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Seis

Hasta a él le tiemblan las piernas.
Coge aire, peina su pelo hacía atrás y entra.

-Buenas... -dice por lo bajo, mirando su alrededor. Joder, quien lo diría. Ir sin la cartera produce un dolor en el estómago y una presión en la garganta terribles. Se siente tan inseguro...

-Hey, Morvok. -dice uno de los miles de compañeros suyos.

-Hola. -dice de la forma más natural posible. De verdad lo intenta... pero pensar que me han quitado la cartera le hace sentir minúsculo.
Incluso siendo enano se siente aún más pequeño.

Se recoge el pelo en una coleta pequeña y deja la mitad de su pelo suelto.

-¿Duales y algo más?

-No, eso nos servirá. -el coreano sonríe y coge una pistola, sólo para causar terror, y su filo de mayor confianza. -Capucha, Leandro.

-Ya.

-No, ya no tío. Llevas manga corta sólo.

-Ah... es verdad. Perdón. -y se da la vuelta a por la sudadera. No es la primera vez que su compañero tiene esas idas y venidas de certeza. No le culpa. No es que él lo busque. -¿Negra?

-Si puede ser. -coloca sus gafas de aviador en su cabeza y aprieta la goma de las mismas.

-Vamos. -el chico con mejillas pecosas sonríe. Abre la puerta y sale junto a él.
Antes de llegar al patio manda un mensaje a Pidge.
"Estamos de camino. No te despistes."

Ellos lo tienen relativamente fácil. O al menos en los primeros momentos.
Otros, no tanto.

-Morvok. -el mencionado despierta de su trance en un mundo de dinero y tarjetas. -Te he dicho que me dejes tu tarjeta de aquí. Necesito tus datos para el tema del dinero. -el hombre de ojos ámbar y manos grandes permanece de espaldas a él.

-No... no la llevo.

-Bueno, el DNI me sirve.

-No, es que... no... lo llevo.

-Morvok, si siempre lo llevas cabrón. Va, que no es nada. Es dinero. Un poco. Órdenes de arriba. -el hombre se gira. Y es al ver su cara de idiota cuando empieza a entender la situación. -Esa cara. Que pasa.

-No, nada...

-Morvok, explicamelo antes de que me líe a hostias, por favor te lo pido. -el mencionado traga saliva.

-Que... anoche... salí y... -no podía decirle que había estado en terreno enemigo. No quiere admitir que en ese sitio hay caderas con un ritmo embelesante y con un contorno hipnótico, que hay diosas y que hay Eros sin flores en la mano, sino tangas, cuero y billetes en la tarimas. - ...y me despisté y... perdí la cartera.

-¿Qué?...

-O me la robaron. No lo se. -junta sus manos y entrelaza sus dedos con los suyos propios. -Por favor. No le digas nada a nadie. -susurra en voz baja. -Si se enteran de que he perdido la tarjeta de aquí... me matan. Me matan seguro. Me parten las piernas... -el galra rueda sus ojos. -Sendak por favor no digas nada. No quiero que me tiren Sendak. Fue.. fue nada ¿una, dos copas? Seguro que se me cayó. Es que... -el galra más grande pega un manotazo a la mesa que resuena en la sala.

-Como no cierres la boca te la coso a guantazos. Y luego... -el otro galra frunce su ceño. -Vas a ir ahora a la comisaría de la esquina. Te haces un DNI rapidito y vuelves cagando hostias para hacerte la puta tarjeta de mierda. Y como vuelvas sin ella te juro por Dios que estás en la puta calle. -Morvok asiente.

-Voy ya. Ya de ya. No tardo. Nada. Nada de nada. Gracias. Muchas gracias de verdad. Gracias gracias gracias. -la voz le tiembla tanto como las piernas.

Calles mucho más alejadas del suburbio galra, hay un banco. Ese banco es de gente de valor, no de macarras con tatuajes o pistolitas.
Pero... ¡sorpresa! Ahora ya no pueden decir lo mismo.

Akira saca de su chaqueta su pistolita para aterrorizar a la clase alta que escupe en su dinero.

-¡Todo el mundo, las manos arriba, vamos! -se oyen murmuros de sorpresa, de miedo y de pánico. También hay chillidos que podrían romperte los tímpanos. -¡Vamos, todo el mundo de rodillas con las manos en alto! -Akira comienza a sentir como su voz, cuanto más la alza, más se quiebra. Mira a Leandro de reojo. -¡Quiero los móviles en el suelo, nada de actos heroicos u os vuelo la cabeza! -todos los rehenes dejan los móviles en el suelo con lentitud. Todos menos uno de los ricachones detrás de la mesa del banco.

-¡Fuera de aquí antes de que llame a la poli... -Leandro tiene en su punto de mira al hombre de pelo pobre y trajes de marca. -Esto... esto no me da miedo. -sonríe con el miedo pintado en los labios.

-Si no te sientas junto a ellos... -señala con su cabeza a los rehenes. - ...te juro por mi madre que no pisas esta sucursal de nuevo... -susurra sólo para él.

-Ya... esas pistolas no tienen... -Akira levanta su mano, estira su brazo y aprieta el gatillo dos veces. Las balas chocan contra el techo y el pladur del mismo cae poquito a poco.

-Vaya, ahora me han oído. -Leandro coloca la boca de la pistola en la sien del hombre. -Blue, encárgate de él. -Leandro asiente. No son imbéciles. Si algo saben es que sus nombres no pueden conocerse más. Si les pueden distraer con colores, mejor.
Leandro coge al hombre del cuello de la camisa y le hace chocar el pecho contra la pared.

-El móvil. Y nada de movimientos bruscos. -el aliento de Leandro choca en su nuca. Probablemente en otro contexto a ese tipo se le habría puesto dura, pero ahora mismo sólo puede pensar en su mujer y en el dinero del banco.
Los rehenes comienzan a temblar y a sufrir de ansiedad. Akira dirige una mirada a los mencionados. Levanta su vista a las cámaras. Se acuerda de las palabras de Pidge.

- Suelen usar todos el mismo modelo. Si tienen led, lo modificaré para que cambie a un tintineo verde. Si no es verde y es rojo, corred por que no la he podido hackear. Las pondré en un punto muerto para más seguridad.

Estaban giradas hacia la pared. Todo salía tan bien. Sonríe y camina por el pasillo vacio, lleno de suspiros y miedo.
Se dirige a la caja y mete el filo de su cuchillo en todos los huecos que ve.

Son 8 minutos los que le lleva el atracó. 8 minutos. Los rehenes vivos, los móviles sin cobertura, una vez más gracias a Pidge, y el director con una amenaza por parte de Leandro.

¿Sobre las denuncias? Siempre las hay. Y no es la primera vez. Tampoco extraña que entre los rehenes suela haber de todas las razas, o que hayan urgencias médicas como ataques de ansiedad. Y tampoco extraña que corra el rumor del atraco de Los Paladines.

Akira sólo puede escuchar el rugir de la moto y la risa de Leandro al ver el dinero en la bolsa de tela.
La mitad es para Hachiko pero... ¿y qué? ¡Es dinero joder!

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