11: La Nerd sin lentes
Sinaí,
martes por la mañana.
Sentada en el patio del liceo debajo de una mata de mango para cubrirme de la ira del sol de las nueve de la mañana, pasé el susto más hijoeputa de mi vida cuando María Betania me saltó encima desde atrás antes de sentarse a mi lado a comer su desayuno.
—Mija, quita esa cara, parece que viste a un fantasma —dijo ella de forma apenas distinguible entre su risa.
—¡Me asustaste!
—Coño, ¿tan fea soy?
“No, es simplemente que ayer pasé el día más traumático de mi vida y ando con una paranoia del demonio, tanto que una maldita rana me dejó casi llorando del pánico al saltarme de la nada mientras caminaba al colegio”.
—Sí, seguro fue tu cara —mentí.
—Ja, ja.
La vi darle un mordisco a su arepa, y por miedo a dejar morir la conversación improvisé una pregunta.
—¿Qué comes?
María, con los cachetes llenos del último mordisco, alzó los ojos sin despegar la boca de su comida.
—Arepa con caraotas. ¿Quieres?
—No, gracias. No como caraotas.
María alzó una ceja y elevó las manos a modo de disculpa dramatizada.
—Ulalá, señor francés.
Las caraotas eran granos muy comunes en los platos venezolanos, aunque por algún motivo, tal vez porque el gobierno solía regalarlos, muchos lo tomaban como símbolo de pobreza, y la mayoría evitaba confesar que los comía. En mi caso no era así, simplemente no eran un platillo que me sedujera, a menos que lo supieran preparar o que estuviera incluido en un pabellón.
—Por cierto —añadió María con cierto desinterés, el cual deduje que era fingido—. ¿Quieres ir a almorzar a mi casa?
Lo que quería era dormir. El desvelo de la noche recolectando datos de posible utilidad de mi nuevo crush empezaba a pasarme factura. Sin embargo, la respuesta que quería darle a María realmente no era un “no”, y menos después de nuestro último encuentro, pero mi boca se abrió sola y de mis cuerdas bocales salió un simple:
—No, gracias.
—Okay, bueno… —Trató de disimular su incomodidad—. ¿Te gustaría ir a una fiesta conmigo?
—¿Dónde hay fiesta?
—Me refiero a próximamente, anota mi número, escríbeme y te aviso cuando algo salga.
—Ehh… Supongo.
—Coño, me lo pones difícil, ¿sabes? Solo buscaba un modo de no-incómodo de… dejar atrás lo de ayer.
—Ah, eso. Disculpa por entrometerme.
—Yo soy la que se tiene que disculpar, me porté horrible contigo. Simplemente no estaba en mi mejor momento, ¿entiendes?
—Completamente. Descuida, está olvidado. Y… si por casualidad yo haya dicho un “sí camuflajeado” en vez de un “no” a tu pregunta de si quiero almorzar en tu casa, ¿la oferta seguiría en pie?
—Por supuesto. —Me arrancó el celular de las manos, anotó su contacto como “Tania<3” y se envió a sí misma un mensaje. Al parecer Soto no era el único confianzudo—. ¿A qué hora sales de clases hoy?
Ah… ¿Cómo le explicaba que no había entrado, y no pensaba entrar por el resto del año?
—Hoy no tenga más clases.
—¿Ah. No? ¿Quedaste en la C, verdad? Creo que vi que Gilary y Agatha entraron a…
—Sí, es que están en recuperativos. Yo no tengo que tomarlos.
—¿Recuperativos el segundo día de clases?
“Cierra la boca, Enola Holmes.”
—Recuperativos de los que se perdieron las clases de ayer. Ya yo tengo los apuntes.
—Ah. Comprendo. Entonces esperamos que Soto llegue y nos vamos los tres. Hoy tenía solo matemáticas pero a mi profesora le dio por quedar preñada y la institución está en proceso de buscar suplente.
—Suertuda —comenté riendo—. Espera… ¡¿Soto?! No, no... Él no, por favor.
—Oye, ¿qué? —María soltó una carcajada—. ¿Te intimida? —Asentí—. Soto puede parecer un desgraciado, imprudente, pesado, maleducado, grosero... Pero en el fondo... Es exactamente todo eso. Pero llega a agradarte, eh. Y luego le agarras cariño.
—No lo sé, me da miedo...
—Ay, solo...
Y hablando del rey de Roma, o en su caso el rey de Israel, ya que su nombre era "Jesús", Soto venía llegando.
—Un cigarro —le exigió a María apenas llegó a nuestra altura. Se le veía sudado y de mal humor.
—Primero que nada buenos días, eh.
—Sí, sí, sí, ya, a la chingada. ¿Me lo vas a pasar o te lo pido de rodillas?
María rodó los ojos sin perder la sonrisa. ¿Cómo podía soportar así el humor de su amigo? ¿Y por qué eran amigos en primer lugar? Sí él era un desastre andante y ella una belleza.
—Te lo doy si saludas primero.
Soto dio la primera muestra de estar consciente de mi presencia, alzando las comisuras de sus labios en una sonrisa odiosa de boca cerrada.
—Hola, Monte. Espera... ¿y tus lentes?
—Su nombre es Sinaí, perro.
—Perro es un apellido controversial, pero quiénes somos para juzgar. —Soto alzó las manos y se encogió de hombros—. Y lo de monte no fue de mala manera, simplemente no recordaba su nombre, solo que era el de un monte bíblico.
—Mis lentes se perdieron —dije, buscando romper el hielo con él para agradarle a María.
—Lástima que en la vida real no baste con quitarle los lentes a la Nerd, ¿no? —preguntó, espero que bromeando.
—Espera... ¿lees en Wattbook?
—¿Y quién no? ¿Leíste "La Nerd es una prostituta"?
—Creo que era stripper —objeté con una ceja alzada.
—Es lo mismo.
—¡Paren de hablar de vainas que no entiendo! —interrumpió María.
En ese momento pasó cerca de nosotros una docente de enorme trasero. Saludó, y siguió su camino.
—He ahí la razón de mi arrechera matutina —señaló Soto.
—¿Qué te hizo la profesora? —inquirió María.
—¿A mí? Nada. Pregúntale qué le hizo al pobre autobús.
—¡Soto, no seas mierda!
—¡Tuve que venirme parado! —exclamó.
—¿Y eso por qué? —me atreví a preguntar.
—¿Cómo que por qué? ¿No ves que cada nalga suya ocupa un asiento? ¡No le dejó espacio a mis huesos!
Muy a mi pesar, tuve que morderme los labios para que mi sonrisa no fuera tan evidente. Aunque él se giró hacia María en ese momento, pude notar que su rostro se encendía con un ánimo renovado al notar en mi reacción una aprobación a su chiste.
—¿Y el cigarro? —repitió Soto de mejor humor.
—¿No vas a desayunar primero? —preguntó Mariah.
—Depende de qué me trajeras... No, no. Olvídalo. No tengo hambre, dame el cigarro y ya.
—Soto, cómprate tú tu verga de una vez por todas.
—María, deja de pedirme condones prestados que nunca me vas a devolver.
—Si quieres que te los devuelva voy a cada hotel y habitación que haya pisado, los busco, y te los entrego en una caja de regalo.
El dedo medio de María quedó casi a la altura de la nariz de Soto, a pesar de que ella estaba sentada y él de pie en frente. La rubia sacó un cigarrillo de su bolso, lo encendió y se lo entregó a su amigo no sin antes concederse el primer jalón.
—Con el dinero que ganas me sorprende que no vengas forrado en cigarros a la escuela —comentó ella mientras escupía el humo.
Yo escuchaba con atención tratando de pasar desapercibida para no perderme los detalles de lo que hablaban.
—Bueno, hay que mantener las apariencias. Si andara por la vida forrado en cajas de cigarro, si me trajera el teléfono al liceo y usara relojes costosos, me robarían de esquina en esquina camino a mi casa.
María se rió de su chiste, incluso yo sonreí porque él tenía toda la razón.
—¿Es eso, Soto? ¿O es que el negocio de las fotos está yendo mal?
—¿Fotos? —No pude evitar inmiscuirme a pesar de que nadie me invitó a comentar—. ¿Eres fotógrafo?
La rubia casi se atragantó con un mordisco de su arepa por la risa que le provocó mi comentario.
—No, mami. —Le hizo señas a su amigo para que le pasara el cigarro—. Él no toma las fotos, solo las vende.
—María, ya.
—¡¿Qué?! Te estoy haciendo publicidad gratis, malagradecido.
—No me sirve tu publicidad porque no trabajo con menores.
—¿Ah, no? —Cada vez estaba más interesada en el negocio del chico frente a mí—. ¿Es legal lo que haces?
—Depende de a quién le preguntes y con quién hables.
—Vaya, y lo dices tan tranquilo.
—Tú lo preguntaste con tranquilidad, ¿por qué yo tendría que responder con miedo?
—Miedo no, solo... precaución.
—Lamento decepcionarte, Monte, pero no me considero un muchacho precavido.
—¿Y quién eres entonces, Soto? ¿Qué hay detrás de esos tatuajes, esos pulmones manchados de nicotina y ese ceño fruncido con cada jalón que le das al cigarro?
—Hambre —contestó, sin más. Y luego de guiñarme uno de sus inmensos ojos cargados de oscuridad, se giró hacia su amiga—. ¿Cuántas clases te quedan? Hoy quiero tomarme el día, me lo merezco luego de lo ocurrido con Miss Culo.
—Ya no tengo más clases, justo Sina y yo decidimos que almorzaremos en mi casa, te esperábamos. ¿Nos vamos ya?
—Eso es tan obvio que no pienso decir obvio.
•☆•🎲•☆•
Capítulo súper rápido de leer que es más que todo una introducción a lo que viene en el siguiente, pero espero se hayan divertido con Soto, Sina y María. Me gusta muchísimo escribir sus diálogos 🤣
Trataré de subir el nuevo capítulo mañana como celebración de los 10k 😍😍😍😍 ya lo tengo listo ♡
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