Quince
Adam sisea en voz baja.
Shiro se acerca a él sonriendo, masajeando sus hombros.
-Suelta el ordenador ya, anda.
-No puedo. Tengo que encontrar la forma de que los galra... -bufa y pasa su mano por su cabello. -Genial. Se me ha congelado la puta página... -Shiro sonríe y besa su cabeza.
-Es tarde. Ven de una vez, anda. -el moreno gira su silla y queda cara a él.
-No sirvo para nada. -murmura el moreno. Shiro frunce su ceño.
-Hey... si te has tomado a pecho alguna de las instrucciones que les he dado al resto, mal hecho. Tú no entrar en el pack del grupo de los colorines. -Adam sonríe. Shiro está acariciando su cara. -Adam... ya nos conocemos desde hace mucho. Eres un ingeniero genial, y se te dan de miedo los cacharros. -sonríe y ladea su rostro. No deja de mirar sus ojos. -No me digas que no sirves. Eres en quien más confío ahora mismo... -Adam sonríe. Coloca una mano sobre la ajena.
-Gracias...
-Las gracias se dan cuando te ayudan o te prestan algo. No estoy haciendo ninguna de las dos. Estoy diciéndote lo que hay... - Shiro acaricia su mejilla con su pulgar. -Venga, vámonos. Es tarde. -el chico de gafas se levanta, no sin recibir antes un beso tierno en los labios por parte del asiático. Se gira para apagar el ordenador y recibe un apretón en su culo.
-Podríamos hacer algo esta noche...
-¿Como cabalgar hasta que se acabe el oxígeno? -Shiro besa su mejilla varias veces. Adam ríe negando.
-No, tonto. Digo... con todos. Pocas veces nos reunimos para pasar la noche o algo. Estaría divertido. -Shiro suspira.
-No me fío.
-Hashi...
-No me fío, Adam. Son capaces de escabullirse.
-Nunca lo han hecho. -el moreno está apagando el ordenador, hablando en un tono dulce.
-Ya, bueno...
-No digo hoy. Otro día... a mi haría ilusión. -y no necesita oír más.
-Mañana tal vez... si quieren...
-Claro que quieren. -Adam sonríe. Gira su rostro a Shiro una vez apaga el ordenador. -Nos lo pasaremos genial. Ya verás. Y hoy... -acaricia su mejilla y, descenciendo, su mentón. - ...me vale tu plan. -el asiático sonríe.
Le tiene loco. Esa sonrisa y esa actitud responsable le vuelve loco.
Y no es sorprendente que esté loco por ese chico. Para ninguno lo es.
Es la mañana siguiente. Nos habíamos quedado ahí, si.
Akira está en el baño. Tiene la aguja clavada en una de las venas de su brazo. Muerde su labio y cierra sus ojos en cuanto siente si brazo cargado debido a la goma, y suspira en cuanto nota la esencia hacerse paso entre la sangre. Coge aire y lo exhala con lentitud, aprovechando cada segundo de paz que le produce ese líquido irisado.
Se permite el lujo de ponerlo frente la luz que da la bombilla del baño.
Es irisado. Es azul, morado, rosa, verde, turquesa...
Todos los colores viven en ese líquido.
Se lava las manos en cuanto acaba con ese asunto y se mira al espejo. Ya ha salido de la ducha. Tiene el cabello empapado y la camiseta adherida a la espalda debido a la humedad.
Sale del baño y se encuentra con el moreno hecho una bola amorfa, con un brazo abrazando la almohada y otro cerca de sus labios.
Que le va a hacer. Culpa suya al darle las llaves.
Hace mucho ya de eso.
Hace mucho desde que se conocieron.
Se odiaban. Mucho.
Su encontronazo fue lamentable. Demasiado. Suele pasar cuando uno de los dos pretende tomar un papel heroico y, por desgracia, le sale el tiro por la culata. Aún se echa a reír cuando recuerda su cara...
Lamentable.
Da un sorbo a su café y mira las noticias.
Que asco. Aún no entiende como sigue viviendo en la ciudad. Bueno, la ciudad... en el peor lado. En el lado del caos, de la desobediencia y la lujuria. Donde el dinero vuela tan rápido como los tangas de las prostitutas, y los prostitutos.
Tan rápido como la calada a un cigarro o el tiro a un chivato.
Así funcionan las cosas. Y si no te gustan, sal como puedas. Las balas son más rápidas que un policía
Escucha unos pasos desnudos por el pasillo. Y ahí va un grito mañanero de Leandro. Un miniinfarto amenaza su indefenso cuerpo.
-¡Joder Akira!
-Buenos días. -murmura desganado el coreano.
-¿Cuando... a que puta hora has llegado?
-Ahora mismo. Hace... -mira el reloj. -Pues media hora o así.
-Joder... -murmura el moreno, buscando en los armarios algo que llevarse a la boca. -¿Me has hecho café? -Akira levanta la mirada hacia el moreno. Su cara de seriedad e incredulidad lo dice todo. -Eso es que no... ¿no?
-¿Tú para que tienes un piso, Leo?
-Joder... que estoy sólo allí.
-Y aquí.
-Está Cosmo.
-Es mi mascota.
-Ya pero... es que aquí... que mi piso está lejos y...
-¿No serás okupa?
-No, no no no. -Leandro niega. -Lo estoy pagando. Es sólo que... que no se. Aquí estoy bien. -se sienta frente a él. -¿Te... molesta mucho?
-No... no se... ya es que me da igual... -el coreano suspira y bebe de su vaso.
Y Leandro recuerda.
-¿Donde estabas?
-Con JG. -el moreno frunce el ceño. Ni puta idea tiene de que es eso o ese. -James. - nada. -Joder Lean, el de los recreativos.
-¡Ah vale! -el moreno ríe de forma tonta. -Y que, que tal, como ha ido. -Akira suspira.
-Bueno...
-¿Bueno?
-Si, ha estado bien.
-¿Sólo?
-Joder, ¿quieres detalles de su polla o...?
-¡No no no, déjalo! -el moreno niega.
-¿Y tú? -Leandro sonríe y rasca su nuca.
-Bien... si. Bien. Le he dicho si quería una cita y...
-Leandro, ella es...
-Ya, ya lo se. Pero... era por intentarlo. -mira su taza. -¿Que es?
-Café.
-¿Queda?
-Si. -el silencio se proclama junto una mirada inocente de Leandro. -Ya voy... -bufa el coreano.
Y otra vez enciende la cafetera.
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