Cuarenta y tres
Los golpes cada vez suenan más fuerte. Son suaves pero suenan. Y su voz también.
Son las 12 de la mañana.
-Ah... ¡ah... ahh... si... si! -el cubano encorva la espalda, con las manitas pegadas en la zona de las muñecas. Tiene una vez más el cuerpo inclinado hacia delante, con el culito en pompa. Clava sus uñas en su propia piel, tratando de no deshacerse entero en un gemido.
Inevitablemente gime una última vez y en un gruñido se corre contra una mano.
Lotor está sobre su espalda. Ha dejado de mover sus caderas para mantenerse contra su piel y sobre él. Tira el aire de forma descordinada sobre su nuca. Tiene su cara escondida en su cuello. Besa su frente mientras se mantiene dentro suya.
Leandro tira el aire por la boca y cierra sus ojos. Lotor ríe en un murmullo. El moreno de pecas siente como su mano aterriza en su trasero en un rápido azote. Claro, no se va a tragar el gemido que le provocan esos azotes suyos. Si es que en el fondo le gustan...
La mano permanece allí un rato. Después ese cuerpo cae a su lado, rendido y sudado, igual que él.
Leandro abre sus ojos. Ahí está otra vez, a su lado. Sus ojos afilados y atrevidos le vuelven a retar. Sonríe y besa sus labios con lentitud, con muchísima paciencia. Lotor sólo puede recorrer con la mano su cuerpo, su cintura y sus muslos. Leandro se queda ahí, mirando sus ojos.
-¿Bien? -susurra Lotor.
-Genial... -sonríe.
-Verdad que si... -susurra. Abraza su cuerpo contra él y esconde su cara en su cuello. Huele bien. Huele a sudor. Ese olor le gusta. No es olor a sudor fuerte, es olor a calor, a estar al sol en la playa. Le gusta ese olor... -Me encanta esto... - susurra Lotor.
-¿El qué?
-Estar así... tu y yo... me gusta... -murmura.
-¿Mucho?
-Si... -susurra después de mucho rato. Se quedan mirándose. Creen entenderse en esa mirada. Sobran las palabras. -Mucho... -murmura mirando los ojos de Lance. En una sonrisa pega su frente en su hombro, en el que tiene tantas pecas. Tantas que se pondría a contarlas. Escucha su respiración. Ambos se escuchan.
-A mi también me gusta. - susurra el moreno. A Lotor le parece que el corazón le ha dado un bombeo de más. Levanta la mirada. Ahí está mirándole otra vez...
Algún día le mataran esos ojos azules. Eso o le tragaran a su océano de locura. A saber...
Lotor acaricia su mejilla con su pulgar.
-¿En serio? - susurra. Leandro asiente.
Se entienden. Perfectamente. El moreno sonríe y cierra sus ojos.
Le duele el culo. El culo y las mejillas de tanto sonreír.
Lotor, otra vez sobre su cuerpo, esconde su cara en su pecho. No va a dejar de llenarlo de besos. Se separa de su piel y le coge la cara. Leandro no puede dejar de reír contra su rostro.
Ambos sonríen. Y se miran. Y se besan. Y se abrazan de nuevo. Y Leandro le abraza la cintura con las piernas. Y pega a él. Y así todo el rato...
Otros en cambio aceleran con la moto en una carretera llena de coches en hora punta. Lleva el casco, su pantalón ceñido y su chaqueta roja con cuello de plumas. Le pitan algunos coches antes lo acelerones arriesgados que pega. Es que tiene prisa, la verdad.
Frunce el ceño y se salta el 3er semáforo en rojo. No le cuesta esquivar coches. Está bien entrenado. Igual son genes...
No quiere hacer lo que va a hacer. Pero le toca. Le toca hacerlo.
Traga saliva y se quita el casco. Coge aire y abre el local con la palma de la mano.
-Hola Akira. -murmura Corán desde la barra. -Hacia mucho que no se te veía el pelo por aquí. -le mira el mencionado. -Por cierto, tienes raíces. -Akira chasquea la lengua y niega.
-Ya. Esto... esencia. 4 botes grandes. -Corán alza las cejas.
-Me lo tienes que pagar.
-Que si.
-Vaya fiesta te vas a pegar... -Akira siente como se me revuelve el estómago. Sólo puede pensar en las convulsiones de Adam. Quiere vomitar. Vomitar y pegarse contra el mostrador cabezazos. Y quemar ese sofá que le ensimismo esa fatídica noche. Ese sofá y esos besos... mierda, joder...
Todo sería diferente con un poco de atención...
Corán presenta las botellas frente a él, dentro de una bolsa. Akira bufa.
-Cuanto.
Sale de malas formas de allí dentro. Literalmente se ha quedado con la cartera vacía. Y ni si quiera es para él eso... es que ya le jodería ser la chacha. Ahora es el camello de turno. Jódete.
Mete las botellas en el pequeño maletero de si querido tigre rojo y la arranca de nuevo. Coge aire y lo tira.
Siente aún náuseas. Ver ese líquido iridiscente a despertado en el un asco que jamás se había imaginado.
Arranca y tira a la ciudad de nuevo. Esta vez por el primer desvío que pilla. Ha quedado en otro lado.
Es después de un recorrido largo en moto cuando llega a su destino.
Está en un descampado. Casi el mismo tipo de sitios como cuando quedaba con Leandro a comer hamburguesas y patatas y ver el paisaje. Hace ya de esas cosas... y parecía ayer... a saber que está haciendo...
Se sienta en su moto, pegado a una pared. No sabe que se le viene encima. Lleva encima su querido filo y alguna pistola de Leandro. Alguna de esas que usaba para practicar que ya no quiere y simplemente trastea con ella...
Escucha pasos.
Levanta la mirada. Lleva su capucha y una bandana tapando la miras de su boca. Cuando levanta sus ojos de encuentra a un tipo de pinta deplorable, pulso peligroso y mirada histérica frente a él. Un drogadicto, piensa.
-¿Ruso? -murmura Akira. El hombre asiente.
-Si. -el hombre de cabello canoso está a una distancia prudente. -Déjala en el suelo. -el chico suspira. No quiere tocar la esencia... ni verla... tiene ganas de vomitar.
Coge la bolsa y con angustia en el cuerpo, con unas náuseas horribles y con malestar general, deja la bolsa entre ellos.
-Cuatro. Es en lo que quedamos.
-Grandes.
-Si. -extiende la mano. -Quiero mi recompensa. -murmura. Sólo quiere su recompensa. Tiene el filo en el bolsillo trasero. Un paso en falso y el yonki le dura un minuto. Pero siente que no va a ser así, que no va a jugársela. El hombre saca un sobre y lo deja junto a la esencia.
Esa llamada ha sido lo suficiente como para saber que lo de Adam no acababa ahí.
Esencia a cambio de algo. Algo que no sabe si prefiere tener en sus manos.
Coge el sobre. Mira al hombre. Sabe las ganas que tiene de irse. Lo nota en la vena del cuello que sobresale de su ropa, toda echa arapos. Mira el sobre de vuelta.
El ambiente es tenso. Mucho. Es demasiado incómodo. Huele a miedo, sudor y peligro. No se fía nada de todo eso... pero aún así sigue.
Abre el sobre.
Dentro de él dos fotos.
Traga saliva. Saca una con cuidado.
Ve la cara.
Es Adam.
Es Adam. Y no está precisamente vivo.
La vuelve a guardar.
-Donde está. -murmura el asiático.
-No puedo decirte más. Estate atento, al móvil. - murmura. Akira observa como con mucho dolor, se agacha y coge la bolsa de cuatro botellas. -Gracias. -murmura.
-Quiero saber más. -murmura de forma seca.
-El móvil. Atento. -dice sin más. El ruso sólo echa a andar. Cansado y lleno de drogas que de un momento a otro estallaran en su corazón.
Akira solo puede darse la vuelta y arrancar su moto, con cuidado. No sabe si al darse la vuelta y arrancar le van a clavar un navajazo. No, no es el caso gracias a Dios.
Arranca y tira a la ciudad.
Lleva en el maletero, en el mismo maletero en el que estaban las botellas con droga, con esencia, está el sobre con las fotos del cadáver de Adam.
Ese juguetito que los galras ahora saben controlar a su favor.
Llega a casa.
Lo primero que hace es tirar las llaves por ahí. Lo siguiente, la chaqueta. Detrás va el casco.
El sobre esta en su bolsillo trasero. Lo tira al centro de la mesa.
No quiere. No quiere verlo. No quiere abrirlo.
No quiere verle la cara a la muerte otra vez. No. No otra vez con eso.
Sí algo odiaba era eso, revolcarse en el pasado.
Lo odia. Y ahora parece que su vida es eso. Parece que esa es su rutina.
Pasa sus manos por su cabello y tira el aire por su boca.
Lloraría. De verdad que si. Pero no sabe. No sabe llorar.
No sabe como echarse a llorar sin sentirse una mierda. Sin sentirse culpable de todo.
Slav entra con dos tipos detrás suya al local. Al local que a partir de ahora tiene pinta de que va a ser su casa.
Siente una pistola en la sien.
Adivina adivinanza.
-Suelta la bolsa. -murmura esa voz del demonio que está cansado de escuchar. Si, es Sendak. -Déjala en el suelo despacito, que no oiga un puto cristal. - murmura serio. Slav se agacha con lentitud. Deja la bolsa en el suelo. Levanta las manos, sudando, con una taquicardia invadiendo su pecho. Traga saliva y tuerce sus labios. Tiene miedo, mucho. La pistola está fría. La siente en la zona de la nuca, en la zona del cerebelo. Si aprieta el gatillo, lo mata.
Escucha un sonido metálico.
Va a disparar. Va a morir. Está muerto. Ya está, es el fin.
Sendak se gira y coge la bolsa.
-Al cuartito. Vamos. -los tipos que están tras Slav cogen sus brazos. El ruso, aún sorprendido de estar vivo, niega y chilla de nuevo. -Va a acabar conmigo ese pedazo de cerdo... -murmura el más grande. Bufa y peina su pelo engominado hacia atrás. Algún mechón salvaje cae sobre su frente y deja ver un aspecto desenfadado. Quien sabe si sexy. Es un tipo de 1.83, con relojes en sus fuertes brazos, pintas de tío serio y forrado, y facciones marcadas. No deja de ser un puto mafioso criminal que juega con la vida de la gente por dinero. Dinero y drogas. Dinero y poder. Por el puto poder. ¡Por ser el puto rey de corral de gallinas, joder!
Se sienta sobre el sofá de cuero rojo del local.
En un marco de la puerta está Lotor, observando toda la escenita.
Ahora observa a Sendak sacar del bolsillo de sus vaqueros una bolsa con polvo blanco y un billete de 100. Os imagináis el resto, ¿no?
Pasa el rollo de papel sobre la línea blanca fina. Va desapareciendo mientras el tubito viaja. Se echa hacia atrás y cierra sus ojos.
-¿Ya lo tienes?
-El primero.
-De muchos. -murmura el albino.
-Más te vale. -Sendak dirige sus ojos al cuerpo fino y esbelto de Lotor. -Te veo contento... -dice el mayor.
-Es que lo estoy. -dice dándole la espalda.
-Eh.
-Tengo nombre.
-Ven, Lotor. No te hagas de rogar, hostias. -se acomoda y gruñe. Lotor camina hacía él. -Ven. -palmea sus muslos.
-Págame.
-Siéntate hostias. -el albino accede. -Tengo una duda. -peina su pelo largo.
-Dime.
La puerta del piso de Akira se vuelve a abrir. Ahora no es Akira: es una sonrisa con patas que tararea una canción.
-Que peste a tabaco. -dice Leandro.
-Hola. -replica Akira.
-Vaya cara. ¿Qué te pasa? -Akira traga saliva.
No, no va a decir nada. No va a decirle que está traficando con lo mismo que se gana dinero el Altea's Rocket. No va a decirle que le ha visto la cara a Adam y está muerto.
-Nada. Estoy igual que siempre.
-Pues eso. Vaya cara de mierda. -Leandro deja su chaqueta caqui en la percha, peina su cabello y se sienta junto a en el sofá. -Pásame el cigarro. -se lo pasa. Da una calada y mira a Akira. -Venga
-Qué.
-Cuéntame. Qué pasa.
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