Parte única.
El cielo se rompería en cualquier momento, y él solo andaba con un sweater negro, jeans, su mochila y su teléfono, con poca batería. Suspiró, por lo menos ya estaba frente a su casa y podría acurrucarse en la comodidad de su cama. Al conectarse a la red de Wifi, muchos mensajes comenzaron a llegar y antes de girar el pomo de la puerta, los abrió, empezando por el de su madre.
Mamá
Jisungie, dejé toda la casa cerrada. En caso de que llegues antes que yo, lo cual es obvio porque estoy de guardia y llegaré pasada la medianoche. Pídele las llaves al vecino Kun. Nos vemos luego, debo seguir atendiendo pacientes. Te amo.
¿Qué demonios?
¿Por qué le enseñó a usar emojis a su madre?
Y lo más importante...
¿Por qué su madre le dejó la llave al vecino en vez de ponerla bajo la maceta? Ah, cierto, su madre Sooyoung, no era una persona normal.
Ahora debía ir a la casa de su, muy lindo, vecino.
El vecino... suspiró. Le gustaba tanto ese joven, pero jamás le habló.
Y es que, Qian Kun es como una obra de arte; de las veces que lo ha visto ponerse a lavar su auto, con la camisa mojada y toda pegada al cuerpo, se le hizo un charco debajo de los pies. Sin
embargo todo eso desaparecía en el momento en el que ambos conseguían hacer contacto visual.
Jisung pensaba que no había mirada más profunda que la de su vecino, prácticamente sentía un escalofrío correr por su columna cuando Kun posaba su mirada en él tan fijamente.
— Aaah... ¿Por qué a mi? —susurró sentándose en el escalón de la entrada.
Y allí se quedó media hora quizá, con esperanza de que su bella madre llegara a salvarlo. Pero nada pasó, y además la poca batería que quedaba en su celular se la había gastado en ese lapso de tiempo jugando.
— No puede ser tan malo... —tocó el timbre de la casa contraria, no se arriesgaría a que se largara a llover y mojarse.
Pasaron unos segundos y se escuchó un 'voy', por lo que respiró hondo.
— Hola, supongo que haz venido por tus llaves. ¿No? —preguntó el castaño, haciendo contacto visual.
— U-Uh... Si... —murmuró y quiso maldecir, ya se había puesto nervioso y sentía que sus rodillas se chocaban.
— Puedes pasar en lo que las busco, si gustas. —le sonrió.
— O-Oh no, está bien, de verdad...
— Anda, entra. No muerdo, todavía. —dijo esto último en un susurro que el rubio no alcanzó a oír.
Jisung simplemente asintió y entró lentamente dentro de la casa de su vecino. Podría haber dicho que no, pero estaba tan nervioso que siquiera le daba tiempo a pensar lo que decía.
Probablemente se veía ridículo.
Se sentía como una gelatina, su voz, sus piernas, sus manos, todo en él temblaba y se dijo a si mismo que necesitaba calmarse.
— Siéntate en el sofá, Jisung. —la profunda voz de Kun resonó delante de él— Mientras recuerdo dónde puse las llaves de tu casa.
— Está bien... —se dejó caer rígidamente al sillón, dejando su mochila a un lado.
Comenzó a jugar con sus dedos en un vano intento por sacarse los nervios de encima. Es que su vecino era malditamente guapo pero a la vez le provocaba una rara sensación que no sabía distinguir si era buena o mala.
Pasaban los minutos y aún se encontraba en la misma posición, Kun lo había dejado allí hace rato, lo único que podía escuchar era su respiración y ruidos provenientes de alguna parte, por lo que supuso que realmente el castaño no encontraba sus llaves.
— Mierda... —susurró.
— Hey, lamento estar tardando... Tu madre vino por la mañana y yo la atendí un poco dormido... —se rascó la cabeza— Lo siento. ¿Quieres algo?
— ¿Puedo pasar al baño?
— Claro. Sube las escaleras, segunda puerta a la derecha.
Y el pequeño Jisung no sabe por qué, pero jura haber visto a Kun sonreír y no de manera amistosa.
Subió rápidamente las escaleras ante la atenta mirada del chico que no parecía querer disimular. La mirada de su vecino le estaba atravesando hasta el alma.
Le temblaban las piernas y estaba tartamudeando, maldito el momento en el que su madre le dejó las llaves a Kun. Maldecía con todas sus fuerzas que el castaño fuera condenadamente guapo y lo pusiera de esa forma tan.. Tan... ¡Agh!
— Dios mío... ¿Dónde mierda me he metido? —dijo en voz baja cuando se hubo encerrado en el baño— A lo mejor y es un asesino serial...
Suspiró y se mojó un poco la cara, mejor se iba a su casa y rompía algún vidrio para entrar. Salió del cuarto de baño para encontrarse a su vecino fuera.
— H-Hey, Kun... ¿Tienes las llaves? Si no podría buscar o-otra forma de entrar...
— No será necesario, Jisung. —hizo sonar algo entre sus manos, las llaves.
— Ooh... Genial, entonces, debo irme-
Un rápido movimiento y soltó un jadeo cuando su espalda chocó de forma brusca contra la pared del pasillo, sintiendo la respiración de Kun contra su cuello. Mierda.
— No vas a irte tan pronto, lindo. —su lengua se paseó descaradamente por la zona y la piel del rubio se erizó por completo.
— ¿Q-Qué mierda crees que haces? ¡Imbécil! ¡S-Suéltame! —forcejeó, en vano, contra el cuerpo que lo apresaba— ¡Que me sueltes, idiot-
La puerta de una habitación se abrió y el menor fue empujado en ésta.
¿Qué mierda hago? ¿Me tiro en caída libre por la ventana? ¡Es el jodido segundo piso! ¡Mamá Joy!
Antes de siquiera poder pensar otra cosa, su vecino lo empujó con fuerza hacia su cama, quedando entre sus piernas.
Joder, esto podría ser considerado violación si tan sólo a Jisung no le estuviese gustando. Pero las manos de Qian Kun metiéndose bajo su camiseta... Simplemente no podría resistirse. El tacto era simplemente exquisito.
Los labios de su vecino devoraban los suyos con fuerza y sus manos habían ido a parar a sus rosados botones. Soltaba jadeos y ligeros gemidos en la boca del castaño con una pizca de vergüenza, podía sentír su erección crecer cada vez más.
Sin ni una pizca de delicadeza, el mayor se deshizo de su sweater y seguidamente su remera, arrojándolos por ahí.
— ¿Q-Que harás ahora? —murmuró cuando Kun se levantó y se acercó a uno de los cajones.
— Nada que no te guste. —respondió volviéndose hacia él con algunas cosas en mano.
— Espera... No... —susurró Jisung sonrojado.
Su vecino no era un asesino serial, era un fetichista y por lo que se veía, de los buenos.
— Tranquilo, no te haré daño. —susurró en su oído.
Segundos después, una venda cubrió sus ojos y los labios de Kun succionaron en su cuello.
Gimió y sus muñecas fueron inmovilizadas por su vecino, que en unos segundos ya había amarrado las mismas sobre su cabeza. El hecho de que no pudiera ver nada tan solo lo hacía mejor.
— P-Para... —murmuró cuando sintió su miembro ser estimulado, Qian Kun había metido una de sus manos dentro de su jean— Aah~
— ¿Quieres eso? ¿Que pare? —besó peligrosamente debajo del ombligo, haciendo a Jisung contraerse ligeramente— A tu cuerpo parece gustarle, hermoso.
Sintió el peso desaparecer por un momento de la cama y se tensó cuando sus jeans comenzaron a deslizarse por sus piernas. Quiso gritar cuando sintió lo mismo con su ropa interior.
Escuchó unos ruidos más luego y eso lo puso aún más nervioso.
— ¿Virgen, pequeño Jisung? —preguntó Kun con la voz ronca, confirmando que, la respuesta del rubio era un 'sí' por el color rojo que ahora pintaba sus mejillas. — Eres adorable. —rió.
Que vergüenza, pensó el menor.
— C-Cállate... —susurró con la voz agitada— Ah... —sintió desfallecer cuando un líquido frío cayó en parte de su hombría y continuó su recorrido hasta llegar a su entrada.
— Tienes un cuerpo muy sensible, bebé. —los labios de Kun tomaron nuevamente posesión de su cuello.
Se puso tenso cuando los dedos del castaño rozaron su entrada y el mayor habló suavemente, pidiéndole que se relajara. No sería capaz de hacerle daño, en ningún sentido.
— ¿Aún quieres que me detenga?
Negó, sabía que dolería, pero también que sería algo pasajero.
Un dedo resbaló en su apretado interior y Kun no pudo evitar gruñir, Jisung era realmente estrecho.
Mientras movía lentamente el dígito se adueñó nuevamente de los labios ajenos, introduciendo su lengua. Podía jurar derretirse cada vez que Jisung cortaba el beso para soltar pequeños gemidos.
De a poco, introdujo otro dedo más al mini-vaivén, deleitándose de ver sus dedos perderse entre las nalgas del rubio. Disfrutaría tanto ser el primero (y último).
— Me pones demasiado... —susurró sobre sus labios— Estás tan estrecho, perfecto...
Gimió ante tales palabras y arqueó levemente su espalda cuando un tercer dedo se sumó a las embestidas.
Maldecía el no poder mover sus manos, realmente estaba necesitando el morder algo y poder acallar un poco sus gemidos, porque maldición, eran demasiado vergonzosos.
— No te calles, Jisungie. Gime para mi. —maldición, Kun realmente complicaba su objetivo de acallar esos molestos sonidos que salían de su garganta.
Gruñó al sentir como los falanges del castaño abandonaban su agujero y antes de que pudiese pedir por más, algo nuevo se frotaba con insistencia en su entrada.
— Asumo que sabes lo que viene. —asintió lentamente.
Si que lo sé, viene mi final. Se dijo internamente.
— Espero que resistas, muñeco. Porque no pienso parar hasta verte retorcer de placer bajo mi cuerpo. —mordió ligeramente su hombro.
— Kun... —musitó y seguidamente abrió su boca en un gemido ahogado.
Qian Kun es grande por donde se vea.
El mayor seguía adentrándose a la velocidad más lenta que su autocontrol se lo permitía. Joder, Jisung era muy estrecho.
Gruñó cuando por fin estuvo todo dentro, el pequeño y redondo culito del rubio se estaba tragando su polla de una manera tan exquisita. Ese pequeño sería su perdición y lo sabía, no le molestaba, le encantaba.
— M-Muévete... Por favor... —jadeó.
Ya luego se preguntaría así mismo cómo entró todo eso dentro de sí.
Primera estocada, hizo su cabeza hacia atrás. Dolía, sí, pero era soportable. Y la cosa siguió así durante al menos diez minutos, Kun moviéndose lo más despacio que podía en lo que Jisung se
acostumbraba a tener algo el doble de grande metido en el trasero.
Gruñó cuando por fin pudo acelerar un poco sus movimientos, volviendo a conectar sus labios con los del menor.
— ¿Aún duele? —Jisung negó.
Y las palabras salieron de su boca sin siquiera pensarlas.
— K-Kun, ¿N-No ibas a hacer q-que me retuerza de placer?
El nombrado soltó una leve risita y lo siguiente que el rubio sintió fue el miembro de Qian Kun salir por completo de su entrada.
— ¡A-Ah! —entró bruscamente de una sola estocada. Jisung lo pidió.
— Hasta los vecinos sabrán mi nombre... —afirmó, volviendo a repetir sus acciones.
Jisung quiso pedir que la venda de sus ojos fuese retirada porque, quería apreciar las facciones de Qian Kun, deleitarse viendo cómo su cuerpo se movía contra el suyo.
— Kun... Más rápido... —quiso hablar más fuerte, sin embargo la embestida que había recibido recién se había llevado todas sus palabras.
— Te sientes tan bien, Jisung. Te gusta tenerme dentro ¿No es así? —las fuertes manos del castaño se aferraron a las caderas del menor, volviendo el choque de sus pieles aún más rápido y certero.
El rubio no podía hacer otra cosa más que asentir y gemir en voz alta el nombre de quién lo penetraba con rudeza.
Un par de estocadas más y el mayor se detuvo un momento para deshacerse de la cinta sobre los ojos de Jisung.
— ¿Te gusta lo que ves? —asintió con una pequeña sonrisa en el rostro.
Sonrisa que fue borrada en el momento en el que Kun retrocedió y volvió a empujar con fuerza. Jisung echó su cabeza hacia atrás, cerrando fuertemente los ojos y repitiendo una vez más el nombre de su vecino.
Había encontrado su próstata y ahora golpeaba sin piedad en ésta, logrando que el de complexión más pequeña se retorciera bajo su fornido cuerpo.
Relamiéndose los labios y en un movimiento simple, Jisung quedó con el pecho en el colchón, el culo levantado y jodidamente expuesto.
Apoyó sus codos cuando Kun comenzó a moverse de nuevo.
— K-Kun... A-Aah~ —jadeó contra la almohada, las manos del castaño paseándose por su cuerpo y dejando marcas a su paso.
Mordió y lamió varias veces en los omóplatos, sin dejar de arremeter contra el pequeño cuerpo de Jisung.
— Mmm... Kun... —balbuceó cuando dos dedos se metieron dentro de su boca, dándose el gusto de chuparlos. La mano libre de Kun se enterró en sus rubios cabellos y jaló de él, arrancándole sollozos de puro gusto.
Tenía los ojos vidriosos y un pequeño hilo de saliva escurría por la comisura de sus labios, Qian Kun era un jodido monstruo. Él estaba más que bien con eso.
— Kun... Yo.. M-Me vengo... —susurró como pudo y su cuerpo fue girado nuevamente, dejándole cara a cara con su vecino.
— Entonces, córrete para mi... —se movió aún más rápido si era posible— Se un niño bueno.
Tres estocadas más y Jisung terminó por ensuciar su abdomen con un fuerte gemido, no hizo falta nada más para que segundos después Kun lo siguiera, corriéndose como un desquiciado en su interior.
Salió con lentitud del menor y se recostó a su lado.
— Descansa, yo limpio. —soltó Kun.
Y eso fue suficiente para que Jisung cayera en los brazos de Morfeo.
—
Se despertó lentamente y se removió un poco en la cama ajena, al darse vuelta se topó con el rostro de Kun aún dormido. Miró al reloj de pared, las ocho, pasada, de la noche.
Mierda, piensa esperando a que su madre no haya llegado a casa.
Sigilosamente se levantó de la cama y comenzó a buscar su ropa, parándose frente a un gran espejo que no había notado antes.
Estaba demasiado ocupado dejando de ser virgen. ¡Dios mio! ¡Me acabo de acostar con mi vecino!
Su cuerpo estaba lleno de rasguños, chupetones y marcas por donde se viera. Maldito bruto. Gracias al cielo era invierno y podría pasar un poco desapercibido...
Miró a Kun una vez más y tomó las llaves de su casa de la mesa ratona, junto a una bufanda del castaño. Con algo debía cubrir semejantes marcas.
Agarró su mochila que aún seguía en la sala de estar de abajo, y silenciosamente se fue.
Sin embargo... ¿Quién asegura que Kun dormía?
Irse sin decir adiós es de mala educación, Jisung merecía un castigo.
No lo dejaría ir ahora.
─
Al día siguiente, viernes, las cosas le habían ido bien. Jisung pensó que luego de lavar la bufanda que había tomado prestada de Kun, lo mejor sería ir a devolvérsela.
O mejor no.
Él no era un sinvergüenza, es más, aún se acordaba de lo que había pasado horas atrás y se coloreaba como tomate.
Pero, en realidad la bufanda de Kun no tenía la culpa de nada. La culpa era de Kun por ser tan sexy, o de él por actuar como un maldito fácil, ¡En su primera vez!
Mierda, estaba jodido. En ambos sentidos, por si no ha quedado claro.
Andaba con la bufanda en su mochila, así que podría pasar ahora y luego ir a su casa a intentar pensar en algo más.
Entonces, a pasos nerviosos se acercó hacia la puerta de su querido vecino, preparando la bufanda.
Tocó el timbre.
— Jisung... —dijo el castaño.
— Yo... Uhm, tomé esto prestado ayer. —se sonrojó ligeramente— He venido a devolvértela.
— ¿Acaso la llevaste para recordarme? —preguntó Kun juguetón.
— ¡No! —negó rápidamente— Eres un bruto... Por eso.—miró hacia otro lado, notablemente sonrojado.
El cuerpo del castaño se acercó demasiado hacia su persona, violando el llamado 'espacio vital'.
— Pero te gustó que lo fuera ¿No? —a estas alturas Jisung era un tomate pasado de maduro— Después de todo, te retorcías bajo mi cuerpo pidiendo por más.
— ¡Calla! —gritó— Ten tu bufanda, yo me voy.
Pero antes de que el más bajo pudiese siquiera salir de la puerta, Kun lo había jalado con bufanda y todo al interior de su casa.
— Ayer te haz portado mal, Jisungie. Mereces un castigo...
—
Allí se encontraba Jisung, desnudo con sus manos atadas a las esquinas de la cabecera de la cama, privado de su vista y con un maldito vibrador metido en el culo. Ah, y Kun controlaba la potencia del aparato, probablemente viéndole con hambre.
— Kun, p-por favor...—gimió, odiaba ser tan sensible.
— ¿Quieres más?—como pudo, soltó un ligero "sí".
Soltó un pequeño grito cuando el juguete comenzó a moverse nuevamente en su interior, su vecino había aumentado la potencia del aparato y no tenía con que acallar los malditos gemidos de chica que soltaba al sentir que el vibrador llegaba más dentro en su interior.
Qian Kun bajó hasta encontrar sus labios y se abalanzó sobre ellos como si no hubiese mañana, mordiéndolos y tironeando de ellos a su gusto, tragándose los agudos gemidos que Jisung aún trataba de retener.
Era mucho placer para su pobre y débil cuerpo. Después de todo, iba encaminándose al segundo orgasmo. El primero se lo había otorgado a Kun y su experta lengua haciendo maravillas en su trasero.
— ¡Aah! ¡K-Kun! Ahí... Mmhn... —echó su cabeza hacia atrás, había encontrado su próstata. El mayor obedeció sin protestas, dirigiendo sus embestidas únicamente a ese punto que hacía al pequeño rubio temblar bajo su cuerpo.
Con sus labios, el castaño capturó uno de los rosados botoncitos de Jisung, chupando, lamiendo y mordiendo ligeramente. Pudo reconocer con facilidad que ayer había sido un salvaje, tan sólo bastaba mirar el cuerpo del rubio; su tez blanca llena de chupones, rasguños y unos pequeños moretones en sus caderas.
El menor arqueó su espalda abruptamente cuando la mano libre de su vecino comenzó a acariciar su dolorosa erección, roja ante la falta de atención.
Masturbaba con fuerza la polla del rubio, haciéndole casi sollozar por tanta estimulación.
— Kun... —soltó un gemido ahogado y terminó por correrse en su abdomen por segunda vez, ensuciando un poco al mayor.
Suspiró cuando el juguete en su interior fue retirado, seguidamente los labios de Kun volvieron a fundirse con los suyos y correspondió con ganas.
— ¿A-Aún te quedan g-ganas? K-Kun... ¡Ah! —gimió con fuerza cuando el mayor arremetió con su miembro.
— M-Mierda... —gruñó, comenzando a mover sus caderas y Jisung pudo jurar que ese vibrador no era tan grande como la polla de Qian Kun.
Los labios de su vecino se adueñaron de su cuello una vez más, comenzando a dejar húmedos besos en la zona y leves mordidas. Su cuerpo temblaba bajo el trabajado cuerpo del castaño, que le
embestía sin cuidado alguno. Podía sentir sus ojos llenarse de lágrimas bajo la cinta que los cubría, qué vergonzoso.
— Aahh~ —las manos del castaño le habían dejado las rodillas contra el pecho.
Qian Kun ya no medía el ritmo de sus embestidas, movía sus caderas como un maldito loco y lo único que se escuchaba en la habitación era el grotesco chocar de sus pieles, más los gemidos agudos de Jisung.
Soltó un grito cuando el miembro de su vecino golpeó con fuerza en su próstata, arqueando su espalda. Pidió entre gemidos por más y entonces el mayor se dedicó únicamente a embestirle en su punto dulce. Kun podía jurar que no había mejor vista que esa, por la boca de Jisung se escurría un pequeño hilo de saliva mientras que gemía con fuerza su nombre, las marcas que había en su cuerpo tardarían bastante en irse.
— Kun b-asta... Es dem...asiado... Y-Yo... N-No... —intentaba formular alguna palabra coherente para expresar que su orgasmo estaba demasiado cerca, sin embargo no pudo.
— Anda, bebé, córrete para mi... —Jisung volvió a gemir ante la gruesa polla de Qian Kun en su interior y su ronca voz erizándole hasta los pelos de la nuca.
Con sus brazos separó nuevamente las deliciosas piernas del rubio, aún continuando con su ritmo brutal. Podía ver claramente el enrojecido trasero de Jisung, producto de la fuerza con la que sus pieles se encontraban.
— Kun... —gimió por última vez arqueando su espalda, acabando en su abdomen y manchando también el del castaño. El mayor se movió un par de veces más, llenando a Jisung con su cálida esencia.
Retiró la venda que cubría los ojos del rubio y seguidamente salió de su interior, después se dedicó a deshacer los amarres en sus manos y terminó recostándose a su lado, cubriéndolo con el edredón de su cama.
— ¿Quieres darte un baño? —Jisung asintió.
—
Sentado en borde de la cama estaba Jisung, mientras Kun estaba parado frente a él secándole el cabello con una toalla. El menor estaba vestido con la ropa de su vecino que, era probablemente tres o cuatro tallas más grandes que él, mientras la suya estaba en el lavarropas.
— Yo creo que... Debería irme a casa... —susurró.
¿Qué se hace luego de follarte a tu vecino?
Podría decirle, oye, follame solo a mi. Pero eso ya sería muy estúpido. Ugh.
— ¿Por qué? Mi cama es grande, puedes quedarte...
— N-No... ¡Mi madre va a matarme! —y además me da vergüenza mirarte a la cara ahora, vuelve a ponerme esa venda.
— Qué curioso, ella me dió permiso para salir contigo. No para terminar como hace unos minutos... Pero si puedo ser su yerno.
¿¡Qué!?
— ¿Eh?
— Tu madre es un amor. —se tiró encima de Jisung, plantándole un beso.
— ¿Quién dijo que yo quería salir contigo? Además ni siquiera combinamos.
— Oh, claro que combinamos. Muy bien de hecho. —el rubio sintió su rostro enrojecer y Kun soltó una risita— Eres tan lindo~
— Cállate...
— Sal conmigo, aunque sea dame una oportunidad. —sonrió, acomodándose en la cama.
— Puede ser... —rió nervioso.
— ¿Eso es un sí o un no?
— S-Sí... —susurró muy bajito, sin embargo el castaño alcanzó a escucharlo y volvió a estrecharlo
entre sus brazos, dejando la cabeza de Jisung en su pecho.
— Dile a tu madre que te quedas a dormir entonces. —agarró las mantas para taparse ambos y abrazó a Jisung debajo de ellas.
Susurró un 'luego le aviso' y segundos después sucumbió ante el cansancio, acurrucándose más contra el cuerpo de Kun.
Al día siguiente, Jisung apareció en casa y su madre le hizo preguntas muy obvias, a lo que él solamente sonrió e intentó subir las escaleras sin que se notase el dolor que invadía su espalda baja y trasero.
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