39: Jaque
Sinaí
A través de un pequeño agujero en la cortina de mi habitación, vi llegar el lujoso auto de Linguini por la calle en dirección a mi casa. Gracias a la farola del otro lado de la calle -la única que servía en cinco cuadras-, vislumbré la silueta de Axer en el asiento de atrás; advertí que iba con el codo pegado a la puerta, la mano sobre la quijada y el rostro fijo en la ventana.
Casi llegué a creer que podía verme a través de la cortina.
Escuché el auto estacionarse al frente, y me preparé para lo que estaba a punto de acontecer.
La noche de mi vida, sin duda.
Según el espejo de mi alcoba, me veía sensual y peligrosa. Mis piernas contrastaban su palidez con el negro de la malla que escogí ponerme, debajo de estas hasta la pantorrilla estaba enfundada con unas botas de cuero y tacón fino que me aportaban altura y elegancia. Tenía la misma falda corta que me puse para ir a visitar a Soto, había pasado a ser mi favorita desde que sus manos la levantaron para acceder a mi desnudez.
Solo recordar sus manos, cómo lentamente sucumbían a la tentación que yo le provocaba, o el roce pasional de su lengua en cada nueva lamida, o las sensaciones que había sido capaz de despertar con sus dedos en mi húmedo interior...
Tuve que cerrar los ojos y tomar una profunda respiración. Me había sonrojado hasta las orejas solo recordando, no quería imaginar qué sucedería cuando él me volviera a tocar.
Arreglé mis hebras de cabello azulado dejándolo caer como una cortina detrás de mis hombros, una táctica para que no interrumpiera la vista de mi top, y me puse los lentes que adorné con pequeñas plumas negras para finalizar mi disfraz junto a las orejas de gato en mi cintillo.
Según yo, era la versión prostituta de Gatubela.
Al abrir la puerta de la entrada de mi casa, me quedé tan embobada por la visión privilegiada de mis mundanos ojos, que no me habría sorprendido que me dijeran que estaba chorreando baba hasta los talones.
Axer Frey sabía lo malditamente bueno que estaba y se aprovechaba de la situación. Pudiendo ponerse cualquier disfraz, como el de un político bigotudo o el de un saco de papas, escogió vestir como la personificación de mis fantasías más perversas.
Llevaba una camisa aguamarina ceñida a su pecho que no dejaba nada de trabajo a mi infame imaginación porque marcaba cada curva, cada músculo de su cuerpo. Casi podía contarle los cuadritos del abdomen desde mi distancia.
Encima de la camisa, llevaba una bata blanca abierta con un par de prendedores en cada bolsillo; uno lo identificaba como miembro de Frey's empire, y el otro como Sr. Frey. En las manos llevaba guantes de látex azul, y alrededor de los hombros un estetoscopio cromado. No usaba tapabocas, pero finalizaba su disfraz con los lentes de montura cuadrada que tanto me enloquecían.
Habría vendido el 15% de virginidad que me quedaba porque ese hombre me examinara y me ahorcara con el estetoscopio.
Ese tipo no tenía pinta de tener 18 años ni en los zapatos. 18 años de queso era lo que le tenía yo acumulado.
-Schrödinger -saludó sin mucha variación en su cara de papasito porno, pero sus ojos me pasaron el chisme de lo mucho que estaba disfrutando alterarme.
No sabía cómo proceder, qué decir, cómo no decir las cochinadas que me estaban pasando por la cabeza, y entonces la puerta de la casa se abrió detrás de mí, salvándome.
-¡Hola!
«El recontra coñísimo de su malparida madre».
Era mi mamá.
Axer se acercó a ella como un caballero bien educado, y yo solo quería gritar para decirle que escapara.
-Señora Ferreira -saludó, tomando la mano de mi madre y besándola con la delicada elegancia que solo un cortesano europeo podría emular.
-¿Tú eres el que va a llevar a mi hija hoy? -Mi mamá frunció el ceño, examinando a Axer como si buscara un cartel de "¡Caíste!"-. ¿Cuánto te está pagando?
Axer rio, la típica risa breve y encantadora que es más un elogio al chiste que una verdadera necesidad.
Él era tan malditamente bueno siendo quien la otra persona necesitaba que fuera, que no sabía si tenerle miedo o admirarlo.
-Se la devolveré temprano -prometió él.
-Ay, no. Si las vas a llevar tú, por mí ni me la devuelvas.
-¡Mamá!
-Señora Ferreira, a mí no me diga ese tipo de cosas porque tengo la mala costumbre de tomar literal lo que me conviene.
-Y hasta tiene un dialecto enriquecido. ¿Dónde lo conseguiste, hija? ¿Y por qué no me habías hablado de él? Ahhh... ¿no será él con quien...?
-¡Nos vamos!
Agarré a Axer por el brazo, quien se soltó como si yo tuviese la mano llena de mierda.
Tuvo que haber sido una clase de impulso inconsciente, porque al momento dio la impresión de que se maldecía a sí mismo por su bestialidad. Intentó enmendarlo agarrándome él a mí, no como si quisiera halarme, sino pasando su brazo alrededor del mío como un caballero que escolta a su cita al baile de fin de año.
Vainas que nunca pasan en Venezuela.
Axer se sentó en los asientos traseros conmigo, quiero pensar que para que estemos cerca. Linguini arrancó sin siquiera saludarme -como si me importara su cochino saludo-, y avanzamos las primeras cuadras en un incómodo silencio.
Axer parecía seguir martirizándose por su reacción de hacía un rato, y yo no superaba el hecho de que sentí su brazo a través de la tela de su bata, presionado contra el mío, mientras me conducía al auto de su familia.
Era un sueño, solo esperaba que a las doce no pasara como en una parodia de la Cenicienta venezolana y se fuera la luz para matar el encanto del momento.
Aunque, desde que Mister Viktor Frey había tomado la presidencia de Corpoelec, los apagones nacionales habían disminuido en un 70% y el mantenimiento de las máquinas era el más óptimo que se había tenido en décadas.
Mi suegro no solo era hermoso, también me había salvado la nación.
-Si me hubieses dicho que ibas a venir de gato me habría disfrazado de la caja.
Repetí varias veces su voz en mi cabeza para procesarla. No me entraba completo lo que acababa de escuchar.
No solo mi crush me acababa de hablar sin que yo lo hiciera primero, sino que rompió toda tensión incómoda empezando la conversación con un chiste que solo podríamos haber entendido él y yo. Nuestro chiste interno.
Para mí, acababa de pedirme matrimonio.
Intenté domar mis labios para que al contestar no evidenciaran que me estaba muriendo de emoción por dentro.
-O pudiste haberte disfrazado de Schrödinger -dije con una ligera insinuación-. El físico, digo. Y luego buscábamos en qué caja encerrarnos.
-En qué caja encerrarte a ti, querrás decir -corrigió él con la vista en el parabrisas-. El gato es el experimento, el físico solo es quien lo manipula.
-Da igual para mí -me encogí de hombros y moví mi cabello para apartar el que se había trasladado hacia mi escote-. Tengo una mente bastante abierta a las posibilidades.
Axer guardó silencio un instante. Cuando volvió a hablar lo hizo con una seriedad honesta, como si estuviese tratando de hacerme entender entre líneas algo importante.
-Ojalá entendieras lo que estás diciendo.
-Ojalá entendieras tú lo poco que le temo al éxito.
Volteó, mirándome a los ojos. Yo estaba siendo demasiado directa con él, lo había alentado a hacer lo mismo.
-¿Y a mí? ¿A mí me temes?
-Por ti siento de todo, Frey, menos miedo.
-Ya veremos.
La conversación murió ahí, al menos por el momento. Yo solo intentaba unir las piezas que él me había dado, y las que robé mientras no me prestaba atención, para comprender qué carajo era lo que le pasaba por la mente.
Porque sí, hay hombre difíciles, pero todos tienen un límite en el que o te mandan directo a la mierda haciéndote entender que en la puta vida tendrían algo contigo, o te cojen y ya para quitarte del medio.
Axer no hacía ni lo uno ni lo otro, y miren que yo habría agradecido que me embarazara y me abandonara, siempre y cuando aquello implicara un encuentro sexual de por medio.
Pero él seguía jugando conmigo sin explicarme las reglas del manual. Seguía prolongando la partida a pesar de que estaba tan seguro de que yo no tenía posibilidades de ganarla.
¿Qué tipo de impulsos eran los de Frey que se cohibía a darles rienda suelta cuando se acostaba con otras personas, al punto en que no sentía disfrute alguno? Y, en especial, ¿qué coño le hacía creer que yo no estaba preparada para tolerarlo?
-¿Sabes a qué me recuerda esto?
De nuevo fue él quien habló. Habíamos pasado la calle del colegio, íbamos camino al club donde se celebraría la fiesta.
«¿A algo que hiciste con Veronika?», pensé.
Tenía que dejar esos malditos celos por un momento o no podría vivir en paz.
-¿A una película? -dije en cambio.
-No. A nuestra primera interacción. No cuando te defendí de esas chicas en el colegio, sino luego. Nuestro primer intercambio de palabras.
-En el autobús.
-En el autobús -admitió. Me erizaba su voz profunda cargada de acento, como si me estuviese relatando un poema gótico en su lengua-. Al final sí le hablé a mi padre sobre tu "clavado" en medio de mí ese día, ¿sabes?
"Clavado" era lo que quería que hiciera en mí con la longitud que medí con mi cabeza ese día. Pero sí, sabía a qué se refería.
-¿Y qué te dijo?
-Al principio reía pensando que era un chiste, pero le divirtió todavía más cuando le juré que sí había pasado.
-Me alegro de que mi desgracia los hiciera pasar un lindo momento de padre e hijo.
-¿Desgracia? No esperaba que lo describieras así. No es como lo recuerdo.
-¿Y qué recuerdas?
Él calló un largo rato antes de responder, y cuando al fin lo hizo, me estaba mirando a los ojos.
-Que nos reímos bastante. Y que estabas bastante perturbada por el tamaño de mi teléfono.
Perturbada, no. ¿Necesitada? Sin duda.
☆☆•☆☆
Desde que nos bajamos del auto hasta que entramos al club donde se festejaba la fiesta, no hubo una sola mirada que pudiera despegarse de nosotros.
Hombres y mujeres morían por estar en mi situación a partes iguales, escoltada a la rumba del mes por los brazos de un médico ruso más sensual que los actores de Marvel.
Aunque eso de estar "en sus brazos" tal vez lo estuve exagerando un poco, puesto que ni me tocaba. Pero nuestras sombras sí que se estaban rozando, lo juro.
Apenas llegamos, Axer reservó una de las mesas y pidió un servicio de alcohol y copas sin siquiera consultarme. Me dieron ganas de pedirle un Dorito ya que estábamos entrando en confianza.
Así que mientras los mortales tenían que pasar su fiesta de pie entre la pista de baile para sudar y los tumultos de personas para socializar, Axer y yo nos resguardábamos en la torre VIP de nuestro ilusorio idilio.
La zona exclusiva era para los privilegiados y sus respectivas parejas, uniformados con los disfraces más rebuscados o de plano los más predecibles, pero en mejor calidad. Podías encontrar desde una princesa egipcia hasta la mujer maravilla con el traje forrado de oro.
A aquella área se accedía a través de una escalera curva, separada por una especie de correa de terciopelo y custodiada por un guardia del tamaño de una pared que tenía más cicatrices en la cara que cabellos en la cabeza.
El lugar estaba organizado con los mejores centros de mesa, una zona para fotos con su respectivo fotógrafo, puertas de vidrio que daban acceso al balcón y una vista que habría envidiado Rapunzel. Además, las luces de neón estáticas le daban un cariz cálido y afrodisíaco al lugar, no como la mezcla de colores en movimiento que emitían los bombillos de la pista, aquellos estaban destinados a prolongar el éxtasis y a hacer quedar en ridículo a todo el que permaneciera quieto.
Axer y yo nos sentamos mientras el hombre del servicio iba por el pedido. Entonces comencé a pensar en que él se desenvolvía muy bien en aquel ambiente. De hecho, actuaba como si él me hubiese invitado a mí a su lugar de preferencia. Me hizo concluir que ya había estado allí, lo que no era extraño, pero... me preguntaba... ¿habría ido acompañado?
-Ya estamos aquí -preguntó sirviéndose de la botella de Vodka directo a su vaso-. ¿Cuál es tu plan?
-Divertirnos.
Axer enarcó un ceja, escéptico, mientras bebía su primer trago de la noche.
-Entiendo -dije-. Esta no es tu idea de diversión. ¿Cuál es, entonces?
-¿Por qué, Schrödinger? ¿Por qué insistes en conocerme?
«Insisto en que me hagas tuya, pero no lo estás poniendo muy fácil así que por algún lado tengo que empezar».
-No lo sé...
Me recliné hacia adelante con gesto pensativo, apoyando mis codos en la mesa y mi quijada sobre mis manos. No necesitaba un espejo para saber que las tetas se me debían ver majestuosas desde donde él estaba.
-Creo... -continué-. Creo que tengo una corazonada con respecto a ti.
Le arranqué una sonrisa ladina, esas cargadas de secretos demasiado lejanos a mi alcance.
-Deberías trabajar en tu relación con tu órgano vital, porque si te ha dado una corazonada conmigo, claramente tienen un problema de comunicación.
Mientras reía de su chiste, ambos escuchamos una voz desde la correa que separaba la zona VIP del resto del club. Eran un par de chicas tirando de un chico del que parecían ser muy amigas. Mi amigo.
Soto.
Como todo en Venezuela, siempre había una manera de evadir el sistema. Si eras invitado de un invitado en la zona VIP, podías entrar sin problemas siempre que ellos pagaran todo los que comieras.
Y ahí estaba él, adentrándose en nuestra área para bailar con esas dos chicas, demasiado cerca de nosotros para ser prudente.
-¿Tenemos que estar estrictamente juntos para que cuente como haber cumplido contigo? -cuestionó Axer de sopetón.
Al parecer la nueva compañía no era de su preferencia.
-No, claro que no -contesté-. ¿Quieres ir a algún otro lado?
-No, puedo acompañarte toda la noche, siempre que no me hagas convivir con tus amigos.
Mientras decía aquello, estaba mirando en dirección a Soto como si quisiera disecarlo delante de todos.
-¿Pasa algo con mis amigos?
-No. Simplemente somos demasiado opuestos, y si quieres que me divierta hoy, dudo que vaya a conseguirlo si estoy fuera de ambiente todo el tiempo.
-Espera... -me recliné hacia él con una sonrisa pícara-. ¿O sea que te sientes «en ambiente» conmigo?
-No termino de definir lo que siento cuando estoy contigo, Schrödinger.
-Te agrado, admítelo -presioné con cara de suficiencia.
-Me intrigas.
Me incliné de nuevo hacia él.
-¿Y qué te impide descubrirme?
-Estoy aquí para eso, ¿no?
Mi boca se abrió, pero las palabras que escuchamos a continuación no fueron mías.
-¡Monte! Qué hermosa coincidencia verte por aquí.
Soto me saludó con un beso en la mejilla y tiró de mi mano para ponerme de pie y abrazarme. No le bastó con eso, y alardeó un poco dándome vueltas mientras estaba en sus brazos.
-¿Vienes disfrazada de sartén de pobre? -me preguntó con el ánimo por las nubes.
-¿Por qué un sartén de pobre?
-Porque siempre lleva huevo, claro.
El coñazo que le metí en el brazo le debió haber dolido a su bisabuelo en su tumba.
-Axer, ¿no? -saludó mi amigo a mi crush después de sobarse el hombro como por media hora.
Axer dejó de observar el vaso de vodka entre sus manos, apoyándolo sobre la mesa, y se fijó en Soto. Con su mano libre, bajó sus lentes casi al límite del puente de su nariz, y con sus cejas arqueadas estudió a mi amigo de arriba hacia abajo.
Ni a mí me había buceado con tanto detalle.
-Esto es una fiesta de disfraces -señaló mi futuro marido con desdén, ignorando el saludo de Soto.
-Y tú un prodigio, ¿no? -contestó mi amigo-. Casi ni se te nota por estar señalando lo obvio.
Axer se mordió el labio inferior, rechazando el anzuelo de Soto para molestarlo, desconcertándolo con el mejor humor que había tenido en toda la noche.
Mi ganado junto parecía un par de cavernícolas compitiendo a ver quién meaba más lejos, pero que la santa virgen de la virginidad mitológica me librara de interrumpir su función gratuita.
-Sukin syn -pronunció Axer en su lengua natal con la más radiante de las sonrisa que le había visto.
-¿Ah?
-Te he dicho que prodigio sí soy, muchas gracias.
-Foto o fake.
-¿Qué?
-Olvídalo. -Soto hizo una seña despectiva con su mano-. No puedo hablar con alguien sin cultura.
-De acuerdo, me falta acostumbrarme a muchas variantes del español, pero al menos tengo el suficiente sentido común para no venir a una fiesta de disfraces sin disfraz.
-Estoy disfrazado.
-Llevas la misma camisa negra de siempre y una chaqueta de cuero encima. ¿Dónde está el disfraz?
-¡Pero si claramente soy Hardin Scott! -exclamó Soto indignado.
-No sé de quién me hablas.
-Ay, no, pana, contigo no se puede hablar.
-A mí no me llames pana -espetó Axer perdiendo la sonrisa.
-¿Y cómo coño quieres que te llame? ¿Papi?
No logré distinguir si el rostro de Axer se había puesto del color de mi labial porque estaba ardiendo en cólera, o sonrojado de vergüenza; lo único que tenía claro es que era momento de intervenir.
Agarré a Soto por la oreja y lo arrastré hasta el balcón.
-Soto, si me sigues echando la burra para el monte...
Me di cuenta de que ese dicho urbano tenía mi apodo incluido, así que me terminé riendo a mitad del relato. Mi amigo me había dañado los montes para siempre al nombrarme así.
-Ya, ya, tranquila. No es mi culpa que mister porno sea más sensible que tu cuello cuando le paso la len...
-¡Soto, por el amor a Cristo!
Le lancé un golpe para callarlo, pero adivinó mis intenciones y, en lugar de esquivarme, atrapó mis manos y me pegó hacia él muerto de la risa.
-Tienes muy mala puntería, Monte.
-¿Te muestro cómo mi rodilla es mejor acertando?
-Humm... -Él fingió que lo consideraba-. No es precisamente lo que esperaba que me mostraras esta noche.
-Ya, deja la pendejada y bésame si me vas a besar.
-No -cortó él con el mismo humor-, tenemos un trato.
-¿En serio quieres que lo haga delante de él? -cuestioné, más intrigada que nunca-. ¿Por qué?
-Para más placer.
-Qué mediocre, Jesús. Para más placer nos encerramos en el baño y que pase lo que a nuestras imaginaciones se les ocurra.
-No lo descarto para después, pero sigo fiel al plan original.
-¿Por qué? -Él seguía sin soltarme los brazos, pero entonces dejé de forcejear, pegándome más hasta que mis senos quedaran en su campo de visión si bajaba la vista-. Sabes que él me gusta, ¿cuál es la necesidad de hacerlo así?
-¿Y? Él le gusta a todos. Además, tú accediste.
-No pensé que hablaras en serio.
-Es muy en serio, Sinaí. Me muero por besarte, pero quiero que sea así. ¿Puedes complacerme en eso?
Logré zafar una de mis manos y la pasé por su cuello, deteniéndome detrás de su oreja, empezando a enredar mis dedos en los rizos de su nuca.
-En algo tú tenías razón -admití con mi voz en un susurro-. Somos amigos. No importa cuántas veces nos besemos, así seguirá siendo. María me dijo que tú matarías por mí, y aunque no he tenido tiempo de probarme, sé que yo lo haría por ti también. Solo dime por qué lo quieres, Soto. Confía en mí.
-Va a sonar horrible.
-No puede sonar peor que mis pensamientos, créeme.
-No, no, ya me imagino que tienes la mente más sucia que las orejas, pero me refiero a... Sonará como si te estuviese utilizando.
-Úsame, papi.
Soto me empujó fingiendo molestia mientras yo me cagaba de la risa.
-Hablo en serio, Monte.
-¡Vaaamos! Dime, no te voy a juzgar.
-Júralo por los hijos que fantaseas con tener con Frey.
-¿Cómo...? Ay, para qué intento negarlo. Sí, lo juro por Viktor y Viktoria juniors.
-Bien... -Soto tomó aliento-. No se me sale de la cabeza una conversación que tuvimos él y yo. Dijo que jamás probaría nada que me haya tocado los labios. Él no conoce el sabor de una derrota, lo sé, lo veo en la seguridad con la que vive y respira; yo he vivido tantas que he aprendido a convertirlas en chistes. Tú lo deseas, y él desea probar que puede tenerte. Yo solo quiero verlo luchar entre escoger una derrota u otra, y ser yo quien lo ponga en esa situación. Porque si te besa luego de haberlo hecho yo, habrá perdido, pero si deciste, me habrá dejado ganar.
-Eres... un... maldito genio, Soto. -Me alejé de él mientras me carcajeaba-. Si hasta me das miedo.
-Cállate, miedo das tú jugando a GTA.
-Oye, por cierto... Te dije que no te iba a juzgar por utilizarme para tu venganza rusa, pero no dije nada sobre señalar que parece que fantaseas con él, eh. Es que le tienes estudiada hasta la manera de respirar.
-No es fantasía, pendeja. Él fue el que me escogió su rival, yo antes de que se me acercara lo único en lo que había pensado si acaso era en chuparle la...
-Sí, sí, sí, recuerdo muy bien lo que querías hacerle. Ahora vete con María, yo tengo que volver con Frey antes de que otra le salte encima. Te escribo en un rato.
Cuando volví con Axer, me di cuenta de que tenía el teléfono pegado a la oreja. Me quedé un momento detrás intentando captar algo de la conversación, pero por lo ininteligible y agresivo de su dialecto, comprendí que estaba hablando en su primera lengua.
Si no me hacía mis siete muchachos hablándome en ruso, que mejor ni me hiciera nada.
A pesar de que no entendía ni una sola de sus palabras, sí podía leer el calor en su voz. No era una conversación agradable la que estaba en curso. De hecho, tuve ganas de decirle «la tuya», solo por si acaso.
Comprendiendo que no iba a entender nada, me senté de nuevo en mi silla. Ya habían entregado otra parte del servicio de bebidas, puesto que en mi lugar había un vaso lleno de hielos con trozos de frutas y un líquido en una mezcla de colores que iban del azul al verde. En medio, había una botella y dos shots.
Axer al verme colgó la llamada sin siquiera despedirse. El rostro lo tenía encendido de rojo hasta el cuello, casi atravesaba con la mirada de cólera que tenía. Además, se bebió todo lo que quedaba en su vaso de un solo trago, depositando con un golpe el mismo sobre la mesa al terminar.
Nunca había querido ser un vaso hasta que vi cómo los nudillos de Axer se blanqueaban en el agarre letal del suyo.
-Mi padre -respondió sin que le preguntase nada.
-¿Está...?
-No quiero hablar de eso. -Llenó de nuevo su vaso con la botella de vodka-. Pero sí quiero hablar.
-¿Con... conmigo?
-¿Todo bien con tu amigo?
-Tiene un humor pesado, pero... -Suspiré-. Una vez lo conoces...
-No.
Bien, no iba a insistir por ese camino. Me bastaba con el paso que había dado para conocerme a mí.
-Pensé en lo que me dijiste, y está bien, no te voy a pedir que convivas con mis amigos, tú accediste a salir conmigo, no con ellos, pero... Sabes que tengo que interactuar con ellos, ¿no? Te lo digo para que sepas que de vez en cuando estaré abajo con ellos, así puedes aprovechar tu tiempo y... no sé, leer a Agatha Christie o escuchar a...
-¿Cómo sabes que me gusta Agatha Christie?
«Porque te stalkeé hasta la partida de nacimiento».
-Espera... ¿te gusta? -Me hice la sorprendida-. Solo lo dije porque sería lo que yo haría. Además, se nota la influencia en tu escritu...
Puta. Madre.
Una de las comisuras de los labios de Axer temblaba, y sobre sus pupilas bailaba una satisfacción deliciosa.
Él sospechaba que yo lo había leído, pero yo acababa de confirmarlo.
-¿Te gustó? -preguntó pegándose al espaldar de su silla, con su mano todavía en la mesa, jugueteando con los hielos de su bebida.
-¿Qué cosa?
-A sangre fría.
La respiración me estrangulaba la garganta, incapaz de seguir su trayecto, porque no estaba preparada para la manera en la que Axer me desnudaba con la mirada.
A sangre fría era mi nuevo libro favorito, pero eso no podía decírselo a un oponente como Axer.
-Es buena.
Él enarcó una ceja. Mi indiferencia había captado su absoluta atención.
-¿Pero...?
-No hay peros, Frey, para ser un borrador está perfecta.
Borrador. Una bofetada le habría dolido menos, y me la habría agradecido.
Pero no me arrepentía de herirlo, no cuando esto lo llevó a desviar la mirada y sonreír, su rostro casi se fusionaba con el de aquella vez en nuestro partido de ajedrez. Él odiaba perder, pero era adicto a que yo intentara ganarle.
-Bebe -me ordenó.
En obediencia, tomé un sorbo cuidando de no despegar mis ojos ni una vez de él.
Mi rostro se arrugó de placer cuando el sabor explotó sobre mis papilas gustativas.
-¿A qué te sabe? -me preguntó. Por el cariz de su voz parecía que me estaba preguntando el color de mi ropa interior.
-Al mejor orgasmo que he tenido -admití sin vergüenza.
-Eso es porque todavía no pruebas los que puedo hacerte yo -soltó con un guiño de ojo.
Me ahogué con el licor a media garganta.
A pesar de que sus labios estaban ocupados con el vidrio de su vaso a mitad de un trago, pude vislumbrar el disfrute temblando en los límites de su boca.
El calor me subió en segundos, y no precisamente por el alcohol.
-Te refieres a... -Tosí-. Al trago, ¿no?
-Claro, Nazareth, ¿y a qué más?
Tragué grueso. Sin duda no me quedaría una porción del rostro sin enrojecer.
-Cuando quieras me haces uno, eh -bromeé.
-Ese es el asunto, ¿no? Que yo quiera.
Y ahí estaba su jaque.
Doloroso, pero no letal. Yo seguía teniendo a reina lista para mover, en defensa y ataque a la vez.
-Juguemos -lo reté.
-¿A qué?
-No aquí, abajo.
-Ni ebrio.
-Entonces aquí, pero yo escojo con quiénes.
-No.
-Tienes que ceder en algo, Frey, ¿cómo piensas atacar al rey sin sacrificar tus peones?
Se estaba mordiendo los labios para someter la sonrisa que mi alegoría le robó. Pero era indeleble, aunque pudiera borrarla de su boca, en su rostro quedaría el rastro.
-Puedo ceder, pero tú debes hacer lo mismo. Jugaremos, pero nada de retos. Existen muchos juegos con bebida, piensen en otros. Y sí, podemos incluir a tus amigos, pero a nadie más. Los demás jugadores tienen que ser personas de aquí arriba.
-Usted manda, Frey.
Pero, por supuesto que no era así, hace tiempo que había dejado de mandar él.
Nota:
El capítulo de ayer lo comentaron como si necesitaran este para vivir xD Los amo, amo la obsesión que tienen con esta historia. Ahora cuéntenme todo el chisme.
¿De qué team son a estas alturas de la historia?
Aquí me dicen qué piensan del disfraz de Axer, Soto y Sinaí.
¿Qué tal el juego entre Sina y Axer? ¿Sienten la tensión?
Cuéntenme qué tal la escena de la mamá de Sina con Axer.
Aquí dejen teorías sobre lo que crean que va a suceder en ese juego.
Nos vemos en la próxima bomba 😈
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