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Veintitres

Slav corre como si la vida le fuese en ello.
Ha dejado la pistola por ahí tirada. Tiene miedo. Tiene mucho miedo. ¿Y si Le disparan ahora a él, y si se queda en el sitio, y si toman venganza?
Le tiemblan las manos. Todo. Es que siente que se va a morir. Le va el pulso a mil.
Llega a un callejón que parece sonarle un poco. Deja las bolsas en el suelo y se echa al mismo.
Coge aire y lo tira de forma acelerada. Frunce el ceño. Suelta un gruñido roto y doloroso mientras clava sus dedos en su pecho, en la tela de su pecho.
Tose. Y una arcada.
De rodillas y sujetándose con una mano a la pared húmeda y llena de musgo tiene otra arcada. Empieza a gemir de dolor. Le duele el abdomen. Comienza a sudar y a temblar otra vez. No le queda otra.
Traga saliva. Abre su boca como puede. Respira hondo y acerca los dedos índice y anular a su boca. Los introduce tanto como para provocar el vómito. Otra arcada. Y con la arcada la náusea.
Slav acaba vomitando ahí, en el callejón, con la esencia a un lado suyo.
El charco de vómito está a unos centímetros suyos. Es traslucido. Como si hubiese estado bebiendo agua todo el día. No hay rastro de comida.
Su cuerpo se haya bajo la gotera de un aire acondicionado. Le caen las gotas en el cabello.

Una puerta se abre de golpe.

-Señor Senadak... debería venir... - murmura uno de los galra.
Slav, con la vista cansada y la garganta ardiendo, levanta la cabeza. Sendak se encuentra de brazos cruzados frente a él, en las escaleras de lo que es la puerta trasera del local que poseen. Por que si, siempre hay que tener un local en estos "trabajos". No puede comprar pastillas y esencia y guardarlas bajo la cama en tu piso de soltero. Obvio que no. Necesitas algo que, o bien intimide o bien pasé desapercibido.
Otra gota golpea su cabeza.

-Hijo de... -Sendak gruñe. Se acerca a él. Slav niega lloriqueando.

-No por favor... la tengo, la tengo... -sus ojos están llorosos.

-¡Señor, está aquí! - el galra coge la bolsa de plástico donde se encuentran los botes. -Está la esencia. -Sendak observa al hombre que tiene elevado de la ropa, de una de sus extremidades superiores. Frunce el ceño.

-Más vale que sea la de verdad.

-Si, lo juro, lo juro. Me hicieron entrar... -le tiembla la voz. Sendak mira su ropa.

-Y la pistola.

-¿Q-Que...?

-¡Y la puta pistola! - Slav escucha cada palabra entre pausas amenazantes. Respira acelerado de nuevo.

-¡No... no lo se, no lo se, disparé y... y...!

-¡A quien! -Slav aprieta sus ojos.

-¡Un-Un chico, con gafas, m-moreno y...! - Sendak cierra sus ojos. No, no tiene ni idea de quien es.
Y las sirenas. La Policía. Y si, a Sendak le tienen fichado. Al menos en alguna comisaría. Por robos con violencia, abusos sexuales y trata de blancas entre muchas cosas.

-¿¡Donde!?

-¡En el brazo, s-sangraba y yo... yo...! - Sendak gruñe. La sirena de aproxima.

-Señor Sendak... - susurra el galra que le acompaña.

-Vamos dentro. -tira a Slav al suelo. -Más te vale no habernos tomado el pelo. Y te juro... - se acerca a su rostro de nuevo. - ...que como digas algo sobre nosotros... te juro que te mato. -Slav palidece.
Sendak entra junto un portazo.
Slav se queda allí, encogido, en el suelo húmedo y lleno de mierda, abrazando su cuerpo, sollozando por su vida y su mísera existencia.

Sendak entra al local. Bufa y deja la esencia en la mesa.
La ha cagado.
Moreno con gafas. Moreno con gafas... ¿quien es ese? ¿Quien coño es ese?
Les van a pillar. La han cagado. La han cagado mucho.
Coloca sus dedos en su sien. Suspira y cierra los ojos. Trata de no reventar la mesa con la mano.

-¿Un trago? -pregunta Varkon, que no Zarkon. Zarkon jamás estaría tras una triste barra. En cambio, si mayor fan si. Lo que sea por él.

-Si... -murmura. Por una puerta de tiras de perlas violetas, al fondo de un largo pasillo iluminado por neones lilas, sale un hombre sonriendo, abrochandose la camisa. Detrás un chico de melena blanca, con escasa ropa y chupetones en la piel.

-Adiós monada. -murmura el hombre. Lotor sonríe y se despide de él con los dedos.

-Adiós. -canturrea. Zarkon observa al hombre pagar e irse por la puerta por el rabillo del ojo.
Lotor bufa y se acerca a la barra.
Observa a Sendak.
-¿Que haces aquí tan prontito, grandullon? -murmura Lotor.

-Lotor, no es el momento... -susurra.

-Anda que no. -masajea sus hombros. -Dime anda... - murmura cerca de su oido. Esa voz... es puta droga.

-El tipo del otro día ha disparado a uno de los paladines. Creo. -el albino sonríe.

-Pues que les jodan...

-No sabemos quien es. -Lotor rueda los ojos.

-Estará con ellos.

-Dice que sangraba.

-Fácil: ir al hospital y preguntar por alguien que fue hospitalizado ayer. -Sendak gruñe.

-Lotor, nos tienen fichados. Llamarán a la poli en minutos. Además, quedamos con ellos en algo: nada de problemas o sería la puta guerra... -Lotor sonríe. Tiene un plan.
Si en algo destaca el hijo de Zarkon es en su rapidez mental. En sus planes, esas estrategias del infierno. Acerca sus labios a su oido.

-Y si echamos uno... y te digo un plan... -Sendak mira de reojo a Lotor.

-Quiero oírlo entero. - murmura en voz baja.

En otros lados están comiendo patatas, viendo la tele (los pocos canales sintonizados), y por que no admitirlo, abrazandose.

Akira tiene su cabeza acomodada en su pecho. Tiene la mirada clavada en algún lado.

-Mira el perro... que hijo de puta... hace caso a todo... ¿y como huelen la maría, como... como la reconocen? -Akira juega con las patatas en el el ketchup. -¿Aki? -el coreano bufa. Se acomoda en el sofá y encoge sus piernas cerca de su pecho.

-Ah, si... -el moreno frunce el ceño.

-Deja el tema ya. El modo lavadora con el runrún ahí todo el rato no mola, tío. -Akira suspira acomoda su cabeza en el hombro ajeno.

-Ya... -Leandro sonríe. Pasa su brazo por sus hombros y acaricia su cabello con la yema de sus dedos. -Gracias por traerme la comida. Ha sido... un detalle por tu parte... -Leandro sonríe.

-No es nada. -Leandro ríe en voz baja. - Se que te gustan estas patatas y tal, además las últimas se te cayeron por el mirador. -Akira mira al moreno negando.

-Tu culpa.

-Mentira. -Leandro sonríe.
El coreano se queda mirando al castaño.
Necesita dejar de darle vueltas a Adam.
Está sólo. Está sólo. Sólo. Allí en el hospital. Sin nadie. Si despierta no habrá nadie.
Mira a otro lado frunciendo el ceño.
Y mira a Leandro. La tele no sirve. No sirve de nada.

-Leandro.

-¿Si? -se acomoda y acerca sus labios a la piel ajena. Deja un beso en su mejilla. Acerca sus labios de nuevo a su rostro.  Cerca del oido.

-Echemos uno...

-¿Un qué? -el moreno mira al coreano.
El asiático gruñe. No está para tonterías.
Coge las cajas de patatas y las deja en la mesa. Leandro observa sus actos. Hasta que coge sus mejillas y junta sus labios en los ajenos con fuerza. Leandro sólo puede acabar cediendo y apoyándose en sus manos para no caer de espaldas sobre el sofá.

La imaginación sonora de Akira sobre la pulsación de Adam en el hospital se va esfumando lentamente. Muy lentamente.

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