Veintinueve
Leandro funde su dedo en el telefonillo.
Nada, que no le abre.
Se lo imagina en el baño, llorando, con los ojos rojos, o en el sofá, tirado, con un cojín pegado en el pecho y un cigarro entre sus largos dedos. En el cenicero deben haber más de dos colillas apagadas.
Se acerca a él y le alborota el pelo.
No se asusta al ver como estira su brazo, le coge las mejillas con algunos de sus dedos y pega ambas bocas, no son antes dedicar una mirada vacía y angustiada.
Terminan como siempre, como la rutina que han adquirido con el paso de los días: Leandro agarrando la piel de los muslos de Akira y el mismo gruñiendo de placer, o Leandro agarrando con fuerza y con las uñas un cojín del sofá.
Tratan de no correrse dentro del contrario, o al menos de usar condón, que luego es incómodo.
También tratan de que no se oiga demasiado dentro de lo que es ese cuartucho enano.
La ropa está tirada en el suelo y sólo se oyen las pieles chapotear. Eso y a Akira gruñir. La verdad es que es bastante sexy viviendo de él.
Pero eso se lo imagina.
Abre la puerta y tira el aire por la boca.
Es gracioso que rezar agote al ser humano. Es como tirar todo el oxígeno de tu cuerpo a una persona para que pueda respirar algo mejor.
Es como morirte por que alguien viva de forma más digna. O al menos intentarlo.
Se guarda las llaves en el pantalón y entra por la puerta, lógicamente. Aunque no sería la primera vez que escalase las escalerillas de acero que dan a su ventana. Más de un infarto le ha robado al asiático.
-Ya estoy. - murmura el castaño.
Se asoma al sofá temiendo por la vida de su próstata. Nada, no hay nadie.
-¿Aki? -murmura confundido, mirando a su alrededor. Ni si quiera huele a tabaco.
-¿Akira? -pregunta confundido de nuevo.
Mira la mesa de la cocina.
Una notita. Genial.
Ahora vuelvo, he ido a dar una vuelta.
Volveré vivo. No quemes el piso.
Leandro rueda sus ojos.
Ni que fuera un pirómano.
Suspira y mira su alrededor.
Tiene la casita para él.
¿Lo primero que hace?
Encenderse un porro y tirarse al sofá.
Cosmo enseguida se acerca a él.
Tira el humo y cierra sus ojos.
Akira termina en algún lugar, esperando a alguien que tal vez nunca aparezca.
No es el primer plantón de su vida.
A base de tropiezos y tortazos se crece, por desgracia.
Tiene un cigarro en sus labios.
Ya ha pasado bastante desde lo del cajero.
Nada más y nada menos que 5 horas.
Ya es tarde.
Las luces de neón ya pintan la ciudad con propaganda, tentación y misterio.
Los colores chillan entre el tráfico.
Los charcos producidos por el agua de la ventialcion de los locales reflejan el neón como si fuesen las olas reflejando el sol.
La gente deja las alianzas en casa y salen a escondidas del trabajo a catar el pecado.
Paso siempre.
A ti y al vecinx.
O tal vez tú no, pero tu vecinx seguro que si.
El olor a gasolina enciende a los más jóvenes. Y el olor a incienso y humos a los más adultos.
Ahora en la calle hay plumas, rejilla, tacones, maletines llenos de billetes, risas bastas, sneakers corriendo y ojos rojos.
Y no, no de llorar.
Ahora las calles son un escalón del infierno.
Ahora todo es tráfico. De lo que sea.
Akira está en la puerta del local.
Estaba.
Ahora está dentro.
Se acerca a la barra. Corán está escribiendo algo en una libreta cerca de la caja.
El local ya está lleno.
Puede escuchar a un grupito pedir por chupitos y puede escuchar las lenguas de una pareja pelear en la boca ajena.
-Corán. -saluda. El pelirrojo sonríe suavemente bajo el bigote. -¿Ha venido alguien preguntando por mi?
-No, Akira.
-Vale. -suspira. Mira a su alrededor. - Oye... ¿está Hachiko?
- No. Está en su casa. Ha venido esta mañana y se ha ido hace media hora.
-¿Está... ausente o se puede contactar con él?
-Se puede, pero prefiere no recibir llamadas. -Akira asiente.
-Pues ponme un trago. Largo. -gira en el taburete.
La música inunda su cabeza.
La gente ya está pegándose a otra gente.
Huele a sudor y a hormonas.
El vasito se presente delante de él.
Gira de nuevo hacia la puerta.
Y ahí está.
El castaño que tan loquito le está volviendo últimamente.
Esos pómulos marcados y esa mandíbula afilada... dios. Le encantaría verle usando esa boquita para fines propios, como... no se... llegar al orgasmo.
James sonríe al verle sentado en la barra.
Se acerca a paso lento.
-¿Tenía que ser aquí?
-Tenía que ser aquí.
-Bonito flashback.
-Porque salgo en él. -ambos ríen de forma tonta.
Son dos chupitos, una conversación entre indirectas y varios mojitos los que acaban tirándoles a la pista de baile.
Leandro ha cambiado de lugar.
Ahora está en el cuarto de Akira.
Ha optado por limpiar un trocito de mesa (con limpiar entendemos vaciar y apartar), ha cogido la pistola que encontró y la ha desmontado.
Le encanta ver el interior de las cosas.
Él estudió Ciencias.
Iba para ingeniero.
Pero su tren descarriló.
Ahora trabaja de cazarecompensas. O algo así.
De tontito con suerte.
Bosteza y frunce el ceño.
La punta de su lengua se asoma por la comisura de su boca. Está concentrado moviendo tornillitos pequeños.
Akira en cambio está concentrado en otras cosas.
Le ha pedido deprisa y corriendo una llave a Corán. La ha cogido al vuelo.
La saliva de JG sigue en su boca.
Sabe a alcohol. Se emborrachará a base de besos.
Está cogiendole la cara con sus largos dedos.
JG le agarra de las tiras de sus vaqueros. Le pega a él.
Abren la habitación.
Entran a base de tropezones estúpidos.
Acaban dentro.
Akira sonríe y muerde el labio inferior de JG.
-Si haces eso de nuevo...
-¿Qué harás?... -susurra contra sus labios húmedos. Su aliento choca contra ellos.
Es muy muy tentador. Le encantaría besarle de nuevo. A ambos les hace ilusión.
Deborarse entre ellos nunca fue mejor.
Leandro está en el cuarto, tarareando una canción en voz baja, observando cada pieza del arma.
Terminan tocando uno al otro.
JG tiene una pierna entre las de Akira.
El asiático, en cambio, tiene una mano rozando cierta zona erógena.
El castaño sonríe y pasa su pulgar por los labios de Akira.
Resbalan muy lentamente. Muy pero que muy lentamente. Observa como el mismo asiático evita que se escape ese dedo de ellos.
Jadea al sentir su mano subir a su mejilla.
-Tengo tantas ganas... -susurra.
-Y yo... -murmura el asiático. La mano presiona con cierta fuerza. JG jadea y cierra los ojos. -Me encantaría que me pidieras...
-¿Follarte?... - murmura contra su boca. Akira aprieta sus labios.
Tiene que tener control o le quitará el aire en un beso.
-Que te lo haga más fuerte. -ríe contra su aliento. Entre esas risas susurra:
-¿Qué?...
Leandro sigue cantando en voz baja.
Sonríe y vuelve a enrroscar el tornillo en su lugar.
Lista, piensa.
Esta perfecta.
Como el principio.
No es como si Descartes fuese su ídolo pero esa teoría suya es correcta.
Tampoco es como si recordase los pasos al pie de la letra.
La verdad es que no.
Es curiosidad.
Y al final, la curiosidad mató al gato.
La puerta del piso se abre tras varios sonidos bruscos y metálicos contra la cerradura.
Se abre para escuchar unos pasos lentos y otro ligero portazo.
Eso y otro golpe.
Y una voz.
-Que me mato... -murmura una voz que conoce.
Es Akira.
Leandro continúa a lo suyo.
Ya ha desconectado a mitad de recorrido ajeno.
Akira llega al cuarto y frunce el ceño, tratando de afinar su mirada.
-Lean... ¡estás aquí! - murmura en un ligera risa.
-Si, estoy aquí, es que mi... -frunce el ceño. -Hueles a mojito.
-Estaba con... con un amigo... - murmura como puede. Se quita la chaqueta. -Qué haces... -arrastra ligeramente las vocales.
-Nada, esta pistola. Me gusta. - murmura. Se gira y mira al asiático. - Un amigo.
-Si...
-Bueno... -tuerce los labios en señal de desigual. Vuelve a su acometido.
Akira suspira y se tira de espaldas a la cama.
Le ha dejado con el calentón.
Hasta hace poco estaba aún pegado a su cuerpo.
-Déjame a mi... -susurra mientras besa su cuello. James tiene una mano bajo su camiseta. Se da el lujo de jugar con cierto metal que tiene atravesando un pezón.
Akira ronronea bajo su piel.
-No vas a ser el de arriba... - susurra mientras pellizca esa zona. Akira gime en voz bajita. -Tú abajo... - susurra. -...chico malo...
-Te juro que te follaría hasta hacerte llorar... -murmura. James frunce el ceño.
-Eso sólo lo puedo hacer yo... - murmura contra sus labios.
-Porque tienes miedo. -y el vaso se desborda.
Es al cabo de unos minutos cuando James sale del cuarto un poquito ofendido.
Claro, que tirarte a un tío tiene su rol. O eres el de arriba y eres todo un hombre o eres el de abajo y eres un maricón con pluma.
Y nada de eso.
Que poner el culo no es una categoría ni tener plumas es de pasivo.
Es asqueroso.
Akira bufa.
Esta un poquito bebido, y claro... le da por pensar.
-Leo...
-Qué.
-Me han dejado con... con el calentón... -susurra.
Leandro tira el aire.
-Ajá... -gira el arma y mira el mango de esta. Akira está mirando el techo.
-¿Tú... te da asco... ser el de abajo...? -Leandro sigue a lo suyo. -Eh...
Tras unos minutos responde.
-No... -está en su mundo
-Leo... -murmura de nuevo. Ahora está mirando hacia él.
-Qué.
-Dame un piti... -susurra.
Se lo enciende el mismo. Akira está tumbado.
Aprecia con la sombra del fuego la carita de Leandro. Esos ojitos azules, esas pequitas y su pelo alborotado.
Da una calada y mira la nuca del castaño.
Sigue caliente.
Si.
Y la verdad, no quiere ir y hacerse una triste paja.
No habiendo establecido una rutina preciosa.
Estira la mano.
Sus manos se cuelan y se entierran en su cabello.
Leandro rasca sus ojos y estira su cabeza hacia atrás.
Están en silencio.
Bueno, la música del cubano se escucha muy suavemente de fondo.
-Leo...
-¿Si?
-Quiero echar uno... -susurra. Da otra calada.
Suele ir más fluido y menos hablado.
Suele ser más como lo imagina Leandro.
Ahora mismo está el mismo sentado en sus muslos. Akira le está quitando la ropa lentamente.
Igual es cosa de Leandro pero... esas situaciones de estar bajo el "cuidado" de quien le va a empotrar... eso le hace sentir un cosquilleo nervioso en el estómago.
Suele ser como ha imaginado al llegar a casa.
Acaba como ahora mismo.
Se agarra a su cuello con sus brazos, gime lo más bajo que puede.
Son las tantas de la noche y lxs vecinxs, lxs pocxs que hay allí dentro, descansan.
Ellos no. Ellos follan.
-A... Ki...Ra... Ki..ra... -gime como puede. El gemido también se permite el lujo de hacer lo mismo.
Eso y más.
Akira gruñe en su cuello y cierra sus ojos.
Leandro siente que se viene una y tres veces.
Akira no.
Akira siente como cada vez el cuerpo le pide un poquito más.
Verle subir y bajar es demasiado para él.
Se muerde el labio e intenta resistir el pequeño escozor debido a la posición. Tener que se tú quien moverse a veces es complicado.
Tienen las frente pegada a la ajena.
Los ojos de Akira están mirando sus labios. Leandro trata de forma fallida de aguantarse la voz.
Pero no puede.
Tiene los ojos cerrados y parte del labio herido.
Siempre es así.
La rutina es esa.
No hay variación.
El ciclo suele acabar con un cigarro.
Están tumbados en la misma cama.
Akira suspira y tira el humo por la boca.
Leandro mira al asiático.
-Aki.
-¿Hmm?
-¿Estás buscando novio o algo?
Es un silencio lo que trae la respuesta.
-No... creo que no...
Leandro asiente.
El humo es el telón que acaba con la función de la noche.
Eso y la luz apagada.
Acaba girando sobre el colchón.
Leandro, digo.
Acaba abrazado a Akira.
Y Akira respondiendo a ese calor tan agradable.
Así siempre.
Es rutina.
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