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6


Su consuelo me cubrió toda la noche. Y eso era lo mas intimo que llegue a compartir con ella. Para una patada a mi orgullo no me molestaban sus abrazos ni su dulce consuelo. Buscaba un paracaídas, ella lo fue.

—¿Ya te curaste? —pregunte sarcástico y ella agitó su terca cabeza arrastrando sus pies—. Lo reitero, eres rara. 

No lo negaría era linda, incluso con la ropa holgada que me robaba, era hermosa y única. Pero jamás lo diría en voz alta.

—¿Qué diablos quieres hacer con eso? 

—Lo que ves —señala el lago congelado—. Divertirnos, ya estoy harta de leer sobre di vinchi ...

— ...Da vinci.

—Como sea —arrugó la nariz confundida—. Aunque la historia de ese Louis Pasteur es interesante.

—Ya te dije que no me gusta este lugar —en repetidas ocasiones de hecho, pero no se detuvo hasta venir y no me aleje.

—Vamos a divertirnos y jodidamente patinaremos —se tiró en nieve calzándose rápidamente y saltando como una loca en sus patines hasta llegar al lago congelado, patino difícilmente con un gesto de dolor sin dejar que le afecte a parar.

El sol deslumbró el hielo, en este horario golpeaba en su punto máximo el valle, era un día simplemente hermoso. 

—Eres una tonta —le hable al llegar a su lado en un ágil movimiento.

—Sí, no te quedas atrás.

—¿A si? Tú eres una mentirosa compulsiva.

—¡Ya! —replica arrugando el entrecejo en un gesto de dolor—. ¿Podemos divertirnos?

—Podemos.

—Okey, pues entonces haz algo —se estiró torpemente cerrando sus ojos—. Ya sabes, enséñame un truco o algo.

Valoraba el intento.

—¿Tú me ves como un atleta del hielo?

—Nah, desde hace años no existen de esos.

—¿Qué dices? —pregunte confundido, cuando era niño siempre vi emocionado las olimpiadas.

—Nada, no me priorices, ya sabes —señaló su persona—, rara.

—Ven te cargaré —no le di tiempo de oponerse y la cargue en mi espalda. Era una tonta completa ni unos patines usaba correctamente. Patine y gire alrededor dejando que el sol y el viento nos llegue a la piel—. Así no te curarás del todo.

—No, sigue me tranquiliza —apoyó su cabeza en mi hombro—. ¿Qué esperas, Alev? —susurra—. ¿Qué quieres lograr?

—Sobrevivir.

—Qué lúgubre.

—Pero ahora quiero más.

—¿Si?

—Sí, soy codicioso porque ahora también quiero conocer tu nombre.

—Veremos. —contesto en una media sonrisa.

Llegamos a entender que alguien es especial cuando ese alguien te ve en tu peor momento, te ve destrozado, te acompaña y te apoya sin juzgar ni sondear lo que no quieres soltar en voz alta.

Las sirenas sonaron deteniéndome mientras trepaba por la nueva sección del muro de hormigón, analice alrededor para saber si me encontraron, pero el sonido del amplificador que estaba a la par de una columna siguió cortado por un anuncio; un anuncio que cambiará todo, como cada año.

Salte desde los quince metros de altura para aterrizar de un salto calculado y apresurarme.

La eliminación anual comenzaba.

Al llegar al instituto mamá y unidad familiar ya estaban. Esta noche el evento lo dirigía Mona Hanks la perra más cruel del mundo.

Los grandes ventanales cubiertos de nieve se cerraron igual las puertas de entrada y salida. Sello completo. La calefacción estaba encendida evitando el frío. Charlotte temblaba ligeramente mirando a Mildras. Tome su brazo en un apretón para reprenderla.

El miedo, solo podían permitírselo los que no cargaban un peso tan grande sobre sus hombros. El vacilar era una opción que se pudiese contemplar.

Y así un discurso lleno de promesas vacías empezó, las palabras las sabía de memoria, eran el credo del diablo en mi mente. 

Los jóvenes se aferraban a sus familias creyendo ilusamente que eso los salvaría.

Al final del día diez chicos fueron expulsados del programa y de Alba. Familias separadas, jóvenes agobiados por conocer el exterior abruptamente.

Elegir las mejores mentes era algo que el sistema tenia como base, elegir lo útil. Elegir el futuro.

Se me preparo para esto toda mi vida, Aleksander se encargo de ello. En estos momentos presenciando el miedo de estos chicos encendía esa chispa que permanecía apagada, esa voz que nos advertía cuando algo estaba mal.

Mamá me tomo de la mano y podía distinguir el alivio en ella, le asentí en un gesto sutil y sus ojos se humedecieron.

Un revuelo me alerto.

—¡Los matan, los matan a todos! ¡No los apoyen! —chillo Lily corriendo lejos de los guardias que la llevaron a la fuerza.

La rebelde Lily quien siempre estuvo en oposición al proyecto, saboteando incontables veces el laboratorio gritaba enloquecida mientras trataba de huir chocando en el camino conmigo.

—No le des lo que quieren. —Pidió antes que fuera arrastrada lejos. 

La sala de comunicación se volvió a abrir dando permiso de salir.

— ¡Buen día de producción, Ciudadanos de Alba! 

Mona era deliciosamente sarcástica, lo cierto es que cada ciudadano desempeñaba un papel. Por ejemplo: Mamá manejaba el único restaurante y las huertas, Daniel reparaba maquinaria, Garrett enseñaba y adiestraba a los jóvenes en el instituto. La pereza y tiempo libre no cabía en la vida de ninguno.

—Joven Alev —saludo Mona acercándose—. ¿Qué tal un almuerzo para conocer la futura pareja de mi hermanito?

—Sería magnífico —intervino mamá con mirada cómplice, no dejo el tema de querer anular el acoplamiento—. De hecho prepare un nuevo alimento, es un postre.

—Interesante —contesta Mona—. Me imagino que no usó recursos de la familia gobernante.

Existía algo peor que la actitud socarrona e intimidante de los Hanks —lo dudaba—. Se creían y actuaban como dueños del aire. Realmente sólo eran los dueños de la tierra aunque no de los recursos ya que se apoyábamos mutuamente entre todos, al empezar los experimentos de suplementos ellos lo aprovecharon al máximo exprimiendo a los estudiantes del instituto.

—Son los recursos de todos —hable harto de ella—. Mi madre siempre gestionó todo correctamente...

—Ten más respeto —me exigió.

—... Tú no lo sabes porque el gobernador se ocupa de esos temas —seguí tercamente—. Y nunca dudo de ella, así que modérate sobre comentarios en áreas que no entiendes.

El ambiente se tornó pesado. Pise una línea peligrosa, lo sabía.

—Bien, creo que probaré ese postre después de todo —nos sonrío falsamente—. De paso hablemos de la familia, Helena.

Mamá mostro disgusto al escuchar; familia. Pero trago hondo y sonrió de nuevo. Pareciendo ilusionada al pensar que podría razonar con Mona, pero no podría estar más equivocada.

El razonamiento no entraba en sus puertas. 

El parásito de la crueldad habitaba en cada Hanks, lo sabía porque lo vi en su máximo esplendor. Ahora acababa de despertar el parásito de Mona y ahí se definían las líneas de mi inteligencia e impulsividad estúpida.

Culminando el día me fui a casa, las calles estaban desiertas y tranquilas, sin un solo ruido que cortase el silencio. Una inquietante calma, muchos jóvenes se fueron, nuevas parejas acopladas esperaban la edad correcta para concretar el matrimonio y dar paso a una nueva generación. Un ciclo se terminaba y otro empezaría.

Lo retorcido de todo era que no podría tener hijos ni formar una unidad familiar, estaba atado por capricho a la locura de Jaz.

Y henos aquí en mi habitación mirando las piedras que iluminaban el techo de madera: petralux. Las encontré alguna vez. Odiaba la oscuridad y los cortes de energía esporádicos en el pueblo, esto me hizo colocar las piedras en hileras para imitar el cielo nocturno.

Pronto cumpliría diecinueve años, la duda de la vida me impulsaba a irme, tal vez podría seguir a la chica, me podría enseñar cómo era el mundo ahora, eran ilusiones vacías. Ya que mi sentido de lealtad a este lugar horrible estaba enredado en mis nervios. Aquí estaba mi madre a quien aunque nunca se lo dije en palabras concretas, la amaba infinitamente. Los lobos quienes me ayudaron a salir de una depresión pesada, esos lobos quienes degollaban a todo lo que se moviese, pero me cuidaron y defendían a muerte.

Si podría irme... pero no quería y no podía. Sin embargo el cobarde sentimiento de querer huir no me abandonaba completamente. Rondaba incesantemente el asunto. Últimamente más de lo usual.

—Piensas demasiado —Charlotte irrumpió en la habitación caminando despacio y cerrando la puerta suavemente—. ¿Puedo acostarme? 

—Asumo que lo harás incluso si dijese que no.

Sonrió asintiendo.

—Quisiera saber que piensas de lo que pasó —puso un mechón de su pelo oscuro detrás de su oreja—. ¿Cómo lo haces?

—¿De qué hablas? 

—Para ser tan inteligente, para no equivocarte y enfrentar todo sin miedo.

—Yo no hago eso, mayormente me concentro solo en el laboratorio —le cedi un espacio en la cama—, me gusta leer de todo y volar en posibilidades, pero no guio mi mente solo al proyecto.

Mi inteligencia imponía un gran peso, por eso cree líneas que limitaban, a veces me preguntaba cuando podría volar libremente.

—Tengo miedo —me confiesa asustada—. Tengo miedo de desaparecer como Clarisse, dicen que se van a estudiar al exterior pero nunca recibí una carta de ella, ni se donde esta, ni que hace, mi padre simplemente quitó sus fotos y yo; y yo, tengo tanto miedo.

—Supéralo —conteste con voz llana—. Y sigue.

—Tampoco hablan de las personas que se van, no sabemos nada de ellos.

—Descansa —acaricie su pelo en un gesto de consuelo, no servía pensar ni hablar de eso—. Cierra tus ojos e inventa una historia en donde eres fuerte y feliz.

—¿Y podré volar? —bromea.

—Podrás, solo cierra los ojos e imagínalo.

«Así como yo imagino unos ojos hipnotizantes y una risa azucarada, así como imagino una posibilidad, con ilusión».

El sonido de sirenas nos despertó, empezaron a gritar en las puertas.

—¡A todos los ciudadanos se les requiere fuera de sus viviendas en tres minutos o serán forzados a salir!

Nos miramos en la oscuridad, mientras los pasos de las escaleras eran más rápidos al bajar.

—¡A todos los ciudadanos se les requiere fuera de sus viviendas en un dos minutos o serán forzados a salir!

Nos levantamos alcanzando a calzarnos apenas, sin abrigos sin nada más que nuestros pijamas enfrentamos la noche helada. Todos los vecinos estaban sobre la pesada nieve con sus ligeras ropas y los guardias de Alba recorrían cada casa con los perros de caza, algo pasaba, no algo bueno. Un perro se acercó y gruñó hacia nuestra dirección y luego los cinco perros estaban alrededor listos para atacar.

Daniel ya había alejado a Charlotte y mamá. Mona junto al gobernador se acercaban.

—Entraron a robar en la casa Hanks —me habló el gobernante—. ¿Sabes algo Alev?

La indiferencia misma me cubrió, hasta que recordé a la chica. Y sentí ansiedad.

—No estaba enterado —dije—, como verá hasta recién estuve en mi vivienda.

—Curioso —me analizo—. No les caes bien a los perros supongo —mire a los caninos un instante y podría jurar que los chuchos tenían sus ojos inyectados en sangre—. Revisen toda la casa y que no quede una sola tabla sin verificar. 

Mi madre temblaba en su bata de dormir y sus pantuflas ya estaban mojadas, los vecinos habían entrado a sus hogares y nosotros aún nos congelamos afuera, Daniel quien estaba enfurecido posteriormente dibujó la sonrisa más amigable para dirigirse al gobernador.

—Quieto —lo detuvo el guardia personal del gobernador—. No te muevas.

—Mi gobernante, por favor ¿Podemos trasladarnos a la vivienda? Mi mujer e hija están inquietas.

Las piezas rotas de vajilla; platos, jarrones y todo lo que revolvían se escuchaba sobre la noche, indicando que en efecto estaban destruyendo todo buscando algo que no estaba, no allí al menos. 

—¿Algo que decir Alev?

—Nada que le interese —le conteste, sabiendo que le gustaba hacernos pasar por esto—. Sabe que no hay nada aquí, y sabe que mi unidad no tiene que ver con su problema.

—¿Mi problema? —rechizó con furia—. ¿Necesitas un castigo para recordar a quien le debes respeto? —Mona estaba atrás sonriendo ilustremente feliz ante el desliz de palabras—. ¿Recuérdame por que sigues aquí? ¿Quién crees que eres para faltarme el respeto? —Mamá gimoteo angustiada al ver la situación que se formó—. ¿Necesitas un recordatorio? 

—No, señor —agache la cabeza.

—¿No? 

—No, mi Gobernante. Le debo respeto a usted y a la familia —trague saliva con disgusto a las palabras—, les sirvo para buscar la solución a un futuro mejor.

—Exacto, sirves. Siempre recuerda eso.

—¿No quieres agregar nada más? —Mona alzó la voz mirándose sus uñas. 

—Perdón por mi imprudencia —se me acerco más y me intimidó con su autoridad, esperando que suelte verbalmente el lastre que odiaba y lo dije: 

—Perdóname tío.


*** 

Bieeeen esto empieza a tomar forma, la línea sigue y se vuelve más oscura.

Besitos telepáticos 💋



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