02
El lunes por la mañana Sae Wa todavía sentía cierta incomodidad en su intimidad debido a lo fuerte que había follado el viernes por la noche. Haber estado con un sujeto tan voluptuoso quizás no había sido la mejor idea de todas y la próxima vez lo mejor era optar por alguien de contextura más pequeña.
— ¿Eso de caminar torcida es porque te caíste o porque te dieron tan duro que te aflojaron algo allí abajo? —Le preguntó su amigo de oficina Park Jimin cuando la vio entrar.
— ¿Por qué siempre tienes que ser tan vulgar? —Respondió rodando los ojos mientras tomaba asiento en su habitual escritorio.
Jimin era uno de los que sabía de la existencia de Neon y pese a que había ido allí durante dos años ya se había cansado de esas andanzas por miedo a que le contagiaran alguna enfermedad de transmisión sexual.
— A las chicas les gusta que les digan cochinadas, ¿o me vas a decir que a ti no? —Contraatacó levantando una ceja mientras dejaba una carpeta marrón sobre el escritorio de su compañera.
— Sólo cuando me ponen en cuatro —Susurró para que nadie más escuchara —¿Y eso qué es? —Preguntó mirando la carpeta con indiferencia.
— ¿Por qué no lo abres y lo lees? —El peli negro se recostó del escritorio curioso por saber lo que aguardaba aquella carpeta.
Le habían dicho que era un asunto muy importante que involucraba a uno de los CEO de la compañía por lo que era muy raro que alguien como Sae Wa recibiera aquella carpeta.
— Después del almuerzo —Dijo ella dejándola a un lado y haciendo que Jimin se sintiera más impaciente.
— ¡Ah, esta chica! Yo quiero saber ya —Tomó la carpeta entre sus manos —Oh —Una medio sonrisa se dibujó en su rostro —Ya veo.
Sae Wa no tuvo tiempo de ver la reacción del chico porque en ese momento una de sus superioras la llamó para pedirle que llevara café a la sala de juntas.
— Vuelvo en un rato, Jimin —Dijo levantándose de prisa ignorando por completo que Jimin aún tenía esa expresión en su rostro.
— Claro, Sae. Tárdate lo que quieras.
***
Sae Wa estaba en el cuarto donde los empleados comían, era algo pequeño pues los almuerzos por lo general eran en los restaurantes de los alrededores pero si había algo que cautivaba a todos en ese cuchitril era la máquina de café.
— Esta nueva campaña me va a matar —Dijo Demi una de sus compañeras que trabajaba en otra sección del departamento.
— Y si han pedido tantos asistentes es porque será muy importante —Respondió otra.
— ¿Campaña nueva? —Preguntó Sae Wa a Demi mientras preparaba los cinco cafés que le habían pedido llevar a la sala de reuniones.
— Uy, sí. Casi nadie lo sabe porque recién están discutiendo los puntos importantes.
— Min Yoongi está que explota con tanta presión por parte de los inversionistas —Replicó uno de los chicos que estaba allí firmando unos papeles.
— ¿Min Yoongi? —Preguntó Sae Wa trasladándose automáticamente a la noche del viernes cuando lo vio dormido en su asiento.
— Sí, tu jefe —Jimin entró en ese momento haciendo burlas de la pregunta de Sae Wa.
— Ya lo sé, idiota —Respondió a la defensiva —Es que no sabía que había tanta presión sobre él —Le susurró para que los demás no escucharan.
Jimin sabía que la chica tenía un crush con el obstinado peli negro pero no sabía que aquello no era tan irrelevante como pensaba. A ella de verdad le gustaba Yoongi.
— Pues ahora lo sabes y... —Le dio un sorbo a una de las tazas que Sae Wa había llenado llevándose un zape por su osadía —¡Oye, salvaje! —Se quejó.
— Esto es para la sala de reuniones —Dijo tomando la bandeja con los cafés —Te veo luego.
Y la misma sonrisa de hacía un rato se dibujó en Jimin sólo que estaba vez acompañada de una carcajada seca.
— Ay, pequeña...
***
Sae Wa se arregló el cuello de su camisa azul marino antes de entrar a la sala. Se aclaró la voz y enderezó su postura para luego tocar la puerta. Estaba nerviosa porque sabía que Yoongi estaba adentro y nada más al pensar que se encontraría con la mirada del frívolo chico le tensó hasta los huesos.
— ¡Pase! —Dijo una voz masculina tras la puerta que no era la de Yoongi.
— Permiso, los cafés están aquí —Anunció la hermosa chica creyendo que su presencia interrumpiría algo.
La verdad es que nadie reparó en ella cuando pasó. Ni Yoongi ni los otros cuatro hombres que había allí dentro. Todos siguieron su conversación como si la intrusa no fuera más que una ventisca pasajera.
— Permiso —Dijo al poner el primer café en el mesón.
— Ah sí, gracias —Agradeció uno de los inversionistas sin mirarla a la cara.
Aquellos gestos de descortesía hicieron que la ira se apoderara de la menuda chica. Estaban siendo muy groseros con ella y hasta sintió odio por el mismo Yoongi que no tuvo la decencia de por lo menos mirarla a la cara cuando entró.
Sae Wa quería irse rápido de allí. No entendían nada de lo que hablaban y se sentía mal e insignificante delante de aquellos tipos. Fue esa absurda rapidez con la que intentó colocar el cuarto café en la mesa lo que la hizo tropezar con una de las sillas y el quinto café fue a parar al pecho de uno de los presentes.
Al de Yoongi.
— ¡Maldita sea! —Chilló el peli negro levantándose de prisa ante la mirada atónita de los presentes.
La sustancia lo había quemado.
— Lo siento, lo siento muchísimo —Se disculpó ella repetidas veces y en un intento nervioso e impulsivo por limpiar la camisa del herido tomó un papel de la mesa para ayudarlo.
— No me toques —Refutó tomando su mano con brusquedad.
Y por primera vez en todo el rato Yoongi le dedicó una mirada. Fría y penetrante como había previsto.
Los ojos de Sae Wa amenazaban con humedecerse cuando el rostro congestionado de Yoongi juraban asesinarla si no fuera porque los inversionistas estaban allí.
— Retírese, por favor —Pidió uno de los presentes sin mirarla —Señor Min...
Yoongi soltó la muñeca de Sae Wa y sin mediar media palabra más, la chica salió casi corriendo de aquella oficina donde la habían hecho sentir menos que nada, en especial la mirada de Yoongi. Esos malditos ojos negros la habían pulverizado por segunda vez.
***
Toda la tarde se la pasó llorando disimuladamente en su escritorio y cuando no pudo más con las miradas penetrantes del resto de los trabajadores del departamento tuvo que echarse a llorar en uno de los cubículos del baño.
Tenía la nariz roja y los ojos hinchados. Estaba furiosa, decepcionada y sobre todo herida por lo que había pasado en la mañana con Yoongi y los inversionistas.
Si bien había sido torpe al echarle el café por accidente al peli negro en el pecho, no se merecía aquel trato por parte de aquellos hombres.
— Vamos, no llores más. No vale la pena, Sae —Jimin la había intentando consolar varias veces.
Aún así el humor de la chica no cambió en todo el día y sólo fue cuando se abstrajo en todo el trabajo que tenía que hacer que olvidó por unas horas lo que había pasado.
Otra vez se le había hecho tarde como de costumbre y no fue hasta que vio por la ventana aquel cielo ennegrecido que se percató que había estado trabajando de nuevo horas extra.
— Las nueve de la noche —Musitó para sí misma al ver el reloj de pared.
Lo bueno es que durante todo ese rato se tranquilizó un poco y además pudo salir de todo el trabajo que tenía pendiente ese día.
No había nadie en la oficina pensó, porque desde una o dos horas no había ningún ruido en el piso. Cansada y con ganas de echarse en su cama se levantó del escritorio, tomó su cartera de cuero marrón y salió decidida a llegar a casa y darse un buen baño para olvidar todo lo que había pasado aunque se le fuera la vida en ello.
Cuando fue a apagar el interruptor de luz miró de reojo la carpeta marrón que Jimin le había traído temprano y que no había tenido tiempo de revisar.
— La llevaré a casa —Dijo poniéndola bajo uno de sus brazos para luego salir del lugar.
Algo llamó su atención cuando pasó por la oficina de Yoongi. La luz todavía estaba prendida al igual que el aire acondicionado.
No estaba sola como creía.
La ira reapareció en ella cuando recordó de golpe lo que había pasado esta tarde. Ese maldito la había tomado por la muñeca con brusquedad y la había mutilado con la mirada.
Aunque la curiosidad le picaba más de la cuenta, aunque Yoongi la tratara como un ser insignificante quiso asomarse para verlo una vez más antes de irse a casa, sin embargo, fue fuerte.
Pasó de largo en la oficina sin mirar atrás hasta que se detuvo en seco cuando escuchó la ronca y calmada voz del peli negro levantarse a sus espaldas.
— ¿En tu casa no te enseñaron a caminar como una persona normal? —Preguntó en tono seco con una sonrisa ladeada.
Sae Wa sintió que la sangre le subía hasta la cabeza y se hervía como caldo.
Ya no tenía la camisa manchada porque se había puesto otra pero aún la miraba con esos ojos fríos que podían cortarle el cuello si pudieran.
— Y tampoco a hablar por lo que veo —Continuó hiriente.
Se estaba conteniendo, se mordió la mejilla por dentro para no aventarle una bofetada a su jefe.
Su cuerpo se tensó cuando lo vio acercarse a paso lento hasta ella, la sonrisa había desaparecido y su boca formaba una perfecta línea recta.
Esos malditos ojos...
— Y pensar... —Le dijo muy cerca del oído —Que serás mi asistente personal —Bufó indiferente siguiendo hasta la salida.
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