¿QUIÉN ES ÉL?
Ya no había nieve ni siquiera una ventisca solo una ciudad amurallada que nos protegía, había tecnología y reglas. El páramo alrededor dificultaba cualquier ingreso indeseado, lo cual era estratégicamente útil.
—Alev, tenemos que hablar.
El chico no se detenía desde que llegó, no cuestiono, no maldijo, ni se quejo. Era la clase de soldado que preparaba con frustración y en él lo brutal era normal.
Fuerte y sin descanso.
Inteligente y veloz.
Inalcanzable y letal.
Cada abdominal se le marcaba por el duro entrenamiento que aguanto como campeón, muy pronto intuía que formaría parte de la franja de hierro, los soldados negros. La ciudadanía superior.
Trate de detener sus lagartijas sentándome encima suyo lo cual él ignoro levantándome sin detener el ejercicio.
—Oye.
Nada, no demostraba nada. Solo entrenaba sin descanso.
Solté aire saliendo a buscar a mi acompañante para admirar el entrenamiento que seguía, me encontré a Nilo la cual alcé girando sobre su peso como niña, una niña brava con un temperamento del demonio.
—¿Y los cachorros?
—Tan pequeños como ratas.
Pocas cosas estos días me hacían sonreír genuinamente, ella y sus ocurrencias eran las principales.
—¿Charlotte?
—Se encerró en la cocina ayudando de nuevo.
Todos habían perdido, lo entendía. Pero me preocupaba por la chica testaruda que se empeñó en aprender cocina a pesar del avanzado embarazo. Confiaba que los trabajadores podrían mermarle el trabajo y cuidarla apropiadamente. Especialmente el experimento que no se le separaba ni a sol, la chica que estaba a prueba ya que era sumamente peligroso que estuviera aquí. Lo cual parecía no importarle paseándose como dueña del lugar.
—El chico es sexy.
—Oye —le doy un golpe suave en su frente—. Eres una niña no puedes ver sexy a la gente.
—Pues él lo es —Nilo le sonrió al chico sudoroso con sus dientes picados—. Espero que deje de estar triste.
No estaba triste, estaba en modo letal.
El entrenamiento de los soldados de los que se ocupaba Alev era una vista envidiable, con Nilo teníamos primera fila para "supervisar" todo.
La pérdida ya estaba en nosotros aunque mi mente no admitía dejar todo lo que logré en el desastre, porque como lo supe desde ese día... el cual Alev me mostró la importancia de sentir, él se convirtió en todo, así que sí, lo haría todo de nuevo.
El circuito término con el Sargento despidiendo a todos en una señal. Él se alejo cuando despacho la orden, su ayuda no estaba de mas cuando se trataba de preparar los cabos ya que era muy observador.
—Nos vemos pequeñuela, estudia —le agite los bucles negros a la niña en despedida.
Camine acechando, otra vez, y cazando sigilosa a mi presa, mío. Lo logre acorralar en los almacenes oscuros del edificio más alejado. Sabía que él pasaba la mayor parte aquí solo mirando la oscuridad.
—¿Chico dorado?
No me contestó, pero los brazos flacuchos que una vez fueron palitos ahora me abrazaban posesivamente, estaban calientes y rodeados de densa y bronceada masa muscular.
—¿Te cansaste de esconderte de mí?
Los dedos ágiles deslizaron mi lycra separando los muslos, hurgo en mi zona descubriendo lo que buscaba y apretando nervios que sabía apretar causando que yo: La Teniente, abriera las piernas temblorosas a él. Era un atacante silencioso que sin palabras me decía todo.
Poco a poco.
—¿Alev? —pregunte alcanzando el éxtasis al explotar.
—Ahora soy Onix.
Primera etapa terminada.
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