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08


A Sae Wa se le detuvo el mundo y demás está decir que entró en una especie de trance cuando Yoongi le hizo aquella pregunta.

¿Lloras por mí?

Sintió que en la garganta se le hizo un nudo y su pecho empezó a sacudirse con brutalidad. ¿La había descubierto? ¿Cuándo? ¿Por qué? ¿Dónde? Pero lo más importante era... ¿Cómo?

Ella se había asegurado de ser discreta, de pasar desapercibida y...

— ¿Hong? —Yoongi aún la miraba con aquella expresión seria. 

No estaba preparada para responder. Ahora mismo lloraba por los dos, por herir a Jimin y por no poder arrancarse del pecho a Yoongi y su maldita obsesión con él.

Las lágrimas empezaron a aflorar de sus ojos y, aún y cuando Yoongi la miraba ahora con una expresión de desconcierto no se atrevía a contestar.

— ¿Por qué... —Estuvo a punto de preguntar él de nuevo pero una voz en su oficia lo hizo dar un respingo.

— ¿Min Yoongi? ¿Estás aquí? —La esposa de Yoongi lo llamaba desde la oficina principal.

— Mierda —Soltó él devolviendo los lentes de Sae a su posición inicial —La señora Min —Le dijo mirándola por última vez antes de desaparecer tras la puerta y volver a su oficina.

Sae Wa esperó hasta quedar sola en aquel recinto que ahora parecía más solo y triste sin Yoongi, se llevó una mano al pecho y soltó todo el aire que sus pulmones habían estado reteniendo desde hacía rato en un sonoro suspiro. Respiraba con dificultad y tuvo que sentarse en la silla para recobrar la compostura.

— Maldita sea —Murmuró bajito.

La señora Min había llegado en el momento equivocado o quizás en el más acertado. Si no se hubiera aparecido entonces hubiese podido indagar más sobre lo que Yoongi estaba preguntándole pero si era lo que ella creía entonces hubiese tenido que enfrentarse a él y confesarle sus sentimientos.

Si realmente Yoongi sabía sobre sus sentimientos ahora Sae Wa tenía que averiguar cómo lo había hecho y lo más importante... ¿Cómo se sentía respecto a ello?

Sacudió la cabeza cuando recordó que está casado y que justamente la razón por la cual ella se mantiene a raya está de pie al fondo del pasillo vestida elegantemente con esa mirada suspicaz abrazando a su Yoongi.

Su Yoongi.

Aquellas dos palabras eran tan falsas que le dolieron de sólo pensarlas y se corrigió mentalmente.

Al Yoongi de la señora Min.

Si, a Sae Wa le encantaría ser la señora Min y tenerlo a su disposición, poder llamarlo su esposo y hacer que esa línea recta en sus labios siempre se curveara en una sonrisa. Sin embargo, ella nunca podría hacerlo sonreír, ni verlo levantarse en las mañanas, ni siquiera ocupar el 1% de sus pensamientos.

Aunque no pudiera ser ella y le dolía no poder ser amada por el hombre que adoraba, Sae Wa tomó una decisión en ese momento. Una que le cambiaría la vida. 

Si ella quería alejarse de una vez por todas de lo que la estaba haciendo sufrir tenía que empezar por poner algo de orden a su vida y no sólo a sus sentimientos.

Jimin era sólo su amigo. Yoongi estaba casado. Ella era un puto desastre. 

Así que ese desastre podría desaparecer un poco si mantenía en mente algunas cosas como no herir a Jimin, olvidarse de Min Yoongi, respetar que era casado y por último y no menos importante: Dejar de ir a Neon.

— ¡Pero es que... —Escuchó un portazo al otro lado de la oficina y se sobresaltó.

Había estado tan sumida en sus pensamientos que no había prestado atención a una cosa y es que la señora Min y Yoongi llevaban varios minutos teniendo una seria discusión. 

***


A las seis de la tarde el frío se empezó a pasear por las calles de la ciudad como los dedos de un fantasma buscando a aquellos más desabrigados. Jimin llevaba rato alternando el peso de su cuerpo de un pie a otro mientras se abrazaba así mismo a causa del frío.

Estaba esperando a que Sae Wa saliera del trabajo y como el clima no era nada agradable decidió comprarle un café humeante a la chica para cuando saliera de la oficina. 

Necesitaba hablar con ella, convencerla de que pusiera un poco más de orden en su vida y que no se hiciera tanto daño. Él la quería pero también sabía que ella no lo quería a él, sin embargo, eso no lo detendría de preocuparse por ella e intentar ayudarla.

Suspiró sonoramente y vio como su aliento se levantó en el aire.

¿Por qué no podía amarlo?

Se sintió miserable y celoso de Yoongi.

— ¿Jimin? —Sae Wa se asomó en la puerta principal del edificio donde Jimin la esperaba con una sonrisa —Está haciendo mucho frío, ¿qué haces aquí?

— Esperando a un cliente, ya ves que a veces me prostituyo... —Bromeó haciendo que Sae Wa frunciera el ceño —Es una broma, Sae. Toma —Le ofreció el vaso.

— Ya estás volviendo a bromear —Dijo ella con el semblante triste —Gracias —Tomó el vaso con ambas manos y se colocó al lado de él para empezar a caminar hacia la estación de autobuses —De verdad, ¿qué hacías allí?

— Te esperaba Sae, es obvio —Dijo él mirando el cielo —Esta mañana no terminamos nuestra conversación y cuando fui de nuevo a la oficina...

— Sí, Yoongi me dijo que te echó —Jimin detuvo la marcha de repente.

— ¿Te contó? 

— Sí. Sólo me dijo eso.

— Entiendo —Retomó la marcha colocándose de nuevo al lado de Sae.

Todos dirían que Jimin es un hombre bajito pero verlo al lado de la chica lo hacía parecer alguien de estatura normal y eso le gustaba porque siempre le habían gustado las chicas más bajas que él, que pudiera abrazar sin problemas y colocar su mentón sobre su coronilla.

Y eso hizo.

Sae se sobresaltó al sentir los brazos de Jimin rodearla mientras su coronilla sentía el peso del mentón del chico.

— Lo siento Sae, por todo.

— Ji...min —Ella no podía articular palabra —El café... —Casi se le bota debido al jalón que le propició el chico.

— No te estoy pidiendo que me quieras Sae Wa. Esta es mi forma de decirte que me rindo contigo, no puedo obligarte a quererme pero al mismo tiempo —Hablaba suave y calmadamente —Quiero que sepas que siempre voy a cuidarte y ser tu amigo.

Ella estaba tentada a llorar sino fuera porque sabía que si lo hacía Jimin se sentiría terriblemente culpable.

— Pero como tu amigo te quiero pedir una cosa si me aprecias como tal.

— Jimin...

— Escucha, por favor.

— Es lo de Neon, ¿cierto? —Preguntó ella aún abrazada a él.

Jimin asintió.

— Ya no tienes que preocuparte por eso, hoy he decidido que dejaré de ir.

Aquella confesión hizo que la tristeza de Jimin fuera más llevadera y por eso la estrechó más contra él cuando se lo dijo.

— Gracias.

— Pero... con una condición —Dijo la chica.

Él se separó y la miró con el ceño fruncido.

— ¿Cuál?

— Que me dejes ir esta noche por última vez. 

La cara de Jimin se congestionó pero no se atrevió a decir ni una palabra.

— Necesito despedirme de ese lugar apropiadamente.

Y decirle adiós de una vez por todas.

***


A eso de las once de la noche Sae o mejor dicho Katrina estaba de pie ante el lugar que había sido el drenaje de su desamor. Tantas noches que había pasado en aquel lugar y ahora esta sería la última, así que tenía que disfrutarla como tal.

Hoy no venía con la intención de ser follada salvajemente o de buscar un tipo que le triplicara le tamaño, no. Hoy venía con la intención de vivir otro tipo de experiencia: Hacer el amor.

Quería encontrar a alguien que hoy en lugar de decirle cochinadas mientras la tenía en cuatro le susurrara palabras dulces y se lo hiciera con delicadeza, así que tenía que buscar muy bien a alguien que estuviera dispuesto a hacer aquello.

Se aclaró la garganta y sintió que le dolía un poco pues el clima había causado estragos en ella por no llevar abrigo durante todo el día, ahora desde hacía unas horas estaba un poco ronca a causa del resfriado que estaba segura que había cogido.

— Buenas noches Katrina —Saludó la barista con su habitual ánimo al ver el conocido antifaz de la chica.

El ambiente era el mismo de siempre, alcoholizado, siniestro, oscuro, misterioso, tentador... Todo lo que ella siempre había amado. 

— Estás viniendo más seguido, ¿no?

— Eso creo —Dijo la chica.

No estaba preparada para decirle a aquella extraña tras la barra que esta sería la última vez que la vería. 

— ¿Qué estás buscando hoy?

— Algo muy especial —Dijo suspirando mientras paseaba la vista por toda la sala y miraba sus posibles opciones.

— ¿Salvaje?

— Nada de eso —Se rió negando la cabeza —Hoy vengo buscando algo más dulce.

— ¿Amor?

— Sabes que eso aquí no se consigue.

— Tienes razón —Rió ahora la chica —Bueno avísame si vas a beber algo, cariño.

— Gracias —Le agradeció con una sonrisa y se giró en su asiento escrutando con la mirada a todos y cada uno de los hombres que estaban allí. Había alrededor de 20 aunque algunos ya estaban ocupados y hasta ahora muy pocos se ajustaban a la descripción que tenía en su mente. 

Sus ojos se posaron inconscientes en uno de los clientes que estaba al otro lado de la sala sentado en una mesa alumbrada por una lámpara, tenía un antifaz negro y el resto de su ropa era del mismo color por lo que la luz le daba un aspecto sombrío.

Él también la estaba mirando, en silencio y con atención como si la estuviese asechando y pese a que Katrina no se sintió del todo cómoda con aquella mirada, la curiosidad y el misterio la llamaron a la mesa de aquel extraño hombre.

— Buenas noches —Dijo aclarándose la voz aunque ahora la tenía más ronca gracias al resfriado y a duras penas se reconocía así misma.

Él levantó la mirada sin llegar a decir palabra alguna, sólo la miró tras aquel antifaz negra y la chica sintió que la desnudaba con la mirada.

— ¿Qué estás buscando esta noche? —Preguntó ella rogando porque le diera la respuesta adecuada para poder llevárselo a la cama.

De nuevo el hombre la miró en silencio hasta que por fin se dignó a contestar y Katrina supo que esta no sería la última vez que pisaría Neon.

— Algo especial.

Y también supo que todos tenemos demonios destinados a ser compatibles con los de alguien más. 

Sae Wa se preguntó ¿qué clase de demonios estaban empujando a una persona como él a venir a un lugar como Neon? Y dio gracias a los mismos por hacer que se cruzara en su camino.

Sea cual fueran sus demonios estaban haciendo de esta noche la más siniestra y afortunada casualidad para Sae Wa cuando a través de las luces de Neon, la luz fantasmal y el antifaz negro lo pudo reconocer.

Incluso a través de las luces de Neon lo he reconocido, señor Min Yoongi.







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