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El demonio pintado en cualquier cuadro no era ni remotamente tan negro y sombrío como el que se paseaba junto a Yoongi esa noche. El pelinegro confiaba en que seguramente en su vida anterior había rasguñado las túnicas de algunos santos o de lo contrario no lo hubiesen castigado en ésta al encontrarse frente a frente con el mismísimo Diablo.

Min.

Su piel manchada, su cuerpo profanado, sus labios rotos, sus lágrimas ácidas... Nada de aquello dolía tanto como el vacío inmenso que devoraba su interior. Ningún miedo le había hecho el corazón un río de lágrimas y punzadas como el que sentía ahora mientras caminaba con las manos atadas a la espalda, el cuerpo adolorido y el alma hecha pedazos desde el momento el que se dio cuenta dónde estaba.

Neon.

El lugar estaba vacío, desordenado, olía a lujuria como de costumbre y sus paredes oscuras eran sólo iluminadas por las luces rosadas y rojas que le daban el aire que merecía de antro. 

Yoongi observó algunos detalles que nunca antes había notado como por ejemplo las estatuas de ángeles que adornaban los rincones implorando al cielo la piedad que no le daban sus clientes y quienes eran obligados a ser testigos de los actos mundanos y lujuriosos que se cometían allí dentro. Tampoco había visto las cadenas y collares que pedían de algunas telas que cerraban las colchas donde muchos llevaban a cabo juegos pre coito.

Y vaya que no había notado tantas cosas que ahora parecían insignificantes pero al mismo tiempo espeluznantes. 

¿Por qué Min lo había llevado a Neón? Si era para matarlo podía haberlo hecho en el antiguo sótano de la casa y simplemente deshacerse de su cuerpo. Era una alternativa más lógica que traerlo a un club sexual que extrañamente estaba vacío como si de pronto hubiesen corrido a todos los clientes.

Incluso había cierto utensilios en el suelo pero para cuando Yoongi quiso seguir analizando la situación su cabeza fue golpeada por detrás por uno de los hombres de Min. Al parecer este llevaba rato balbuceando cosas que Yoongi no había escuchado.

  — Entonces hijo mío, ¿has echado un vistazo al lugar en dónde estás?

¿Había escuchado mal? Min acababa de llamarle "hijo".

¿Cómo podía ser tan hijo de puta para tener un semblante tan sereno? ¡Había matado a Namjoon en un parpadear! 

Meditó entonces el pelinegro y llegó a la conclusión de que podía guardar la calma y tener serenidad porque no era la primera vez que asesinaba. Era la única explicación.

— Neón —Dijo Yoongi con la garganta tan seca que la palabra casi se hace arena en sus labios. Tenía la sangre seca alrededor de la boca y el resto del rostro. Su cabeza aún dolía y su cuerpo parecía estar cargado de plomo. Estaba cansado —Si ibas a matarme podrías haberlo hecho sin violarme primero, ¿o qué... se te pegaron los gustos de la puta de tu esposa? —Escupió ya sin nada que perder. 

Iba a morir de todas formas, ¿entonces para qué quedarse callado?

Min tensó su mandíbula por un segundo pero Yoongi notó que el comentario le había afectado a pesar de que seguía queriendo guardar la calma en su rostro.  

 Siguieron caminando por el pasillo donde estaban las habitaciones hasta que finalmente se detuvieron frente a la puerta de una de ellas.

— ¿Por qué crees que te he traído a Neón? —Era la segunda pregunta que Min le hacía.

Yoongi rió secamente y bajó la cabeza. 

— ¿Vas a ponerme tu pene en la boca mientras gimes el nombre de tu mujer?

Quería provocarlo, quería que de una vez pusiera la boca del arma en su sien y la detonara.

Gracias a ese comentario se ganó unas cuantas patadas en el estómago que lo hicieron caer al suelo por parte de dos hombres de Min. Escupió sangre nuevamente y el sabor metálico le remojó los labios. Uno de los hombres lo levantó bruscamente y lo colocó frente a Min sosteniéndole el cuello por detrás como si intentara domar a un perro rabioso.

— Quiero repetirte la pregunta, Yoongi. ¿Tienes idea del por qué te he traído?

Yoongi escupió la sangre a la cara de Min.

Este apretó los labios y cerró los ojos en un gesto de infinita paciencia. Sacó un pañuelo de su pantalón y se limpió la cara para posteriormente limpiar la sangre en los de Yoongi.

— No me toques, joder —Dijo intentando moverse pero el agarre en su cuello era muy fuerte.

— Supongo que no tienes ni idea —Min permanecía apacible. 

— ¿Debería tenerla? Puedes matarme ahora mismo, vamos. Ya no quiero pensar en más estupideces ni ver tu maldita cara—Ladró colérico.

— Sabes, creo que ese carácter lo debiste haber sacado de tu madre. 

— No hables de mi madre ahora, hijo de puta —Intentó zafarse de lo que ataba sus manos pero no pudo. Volvió a recibir un golpe en el estómago.

Min lo miró con lástima o rabia, Yoongi no supo y tampoco le importaba.

¿Cuánto más tendría que aguantar? ¿Qué castigo era ese de postergar su muerte? 

Yoongi empezó a sentirse mareado debido a la falta de agua y el cansancio, los golpes y las magulladuras. Seguramente tenía una hemorragia o al menos alguna costilla rota porque respirar le dolía. O una contusión en la cabeza, quién sabe.

Min soltó un largo suspiro, miró hacia uno de sus hombres y con el mentón le hizo señas que abriera la puerta de la habitación.

Enseguida entraron a ella y Yoongi no encontró nada inusual, era la típica habitación de Neón con sus decoraciones indecorosas y oscuras que alimentaban la lujuria de sus clientes, una gran cama en el medio, no había televisor y una lámpara pequeña de cristal encima de la cama. Si había algo más Yoongi no lo supo.

Pero sí supo que definitivamente debía estar en el infierno y que encontrarse cara a cara con el demonio debía ser menos terrorífico que lo que tenía frente a sus ojos.

A Sae Wa.   

  — Te dije que iba a cumplir la última de mis promesas —Y quiso pensar que todo era un sueño pero la verdad es que fuera de ser una pesadilla, era una maldita desgracia. 

Supuso entonces que sí, que en su vida pasada había hecho molestar a Dios.  

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