Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 31 [+18]

Arreglando mi cabello y limpiando de manos el sabor de mi jefe, volví a la fiesta, a ese ambiente de Halloween lujurioso del que tenía que cuidarme tanto.

Estaba segura de que Azrel era parte del complot que atentaba contra mi hermana, eso era algo. Lo que no sabía era con quiénes trabajaba o el por qué hacían eso. ¿Qué querían conseguir de mí amenazando a Vannesa?

Igual no tuve mucho tiempo de analizarlo, porque pronto me crucé con Aysel.

—¿Qué pasa? —espeté al verla. Tuve que recordarme que mi mal humor no tenía nada que ver con ella.

A Aysel no pareció importarle mi actitud, de hecho tenía una sonrisa peculiar, como si compartiéramos una travesura.

—Cúbreme —me dijo—. Necesito que distraigas a Aaron mientras no estoy.

—¿Y dónde estarás?

—Voy a ver a mi otro novio.

—A tu... ¿Está aquí? ¿El tercero?

Ella se encogió de hombros con una sonrisa triunfal y dio un paso hacia adelante, pero la detuve, tomándola por el brazo.

Sobre mi cadáver iba a quedarme con ese chisme sin resolver. Además, Aysel parecía necesitar un coñazo de lucidez en ese momento de su vida.

—¿Estás loca? —susurré muy cerca de su cara, a ver si así entendía—. ¿Pretendes verte con otro en el territorio de los Jesper? No puedes ser tan descarada, si Aaron te descubre...

—Por eso tienes que cubrirme, tontita.

Dándome un último beso en la frente, desapareció detrás de mí.

Ella estaba muy loca. Extrema e irremediablemente loca.

Y por desgracia me encantaba.

Además, debo admitir que su ausencia me daba una oportunidad que no podía desaprovechar por nada del mundo.

Alcancé a Aaron justo cuando se robaba algunos aperitivos del bufete, y le pregunté si tenía acceso a alguno de los camarotes privados del barco. Al fin y al cabo, su familia era la anfitriona.

Él, con una sonrisa sugerente, sonrió y me arrastró con él.

En el pasillo aproveché que él iba delante de mí para quitarme uno de mis zarcillos. El colgante simulaba ser un frasco de veneno con contenido ambarino. Lo metí en mi boca, ocultándolo por el momento.

Frente a la puerta del camarote, él volteó a verme y yo le sonreí, esperando que no notara nada extraño.

Entramos juntos y él cerró con pestillo detrás.

—¿Qué pasa con tu prima? —preguntó, quitándose la chaqueta—. Debes estar segura de que no vendrá si me ofreciste esta descarada indecencia.

«¿Aysel? Seguro está cogiéndose a otro cirujano, o a un mafioso, probablemente».

—Tu novia tuvo una emergencia femenina, no nos molestará por un rato.

—Bueno —dijo él volteándose hacia mí—, espero que no me hayas hecho detener mi aperitivo para...

Ni siquiera lo dejé hablar y le lancé los brazos al cuello.

Un segundo, solo eso transcurrió mientras yo me bebía todo el espanto de su mirada y me familiarizaba con las pulsaciones en su piel. Estaba cagado, y jodidamente sorprendido. Apuesto a que lo último que esperaba era que fuese yo la que se lanzara, y no le di tiempo a considerarlo.

Me arrojé a su boca, besándolo con tal intensidad que terminó tambaleándose, desliz que aproveché para lanzarme encima de él a la cama.

Mordí el frasco entre mis muelas hasta quebrarlo y su líquido se deslizara por mi boca. Lo introduje todo en Aaron con una maniobra de mi lengua, y le seguí besando, más fuerte, más intenso, para que se lo tuviera que tragar.

Yo estaba bien, era inmune a la dosis que mis labios le inyectaron.

Al principio no pareció importarle, así que profundicé más el beso, lo suficiente para que deseara más, para que el trozo de carne en su pantalón se endureciera como una piedra.

—Mailyn... —jadeó él, al principio creí que por el éxtasis del momento, intentando apartarme, como si no fuese correcto.

Y eso solo hacía más excitante meter mi lengua en su boca, notar el cambio de su entrepierna al restregarla contra mi pelvis y de su respiración cargada de conflictivo deseo.

O eso pensaba yo, hasta que, con un puñetazo me lanzó lejos de él.

—¿Qué mierda...?

Me toqué la cara. Me dio tan fuerte que dejó mi labio partido.

Escupí la sangre en la alfombra y le miré, esperando que tuviera una muy buena explicación.

—¿Brigga? —escupió, entre ofendido y burlesco—. ¿Es en serio?

Ya no tenía caso mentir, él me había descubierto, y parecía incluso burlarse de mí.

No solo Aaron sabía de la existencia de la droga sino que reconoció su sabor, y no daba signos de estar siendo afectado por ella.

Quería matarme de la impotencia. No sé cómo pude fallar y descubrirme así de mal.

—Ya no solo estás con uno de apenas dieciocho, que además es novio de tu prima, sino que me drogas para cogerme.

—¿Yo...?

Me llevé las manos a la boca para aguantar la risa histérica que me atacó. He drogado hombres por muchas razones, pero jamás por un fin sexual. Que Aaron lo insinuara no solo me daba rabia por la delicada acusación, me hería el maldito ego en lo más profundo.

—Te drogo para no tener que cogerte, idiota —solté sin disimular mi indignación—. Esperaba no tener que cruzar esa línea y que con un par de preguntas me digas lo que quiero. Por eso la brigga.

Él empezó a reír, sus gestos, el estado en el que se encontraba, reflejaba mucho más desequilibrio que el que yo mostré hacía un rato. Se puso a negar mientras se agarraba el pelo con ambas manos, y entendí su sentimiento. Era esa patada en los testículos de enterarte de que las señales siempre han estado frente a ti, y de que fuiste un idiota al no darte cuenta.

—Por suerte no me hace falta drogarte para descubrir tu verdad —dijo luego de un rato, arrancando la corona de su cabeza para lanzarla al otro lado de la habitación.

—¿A qué verdad te refieres?

—A que eres de los espías de Dain.

Así que los Jesper sabían de Dain, de la brigada, y tal vez incluso más que eso. Entiendo ahora que eso fue Roman: un espía para Dengus. La pregunta es: ¿qué motivos tiene Dengus para infiltrar sus agentes en medio de los Jesper?

—¿Y qué si lo soy? —inquirí con tranquilidad, sentándome al borde de la cama con mis esbeltas piernas cruzadas luciendo los altos tacones en punta.

Noté que Aaron, aunque se veía consternado y ofendido, hacía un consciente trabajo para no mirarme más abajo de la falda. 

—Cuando mi padre se entere se va a morir, pero primero matará a muchas personas.

—¿Vas a decirle?

—Yo no, pero esta noche tendrá que saberlo.

—¿Por qué? —pregunté con un puchero, inclinándome para darle una vista privilegiada a mis tetas rodeadas por el arnés.

—Eras su ofrenda para el diezmo. Cuando sepa que no puede matarte porque estás bajo la protección de Dain...

—Ve más de espacio, mocoso, ¿que soy la qué de tu padre?

Y, lo más importante, ¿Por qué el que trabajar para Dain, lo cual no era cierto, me daría inmunidad?

—Solo quiero saber... —dijo Aaron—. ¿Por qué usaste la brigga conmigo?

—Ya te lo dije, quería...

—Sí, lo sé, pero si sabías que no te iba a funcionar... ¿Por qué la malgastaste?

—¿Y cómo iba a saberlo?

—Tampoco sabes lo que es el diezmo —sumó, pensativo.

—No —la estaba cagando, lo sé. Pero tenía que confiar en Aaron, en que sea lo que sea que descubriera sobre mí, su deseo de complacerme fuese más grande que la indignación. Tenía que confiar en que podría manipularlo—. Y deberías contarme. Secreto en reunión es de mala educación.

—¿Por qué Dain te enviaría a vigilarnos a ciegas? ¿Por qué te haría espiarnos sin hablarte del diezmo y todo lo demás?

—No es lo que parece. —Si Dain me daba inmunidad y no al contrario, entonces no haría desistir a Aaron de la idea de que trabajaba para él y le sacaría provecho—. Es una iniciación. Tengo que probar que soy capaz de conseguir toda esa información por mi cuenta y solo así me aprobará Dain. Por eso te intenté drogar, quería sacarte todo esta noche.

—¿Por qué hablas en pasado? Todavía podemos discutir qué cosas puedes sacarme esta noche.

—No estoy jugando, Aaron. —Mentira, claro que lo hacía, jugaba con él—. Mi vida depende de esto.

—Hagamos un trato, entonces —sugirió con un brillo malicioso en el rostro—. ¿Qué quiere Dain que averigües? 

—Todo. Los secretos de tu familia, el diezmo y su conexión con Dain.

—Pues los secretos te los debo. Pero puedo ayudarte con lo demás. Ahora, sobre la otra parte del trato...

—¿Qué quieres?

—Vuelve a besarme.

Jamás estuve tan dispuesta a cumplir alguna condición. 

Me lancé sobre él, mi boca chocando contra la suya, mis piernas abriéndose mientras él me cargaba sobre su regazo, haciéndonos caer por el peso y desequilibrio.

Mi entrepierna presionaba fuerte su erección mientras su mano subía por mi vestido hasta alcanzar mis tetas. Empecé a moverme contra él, gimiendo por las ganas que tenía de hacer mío a ese chico, de meterme en su mente como una enfermedad y convertirme en lo único que predomine en ella.

Mientras sus labios chupaban mis pezones, mis manos se deslizaron por su torso, tocando toda esa pálida piel expuesta a mi merced. Y cuando llevé mi lengua a jugar en su clavícula desnuda, subiendo por su cuello, maldije mucho a Aysel por tenerlo siempre a su disposición y desperdiciar esa oportunidad.

En la lujuria pecaminosa de aquel beso, nos aliamos. Estábamos rompiendo más de una regla, desafiando a más de una persona, pero solo nos importaba nuestra propia sed.

Cuando intenté rebuscar en su pantalón para liberar su miembro, sus colmillos arañaron mi cuello consiguiendo de mí un grito de dolor y sorpresa.

Sus dientes eran tan afilados como una maldita navaja, al punto en que aquel rasguño me puso a sangrar a chorros aunque no había sido demasiado profundo.

Irritada y sorprendida, intenté alejarme de él, pero Aaron lamió los hilos de sangre caliente que acariciaban mi escote, pasando su lengua de forma ascendente hasta llegar a la herida en mi cuello y detenerse a chupar como un hombre sediento.

—¡Aaron, basta!

Intenté empujarlo pero él chupaba más y más, sosteniéndome con una fuerza de la que no lo creí capaz dada su contextura delgada.

Y lo cierto es que me estaba gustando, me tenía muy mojada, pero era raro y preocupante. No solo me causó una herida sino que estaba bebiéndose la sangre que manaba de ella.

En lugar de detenerse, Aaron volvió a mis labios, metiéndome su lengua de una manera que me hacía desear que me metiera algo más.

Había dejado de lado mis reservas, a pesar de las manchas rojas sobre sus mejillas pálidas, y del sabor metálico en su boca. Su beso era suficiente para callarme y dejarme llevar.

Pero entonces me volvió a morder, está vez a mitad del beso, abriéndome una herida en el labio que dejó un charco en mi boca.

Me llevé una mano a la boca, no sabiendo si tragar, escupir o maldecir, pero él me detuvo con un gesto de su mano, paralizándome.

Se llevó las manos a su entrepierna, liberando su larga erección, una de las más preciosas que había visto jamás. Pero todo el encanto se esfumó cuando me dijo:

—Escúpelo.

Mis ojos se abrieron de impacto y horror.

Todavía quería creer que era una broma. Él ahí, tirado con su miembro erecto alrededor de su mano, despeinado y agitado, signo de nuestro intercambio ilícito. Su rostro, tan pálido como el mármol, tenía manchas de mi sangre, el rastro podía seguirse desde su barbilla hasta el cuello. Y él en serio esperaba que yo, que tenía las mejillas llenas, le escupiera...

—Escúpeme, coño.

No sé si fue la manera en que lo dijo, ese tono casi enfadado, que me impulsó como ira a inclinarme hacia adelante y soltar todo lo que tenía en mi boca de un escupitajo en su glande.

Lubricado con mi sangre y saliva, se reclinó hacia atrás, volteando los ojos de placer cuando su mano, que encerraba su miembro duro, comenzó a estimularle de arriba hacia abajo.

No pude, ni por coño, apartar los ojos mientras se masturbaba. Rápido, apremiante, cerrando los ojos como si el placer fuese demasiado para vivirlo de otro modo.

Me sentí tan curiosa como horrorizada, hasta que entre gruñidos, haciendo sangrar sus propios labios al morderlos, dejó que su semen se uniera a mi sangre y saliva alrededor de su pene.

No había visto algo más extraño en toda mi maldita vida criminal.

—Aaron...

Estiró su mano hacia el colchón y tiró del borde de la sábana hasta arrastrarla consigo. Usó la tela blanca para limpiarse el desastre de la entrepierna.

—Esto somos, Mailyn —dijo sin aliento mientras limpiaba entre sus dedos—. Si es que ese es tu nombre.

—¿Qué demonios son y quiénes y qué coño acabo de ver?

—Somos vampiros, Mailyn. Humanos, pero no mortales. Al menos eso esperamos.

—Aaron, no estoy entendiendo una puta mierda...

Se inclinó sobre mí, sus manos atrapando mi rostro. A pesar de que sabía donde estuvieron y los fluidos de los que sin duda tendrían residuos, me enfoqué en lo malditamente hermoso que era su rostro demoníaco manchado de rojo.

—Somos un clan. Todos en Terrazas lo somos. Al menos las familias más importantes. Dain es nuestro proveedor por su vínculo con los Frey.

—¿Proveedor de qué? ¿Qué vínculo?

—Dain es un Frey. Aunque eso solo lo sabemos los Jesper, obvio. Su identidad para el resto solo es «Dain».

—No. Él no puede...

Pero sí podía. Yo mejor que nadie debía saberlo, pero en aquel tiempo, cuando descubrí el apellido de su madre, jamás se me ocurrió creer que era de «esos» Frey.

—Sí puede, y lo es. Es Dain Mortem Frey. Su madre fue uno de los hermanos de Viktor Frey, el dueño de Frey's empire.

—No puede ser... Tuve a un Frey todo este maldito tiempo así de cerca y no... —Negué con la cabeza, no era momento para obscenidades—. A ver, listillo, sigue habiendo una larga lista de incógnitas. ¿A quién le importa que Dain sea un Frey? ¿Qué quieren los Jesper Frey's empire como para hacer a Dain su proveedor?

—Todo, básicamente. Frey's empire es el centro del mundo, al menos del nuestro. Su empresa desarrolló, y sigue perfeccionando, una inyección que prolonga la vida humana disminuyendo la edad biológica: es la ADN-V.

—Eso significa...

—Eso quiere decir que no envejecemos a partir de que empezamos a inyectarnos. No es permanente, hay que inyectarse dos veces al año para no perder el efecto. Pero mientras sigamos teniendo nuestro suministro, no moriremos. Al menos no por causas naturales.

—Como unos puntos vampiros de verdad.

—Y se pone mejor. La inyección tiene contraindicaciones.

—Por supuesto. —Torcí los ojos—. Adivinaré: los hace dependientes de...

—La sangre humana, sí. Tenemos que ingerir cierta cantidad diaria para contrarrestar el maldito ardor que genera esta mierda. Y también nos quita la pigmentación de la piel gradualmente con su uso. Yo me inyecto desde que Sama'el me adoptó. Hace un tiempo que tengo dieciocho, sí. Él... Bueno, él tiene que usar bronceados artificiales para no levantar sospechas.

Por eso Sama'el adoptaba muchachos de la edad de Aaron... Era un puto Carlisle Cullen reclutando un ejército de súbditos para su clan.

—Entonces ustedes... Matan personas para alimentarse. ¿Lo hacen diario? ¿Cómo...?

—Nos afiliamos los colmillos para poder cazar. Mi padre tiene la suerte de que sus amantes son donantes voluntarias. Solo su esposa esta exenta de esto, y tiene sus propios donantes personales.

—¿Y tú? ¿Tienes donantes o sales a matar gente?

—No funciona así, y Dain se encarga de eso. Para eso es el diezmo. Es el día en el que todos ofrendan una presa de la que podamos abastecer nuestros suministros hasta el siguiente octubre. Los días previos al diezmo son los únicos en los que tenemos permitido matar. De resto, mi familia y las otras más importantes de Terraza se alimentan con los recursos ofrendados durante el diezmo.

—Espera... ¿Tu padre quería matarme hoy como una ofrenda?

—Eso me dijo —respondió Aaron encogiéndose de hombros con tranquilidad.

—Maldito bastardo...

—Pero si estás con Dain no puede tocarte. Dain nos vigila con sus agentes encubiertos. Lo sabemos, es parte del trato. El truco es que no sepamos quiénes son para que la paranoia nos mantenga cumpliendo el tratado al pie de la letra. A cambio, los Frey siguen desarrollando la ADN-V y no nos molestan. Fingen que no existimos.

—Pero, si claramente no les agrada lo que hacen, ¿por qué los Frey apoyarían una secta como esta?

—Clan, no secta. Y la respuesta es obvia: dinero. Una parte de Frey's empire depende de sus inversiones, y los mayores inversores son todas las personas que compran, a precios desorbitados, la ADN-V. Dos veces al año por miembro. Es una maldita fortuna, pero eso vale la inmortalidad, supongo. Muchos sirven a mi padre como a dios por eso: él es su proveedor, quien les da la inmortalidad, quien puede quitárselas si se le antoja. La mayoría en el clan ignora que su «deidad» tiene a muchos dioses por encima.

—Y esa es la clave de su poder.

Aaron asintió.

—La inyección es lo que nos hace inmunes a las feromonas de Parafilia. También a la brigga. Dain lo sabe, por eso me sorprendió que tú no lo supieras...

En ese momento alguien irrumpió en el camarote.

Estaba casi por completo segura de que había pasado el pestillo, pero al parecer no fue así, porque ahí estaba Aysel.

—Mailyn, déjame a solas con mi novio, por favor.

~~~

Nota: ¿Qué piensan de la historia de Aaron, de las conexiones de su familia y los Frey y de las particulares maneras en las que vive su vida?

El siguiente capítulo es el final, así que preparen esas nalgas

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro