37
A la distancia su madre le extendía la mano, la agitaba repetidas veces para hacerle entender que debía seguirla por aquella puerta. Ella ya estaba a punto de cruzar el marco y perderse en la inmensa luz que aguardaba detrás pero Yoongi permanecía inmóvil, arrodillado mirándola partir.
Sabía que tenía miedo y que la sonrisa en el rostro de ella era totalmente falsa. Podía sentir su miedo a millas de distancia, sin embargo, no había nada que él pudiera hacer para disiparlo. Solamente podía observarla alejarse y perderse... Perderse para siempre.
¿Volvería a verla?
Mamá.
Una lágrima resbaló por la mejilla del pelinegro, la frialdad de la misma se extendió hasta su mentón y cayó en el suelo. Yoongi pudo ver como desaparecía a la distancia, sentía un dolor punzante en su nuca y no era precisamente por el sueño que acababa de tener. Nada tenía que ver con ver el rostro de su madre lleno de lágrimas mientras sonreía.
Se debía al golpe que había recibido en el estudio de Min y que lo había hecho perder la conciencia por al menos dos horas. Ese tiempo le sirvió a Min para varias cosas pero la más importante de todas es que tenía a Yoongi en sus manos y nadie lo sabía.
Excepto por Namjoon.
— ¡Yoongi, Yoongi! —Llamó el moreno mientras sentía como el sudor le caía a cántaros en el rostro —Hombre, ¿estás despierto?
Yoongi movió lentamente la cabeza para asentir. Se sentía mareado y no había recuperado la vista por completo, todavía las imágenes se formaban borrosas en su retina.
De lo que sí estaba consciente era del inmenso dolor que sentía en su torso y brazos además del de cabeza.
— ¿Qué... —Se tomó su tiempo para afinar la vista y oídos, levantó la mirada y vio a Namjoon a unos metros de él suspendido en el aire amarrado con una soga por alrededor del torso, aprisionando sus manos —Pero, ¿qué mierda... —Replicó con la voz ronca. Tenía la garganta seca.
— Yoongi, nos han cogido.
No había sido hasta ese momento cuando el pelinegro notó que él estaba en la misma posición incómoda que Namjoon y que el sabor metálico que sentía en la boca probablemente era su sangre.
— Pensé que te habían matado, Dios... Cuando te trajeron con la cara toda ensangrentada.
— Me han golpeado en la nuca —Dijo arrugando el rostro un poco por el dolor —¿Cómo te agarraron?
Yoongi empezó a inspeccionar el lugar donde ambos se encontraban y luego de ver un montón de tuberías viejas, algunas sillas de un juego de comedor antiguo y una que otra estatuilla llegó a la conclusión que estaban en el sótano de su antigua casa.
Maldita casa, maldito infierno.
— Fue cuando estaba llegando a mi casa... No lo sé, pudieron haber interceptado nuestras llamadas o habernos seguido —Namjoon tenía el rostro magullado, seguramente se había resistido a que lo agarraran.
— Joon, por Dios —Yoongi rió con amargura —Esta no es una maldita película de espías —Se removió un poco y sintió el fuerte agarre de la soga en sus brazos —Hijos de puta...
— Ficción o no, lo cierto es que nos han agarrado y nos van a matar. ¿Lo sabes, no? —Dijo Joon derrotado. Se veía tan patéticamente derrotado colgando de aquella soga que Yoongi se rió con amargura al imaginarse que él lucía igual o peor.
— ¿Matarnos...? —Yoongi pensó inmediatamente en Sae Wa.
¿Quién le iba a explicar a Sae que estaba a punto de morir?
¿Quién iba a estar con ella cuando él ya se hubiera ido para siempre?
La sola idea le revolvió el estómago.
— ¿Qué haces? —Preguntó Namjoon cuando lo vio removerse con fuerzas —¡Sólo harás que te apreten más!
— Maldita... maldita sea —Refunfuñaba el pelinegro sin prestar atención a lo que decía el moreno.
Maldita sea el día que había llegado a aquella casa.
Maldita sea cuando se enteró que su madre lo había dejado.
Maldita sea la primera vez que la señora Min lo tocó.
Maldita sea su vida ahora y siempre.
Lo único que podía rescatar de todo era haber conocido a Sae Wa, Taehyung y Hoseok. Y aún así...
— No, no voy a morir aquí —Dijo para sí mismo sintiendo como sus lágrimas tocaban su nariz —Yo tengo que verla de nuevo y pedirle perdón.
Namjoon lo miraba desalentado y con lástima.
Sabía que no había escapatoria, que no había tal plan de héroes donde se soltaban y mataban a sus victimarios.
No, ellos serían los que morirían esa noche.
— Estaba tan cerca... —Espetó pero cuando Joon fue a contestarle sintieron que la puerta de madera rechinó al abrirse.
— Maldición —Espetó Joon en voz baja sintiendo la ira apoderarse de su cuerpo. Más que miedo a la muerte estaba furioso consigo mismo por haber sido descuidado. Un detective siempre debía estar alerta y él había fallado en esa premisa.
El repique de los zapatos de Min fue cada vez más intenso hasta que finalmente pudieron ver la silueta del hombre frente a ellos acompañado de uno de sus hombres.
— Ya han despertado —Dijo Min acomodándose los lentes. Le hizo señas a su hombre para que arrastrara una de las viejas sillas y se sentó cerca de los dos cuerpos colgantes que lo miraban con todo menos piedad.
Si tan sólo los deseos de matar a Min pudieran cortar esas sogas.
— ¿Qué mierda crees que estás haciendo? —Ladró Yoongi con sus oscuros ojos negros clavados en el sujeto. Sentía como la sangre corría por su cuello y su cabeza dolía intensamente.
Min simplemente observó, paseó su mirada entre Yoongi y Namjoon y finalmente luego de unos minutos de silencio extendió su mano y el hombre que lo acompañaba le cedió un arma.
— No creí que volvería a verte, detective Kim.
Namjoon escupió al suelo.
— Y la próxima vez que lo hagamos te aseguro que será en el infierno.
Min sonrió levemente pero sus ojos permanecieron igual de vacíos y sombríos.
— Que así sea —Dijo.
El cuerpo del moreno dejó de moverse inmediatamente luego de que Min detonara el arma y el disparo le diera en el pecho.
— ¿¡Qué mierda!? —Gritó Yoongi tratando de zafarse de las sogas mientras gritaba el nombre del moreno —¿¡Por qué le has disparado, maldito infeliz!? —Sus ojos muy abiertos, rojos, llenos de lágrimas que se mezclaban con la sangre seca de su rostro.
Min volvió a permanecer en silencio, hizo un gesto para que el hombre bajara el cuerpo de Namjoon cuya herida había goteado hasta dejar un charco de sangre en el suelo.
— No había nada que decirnos —Dijo sepulcral.
Yoongi tenía la mandíbula apretada, tanto que casi podían escucharse sus dientes rechinar unos contra los otros.
— En cambio tú y yo sí tenemos un par de cosas de qué hablar, Yoongi —Dejó el arma hacia un lado y vio cómo el cuerpo de Namjoon era arrastrado hacia un lado del sótano, colocado en una esquina oscura y húmeda.
— Bájame de aquí para que yo mismo pueda matarte —Escupió Yoongi —¡Te voy a matar yo mismo, lo juro!
— Eso debiste hacerlo antes de que me enterara de lo que estabas haciendo a mis espaldas, chico —Dijo con aires de superioridad —Pero supongo que no fuiste lo suficientemente cuidadoso y ahora sé que ibas tras mis negocios ilegales. ¿Creías que ganarías esto?
Yoongi sólo rechinaba sus dientes con la mirada clavada en el rostro impasible de Min. Si pudiera agarrar por el cuello aquel hombre no lo soltaría hasta que soltara el último suspiro.
— Aún puedo hacerlo. ¡Aún puedo mandarte a la cárcel!
— Oh, ¿sí? —Min fingió sorpresa —Creo que piensas que tu amigo Taehyung puede hacer algo ¿no es así?
Yoongi se quedó helado, no podía articular las siguientes palabras que se habían formulado en su cerebro.
— Si le hiciste algo a Tae...
— Oh, no, no. Ya la justicia se hará cargo de él —Miró su reloj de muñeca —Ahora mismo deben estar arrestándolo por ciertos errores del pasado.
Yoongi sintió como más lágrimas brotaron de sus ojos y ardían como ácidos, eran agujas que se estaban clavando en sus mejillas.
Su querido amigo Tae.
Taehyung, el que siempre estuvo para él iba a ir preso por haberlo ayudado.
— Eres un maldito...
— Yoongi, por más que me maldigas no va a ocurrir nada aquí. Tú sigue maldiciéndome y yo seguiré contándote algunas cositas, ¿sí?
El empleado de Min se acercó a su lado y se quedó allí mirando fijamente a Yoongi como esperando recibir alguna orden.
— Si vas a matarme, hazlo ya.
— ¿Matarte?
El aire del sótano era caliente, tanto que las lágrimas de Yoongi se confundían con su sudor.
— Esa parte del libro todavía no la he escrito pero va en camino, lo prometo.
Yoongi bajó el rostro y lloró en silencio.
— Buen chico, ¿ves? —Se dirigió a su empleado —Ojalá todos fueran como él hasta el final —Se arregló en el asiento y cruzó las piernas —Obviemos la parte en la que me descubres traficando metanfetamina con China y parte de Corea. Pasemos directamente a algo que te interesa muchísimo más.
El pelinegro seguía en la misma actitud de resignación. Simplemente pensaba en que su hora había llegado y que más nunca podría ver a su Sae, a Tae, Hoseok o su hermana. Y nunca encontraría a su madre.
— Cuando llegaste a nuestra casa creí que serías un buen prospecto pero pronto me equivoqué cuando me di cuenta que mi esposa sentía algo más que cariño por ti... Cielos... —Puso una mueca de asco —Al principio me dio tanto asco que casi te eché de la casa pero ella insistió tanto. Debías tener algo que a ella le parecía mejor que yo.
Yoongi sintió que el estómago se le revolvió, su cerebro inmediatamente empezó a recordar a la señora Min. Su lengua, sus dedos, sus palabras venenosas... Quería arrancarse los oídos.
— En fin —Min suspiró largamente —Creí que ella no llegaría tan lejos. Pero, ¿te soy sincero ya que vas a morir de todas formas?
Yoongi ni se inmutó.
— Me di cuenta que en serio tu cuerpo de bicho y tu cara de idiota la habían atrapado en serio cuando mató a tu madre.
El estómago de Yoongi rugió, dio vueltas, se enredó sobre sí mismo. Su garganta no podía emitir palabra alguna porque se había trancado súbitamente, le faltaba el aire, sus pulmones parecían haberse llenado de piedras porque respirar dolía.
— Tu madre... ella... ella se enteró.
— ¡Mamá!, ¿por qué me dejaste?
— Y mi esposa, bueno... ella estaba un poco pasada de copas cuando tu madre empezó a gritarle en la puerta de la casa. Estaba a punto de entrar a llevarte cuando aceleró el carro y... —Min calló.
El vomitó cayó al suelo haciendo que el cuerpo de Yoongi sufriera de espasmos. Había vomitado incluso su alma.
— ¡Cielos! —Dijo el empleado.
— Gracias a Dios no estabas esa noche, hubieses escuchado el golpe —Min hizo señas para que el hombre buscara a alguien que limpiara el vómito del suelo.
Yoongi parecía haberse desmayado.
— ¡Todo esto es tu culpa, mamá... Por dejarme solo!
Sus oídos pitaban, se reproducían todas las veces en las que gritó por ayuda y todas las veces que maldijo a su madre por abandonarlo.
— Te ahorraste la parte en la que veías su cadáver.
— ¡Mamá!
Casi se podía decir que Yoongi no respiraba cuando el empleado se acercó a mirarlo golpeando su abdomen. El pelinegro se retorció y levantó la cabeza lentamente sintiendo que iba a explotarle.
No podía mirar hacia ningún lado, sus pupilas temblaban frenéticas como si estuviesen perdidas.
— En fin, creo que el karma luego hizo que tú sin saberlo te la cobraras. Supongo que fuiste feliz en ese momento pero como te dije aquella vez, no ibas a liberarte del apellido que llevas.
¿Qué clase de infierno era el que se servía de sus desdichas?
Yoongi tenía el sabor a vómito y sangre en su boca.
— Y... —Min se levantó de la silla e hizo una seña a su empleado —Una última cosa, Yoongi.
El pelinegro ya no reaccionaba a nada.
Hasta que lo dijo.
— Voy a cumplirte la última promesa que te hice en aquel entonces.
Y la oscuridad se volvió a levantar sobre Yoongi.
Oscuridad que le hubiera gustado conservar para siempre.
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