
3: Rompecabezas
S
INAÍ
Tenía demasiados interrogantes juntos ese día, pero había algo de lo que no dudaba: de mi debilidad. Quería demasiado al que ahora llamaba mi novio, pero las sensaciones que Axer despertaba en mí eran demasiado difíciles de ignorar, de resistir.
Lo especial que me sentí en sus brazos en medio de aquel auditorio lleno de gente importante que lo admiraba y evaluaba, no era normal.
Eso era la especial de Axer, que con él nada era convencional.
Cuando al fin me soltó, un montón de gente se acercó a él para indicarle lo que tenía que hacer a continuación. Le sugirieron que se marchara un momento para cambiarse y luego volver, pero antes de obedecerlos, Axer volvió a mí.
—Entonces... Sí viniste —me dijo con una sonrisa contenida, tomándome de ambas manos como a una doncella de los libros de época, donde cualquier roce de piel es una indiscreción.
—Claro que vine, me mandaste a buscar con tu chófer.
—Pudiste haber dicho que no.
Y debí hacerlo, ya que acababa de empezar una relación. Pero no había necesidad de mencionarlo en ese momento.
—Pude, pero siempre eres tan misterioso que... tenía curiosidad —expliqué, encogiendo los hombros.
Con una sonrisa soltó mis manos para ajustar la manta a su cuerpo. No quería imaginar el frío que debía tener... Tampoco quería imaginar las soluciones que inventó mi cerebro para que entrara en calor, pero hacía mucho que ya había perdido la batalla contra mis pensamientos.
—Imagino que ya empiezas a entender el porqué de tanto misterio —señaló Axer tiritando.
—De hecho, no entiendo un...
—Hola, bebé —canturreó Verónika, acercándose a donde estábamos. Puso una mano sobre mi hombro para luego dirigir la mirada a su presunto hermano.
—¿Qué haces tú aquí? —espetó él. Todo todo rastro de buen humor se había evaporado.
—Vine a ver a mi hermano en su momento triunfal. ¿No puedo?
Axer se volvió a mirarme, como si le aterrara que yo hubiese oído sus palabras. Parecía muy molesto porque Verónika lo llamara hermano delante de mí. ¿Cuánto más pretendía ocultarme ese hecho? ¿Qué ganaba con eso, aparte de ponerme celosa sin motivo?
—Le contaste —concluyó Axer con la mandíbula tensa.
—¿Algún problema? —inquirió Verónika con la cabeza ladeada—. Ya que nos estamos sincerando, no creí que hiciera daño...
—Era mi decisión cuándo decirle, no la tuya.
—Te equivocas. Era mi decisión cuándo dejar de participar en tu pantomima.
Esa conversación me estaba poniendo muy incómoda. De pronto me empezaba a sentir muy pequeñita, como si el efecto de las caricias y la atención de Axer de pronto empezara a desintegrarse.
—Hablaremos luego —cortó él, y volvió su rostro hacia mí.
Me miró concentrado, como si estuviera decidiendo qué hacer, cómo manejar su amargura repentina, cómo dirigir la situación a partir de ese momento.
Con sus ojos felinos tan fijos en mí, fui muy consciente de mi aspecto. Los botines negros con la suela todavía llena de la tierra del barrio de Soto, el suéter gris que no me cubría la cintura, como un top, y una falda negra con cuadros blancos similar a la de una colegiala.
No iba vestida para la ocasión, las prendas que llevaba no era de la marca ni la calidad de las que lucían las personas congregadasen ese auditorio. E, incluso así, Axer no estaba mirando a nadie más. No con la intensidad con la que me miraba a mí.
—Quédate —pidió al fin, sobresaltando de sorpresa incluso a su hermana.
—¿Que me quede a qué exactamente? —pregunté.
—Terminaron las pruebas, ahora empezará la celebración. Ahí darán los resultados de lo que me viste hacer, escogerán los cuatro que merezcan el adelanto de sus tesis. Sé que tienes muchas preguntas...
En realidad, estaba muy conforme con la situación. Demasiado a gusto. Seguía desconcertada, con cientos de preguntas, pero no me tomaba nada de lo ocurrido como algo personal. Había muchas personas involucradas en aquel engaño, pero no era como si Axer me hubiese mentido solo a mí mientras todos confabulaban en silencio. Esto iba más allá. Mucho más allá. Era una mentira de familia, una familia poderosa que engañaba a todo un país, a un colegio, a sus vecinos. Al mismísimo Google.
No podía sentirme ofendida, sería darme demasiada importancia. Por el contrario, me sentía afortunada de una manera ilógica, porque Axer me estaba confiando aquel secreto a mí. Envió su chófer a buscarme para que presenciara aquel momento tan significativo en su carrera secreta.
Ahora la pregunta era por qué. Por qué a mí. Por qué así. Por qué entonces.
—Sí. Me quedaré —lo interrumpí—. Siempre que no me dejes sola. No conozco a nadie y...
Axer me tomó del brazo, tirando de mí hasta estrecharme contra su cuerpo. Un gesto fuerte y desconcertante, como un impulso, e igual de efímero.
Verónika carraspeó detrás de nosotros.
—Yo te la cuido, hermanito. Ve a cambiarte.
Axer enfrentó a la rubia con una mirada que podría igualar el efecto de diez mil cuchillos de hielo.
—No la dejaré sola contigo ni aunque me drogues.
—No tienes opción, ¿esperas estar en este evento vestido con una manta toda la noche?
Axer ignoró a su hermana y se volvió hacia mí.
—¿Te molestaría acompañarme a los camerinos?
—No puede —recordó Verónika con fastidio, como si su hermano estuviese ignorando cosas demasiado obvias.
—¿Y quién la va a detener? ¿Tú? Además, ella también tiene que cambiarse, ¿no?
—Vik, si... —empezó a amenazar Verónika, pero Axer la calló dándole un repentino beso en la frente.
—Nos vemos, hermanita.
Y tirando de mi brazo, me arrastró con él al fondo del auditorio, a un laberinto de pasillos y puertas por donde otros genios transitaban.
Aunque el lugar lo estaba ocupando esa organización de estudios avanzados para genios, el auditorio seguía siendo un lugar destinado al teatro, por lo que los camerinos, pese a tener nombre de los aspirantes en cada puerta, estaban repletos de maquillaje y trajes para representar distintos personajes de ficción.
Cuando al fin llegamos al camerino con el nombre de Axer, él cerró la puerta con urgencia detrás de nosotros y apoyó la espalda espalda a ella. Tiró de mis manos para pegarme a su cuerpo semidesnudo, solo protegido por la manta, y comenzó a hablarme en voz baja y confidencial, usando sus dedos helados para llevar mis mechones de cabello rebelde detrás de mi oreja.
—Hazme un favor esta noche —pidió.
Yo a ese tipo, así como estaba, le hacía todos los favores que me pidiera las noches que lo quisiera.
Pero solo en mi mente, por supuesto. Ahora estaba en una relación, ya no tenía las mismas libertades.
—Di-dime —tartamudeé, y enrojecí por completo al ver que Axer contenía una sonrisa de satisfacción al notarme tan nerviosa.
—Serán dos favores, a decir verdad.
—Okay... —Aproveché esa oportunidad para alejarme un par de pasos de él. Los puntos donde su piel helada rozaba la mía no me estaban ayudando a pensar claro—. Te escucho.
—Primero, aléjate de Verónika.
—¿Hay algo que temas que me diga? —indagué con altanería, pues ya sospechaba la respuesta.
—Al menos una docena de cosas, sí. Pero no porque yo no te las vaya a decir, solo no quiero que te enteres por ella. En serio, lo dirá de la peor manera posible, y no es así como quiero que lo sepas.
—Pues... Ya me estás asustando —bromeé.
—Lo muy asustada que puedas estar es igualmente proporcional a la cantidad de teorías erróneas que hagas. La solución es evidente: no le des vueltas a las cosas, no intentes adivinar. Los hechos me inclinan a concluir que no tienes imaginación suficiente para acertar a la verdad.
—No me jodas… —Parpadeé, una vez. Y luego otra. Y una más. Él no daba indicios de estar bromeando—. Lo decía jugando hace un momento, pero ahora sí me asusté.
De pronto, Axer me veía como si no entendiera nada. Como si no me entendiera a mí. Me miraba con los ojos entornados, buscando una lógica a quién sabe qué.
—¿Por qué? —preguntó al final.
Me reí con incredulidad.
—¿Por qué, qué?
—Lo lógico sería que estés muy alterada, e imagino que por dentro debes estar hecha un desastre con todo lo que recién descubres, pero discutiste de ninguna manera mi invitación a acompañarme esta noche...
—Porque es importante para ti —corté sin rodeos—. Las explicaciones sobre tus cosas raras y aparentemente inverosímiles, que aparentemente son tu realidad, pueden esperar. Simplemente no me provoca perder la oportunidad de estar en este momento de tu vida.
—Pues... —Axer parecía en serio desconcertado por mis palabras, como si fuese lo último que esperaba escuchar—. Gracias. A pesar de que casi no te oí por las cacofonías que crearon los múltiples adverbios terminados en mente que repetiste en una oración tan breve.
Mientras yo ponía los ojos en blanco mordiéndome la mejilla para no ceder a una sonrisa, Axer se despegó de la puerta y fue directo a uno de los tendederos donde colgaban distintos tipos de chaquetas, camisas y pantalones.
—¿Me crees si te digo que no había pensado en eso? —lo escuché decir mientras sus manos hurgaban entre las telas en busca de algo para sí mismo.
—¿Pensado en qué? ¿En que no estaba tu familia allá fuera entre quienes te ovacionaban? Salvo Vero, claro.
—Oh, créeme, Verónika está, pero sus intenciones no tienen nada que ver con apoyarme.
—Axer, yo...
Intenté acercarme a él, pero giró hacia mí, con un traje colgando de un gancho en su mano.
—Ni se te ocurra.
—¿Qué cosa?
—Esa condescendencia en tu voz... —espetó, como si fuera un insulto—. No hagas eso. No lo necesito. Lo que dije fue por señalar un hecho, y es todo. No le doy importancia a esas cosas.
—¡No te tengo lástima, por Dios! —reí indignada—. Envidia sí, un poco. En realidad estoy condenadamente orgullosa de ti porque, de hecho, eres diabólicamente impresionante.
Axer resopló, mirándome con gesto de sabelotodo que quise golpear y besar.
—En serio tienes que parar con los adverbios de modo. Stephen King te mataría por menos.
—Cuando dices cosas como esas...
—Te provoca secuestrarme y casarte con mi cerebro, lo sé.
Axer se sentó en el aparador del camerino y puso su traje a un lado. Seguía en bóxer, luciendo toda su tentativa piel con comodidad, como si no estuviese mal que yo lo viera así.
Abrió las piernas, apenas lo suficiente para hacer espacio a mi cuerpo, y palmeó sus muslos para llamarme.
Mientras más me acercaba, mi mente más repetía: «Tienes novio, díselo. Dile, Sina. Dile de Soto...».
Una vez estuve entre sus piernas, él parecía incluso más grande que de costumbre, tan intimidatorio mientras mi rostro apenas alcanzaba su estómago, e imponente cuando sus manos tomaron mis hombros por encima de la tela, masajeándolos con una ligera presión, la justa pero relajarme en una oleada de sensaciones satisfactorias que casi me hace gemir.
Se inclinó hacia mí, sonriendo como si compartiéramos una travesura. Y de cierta forma así era, puesto que aquello que me susurró tan cerca del rostro era una especie de broma interna entre ambos.
—¿Y si nos saltamos el secuestro? Digo, ya hoy me tienes en tu poder, ¿no? ¿O es estrictamente necesario que esté amarrado?
—Dirás tu cerebro, ¿no? —Ladeé la cabeza—. Nunca dije que quisiera hacer nada contigo.
—Mi cerebro está sobrevalorado, bonita, mejor será que escojas después de que sepas lo que te pueden hacer mis manos.
Soto me iba a matar si se enteraba de esa conversación.
Tenía que desviar el tema a algo menos... delicado.
—Ya vi lo que pueden hacer tus manos, Frey. Lo vio todo el mundo.
—¿Y qué tal?
—Te lo dije. Me encantó, considérame suscrita al club de fans. No entiendo un carajo, pero respeto lo que haces.
Axer alejó sus manos de mí y suspiró atribulado. Enseguida se puso un poco más serio.
—Y eso me lleva a la segunda cosa que necesito pedirte hoy —dijo.
—A ver.
Me crucé de brazos mientras esperaba y alcé la cabeza para poder mirarlo a la cara. Rogaba que no notara lo mucho me costaba existir con el rostro tan cerca de su abdomen y el aroma que desprendía su piel desnuda, o cómo de nerviosa me ponían sus piernas, que pasaron a convertirse en mi cárcel.
—Sin preguntas —expuso—. Al menos esta noche. Te explicaré todo, lo prometo. Pero no hoy. No ahora.
—No puedes esperar que no haga preguntas, estás loco si crees que...
Pero sus manos en mi cuello y sus pulgares reclamando el dominio de mi rostro, elevándome la barbilla para que tuviese que mirarlo directamente a los ojos... me silenciaron por completo.
Solo podía pensar en que me moría porque me besara, lo cual era contradictorio, porque sabía que si lo intentaba iba a empujarlo. No podía hacerle eso a Soto.
—Por favor —insistió—, hoy necesito que finjas por mí, tanto como puedas.
«Dile que tienes novio, Sinaí».
—¿Que finja, qué?
—Que somos un chico y una chica, tan normales como cualquiera, viviendo una ridícula historia donde solo existen ellos, un baile y la música, por ridícula que pueda ser. Quiero que tomes mi mano cuando estén a punto de anunciar los cuatro aprobados, y que me dejes cargarte en celebración cuando mencionen mi nombre.
—Estás muy seguro, eh.
Su rostro se distorsionó con una sonrisa ladina.
—¿Quieres que te mienta? Puedo fingir toda la modestia que quieras.
—Creo que ya has mentido suficiente por una vida, Frey.
—Aush. —Se mordió el labio, como si de alguna forma eso aminorara el golpe de mis palabras—. Imagino que lo merezco.
—¿Por qué quieres que finja eso hoy? Tratas de decirme que mañana... Que mañana acabará la tabla, y que volveremos a ser solo blancas y negras que se buscan tanto como se repelen, ¿no?
—Trato de decirte que mañana volveré a ser el médico, el estudiante, el hombre que no tiene tiempo para nada de lo que tú quieres y necesitas. Y... es posible que mañana me odies. Siempre está esa posibilidad.
—Qué alentador.
—Pero hoy quisiste quedarte, Schrödinger. No renuncies a eso. Juega conmigo esta noche a que en este tablero solo somos tú y yo.
Moví mi cabeza de forma dubitativa hacia ambos lados.
—Puedo hacer eso, pero necesito saber una cosa primero.
—Nazareth... Sin preguntas.
—Una. Y no tiene nada que ver con tu edad, tu familia, tus estudios o... el resto de tus secretos.
Axer frunció el ceño, pero ya había despertado su interés.
—Entonces... ¿qué quieres saber?
Sabía que ya no estaba soltera, que ahora Soto y sus sentimientos entraban en la ecuación. Sabía que, sin importar la respuesta, no podría hacer nada al respecto, que ahora estaba en una relación y ya no había marcha atrás.
Pero, después de tantos capítulos de deseo y persecución; después de haber pasado tanto jugando a que la nerd podía poner de rodillas al inalcanzable; después de los retos, los jaques, las tablas; las fantasías, la lujuria y aquel vistazo de su abismo, me debía esa respuesta. No podía terminar nuestra historia sin saber la verdad que había detrás de sus jugadas.
—¿Yo te gusto?
Las pupilas de Axer se dilataron por la sorpresa ante mi pregunta directa.
—No... —Se llevó las manos al cabello, confundido—. Tenemos diferentes lenguas maternas, tendrás que explicarme qué entiendes tú exactamente por «gustar».
—Gustar, Axer. ¿Me miras y te atraigo? ¿Sientes química entre nosotros? ¿Te gusta estar conmigo? ¿En algún mundo paralelo en el que fueras normal me considerarías para ser tu… algo?
—Por Dios, ¿eso?
Axer sonrió tanto que me dio la impresión de que estaba a punto de soltar una carcajada. Parecía... aliviado.
¿Qué mierda había pensado que significaba mi pregunta?
—Bien, Nazareth. Tendrá que valer como respuesta decirte que eres una distracción dolorosa y una atracción ineludible. Por ello me es imposible soportarte, y también dejarte ir.
Abrí la boca para hablar, pero Axer me calló con su mano, como si hubiese desatado algo en él que no quería que interrumpiera.
—Lo que hicimos en el carro...
Se bajó del aparador y quedó de pie frente a mí. Nuestros cuerpos tenían una indecorosa cercanía, él inclinado sobre mí con una imponencia que me hacía sentir acorralada, y que daba acceso a sus labios al hueco de mi cuello. No se movió de ahí, dejó que sus palabras rozaran mi piel, convirtiéndola en una víctima de su atracción.
—Me devolviste el apetito que creí perdido hace tiempo —añadió, sus dedos rozando mi barbilla para hacerse espacio mientras devoraba mi aroma con la punta de su nariz sobre mi garganta—.Y en consecuencia te robas todo el control que siempre creí tener.
Su mano se fue cerrando en mi cuello con la promesa de un apretón, mientras su sonrisa diabólica me recorría la piel desde la clavícula hasta la oreja, aumentando la firmeza de su agarre al sentir que mi cuerpo se resistía a las sensaciones que él estaba despertando.
Sentí una indiscreta dureza rozar mi estómago, y jadeé, sucumbiendo al impulso de aferrarme con mis manos a su espalda como si quisiera pegarme a él. Mis uñas se clavaron en su piel en una arrebato, y escucharlo gruñir en reacción me llevó a un punto en que me avergonzaba de mis pensamientos.
—Sinaí Nazareth Ferreira Borges... —Sus dedos movieron mi mentón para que lo mirara—. ¿Cómo te atreves a preguntar algo así? Cuando sabes que no ha sido accidental, que llevas tiempo jugando con mi mente. —Su mano en mi cintura me atrajo hacia él. Quedé presionada a su erección de forma que no me costaría dibujarla desnuda en mi mente—. Claro que me gustas, Nazareth. Por eso siento que te odio, porque te metiste en mi cabeza, el único lugar donde estaba seguro de que nadie podría entrar.
—Siempre me has subestimado, Frey —jodeé—, aún cuando en nuestro primer enfrentamiento conseguí vencerte.
Se mordió el labio, asintiendo a mi provocación, pero no aceptó el anzuelo. Por primera vez no discutió mi victoria.
—No es personal, subestimo a todos.
—O te sobreestimas demasiado —insistí en atacar su ego.
—Eso lo tendrás que decidir tú... —Sus dedos rozaron la piel desnuda entre la falda y el top—. Ya me dirás si soy tan bueno como prometo, como fantaseas cuando...
—Axer...
Necesitaba que ese hombre me tomara al menos una vez en la maldita vida, si no nunca saldría de mi cabeza. Luego de eso, sería libre.
—Hoy no —dijo, como si me leyera los pensamientos.
—Entonces, ¿qué mierda quieres de mí hoy?
—Todo lo demás, todo lo que nunca nos he permitido.
—¿Romance y cursilerías? —Enarqué una ceja, adornando mis palabras con una sonrisa burlona.
Pero él seguía con esa sonrisa seductora y los ojos brillantes de hambre y devoción... No estaba jugando.
—Todos nos merecemos un cliché, al menos hasta la medianoche. Mañana puedes volver a ser mi gatita si así lo prefieres.
—Dime que estás jugando.
—¿Quieres que te lo pida de rodillas?
—Tal vez —bromeé—. Haría todo más fácil de creer.
Para mi sorpresa, Axer Frey hincó ambas rodillas en el suelo a mis pies. Me dejó con la boca abierta y el corazón descontrolado. No estaba preparada para verlo así, y menos para sentir sus manos cerrándose sobre mi cadera. Fue como si me vaciaran los pulmones.
Un gemido escapó de mis labios cuando los suyos rozaron la tierna piel de mis muslos y fue depositando pequeños besos en todas direcciones, haciéndome sentir como la reina mejor tratada de cualquier monarquía.
—No hagas eso... —susurré sin voz cuando sus manos se deslizaron hasta el interior de mi falda, deteniéndose en mi trasero.
No podía creer que estuviera viviendo eso.
Axer Frey me estaba tocando.
Y de qué manera.
—¿Te he dicho que me encantan tus piernas, Nazareth? —preguntó sonriendo con picardía.
—Axer, creo que así no hacen las cosas en las novelas románticas.
—Eso es porque no has leído las mías.
—No escribes romance, mentiroso —reí.
Entonces él saco las manos del interior de mi falda y se levantó para darme un beso fugaz en la mejilla que me dejó recalculando hasta mi fecha de nacimiento.
—Olvidaba que no puedo engañar a mi acosadora.
—No me llames así. —Me tapé la cara con vergüenza, sin dejar de sonreír—. Me vas a matar, Axer Frey. No sé qué mierda quieres de mí, pero deja de esforzarte porque la respuesta de todos modos va a ser sí.
—Lo sé —reconoció quitándome las manos de la cara—. Solo estoy improvisando según lo que se me antoja. No te estoy mintiendo, al menos no ahora, Schrödinger.
—Sí, pues ese «no ahora» te resta puntos de credibilidad. Además, ya para. Haces todo demasiado difícil.
—¿Todo qué? ¿Qué es lo difícil para ti? No te he tocado así nunca. No he tocado tanto a nadie en mi vida, de hecho. Pensé que lo querías.
«¡Háblale de Soto, coño!»
—Por supuesto que lo quiero, pero... Puta madre, no creas que no tengo muy presente que tarde o temprano nos llegará la medianoche.
—Si las personas se pusieran a empezar algo siempre pensando en que tiene que terminar, nadie disfrutaría nada en la vida.
Axer me se apartó de mí, tomando el traje que había escogido y desechándolo.
—¿Qué novelas te gustan? —preguntó.
—¿Por qué la pregunta? Me gustó A sangre fría...
—Románticas, por favor —aclaró— No podemos recrear A sangre fría con tantos testigos cerca.
—No leo mucho romance fuera de Wattbook. Soy más de misterios.
—Genial. Entonces a improvisar.
Se alejó de los trajes elegantes y se fue al tendedero de disfraces de teatro, tomando un traje de un azul tan oscuro que parecía negro, como mi cabello, con detalles dorados como los botones, el bordado y un león grabado como distintivo de un reino. Era el ropaje de un príncipe, no de un graduando.
—Toma. —Me tendió un vestido blanco, con encaje por arriba y una falda satinada rellena con algo de tull para darle estructura—. Me parece una interesante ironía que usemos nuestra tabla para que tú seas el blanco y yo el negro. Por esta noche.
—¿Serás mi caballero esta noche? —interrogué mientras estudiaba el vestido—. ¿Se trata de eso?
—Seré lo que tú quieras que sea.
—Debe ser horrible lo que vas a contarme, eh.
Axer rio conmigo mientras negaba con la cabeza. Empezó a ponerse el pantalón del traje de inmediato, pero no me contradijo en ningún momento.
El vestido en mis manos era hermoso de una manera objetiva, mas la idea de ser la reina de Frey, aunque fuese solo por esa noche, era el principal atractivo de la situación. Me lo puse, enamorada de cómo se veía el encaje blanco en mis brazos, y dejé que las manos de Axer ajustaran el corsé por detrás con firmeza y habilidad, tanto que imaginé demasiados escenarios indecentes.
Me senté frente al tocador para escoger el adorno que me pondría en el pelo y vi que la pantalla de mi teléfono se iluminaba anunciando la vigésima llamada pérdida de mi madre.
—Mierda.
—¿Todo en orden?
—Sí, sí... —Empecé a escribirle un mensaje explicativo en respuesta—. Es mi mamá, está preocupada porque ni le avisé al llegar, ni le he dicho dónde estoy ni cuándo volveré.
—¿Tendrás problemas por eso?
Me volví para mirar a Axer justo cuando se ponía la chaqueta encima de la camisa. Se veía demasiado hermoso y... adecuado. Como si en secreto perteneciera a una monarquía rusa, lo cual a esas alturas no me habría sorprendido.
—No —respondí cuando al fin aterricé desde las nubes—. Si le digo a mi mamá que estoy contigo se le pasará cualquier cosa.
En ese momento me sentí fatal, pensando que debería escribir a Soto para decirle dónde y con quién estaba, por lo menos para ser honesta, para aminorar el golpe cuando nos tocara hablar al respecto, pero entonces... sucedió algo insólito.
El teléfono de Axer, también en silencio, se iluminó. Estuvo un rato así, mientras la llamada seguía sin ser atendida. Un nombre de contacto se leía con claridad, el último que pensé que Axer tendría agregado.
Jesús Soto. Con el emoji de un cigarrillo al lado.
Ni a mí me había dado su número.
Cuando la llamada de Soto se cortó, vi que era le segunda perdida en el día.
Tenía que estar soñando esa mierda.
Soto no me había escrito ni a mí para saber si había llegado viva a mi casa, si había conseguido un autobús, o al menos para desearme una feliz noche... Nada.
En cambio a Axer lo había llamado. Dos veces.
Me acordé del tema de los medicamentos y decidí que si mi ahora novio no me quería hablar al respecto, tendría que conseguir respuestas por otro lado.
—Frey —dije con más seriedad de la que pretendía.
Axer me miró con el ceño apenas fruncido.
—¿Pasa algo?
—Tengo que hacerte una pregunta.
—Dijimos que...
—No. No tiene nada que ver con todo este espectáculo, espero.
—¿Entonces...?
—Hoy le enviaste medicinas a Soto. Al menos tu empresa lo hizo. ¿Por qué?
Axer parecía genuinamente sorprendido por mi pregunta, y el tono en que la hice.
—¿Te lo contó él?
«Si tú supieras...».
—Solo dime, por favor —insistí.
—¿Quieres la respuesta corta o la larga?
—La más clara.
—¿Cuánto tiempo tienes?
—Todo el que tú quieras.
Axer suspiró, derrotado.
—Si son tan buenos amigos no entiendo por qué te contó que Frey's Empire le dio medicamentos pero no te habló del accidente que...
—¡¿Accidente?!
—Es más complicado que eso. —Axer se acercó más a mí, sentándose en el borde del aparador—. Intentaron asesinarlo. Fue... en la fiesta. En la fiesta de disfraces a la que fui contigo.
—Pero si Soto estaba en perfecto estado cuando nos fuimos...
—Lo estaba, sí, pero luego dejó de estarlo. Sufrió una sobredosis por narcóticos que iban desde estimulantes, que aceleran el sistema cardiorrespiratorio, hasta depresores, que hacen justo lo opuesto. Fue un ataque premeditado, no un accidente. El punto es que yo lo auxilié, de lo contrario estaría muerto. Él no sabe ese detalle porque... claro, no podía revelarle, pues… todo esto. Él cree que nos drogaron a los dos. Solo recuerda haber despertado en el hospital y que yo estaba en la camilla de al lado.
Fruncí el ceño, escéptica.
—¿Quién dijo que solo recuerda eso?
—No recordaba nada cuando despertó.
«O eso quería que pensaras».
—Espera... Axer, ¿cómo llegaste con Soto? Te fuiste conmigo, me dejaste en mi casa...
—Pero volví.
—¿Por qué? ¿Qué coño tenías que hacer con Soto como para...?
—No volví por él, ¿qué te pasa? Vikky estaba en la fiesta, tenía que volver con ella o mi padre se pondría de muy mal humor, y créeme que no quieres...
—¿Vikky?
Axer se masejeó el entrecejo.
—Verónika. Es Verónika Viktoria.
—Hermoso.
—Cállate —dijo reprimiendo las ganas de reír—. No quieres escuchar el mío.
—De hecho ya lo escuché hoy. Y lo sabía antes de eso.
Axer puso los ojos en blanco.
—A veces me olvido de con quién estoy hablando.
—Te dije, me subestimas. Pero ajá, volviendo al tema... ¿Cómo terminaste con Soto? ¿Qué le pasó? ¿Está bien ahora?
—Perfectamente, pero tiene que cumplir al pie de la letra el tratamiento que le receté. Si puedes, haz que lo haga. Como su amiga, que vea que hay alguien que se preocupa presionando por ello.
Asentí, mordiéndome la lengua para no decir que éramos más que amigos.
—Y sobre cómo terminé con Soto esa noche: no lo sé, Nazareth. Lo vi ahí, tú y yo acabábamos de... No soportaba la idea de que nadie más te tocara, así que pensé que hablando con él...
—Imbécil. —Reposé mi rostro sobre ambas manos puestas en el tocador—. Además, estúpido. Con eso solo ibas a conseguir motivarlo más.
—Perdona pero tengo que diferir. Antes de caer desmayado, Soto parecía haber cedido, me dijo que si yo realmente quería... algo serio contigo, no se interpondría.
«Y vaya que no se iba a interponer, ¿eh?».
—Pero luego pasó todo eso. Lo drogaron, se desató el caos, me encargué de los procedimientos prehospitalarios y luego lo llevé de emergencias a que le hicieran un lavado estomacal como correspondía. Que él te cuente su versión. Es más bonita, no recuerda lo peor.
En ese momento una idea se plantó en mi mente como un parásito, piezas que empezaban a cobrar sentido, pero me asustaba tanto la posibilidad de tener razón que decidí ignorar esa corazonada.
Al menos por esa noche. La noche que esperaba que fuese la decisiva. Después me ocuparía del rompecabezas.
•••••
Nota:
ESTE ES MOMENTO PARA QUE ME COMENTEN TODOOOOO.
¿Qué piensan de Axer?
¿Qué idea creen que se le metió a Sinaí?
¿Qué creen que va a ocurrir en la próxima noche?
¿Y Soto? ¿Qué tienen que decir de él?
¿Qlq con Veronika?
¿Qué teorías tienen?
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