a pesar del frío. Porque te asomas y sientes que en serio estás en un hotel en las nubes.
La habitación que compartiremos Axer y yo se siente como entrar a las fotos del Instagram de los famosos, infiltrarse en sus suites y fingir por un día ser uno de ellos.
Jamás me había imaginado en un lugar que no solo no necesitara aire acondicionado, sino que le hiciera falta calefacción. Pero se siente bien, debo admitirlo, y me gusta porque así podría usar vestido en la noche.
Me meto a bañar mientras Axer regresa. Me dijo que tenía algo que hacer y dejó una botella de líquido rosa que supuestamente puedo empezar sin él, pero no me atrevo. No hay nada que quiera hacer sin Axer a estas alturas del viaje.
Según el itinerario que nos pasó el señor Frey, tenemos una fiesta informal de bienvenida esta noche, más que nada para fraternizar y familiarizarnos con la gente rara e importante antes del evento de mañana.
El baño ya es más grande que mi habitación, con un panel de cristal que separa la tina del resto y un montón de productos aromáticos para el baño. Imagino que este es el paraíso para Axer, con una variedad de veinte jabones para escoger, esponjas y aceites. De aquí se sale tan limpio que seguro me dejarían entrar al reino de los cielos.
Qué patético que todo me recuerde a Axer, ¿no? Tengo que concentrarme, me estoy dejando llevar por el calor de su sonrisa y la vulnerabilidad de sus abrazos.
Tengo que recordarme que esto es un tablero, y que si empiezo a mover sin estudiar los movimientos de las blancas, dejaré a mi rey al descubierto. Estaría gritando «Aquí, Frey. Clava el jaque».
Me pongo la bata de baño para volver a la habitación. Abro la maleta y busco el outfit designado para esta noche.
Se pueden decir muchas cosas de los Frey, pero jamás que no tienen estilo.
El diseñador alemán confeccionó para mí un total black look sencillo pero de infarto. Se trata de un enterizo negro cuyas mangas son dos líneas hechas de pura pedrería. Mi cinturón, también una línea delgada de pedrería, está justo debajo de las costillas, por lo que me estiliza la figura y me hace sentir como la mujer más sensual del planeta.
Tengo guantes, pero no tienen nada que ver con el frío, solo satén negro con un brazalete plateado encima.
No llevo botines esta vez, sino tacones de punta fina.
Axer sigue sin aparecer, así que adelanto mi maquillaje. Me hago un diseño con pedrería en los párpados y me echo mucho glitter. Peino mi cabello y lo dejo suelto a excepción de un par de trenzas delgadas a cada lado.
Al mirar el resultado en el espejo, pienso «Si yo fuera Axer, me enamoraría de mí». Y sonrío con tristeza, porque quisiera que este no fuese un baile más al estilo de Cenicienta. Quiero que después de la medianoche él siga a mi lado. De hecho, quisiera que estuviese incluso al amanecer, dándome los buenos días.
—Tú no eres mi puto novio, Axer.
—Pues hay un sukin syn papel que dice lo contrario.
—¡Pero no es real!
—¡Es real para mí!
Ese recuerdo quema, y cambio de opinión sobre el trago que supuestamente no necesitaba.
Tal vez deberíamos hablarlo. Porque ese día en serio quise creerle. Pero no tengo el valor para afrontar esa conversación. No puedo, porque me aterra lo que pueda decirme.
Me niego a despertar de este engaño, pues estoy enamorada de la forma en que me duelen sus mentiras.
Cuando abre la puerta me sobresalto, y veo cómo sus cejas se levantan con asombro al mirarme.
«Di algo», ruego con la mirada.
Pero él entra, cierra la puerta, y se sienta en la cama.
—Tenemos que hablar.
Mierda. ¿Y ahora qué hice?
¿Se habrá enterado de lo que le hice a Julio?
Claro que se enteró, si no le dijo Aleksis seguro Veronika lo concluyó y se lo dijo.
Mierda. ¿Y ahora qué hago?
Me cruzo de brazos para enfrentarlo.
—¿Pasa algo?
—Sí —dice él con seriedad—, está pasando algo entre nosotros, Nazareth, y estoy cansado de fingir que no es así.
—¿Perdona?
Okay, esta era la última conversación que esperaba que tuviéramos. En especial esta noche.
Además, no lo entiendo. Hasta donde yo sé, estamos fingiendo que pasa algo real entre nosotros, y no al contrario.
Pero no se lo digo. Esas no son la clase de cosas que dirías en una partida de ajedrez.
—Tu madre, mi padre... —insiste él—. Esto está llegando demasiado lejos.
—Sí, y te lo dije. No debiste hablar con mi madre.
Él parece muy cansado de mis respuestas, así que lo ignora por completo y en cambio hace otra pregunta.
—¿Jugaste ajedrez con mi padre?
—¿Quién te lo...?
—Lo deduje, Nazareth, no es tan difícil.
No entiendo qué le pasa, o cuál es el maldito crimen en que jugara ajedrez con su padre, así que se lo suelto sin más.
—¿Y cuál es el problema?
—¿El problema?
Su risa... No hay nada de gracia en ella. Definitivamente no entiendo qué pasa por su cabeza en este momento.
Él se levanta, determinado, hasta quedar muy cerca de mí, y entonces lo suelta todo.
—El problema es que te metes a mi vida como si pretendieras pasar una eternidad en ella, pero actúas como si de hecho no quisieras.
—¿Cuándo he...? —Me río con histeria, esto no tiene nada de sentido—. ¡Axer, por favor! Estoy aquí, en Mérida, maldita sea... ¡con toda tu familia! ¿Sí te escuchas cuando hablas?
—¿Qué somos, Nazareth?
Abro la boca pero vuelvo a cerrarla y lo pienso mejor.
No sé explicar eso.
Sé responderle al mundo esa pregunta, sí. Eso es lo sencillo. Pero no a él. No a mí.
Me tomaría una eternidad.
—¿Cuánto tiempo tienes? —pregunto con sarcasmo, pero él no lo toma así.
—Todo el sukin syn tiempo que quieras.
Resoplo y miro hacia otro lado antes de responder, pues no soporto el contacto visual.
—Tú sabes lo que somos.
—Sé lo que eres para mí —discute—, pero no creo que estemos en la misma sintonía con respecto a eso.
Entonces lo entiendo. La explicación es muy lógica.
Se dio cuenta.
Se ha dado cuenta de que me estoy enamorando de sus mentiras, de que no juego igual que antes, que me estoy dejando ganar al igual que hice en ese primer juego de ajedrez, solo que por motivos distintos.
—Axer, hay una fiesta afuera esperando y tu familia...
—Es algo opcional, no tenemos que asistir.
—¿Piensas quedarte?
—¿Quieres quedarte conmigo?
Le sostengo la mirada un segundo, queriendo gritar sí a todo. Pero no puedo. Aunque él ya lo sepa, solo me queda la negación como escudo. Debo aferrarme a eso.
Si no sale de mi boca, no importa lo que él crea: no será real.
—Yo... Mierda, Axer, ¿qué carajo quieres de mí?
—¿Por qué te molestaste aquella vez? ¿Qué te hizo creer Aleksis?
Que estás enamorado de Soto de una forma que yo jamás podré eclipsar.
—Te dije que no fue nada —contesto.
—¿Nada? ¿Y me dejaste de hablar y mandaste tu parte del contrato a la mierda? ¿Por nada?
—No tiene nada que ver contigo, fue una cuestión de inseguridad personal y si no te lo cuento es porque no creo que puedas ayudar.
Eso es totalmente cierto. Excepto las partes que no lo son.
—¿Es eso? —insiste, acercándose un paso más—. ¿O es porque ese pensamiento equivale a revelar que estás por mover peón a E-5 y temes que de esa forma yo pueda hacer un mate en tres?
Este maldito genio me lee la mente.
—Sí —reconozco—. No pienso darte más ventaja, Frey.
—¿Ventaja? —Él se pasa la mano por el rostro para tranquilizarse, pero está tan rojo que me preocupa—. Proklyatyy, Nazareth, ¿de qué sukin syn ventaja hablas? Hace meses que dejé de jugar, ¿quién chert voz'mi crees que tiene ventaja aquí?
Me rio. Es una risa espontánea y cínica.
—¿Dejaste de jugar, en serio? Dime cuál es el jaque.
Él no dice nada, así que entiendo que sabe a lo que me refiero.
—¿No dejaste de jugar? —insisto—. Pues dime cuál es el maldito jaque que Veronika dijo que tienes preparado, ese jaque tan «definitivo» e irreversible.
Él sigue en un absoluto y maldito silencio, y cada segundo que se prolonga aumenta el fuego en mis ojos y el calor en mi voz.
—Tú no dejaste de jugar una mierda y lo sabes.
—No te mentí —dice— cuando hablé de ser tu novio realmente. Siempre hice énfasis en el tiempo.
—¿No mientes? Bien, es tu oportunidad de redimirte: cuéntame de ese jaque, Frey.
Ojalá me hubiese preparado mejor para sus silencios, porque cómo duelen.
—Debe ser terrible —espeto.
—¿Quieres que te lo diga? Lo haré. Pensaba hacerlo la noche que te quedaste dormida entre el desastre de champagne, pero tú misma me dijiste que no lo hiciera.
—Lo hice, sí —reconozco—, porque esto es un juego, y deja de ser divertido cuando sabes lo que tu rival hará a continuación.
—¿Y ahora sí quieres dejar de jugar? —inquiere con una ceja arqueada.
—No lo sé, necesito los hechos para dar una respuesta. Aunque... sí, de una forma u otra se acaba el juego una vez respondas. Ya sea porque quiera renunciar, o porque definitivamente habré perdido.
—Como quieras —dice, y por el cansancio en su voz sé que él piensa lo mismo que yo: aquí acaba todo.
No sé si exista la posibilidad de empezar algo nuevo, pero luego de que él me diga lo que tiene planeado, habrá acabado esta aparentemente eterna partida que empezó en el patio escolar.
—Espera —digo alzando una mano. El corazón se me va a salir por la boca, o tal vez solo quiero vomitar.
—¿Qué?
—No sé si quiero que...
—No voy a seguir con esto, Nazareth. No me importa cuánto te asuste lo que haya dentro, voy a abrir esa sukin syn caja.
Trago en seco y asiento. Estoy temblando, así que presiono las manos bajo mis axilas.
—Me voy. Nos vamos todos.
Me rio nerviosa.
—¿Irse? O sea... ¿Me dejarán aquí en Mérida sola?
Pero no es eso. Es peor. Es peor que cualquier cosa que hubiese imaginado. Y no, no termino de entender por qué aún, pero su mirada me lo dice, me dice «va a dolerte».
—Nos mudaremos, Nazareth, apenas termine tu año escolar, lo que es exactamente del tiempo del contrato entre nosotros. Inmediatamente después nos iremos del país y fin del juego, pues es improbable que vuelva a verte.
Creo que hubiera preferido que me diga que su plan era que en uno de sus asesinatos no planeaba revivirme.
No me llega ni el aire a los pulmones, pero hago todo lo posible por no hiperventilar.
—¿No dirás nada?
No llores, ni se te ocurra.
—¿Cuándo? —pregunto—. ¿Cuándo decidieron esto?
—Siempre hemos sabido que tenía que pasar, pero propuse la fecha luego de que me hicieras firmar esa cláusula por seis meses.
—¿Y tu padre aceptó solo así?
—Le dije que me iría solo, él fue el que propuso mudarnos todos, y ya que ni Vikky ni Aleksis tienen nada que los mantenga anclados aquí... Ya no hay marcha atrás.
—Escogiste mudarte de país para darle fin a nuestro juego —digo, más para mí misma.
—Sí. He perdido mucho el control contigo, no confiaba en mí mismo para que no se me antojara una prórroga, y luego otra, y otra, cuando caducara tu cláusula en el contrato. Así que lo hice definitivo.
Finjo una sonrisa, pero para mover los músculos de mi cara tengo que desgarrarme el alma completa.
—Al final fue cierto eso que te dije en el desayuno con mi madre —digo—. Definitivamente hoy te odio más de lo que tú me odiarás nunca, Axer Frey.
~~~
Nota:
JUST GONNA STAND THERE AND WATCH ME BURN!!!
Mi corazón se quebró, gente. Salgan de Wattpad, quiero estar sola.
Mentira, no se vayan. Quedan más capítulos con drama, salseo y vainas de vainas.
TEORÍAS Y REACCIONES POR AQUÍ
¿Siguen siendo Sinaxer?
¿Ya odian a mi marido? Porque no importa, yo lo sigo amando suficiente por todas ustedes
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