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01


Como de costumbre Sae Wa terminaba su turno en la oficina a las nueve y media de la noche, le tocaba la parte más fastidiosa de todas cuando debía archivar todos los movimientos de la oficina en su computadora y finalmente enviárselos a su jefe.

El señor Min Yoongi no tenía más de veinticinco años y a tan joven edad ya era un hombre exitoso con un puesto muy alto en una buena compañía de Seúl que prometía desarrollarse más y más con el pasar del tiempo.

Min Yoongi al igual que Sae Wa eran los únicos que estaban en aquella oficina a tan altas horas de la noche solo que, la chica se escondía tras su cubículo al fondo de un largo pasillo que conectaba con la sala general donde los demás trabajadores laboraban en sus computadoras y finalmente en una esquina de esta sala, tras una gran ventana de cristal se encontraba la oficina del joven Yoongi.

Sae Wa estaba tan concentrada en lo que tenía que hacer que hoy se le hizo inusualmente tarde y cuando miró su reloj de muñeca se dio cuenta que eran casi las once de la noche.

— ¡Mierda! No me va a dar tiempo de llegar si sigo aquí.

Apresuradamente terminó el último balance de la noche, cerró la sesión y tomó su cartera marrón de cuero tan rápido como pudo para salir casi a trote de la oficina.

Cuando estuvo cerca de la sala común algo llamó su atención. La luz de la oficina de Min Yoongi seguía encendida. Sae Wa se detuvo de inmediato observando con detenimiento el ventanal para ver si lograba ver a su jefe pero después de un intento aquello no dio resultado.

En ese momento, la chica sintió que se le secaba la garganta al imaginar que en aquella oscura y silenciosa oficina sólo se encontraban ella y Yoongi, su jefe, el hombre que le gustaba desde hacía dos años y que nunca se había detenido a mirarla por más de diez segundos.

Yoongi sólo sabía de la existencia de Sae Wa porque era la secretaria general del departamento mas no existía nada en el cerebro de este hombre que lo relacionara con la joven de veintidós años.

— ¿Qué hará todavía aquí? —Murmuró la pelinegro para sí misma mientras se acercaba con cautela a la oficina de Yoongi.

Los nervios comenzaban a invadirla a medida que daba un paso tras otro hasta que por fin llegó a acercarse lo suficiente para mirar por la ventana con claridad. Yoongi yacía dormido sobre su escritorio y su rostro apacible que soñaba con quien sabe qué cosa hizo palidecer a Sae Wa. Parecía que su cara había sido esculpida por los mismos ángeles.

Tanta fue la emoción que la pelinegro sintió en su pecho que tuvo que llevarse la mano a la boca para no soltar un grito de exaltación. Le tomó un minuto recobrar la compostura y luego volvió a asomarse para observar al hombre que le quitaba el sueño.

Casi se muere del susto cuando se encontró con la mirada fría y mutilante de Yoongi mirando justo en su dirección. Hasta ahora nunca la había mirado más de diez segundos pero esto no era lo que Sae Wa quería, ella deseaba que el rostro de Yoongi no fuera tan duro y que su mirada no quisiera destruirla allí mismo si pudiera. 

Joder, joder, joder, no, no, me ha visto. Ahora pensará que soy una tipa rara que lo mira dormido.

Instintivamente Sae Wa hizo una apresurada reverencia para ocultar su timidez pero se llevó un golpe en la cabeza con el cristal de la ventana.

No puedo ser tan estúpida.

Con toda la vergüenza del mundo levantó la mirada esperando la respuesta de su jefe pero este seguía mirándola como si se tratase de adivinar qué demonios hacía esa chica.

— Lo siento señor Min, no quería despertarlo —Fue lo primero que se le vino a la cabeza para irrumpir en ese terrible silencio.

A Sae Wa le costaba tragar mientras los ojos de Yoongi la penetraban con más y más dureza.

— ¿Qué haces aquí todavía? —Preguntó él con indiferencia alborotándose el cabello negro que le cubría la frente y que nunca llevaba peinado mientras desviaba la mirada.

Sae Wa dudó un momento en contestar y cuando se dispuso a hacerlo ya era tarde. Yoongi tomó una llamada de su celular y se ahogó en por completo en ella.

"Ah, sí cariño ya voy a casa. Me quedé haciendo unas cosas".

Eso fue lo único que Sae Wa alcanzó a escuchar antes de voltearse e irse de la oficina sin que Yoongi lo notara, aunque pensándolo bien a aquel hombre de mirada glacial no le importaría si ella se quedaba unos segundos más o desapareciera una noche cualquiera de la faz de la tierra.

Al final de cuentas, Yoongi era su jefe y además de eso estaba felizmente casado desde hacía un año.

***


Cuando Sae Wa llegó a su cada alrededor de las once y media no le quedaban ánimos de levantarse de la cama e ir a su lugar favorito: Neon.

Se revolcó un par de veces en la cama antes de decidir finalmente si debía ir de nuevo a ese lugar donde era capaz de ser otra persona y cumplir todos los deseos y caprichos que se le antojaran.

Neon no era más que un club que prestaba servicios a una clientela bastante peculiar, personas que acudían allí cuatro días al mes, específicamente los viernes para tener encuentros sexuales con extraños.

La única regla es que los clientes vistieran un antifaz y un alias mientras se encontraban en las instalaciones, de esa forma se guardaría el anonimato de quienes asistieran allí. No había preguntas, ataduras o culpabilidad alguna, los que iban a Neon estaban claros de una cosa: Querían tener sexo con alguien con quien no compartieran absolutamente nada.

Sae Wa había sido introducida a este lugar gracias a uno de sus amigos del trabajo y desde hacía un año exactamente esta chica asistía los cuatros días del mes para cumplir los deseos sexuales que su mente retorcida deseaba hacerle a Yoongi.

Esta noche Sae Wa estaba particularmente herida por Yoongi. Ella pensaba que a pesar de ser un hombre esculpido por los ángeles era alguien realmente cruel e indiferente, nunca le había preguntado siquiera su nombre en todo el tiempo que llevaba trabajando en la compañía y mucho menos le había dedicado una sonrisa.

Constantemente ella se decía que debía olvidarlo y concentrarse en todos los chicos que la cortejan en el trabajo o simplemente buscarse un novio que la quisiera de verdad, mil y una vez se ha repetido que Yoongi es un hombre que está totalmente fuera de su alcance y que ya tiene a una mujer en su vida a quien amar, aún así, el amor es ciego o estúpido porque a Sae Wa se le aceleraba el corazón cada vez que lo miraba aunque fuera por un segundo.

Pero lo que más la atormentaba es que cuando es saboreada por alguno de los clientes de Neon a esta chica sólo se le pasa por la cabeza el nombre de Min Yoongi. En todo el año que llevaba asistiendo a Neon a Sae Wa nunca se le había pasado otro rostro por la cabeza cuando estaba en el climax y más de una vez de sus labios se había escapado su nombre mientras gemía en cuatro o en dos en las paredes de ese antro.

A Sae Wa realmente le gustaba Min Yoongi hasta el punto de convertirlo en su obsesión.

— Bienvenida Katrina —Así la conocen en Neon por su típico antifaz dorado con plumas negras.

Sae Wa estaba nuevamente en su bajo mundo lleno de perfumes, risas, lujuria y luces de neon que adornaban el club que una vez más se prestaba como paraíso para todos aquellos que anhelaban con fuerza escapar de su tragedia cotidiana y querían adentrarse en un mundo del que pocos sabían y disfrutaban.

Katrina se sentó en la barra y pidió el primer trago de la noche mientras observaba con detenimiento la sala común del lugar adornada de grandes muebles rojos de terciopelo con telas y cojines en el suelo, grandes cortinas decoraban los rincones y las luces parpadeaban tenuemente dibujando la silueta de la clientela.

Unos se buscaban a los otros y pasaban directamente al área de las habitaciones, Katrina reconocía a varios de los clientes puesto que al igual que ella usaban un mismo antifaz con frecuencia; incluso ella ya se había acostado con varios unas cuantas veces.

Hoy sería una noche especial, quería una nueva presa, alguien que la tomara tan ferozmente que se le olvidara aquella mirada tan hostil de Yoongi.

— ¿Alguno que te llame la atención? —Preguntó la mesera que siempre la atendía y que estaba acostumbrada a los vicios de Katrina.

— ¿Ha llegado alguien nuevo?

La mesera la miró con picardía y luego señaló hacia un lado con el mentón.

— Ese de ahí llegó cinco minutos antes que tú pero se nota algo perdido, ¿lo ayudas?

Katrina lo miró con curiosidad a través del antifaz.

Era un chico un poco más alto que ella, vestido con una chaqueta negra y jeans azules rasgados. Su antifaz era de color negro mate.

Estaba sentado en uno de los muebles mirando a su alrededor sin intenciones de levantarse o eso le pareció a ella pero inmediatamente perdió el interés cuando recordó que lo que ella quería esta noche era algo salvaje que le dejara la piel ardiendo y la entrepierna adolorida. Ese chico de un metro setenta y algo no lo iba a lograr y menos con esa contextura.

— Paso —Dijo la chica e inmediatamente se dirigió hacia una de las mesas donde vio a un grandulón de uno ochenta echado de tan forma que sus pantalones apretados le marcaban el miembro.

— ¿Te molestaría si me encargo de eso? —Le preguntó mientras miraba al grandulón con deseo.

Este último sonrió con picardía y se levantó de la mesa tomando a Katrina de la mano y llevándola directamente a una de las habitaciones.

***


A la una de la mañana como lo había deseado Sae Wa, tenía la entrepierna tan adolorida que le costaba caminar de vuelta a su casa pero por lo menos ese dolor le hacía olvidar el que sintió cuando Yoongi la miró esa noche en la oficina.

Yoongi la había mirado por más de diez segundos sí, pero esos ojos sólo le atravesaron el corazón.  

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