Diecisiete
Lo tienen sentado en una silla. Tiene la cabeza agachada. La cara está prácticamente destrozada. Un cuadro, vaya. Tiene sangre seca en la comisura de la boca, en el puente de la nariz y en las cosas nasales. Uno de sus ojos está pintado de rojo burdeos y violeta.
Siente que se va a dormir en cualquier instante.
Segundos previos ha sido "torturado".
-¡No, no por favor! ¡¿Que es eso!? -una aguja con un líquido irisado en su interior se acerca de las manos de uno de los galra. -¡Esperad, esperad! -Sendak comienza a perder la paciencia. Le coge del cabello y le levanta la cabeza con fuera. El hombre gime de dolor.
-Quieto y callado. Después tendrás tiempo para hablar. -siente la aguja clavarse con la rabia de un rayo en una de las venas de su cuello. El grito de dolor que suelta es indescriptible. Cierra los ojos y aprieta sus dientes con rabia y dolor.
Después de eso se encuentra medio inconsciente atado a una silla.
Sendak entra de nuevo junto un portazo a una puerta metálica.
-Eh, despierta. -el hombre de cabezadas a los lados. No sabe donde está. De siente mareado. -¡Eh! -espabila instantáneamente.
-Hola... -murmura en voz baja y un poco compleja de entender.
-A ver si es verdad que sirve. -el galra "superior" dirige una mirada a sus compañeros. Con una pistola en la mano, mira al hombre que está sentado en la silla. -Como coño te llamas.
-Slav... - Sendak frunce su ceño.
-Ruso.
-No lo se... pregunte a mi madre... -sigue un poco adormilado. Sendak bufa. Si antes no conseguía aguantarlo con los chillidos, ahora con las chorradas que suelta menos.
-Espabila, vamos. -gruñe. -¿Con quien trabajas?
-Una plantilla... Sven... parece Ruso también... -ríe en voz baja. Sendak levanta la pistola y le apunta en el pecho.
-¿Vas con los paladines?
-No se quienes son...
-¿Tuviste que ver con ellos cuando el atraco al banco? -Slav niega. Su globo ocular está enrojecido y sus pupilas dilatadas.
-No, sólo fui a por dinero...
-¿Robar?
-Al cajero... sacar... -habla lento y pausado. Tan lento que a Sendak le dan ganas de meterle tanta mierda por las venas como para hacer que estalle su organismo. También es verdad que Sendak jamás destacó por solidaridad y bondad. Más bien por su lado sanguinario y macabro.
-¿Cuál era tu nombre? -si miente no recordaría ese nombre tan raro.
-Slav... -pero no es el caso. Si, dice la verdad.
Sendak mira a los galras que le acompañan.
-Funciona. -murmura en voz baja, de espaldas a Slav. -Lo tenemos.
Mientras, dos niñatos con casco, sudadera y vaqueros rotos van en la moto de uno de los dos. El azabache hace que su pequeño gatito gruñe tan alto como un trueno. No le da miedo saltarse algún semáforo y mucho menos hacerle una peineta a alguno de los banqueros que tratan de cruzar por el paso de peatones. No sería la primera vez que le multasen por culpa de un radar. Tampoco seria la primera vez que ignorara las multas y se tirara, es decir se dejase follar, por un agente como indulto. Así van las cosas.
Y ahora esos dos niñatos están en el suelo de un centro comercial, con las capuchas puestas y el pelo despeinado, no es el caso de Leandro, comiendo un combo con patatas deluxe y hamburguesas. Aunque algunos evitan comer ciertas cosas.
-Vale, me toca. -ambos pasan el rato así. -Mmm... vale. Que prefieres: ¿que te priven de echar polvos... -Akira bufa ante la propuesta. - ...o tirarte al más feo del planeta dos veces a la semana? -Akira niega. Aparta la pajita del refresco de sus labios y se echa a reír.
-Al feo. Elijo al feo.
-¡Estas enfermo!
-No es mi culpa que no valores el sexo.
-¡Si lo valoro!
-No te preocupes, me lo agradecerás esas dos veces a la semana. -Leandro frunce el ceño al no entenderlo. Al entenderlo abre sus ojos y mira a Akira.
-¡Eh! - el moreno bufa y mira hacia delante. Allí mismo una chica sirviendo una mesa. -Joder vaya pivón... -Akira suspira y coge de nuevo su refresco.
-Me toca. Que prefieres: ¿follar sólo con tías o sólo con tíos? - Leandro suspira y mira a la chica de arriba a abajo.
-Joder... pues no lo se. El de tios lleva la ventaja de elegir posición pero... bah, las tías.
-¿En serio?
-Si.
-Tienes de bisexual lo mismo que yo de rubio.
-¡Tenía que elegir! -el moreno suspira. Mira a su alrededor y se levanta. -Ven, acompañame al baño.
-Eso lo hacen las tías.
-Que más da, imbécil. Vamos. -tiende la mano al coreano y le ayuda a levantarse. Tiran los paquetes de comida vacíos a la basura y se dirigen al baño.
Por el lado de ambos pasa un tío que alegra la vista de ambos. Ambos se giran a la vez y admiran tal escultura. Maldita bisexualidad, piensa Leandro.
Entra en el baño y el moreno saca un cigarro. Lo enciende y se sienta en la pila.
-Era más lógico salir fuera.
-Ya, pero quiero mear ahora.
-¿Y para que enciendes el piti?
-¡Por que quiero fumar, déjame! -el coreano niega y suspira. Se sube a la pila y mira el techo. Leandro tira el humo por la boca y mira a Akira. -Tío, voy a lanzarme hoy.
-¿Para?
-Allura. Hoy si que si. -Akira ríe mientras niega.
-Leo, déjalo.
-Que no tío. Que yo creo que si me entiende... puede surgir algo. No se.
-Pero que es puta, Lean.
-Ya pero... yo que se. Una relación poliamorosa. Hay que abrirse a nuevos... -y la alarma antihumos se enciende. Ambos miran el techo atemorizados. El pitido es horrible.
-¡Todo por fumar aquí!
-¡Y yo que sabía de la puta alarma!
-¡Joder Leandro joder!
-¡Viene, viene alguien! -los pasos de alguien se oyen desde dentro del baño. Ambos se meten en un cubículo. La puerta se abre. El guarda de seguridad observa el baño. Huele a tabaco.
-¡Aquí no se puede fumar eh! -silencio. Ambos están subidos a la tapa del váter. Leandro se aguanta la risa.
Tras unos segundos la puerta se cierra.
Akira mira a Leandro.
-¿Que hacemos? - murmura el azabache.
-Salir.
-No no no.
-Si. Y corremos.
-Que no.
-A la de tres. Va. Saca las llaves de la moto.
-Leandro no. -abre la puerta del cubículo en silencio. Apaga la colilla y la tira al váter.
-Una...
-No.
-Dos...
-Que no. -Leandro coge la muñeca de Akira y abre la puerta del baño rápidamente.
-¡Tres! -las voces de ambos recorren el pasillo del centro comercial. Llevan la capucha, la risa en la boca y la adrenalina en las venas.
Suben a la moto y en un abrir y cerrar de ojos están de nuevo sobre el león rojo de gasolina y motor.
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