🐱12🐱
Meneó las ojeras como por milésima vez. No, bueno, habían sido cinco, pero TaeMin no terminaba de comprender la razón por la cual MinHo caminaba de cuarto en cuarto por toda la casa,
metiendo cosas en dos grandes maletas, mientras le decía al minino que se quede quieto en la cama y no diga nada. Soltó otro maullido estirando sus brazos hacía el mayor, queriendo abrazarlo, y es que TaeMin sabía que nada estaba bien después de que fue a abrazar a MinHo en la puerta, aquella mañana, pero no entendía lo que sucedía, y estaba seguro de que el mayor no lo comprendería si se lo preguntara.
Cuando MinHo alzó su mirada y vio que su bebé lo necesitaba, soltó todo lo que tenía en sus manos, corriendo a abrazarlo. TaeMin se acurrucó contra el cuerpo de MinHo, encajando
su cabecita en su cuello mientras el pelinegro lo sostenía con firmeza por la cintura.
—Min. —Maulló el pequeño, frotando su nariz contra la sensible piel del cuello del más alto, logrando que este se estremeciera y besara sutilmente la cien de TaeMin. —Min. —Volvió a insistir, tratando de darle todo el apoyo moral que podía. —Te amo,Min.
Había pasado poco tiempo desde que TaeMin aprendió a decir eso, pero ambos estaban contentos de que fueran esas, dos de sus primeras palabras. TaeMin porque sabía que no había nada que le gustara más que decirle a MinHo cuanto lo amaba y MinHo porque, sin esas palabras, seguro en aquel momento seguiría hecho un manojo de nervios.
No era para menos, el padre de Joon tenía sus trabajos buenos, así como sus trabajos malos. Como todo buen millonario, él conocía muchas industrias ilegales en el país y, de hecho,
estaba seguro de que en el extranjero también. Sin embargo, era obvio que si le pedía ayuda para capturar a esas personas antes de que supieran donde estaba TaeMin, el señor se negaría ya que no le incumbía y siempre es mejor mantenerse lejos de cualquier
cosa ilegal que no te trajera ningún beneficio.
Pero entonces ¿Por qué permitían que anuncios como ese aparezcan en el periódico? ¿Significaba que los diarios se vendían a tan poco que aceptaban que cualquier persona publique en
estos? ¿Qué pasaba si los denunciaba? ¿Y si todo salía mal? ¿Perdería a TaeMin para siempre? No, no y no.
Esas preguntas rondaban por su cabeza porque, ilegales o no, TaeMin les pertenecía y aquí quienes estaban secuestrándolo ellos, no él, ya que su pequeño TaeMin había nacido para estar a su lado; pero si MinHo no lograba demostrar que aquellos hombres
aún seguían creando más de esos niños-gato, él quedaría como un gran mentiroso y estaba seguro de que con un buen dinero, aquellas personas rastrearían de donde fue la llamada de denuncia o cualquier tipo de queja anónima.
Sí, bien, quizás estaba siendo paranoico o había visto demasiadas películas ¡Pero eran mafiosos! Y con los mafiosos nadie se mete, porque siempre uno termina mal.
Sin embargo ahí estaba, alistando todo para llevar a TaeMin a la casa de Joonhasta que se le ocurra algo mejor que hacer. No, corrección: Ahí estaba, abrazando a su mundo como si su vida dependiera de ese pequeño con orejitas y cola de gato,y de hecho, así era. MinHo no entendía si era debido a la mutación o alguna cosa en el ambiente, pero desde que vio a TaeMin, se
podía decir que se enamoró instantáneamente de él, y en el momento en que lo hizo suyo, sintió esas chispas y ese mar de emociones en el estómago.
MinHo jamás se había enamorado, jamás había creído en esas cosas de las medias naranjas o en las parejas que dicen aquel: Yo moriría si no estás a mi lado; pero ahora él estaba seguro de
que lo que sentía por el minino era mucho más fuerte que cualquier palabrería de un poema, desde el más conocido, hasta el más barato. TaeMin era su mundo, y no lo perdería por nada, ni nadie.
—Te amo tanto, bebé. —Estrechó mejor al minino, sentándolo sobre sus piernas mientras entrelazaba sus dedos con los de TaeMin y lo atraía en un beso, un suave beso en el que ambos se
sumergieron por varios segundos. El ligero ronroneo del minino no tardó en hacerse presente, y tras una mordida, volvieron a besarse ahora de una forma más profunda.
MinHo conocía de memoria cada rincón de la boca del gatito, él sabía hasta por cuales zonas pasar su lengua para recibir un estremecimiento, sabía también dónde tocar para ganarse un
jadeo, al igual que sabía dónde besar para llevar al menor al borde de la excitación.
Lo conocía, porque TaeMin era suyo, en tan poco tiempo, ya el chico de ojos verdes le había entregado su vida completa a MinHo, y este no le fallaría, porque él también le estaba entregando
su alma, su cuerpo y su corazón a TaeMin tantas veces como él lo
deseara.
—Escúchame, amor. —Separaron sus labios para que TaeMin recupere energías, jadeando contra la boca de MinHo, mirandolo fijamente a los ojos. Meneó las orejas, clara señal de que
lo estaba escuchando. —Te amo, y te amo como no te imaginas. Sé que quizás no entiendas la magnitud de estos sentimientos aúnpero te amo, TaeMin. Quiero vivir mi vida a tu lado para siempre, y, si es posible, después de la muerte sé que seguiría estando a tu
lado, pase lo que pase. —Bien, MinHo, estás siendo un poco dramático, pensó. —Pero, a lo que me refiero es que si fuera por mí, nos casaríamos en este mismo instante y nos encerraríamos
en un lugar bajo tierra para que nadie nos encuentre. Bebé, eres todo lo que necesito, más que al oxígeno, más que a mi vida, más que cualquier cosa, sé que moriría si no cuento con tu cuerpo cerca al mío, tus labios en sobre mi boca y tu corazón perteneciéndome como lo hace ahora.
Dejó otro besito sobre los gruesos y suaves labios del minino, observando como los ojos esmeraldas de este se llenaban de lágrimas, MinHo no necesitaba preguntar, porque podía ver
esa pequeña sonrisa dibujarse poco a poco en los labios del amor de su vida, mientras que un par de preciosos hoyuelos se le formaban en las mejillas. TaeMin soltó las manos del mayor solo para tomarlo de las mejillas y atraerlo hacía él, besándolo tan profundamente como su capacidad se lo permitía.
Fue ahí cuando TaeMin pensó que MinHo podía hacerlo morir de amor y revivir al instante siguiente debido a la misma razón, porque estaba seguro de que con esas palabras, había
muerto, y renacido solo para besarlo después.
Meneó la punta de su cola, enredándola alrededor de una de las piernas del más alto, sin dejar en libertad sus labios. No
quería hacerlo, aunque le hiciera falta respirar, no quería alejarse de su MinHo.
—Es hora de irnos, amor.
Joon observó extrañado a MinHo una vez abrió la puerta de su casa, era tan raro lo que le había pedido esa mañana, principalmente porque le dijo que no le comente a nadie que iría esa misma noche para quedarse unos días. Pero, en definitiva, la parte más rara de todas fue ese pequeño encapuchado que venía
tomado de la mano con su mejor amigo.
Ni siquiera se le podía ver el rostro por la gran capucha roja, además de la hostilidad del muchacho, escondiéndose detrás de MinHo, como si le tuviera
miedo al mismísimo Joon.
— ¿Nos vas a dejar mojándonos aquí afuera o ya podemos pasar?
La voz del mayor sacó al más alto de sus pensamientos y se hizo a un lado, permitiéndoles ingresar. Una vez ambos dentro, junto con las maletas, Joon cerró la puerta y observó mejor a su mejor amigo. MinHo no traía nada llamativo, como siempre iba más de negro que de otros colores, pero ahora tanto sus jeans como su playera era de un color negro azabache, peor que en un velorio.
Siguió los pasos de este hasta que llegaron a la sala, y solo
entonces MinHo se sentó sobre el sofá, empujando su flequillo hacía un lado. Empezó a quitarle la capucha roja al niño, ante los ojos de Joon.
El ojimiel no pudo ocultar su sospecha cuando las manos del pelinegro llegaron a, lo que supuso, las mejillas del más pequeño y dejó un suave beso sobre sus labios; aunque tampoco dijo nada,
él sabía que tenía que esperar para pedir cualquier tipo de explicación.
—Ya está, bebé, sé que es fastidioso pero tienes que llevarlo cuando salimos a la calle. —La gorra de la capucha cayó yel cuerpo de Joon se congeló al observar una gran cantidad de rizos, pero la principal razón de tal sorpresa eran las dos pequeñas y esponjosas orejas sobre la cabeza del más pequeño, sustituyendo las orejas de humano, las cuales, existiendo o no, se ocultarían entre tal cantidad de rizos revueltos.
El niño meneó la cabeza, al parecer sacudiéndose, y entonces Joon pudo notar esos hermosos verdes que brillaban en sus ojos. Luego un ligero maullido, no cabía duda alguna, ahora
comprendía la razón por la cual ese rostro se le hacía tal familiar.
— ¿Es uno… De esos niños?
MinHo y el pequeño lo miraron, pero a diferencia de MinHo, que asintió tranquilamente y luego continuó con su tarea de quitarle las ropas extras al menor, este último mencionado entrecerró los ojos, aún con ese gesto hostil en su rostro.
—Sí, y no es “esos niños”, es TaeMin, Joon. TaeMin, amor, él es Joon, es como Jjong, es mi mejor amigo, así que tú tranquilo ¿De acuerdo? No te hará daño.
—Es hermoso.
El comentario salió sin siquiera ser procesado con totalidad por su cabeza. Joon dibujó una sonrisa nerviosa cuando una de las cejas del pelinegro se alzó, al parecer queriendo saber a qué se refería con ese comentario o qué tal malintencionado iba el piropo.
— ¿Qué?
—Quiero decir, nunca había estado tan cerca de uno, MinHo ¿Puedo tocarlo?
Después de meditarlo y de ya terminar de sacarle las prendas odiosas al más pequeño, solo lo dejó con un pantalón algo suelto que le llegaba hasta terminar las rodillas y su playera larga roja que tanto TaeMin amaba. El minino se subió sobre las piernas de su MinHo y se acurrucó contra este, meneando la larga cola que apenas sintió su libertad, se hizo presente. Joon tragó en seco, tratando de no demostrar en su rostro su sorpresa ante ese detalle, un muy largo detalle.
—Puedes sí, pero despacio. Es todo.
Solo bastaron unos pasos para que el ojimiel ya estuviera al lado de MinHo en el sofá. TaeMin no le daba la cara, la tenía totalmente enterrada en el cuello del mayor, pero algo le decía a
Joon que, por algún lugar o incluso por el rabillo del ojo, lo estaba observando. Una tierna sonrisa se formó en el rostro del más alto de los tres y llevó su mano a los rizos de TaeMin, decidido, empezó a acariciarlos, sintiendo al gatito tensarse.
—Lo siento. —dijo, apartando su mano.
—No, está bien. —MinHo le sonrió, besando la cien del minino, pasando su mano ahora él por los rizos suaves de TaeMin, justo donde antes Joon había tocado. — ¿Ves? No fue tan
malo ¿O sí? —Ahora fue al ojimiel al que le tocó sonreír cuando
el minino negó con la cabeza lentamente. —Eres un buen niño, bebé.
—MinHo, TaeMin es impresionante, eso lo veo, pero ¿Ya me vas a decir qué demonios está ocurriendo?
—No, no aún, espera a que TaeMin se duerma, ya es algo tarde y debe estar cansado ¿Tienes leche?
—Sí, pero…
—Trae un vaso con leche tibia ¿De acuerdo? Lo acostamos
y te explicaré todo, Joon.
No le quedó de otra más que asentir, caminando hasta la cocina. MinHo era su mejor amigo y la verdad no tenía idea de en qué se había metido el mayor, pero si desde siempre ellos estuvieron juntos en las buenas y en las malas, definitivamente esta vez no sería la excepción.
—Ya se durmió.
Habrían pasado menos de cuarenta minutos cuando se escuchó por toda la sala unos ligeros ronquitos provenientes del gatito. MinHo lo acurrucaba en sus brazos con una de sus más
cálidas sonrisas y Joon entonces comprendió que ese era el
pequeño al que le dijo “mi amor” cuando hablaron por teléfono.
—Puedes ir a acostarlo ahora si quieres, tengo una habitación disponible arriba.
—Lo haré luego, ahora tengo que pedirte un favor. —Respondió el mayor rápidamente.
— ¿Qué sucede?
—Al salir de casa, un par de mis vecinas me vieron caminando con TaeMin, supongo que pensaran que es un niño cualquiera, pero si vuelven a ir a buscarme por alguna razón y no me
encuentran ahí, sabrán que yo lo tengo, Joon.
—Espera, no me has explicado nada ¿Es el gato de los periódicos?
—El mismo.
— ¿Y por qué lo tienes tú, MinHo?
—Porque es mío ahora.
—No es tuyo, sabes eso.
—Joon, ¿Crees que pienso devolver a Eddy? Me conoces desde que tengo memoria ¿En serio pasa por tu cabeza que voy a entregarlo si estoy viniendo hasta aquí a estas horas de la
noche pidiéndote de favor que cuides al amor de mi vida?
Hubo un pequeño silencio, y luego un largo suspiro por parte del ojimiel.
—No, creo que eso no suena mucho al Choi MinHo que conozco.
—Gracias.
—Entonces ¿Estás huyendo?
—No. -MinHo pasó su dedo por el rostro dormido de su pequeño amor, quitando un mechón travieso de su cabello que
había caído sobre uno de sus ojos, dándole un suave beso en la
frente. —O sí, no lo sé. Solo quiero asegurarme de que nadie note
que me estoy yendo de mi casa por un tiempo, y tengo unas vecinas suficientemente chismosas como para llamar a esos hombres por un par de dólares.
— ¿Qué harás, en todo caso?
—Iré a casa esta noche, y fingiré que ese niño era mi hermana o no lo sé, algún pequeño que cuidé, haré como que todo está normal para que ellas me noten tranquilo, y a la tarde siguiente saldré cuando no estén husmeando para chismosear lo primero que vean. Después ya tengo un plan, solo necesito que me ayudes esta noche y luego te prometo que TaeMin y yo no te
molestaremos más.
—Eso lo entiendo, MinHo, pero. —Joon mordió su labio. — ¿Y si se despierta y no te encuentra aquí? ¿No crees que
se asuste?
Joon observó como el rostro de MinHo se entristeció y cerró sus ojos con fuerza, mientras la sonrisa en los labios de TaeMin se notaba más en el mismo instante en que se acurrucó mejor contra el cuerpo del mayor.
—Por eso, tenemos que encerrarlo en la habitación hasta que yo vuelva
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