Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

61: Pretty Little liar

Sinaí Nazareth

Tal vez.

Puede que eso también sea mentira.

•••

Soto me está empujando al límite. Estoy tentada a cometer actos que quiero, con todas mis fuerzas, poder evitar.

Pero él es un mediocre sin gracia. Cree que todo en esta vida todo es un chiste que puede torcer y arreglar con una carcajada al final. No entiende que mi año escolar depende de que mis notas sean perfectas y que no puedo, ni me da la maldita gana, de darme el lujo de reprobar por su culpa.

No tendré paciencia, lo sé.

Apenas me estorbe en el trabajo en pareja, lo voy a ahorcar.

Pero de eso puedo preocuparme luego.

Porque justo ahora, estoy quebrada.

Tiemblo, casi sin poder respirar. Y quisiera ser capaz de mantenerme estable y lúcida, pero sé que estoy al borde de una recaída, así que prefiero lanzarme yo misma, al menos así podré controlar el golpe.

No me gustan las mentiras, pero a veces me parecen necesarias para la supervivencia de ciertas cosas, inclusive la autopreservación.

Tal vez me engaño a mí misma con ciertos aspectos de mi vida por temor a asumir la extrañeza de mis actos. Porque sé que, si salieran a la luz, nadie podría entenderlos. Sería juzgada, condenada y, dado las tendencias de cancelación en redes, no dudo de las mil maneras distintas que tendrían para destruirme hasta que tuviese la necesidad de cambiar de identidad y empezar de cero.

Así que me parece mucho más sano convencerme de que un hecho falso es mi realidad, y de ese modo, si hasta yo lo creo, no habrá nadie que pueda dudarlo cuando me toque mentirles.

Sí estoy yendo a terapia. De hecho, tomo mi medicación religiosamente porque sé que necesito la lucidez al máximo para poder enfrentarme a Axer Frey y sus maniobras en el tablero.

Pero sé que la historia que narré sobre un retiro espiritual con mi madre en fechas navideñas fue un invento planificado al milímetro. Palabra por palabra, como hace todo buen hilador de un engaño oral.

Mi madre sí estuvo en ese retiro, por supuesto. Y engañada, cabe agregar. Le dije que se fuera en el autobús de la congregación que salía esa noche, y que yo me iría en la mañana en el transporte para los jóvenes de la iglesia.

A la mañana siguiente, conseguí un teléfono prestado para decirle que perdí el autobús por quedarme dormida y que disfrutara su viaje sin preocuparse por mí, que yo la esperaba luego de año nuevo.

Preocupada por dejarme sola en la etapa más depresiva de mi vida, ella contactó con una psicóloga por su cuenta y se endeudó por pagar mis citas online. Así empecé a ir a terapia.

Pero, en lo que respecta al resto del mundo en mi pueblo, no les dejé saber que seguía cerca. Me encerré en casa en completo silencio, con todo electrodoméstico sin utilizar para no levantar sospecha, sin encender si quiera el televisor. No me permití ni la luz de los bombillos, quería que hasta la última sombra de mi cuadra se creyera mi ausencia.

Mi única distracción era la lectura, la terapia, alguna que otra actividad de la que ya hablaré, y la ventana.

Había un pequeño hoyo en la cortina, el espacio justo para servirme de mirilla sin que al otro lado se viera ni mi silueta, gracias a la oscuridad absoluta del cuarto.

Cada vez que me comunicaba con mi madre era desde un teléfono prestado de algún tercero anónimo, y solo asistía a terapia desde los cibers, centros donde alquilan computadoras que ya son casi obsoletos porque todo el mundo tiene acceso a internet, o al menos al de un vecino.

No salía sin enfundarme el suéter hasta las orejas, y mucho menos sin verificar diez veces desde todos los ángulos si no había nadie cerca.

Tampoco pasaba todas las noches en la casa, puesto que mis actividades favoritas requerían de que saliera y estuviese en movimiento, lo cual no podía hacerlo desde esa cueva.

Así que alquilé otro espacio, siempre haciendo mis pagos en efectivo porque Axer Frey me encontraría al primer uso de una tarjeta, o de un teléfono propio, incluso mis redes sociales eran inseguras.

Dejé KonAroma sin renunciar, sabiendo que al volver estaría despedida, y me aproveché de mis ahorros por sus pagos para cancelar el adelanto del depósito que alquilé.

Sí tuve sexo casual por primera vez en ese lapso de tiempo, pero la historia sobre tener amigos, autoestima y fiestas nocturnas todos los fines de semana fue algo que le inventé a mi terapeuta porque sabía que era lo que ella necesitaba escuchar para avalar mi progreso según los consejos que me iba dando. Sabía que era la historia correcta para reivindicar a una adolescente deprimida.

Aquello sobre pasar navidad viendo series criminales con mi madre y comiendo Doritos no se lo dije a mi terapeuta, simplemente es lo que me gustaría que hubiese pasado, es una situación mucho más fácil de digerir que lo que en realidad hice en nochevieja.

Luego de ese retiro, en el regreso a clases, sentí que ya podía reanudar en una vida normal. No necesité haber hecho nada de lo que le dije a la psicóloga que hice porque sabía a la perfección la moraleja de cada acto, sus lecciones y lo que no debería repetir. Es como saltarse la tarea porque conoces el tema de memoria.

Estaba bien, mejor que nunca, porque tenía la astucia necesaria para manipular incluso a una profesional designada a cuidar mi salud mental.

Y eso me dio el control. Me demostró que no necesito ayuda, al menos no esa.

Solo seguir jugando.

Solo ser quien de el jaque mate.

Cuando llegué al colegio luego de las navidades con la camisa de perra, luego de decir a Soto las cosas que sabía que tenía que decir, pensé que podía ser feliz. Realmente feliz. No como alguien que lucha por serlo.

Se me dio tan natural estar ahí, sentirme bien, segura, incluso superior. No tenía que pedir permiso a nadie para ser, o sentir. Era la dueña de mi maldita existencia.

Y supe que estaría bien, que podía hacer lo que quisiera, lograr cualquier cosa que llegara a proponerme y tomar lo que se me antojara.

Lo creí en serio.

No necesitaba más. Ni siquiera a Axer, porque ya había hecho lo necesario para que fuese él quien me necesitara a mí.

Tenía las piezas justo donde las quería, el tablero dispuesto a mi antojo y las blancas trabajando bajo mi manipulación.

De hecho, renuncié a todo lo que había estado haciendo en mis vacaciones porque preferí que mi mente descansara. Necesitaba demostrarme que estoy bien, que soy normal, y que todo lo cuestionable que he hecho puedo dejarlo en cualquier momento.

Pero entonces llegó el regreso a clases, y me probé a mí misma al convivir de nuevo con Soto que soy más fuerte que nunca, que las decepciones blindaron mi alma y nadie más podrá lastimarme porque yo no lo pienso permitir.

Estaba en la cima de la estabilidad.

Hasta que volví a verlo a él.

Solo un vistazo, una sonrisa torcida y una mirada insinuante bastaron para arrastrarme de rodillas a aquel día, tirada en el asfalto junto a los charcos en los que posteriormente me lavaría para borrar lo que Julio y sus amigos me hicieron. Lo que, sin piedad, llevaron a cabo a pesar de que imploré entre lágrimas hasta lastimar mi garganta.

Y descubrí que nunca en la puta vida estaría bien, no mientras él me recordara la podredumbre de los escombros que oculto con maquillaje y ropa mejor combinada.

Porque sí, he cambiado la manera en la que los demás me ven, pero sigo sin borrar el asco que siento hacia mí misma.

Ya me da igual la maldita tarea con Soto, ya me encargaré luego de amenzarlo para que colabore y por su culpa no sacar una mala nota que me cague el promedio perfecto necesario para no tener que reparar la materia.

Tengo cosas más importantes e imprescindibles de las que encargarme. Al menos una: Julio.

Porque cada mirada furtiva a su persona es un viaje instantáneo a un purgatorio que me hace desear la destrucción de mi piel para borrar las huellas que dejó él en esta.

Cambiarme de escuela ya no es una opción.

No esta vez.

No en último año.

No con Axer en mi realidad.

No siendo su novia.

Tengo que buscar otra solución. Una definitiva.

Así que viajo al depósito que tengo sin abrir desde que mi madre volvió.

Es posible que su precio irrisorio se debiera a que su dueño necesitaba dinero rápido para reunir y pagar un pasaje a la frontera y migrar del país. Aunque también debe influir el que el depósito se encuentre a mitad de una calle desalojada por un incendio, y al deterioro de los alrededores.

El candado es lo único que no está infestado por óxido y hollín, y es porque es nuevo.

Al abrirlo, entro al pequeño cubículo del tamaño de mi sala y bajo la compuerta de zinc para que nadie pueda verme desde afuera.

Como no veo un reverendo coño, uso mi encendedor y tanteo a ciegas hasta encontrar las velas, tratando de no incendiar los documentos importantes a su alrededor.

Son velones especiales en bonitos envases de vidrio, todos con aroma a vainilla para ayudarme a no morir de náuseas por la podredumbre a óxido, polvo y humedad.

Las velas crean medias lunas especiales alrededor de mis fotos favoritas. No son demasiado inquietantes, a mi parecer. Solo algunas impresas del Instagram de Axer en donde sus brazos en tensión, exhibiendo sus venas, tienen protagonismo; otras muy estéticas de sus manos con algún fondo en armonía y el anillo con la piedra esmeralda como foco visual. Otras, son un poco menos de dominio público. Algunas que tomé de su espalda desnuda, con la sábana blanca cubriendo apenas una porción de su cuerpo en diagonal como a un dios griego, dejando a la vista algún fragmento tentativo de su ropa interior gris.

Axer tirado en mi calle a mitad de una llovizna en nochevieja, con los zapatos en el charco y el auto estacionado frente a mi casa desolada, es mi fotografía favorita. El mejor momento de todos los que capturé con la vieja cámara de mi padre en mis salidas furtivas, incógnitas, mientras se suponía estaba de viaje con mi mamá.

Esa foto, el estado de Axer en ella, me demuestra interés de su parte, y la más primitiva de las desesperaciones. Me habla de su clara desventaja en este juego, de lo mucho que he avanzado mientras él finge que tiene todo bajo control.

Como esas hay muchas fotos de él tomadas desde la ventana de mi cuarto cada vez que iba a tocar la puerta esperando encontrarme dentro.

Me encanta su perfil y el ángulo de su mentón, siempre parece que está posando aunque no sea así, aunque ni siquiera sospeche de los ojos y cristales que lo acechan.

Junto a las fotografías y las velas tengo cuadernos de anotaciones, libros de ciencia, ajedrez, estadísticas y un manuscrito pirateado de A sangre fría. Y por supuesto, un viejo tablero que me ha servido mucho en las vacaciones para practicar las aperturas y movidas que he aprendido de mi reciente investigación.

Arriba del aparador con las fotos enmarcadas y rodeadas por las velas cargadas de mis buenas vibras, hay toda una cartelera formada por artículos de periódicos e impresos de distintos portales de internet, fotos más casuales que se juntan con tarjetas llenas de distintas anotaciones hechas a mano por mí, y conectadas con otras por hilos rojos -para las teorías- y verde -para los hechos-, para dar seguimiento a toda mi investigación de quién es Axer Viktorovich Frey.

Me enorgullezco mucho de mi trabajo. Es como una pequeña tesis en proceso por la que sé que ganaría algún nobel si la sociedad no se escandalizara por todo.

Tengo un árbol genealógico en proceso que me dispongo a completar ahora que sé más sobre los hermanos de Axer, aunque me toque dibujar sus retratos a mano. Por ello, saco las hojas, lápices y crayones de mi bolso para empezar a ilustrar mis interpretaciones sobre quiénes serían Dominik, Ivan y Aleksis Frey.

Espero pronto conocerlos y actualizar sus retratos, ya que los de Viktor y Dmitri Ivanovich Frey los saqué de Google.

En el esquema de la pizarra en la pared tengo muchos fotogramas de distintos planos de su habitación, sala y baño, pero no aquellas que tiene públicas en redes sociales, porque aquellas significan lo que él quiere mostrar al mundo, sino otras tomadas por mí, desde la perspectiva de mis recuerdos, como si el lente de la cámara fueran mis ojos inmortalizado lo vivido.

Hay muchas fotos de Veronika también, pero no es lo que parece. Entre mis descansos frente al edificio de los Frey y fuera del laboratorio de la empresa, a veces coincido con sus entradas y salidas y aprovecho la oportunidad para fotografiarla, ya que debo tener constancia de los calendarios y horarios de los Frey, tanto de los lugares que frecuentan.

Por suerte, y confiando en que todo lo que Axer me contó sea verdad, tengo muchísimo qué actualizar a mi proyecto de recolección de datos sobre Frey's empire.

También tengo muchas fotos, nombres, direcciones y lugares más frecuentados entre los perfiles recolectados de algunos de los compañeros de Axer, en especial las chicas. No los compañeros del trabajo, son mucho más difíciles de rastrear. Los de la institución para genios.

Y el hecho de que investigue a las chicas no es porque esté celosa, solo es para tener contexto de todo. Por si acaso.

A muchas personas les pasa que se arrepienten de no haber investigado mejor a sus ex. No puedo cometer ese error con quien ahora es mi novio, aunque cuando empecé la recopilación de información no tenía idea de que lo sería tan pronto.

Y no todo es investigación, también reconozco que tengo guardadas algunas ofrendas de devoción. Pero no es nada extraño, porque en realidad son una persona que reconoce y admira el potencial y el trabajo de Axer, y por ello guardo algunas cositas que toda fanática debería tener.

Al revisar su papelera, me di cuenta de que tiene el hábito de desechar su ropa luego de utilizarla. La íntima incluida. Así que la rescaté, porque seguían impecables, funcionales y no le haría daño a nadie. De hecho, justo ahora vuelvo al cofre donde las tengo guardadas.

Su tacto... Es una delicia, la acaricio y restriego por mi rostro como si fuera su propia piel. Inspiro su olor con fuerza, por eternos minutos mientras mi mente se encarga de materializarlo. Tener esta parte de él es una experiencia muy sensorial, porque huele exacto como lo hace su piel, su jabón, su detergente... Conserva su calor, y eso me hace apretar más fuerte la tela contra mis mejillas y jadear mientras mi mano libre se mete a la desesperada entre mi pantalón, al rescate de mi punto sensible que todavía recuerda los orgasmos que él nos dio.

Estoy tan mojada que me avergüenzo de mí misma, pero eso solo me excita más. Porque la idea de que él pueda verme así, tan patética, muriendo de hambre por él y usando su olor como consuelo; la fantasía de que en cualquier momento pueda entrar y descubrir cómo me penetro con mis propios dedos y que con su voz de mando me ordene que me tenga para tomarme él, en cuatro, con violencia, como si quisiera marcarme y no excitarme... Todo ese remolino de imaginaciones obscenas, incluida la necesidad de que me asfixie con todo el tamaño del miembro que me hizo llorar de placer y pedir que parara porque no podía soportarlo a la primera, me lleva al extremo de morder la tela, aunque mi saliva empiece a arruinarla, para amortiguar la bestialidad de mis gritos cuando el orgasmo al fin me azota.

Incluso cuando no está, Axer Frey me da el mejor de los placeres.

Por eso somos el uno para el otro, porque nada que nos involucre puede ser ordinario.

•••••

Nota:

Maaaaarissssscooooo, ¿qué acaba de pasar?

Ay, yo ya no sé nada, explíquenme ustedes.

Jajaja en serio, babys, ¿les está gustando la historia?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro