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28


Daegu, 2011.

Dieciocho años. 

¿Qué tantos agujeros se pueden hacer en un alma hasta que esta se vaya desprendiendo en pedazos? 

A menudo Yoongi comparaba su alma con la Luna y se decía así mismo que su alma debía tener más cráteres que ella y que su cuerpo tantas heridas que se aproximaban al número del infinito.

Pero lo que más miedo le daba al chico de cabello negro era que había llegado a un punto en el que estaba tan roto que se había resignado. Ya ni siquiera luchaba contra los demonios, simplemente se lo habían devorado por dentro.

— Yoongi —Hoseok le tocó el hombro cuando iban de vuelta a sus respectivas casas, él, Yoongi y Taehyung —¿Vamos a... estudiar hoy? ¿En la noche?

— ¡Sí, debemos estudiar para nuestro último examen de secundaria! —Dijo animadamente el pequeño Taehyung mientras se ajustaba la mochila a los hombros —Vamos, no te niegues.

Sus amigos conocían ya el gran secreto que Yoongi albergaba en su corazón y aunque mil veces intentaron buscar una salida para él y rescatarlo de las manos venenosas de la señora Min, mil veces más se dieron cuenta que su amigo estaba siendo absorbido lenta y dolorosamente por un agujero negro del que no tenía escapatoria.

Los Min eran poderosos y particularmente inteligentes, gracias a ello la señora aún tenía en sus manos a Yoongi. 

— No puedo —Dijo cortante —Tengo que estar en casa hoy —El aire se le atoró en los pulmones de tan sólo pensar en que era el cumpleaños del demonio y que esa noche probablemente sería su carne, el principal regalo para sus fauces.

— Yoongi... —Hoseok le tocó el hombro con delicadeza —Sabemos que día es hoy, ¿por qué no te escapas simplemente y...

La mirada del pelinegro era vacía cómo si hubiesen aspirado cada pedacito de energía o sentimiento de ella. 

— No —Para cuando llegaron a la puerta de la casa de Yoongi, Taehyung ya no tenía esa campante sonrisa en sus labios y en su lugar era reemplazada por una mueca de desesperación —Saben que será peor, los golpes serán más fuertes la próxima vez... Las ideas serán más... —Sintió escalofríos —Retorcidas —Yoongi cerró los ojos con fuerza. 

Le dieron ganas de vomitar.

— Entonces, ¿sólo te quedarás nuevamente? —Preguntó Hoseok resignado.

Yoongi se giró hacia la puerta para que sus amigos no vieran que sus ojos se habían puesto rojos de aguantar las ganas de llorar.

Incluso ya era mayor de edad, era tiempo de sentirse libre y huir.

¿Pero que era la libertad bajo amenaza?

Una vil mentira.

— ¡Yoongi! —Taehyung lo hizo girarse tomándolo por los hombros, su mirada era urgida —¡Me gustaría hacer algo más... me gustaría salvarte! —Dijo el menor de los tres. —Amigo... —Lo abrazó con fuerzas y esta vez fue el castaño quien dejó que sus lágrimas corrieran por sus ojos —Sólo recuerda, recuerda... Que todo esto es un accidente. ¡Esto es un accidente, Yoongi! —Lo apretó más hacia sí con la intención de hacerle saber que él no tenía la culpa de nada.

Porque sí, muy dentro de él muchas veces Yoongi se culpaba así mismo de haber nacido y de haber creído alguna vez que aquella familia podría darle un hogar.

Qué terrible y lamentable error.

***


¿Esperar a ser cazado o ir directamente al cazador? Se sentía en el juego del león cuando persigue a sus presas sin ningún tipo de piedad hasta hacerlas trizas.

Él era la gacela. Siempre lo era.

Eran las doce y media de la noche cuando se despertó de repente en medio de la sala con la manta en el piso y el televisor prendido, estaba sudoroso y tenía taquicardia pues había tenido una terrible pesadilla donde estaba solo y desnudo en una habitación oscura y cientos de manos lo apresaban hasta casi asfixiarlo. 

Fue hasta la cocina para tomar un poco de agua y miró el reloj en la pared sólo para constatar que aún había tiempo de que la señora Min llegara a casa y lo hiciera presa de sus asquerosos deseos. 

Como siempre la casa estaba sola porque el personal se iba temprano y sólo la soledad invadía aquellos cientos de metros en la gran casa que tantas veces había sido partícipe de los crímenes de la señora Min. 

Yoongi se bebió el agua rápidamente y caminó hasta las escaleras principales dispuesto a irse a su habitación con la esperanza de que podría dormir sin ser tocado esa noche, después de todo era bastante tarde y el demonio no daba rastros de que pudiera llegar temprano esa madrugada a la casa. Seguramente estaría tan borracha que se desmayaría en su cama y no le pondría un dedo encima.

Cuando llegó hasta el segundo piso dio una rápida mirada hacia el largo pasillo que lo separaba de la habitación principal de la señora Min y sintió como el miedo se paseó por sus huesos como si una especie de calambre se estuviera adueñando de él.

— Hoy no —Dijo bajito para él y dio media vuelta para refugiarse en su habitación.

Usaría un pijamas distinto esta noche, prendería el aire acondicionado que tantas veces dejaba apagado sólo por el hecho de no gastar energía y quizás leería alguna historieta antes de quedarse completamente dormido.

Haría todo eso de no ser porque cuando abrió la puerta de su habitación vislumbró entre la oscuridad que una silueta yacía en el centro de su cama boca abajo.

— No... puede... —Se heló de pies a cabeza, sintió como el agua que había bebido se le venía de nuevo a la garganta.

¿Cuándo había llegado?

¿Por qué no la había escuchado?

El vestido de la señora Min estaba algo levantado y su cabello despeinado se le enredaba en la cara. Yoongi sintió que todo le daba vueltas y que tenía que correr lejos de allí antes de que ella despertara.

Pero el pecado siempre huele la inocencia a kilómetros y Min siempre tomaba a Yoongi como el león a la gacela.

— ¿S...suga? —Ella se levantó lentamente del colchón recostándose sobre un brazo mientras giraba el rostro hacia él.

Yoongi no respondió, tan sólo seguía helado en su lugar con la puerta abierto haciendo que la luz del pasillo se filtrara en su habitación.

— Oh, querido... —Dijo sonriendo. 

Como siempre, estaba ebria y apestaba a alcohol.

— Ven aquí —Le dijo llamándolo con la mano pero Yoongi estaba petrificado, tanto que hasta le costaba respirar.

¿Qué le iba a hacer esta noche?

¿Qué otra parte de su alma le iba a corromper? 

Sus pensamientos iban a mil por hora y no le daban tiempo de detenerse a darse cuenta que la señora Min ya se había levantado torpemente de la cama y ahora caminaba hacia él con su sonrisa lujuriosa y sus manos mancilladas. 

— Suga... te he dicho que —Hipó mientras ya le ponía las manos en el rostro.

El estómago le llegó a la garganta cuando sintió el aliento de la señora Min sobre su rostro.

— Que no me hagas esperar —Aquella mezcla de sed y deseo en la mirada de ella le hizo dar un paso hacia atrás pero incluso en su ebriedad la señora Min sabía como manejar al chico, por lo que lo tomó por el borde del cuello de la franela y lo jaló hacia ella — ¿Otra vez siendo ingrato? —Cuando Suga se comportaba de esa forma o daba atisbo de querer huir, la cólera se le iba a la cabeza y la violencia no se hacía esperar.

Pero Yoongi quería correr, correr lejos de ahí y estudiar con sus amigos, comer la comida de la mamá de Hoseok y molestar a los hermanos de Taehyung. 

Sus ojos empezaron a picar y cuando sintió los labios de la señora Min posarse en su cuello mientras soltaba el primer suspiro tuvo que zafarse de sus manos y huir hacia el pasillo.

— ¡Suga! —Gritó ella —¡No huyas o lo vas a pagar! —Chilló mientras salía tras él.

Yoongi estaba al final del pasillo ya dispuesto a bajar las escaleras, salir de aquella casa y más nunca volver.

Ya había armado el plan en su cabeza y su corazón latía velozmente en su pecho. Estaba tomando el pasamanos de la escaleras cuando se detuvo de golpe al escuchar la voz de la señora Min arañarle el alma y romperle el corazón.

— ¡Yoongi, regresa si no quieres terminar como lo hizo tu madre!

El pelinegro se giró confundido y miró como los labios de la señora Min se curvaban en una sonrisa malévola mientras caminaba torpemente hacia él bajo los efectos del alcohol.

— Sí... ¿creíste que esa mujer tan dulce y abnegada por su hijo... —Iba agarrándose de las paredes.

Yoongi la miraba petrificado. La miraba como la gacela mira con terror al león que está a segundos de clavarle los colmillos en el cuello.

— Iba a irse así...? —Sonrió.

— ¿Qué está... —Fue lo único que pudo articular antes de que las manos de Min estuvieran alrededor de su cuello.

El aire se escapaba de su garganta y por lo tanto de sus pulmones, intentó zafarse de las garras de la mujer pero tenía más fuerza que sus pálidos y delgados brazos.

— Creo que tu madre... —Dijo ella entre dientes con el rostro congestionado —Tenía idea de mis deseos hacia ti, Suga —Apretó y apretó más haciendo que Yoongi abriera la boca en busca de aire.

Golpeó los brazos de la mujer haciendo que esta soltara levemente el agarre y su ira incrementara hacia él.

— Y por eso —Dijo con la respiración cansada.

Yoongi se llevó una mano al cuello y dio una bocanada de aire.

— Por eso... —Rió lanzándose de nuevo contra él —La maté.

Todo pasó tan rápido que a Yoongi no le dio tiempo de pensar cuando vio que de nuevo su cuello era prisionero de las manos de Min la empujó con fuerzas hacia el pasamanos de la escalera.

¿Su madre había sido asesinada?

Las cosas a su alrededor se le venían encima a causa del mareo y tuvo que afincarse sobre el borde de la pared para no caer.

Su madre nunca lo había abandonado.

Min reía bajito mientras se levantaba del suelo. ¿Estaba diciendo la verdad o sólo eran efectos del alcohol? Yoongi no sabía pero la rabia y la impotencia se le subieron a la cabeza.

— ¡Dime que no es verdad, maldita loca! —Le gritó tomándola por la camisa.

Por primera vez le levantaba la voz en un insulto.

Los ojos se Min se llenaron de terror ante la mirada oscurecida de Yoongi.

— ¡Dímelo! —Gritó sacudiéndola y ella chilló de pánico.

— Yo... Suga...

La había matado. Había dejado su camino limpio para poder abusar de Yoongi todos estos años. 

Las lágrimas ya corrían por los ojos del pelinegro mientras la imagen de su madre se le venía a la cabeza diciéndole una y otra vez que siempre iba a cuidarlo y estar a su lado. Por supuesto que siempre iba a estar a su lado, nunca debió dudar de ella, nunca debió culparla por dejarla allí.

— Maldita mujer —Susurró Yoongi con un hilo de voz.

— Suga, ¿Suga que estás haciendo? —Preguntó presa del pánico mientras miraba sobre su hombro e intentaba sostenerse al borde de la escalera.

Yoongi susurró algo que Min no alcanzó a escuchar la primera vez, ni la segunda... Y a la tercera, mucho menos.

El peso de Min golpeó seco cada escalón de la larga escalera de veinte hasta que finalmente su cráneo chocó contra el borde del penúltimo haciendo que quedara inconsciente de inmediato. A los escasos treinta segundos un charco de sangre iba esparciéndose debajo del cabello de la mujer hasta que finalmente rodeó su cabeza por completo.

Min estaba con los ojos cerrados, sus piernas dobladas y la sangre ensuciaba la alfombra de terciopelo beige.

Yoongi en la cúspide de la escalera miraba la escena ajeno a ella como si en ese momento él no estuviera ahí, como si no entendiera que acababa de empujar a la señora Min para matarla.

Estático y ajeno sólo repetía una frase, una y otra vez, la misma que Min no había alcanzado a escuchar antes de su muerte.

— Todo esto es un accidente... Es sólo un... accidente. 





no he vuelto de mi hiatus por motivos de estudio pero... ¡quería complacerlxs en mi tiempito libre! 

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