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21: Un beso al estilo Wattbook

Sinaí,
jueves al mediodía

El juego acabó, pero mi trance seguía.

No podía borrar de mi memoria la sensación tan vívida de que habíamos hecho mucho más que jugar ajedrez. Nuestras miradas compusieron sonatas de pasión esa tarde, delante de todo el colegio. Nuestro lenguaje corporal dejaba en evidencia la tensión que se perpetuaba entre ambos, el éxtasis que nos invadía.

Como un spoiler en los comentarios de Wattbook, supe que jamás viviría ninguna experiencia que se le asemejara a menos que fuese a su lado.

Ganarle, había sido la gloria. Pero perder ante él, con todo lo que eso implicaba, había sido vivir en carne propia los orgasmos que describían las escenas +18 de mis puercos libros favoritos.

Cuando Axer se levantó dispuesto a irse del colegio, yo respondí de la manera más insólita posible. Me levanté sin ser consciente de mis movimientos y en medio de dicha enajenación lo seguí como si fuera lo más natural, como si me hubiese invitado a su casa a almorzar.

Mi suerte, jugando a mi favor por primera vez en mi virgen vida, me salvó de la vergüenza y la cárcel cuando la misma profesora que había obligado a Axer a participar de la reciente práctica de ajedrez, me agarró por el brazo consiguiendo que tuviera que voltearme a encararla.

—¿Qué? —inquirí con el ceño fruncido.

—¿Dijiste "qué"?

Carajo, ni mi mamá era tan sensible con mis respuestas.

—Dígame —corregí.

—Tenemos que hablar —demandó con seriedad severa.

—Eso intuí.

—Jovencita, ¿qué acaba de hacer usted ahí delante de todo el liceo?

«Me cogí con la mirada al tipo más ricolino de tres países y dos continentes»

Sin embargo, no iba a decir eso ni aunque me apuntaran con una pistola en las tetas. Prefería perpetrar mi imagen de casta santidad, de estudiante intachable.

Siempre hay ventaja en que te subestimen.

—Ya cálmese, señora. Solo jugaba ajedrez.

Oops. Puede que se me fuera un poco la mano con la respuesta después de todo.

—¡¿Que solo jugaba?! —La docente rio con cinismo—. ¡Apostó su cuerpo! ¡Delante de toda la institución!

—De hecho, yo aposté clases intensivas como la buena alumna que soy, el otro fue el que apostó cuerpos y vainas locas. Cosas de ricos, supongo —concluí encogiéndome de hombros.

A nuestro alrededor, medio colegio se peleaba por ayudar a recoger las mesas, sillas y las piezas del ajedrez. Era demasiado evidente que solo querían estar cerca para escuchar la discusión. Nadie se resiste al espectáculo de un alumno siendo humillado de manera pública y teatral.

—Me temo que tendremos que terminar este tema en el despacho del director —sentenció la profesora.

«No me joda, señora. No he entrado a clases en todo el año, tendrá que echarle una camioneta de bolas para conseguir que entre a la dirección»

—Profesora, le aseguro que no es para tanto, no se altere.

—¡¿Que no me altere?! ¿Quiere que el resto de sus compañeros piense que aquí se apuestan cuerpos en las prácticas escolares? ¡Eso es un ultraje! ¡Un escándalo!

Empecé a pensar que en lugar de reprenderme estaba recitando los diálogos de Harry Potter y la Piedra filosofal. Estuve muy tentada a responderle como Petunia «¿Y qué le decíamos?»

—No aposté mi cuerpo, usted lo malinterpretó.

—No me importa si lo malinterpreté. ¡Le prohíbo que pague esa apuesta!

Ay, señora, si supiera que más fácil me prohíbe el oxígeno que entregarle mi cuerpo a Axer.

—Desde luego, no se preocupe. Los jóvenes tenemos códigos y bromas internas, créame que esto era solo un chiste, nadie va a entregar su cuerpo a nadie. —Imité un numeral con mis dedos—. #HastaElMatrimonio

En ese preciso momento me interceptaron Soto y María, apartándome de la profesora como si su existencia fuese ficticia, llevándome sin miramientos hasta la famosa mata de mangos al fondo del celigio.

Soto, quitándose los lentes de sol que disimulaban su resaca, fue el primero en hablar.

—¡¿Qué verga fue esa?! ¿Estoy mal o ustedes estaban cogiendo con la mirada a mitad del patio escolar?

—Literalmente el tipo te dijo que le dieras tu dirección para ir a cogerte cuando le dé la gana, y tú bien santificada se la diste. ¿No y que no le lamías ni la mano?

—¡Ya! —Los interrumpí—. ¿Qué esperaban que le dijera? Yo perdí, debo darle lo que apostamos.

—Marisca, ¿se la vas a dar? —me preguntó María emocionada casi dando brinquitos.

—¡Que no, María! Ustedes están malinterpretando todo, el chico seguramente solo quiere...

El problema es que ni a mí se me ocurría qué podía inventar que fuese poco perverso para que ese par dejara el fastidio, porque teniendo en cuenta que Axer quería reclamar algo relacionado con mi cuerpo, cada nueva posibilidad que se me ocurría era más obscena que la anterior.

—María... ¿y si realmente quiere...? Bueno, ya sabes... —Bajé la voz y me acerqué más a ellos de forma confidencial—. ¿Y si quiere tener sexo conmigo?

—Si tú te coges a Axer tendríamos que hacerte una estatua en el colegio a la nerd del año, tendríamos que hacer una pijamada con todas las mujeres del colegio para que nos des detalles de las dimensiones de su...

—¿Y por qué solo las mujeres? —se quejó Soto—. Ni se les ocurra que me van a dejar por fuera de esa pijamada, yo también quiero saber cuánto le mide el...

—¡Por el amor a las pantaletas de María Magdalena, dejen de hablar de esas cosas que me ponen nerviosa!

—Pero, Monte, si fuiste tú la que empezó la conversación.

—Sí, pero yo lo que quería de parte de ustedes eran consejos, no morbosidades.

—¿Consejos? —cuestionó Soto con una ceja arqueada que delataba su confusión.

—Ahhhh... —María chasqueó los dedos y asintió en comprensión—. Consejos, ya entiendo. Soto, ve corriendo al mercado y búscame el plátano más grande que consigas que de aquí no nos vamos hasta que Sina aprenda a...

—No es por sonar pervertido ni nada —atajó Soto—, pero yo le he visto el pantalón a ese tipo, y algo me dice que lo que Monte va a necesitar para practicar será una berenjena.

—Ustedes dos son el par más desagradable, balurdo y asqueroso con el que me pude juntar.

—Pero ya te juntaste con nosotros así que ya no hay vuelta atrás. —Ambos chocaron los cinco como si fuesen una especie de dúo de una comedia adolescente.

—Ya, muchachos, en serio. Lo que les digo es muy serio, y dudo mucho que podamos empezar por el plátano, nos estaríamos saltando muchos pasos.

—Creo que no te estoy entendiendo —comentó María con la misma expresión confundida que le arrugaba la nariz.

—Bueno, lo que pasa es que yo... —Carraspeé y esquivé la mirada inquisitiva de ambos—. Yo ni siquiera he dado mi primer beso, y probablemente si lo hago con Axer será un desastre.

Soto se tuvo que voltear para no ser tan brusco y desagradable con la carcajada que se escapaba de sus entrañas. María se le lanzó encima para golpearlo por imprudente.

—Déjala en paz, Jesús Alejandro.

—¿Pero yo qué estoy haciendo?

—Te voy a meter una patada en las bolas tan fuerte que va a dejar sin descendencia a tu abuelo.

—Ay, ya...

Soto, obstinado, se acercó hacia mí, tomando mi rostro entre sus dos manos.

No sé por qué me puse tan nerviosa, pero es que él estaba demasiado cerca. Su perfume masculino atropellaba mi nariz, sus manos calentaban mis mejillas y sus ojos se robaron las palabras de mi boca. Entonces ladeó su cabeza con una sonrisa arrogante que, si no fuera porque venía de él, me habría debilitado.

—Soto...

—No te muevas.

Y me besó.

Habría sido épico, habría sido de película. Habría sido digno de protagonizar una novela de Wattbook, si no fuese porque yo hice justo lo que él me pidió que no hiciera. Abrí la boca para replicar, y cuando sus labios buscaron los míos nuestros dientes chocaron y mis frenillos le abrieron la piel.

Él se alejó saltando con una mano en la boca. Supe que lo dejé sangrando porque mi boca estaba impregnada de ese sabor metálico.

—Está bien, está bien. —Trató de tranquilizarnos María, a mí que no me quitaba las manos de la cara por la vergüenza, y a Soto que maldecía a toda mi descendencia a cinco metros de distancia de mí—. Pudo haber sido peor. Ese pudo haber sido Axer, por ejemplo.

Abrí los ojos horrorizada. Si eso me hubiese pasado con Axer, me habría suicidado de la vergüenza inmediatamente.

—¡¿Qué hago?! —pregunté en un chillido.

—Practicar —replicó María en una entonación quisquillosa que daba a entender que esa era la respuesta más obvia del mundo—. Y pronto, porque si ese chico va esta noche a la dirección que le diste... Por cierto, ¿le diste la de tu casa? ¿No me habías dicho que no pensabas volver nunca más a ese lugar?

—¡El coñísimo de su madre! —Me pegué la mano de la frente al comprender el pequeño inconveniente ante el que me conseguía, y me acerqué con rapidez hacia María para darle un beso de despedida-— Me tengo que ir, nos vemos mañana.

Al llegar a la altura de Soto preferí omitir el beso y le levanté el pulgar, a lo que él respondió con su expresivo dedo medio mientras todavía se tapaba el labio recién partido.

Me marché a toda prisa, supe que tenía un inconveniente inmediato qué resolver, pero no me imaginé ni por un momento lo grave que llegaría a ponerse.

☆♡☆

—Sinaí Nazareth Ferreira.

Mierda.

A muchas cosas en la vida le temo, pero no hay nada que me haga temblar de forma tan eficaz e inmediata como mi madre diciendo mi nombre completo.

—Yo puedo entender que no hayas venido anoche a dormir aquí. Eres una adolescente, tienes tus arranques de picazón de culo. Espero que no soñaras con que te iba a ir a buscar con la policía.

Hizo una pausa, como si esperara una respuesta de mi parte, pero de mí no iba a recibir más que mi cara en pausa mientras mi alma se iba corriendo a tocarle la puerta a Jesucristo a ver si se apiadaba de mí en su infinita misericordia.

—Está bien —prosiguió—. No llegaste, necesitabas tu tiempo. Espero que los vagabundos te hayan tratado bien. Pero... ¿me puedes explicar qué carajos es toda esta mierda que tenías pegada en tu puto cuarto?

Y yo que rogaba que no se hubiese dado cuenta.

Mi mamá tenía todas las fotos de Axer regadas por el piso en trozos, arrugadas y algunas afortunadas todavía intactas. Algunas esquinas todavía estaban pegadas de la pared debido a la brusquedad y falta de orden con la que fueron arrancadas.

—Mamá, yo...

—Dime que no tengo que llamar al pastor para que te libere, Sinaí Nazareth. Bonito momento el tuyo para endemoniarte.

—¡No estoy endemoniada!

—¡¿Ah, no?! —Avanzó hasta mí y me tomó por el brazo—. Mira cómo estás roja, casi sangrando. Te rasguñas como una enferma frente a mis ojos.

—¡Son los nervios!

—¿Y por qué estás nerviosa? Explícame, ¿qué se supone que es ese montón de porno pegada en tu pared?

—Mamá, tú nunca entiendes nada.

—Pues explícame.

—Eso... era un reto, mamá. Perdí una apuesta en el colegio y tenía que hacer eso y tomarme una foto para probar que cumplí. Nunca me dio tiempo de tomarme la foto y por eso no lo había quitado.

—¿Qué clases de retos son esos?

—Ay, no. Contigo no se puede hablar.

La dejé hablando sola y me fui directo para el baño de invitados, cerrando con llave la puerta solo para zanjar la conversación hasta que mi mamá se olvidara de mi existencia y pudiera volver a mi cuarto.

En el fondo tenía que agradecerle a mi mamá. Indirectamente acababa de evitarme la vergüenza del siglo. Solo pensar que Axer hubiese llegado a reclamar su premio y que consigue las fotos en la habitación... Estaría internada como mínimo.

¡50k lecturaaaaas! No sé en qué idioma decirles gracias por el amor que le están dando a este bebé. Gracias, porque ustedes me están dando la oportunidad de mi vida al dejarme escribir sobre Soto, Sinaí, Axer, María... Soy muy fan de esta historia 🤣

¿Qué les pareció el capítulo? ¡No se olviden de comentar para tener nuevo cap!




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